domingo, 2 de julio de 2017

Serpientes de verano: Sherlock Holmes en Venecia



 En los veranos de antes, cuando las vacaciones duraban tres meses, la actualidad también se iba de vacaciones. No ocurría nada importante, pero los periódicos tenían que seguir llenando páginas. En su ayuda solía venir un monstruo entrevisto en el lago Ness, una oleada de avistamientos Ovnis, un crimen misterioso con marqueses y mayordomos implicados.
            El verano de 1967 se habló mucho de un artículo perdido de Rubén Darío que refería el robo en Venecia de unas joyas de la familia real española y la intervención de Sherlock Holmes. Una de esas joyas, por cierto, ha vuelto a ser usada recientemente por la actual reina de España.
            Fue Amando Lázaro Ros, editor en España de la aventuras de Sherlock Holmes, quien dio noticia de ese artículo inédito que contaba el encuentro de poeta y detective en la ciudad de Venecia.
            Estaba destinado al libro Tierras solares, de1904, en principio dedicado a un viaje por tierras andaluzas. Como al editor, Gregorio Martínez Sierra, le pareció que quedaba un volumen de pocas páginas, se le añadieron otros artículos viajeros, entre ellos dos sobre Venecia. Pero en la edición final solo aparece uno; el otro fue retirado en el último momento para no herir sensibilidades. Lázaro Ros lo resumió en una tercera del ABC, pero no lo publicó íntegro, por lo que algunos –Pere Gimferrer entre ellos– lo consideraron apócrifo. Pero el artículo existe –pronto aparecerá en Ínsula– y, si lo que cuenta es ficción, fue el propio Rubén Darío quien la dio como cierta.

UN ENCUENTRO EN EL LIDO

Antes de encontrarse con el detective, se tropezó Rubén con los otros protagonistas de la historia: don Carlos de Borbón, el pretendiente carlista, y su esposa, doña Berta de Rohan. Fue en el Lido, a donde llegaron en “una especie de automóvil marítimo”, uno de los primeros barcos con motor que circularon por la laguna. Aquella modernidad le pareció al poeta una profanación al recuerdo ilustre de Lord Byron, que se llegaba hasta allí a nado para luego cabalgar incansable de un extremo a otro de la alargada isla. La pareja real parecía una pareja de acomodados turistas a la moda: “ella muy elegante, muy parisiense, él muy sportman, muy inglés, con su sombrerito de paja y doblado el ruedo de los pantalones, como es de uso entre la correcta gente británica”. Con ese aspecto desentonaba la bandera española en la popa de la lanchita automóvil y los marineros “vestidos como comparsas de zarzuela patriótica, con cintas amarillas y rojas en vestidos y sombreros”. Al poeta le pareció un espectáculo lamentable. No sabía cuando escribió el artículo en que lo cuenta, publicado en La Nación, como casi todos los suyos, que pronto iba a tener ocasión de saludar al monarca proscrito en su palacio de Loredan, junto al Canal Grande, y acompañado del detective que por entonces –eran los primeros años del siglo XX– causaba sensación en toda Europa.



CAFFÈ FLORIAN

A Sherlock Holmes lo reconoció de inmediato tras los ventanales del Café Florian. Fumaba abstraído, inmóvil, y así enmarcado tras el cristal parecía la ilustración de una de sus aventuras. Se le quedó mirando fijamente, quizá más tiempo de lo que permite la cortesía, pero el detective no hizo un gesto de fastidio. Todo lo contrario. Con un leve movimiento de mano, le invitó a pasar.
            –-Sé que tiene usted un problema, sé qué se siente perseguido, sé que quien le persigue es una mujer, quizá una prometida con la que ha renunciado a casarse en el último momento –-le dijo en inglés, pero ante la respuesta titubeante del poeta cambió de inmediato al español–. No sé preocupe, puedo hablarle en su lengua y en otras cuarenta y cinco lenguas vivas, además de quince muertas y alguna moribunda, como el dálmata, de la que ya solo quedamos tres hablantes. En español está escrita la carta que asoma de su bolsillo, leída una y otra vez, arrugada, que no se ha atrevido a destruir, aunque ha estado tentado, y la caligrafía nerviosamente femenina me dice que no es una carta de negocios. Pero usted no es español, de Centroamérica tal vez, tiene rasgos mestizos y unas manos delicadas, usted es periodista, poeta tal vez, le he visto pasear abstraído por la plaza y tomar alguna nota, quizá escribir un  verso. ¿Se preguntará usted qué hago tan lejos de Baker Street y sin mi fiel Watson al lado?

EL PRETEXTO DEL DOCTOR WATSON

––Debo reconocer que sin Watson me siento como pez fuera del agua. Mi inteligencia necesita del contraste de su romo sentido común para brillar en todo su esplendor. Pero resulta que, en uno de los más dificultosos retos, no podía acompañarme. ¿Y sabe usted cuál es el pretexto? Pues que su mujer ha salido de cuentas y dará a luz uno de estos días. ¿Se da cuenta de qué pretexto más trivial? ¿Qué tiene que hacer él allí? Pero si un hombre comete la debilidad de casarse ya todo va cuesta abajo. Hasta ahora, siempre que lo necesitaba, bastaba que le enviara un mensaje para que dejara lo que tenía entre manos y se presentara de inmediato en el lugar y en la hora indicados. “¿Puede usted disponer de un par de días?”, recuerdo que le escribí cuando el asunto del valle de Boscombe. “Acaban de telegrafiarme desde el oeste de Inglaterra y me gustaría que usted me acompañara. Salgo de Paddington en el tren de las 11.15”. Y a las 11.14 allí estaba él, dejando a su esposa terminar sola el desayuno. Y ahora, cuando la aventura es en Venecia y el reto viene de mi enemigo mayor, que no es Moriarty, sino una mujer, Irene Adler, me dice que no con la excusa de que tiene que asistir al nacimiento de su primer hijo. ¿Querría usted sustituirle por esta vez? Usted es corresponsal de algún periódico americano, de lo contrario no podría estar aquí, se adivina que no es hombre de fortuna. Podría quizá hacer de cronista en esta insólita aventura, la más extraña que me ha ocurrido nunca.

ENIGMA CON DIAMANTES

––Todo ocurrió cuando recibí una cajita con un diamante y una tarjeta en la que Irene Adler había escrito su nombre y dibujado una flor de lis. Nada más. En seguida adiviné que quería ponerme tras la pista de unas joyas robadas. La flor de lis es el símbolo de los Borbones, que actualmente solo reinan en España. El rey actual es un jovenzuelo tarambana que entretiene su soltería dando tumbos por los cabarets de París. Como comprenderá usted, aquel reto parecía superior a mis fuerzas. Pero entonces leí en The Times un suelto que hablaba del robo de joyas a un pretendiente al trono español, el infante don Carlos, que vivía en Venecia. Y aquí vine con el diamante, pero solo, porque Watson, ¿se lo podrá usted creer?, se negó a acompañarme.
            Me alojé en el hotel Europa, frente a la iglesia de La Salute, y al día siguiente de mi llegada me presenté en el palacio de Loredan, un decrépito caserón que se cae a pedazos, como todo en esta ciudad tan pintorescamente maloliente.
            Al ver el diamante don Carlos lo reconoció de inmediato, era la pieza central de una de las joyas que le faltaban, y ¿lo querrá usted creer? pensó que yo era un chantajista, que venía a pedirle dinero para que pudiera recuperar aquellas joyas familiares, las pocas que su antepasado había logrado quedarse cuando le fue arrebatado el trono de España, que le correspondía legítimamente, para dárselo a su sobrina, una niña de pocos años.
            Pero de esos asuntos de la historia de España sabrá usted más que yo. No ignoraba yo que el hombre que tenía ante mí había entrado en su país al frente de un ejército y, tras luchar valerosamente, había escapado con riesgo de su vida. Le expliqué que yo era el famoso Sherlock Holmes y de inmediato me pidió disculpas por no haberme reconocido.
            No solo habían desaparecido joyas, sino también documentos de la causa carlista que comprometían a gente importante. La caja fuerte estaba en su dormitorio. No había sido forzada. Solo él conocía la combinación. Respondía de la lealtad de cada uno de sus servidores.
            Lo más extraño, y lo que me llevó a la resolución del asunto, es que en la caja había otras joyas, además de dinero en efectivo, pero los ladrones solo se había llevado, desdeñando el dinero, aquellas que habían sido heredadas y habían lucido tradicionalmente las reinas de España. Y los papeles comprometedores desaparecidos, según me dijo, eran solo los que tenía que ver con gente muy cercana a la que había sido reina-regente, doña María Cristina.
            Un asunto peliagudo, como podrá usted ver. Digno de mi talento. Pero tardé en resolverlo más de lo conveniente, echaba de menos las sugerencias de Watson, disparatadas casi siempre, pero que tenían la virtud de ponerme en el buen camino.
            ¿Y qué papel jugaba en todo esto Irene Adler? De París me llegó una carta suya, que no contenía más que un recorte periodístico en el que podía leerse que una guapa bailarina denunciaba la desaparición de un collar de diamantes que le había regalado un amigo. Sospechaba que el collar se lo había robado una mujer, que se había ganado su amistad y a la que había cometido el error de llevar a casa y dejarla compartir cama. ¿Era el propio don Carlos quien, a pesar de su venerable barba y aire patriarcal, perdía la cabeza por alguna pelandusca llegando incluso a regalarle las joyas de la corona?
            En cuanto me presentó a su actual mujer, doña Berta Rohan, comprendí que esa no podía ser la solución porque estaba completamente enamorado de ella. ¿Lo estaba ella de él? Don Carlos de Borbón, como tantos otros, como seguramente usted, y de ahí esa carta que le atormenta y que tiene en el bolsillo, podía dormir con su peor enemigo. Me bastó intercambiar cuatro banalidades con ella para dar con la solución. Irene Adler había fracasado una vez más en su intento de probar que es más inteligente que yo.
            Esta tarde me acompañará usted al palacio Loredan. Le pediré a don Carlos que no esté presente nadie más, ni su secretario ni su mujer. Usted será el único testigo de ese encuentro y dejará constancia para la posteridad.

EL ENEMIGO EN CASA

––Le adelanto la solución, pero no los pasos que he dado para llegar hasta ella, pasos que la convierten en evidente, sin necesidad de más pruebas. Solo una persona tenía acceso a la caja fuerte, además de don Carlos, su esposa, Berta Rohan. Una mujer que se convirtió en ladrona y en traidora por un exceso de sentido del deber. Esta paradoja parece propia de ese desdichado de Oscar Wilde, ¿no cree? Berta Rohan llegó a la conclusión de que en el pleito dinástico que enfrentaba a su marido con la familia reinante en Madrid la razón estaba de la otra parte y por eso quiso restituir las joyas a sus legítimos propietarios y poner alerta al joven rey de los traidores que tenía a su alrededor. O eso fue lo que ella quiso creer. Algo tuvieron que ver los celos de la anterior esposa, la difunta princesa Margarita de Borbón-Parma, y el odio a los hijos que tuvo con ella, especialmente al infante don Jaime ¿Conoce usted la historia de Fedra e Hipólito? El doctor Freud, buen amigo mío, algo tendría que decir al respecto.
            Pero el rey español es un “viva la virgen”, como se dice en su país, y una noche de juerga le regaló el collar a una francesita. E Irene Adler, que también tuvo algo que ver con ella, me puso sobre la pista de ese inverosímil enredo para darse el gusto de verme fracasar. No he fracasado, como usted contará en toda la prensa. Tendrá el honor de ser la primera persona en seguir los pasos que llevan a la solución, más apasionantes que la solución misma. La solución de un misterio siempre es trivial y desilusiona un poco. Lo que importa son los chispazos de la inteligencia que nos llevan a ella. Pero el doctor Watson, que goza del privilegio de ver a Holmes en acción, esta vez ha preferido quedarse en casa para asistir a algo tan trivial, tan doméstico, tan sin importancia, como el nacimiento de su primer hijo. Gracias a ello tendrá usted, ¿cómo me dijo que se llamaba?, el honor de sustituirle.


55 comentarios:

  1. En la terraza del Florián fui testigo de un atraco a mano armada. Unas ancianas brasileñas -de Bahía me dijeron- que hacían turismo religioso por Italia (creo que era en 2005) y que conocía de los desayunos del hotel, habían cometido la imprudencia de sentarse en la terraza del mítico café, que invade una parte de la Piazza di San Marco, derrengadas como estaban después de pasar la tarde subiendo y bajando por callejones y ponticelli, además arrastrando una considerable anatomía.
    Las vi sentadas con el estirado camariere encima, que con cara de circunstancias y lápiz en ristre les mostraba un papelito blanco. Alcancé a oírle: Per la música, signore, per la música... Estaba claro, aquel garduña quería cobrar una cantidad escandalosa a las buenas mujeres que apenas si habían trasegado unos aguachirles de limón. Resultó que en un estrado próximo a las mesas había un conjunto de tres o cuatro músicos, y los distinguidos dueños del famoso café de Casanova querían pretextar ese detalle para robar impunemente a los incautos.
    Al verme, las infelices me lanzaron una mirada que era toda una petición de socorro. Intervine ante el engominado, le espeté que si no le daba vergüenza abusar así de unas ancianas que se habían sentado a descansar un momento en su guarida y tuvo efecto la reprimenda, porque se fue y regresó en minutos con una cuenta que, aunque seguía siendo desproporcionada, había menguado considerablemente.
    Esa es la imagen que me quedó del mítico Florián. La mitomanía es peligrosa, que se sepa. Aunque no fuera el caso de estas seguidoras de Leonardo Boff.
    Avisados quedan los curiosos que quieran conocer el café de don Giacomo: mejor se compran sus Memorias, les iba a salir más barato que tomarse unos cafés en el Florián.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Don F. sigue con sus rebuscadas tonterías. En el Florian, en el Quadri y en otros cafés con terraza en la Piazza o en la Piazzeta se paga por la consumición y por la música (la orquesta no depende del Ayuntamiento ni los músicos cobran de los impuestos de todos, como le parecería más justo al bueno de F.). Hay otros muchos cafés sin orquesta en Venecia. Y en invierno no hay orquesta, aunque esos café siguen siendo caros (te dan la carta antes de que pidas nada para evitar sorpresas). Pero, al menos una vez, hay que tomar algo en ellos. Es como entrar en un museo. O tomar un café con Goldoni o Mozart.

      Eliminar
    2. Pero, mi obstinado y estimado tontorrón, ¿cómo es que me discutes lo que hay de veraz en esto que cuento? Que los artistas (y quienes los contratan) reciban su estipendio y su retribución es justo y necesario..., pero los abusos -como este del que fui testigo- traspasan los límites de la decencia. Si tan estrictos son los cafeteros que pasan antes la carta a los clientes para que sepan lo que les espera, debieran serlo igualmente al reparar en aspecto, edad y aparente condición de los que se acercan desprevenidos. Nada disculpa lo que vi con mis propios ojos y escuche en directo riguroso. Precisamente porque hay muchos cafés en Venezia que no estafan al cliente es por lo que traigo aquí este atropello; nadie inculpa a otros hosteleros ni mucho menos a la sereníssima citá.
      Me dejas tutulato cuando dices que "hay que tomar algo en ellos". Why? O que es como tomar un café con Goldoni o con Mozart(!).
      Servidor ha escuchado música en la Capilla de los Espejos del Klementinum praguense y he pisado sin duda los mismos mármoles que Mozart. Y juro que lo que me movió a asistir fue el programa de aquel día y admirar la suntuosa sala. El único rapto de fetichismo necrofílico, si acaso, fue que me personara en el cementerio de Vysehrad, para visitar dos tumbas: la de Dvorak y la de Smetana. Pero el celador me franqueó la entrada y no me cobró una corona. Y allí vaya si se respiraba aire de gloria.
      Tu alegato a favor de los derechos de los músicos está más cerca de las SGAE que del derecho romano.
      A mejorar, que derrapas (demasiado).

      PS.- Ir a Venezia en invierno por ahorrarse unas pelillas en el Florián ya es pasarse: ni siquiera estaría por la labor el bueno del profesor Aschenbach, aun con el señuelo de un Tadzio que visitara a unos tíos por Navidad.

      Eliminar
    3. Más tonterías. Cada uno con lo suyo, F.

      Eliminar
    4. Si no se te adula, caro, el mundo es una tontería.
      En definitiva, pobre hombre.

      Eliminar
    5. Una tontería aduladora molesta menos, pero no por eso deja de ser una tontería. Una tontería de presunto listillo es tontería y media.

      Eliminar
    6. Un listillo terciado suele tener cosas que enseñar a un listo obcecado. Si uno de estos apuesta por la partida de una Faraona (antes de un devenido en sátrapa de la pasta mejicana) con muy malas artes -con mentores en la sombra incluso peores- y discute con los que le quieren hacer ver su error en la tertulia del café y que llega a denostar incluso a los que el tiempo acredita como mejores, pues que queda como unos zorros cuando cae el tinglado y la basura queda a la vista de todos: pongamos que hablo del Psoe, rama cañí y de sus inteligentes incondicionales, que han necesitado de que la broza desborde el inodoro para enterarse de la fiesta.
      Si alguien denuncia la deriva derechista de un periódico, antaño icono de la progresía, y el listo se remonta y niega y casi ofende, pero que transcurrido un tiempo se suma a los detractores del panfleto, no lo compra y tal y tal..., pues que da más argumentos a los que lo tienen por obstinado patológico.
      Si no hace tanto defendía a capa y espada a cierto altísimo mandamás, comparándolo casi con su pariente lejano, el ilustre Carlos VII, rey de Nápoles, cuando el tufo que venía de aquella corte no eran rosas precisamente (ahora el listísimo defiende denodadamente la causa del sucesor, aunque empieza a dar muestras de flaqueza en su devoción (¿irracional), pues idem de lienzo.
      Si se vanagloria de continuo de su listeza (dime de qué alardeas...) y no es más que un coladero de sinrazones, se busca enemigos por doquiera...
      Bah, lo dejo.
      Salute, maestro.

      Eliminar
  2. Magnífico. Y los comentarios de JLGM, casi tan sabrosos como la propia entrada.

    ResponderEliminar
  3. El que se sienta en el Florián, o en cualquiera otros de los famosos cafés de ciudades muy turísticas (Tre Scalini en Roma, Flore en Paris), debe saber que el clave en la cuenta será suculento para el dueño del local, y si no lo sabe pues en el momento en que le presentan el ticket de la consumición, la ingrata sorpresa, lo hace más lúcido para la próxima vez. Entiendo que a JLGM le parezca agradable y placentero un café en el Florián, por el sitio, y todo lo que significa "estar allí", si alguien se ofende por el precio, o peca de ingenuo o es como el que va al Louvre y corre a ponerse en la cola de la Gioconda para quejarse después de las aglomeraciones en los museos famosos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En el Florian, no hay sorpresas (te dan la carta con los precios para que sepas a qué atenerte). Yo hace tiempo que no tomo café allí. Sí lo hacía las veces que he visitado Venecia en invierno; es muy agradable entonces tomar algo en una de sus salitas casi desiertas (solo entonces es posible encontrarse con algún veneciano: en verano desertan). En la terraza de la plaza nunca me he sentado; sí en los escalones de la plaza, apoyado en una de las columnas, y escuchando la música, como hacen los viajeros solitarios o sin mucho dinero.
      En todas partes te pueden estafar, sobre todo en ciertos restaurantes "pintorescos" y de apariencia (solo apariencia) popular; en el Florian, no (por caro que resulte, igual que el romano Caffé Greco), como no te estafan en el Danieli, aunque la estancia cueste una fortuna.

      Eliminar
  4. Pues sí hay sorpresas, porque una persona normal supone que tomarse un puto café o el mentado aguachirle no va a arruinar a nadie.
    Es actitud snob y bastante cursi la de creer que por estar entre las paredes que un día acogieron a un ilustre (¿admirará verdaderamente Martín a Casanova?, ¿quedará mucho de la época o será todo puro atrezzo? ?) se codea con las musas.
    PS.- Es mucho pedir a unas ancianas que desconocen el idioma que consulten primero la carta, antes de tomar un refresco. No quise ser melodramático y no conté que una de ellas lloraba desconsoladamente ante el robo manifiesto. Por cierto: ¿habrá leído Martín "Historie de ma vie", del ilustrado del mucho follaje? Malicio que fue una vez al Florián (es algo tacaño) para poder escribir: "Salí temprano de mi casa en Vía dei Zotti y cuando llegué al Florián, Ruggiero, atento como siempre a un arqueamiento de mis cejas, ya tenía preparados los periódicos que sabe que siempre leo por la tarde: Il Corriere della Sera, Il Mattino di Padova, La nuova di Venezia y ABC, edicion para Friuli".

    Con dio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Unas ancianitas que confunden Piazza San Marco con el centro social de La Corredoria? "Sostenella y no enmendalla" ya no es tontería y media, sino media docena de tonterías.

      Eliminar
  5. ¡Hola a todos!

    Igual que hay que entrar al Harry's Bar a tomarse un par de Dry Martinis. Y si pueden ser tres, mejor.

    ¿Por qué? Porque es lo que procede. En cambio entrar a un restaurante "de moda", esperando que el "chef de moda" salga a saludarte, no procede de ninguna de las maneras. ¿Por qué? Porque hacer eso es de gilipollas.

    Hay cosas que no merecen explicación. Las cosas "de cajón" que conviene que se sepan ya desde muy jovencito.

    Me apuntaba yo, a que todos los vanidosos fuesen como el autor de este blog, ya mismo. A ver... ¿A dónde hay que firmar? ;-)

    ResponderEliminar
  6. Me parece que no eres del todo buena persona, Martín. Y aparentas conocer de tus congéneres la puntita nada más: mucho libro, poca alma. Ese desprecio hacia las "ancianitas" es de una chuleria señoritil que explica cómo tienes conformado el imaginario (y por eso solo se te ocurren relatos de solterón solitario). Y explica otras cosas más concretas, claro.
    ¿Sostenella? ¿No enmedalla? ¿Qué coño tengo que sostener o enmendar si hago el relato fiel y puntual de algo que pasó y de lo que no fui protagonista, pero sí testigo con papel?
    Tu sentido del humor es el de un galápago que enviudó recién.
    Con tu Felipe el sexto te lo comas..., don tonterías.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Don Fermín, ¿también es usted redactor a sueldo en La Fiera Literaria?

      Eliminar
    2. No, señorita; en la Fiera detestan a Martín, yo le estimo.

      Eliminar
  7. Demetrio Cárdenas5 de julio de 2017, 9:31

    En este "libre mercado" que se cierne sobre nuestras cabezas los precios de los bienes se fijan libremente, el que quiere y puede los paga y el que no, no los paga. Hay gente que paga precios exorbitantes por unas camisetas (a veces con inscripciones sonrojantes) hechas en Pakistán porque en ellas aparece la marca Jomy Tilfiger o Avercromy, aunque las hay de idéntica calidad y procedencia que valen la décima parte. Se ven relojes de pulsera de calidad más que dudosa firmados por marcas de ropa (qué sabrán de relojería: naturalmente, son relojes encargados) vendiéndose, y desde luego comprándose, a doscientos euros. Y más o menos lo mismo se ve en todas partes y en todos los ámbitos.
    Por eso no tiene ningún sentido esta polémica del Florián, donde todo el mundo sabe lo que se cuece, y a qué precios. Es solo un caso particular de los excesos en los que vivimos. Algunos entramos en el Florián una vez en la vida, como una especie de rito, igual que en otros cafés famosos de otras capitales, simplemente por mantener en el recuerdo una imagen, una ambiente, una decoración, una instantánea del viaje. Una vez en la vida, no cada verano, como se hace con las camisetas Avercromy. Esperemos que el señor o señora F sea coherente e intervenga con igual entrega, en su papel de adalid justiciero, en las tiendas de ropa y trapitos de moda. Y no digamos en los Bancos, que ahí sí que hay materia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy sensata tu observación, Demetrio. Solo una observación: si se divide lo que cuesta mantener abierto un café como el Florian (sueldo de camareros y coste de la orquesta incluidos), vemos que no resulta un negocio muy rentable, a pesar de los precios de las consumiciones. Es un milagro que esos cafés sigan todavía abiertos. Los mantienen los turistas que, como tú indicas, gustan de entrar en ellos al menos una vez en la vida. Sin los precios que tienen, solo podrían resistir con una abultada subvención pública (algo a lo que en España estamos muy mal acostumbrados).

      Eliminar
  8. El señor o la señora F., Cárdenas, no va por el mundo de justiciero ni de predicador de la pradera, mucho menos de ingenuo que piense que esta calamidad de Sistema tenga los días (a corto-medio) contados. Pero F. no admite (de buen grado) generalizaciones que no son del caso, mezclando a descerebrados que gastan lo que no tienen comprando la camiseta de sus sueños con personas cansadas que se limitan a sentarse en la terraza de un café a tomar unos refrescos (puntualiza quien estaba conmigo ante el atraco que había de por medio unos bollos de repostería o cosa por el estilo: una merienda, vaya; en todo caso un robo sin paliativos).
    No es lugar ni ocasión para que servidor se extienda perorando sobre la repugnancia que siente ante la deriva fascistoide de estas llamadas sociedades democráticas occidentales (?), ni que exima de culpa a los imbéciles que se dejan avasallar por el "mercado" sin decir ni mu (antes, el mu de los mercados era el que se escuchaba proviniente del bovino: ahora, cierto bovino no acierta a decir ni mu).
    Es una falacia afirmar que la conservación de un raído café sea más cara que el de una cafetería moderna, con más personal y mayor importe de la factura de la luz (eso seguro) que uno de esos templos del esnobismo (¿se han fijado en la mugre de la fachada del Florián, dilectos?).
    Siempre tengo dicho cuando sale a relucur la astronómica soldada de futbolistas, toreros y artistas en general, que son estas percepciones suyas las más legítimas del mundo, puesto que quien paga por ver sus habilidades lo hace con conocimiento y por su gusto. Pero hay cosas y servicios que no son ningún lujo y que, si se me apura, hasta imprescindibles, como es sentarse en una mesa de un establecimiento (en la vía pública, que es patrimonio de TODOS) a esparcir el cansancio, a reponer fuerzas y líquidos, a hacer uso de los lavabos, a tomar su baso de agua para ayudarse a tomar la pastilla del Parkinson. Digo que esta clase de excesos había que regularla por ley; repito que ocupar una plaza pública como es San Marco no es un derecho de don Florián ni de su reverenda madre. Y quien concede debe exigir: o sea el Ayuntamiento de la Serenissima. Porque cierto intervencionismo municipal no es nocivo, si no véanse las medidas que se están tomando en Barcelona ante el despropósito de la masificación turística de la ciudad. ¿Será aquella, la de Ada Colau, política de soviets, distinguidos liberales míos?
    Si hay que explicar estas cosas a gente que presume de ta lista..., cómo no va a andar la patria manga por hombro.
    País.
    PS.- Cárdenas, moralina fuera.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué cosas, Dios mío, qué cosas. Cuántas palabras necesitan algunos para demostrar lo alejados que se encuentran del pensamiento racional. ¡Cómo si no estuviera ya suficientemente claro!
      ¿No sabrá este buen hombre que ni las mesas de una terraza ni los lavabos de un establecimiento comercial son de propiedad privada? ¿No sabrá que el Ayuntamiento cobra un canon astronómico por permitir instalar esas mesas en la plaza de San Marco? ¿No sabrá que uno puede sentarse en el suelo, en los escalones de las columnas, en los bancos de mármol bajo los soportales del palacio ducal sin tener que pagar ni consumir nada porque esos sí son de propiedad pública?
      En fin, procuraré no caer de nuevo en la tentación de responder a don F.

      Eliminar
    2. Vaya, dije "privada" en vez de "pública". Repito:
      ¿No sabrá este buen hombre que ni las mesas de una terraza ni los lavabos de un establecimiento comercial son de propiedad pública?

      Eliminar
    3. Jejejeje... O sea que a Kurtz no le remuerde la conciencia por disculpar que muchos turistas (por ejemplo los que salen de las tediosas demostraciones de los marchantes de cristal de Murano, que están enfrente) se lo hagan encima al no poder pagar una fortuna al garduña que vigila los lavabos del Florián. Me cuentan de uno que se cagó (con perdón) en las narices del celador aquél porque no pudo afrontar el abusivo coste de un café. Dirás que es macana pero así ocurrió.
      Y eso de instar a las mujeres a que se sienten en el frío mármol veneciano es de una crueldad, o por lo menos falta de consideración, flagrante. Porque, sabe buen Martín, que los escasos cuatro centímetros de la uretra femenina, combinados con un asiento frío, traen consigo la cistitis casi segura. Cosa que tú, por ejemplo, con unos veinte centímetros cumplidos (en estado de reposo) estarás más a resguardo de la engorrosa dolencia.
      Por cierto: ¿cómo estás tan enterado de las cargas y gabelas, de los impuestos que paga don Florián? ¿Acaso el hermético Ruggiero (como sabes cerillero del café) osó desvelarte ese particular, aun a sabiendas de cómo las gasta el amo avaro, que está siempre apostado detrás de la caja registradora y es todo oídos? Me extraña que lo sepas, creo que es un farol.

      Eliminar
    4. Solo una aclaración: apenas hay calle en Venecia (al menos de las más frecuentadas) donde no se vea un cartel con una flecha que indica el WC público más prósimo (en los que, por cierto, como en los de las estaciones, también se paga: pero no una fortuna: cincuenta céntimos en los más baratos y un euro cincuenta en los más caros, ese dinero sirve para garantizar la higiene y la limpieza.impecables.
      Dos: incluso con la Piazza llena de gente, las terrazas están muy poco ocupadas, no todo el mundo quiere gastarse su dinero en ellas (y está en su derecho) y hay otros lugares, con diversos precios, que escoger para descansar y tomar algo.
      Me siento un poco idiota la verdad por tener que perder el tiempo en estas cosas. Pero en fin... uno no pierde la esperanza de que, antes de hablar o de fantasear, los comentaristas adquieran la buena costumbre de pensar e informarse. O de leer y callar cuando no se tiene nada que decir, que tampoco resulta tan difícil.

      Eliminar
    5. "Próximo": es una lata que estos comentarios no se puedan editar: Google debe aprender de Facebook.

      Eliminar
  9. Pues que he estado el pasado viernes en el Café Iruña de Pamplona, oyes, al ladico mismo de la mesa del Hemingway ese, tú. Me pedí un Rioja y una picho y me cobraron creo que tres euros o algo más, como sí sería un bar cualquiera o así.
    Y me parece que don Enesto no era peor escritor que el sifilítico aquel, y además más macho. ¿A qué robar a la peña, pues?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué tontería, Eneko (don F. no tiene la exclusiva). Lo de cobrar más o menos no es porque el café lo frecuentara tal o cual escritor mejor o peor sino por tener una orquesta cuyos integrantes han de cobrar un sueldo.

      Eliminar
    2. Que no, coño, que por tomarte una café adentro (ni tele tienen, como pa orquesta) te meten un clavel de campeonato. ¿Qué dices de orquesta, oyes?
      PS.- Majo el Efe ese, sí...

      Eliminar
    3. En fin, pues repitamos lo obvio: hay locales más caros que otros y los tradicionales de la plaza de San Marco están entre los más caros. En verano, cuando funciona la orquesta, se añaden unos cuantos euros "por la música" a la consumición (creo que eran siete euros la última vez, hace años, que tomé un café allí), la tomes en la terraza o en uno de los gabinetes interiores. Los cafés con orquesta son una reliquia del XVIII que apenas si perdura en otro lugar.
      No es obligatorio ir al Florian o al Quadri. Venecia está llena de cafés más baratos (y otros casi igual de caros). Lo mismo pasa con los hoteles. Puedes pagar mil euros por noche. Y hay quien puede pagarlos.
      Pero, me pregunto, ¿por qué pierdo yo el tiempo con estas obviedades? ¿Hay alguien que no sepa que, si quiere ahorrar, Venecia no es el lugar más adecuado de veraneo?

      Eliminar
  10. Miguel el Entrerriano5 de julio de 2017, 21:34

    Cuánto pude disfrutar con los casos de Sherlock Holmes a mis catorce o quince años. Leí todos los tomos, la obra completa de Conan Doyle en la biblioteca pública de mi ciudad, ahora lejana. Doyle me imbuyó el misterio y la niebla de Londres con tal intensidad que ya nunca me ha abandonado.

    El del café Florián es uno de los "casus belli" más flojos que he encontrado en el blog de Martín. Me hace gracia que F. califique de "garduña" al camarero; seguramente el comportamiento predatorio de la garduña está más que vengado: apuesto a que le hacen trabajar doce horas diarias por un sueldo que no le daría para muchos "capuccini" en el Florián; él se los tomará en Mestre, que está a un cuarto de hora de bus y tiene precios mucho menos siderales. F. no cree que "esta calamidad de sistema" tenga los días contados, pero a lo mejor sí que los tiene, no al estilo de principios del siglo XX, sino por simple asfixia. El sistema se puede ahogar en su propia inmundicia, en los detritus que genera.
    Se me acaba de ocurrir un "bel gioco" para mi próxima visita a Venezia, si la hay: tomar un macchiato con croissant en la terraza del Florián y suavemente, nonchalant, sin inquietud y sin ostentación, largarme sin pagar. Prometo contar el resultado del lance, en su caso.

    ResponderEliminar
  11. Entrerríos, ya que dices macchiatto di cornetto para referirte al crissant, prego.
    El camarero es la garduña, el encargado de darte el apretón, aunque el depredador esté camuflado detrás de una caja registradora de botones dorados y manivela: una simple herramienta.
    Efectivamente, el affaire Florián forma parte de esa pérfida manera de entender el mundo que tienen estos ultademócratas darwinianos que son quienes .ahora y espero que por no mucho tiempo más- están en la cresta de la ola; aquellos que te clavan siete euros por un café y le pagan poco más al camarero que lo sirve. Pero es "per la música", claro. Eso es el mercado... y nosotros, al parecer, el ganado.
    El modesto casus belli del Florián tiene su trastienda, que no es otra que desmontar cierto racionalismo de vía estrecha que no ve más allá de un metro de sus narices y que entra en una lógica viciada, como es pensar que las cosas ya están definidas y consolidadas desde el principio y que han de ser así para siempre. Liberalillos del pijo que llamo yo.
    Harías bien en marcharte sin pagar; yo ya pienso en cagarles fuera de la taza. Del water, naturalmente.

    ResponderEliminar
  12. Qué chapapote mental. Menos mal que en la izquierda hay gente (la mayoría) inteligente, si no habíados estábamos. Tendríamos derecha para toda la eternidad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La tendremos, JLGM, la tendremos. Yo, que tengo tu misma edad, creo que ya no veré otra cosa. Habrá que resignarse

      Eliminar
    2. "habíados estábamos"

      ¡ Dios mío !

      Aviados estamos contigo, José Luis...

      Eliminar
    3. Cosas de los correctores automáticos, que corren más que el ojo. Menos mal que aún nos quedan los asustados correctores humanos. Muchas gracias.

      Eliminar
  13. Las mentes simples (aunque se crean ellas mismas de una complejidad exquisita) no son capaces de salir de esquemas que creen inamovibles. No basta que la experiencia les deje en precario por haber sostenido chuscadas y disparates (algunas erraduras de Martín han sido clamorosas), siguen erre que erre con sus mantras. Martín, un ejemplo reseñable.
    PS.- Otra cosa que viene acreditando JLGM es una permisividad admirable: no quiero ni pensar que esta diatriba ocurriera en casa de un colega suyo que no miento. Apenas si censura (apenas) y al no hacerlo, permite que le veamos desnudito de razones que merezcan el nombre de tal, aunque el piense otra cosa. Solo por lo primero merece reconocimiento.

    ResponderEliminar
  14. Scusatemi. Una de las incompetencias del signor Martini es que no sabe distinguir entre derecha e izquierda.
    Pues él mismo es diretto creyéndose sinistro.

    ResponderEliminar
  15. El pertinaz F. (premio a la constancia) es poco inteligente, pero no parece mala persona. De mí, en cambio, no se puede afirmar una de esas dos cosas. No diré cuál.

    ResponderEliminar
  16. EL CEREBRO DE F.

    Sí, todo el mundo que me conoce me lo hace ver: "F., no te midas con esa gente tan inteligente, que pones tus limitaciones en evidencia; porque has sido uno de esos bebés que nacen azules, con poco oxígeno en la sangre y daño neuronal..., si bien les queda preservada la parte del lóbulo frontal que rige los impulsos altruístas". Lejos de conformarme con esa tara, de rumiar en el rincón de un café (de barrio, no se crean) mi desgracia congénita (Dios, que buen talento si hobiese mejor partera...), me debato y me revuelvo con mis muñones contrahechos a base de dendritas y de axones atrofiados y..., cometo la (consciente) osadía de litigar con cerebros esplendentes, generosos porque se prestan a asimétrico intercambio, pues les puede un impulso generoso, un gradiente que les inclina a compartir sus excelencias con los desheredados del cacumen.
    Desde que frecuento este café, me encuentro muy mejorado (tenían que haberme conocido antes, sufridos sufridores) y agradezco infinito al buen Martín (al que estimo bastante) que haya contribuido a pulir mi ego, a aumentar mi autoestima, a apuntalar mi confort cerebelario. Pues ha hecho que ciertos complejos que arrastraba desde niño (triste niño azul, en su rincón desamparado) se vayan esfumando (estamos en ello) como nimbo de las Antillas tras el ciclón que jode pero que, al cabo, purifica. Y así me digo a veces : F., si has nacido azul y limitado y te comparas con estos doctos catedráticos y profesionales de la crítica y así resultas recrecido, tanto en la letra como en el argumentario, en la forma como en la idea, en la opinión propia (y ajena, no se crean)..., es que eres grande, noble, capaz. Y don Tonterías, algo tiene de estas cosas, pero menos que tú, dechado de gracias literarias, de sesura, de alegría.
    Saludo afectuoso, Kurtz.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Magnífico comentario, señor F, muy bien escrito, con ironía, retranca, léxico y brillo.
      Vaya, vaya con sus "limitaciones". No sé hasta dónde alcanzaría usted si no llega a nacer azul.

      Eliminar
  17. Maximiano Fuertes.7 de julio de 2017, 12:14

    Pues opino que tiene usted algo de las dos cosas. O dicho de otra manera: es menos inteligente de lo que quiere aparentar y no es del todo buena persona. Para los niños azules: no es torpe pero tampoco una lumbrera; no resulta bueno del todo pero tampoco llega a ser un libre-igualitario cualquiera (rima indeseada, al parecer inevitable en servidor).

    ResponderEliminar
  18. Anónimo (Veneciano)7 de julio de 2017, 12:54

    Ustedes perdonen, pero qué diatriba ni qué polémica. ¡Si están todos de acuerdo en lo fundamental! Que Venecia es un sitio caro, que otros sitios y otras cosas también son absurdamente caras, que el sistema económico que tenemos es una peste bíblica... Yo he estado una vez en Venecia, hace 10 años, necesité un locutorio, todavía no había internet en los móviles. Pagué ¡¡¡8 euros la hora de conexión!!!, record mundial de carestía.

    Martín no es "derechoso" ni por el forro. Tiene valores de izquierda y es un socialdemócrata bien evidente. Muy equilibrado, alejado de los extremismos. Adora las grescas con sus visitantes, eso sí, pero su tolerancia es ejemplar, ya lo han dicho por ahí. Es un noqueador pero también un encajador, como Manny Pacquiao. Da duro, pero acepta la pegada de retorno sin rechistar. Es una actitud que me parece admirable. Contrasta como una patada con un beso con la postura del estomagante colega que se ha citado, reconocible de inmediato, un pagado de sí mismo que se cree que la Sociedad le debe dinero por el hecho de existir (con decir que lo mendigaba en su blog hasta hace poco...). Ese amargado ultra no es que censure las críticas personales, es que bloquea cualquier opinión discrepante. No la mía, desde luego, yo no trato con inquisidores. Lo mas gracioso es que luego está siempre ofendido porque piensen que es lo que demuestra ser.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sebastien Melmoth8 de julio de 2017, 9:26

      Ha hecho usted un buen retrato de JLGM, que es un verdadero demócrata, tolerante y lúcido. Y uno aún mejor del amargado e intolerante Trapiello, un señor cuya susceptibilidad enfermiza de mediocre incurable raya a veces en lo patético.

      La diferencia entre ambos todo el mundo puede verla en sus diferentes blogs: JLGM agradece sinceramente las correciones y los avisos de erratas, Trapiello insulta a quienes le reprochan defectos en su escritura, y nunca publica las respuestas que a sus insultos ellos le hacen. Y si insisten, los bloquea definitivamente. Sus ironía contra quienes osan corregirle muestran bien los graves problemas de ego que tiene.

      Eliminar
    2. No me parece bien aprovechar estos comentarios para meterse con otros escritores. Solo deberían servir para meterse conmigo (o intentarlo, que no es lo mismo).

      Eliminar
    3. Sebastien Melmoth8 de julio de 2017, 16:45

      Decir verdades no es meterse con nadie. Es describir la realidad. Si el señor Trapiello no quiere que se digan esas cosas sobre él, que no las haga.

      Eliminar
    4. Decir verdades a la cara, si se refiere a discutibles asuntos personales, no siempre es de buena educación, y decirlas a espaldas del afectado, en casa ajena, de pésima.

      Eliminar
    5. Sebastien Melmoth8 de julio de 2017, 21:22

      No se trata de asuntos personales, don José Luis, sino de asuntos públicos (hablamos de blogs públicos). Y la gente que le corrije públicamente sus textos públicos lo hace, pues, delante de él y delante de los demás, por eso él los censura. Y decirle algo aquí a Trapiello no es decírselo a sus espaldas, puesto que me consta que él lee este blog y quizás sea uno de los anónimos que participa en él de vez en cuando... ¡vaya usted a saber ! No sé quién decía que los escritores no se leían entre ellos: se vigilaban. Y yo creo que hay más escritores de los que usted cree que "le vigilan" a usted aquí.

      Eliminar
  19. Una precisión para Anónimo: en un hotel de Santander, cuando no había Internet en los móviles, la media hora de conexión costaba cinco euros. Hay récord fácilmente superables.
    Venecia es cara, no porque vivamos en un sistema capitalista expoliador, sino porque resulta muy caro mantener la ciudad en pie y porque todo el mundo quiere visitar Venecia y no, por ejemplo, Villamulas del Condado, sin duda mucho más barata.

    ResponderEliminar
  20. F. (que pretende cerrar)8 de julio de 2017, 11:20

    PER LA MÚSICA

    Suscribo casi todo lo que dice el Veneciano. Pero las prendas de Martín se entreveran con altas dosis de cegura y de obstinencia (más disculpables, desde luego, que la agria y envarada zoilez del colega inominado pero perfectamente identificable).
    Vamos a ver... Si mi interlocutor en este lío fuese Anónimo Veneciano, seguro que no habría motivo para la discusión enconada: él y yo tenemos en común no aceptar como inevitable ni lógica la carestía abusiva del Florián.
    Por el contrario Martín, aceptándola en principio, trata de justificarla con argumentaciones que no son de recibo:
    -Si la causa de esta rapiña fuese lo caro que es mantener en pie (?) la ciudad de los canales (Aveiro es mucho más barata), todos los establecimientos y servicios habrían de ser carísimos, no siendo este el caso. Y lo ilustro con un ejemplo: la primera vez que fui a Venecia llegué al oscurecer, cuando empezaban a encenderse los faroles del Gran Canal. Deambulando por los callejones dimos con un ristorante-trattoría por nombre "Al Teatro" porque -y eso lo descubrí al día siguiente- estaba al lado de La Fenice. Veníamos prevenidos de la fama de carestía de la Serenissima y nos sorprendió gratamente comprobar que se podía cenar bien, a base de entrante de vegetales, lasagna, pizza y helado por muy poco más que en cualquier pizzería de por aquí cerca. Y era un local de cierta clase.
    -Per la música... Recuerdo que el escueto conjunto no es que fuese un dechado de calidad ni que el repertorio pasara del esperable en estos casos. Nada especial, a la altura de esos músicos callejeros que tocan en nuestras calles y que agradecen un euro en el estuche del violín. Así que bien pudiera ser que cobraran una soldada más bien escuálida, poco más que la del camarero-garduña antes citado.
    -Nadie discute la legalidad de que cobren precios astronómicos; otra cosa es que haya oportunidad de equívoco de los clientes, como debió de ocurrir con las ancianas brasileiras, que no eran tontas y hubiesen reparado en la cartela de los precios, caso de haberla habido sobre la mesa, cosa opinable pero no demostrable.
    -La instalación de una terraza en la vía pública (patrimonio de los ciudadanos) supone una serie de condiciones y permisos que el empresario hostelero ha de cumplir, y echo de menos que no se ponga límites al desmedido afán de lucro de algunos, mediante regulación de los precios, cosa perfectamente factible si estuviese en la voluntad de los ediles. Estos detalles hacen o no que un destino turístico sea apetecible o su contrario. Claro que la plétora humana puede que incline a apalear el bolsillo de los menos pudientes y ese sea el caso... En Barcelona están en esa tesitura, pero no llegan, por ahora, al atraco descarnado.
    -No sería imposible que con parte de nuestros impuestos de españolitos pigs estemos pagando una parte del "mantenimiento en pie" de la ciudad de los canales. Mereceríamos, entonces, mejor trato, ¿no?
    - Volviendo al "per la música"... Es importante para opinar sobre esta cuestión determinar la calidad del conjunto que tocaba sobre el estrado de la terraza del Florián (que no del café Florián, que parece que se quiere confundir las cosas y no es lo mismo), de ello dependería la mayor o menor justeza de precio a pagar. Pues el señor Martín no es la persona idónea para juzgar del asunto, porque acabo de leerle en su estupenda "Línea roja", en el apunte del día 17 de abril, y con motivo de una visita girada por él y por A. a la casa de Muñoz Millanes, que "Al contrario de mis amigos, yo no soy especialmente filarmónico". Y eso se nota. Y descalifica como juez, claro.
    Salute, carissimi tutti.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dale que dale. Los hay inasequibles al desaliento. Ya se supone que los músicos que tocan en un café no serán extraordinarios (lo haría entonces en la Filarmónica de Berlín), ¿pero implica eso que no han de cobrar por su trabajo? En fín... Con lo fácil que es callarse (a ver si me aplico el cuento y dejo que las tonterías se descalifiquen solas.)

      Eliminar
  21. Martín, creo que hay un punto que no entiendes. Porque, o te dan la razón, o te critican mal o con inquina.

    En realidad, la peor postura posible es echar la culpa al “sistema” de todo, incluso de las propias limitaciones y errores. Pero tampoco es muy sensato defender el statu quo por inercia como tú tiendes a hacer. Porque abusos sí que existen, y no te he visto señalar ninguno, aunque sea con matices. Te llaman “buen Martín”, y ya se sabe que el mayor problema es el silencio de los buenos.

    Es sabido que en los lugares muy turísticos se tiende a la picaresca con los precios. Porque dada la afluencia masiva no es preciso fidelizar al cliente (el de “una vez en la vida”) y, aunque no regrese, vienen otros mil. Se hará para cubrir gastos, por supervivencia, pero sí se abusa y no puede negarse.

    Bueno, se abusa del turista común, el de alpargata. El viajero pudiente paga lo que sea (aunque refunfuñe un poco) y sí repite. Y deja sustanciosas propinas.

    Hace unos años el alcalde de Roma “tuvo que” pedir disculpas a unos turistas a los que “clavaron” en una heladería que tenía una carta con precios desorbitados casi invisibles, y se abrió un serio debate. Obvio se disculpó porque se montó un escándalo, si no, ni mu.

    "Los turistas necesitan protección y no ser estafados en ningún caso", ha expresado el consejero de turismo Gazzellone. "Es una mala publicidad que puede propagarse rápidamente alrededor del mundo" (sic). "Muchos italianos que también consideraron elevado el precio de los helados, están debatiendo si se trata bien a los turistas en Roma”.

    Un enlace al respecto, aunque hay muchos:

    http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/09/internacional/1368093386.html



    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero los cafés de la plaza San Marcos no estafan, amigo Bonifacio. Son caros, muy caros, pero no estafan. Los precios están claros y muy ingenuo se ha de ser para pretender otra cosa en semejante lugar, con una orquesta tocando (pagada por el café) y con el elegante servicio en bandeja de plata. Y el que la mayoría de los turistas se queden de pie, escuchando la música sin sentarse a tomar nada es señal de que hay que ser muy ingenuo para pensar otra cosa.
      En Venecia, hay muchos lugares que estafan, como todo el mundo sabe, pero en lo hoteles de lujo no te estafan, aunque te cobren una fortuna, que paga el que puede pagarla y el que no se busca otro lugar (el precio se indica de antemano).
      Y es no haber entendido nada, amigo Bonifacio, pretender que mi diario, o todavía peor, la serie veraniega, es un lugar para denunciar cobros abusivos o estafas al consumidor. Otros sitios hay para eso y yo no dejo de utilizarlos cuando me he visto afectado.

      Eliminar
  22. Asunto concluido, Boni. Pero no todas las heladerías romanas son muy caras; conozco una muy cerca del Panteón en la que la gente hace cola para que le despachen un helado. Unas mozas manejan la pasta muy hábilmente y la van colocando con la espátula en pequeñas espirales hasta colmar el cucurucho: no recuerdo lo que me cobraron el otro día, prueba de que no fue ningún abuso.
    Si me sale bien un asunto que tengo entre manos, os invito a ti, a Martín y al Veneciano (bueno, puede añadirse Entrerríos) a tomar café en la terraza del Florián. Y no en invierno sino en pleno ferragosto. Y exigiré que lo sirvan en bandeja de plata (como supone erroneamente el buen Martín que lo acostumbran a hacer), y no en otra de latón (un poco abollada) como en la que sirvieron la merienda a las brasileiras desoladas..

    ResponderEliminar
  23. Quizá me expresé mal, no quise decir que tengas que dedicarte a hacer crítica turística en tu diario de literatura como si fuese la web TripAdvisor (en la que hay algunas quejas contra el Florián y sus tarifas, por cierto).

    No hablaba de temas de consumo en concreto. Quise indicar que tengo la impresión (quizás equivocada, disculpa) de que tiendes a justificar mucho el statu quo, cuando la gente se alborota por cualquier tema polémico cotidiano. Y quejarse mucho de algo, aunque se exagere, no siempre es demagogia. Más bien es sensación de impotencia y/o dificultad para matizar serenamente los detalles, se tenga o no razón.

    Y además, lo haces de forma algo tajante (y fría) me parece. Repito, es sólo mi impresión. Y sospecho que eso es justo lo que solivianta al “niño azul” –me encantó eso– por encima de anécdotas concretas. Las cuales aprovecha él siempre para tocarte algo... la música.

    Obvio que, cuando algo le afecta a uno en persona (como los buzones de correos) se ven las cosas de otra forma y se usan otros cauces.

    Por cierto ¿qué pasó al final con ese asunto?

    ResponderEliminar
  24. En qué cosas pierde el tiempo la gente, Boni, y yo el primero. Me parece que lo más elegante sería no publicar en estos comentarios más que los que tengan que ver (y no sean anónimos) con el texto publicado. No importa que a favor o en contra. Lo de aprovecharlos para quejas sobre el trato a ciertas turistas o para recomendar la heladerías más baratas de Roma o Pontevedra, la verdad, me parece que es hacer el ridículo. Vale, y a otra cosa.

    ResponderEliminar
  25. No, Martín, este tipo de debate trasciende al Florián o a una carísima heladería romana; como bien ha sabido captar Boni, se discute sobre una manera de ver las cosas, de "razonarlas", que a veces solivianta y hasta jode. Un poco, no te creas.

    ResponderEliminar