Sábado, 22 de mayo
EL CRIMEN DE PLAZA BOLÍVAR
Al hojear un número
de Nuevo Mundo correspondiente a abril de 1913 –ya se sabe
que las viejas revistas son mi lectura favorita, mi máquina de viajar en el
tiempo--, me tropiezo de pronto con un pelotón de soldados que fusila a tres
hombres; se inclinan a uno y otro lado como peleles. La imagen tiene la fuerza
del famoso cuadro de Goya, pero un patetismo mayor. En la mitad superior de la
página, hay otra foto no menos impactante contemplada después de la anterior.
Un militar está leyendo unos papeles; detrás de él, hay otros militares en actitud
distendida (uno cruza las manos en la espalda, otro se acerca caminando) y un
grupo de civiles que miran distraídos hacia fuera de cámara. Detrás y a un
lado, en la mitad derecha de la fotografía, tres campesinos esperan
tranquilamente sentados, con el sombrero puesto; tienen las manos juntas sobre
las piernas. Nadie imaginaría que son los reos ejecutados un instante después.
Lo que se está leyendo es su sentencia de muerte, pero ellos no parecen
enterarse.
Esos tres hombres que escuchan
impasibles su sentencia de muerte y luego se inclinan a uno y otro lado, sin
levantarse del asiento, como muñecos, tras recibir los disparos, son Fabián
Graciano, Fermín Pérez y Virgilio Mulatillo, que habían agredido a machetazos,
pocos días antes, a Manuel Enrique Araujo, presidente de la República de San
Salvador.
Araujo había sido elegido presidente
en 1911, el año en que se conmemoraba el centenario de la independencia, y fue
un personaje carismático. Cambió la bandera y el escudo del país, se enfrentó a
Estados Unidos y a las grandes empresas cafeteras, creó la primera ley de
accidentes laborales, se preocupó de mejorar la salud pública y la educación. Por
las mañanas, de nueve a once, concedía audiencia; recibía a todo el que
quisiera hablarle, a todos escuchaba. Cuando ejerció la medicina, asistía
gratuitamente a la gente pobre y su sueldo de presidente lo donaba íntegro y en
secreto al Hospital Rosales. ¿Qué interés podrían tener esos tres indígenas en
asesinarle? Una hermosa tarde de verano austral –la del 4 de febrero de 1913--
el presidente salió a pasear con unos amigos, sin escolta ninguna, según
costumbre, y se sentó en un banco de la plaza Bolívar, un lugar a esas horas
muy animado, ya que tocaba la banda municipal. Los jóvenes solteros paseaban en
una dirección mientras las solteras, luciendo sus mejores galas, paseaban en la
dirección contraria con el fin de intercambiar miradas y sonrisas al cruzarse.
Los progenitores de las damiselas ocupaban el fondo de la plaza; un poco
apartados del resto, estaba la gente del pueblo, que gustaba de asistir al
doble espectáculo, el de la música y el del paseo de la gente elegante. A las
ocho y media, tres hombres se abalanzaron machete en mano contra el presidente;
también se oyeron disparos. Se produjo de inmediato una gran confusión, la
gente corría, chocaban unos con otros tratando de escapar. El presidente había
recibido cinco heridas de arma blanca y un balazo en un hombro Aún así, se
alejó de allí caminando; sus amigos le subieron a un carruaje. Le trataron
primero en una casa cercana, donde perdió el conocimiento. Lo recuperó después,
ya en su residencia particular. Durante unos días parecía que podría sobrevivir.
Incluso dicen que se levantó del lecho y que dictó algunas órdenes
ministeriales. La más importante de ellas fue nombrar como sucesor a Carlos
Meléndez, por renuncia del vicepresidente. Lo hizo la mañana del 9 de febrero.
Poco después le operaron en el Hospital Rosales y murió como consecuencia de la
operación. Apenas una semana después, tras un proceso sumario, se fusiló a los
tres atacantes. Un militar, Fernando Carmona, fue detenido como autor de los
disparos, uno de los cuales impactó sobre el presidente; murió tres días más
tardes, al parecer suicidado. Nunca se supo quien estaba detrás de aquel
asesinato; lo que parece cierto es que hubo mucho interés en que desaparecieran
pronto, antes de que hablaran demasiado, los autores materiales. Hay muchas
hipótesis sobre el magnicidio, como en el caso de la muerte de Kennedy; las
menos verosímiles aluden a líos de faldas, ya que el elegante Araujo era un
pertinaz don Juan. Se habló también de la implicación de Estrada Cabrera, el
presidente de Guatemala, el Señor Presidente de la novela de Miguel Ángel
Asturias, pero sin negar del todo ese hecho, parece que su propio sucesor,
Carlos Meléndez, tuvo algo o mucho que ver. Con él se inaugura la dinastía de
los Meléndez-Quiñones, en el poder hasta 1927. A mí el asesinato de Araujo me
recuerda, más que al de Kennedy, al de Prim.
¿Habrá escrito alguien la historia de estas otras víctimas, Fabián Graciano, Fermín Pérez, Virgilio Mulatillo? ¿Quién les puso el machete en las manos, quién los lanzó contra el presidente? Ni siquiera parece que entendieran muy bien el castellano. A mí, viendo la fotografía de Nuevo Mundo me vienen a la memoria los versos finales de “Los fusilamientos de la Moncloa”, el soneto de Manuel Machado: “Y en confuso montón agonizante, / a medio rematar, por tandas viene / la eterna carne de cañón al suelo”.
Lunes, 24 de mayo
HABLO CON EL DIABLO
¿A quién
escogerías, hombre o mujer (o ni una cosa ni otra), para acompañarte el resto
de tu vida?
----Yo soy más de acompañantes para el fin de semana. Y no me gusta
repetir más de dos veces seguidas.
¿Qué gran premio literario te parecería mejor para coronar tu
trayectoria, el Cervantes o el Nobel?
----El Cervantes no, que tiene muy graves efectos secundarios. Hoy va a
tu casa a entregártelo el rey y mañana te mueres. Y el Nobel tampoco: soy tan
vanidoso que no podría resistir la tentación de rechazarlo.
Imagínate que eres rey de un país en cuya constitución se indica –como
dicen que dice la de España-- que puedes hacer lo que te dé la gana sin tener
que responder ante ningún tribunal. ¿Qué harías?
----Abdicaría de inmediato. Me avergonzaría ser jefe del Estado de un
país que tuviera una constitución así.
Se descubre una pócima que garantiza la inmortalidad. ¿La beberías?
----Me enteraría antes de lo efectos secundarios. Recuerdo el caso de
aquella sibila a la que Apolo prometió la vida eterna, pero no la juventud, y
llegó a un momento en que lo único que deseaba es morir. A mí la inmortalidad
me parece demasiado. Me conformaría con vivir otros setenta años en las
condiciones en que vivo ahora. Aunque no te aseguro que no volviera a pedir
otros setenta años allá por 2091.
Y si fueras Dios, ¿qué es lo primero que harías?
-----Detendría el mundo, me dedicaría el tiempo que hiciera falta a arreglar los desperfectos y luego lo pondría de nuevo en marcha.
Miércoles, 26 de mayo
MENTIR CON LA VERDAD
Para razonar
correctamente, ese deporte tan poco practicado por mis contertulios habituales,
hacen falta dos cosas, las mismas que para que un coche funcione correctamente:
un buen motor y gasolina. El motor son las reglas de la lógica y la gasolina la
información adecuada.
Yo no tengo otras fuentes de
información que la prensa oficial, la prensa endeudada y subvencionada, y sin
embargo las conclusiones que saco de ella sobre la actual situación de
emergencia, y sobre sus causas y responsables son muy distintas a las de la doctrina oficial. A menudo basta con leer hasta
el final un artículo para desmentir lo que da a entender su titular.
Jueves, 27 de mayo
LA PRIMERA OBLIGACIÓN
----“La primera obligación de un político es hacer todo lo
posible para mantenerse en el poder” afirmaba Maquiavelo. No sé si Pedro
Sánchez ha leído a Maquiavelo, pero seguro que sus asesores sí.
----¿Todo lo posible? ¿Incluso al
margen de la ley?
----La ley es interpretable y
maleable, como saben bien los buenos juristas.
En España tenemos experiencia en pasar de un régimen dictatorial a otro
democrático sin quebrantar, al menos formalmente, ninguna ley y conservando en
sus puestos a todos los jerarcas del antiguo régimen, comenzando por el jefe
del Estado.
----Pero lo que quiere hacer
Pedro Sánchez, indultar a los presos del procés, es pan para hoy y
hambre para mañana. Así puede sostenerse hasta el 23, pero entonces arrasará la
derecha con el apoyo de la izquierda nacionalista española, mucha de ella en el
PSOE.
----Dos años en estos tiempos
líquidos y calamitosos es una eternidad. Lo que pase entonces ya se verá, quizá
cuente Sánchez con el espantajo de Vox para mantener agrupado el rebaño de la
izquierda.
----Tú estás contento porque
crees que ese indulto es un paso más hacia la República Catalana, que es lo que
a ti te gusta.
----Que es lo que parece que le
gusta a la mayoría de los catalanes. A mí ni me gusta ni deja de gustarme. A mí
lo que me gusta es Cataluña, forme parte del Estado español (que de España, tal
como yo la entiendo, formará parte siempre) o no.
Viernes, 28 de mayo
LA ETERNIDAD Y YO
“Escribo, no para
la siguiente generación, para dentro de dos generaciones”, leo en el Diario de Gide. Yo, en cambio, siempre he escrito para ahora mismo, además de
para toda la eternidad. ¿Para toda la eternidad? Mucho tiempo es ese. A la
mayoría de los escritores, si viven lo suficiente, se les deja de leer
bastantes años antes de su muerte. Y a bastantes no se les lee nunca más allá
de las lecturas obligatorias o piadosas de amigos y familiares.
Yo, que a la falsa modestia prefiero
la falsa vanidad, alardeo siempre de que se me seguirá leyendo cuando nadie
sepa –algún erudito lo indicará en nota-- quién fue el hipocondríaco Caligulín
que tanto nos hacía reír por no llorar. Si me equivoco, tampoco pasa nada. Lo
que interesará a los lectores de dentro de cien o doscientos años no lo sabe
nadie. Leerán, sobre todo, como siempre ocurre, a sus contemporáneos por placer
y a un puñado de clásicos por obligación. De lo que estoy seguro es que, de vez
en cuando, rebuscando en una librería de viejo, algún curioso descubrirá un
libro mío –quizá Enigmas con
jardín o Sin propósito de enmienda--, comenzará a hojearlo y seguirá leyéndolo
con asombro y felicidad. Y si eso no ocurre, como para entonces es casi seguro
que ya estaré muerto, pues tampoco me voy a llevar un gran disgusto.