Sábado, 23 de enero
EL VIAJE DEFINITIVO
Philippe Daudet,
hijo de Léon Daudet, nieto de Alphonse Daudet, salió de su casa de París un 20
de noviembre de 1924 y cinco días después lo encontraron dentro de un taxi con
un tiro en la cabeza.
Tenía solo catorce años, pero ya era
escritor, como su padre, el novelista y crítico literario y activo militante de
la extrema derecha, y como su abuelo, el famoso autor de Tartarín de Tarascón. Philippe Daudet era un pequeño Rimbaud. A
los doce años se había escapado por primera vez de casa y lo encontraron
deambulando por Marsella. “La partida” se titula uno de sus poemas en prosa:
“Mi alma tiembla de gozo solo con imaginarse lo que de un momento a otro va a encontrar.
Veo el sol de la Provenza, las hermosas muchachas de piel tostada, los hombres
atrevidos y audaces, y también los cielos oscuros y la nieve y la eterna
tristeza del Norte. La vida me aguarda ahí fuera. Únicamente tengo que soltar
amarras para ser feliz. ¡Adiós, mi vieja casa! ¡Adiós, padres queridos! Nadie
sospechará los motivos que me han impulsado a partir. Dos días más y como el
pájaro que se lanza a su primer vuelo, así volaré yo hacia lejanos países,
hacia la aventura”.
Con el dinero que ha ido sustrayendo
a su familia, toma el tren hacia El Havre. Quiere embarcar hacia Canadá, empezar
allí una nueva vida de cazador y explorador, de lobo solitario. Pero el dinero
que lleva –niño bien, no conoce el valor del dinero-- es insuficiente para comprar
el pasaje. El día 22 decide regresar a París, aunque no a su casa. Se presenta
en la redacción de la revista anarquista Le Libertaire. Dice
llamarse Pierre Bonchamps, ser un ferviente libertario y estar dispuesto a
cometer un atentado contra el presidente del gobierno, Raymond Poincaré, el
presidente de la República, Alexandre Millerand, o incluso contra Léon Daudet,
el gran enemigo del anarquismo. Unos le tienen por loco, otros por un agente
provocador. Pasa la noche en casa de uno de los militantes, que se compadece de
aquel adolescente afiebrado, casi un niño. Según diría después, le contó que su
padre le golpeaba, le castigaba duro, le odiaba y que él también le odiaba como
a toda la burguesía y que quería vengarse del mundo cometiendo un crimen
ejemplar. Trataron de disuadirle. No lo conseguieron y acabaron enviándole a la
librería Le Flaouter, en el Boulevard Beaumarchais, para que el librero,
simpatizante del anarquismo, le proporcionara un revólver. La consigna era que
pidiera un libro de Baudelaire. El librero, que es un infiltrado, como en la
novela de Chesterton, ha avisado a la policía. La librería está rodeada.
Fhilippe, sin embargo, sale de ella con el arma. Los policías, a cuyo frente
está el comisario Colombo (toda la historia parece inventada), le dejan
marchar, sin que se sepa por qué. Philippe sube tranquilamente a un taxi.
Cuando el taxista se detiene en la dirección indicada, en el Boulevard Magenta,
nadie baja del vehículo: Philippe está tumbado en un charco de sangre y la
pistola en el suelo, cerca de su mano.
Léon Daudet, el padre, nunca se
creyó la teoría del suicidio, que fue la oficialmente aceptada. Siempre creyó que
los anarquistas habían asesinado a su hijo para vengarse de él. Así lo declaró
en numerosos artículos de L’Action
Française. El taxista, acusado de
cómplice, lo denunció por difamación, y Daudet fue condenado y tuvo que exiliarse
para evitar la cárcel.
De Philippe Daudet, que no se sentía
querido por sus padres (y que quizá no lo era, tardaron en preocuparse por su
desaparición, no la denunciaron), nos quedan los cinco días enigmáticos y trepidantes
que vivió como Pierre Bonchamps y un puñado de poemas en prosa escritos a la
manera de Baudelaire: “Bailamos en un tugurio de Montmartre y desde entonces la
he visto con frecuencia. No es más que una cualquiera, pero ella lo sabe; no es
hermosa, pero ella lo sabe. Dice que es hermana de un antiguo ministro ruso y
cuando está ebria de baile, de cócteles y de amor, canta mejor que las sirenas”.
Lunes, 25 de enero
CONTROL Y DESCONTROL
Leo los titulares
de los diarios al echar una distraída mirada al teléfono: “El virus fuera de
control en esta tercera oleada”. Irónicamente, me ajusto bien la mascarilla, no
vaya a ser que me haga daño el olor de los eucaliptos que me rodean, y pienso:
“Los ciudadanos, en cambio, estamos cada vez más controlados”. Váyase una cosa
por la otra.
Miércoles, 27 de enero
PRESERVAR LA MEMORIA
Me entero de que
cierran las salas de cine de Los Prados, dicen que “temporalmente”.
¿Temporalmente? Donde nuestro Atila autonómico pone los pies del BOPA, ya no vuelve a crecer la hierba. La última
película que vi fue El profesor de
persa, otra vuelta de tuerca al
nazismo y los campos de concentración en tono de tragicomedia. La emocionante escena
final, cuando el protagonista recuerda uno por uno los nombres de los
compañeros de cautiverio exterminados, me trajo a la memoria aquella sala
abovedaba y oscura de Yad Vashem, el museo del holocausto, donde se van
repitiendo una y otra vez, interminablemente, los nombres de los que murieron
en los hornos crematorios.
Jueves, 28 de enero
POLI BUENO, POLI MALO
--¿Cuánto tiempo
hace que no hablas de los independentistas catalanes, Martín? ¿Ya te han
defraudado, como a todos, y te avergüenza recocerlo?
---Me han defraudado, sí, pero eso
no quiere decir que, en lo que al referéndum de autodeterminación se refiere,
no siga creyendo que la razón estaba por completo de su parte. Que fue legítimo
y que si fue ilegal y trajo tanta cárcel y tanto exilio fue solo porque el
gobierno de España lo decidió así: había vías –dentro de la actual Constitución
española-- para que pudiera celebrarse dentro de la legalidad, como una fiesta
de la democracia. Así podríamos saber, por fin, y sin ninguna duda, que la
mayoría de los catalanes quieren seguir siendo españoles, según se nos repite
una y otra vez en los medios de comunicación.
----¿O sea que a ti no te ofendió
que Pablo Iglesias comparara a Puigdemont con los exiliados republicanos?
----Me ofendió la réplica airada de
la “izquierda” española. Yo no voy a comparar nada. Solo decir que Puigdemont
es un exiliado político. ¿Cómo no lo va a ser si se presentó a unas elecciones
legales en España, si le votaron miles de españoles (entre ellos, yo), si
obtuvo acta de diputado, si es mi representante en el parlamento europeo, si
goza de la inviolabilidad de todos los diputados y a pesar de ello no puede
volver a su país sin riesgo de ser encarcelado? Pero eso no implica que el
Govern, en su tratamiento de la pandemia, no me haya parecido tan inepto, o
más, que el de Castilla-La Mancha, Asturias o La Rioja. Todo lo han fiado en
maltratar a la población, sin tener en cuenta si las medidas son eficaces o no:
con que hagan daño a la salud y a la economía les parece suficiente.
----¡Para ti todo el mundo lo hace
mal! ¡Tendrían que haberte puesto a ti al frente de la situación!
----Peor que el anterior ministro de
Sanidad no creo que lo hubiera hecho.
----¡Pero si está más valorado que
nadie! ¡Si los socialistas confían en su prestigio para acabar de una vez por
todas con el independentismo!
----El truco del poli bueno y el
poli malo siempre fue eficaz. Pero para ser creíble conviene que los
representen distintos policías. Illa, durante los meses de bárbaro e irracional
confinamiento, que algunos no olvidamos, fue el poli malo. Yo le vi sacar pecho
en una comparecencia televisiva presumiendo de que en España teníamos el
confinamiento más duro de Europa (se calló que también el más ineficaz). Eran
meses en que los niños –esos niños que ahora van a clase y juegan en los
parques infantiles sin que pase nada-- no podían ni poner un pie en la calle,
aunque fuera de uno en uno y de la mano de un progenitor. No solo la policía,
el ejército se ocupaba de mantener a raya a tan peligrosos individuos. El
ejército, los soldados que yo vi patrullar de dos en dos y de tres en tres y
amontonarse en furgonetas sin llevar en ningún caso mascarilla. Por entonces el
ministro de Sanidad, y un tal Fernando Simón, que inexplicablemente aún sigue
ocupando su cargo, decían que las mascarillas no eran recomendables para la
población en general. Pero muy lerdo había que ser para no saber que sí lo eran
para quienes se amontonaban en un vehículo y pretendían “protegernos” de los
contagios. Ahora el mismo poli malo de entonces va de poli bueno e impide a quienes
tanto lo desean, como nuestro presidente autonómico, confinar a la población,
aunque sea de manera más racional que entonces. Insisten e insisten, pero él
(sin pedir perdón por la barbarie de antes, sin que se le caiga la cara de
vergüenza) repite una y otra vez que el gobierno no va a autorizar otro
confinamiento. Solo le falta añadir: “Al menos hasta el 14 de febrero, que
luego ya veremos”.
----¿Tú crees que va a arrasar en
Cataluña?
----Todo es posible. Yo ya he perdido toda fe en la racionalidad de los seres humanos. Se habla mucho de la inmunidad de rebaño, se habla menos de lo fácil que es manipular a un rebaño cuando se le mete el miedo en el cuerpo. ¡Que viene el lobo!, gritan diarios y telediarios y todos se apretujan alrededor del pastor sin importarles que pueda estar llevándoles al matadero.
Viernes, 29 de enero
CARPE DIEM
Recuerdo a menudo
los versos de Horacio traducidos por Fray Luis de León: “La vida es tan
incierta y tan medido / su término, que debe el que es prudente / enfrenar el
deseo y la esperanza / de cosas cuyo fin tarde se alcanza”.
Visto lo
visto, en qué manos estamos, he perdido toda esperanza de que podamos escapar
de esta, al menos en los próximos veinte, treinta o cuarenta años. Vivo al día,
disfruto de cada instante de sol, del café de la mañana, de los libros nuevos,
de la alegría de los niños al salir de la escuela, de la charla casual con un
amigo, de los largos paseos por el monte.
Esquivo
como puedo cada nuevo golpe de las autoridades y no desperdicio ni la más
mínima ocasión de ser feliz. Si no lo soy, que no sea por culpa mía.