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martes, 20 de enero de 2009

Crepúsculos inéditos

LA NUEVA ESPAÑA – 13.01.2009

En 1985 todo estaba previsto para que el premio Príncipe de Asturias le fuera concedido a Ángel González, pero la habilidad táctica del duque de Alba, la traición de uno de los jurados (se rumoreó que Jaime Gil de Biedma: lo desmintió públicamente en carta a El País) y el voto de calidad del presidente, Dámaso Alonso, hizo que el galardón finalmente fuera a parar a otro gran poeta, Pablo García Baena, para muchos un absoluto desconocido. Hubo incluso –no sé si Juan Benito o Juan Cueto Alas— quien se atrevió a descalificarlo públicamente diciendo que era “uno de esos vates andaluces que solo saben cantar el crepúsculo”. Ángel González, quien se tomó la derrota con deportividad, sonrió al enterarse: “Pues precisamente al crepúsculo le dedicó yo bastantes poemas en mi último libro”. Se trataba de Prosemas o menos, una obra plural, en alguna de cuyas secciones se describen con minucia de acuarelista los crepúsculos de Albuquerque: “¡Sol sostenido en el poniente, alta / polifonía de la luz!”.

Para una revistilla que publicábamos entonces los contertulios de Óliver le pedimos colaboración y él tuvo la amabilidad de pasarnos algunos textos que había descartado. “Son poemas frutrados, una curiosidad”, nos dijo. Como una curiosidad, como palabras al margen de Palabra sobre palabra, los rescato yo ahora de aquellas pocas y perdidas páginas fotocopiadas.



ARTES DE TOCADOR

Lo descubrí una tarde: el sol se pinta,
y antes de acostarse se quita el maquillaje
con algodón de nubes.
Todo lo pone perdido de potingues.
Pero de poco le vale tanto afeite, nadie
ignora que es muy viejo,
que a su lado la luna es una niña.



DESDE UN JARDÍN DE UPSALA

Es hora de dormir, pero da vueltas
sobre los montes.
Se prueba viejos trajes
—brocados de la abuela, ajados
terciopelos, pieles
de ensueño—, más el sueño
no viene. Entonces
pinta despacio algunas
desvaídas marinas
solo por distraerse,
para pasar el rato.
¡Son tan largas las horas del insomne!
Desde un jardín de Upsala,
fascinado contemplo
el inquieto trajín
del sol de medianoche.



MUERTE Y RESURRECCIÓN

Héroe de un día, ahora se desangra
allá a lo lejos, solo. Un espanto
de trinos cruza el mundo,
en desbandada un desigual ejército:
hojas, alas, nubes, polvo, viento.
Frías luminarias el enemigo enciende,
rápido avanza, toma posiciones.
Ignora cuan efímero es su reino.
Igual que el endiosado galileo,
el rubio sol que lentamente muere
ha de resucitar, y en menos tiempo.



DE CONSOLATIONE

¿A qué seguir con pensamientos tristes?
Mira: también se acuesta solo
el sol y sigue cada día,
apenas raya el día,
aunque haya días en que no puedas verlo,
sonriente y feliz
derramando su luz
sobre las cosas y los hombres.