sábado, 31 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: Se me rompe el corazón

 

 

Viernes, 23  de mayo
CENTENARIO AMIGO

Como me temía, en el homenaje a Ángel González en el que participo esta tarde antes de la tertulia, más nutrida de lo habitual, se habla de las noches etílicas en las que el poeta aguantaba más que nadie y era el último en retirarse.

A mí siempre me han indignado esos elogios en los que, si no el José Luis Piquero o el Miguel Munárriz de entonces, cualquier cantamañanas de ayer o de hoy le podría superar. “No le gustaba hablar de literatura”, dice alguno de los que le conocieron. No le gustaría hablar contigo –pienso yo--, porque conmigo habló mucho de literatura, aunque más de la ajena que de la propia. No en vano nos conocimos en un cursillo suyo en torno a poesía de posguerra, allá por 1976 o 1977, en el que acabamos debatiendo largo rato, primero al final de la clase y luego en el pasillo, sobre la importancia del postismo y de Carlos Edmundo de Ory, que él negaba.

Recuerdo bien cómo denostaba a unos poetas y defendía a otros en el premio Emilio Alarcos. A él en buena parte, se debe que los dos primeros galardonados fueran dos buenos amigos míos, Martín López-Vega y Javier Almuzara, que lo obtuvieron no por ser amigos míos, sino a pesar de serlo.

Tras que el premio inicial fuera para un joven contertulio, lo que me costó algún insulto en las redes de los detractores habituales, le rogué a Almuzara que no se presentara, por si acaso. Prometió que no lo haría. Por eso me fastidió bastante ver un libro suyo entre los finalistas. Y me sorprendió más que Ángel González lo destacara desde el principio como su favorito. Hubo alguna reticencia. Yo no dije nada a favor, pero tampoco en contra (no podría, pero me habría gustado). Y al final ganó y hubo otro escándalo entre las mediocridades de costumbre.

“¡Tanto ir de justiciero por la vida y luego, como un García Montero cualquiera, en cuanto puede les da los premios a sus amigos!”, fue lo más amable que se dijo de mí. Fueron premiados después otros poetas de mayor o menor renombre, casi ninguno de mi gusto (tuve que disimular, con lo mal que se me da eso, cuando me tocó presentarlos), pero mis dos favoritos siguen siendo los dos primeros, aunque López-Vega (“otra gente / parece preferir ahora Vicente”) no ha dejado de dar algunos discutibles tumbos (esto no se lo diría a él, que es bastante susceptible); Almuzara me parece que ha ido creciendo con más coherencia.

Ángel González tenía buen ojo critico y acertó al señalarlos a los dos. Pero también tenía sus manías personales. Una vez, al abrir la plica, resultó que el ganador era un poeta que conocía y detestaba y de inmediato dijo, no sé si en serio o en broma: “¡Cerremos la plica y volvamos a votar de nuevo!”. Yo, talibán del rigor, grité indignado y no se volvió a hablar del asunto.

Todos tenemos muchas caras y la que me mostró a mí Ángel González nada tenía que ver con la que vieron sus compañeros de farra. Mi admiración no era acrítica y por eso, creo, la valoraba más. Cuando el escándalo en Vetusta porque no le dieron el premio Príncipe de Asturias, que sus amigos creían tener atado y bien atado (falló uno de esos amigos, que no lo era tanto), en los Cuadernos de Óliver nos burlamos un poco de esa beatería y, como Juan Cueto dijo que el premio se lo habían dado a un poeta andaluz de esos que solo saben cantar al crepúsculo, parodiamos los muchos poemas que Ángel González le dedica al crepúsculo entremezclando alguno suyo con otros apócrifos que parecían suyos. Algún intrigante de cierto grupito de turiferarios fue con el cuento al poeta para tratar de malquistarnos. “No me importan esas bromas; si son inteligentes, yo las veo como un homenaje”, respondió. Y lo eran. Las burlas eran contra quienes trataban de llevarlo en andas o bajo palio.

Domingo, 25 de mayo
HE APRENDIDO

Me pasan para que lo dedique, Mudanza, un libro mío de 2004 que compila los versos escritos durante los treinta años anteriores. Como epílogo, trae unos aforismos que no había vuelto a leer (no suelo releer lo ya publicado). Uno de ellos dice: “Escribo poesía porque no sé cantar. Ni llorar”. A cantar aún no he aprendido, pero sí a llorar. 

Lunes, 26 de mayo
POR QUÉ CRECE

Oigo lamentarse a los pirómanos que la alimentan que cada vez crece más la hoguera del antisemitismo. Tienen toda la razón: crece y crece. Y siento tener que decirlo, pero incluso a mí –que siempre he fantaseado con mis orígenes conversos, que siempre he creído que buena parte de lo mejor de mí mismo viene de mi herencia criptojudía-- me resulta cada vez más difícil resistirme a ella. Quienes perpetran la nueva matanza de los inocentes no son una pandilla de incontrolados sino el gobierno de Israel, el único estado judío del mundo y apoyado por más del ochenta por ciento de sus ciudadanos. No apoyan más a Putin y nadie se queja de las sanciones a Rusia ni de la creciente y agresiva  rusofobia. ¿Para cuando las sanciones a Israel y el envío a esa otra Ucrania, más ferozmente y más completamente invadida, de fuerzas de apoyo y del más moderno armamento?

Me imagino que a los judíos que aún conservan un poco de humanidad en su corazón cada vez les resultará más difícil no avergonzarse de ser judíos. Y a los amigos del pueblo judío, entre los que siempre me he contado, seguir siéndolo. Me siento culpable, si no de la sangre tan cruel y tan estúpidamente derramada, de no ser capaz de hacer nada por impedirlo. Y se me rompe el corazón. 

Miércoles, 28 de mayo
LOS RENEGADOS

Trasteando en los sótanos del ordenador, me aparece el original de aquella serie de poemas sobre el crepúsculo atribuidos a Ángel González (y que expertos lectores, como José Manuel Benítez Ariza o José Cereijo, no fueron capaces de distinguir de los suyos esta tarde en la tertulia) y una fotografía que había olvidado por completo. En ella estoy yo, con otros judíos españoles, en la Sala del Recuerdo de Yad Vashem colocando una corona de flores, con el nombre de España, ante la Llama Eterna que conmemora a las víctimas del Holocausto. Recuerdo bien mi emoción de entonces y me imagino el dolor de aquellos millones de víctimas al enterarse de que sus descendientes ya no se distinguen de los que fueron sus verdugos.

            Lloré, ¿y quién no?, en la gruta dedicada a los niños, con sus cientos de velas reflejadas en espejos rotos, como temblorosas estrellas que no se apagan nunca, y me imagino a ese millón y medio de criaturas llenando las calles de Jerusalén y suplicando en vano: “¡Ni un niño asesinado más!”

            No hay mayor deshonra para una comunidad que ofender la memoria de sus antepasados, renegando de todo aquello que nos hace humanos para confundirse con los peores criminales.

Viernes, 30 de mayo
ANÓNIMO

Anda circulando por las redes sociales una “Variación anónima sobre un poema de Ángel González”. Dice así: “Después de haber lanzado entrambos trece bombas / y exterminado cientos de personas / (culpables o inocentes, poco importa: / tienen bula / de Naciones Unidas / para no distinguir unos de otros / siempre que vivan lejos de nosotros, en Libia, en Siria, en Irak o Persia / (para no hacer mención del campo de exterminio / antes llamado Gaza), / a Trump le dijo Netanyahu: / ---Bueno, ¿y ahora qué hacemos? / ---Chico, tú haz lo que quieras. / Yo me lavo las manos”.

Yo, antes de seguir haciéndola circular, la modifico un poco. Donde dice “trece” escribo “cientos”, donde dice “cientos” pongo “miles”. Donde pone “Trump” añadiría muchos otros nombres de ilustres líderes democráticos. Pero no hace falta. Están en la mente de todos y grabados con grandes letras en la historia universal de la infamia.


 

sábado, 24 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: El extraño caso de Chaves y Morató

  

Sábado, 17 de mayo
DENIZ, SUSANA Y YO

Conocí al poeta Gerardo Deniz en una antología de Susana Rivera, Última voz del exilio, y su poesía que me pareció refitolera y redicha, como un continuo palíndromo. Un amigo mexicano, de origen asturiano, Fernando Fernández, ha dedicado la mitad de su vida a estudiar la poesía de Deniz (la otra mitad, a la de Juan José Tablada), y en su reciente paso por Oviedo me regala Mar en turco. Ensayos sobre Gerardo Deniz.

No pensaba leerlo, por supuesto. Si su obra no me interesa nada, menos me puede interesar lo que se diga de ella. Pero lo hojeo displicentemente y en seguida me atrapa.

Qué personaje. Y qué minuciosa novela la que Fernández ha escrito. Una novela que comienza antes de que él naciera: su padre, que se llamaba Juan Almela como él (lo de Gerardo Deniz es pseudónimo, Deniz significa “mar en turco” y de ahí el título), era hijastro de Pablo Iglesias y un personaje novelero y singular. Lo distante que me siento de la obra de Deniz contrasta con lo cercano a su figura, a su apartamiento del cursus honorum literario y a sus precisos y contundentes juicios sobre las figuras y los figurones de su tiempo.

Habla de Alfonso Reyes, quien durante años fue el gran pontífice de la literatura mexicana. Deniz, como yo, gusta de matizar. Separa al “eminente prosista, el excelente poeta, el conocedor de literaturas hispánicas” del “señor endiosado, pretendidamente omnisciente que, entre una que otra expresión de falsísima modestia, a veces se conducía en lo intelectual de un modo más bien discutible”. A mí me gusta hacer lo mismo con cuantos endiosados santones me salen al paso.

            La antología de Susana Rivera me ha hecho sonreír con melancolía: la autora me la dedica en 1990, cuando éramos amigos. Luego, cuando confundió su condición de heredera de Ángel González, con la de propietaria absoluta de su poesía y de su figura, con derecho a veto sobre quiénes pueden acercarse a ella, las cosas cambiaron. Ahora soy una de sus bestias negras, casi tan negra como García Montero o Joaquín Sabina. El paso del tiempo a veces saca de nosotros lo peor de nosotros mismos.

Lunes, 19 de mayo
ELEMENTAL, QUERIDO WATSON

En cuanto me enteré de que se había publicado la obra periodística de Chaves Nogales correspondiente a sus últimos años en Francia e Inglaterra, me apresuré a comprarla (solo ha aparecido el primer tomo). Llevo tiempo y tiempo oyendo hablar a Abelardo Linares, mi locuaz editor, de estos artículos inéditos, que él ha ido pacientemente rastreando en la prensa americana. Como muchos de ellos se publicaron en periódicos que no están digitalizados, se ha pasado meses en Buenos Aires y La Habana localizándolos y fotografiándolos. Yolanda Morató, a quien ya publicó un trabajo sobre la estancia de Chaves en Londres, era la encargada de preparar la edición. Me sorprende que aparezca no en Renacimiento, sino en otra editorial sevillana, El Paseo. Y pronto me sorprenden otras cosas. Morató descubre varios indicios “que permiten detectar que los artículos de Chaves Nogales no se enviaban en  español, sino en francés, a la prensa hispanoamericana”. Y añade algo aún más epatante: “De hecho, que estuvieran escritos en una lengua intermedia o pivote es lo que facilitaba que pudieran publicarse el mismo día en distintos países”.

            Vamos a ver si he entendido bien, me digo. Chaves Nogales escribía todos los días una crónica en español para informar a los países americanos de la situación de Francia y esa crónica, antes de enviarla a Cuba o a Argentina, la agencia Havas, que se encargaba de distribuirla, la traducía al francés para que luego allí la retradujeran al español. Menudo disparate. Cierto que también esos artículos se publicaban en diarios brasileños, pero no parece que el español fuera una lengua tan ignorada en Brasil como para que tuvieran que recurrir al intermedio del francés. ¡Y todas estas traducciones y retraducciones tenían lugar en el mismo día! Pues vaya absurdo ajetreo, como si en las redacciones de los periódicos no tuvieran otra cosa que hacer.

            ¿Qué pruebas ha encontrado Yolanda Morató para semejante desatino? Ninguna. Se basa en un par de galicismos. “Todo tiene un término” se lee en un artículo publicado en El Sol, cuando lo natural en español sería “todo tiene un fin o un final”. Según esta curiosa manera de razonar, Borges escribió sus poemas en francés y luego los tradujo al español. ¿Cómo se explicaría en caso contrario que en el poema “Límites” escribiera “si para todo hay término y hay tasa” y no, como resulta más natural, “si para todo hay fin (o un final) y hay tasa”?

            El hecho de que los artículos publicados en español de Chaves sean, según ella, tan traducciones como los publicados en portugués, le permite preferir siempre la versión portuguesa. Esta recopilación no contendría ningún texto en la redacción original de Chaves y muchos de ellos habrían sido traducidos tres veces.

            Hay más rarezas que no se escapan a este Sherlock Holmes aficionado que yo soy. Los artículos van fechados día a día (por eso la recopilación se titula, algo engañosamente, Diarios de la Segunda Guerra Mundial), pero el 30 de diciembre de 1939 no aparece ningún artículo y a continuación encontramos dos que llevan la fecha del 31. La explicación, en la nota final: esos dos artículos se publicaron el mismo día en un periódico de Río de Janeiro, pero el primero había aparecido el día antes en El Sol. ¿Por qué Yolanda Morató, contra toda buena praxis investigadora, prefiere un testimonio posterior que rompe el orden habitual de publicación?

            ---Elemental, querido Watson –responde Holmes, tras darle una chupada a la pipa--, porque trata de disimular un hurto. La prensa brasileña que publicó los artículos de Chaves Nogales está digitalizada, pero no el diario porteño El Sol. La nota a la edición nos indica que esos artículos “fueron localizados por el editor y poeta Abelardo Linares”. Lo que no dice es cómo llegaron a su poder. Conozco bien la generosidad de Abelardo Linares, pero no me imagino que llegue al punto de entregarle a Yolanda Morató su trabajo de años para que los publique en una editorial de la competencia y sin siquiera darle las gracias.

            ---Pues lo siento, Holmes, pero no me creo yo que una rigurosa investigadora universitaria se atreva a apropiarse tan chapuceramente del trabajo de otro investigador.

            ---Que además era editor. Parece que cambió de casa editorial, por razones que ignoramos (¿le ofrecieron un suculento anticipo al que fue incapaz de resistirse?), llevándose algo que no era suyo. Y tratando de borrar sus huellas lo lleno todo de manchones. Y además nos ofreció un Chaves Nogales traducido del portugués cuando tenía en su poder los originales. 

Miércoles, 21 de mayo
FAKE NEWS

Abelardo Linares, que aparece hoy en la tertulia virtual, está muy de acuerdo con lo que cuento en “El extraño caso de Chaves y Morató”, la historia apócrifa de Sherlock Holmes que estoy empezando a escribir.

            ---Habría que añadir algunos datos. El 17 de mayo de 2024 le envié a Yolanda Morató los ciento ochenta artículos de El Sol que ahora aparecen  como fruto de investigación propia. Esos artículos suponen ni más ni menos que el ochenta por ciento de su libro. Pocos días después, el 11 de junio, se le remitió la “maqueta provisional de los artículos de El Sol”, lo que certifica que, ya por entonces, estaban en proceso de publicación por parte de Renacimiento. Pero como vamos a demandarla, ese es asunto que decidirán los tribunales. Lo que me pone más triste es que yo la consideraba una buena amiga. Con ella y con su marido, Juan Bonilla, comía todas las semanas. Espero que esto no perjudique mi amistad con Juan, a quien conozco casi desde que era un adolescente y a quien admiro desde que le leí por primera vez en las páginas de “Citas”, el suplemento del Diario de Jerez que me gustaría reeditar.

            ---Ahora querría hablar de otro asunto, Abelardo. ¿Tú crees que vale la pena reeditar estos artículos de Chaves Nogales? Son pura propaganda. Mienten y mienten. El periodismo es otra cosa. El mismo día en que el gobierno abandona la capital con el rabo entre las piernas y el ejército en desbandada, escribe que la ocupación de París por los alemanes es un imposible metafísico, que los accidentes de la batalla no pueden alterar el resultado final: la victoria, y que por eso “París sigue haciendo su vida normal sin el menor estremecimiento mientras el mundo se estremece por la Ciudad de la Luz”. Menos mal que escribía para la propaganda exterior. Pero Chaves se ha convertido en un mito y todos sus escritos los consideráis igualmente admirables. Yo, y en esto me parezco a Gerardo Deniz, soy incapaz de comulgar con esa beatería. Él demostró que el gran helenista Alfonso Reyes sabía poco griego y que no era más que un divulgador que copiaba a ingleses y franceses; para comprobar que Chaves Nogales no fue siempre el gran periodista que nos quieren vender, no hay más que leer este libro. Pero pocos lo harán. Cuando un escritor se convierte en un clásico, ya no es necesario leerlo.



 

sábado, 17 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: Lo que hubiera querido ser

 

Sábado, 10 de mayo
NO ME QUEJO

Si uno vive lo suficiente, más pronto o más tarde llega el momento de la descatalogación, de no ser tenido en cuenta. Yo casi no lo noto, esa es la ventaja de no haber sido tenido nunca demasiado en cuenta.


Domingo, 11 de mayo
UN REPROCHE

---Llevas toda la vida escribiendo sobre tu vida, pero qué poco cuentas de tu vida.

            --¿Tú crees?

            ---Prefieres contar los secretos de los demás a los propios.

            ---Es posible, pero no porque los míos escondan nada ignominioso, sino porque me parece que carecen de interés.

            ---Yo creo que, al contrario, lo haces para que pensemos que tu vida tiene mucho interés.

            ---Es posible. Yo nunca hablo de mi familia, que no tiene la culpa de que yo sea escritor, ni de enfermedades, que ya voy teniendo edad de que comiencen a dar la tabarra, aunque de momento, afortunadamente, no tienen demasiada prisa. Y de mis amigos hablo solo si son escritores y de sus actividades literarias, no de otro tipo.

            ---Hablas mucho de libros. Y de política cada vez más.

            ---Cada vez menos. No me gusta referirme a la política menuda, al navajeo nuestro de cada día; lo que sí me gusta es hablar de historia, de la de ayer y de la que va haciéndose ante nuestros ojos.

            ---Dices que eres de izquierda, pero tienes muchos amigos en la derecha, incluso en la extrema derecha.

            ---Yo tengo pocos amigos en cualquier parte. Y algún buen amigo hasta en el infierno.

Lunes, 12 de mayo
DEJAR DE ADMIRAR

Queremos sin motivo y dejamos de querer por el mismo motivo. O de admirar.

            ¿A cuántos escritores he de dejado de admirar yo? El primero de todos, Vicente Aleixandre. Recibió muy generosamente mi primer libro –bueno, lo hacía con los libros de todos--, incluso le sugirió a Carlos Bousoño que pasara a saludarle, y yo muy poco después le vi como un poeta vacuo, retórico, artificioso. Y lo sigo viendo. Lo que un tiempo me deslumbró, Sombra del paraíso, por ejemplo, se me cae de las manos. Con Bousoño me pasó lo mismo, aunque en este caso hay una explicación: a partir de cierto momento, a partir más o menos de sus cincuenta años, Bousoño no escribió nada que valiera la pena y además se dedicó minuciosamente a retocar y estropear lo anterior.

No solo me pasó con los poetas (qué horror todo el último Sender, un poco como el Mendoza de los últimos veinte o treinta años), por supuesto, aunque sí especialmente con ellos. ¿Cómo voy a quejarme yo de ir perdiendo los admiradores del principio?

Me pagan con la misma moneda. Y además, como me gusta repetir, a mí con el éxito me pasa lo mismo que con la música y el chocolate, que me gustan, pero que puedo prescindir perfectamente de ellos.

Martes, 13 de mayo
¿SABÉIS DE QUIÉN HABLO?

Tenía la costumbre de escribir todos los días y, cuando no tenía nada que decir, escribía un poema.

Miércoles, 14 de mayo
UN POEMA

Por la mañana, escribí unos versos y por la tarde los llevé a la tertulia, cosa que no suelo hacer, para que por una vez fuera yo la víctima de la “trituradora” habitual.

Un fracaso. No porque el poema resista cualquier crítica, sino porque el arte del feroz escalpelo no parece estar al alcance de mis pacientes contertulios. Alguno quiere y no puede, como José Luis Piquero. “¡Ese poema ya lo has escrito antes y mejor!”, afirma. “Bueno --replico yo--, mientras el que lo ha escrito antes y mejor no sea otro, todo va bien”.

            En el poema, un poeta menor, del que ya nadie recuerda el nombre, se dirige a un lector futuro. El tiempo no es más que una mancha en la negra eternidad que se borrará con el tiempo. Eso pienso yo. Eso quise dar a entender. El poema dice así:

“Puede ser que no sepas que yo existo, / tampoco yo del todo estoy seguro, / pero a quién puedo hablar en esta hora / en que el mundo parece estar vacío / y en la noche sideral los astros / miran sin ver, como nos mira Dios. / Lector que abres un libro y te sorprendes / con palabras tan solo para ti, / yo ya no soy ni acaso he sido nunca, / tú tampoco serás ni acaso eres. / Lo que deja de ser jamás ha sido. / La historia universal se escribe sobre arena, / sopla un tiempo muy frío donde nunca amanece / y palabras sin nadie se alejan con el viento / y te ciegan los ojos”.

Jueves, 15 de mayo
SÍ ME QUEJO

Mis amigos se ríen cuando les cuento que lo que me habría gustado ser no es un Vargas Llosa, con su nobel y su preysler, ni siquiera Fernando Pessoa (que un tiempo sí), sino Trump o León XIV, pero yo hablo muy en serio. El poder tiene mala prensa, pero es imprescindible para tratar de mejorar el mundo.

            Hablo de estas cosas con mi psicoanalista. Hace tiempo que no le visitaba. No sé si me toma en serio o en broma, pero me sigue la corriente.

            ---Y si tuvieras que elegir entre los dos, ¿cuál preferirías?

            ---Pues no sé. Uno tiene más poder, pero el cargo del otro es a perpetuidad.

            ---¿Y de verdad crees que Trump intenta mejorar el mundo?

            ---Por supuesto, aunque lo que él entiende por mejorar no sea lo que yo entiendo. En los pasaportes de antes, se decía que eran válidos para todos los países, menos para la Unión Soviética y sus satélites. Ahora, cuando Trump pone y quita aranceles según su capricho, queda claro cuáles son sus países satélites, los que lloriquean y no son capaces de responder con medidas semejantes.

            ---Te veo más en el papel de Papa que yendo de un país a otro para hacer buenos negocios. Pero yo creía que estabas de acuerdo con la vida que has llevado, sin grandes ambiciones y sin grandes preocupaciones.

            ---Estaba, pero ya no estoy. Creo que he sido demasiado cobarde, que me he conformado con poco.

            ---Ser feliz, hasta dónde se puede ser feliz en este mundo, ¿es conformarse con poco?

            ---A veces pienso que me he dejado llevar por la comodidad y escribí lo que quise, publiqué cuando quise, pero jamás me esforcé en promocionar mis libros, no adulé a quién debía adular, y así me fue. Lo que publica cualquier mindundi tiene más eco que lo que publico yo.

            ---¿Y desde cuándo te preocupa eso?

            ---Desde que me estoy haciendo viejo y comienzo a sospechar que, si mis contemporáneos no me hacen ningún caso, la posteridad, según su costumbre, me va a hacer bastante menos.

            ---Consuélate pensando que por mucho que te esforzaras en promocionarte, por mucho que te arrimaras a quien conviene arrimarse, nunca llegarías a ser un Trump, que hace bailar al mundo en torno suyo, ni un León XIV. Todo lo más, qué sé yo, un Jordi Gracia o un César Antonio Molina, por no mencionar a ese Raúl Zurita que tanto le gusta a tu amigo Abelardo Linares, y para ese viaje no hacen falta muchas alforjas.

Viernes, 16 de mayo
OTRO CENTENARIO

En el revuelto batiburrillo de mi biblioteca, donde casi nunca encuentro lo que busco y a menudo encuentro lo que estaba buscando sin saber que lo buscaba, aparece de pronto un libro de Sara Suárez Solís con la siguiente dedicatoria: “A José Luis García Martín, misógino convicto y confeso, con la más cariñosa mala intención de una feminista que le admira y quiere”.

Está fechada en 1992. ¿Era yo un misógino “convicto y confeso” en esa fecha? Es posible. Afortunadamente los años nos hacen cambiar, y no siempre para mal.

En 2025 se cumple el centenario, no solo de Ángel González, sino también de esa mujer extraordinaria que fue mi profesora de literatura en aquellos tiempos mágicos del Carreño Miranda. Fue a ella a quien oí por primera vea hablar de Luis Cernuda. Un compañero de clase llevaba ese apellido. “¿No será usted pariente del poeta que acaba de morir en México?”, le preguntó. No, no lo era, pero con ese motivo nos leyó unos versos de Cernuda, que yo no olvidaría desde entonces. Como no he olvidado el poema de Li Po que nos dictó en la versión de Marcela de Juan: “¿Cuánto podrá durar para nosotros / el disfrute del oro, la posesión del jade? / Cien años cuanto más: ese es el término / de la esperanza máxima”.

            Cuando murió Sara, mi admirada profesora y querida compañera, tenía la edad que yo tengo. Ha pasado un cuarto de siglo. No sé si se hablará mucho o poco de ella en este centenario, pero la  biblioteca municipal de mi barrio lleva su nombre. Una hermosa manera de ser recordado. 


 

 

 

 

sábado, 10 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: Pompa y circunstancias

 

Sábado, 3 de mayo
UNA PROFECÍA

La industria de la información, que forma también parte de la industria del entretenimiento, es un monstruo que necesita alimentarse varias veces al día. Devora guerras, terremotos, apagones, parricidios. Todo lo mastica bien durante un tiempo y luego lo escupe lejos, fuera de los telediarios y los titulares, y pide más, pide más. Las noticias de las guerras duran menos de lo que duran las guerras; las de las catástrofes, bastante menos que sus consecuencias.

            La actualidad es la musa de los que escriben en los periódicos. A mí me gusta más la crónica rosa que la crónica negra. ¿Cómo podría dormir si no fuera capaz de dejar de pensar en los niños que mueren diariamente de hambre o bajo las bombas en Gaza? Para no desesperar de impotencia, los aparto de mi mente y me entretengo con cosas más agradables, el cónclave, por ejemplo. Vi la película y ahora la vivo en directo.

Lo mismo que en el congreso, cuando no hay mayoría absoluta, en los premios literarios o en las oposiciones universitarias, todo consiste en conseguir la mayoría de los votos para un candidato. Y los tejemanejes ocurren siempre fuera de la sala de sesiones.

Suele ocurrir que el candidato más votado por la mañana, quede fuera en las votaciones de la tarde. En medio está la comida y los conciliábulos pertinentes. Eso que ocurre en el cónclave es lo que ocurría en los premios Príncipe de Asturias. En las primeras votaciones, siempre se adelantaba el candidato liebre, el candidato que no era favorito de nadie y que no hacía sombra a nadie. Se trataba de que a la final, no llegaran los dos mejores o más conocidos, no Vargas Llosa y Arthur Miller, por ejemplo, sino Vargas Llosa y Alonso Zamora Vicente, para que nadie tuviera duda de a quién votar (yo votaría a Zamora Vicente). El riesgo es que, si cada bando se empeña en dejar fuera al candidato del bando contrario, a la final acabe llegando alguna nulidad que no gusta a nadie.

            ---Martín, Martín, te olvidas de que en el cónclave interviene el Espíritu Santo y en esos premios a los que tú ibas Luis María Anson.

            ---Pues yo no sé de quién me fiaría más. En cualquier caso, nos quedan unos días de mucha intriga y entretenimiento, y sin sangre. Una comedia apacible como las series de televisión que a mí me gusta ver antes de irme a dormir.

            ---¿No te atreves a anticiparnos un poco de por dónde van a ir los tiros?

            ---Aquí no hay tiros, solo quizá algo de veneno. Y sí, amigo, me atrevo a hacer una profecía, que me pone un tanto melancólico: hasta ahora, todos los papas que he conocido, unos cuantos, eran más viejos que yo; el próximo, por primera vez, será más joven.

Domingo, 4 de mayo
FRANCISCO Y BORGES

El 21 de abril de 1974, según leemos en su diario recién publicado, le habla Roberto Alifano a Borges del origen católico, de los Montoneros, uno de los grupos que practican la violencia terrorista en la Argentina de entonces. El núcleo inicial está en la revista Cristianismo y Revolución a partir de la cual se conformó el comando Camilo Torres. La aproximación al peronismo tendría que ver con la encíclica Rerum novarum, de León XIII, también muy admirada y seguida por Perón.

            ---Sí, eso ya lo sabía –le responde Borges--. Un cura jesuita que es profesor de literatura y me visita con cierta frecuencia, Jorge Bergoglio, me habla siempre de esa encíclica, a la que él se adhiere, por supuesto. A mí me parece una mezcla extraña todo ese mejunje o brebaje.

            En otro momento, Borges se refiere a dos curas que le visitan a menudo. Uno fue amigo de su madre e insiste en que le acompañe a misa y recupere la fe.

---Con el otro, que es jesuita, tengo más afinidad. Es profesor de literatura, ha incluido mis textos en sus clases y enseña mi poesía. Yo trato de disuadirlo. “Mi escritura no tiene ningún valor, son una suerte de borradores”, le insisto, pero no me hace caso. A pesar de eso, es una persona sensata; con él se puede hablar de cualquier tema: de filosofía, de teología, de política. Es un hombre muy inteligente. He podido observar que sobre las cosas de este mundo y del otro tiene tantas dudas como yo. Lo cual no sé si está bien tratándose de un sacerdote. Mi madre se hubiera horrorizado de eso.

            Borges no se habría horrorizado, pero si admirado, de que ese cura tan inteligente que simpatizaba con los jóvenes que mezclaban cristianismo, marxismo y peronismo buscando la justicia social, y que tenía serias dudas sobre el más allá, acabara siendo nombrado papa. “Bueno –diría--, siempre he pensado que el género más adecuado para contar la realidad es la literatura fantástica”.

Miércoles, 7 de mayo
MI REFUGIO FAVORITO

No sé por qué –es una manera decir, lo sé de sobra-- recuerdo estos días a menudo un verso de Fernando Ortiz: “Qué cerca están infierno y paraíso”.

Para pensar en otra cosa, y no en lo que ahora me quita el sueño, me subo al tren con el periodista francés Louis Teste para viajar por la España de 1872. Quiere trazar para los lectores de su país un panorama de la España contemporánea, la que, tras el triunfo de la revolución, ha estrenado monarquía, como Francia ha estrenado república.

            Sonrío al leer su opinión sobre las provincias vascas: “Viven en cierto modo aisladas e independientes de España. El gobierno no les impone levas ni impuestos fiscales”. Bueno, en ese aspecto, parece que no hemos cambiado mucho.

            Tras ir y venir por el paseo del Prado, regresa al hotel (el hotel París, donde también se alojó Rubén Darío y donde yo también llegue a alojarme): “Subimos hacia la Puerta del Sol, y aún no había salido del Prado cuando el rey Amadeo pasó a nuestro lado a caballo. Es un joven alto y moreno, vestido como un sobrio gentleman, y seguido por un solo montero con chaqueta roja. El gentío era compacto y selecto, como todos los días a la misma hora. Si allí se encontraban algunos demócratas, serían seguramente muy pocos. No oí ni un solo grito de Viva el rey ni una sola mano llevada al sombrero para saludarle”.

            Abundan las reuniones en las casas de la buena sociedad de Madrid. Se charla, se toca el piano, se baila, se recitan versos. En la primera a la que acude Louis Teste, “doña Blanca de Gassó y Ortiz declamó algunos de sus Cien cantares a los ojos, estrofas de sentimientos puros e ingenuos”.

Qué poco podía imaginarse nadie entonces el futuro de esta joven. Cinco años después, cumplidos los treinta, su padre --dueño de una tienda, “El Bazar del Globo”, en la calle Caballero de Gracia--  le disparó un tiro mientras dormía y luego se suicidó. Al parecer, no estaba de acuerdo con que se casara y le abandonara. Pero no se salió con la suya el padre asesino: Blanca sobrevivió diez días y tuvo tiempo para casarse in articulo mortis con el joven del que estaba enamorada y dejarle heredero de todos sus bienes.

            Aplaude Teste los versos de Blanca Gassó y queda fascinado por su belleza. Yo sé el final de la película, pero no le hago ningún spoiler. Al día siguiente, le acompaño en su visita a don Emilio Castelar, que vive en el número 38 de la calle Serrano. ¡Qué sorpresa la suya si yo le dijera que antes de un año tendremos en España la república!

            ¿Cómo soportar el presente con sus negros nubarrones sin resguardarse en un libro y viajar a otros mundos en los que conocemos el futuro y nada puede hacernos daño?

Jueves, 8 de mayo
MEJOR LA PELÍCULA

Acerté en la profecía: el nuevo papa es mucho más joven que yo, como es bastante más joven que yo –por lo menos seis meses-- el nuevo galardonado en uno de esos premios institucionales que se dan a los valetudinarios: Luis Alberto de Cuenca. Comenzó en literatura como pareja de hecho –es un decir-- de Luis Antonio de Villena. Muchos los confundían. Pero el segundo inició pronto una carrera fulgurante y el otro pareció quedar opacado como erudito que escribía versos con citas en sánscrito y en arameo. Luego cambiaron las tornas y uno malvive de empeñar los restos de su pasada grandeza mientras el otro, tan caballero a la antigua, gusta a derecha y a izquierda, al lector común y a la élite académica. Caprichos de la fortuna.

            Una amiga me llama entusiasmada a última hora.

            ---Qué maravilla el nuevo papa, Martín. Es norteamericano, pero no de los de Trump. Ha vivido en Perú y habla español. Va a seguir la estela de Cristo y de Francisco, no la que marcan los jerarcas de la curia.

            ---Sí, parece que Bergoglio, que se las sabía todas, lo dejó atado y bien atado para los que los que se burlaban de él como un populista poco versado en las honduras teológicas no se salieran con la suya. Y eso de que el nombre elegido sea el de León XIV… Por cierto, Katy, aunque no estuvo mal el espectáculo en vivo y en directo, con el desfile de purpurados y el decorado de Miguel Ángel, la verdad es que me gustó más la película.






 

sábado, 3 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: Trébol

 

Sábado, 26 de abril
VOTO SECRETO

No tengo mucha experiencia como jurado de premios literarios, pero alguna tengo. Cosas de la edad. Y una de las cosas que he aprendido es que conviene darse cuenta de cuándo juega uno en campo contrario.

Participé el lunes pasado, por Zoom, en el primer premio Gonzalo de Berceo que organiza el gobierno de la Rioja. Éramos cinco y tenía dos a favor y dos en contra; dos miembros del jurado en los que puedo influir algo, los dos escritores de la casa, y dos en contra: Amalia Bautista y Juan Bonilla, a los que apoyé en sus comienzos, pero que parecen tener cierto resquemor contra mí porque creen que ya no los admiro tanto como los admiraba. Y puede que sea cierto o que sean ellos los que me admiren menos a mí.

De Juan Bonilla, muy en su papel de escritor profesional, es una frase que yo repito a menudo: “No me importa nada lo que escribas de mis libros, porque ni tus elogios me hacen vender un ejemplar más ni tus reproches un ejemplar menos”.

Cuando juego en campo contrario, me cuido mucho de mostrar mi interés por el libro que más me interesa. Elogio cualquier otro para que no se lancen en contra quienes me detestan.

Esta vez tenía dos libros favoritos, uno de Jesús Beades, que no sé si se ajustaba mucho a las bases, porque bastantes de sus poemas ya habían sido publicados (uno de ellos, “Ángel y Heráclito”, forma parte de mi antología particular desde que lo leí por primera vez) y otro –creo— de Gabriel Insausti, a la vez muy personal y muy Borges y Miguel d’Ors.

Ninguno de ellos interesaba demasiado al resto del jurado. Antes de dar la batalla por perdida, propuse que las votaciones fueran secretas. Amalia Bautista y Juan Bonilla se negaron de inmediato. “Es para que cada uno vote en conciencia y no se dejé influir por el voto de algún nombre prestigioso”, dije. “¿Pero tú crees que lo que tú votes me va hacer a mí cambiar de voto?”, me replicó de inmediato Bonilla. Yo recordé lo que pasaba en el premio Esquío, presidido por José Hierro. Él era siempre el primero en decir a qué libro votaba y, salvo yo, que unas veces coincidía y otras no, los demás siempre secundaban su elección. Algo semejante me ocurrió la única vez, o casi la única vez, que participé en un premio de relatos, el Alberto Lista, de Sevilla. Había hablado antes con algún jurado y parecíamos estar de acuerdo en uno de los cuentos, pero el presidente, José Saramago, defendió otro, que resultó ser, creo recordar, del Marqués de Tamarón (no muy afín ideológicamente), y que acabó teniendo todos los votos menos el mío. Si la votación hubiera sido secreta, el resultado podía haber sido otro. Pero fue un buen resultado, como el de este premio, que se le concedió a Soles de medianoche, el tercero de los libros que yo llevaba como favoritos.

Domingo, 27 de abril
QUEVEDO ME ROBA

Esta tarde, antes del cine (fascinante, impactante, disparatada Los pecadores de Ryan Coogler, con la música como aliento del diablo), me he dejado acompañar al café por Quevedo en la nueva antología –tan precisa en la selección y sin más notas que las imprescindibles-- de Rosa Navarro Durán, Soy un fue y un será y un es cansado. Algunos poemas me los sé de memoria, pero todos los leo como si los leyera por primera vez. Y qué sorpresa al encontrarme entre sus versos con uno mío: “Bien sé que soy aliento fugitivo”. Cierra uno de los sonetos de Treinta monedas y dio título, Aliento fugitivo, a un cuaderno de poemas.

            Ya sé que el gran Quevedo escribió ese verso unos cuantos siglos antes que yo, pero a mí no me cabe ninguna duda de que es mío y no suyo.

Martes, 29 de abril
EN BROMA Y EN SERIO

--¿Y qué tal pasaste el susto de ayer, Martín?

            --En mi caso, se cumplió lo de no hay mal que por bien no venga. Como mis vecinos tienen cocina que funciona con electricidad y la mía lo hace con gas, pasaron a mi casa a preparar la comida. Además vinieron familiares suyos que tenían el mismo problema. Todo eran niños que entraban y salían. Siempre he tenido vocación de patriarca, así que mientras España desesperaba fui feliz.

            ---¡Siempre caes de pie! No sé cómo te las arreglas.

            ---También me llegarán mal dadas, como a todos, pero la verdad es que no tengo ninguna prisa. También viví un momento napolitano. Es un tópico criticar el caótico tráfico de Nápoles. Yo recuerdo que la primera vez que llegué, al salir de la estación, me quedé aterrado ante la plaza Garibaldi. No sabía cómo cruzar. Los coches no respetaban los semáforos ni los límites de velocidad. De pronto, vi a una mujer con un bebé en su carrito que se metía en la calzada. ¡Se la van a llevar por delante!, pensé. Pero no. Los automóviles se detuvieron a un lado y a otro como las aguas del mar Rojo para dejar paso a los judíos. Ahora los malignos semáforos que me encuentro al subir al centro no funcionaban. Uno de ellos, dura solo un parpadeo en rojo para los coches. En cuanto, dejas la acera para cruzar al ver el verde, se pone en ámbar para los conductores. Ellos lo interpretan como “no se detenga, acelere” y pasan rozándote la espalda, Por supuesto, antes de que llegues a la otra orilla, ya se ha puesto en rojo para ti, así que pueden atropellarte sin riesgo de multa. Se podrían hacer campeonatos para ver quién es capaz de cruzar mientras está verde sin tener que echar a correr. El otro semáforo, el del final de General Elorza, es un semáforo trampa. Dura una eternidad, Durante largo tiempo los coches que vienen de la derecha tienen el semáforo en rojo; de la izquierda, no viene ninguno porque tienen otro semáforo en rojo un poco más atrás. Los más impacientes comienzan a pasar, les siguen otros y en el momento en que se anima un matrimonio con niños se abre el distante semáforo y aparecen dos o tres coches a toda velocidad, como si estuvieran esperando el momento preciso para el homicidio impune. Se fue la luz y desaparecieron todos esos despropósitos. Los coches paraban educadamente en cuando veían a algún peatón que quería cruzar. ¡Qué maravilla! Parecía Nápoles.

            ---Nunca sé si hablas en broma o en serio.

Jueves, 1 de mayo
EL ALMA A LOS PIES

Pocos libros tan apasionantes como Primer cuaderno Borges de Roberto Alifano. Durante más de una década le visitaba casi todos los días, copiaba sus textos. En este tomo, habrá otros, cuenta su relación ente 1974 y 1976. Son años cruciales en la vida de Borges, por entonces moriría su madre, y en la historia de Argentina: muere Perón en la presidencia del país, le sucede Isabel Martínez de Perón, se gesta el golpe militar. Alifano es periodista y además de retratar a Borges traza un panorama de la situación que nos permite viajar en el tiempo. Cuando comienza el libro, Borges tiene exactamente la edad que yo tengo ahora. Eso le añade una resonancia particular a la lectura.

Alifano está fascinado por Borges. Pienso en el doctor Johnson y en Boswell, en Holmes y Watson. Pero de pronto, no encuentro mejor manera de decirlo, siento una bofetada. Borges habla de los seis esclavos que su familia tenía, de los muchos negros que había en Buenos Aires cuando él era chico y de cómo súbitamente desaparecieron.

            --Menos mal. Le digo con sinceridad, Alifano, que yo no soporto a los negros. Mi abuela contaba que había una familia encargada de venderlos, Esos negros eran como chicos o como animalitos. Tenían fama de ser muy haraganes.

            ---Y de los negros de Estados Unidos, ¿usted qué opina, Borges?

            ---No me gustan para nada, son pendencieros. Es gente rudimentaria y, por lo general, analfabeta. Viven en guetos donde los blancos no pueden entrar. En cambio, los negros si pueden entrar a los barrios blancos y obligadamente, por una causa de educación, los blancos deben respetarlos.

            ---Ahí disiento con usted, Borges. Yo recuerdo, estando en Washington, a un pobre negro que intentó entrar en un club nocturno y un grupo de blancos le pegaron una soberana paliza.

            Escucho esta conversación y se me cae el alma a los pies. Habla Borges de que había un diario, La voz del Norte, en el que los redactores tenían ilustres apellidos argentinos, Anchorena, Unzué, Mitre, pero eran todos negros, ya que tenían la costumbre de adoptar el apellido de la familia de la que habían sido esclavos. “Todos negros”, repite Borges y añade con una sonrisa: “Negros de mierda, por supuesto”.

            Borges aceptó una condecoración de Pinochet. Hay pocas dudas de que si el Ku Klux Klan hubiera organizado una comida en su honor también la habría aceptado, contento de estar entre caballeros.

Viernes, 2 de mayo
AL SALIR DE CASA
 

Hoy, al salir de casa, sin buscarlo, he encontrado un trébol de cuatro hojas. Si fuera supersticioso, me alegraría el día. No lo soy, pero me lo alegra igual.