sábado, 27 de febrero de 2021

Después y todavía: La mentira oficial

 

Sábado, 20 de febrero
FIN DE UN AMOR

La vanidad es una de las enfermedades profesionales del escritor. Y todavía no se ha inventado ninguna vacuna contra ella. Los hay que utilizan la falsa modestia como pomada, pero lo único que consiguen es que se infecte y se haga más evidente. Yo la mantengo a raya como puedo. Cada vez que me da por quejarme de que se me hace menos caso del que merezco, me consuelo pensando que no hay, ni ha habido un nunca, ningún escritor al que se haya hecho tanto caso como él creía merecer.

            Y no ser un autor de éxito ni de los que pasan con letra grande a la historia de la literatura también tiene sus compensaciones. Leo el libro que Sergio Vila-San Juan le ha dedicado a Baltasar Porcel --no sé si un gran escritor, pero sí una figura muy mediática e influyente en la Cataluña del último tercio del pasado siglo-- y sé que a él no le habría gustado que se contara la historia de su ruptura, que se reprodujeran las cartas que su primera pareja le escribía mientras él estaba en París, presuntamente por motivos de trabajo y en realidad disfrutando de la compañía de su nuevo amor, una estudiante de veinte años a la que había conocido en el tren. Leo las cartas de Concha Alós y es como si hurgara en una herida reciente: “Querido, no sé qué pasa que no llegan cartas tuyas. Supongo que se ha perdido alguna o algo así. ¿Cómo va el trabajo? ¿Has empleado ya las 27 horas de la cinta de Scorza? ¿Cómo es el calor de París?”

            De lo que menos tenía ganas Porcel, en aquellos felices días de París, era de escribir a la que todavía se creía su compañera, una mujer mayor que él y que le había ayudado decisivamente en los comienzos de su trayectoria literaria.

            Nunca se refirió a esa historia Baltasar Porcel ni tampoco Concha Alós, de desdichada trayectoria posterior. Ahora nos la cuenta un periodista indiscreto.

            No ser un escritor importante, ni una figura ni un figurón, tiene sus ventajas. Ando yo estos días un tanto maltrecho, casi llorando por las esquinas (bueno, solo lloro cuando nadie me ve), desbaratado como un castillo de arena el futuro que yo creía tan firme, y nada me disgustaría más que el que alguien viniera a poner nombre y apellidos, a entrar en detalles, a publicar súplicas, a ridiculizarme en unas páginas chismosas disfrazadas de serio estudio con notas a pie de página.

            “Y si finalmente ocurriera, si hubiera un Ian Gibson, o en su defecto un Vila-Sanjuan, que investigara hasta el más mínimo detalle tu biografía, ¿ no te sentirías halagado?”, me pregunta mi vanidad. Y la verdad es que no estoy muy seguro de la respuesta.

Domingo, 21 de febrero
CALLES PERDIDAS

“Llueve en mi corazón / y llueve en la ciudad”. Cuántas veces habré citado esos versos de Verlaine en la traducción de Diez-Canedo (lo que el poeta escribió fue “il pleure dans mon coeur / comme il pleut sur la ville”). Me paso el día yendo y viniendo por calles perdidas y vuelvo a casa empapado hasta los huesos de melancolía.

Lunes, 22 de febrero
QUÉ PAPELÓN

Enrique Moradiellos, catedrático de Historia Contemporánea, autor, entre otras obras admirables, de una modélica biografía de Negrín, es un gran historiador, nadie lo duda, pero sobre su deontología profesional, leyendo el artículo sobre el 23-F que hoy publica en El País, me entran algunas dudas. La España oficial tiene miedo de que la caída de un ídolo con pies de barro, el anterior jefe del Estado, arrastre también toda una etapa de la historia, de la que él fue protagonista, y que se nos había contado con tintes rosas. Por eso el ajado periódico de referencia, obedeciendo a altas instancias, ha pedido a prestigiosos historiadores que revaliden el papel decisivo que tuvo el rey a la hora de abortar la intentona golpista. Pero de lo que cada vez  hay menos dudas es de que tuvo un papel decisivo a la hora de su puesta en marcha y de mantenerlo activo hasta que fue consciente de su fracaso, cuando Tejero rechazó la oferta que Alfonso Armada le hacía “a título personal”, pero autorizado por sus superiores, el primero de ellos el rey. Cuántas mentiras, o medias verdades, Enrique Moradiellos. ¿Qué es eso de que ni Armada ni Milans pudieron contar con su aval ni previo ni posterior al asalto al congreso? Los dos actuaron siempre en nombre del rey y obedecieron de inmediato sus órdenes, solo que esas órdenes tardaron largar horas en llegar. Hasta las 22.35 no envió un télex a la cúpula militar con la orden defender la Constitución (el dato lo señala Moradiellos). ¿Por qué no lo hizo antes? A las 21.50 pidió a TVE que enviara un equipo de grabación “sorteando el cerco de los golpistas” (la frase, ambigua, es del catedrático).  Los golpistas nunca cercaron al rey, siempre fue libre para dirigirse a los españoles. ¿Por qué no lo hizo hasta el día siguiente? A las siete de la tarde del día 23, ya debería haberse dirigido por radio (por radio nos enteramos del golpe) a toda la nación, proclamando su acatamiento de la Constitución y ordenando a Milans la anulación de su bando y la vuelta de las tropas a los cuarteles. Podemos estar seguros (y Moradiellos, el bueno de Moradiellos, qué papelón le hacen hacer, seguro que también lo está) de que Milans, el más fiel servidor de la monarquía, no habría tardado ni un segundo en obedecerle.

Martes, 23 de febrero
ÉTICA PERIODÍSTICA

¿Qué democracia es esta que necesita de la mentira, del falseamiento de la historia, para sostenerse en pie? ¿No habíamos quedado con que eso de las “fake news” era cosa del trumpismo? Toda la prensa oficial, con una unanimidad digna de la antigua prensa del Movimiento, se ha puesto de acuerdo en apuntalar la “verdad” sobre el 23-F, no vaya a ser que el descrédito del “héroe” de entonces se lleve por delante el complicado andamiaje de la Transición. Leo en el editorial de El País: “Los golpistas pretendieron desde que dieron su primeros pasos transmitir la idea de que el Rey amparaba su iniciativa, para sumar de esa manera apoyos que pudieran resultar decisivos, y aun cuando la conducta del jefe del Estado desmintió drásticamente aquel falso señuelo ha quedado ahí como una artimaña que favorece las lecturas que tanto festejan algunos como una conspiración fallida”. No hace falta indagar en ocultos archivos para desmentir ese párrafo. Tampoco para desmentir lo que afirma –o lo que da a entender—en portada. La noticia se refiere a las trece mil páginas del sumario, “a las que ha accedido El País” (¡por primera vez después de cuarenta años!). Copio: “Milans sostuvo que creía que la operación se hacía ‘con conocimiento de Su Majestad’, pero recibió tres llamadas de Juan Carlos I esa noche para que retirara las unidades desplegadas”. Se da entender que el rey le llamó insistentemente para que obedeciera y que él desobedeció la orden. No hubo tal. Y eso no lo digo yo, lo dicen los pasajes del sumario que se reproducen más adelante. El rey llamó a Milans, efectivamente, tres veces: “La primera, hacia la una de la madrugada, que coincide con el télex de Su Majestad que ordena que retire las unidades. Vuelve a llamar hacia la una y media y me pregunta si estoy retirando las unidades, a lo que contesto que sí. La tercera llamada es alrededor de las 4.30. Me dice que retire el manifiesto, a lo que digo que ya lo he hecho”.

            Mientras Enrique Moradiellos no encuentre documentos que demuestren que el rey llamó a su leal Milans a las seis y media del día 23 y que este se negó a obedecerle, la verdad real –no la oficial-- es que el golpe del 23-F duró exactamente lo que el rey quiso que durara, ni un minuto más ni un minuto menos. Eso es un hecho. Que no lo paró hasta tener la certeza de que fallaba el “golpe de timón” de Armada es solo una hipótesis, aunque bastante verosímil.

Miércoles, 24 de febrero
CELEBRACIÓN Y ELEGÍA

El día amanece de un azul tan espectacular que parece imposible no ser feliz. Por si fuera poco, hoy abren los bares y yo recobro uno de los rincones favoritos de mi biblioteca: la última mesa del fondo en la cafetería Noor, de la Tenderina. Ahí puedo leer tranquilo, sin visitas, sin interrupciones. Atravieso el parque luminoso y fresco; hago algunas fotos, como de costumbre, a la iglesia de San Julián de los Prados: atravieso el puente sobre la autopista y entro en el local. “¡Muy buenos días, caballero! ¿Lo de siempre?”, me dice el dueño. “¡Lo de siempre!”, respondo yo. Para mí no hay mayor placer que lo de siempre. Durante una hora –el tiempo que tardo en leer el libro de Fernando Castillo, Rapsodia italiana, que me acaba de llegar-- paseo por Roma, Nápoles, Palermo. Disfruto con la compañía del autor, buen discípulo de Modiano, de Bonet y de Tintín, capaz de convertir la erudición en magia y perpetua aventura. Sus lugares preferidos de esas tres ciudades son también los míos en gran parte, aunque de vez en cuando habla de una iglesia, un jardín o una librería de viejo que no conozco y que anoto para visitar en cuando me sea posible. Aunque, para reanudar los viajes, cuando nos dejen, ya tengo antes dos lugares: Avilés y Estambul, el primero y el más reciente de mis muchos amores.

            Pero ya se sabe que la felicidad tiene siempre, no ya los días, las horas y los minutos contados. Cierro el libro, abandono mi ensoñación viajera y, antes de salir de la cafetería, echo una ojeada al teléfono. De pronto se nubla el sol: ha muerto Concha Quirós, a quien no hace muchos días me encontré en la calle y me contó con el entusiasmo de siempre sus proyectos para mantener a flote en estos malos tiempos su librería, la librería Cervantes, que este año cumple cien años. Contagiaba energía. Yo le dije: “Deberían nombrarte consejera de Cultura del Principado, Conchita. Mejor nos iría a todos si así fuera”.

            Se nubló el día, pero yo pronto encontré algún consuelo: “Vivió ochenta y cinco años, era conocida  y querida por cientos de autores, por miles del lectores, no pasó un día sin un libro en las manos, nunca perdió la curiosidad ni el entusiasmo, no fue torturada por una larga enfermedad ni encerrada en una residencia. Todos los finales son tristes, pero como también son inevitables, ¿quién no quisiera para sí un final semejante?”

Jueves, 25 de febrero
CUIDADO CON LO QUE DESEAS

Un joven mercader de Bagdad, según cuenta una antigua leyenda de Oriente, estando una mañana solo en el lecho, deseoso de compañía, pidió a grandes voces ser amado por todas las mujeres. Se le apareció entonces un genio que fingiendo apiadarse de él le dijo: “Tu deseo será cumplido. A partir de hoy, serás amado por todas las mujeres”. El joven mercader saltó de la cama y salió a la calle dispuesto a gozar de los más variados placeres. Apenas dio unos pasos, cuando una vieja arrugada y legañosa que filtraba vino en un sótano, encendida nada más verle en un ardiente amor, le envió besos por el tragaluz. Él volvió la cabeza hacia otro lado con disgusto, pero antes de que pudiera alejarse la vieja le agarró por una pierna, le metió en el sótano y allí le tuvo encerrado para su disfrute durante veinte años.

Viernes, 26 de febrero
TIEMPO AL TIEMPO

----¡Eres insoportable, Martín! Todo el mundo se equivoca menos tú. Les das lecciones de derecho constitucional a los catedráticos de derecho constitucional, de historia a Moradiellos, ¿no crees que te pasas un poco?

            ----Me equivocaré en muchas cosas, como cualquiera (sobre todo en esos asuntos que tienen que ver con el corazón y otras vísceras, en los que no hago más que meter la pata), pero no en sostener que, al contrario de lo que afirman los letrados del Congreso y los catedráticos de derecho constitucional, la Constitución no ampara que un individuo pueda campar a sus anchas en la jefatura del Estado al margen de la ley, ni me equivoco en considerar la historia oficial del 23-F como un cuento chino. Tiempo al tiempo, amigo Ángel, que ya se irá viendo, en esos dos asuntos concretos, quién tenía razón.


sábado, 20 de febrero de 2021

Después y todavía: Mi corazón al desnudo

 

Sábado, 13 de febrero
ASÍ ME VA

Sin amor, estoy convencido de ello, se vive mejor que con amor, pero yo todavía no he sido capaz de conseguirlo. Y así me va.

Domingo, 14 de febrero
PARÍS-BELGRADO

En uno de los puestos del Fontán, que tantos buenos momentos me proporcionan, encuentro un número del semanario Crónica correspondiente a 1930. Mientras tomo el café, dejo a un lado los periódicos del día y me entretengo con las noticias de entonces, quizá el momento más ilusionante de la historia de España, derribada la Dictadura, la república aún solo como una intacta ilusión. Pero lo que más atrae mi curiosidad es una novelera noticia de folletín. Apaleada en París una mendiga, al intervenir la policía, se descubre que es nada menos que la reina Natalia de Serbia, que protagonizó muchas noticias escandalosas a finales del siglo XIX y que desapareció de escena tras el asesinato de su hijo en 1903.

            Su hijo, Alejandro I, apadrinado por el zar, fue un joven desdichado y sin voluntad que se enamoró perdidamente de Draga Masin, una dama de compañía de su madre, viuda, mayor que él y con fama de haber tenido varios amantes, entre ellos quizá el propio padre del joven. Se casó con ella, a pesar de la oposición de todos, y eso le costó el trono y la vida.

            La reina Draga era una mujer inteligente y manipuladora. Al parecer no podía tener hijos, pero fingió varios embarazos. Se decía que pensaba nombrar a su hermano Nicodemo heredero al trono.

            El golpe de Estado que acabó con la pareja fue quizá el más brutal que se haya dado nunca. Los conspiradores, al frente de los cuales estaba un hermano del primer marido de Draga, asaltaron el palacio a media noche, mataron a todos los que opusieron alguna resistencia, pero no fueron capaces de encontrar a los soberanos, aunque las sábanas revueltas de su dormitorio indicaban que ya se habían acostado cuando comenzó el asalto. El ataque con armas pesadas había cortado la corriente eléctrica, y los conspiradores recorrían con velas y antorchas, una tras otra, todas las estancias del palacio. Temían que los reyes hubieran escapado y volvieran al frente de las tropas que les seguían siendo fieles. Ya pensaban haber fracasado cuando un servidor desleal, otros dicen que sometido a tortura, les reveló el escondite secreto tras un lienzo de la biblioteca: allí estaban los reyes, abrazados y desnudos. No hicieron el menor movimiento para defenderse. Un capitán, del que se decía que había sido amante de la reina cuando todavía estaba casada con su primer marido, disparó su pistola sobre ellos “y al encasquillarse –leo en el reportaje de Crónica--, tomó de una panoplia próxima una espada de fino dibujo y con ella traspasó el corazón de la reina, en tanto que un compañero de conjura deshacía de un pistoletazo el cráneo del monarca. Mutilados y ultrajados ambos cadáveres, la soldadesca los arrojó por las ventanas de palacio, siendo recibidos por el pueblo entre gritos de triunfo. Aquella noche perecieron también a golpe de fusilería los dos hermanos de la reina, el jefe del gobierno y el ministro del ejército, amén que algún que otro palaciego de menor importancia”.

            En 1930, todo aquello era ya historia antigua. Yo me entretengo rememorando aquella escabechina en este domingo soleado para no pensar en las tragicomedias del presente. ¿Pensó el efímero Eduardo VIII en la historia de Alejandro I cuando decidió renunciar al trono para poner casarse con Wallis Simpson? ¿No le habría ido mejor a Alejandro casándose con una princesa alemana o rusa, para afianzar las alianzas, y manteniendo a Draga como amante?

            Draga Masin había tenido que ganarse la vida desde muy joven. Le gustaba leer, había escrito novelas y cuentos, traducido varios libros. Era mujer inteligente y con personalidad, quizá por eso –y no por su improbable vida licenciosa—la odiaron tanto. El rey Alejandro prefirió morir junto a ella a vivir sin ella.

Lunes, 15 de febrero
AFORTUNADO EN DESAMORES
 

Desde que tenía catorce o quince años, no me recuerdo sin estar enamorado; desde que soy adulto, vivo solo. ¿Quiere eso decir que he tenido poca suerte en el amor? ¿No será más bien que he tenido mucha?

Martes, 16 de febrero
NO ES LO MISMO

Mi lema: “Tarde, pero aprendo”, que es exactamente lo contrario, aunque parezca los mismo, de “aprendo, pero tarde”.

Miércoles, 17 de febrero
LAS COSAS COMO FUERON

Todas las mañanas necesito un libro nuevo y apasionante; todas las tardes, otro. Pero ese libro nuevo puede ser un libro viejo y para encontrarlo no necesito darme una vuelta por ninguna librería (¡cómo echo de menos la de mi examigo José Manuel Valdés!), me basta con subir al altillo de casa. Hoy encuentro allí, Madrid-Moscovo, de Armando Boaventura, que seguramente leí en su momento, pero que había olvidado por completo. Se publicó en 1937 (el prólogo está fechado en febrero de ese año) y su autor, corresponsal en España del lisboeta Diário de Notícias, fue el último periodista que entrevistó a Unamuno y el primero al que Franco concedió una larga entrevista (que se incluye en el libro) tras la sublevación militar. No importa que sea un libro partidista, que le echa la culpa de todos los males de España al comunismo y a la masonería. Está lleno de pequeños detalles que luego se irían borrando de la historia, esa gran manipuladora. Si no parece que sean del todo exactas las manifestaciones de Valle-Inclán en 1930, con su incitación al magnicidio, no se puede dudar de la entrevista con el anarquista Pedro Vallina, ya que fue publicada en el Diário de Notícias en 1932. El doctor Vallina, cenetista, creador de un sanatorio antituberculoso para atender a las clases populares, “participó activamente en la defensa de la República” y luego vivió un largo exilio hasta su muerte en 1970 (así se le recuerda), pero en 1932 era el más declarado enemigo del gobierno republicano: “Los hombres que en la oposición parecían leones al ocupar el poder se transformaron en mansos corderos. Nunca nos pasó por la cabeza la idea de tal transformación, aunque sea sabido que el poder corrompe a quien lo ejerce. El poder los corrompió. Dos hombres, sobre todo, habían de ser funestos para el nuevo régimen: Miguel Maura, alma de inquisidor, y Largo Caballero, el instigador de las persecuciones de que fueron víctimas los elementos populares que no comulgaban con sus doctrinas de socialismo siempre oportunista”. Los más feroces enemigos durante el primer bienio republicano no estaban a la derecha, sino a la izquierda. Quienes después de pasaron la vida añorando la república, le hicieron el trabajo sucio a la derecha hasta que ya esta supo arreglárselas sola.

            Pequeños detalles no sabemos hasta qué punto exactos: la reina Victoria Eugenia, tras marchar al exilio, no quiso que en su presencia se volviera a hablar español. El rotundo triunfo de las derechas en 1933 se debió solo al voto de la mujer. Armando Boaventura explica otros motivos: “Entonces, las derechas enviaron delegados electorales a las agrupaciones sindicalistas para que, a cambio de unos miles de pesetas o de duros (de acuerdo con la categoría de esos medios) se abstuvieran en el proceso electoral. Esos delegados recorrían los centros sindicalistas, buscando inmediatamente ponerse en contacto con un representante de sus respectivas juntas directivas, a las cuales entregaban determinada cantidad a cambio del compromiso solemne de absoluta abstención electoral. La maniobra surtía efecto porque, recibidos los miles de pesetas o de duros, la junta directiva convocaba a los sindicalistas para recomendarles que, de acuerdo con los principios que conforman el partido, ninguno de ellos debería concurrir a las urnas, puesto que se trataba de un régimen burgués en que tan buenos eran las derechas como las izquierdas, ya que lo que todos querían era, a costas del pueblo trabajador, alcanzar el poder. Y la masa, a voz en grito, exclamaba: ¡Apoyado! Aquí nadie vota y el que vote se le expulsa”.

            Gil Robles le cuenta su reacción cuando el presidente de la República, en diciembre de 1935, le comunicó que iba a retirar la confianza al gobierno y convocar elecciones: “Salí de Palacio directamente para el Ministerio de la Guerra. Llamé a los generales Franco, Goded y Fanjul. Les informé de lo que había pasado con Alcalá Zamora  y, seguidamente, les indiqué mi deseo de que el ejército, que aquellos tres ilustres jefes militares tan dignamente representaban, se hiciera inmediatamente con el poder dando un golpe de Estado. El ejército, sin embargo, según la opinión de aquellos distinguidos generales –principalmente el general Franco—no estaba aún preparado para asumir la responsabilidad de un golpe de Estado”.

            Al final se incluye una carta –fechada el 12 de septiembre de 1936—de Alejandro Lerroux a Queipo de Llano defendiendo, en un último acto de dignidad, la bandera republicana, “por lo que esa bandera significa habíamos luchado y sufrido mucho usted y yo, entre otros”.

Jueves, 18 de febrero
CAIGO Y ME LEVANTO
 

Me acuesto derrotado y humillado muchas noches, la de ayer fue una de ellas, pero siempre me levanto con ganas, si no de comerme el mundo --voy perdiendo el apetito--, sí de dar nuevamente la cara, aunque me la vuelvan a romper.

Viernes, 19 de febrero
LA VERDAD SOBRE MÍ MISMO

Me creía un Sancho Panza lleno de sano egoísmo y buen sentido y solo soy un terco Quijote apaleado una y otra vez por aquellos a los que intento ayudar.



 

sábado, 13 de febrero de 2021

Después y todavía: No quiero privilegios

  

Sábado, 6 de febrero
LA CARTA ROBADA

Todavía hay quien discute la posible implicación del entonces jefe del Estado en el 23-F y yo comprendo que, tras tantos años de propaganda oficial, quede aún alguna buena gente a la que le cueste caer del guindo al que muy interesadamente la subieron. Pero los hechos son los hechos y además  particularmente tozudos. Leo El 23-F y los otros golpes de la transición, de Roberto Muñoz Bolaños, y, como en el cuento de Poe, la carta robada, esto es, la evidencia de participación real resulta que estaba a la vista de todos, tan a la vista que éramos incapaces de verla. El bando del general Milán del Bosch, que fue quien puso en marcha el golpe aprovechando la ocupación del congreso, comenzaba de la siguiente manera: “Ante los acontecimientos que están desarrollando en estos momentos en la capital de España y el consiguiente vacío de poder, es mi deber garantizar el orden en la Región de mi Mando en tanto se reciban las correspondientes instrucciones que dicte S. M. el Rey”. Pero el rey no dijo ni mu durante las largas horas que restaban del día 23. Espero al día siguiente para dar un mensaje a la nación. Y todavía esperó una hora más para enviarle a Milán del Bosch las instrucciones que esperaba desde que proclamó el bando militar, aunque había conversado con él más de una vez. Esas instrucciones son las del famoso télex enviado a las 2 horas y 23 minutos del día 24. El primer punto dice así: “Afirmo mi rotunda decisión de mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente. Después de este mensaje ya no puedo volverme atrás”. Naturalmente, Milán del Bosch, que siempre fue fiel al rey, retiró su bando. La pregunta ingenua que a cualquiera se le ocurre es la siguiente: “Majestad, ¿qué le impedía enviar ese télex, manifestando rotundamente su rechazo del golpe, en cuanto se enteró de los acontecimientos de Valencia? ¿Estaba secuestrado como los parlamentarios? ¿Le habían cortado las comunicaciones?”.  Pero no ocurría  nada de eso, estaba a la espera de si la “solución Armada” triunfaba o no. No triunfó porque Tejero se negó a que el general Alfonso Armada, “a título personal”, pero con autorización de sus superiores, entrara en el hemiciclo y propusiera a los diputados un gobierno de concentración nacional del que él sería presidente y en el que participarían todas las fuerzas políticas.

            Fue el bruto de Tejero, al que el listísimo Armada había creído poder manipular, el que salvó la democracia (¡yo no he dado un golpe para que los socialistas y los comunistas entren en el gobierno!), no el anterior jefe del Estado (ahora escondido por ahí), que había puesto a su antojo al primer presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y quiso librarse de él en cuanto comenzó a no dejarse manipular.

            ¿Salvó la democracia? La democracia se habría salvado de cualquier manera. Ya se encargarían los medios de comunicación de hacernos creer que el gobierno de Armada, un gobierno fuerte apoyado por la mayoría absoluta del congreso de los diputados (había hablado con todos los partidos, tenía un gobierno previsto hasta en sus cargos de segundo nivel), era perfectamente constitucional y el mejor para acabar con la lacra del terrorismo y lograr la recuperación económica.

            Del libro de Muñoz Bolaños se pueden sacar otras conclusiones más o menos discutibles (si Luis María Anson fue o no uno de los ideólogos del “golpe de timón”, si la reina intervino o no), pero hay algunas que solo se pueden negar refutando los datos. Y el volumen, bien documentado, lo pone difícil.

            Tejero salvó la democracia que tenemos, como antes la había salvado Suárez. La operación Armada parece que tuvo una primera fase mucho más elegante y sin violencia alguna. A Suárez se le descabalgaría del gobierno, de manera rápida e indolora, como años después ocurriría con Mariano Rajoy. La moción de censura es un mecanismo perfectamente constitucional. Alfonso Armada, después de minuciosos preparativos, ya tenía la mayoría suficiente para ser investido presidente del gobierno (Felipe González sería vicepresidente). Frustró la operación la inesperada dimisión de Suárez. ¿Cómo nos habría ido con un gobierno en el que Felipe González hiciera el papel chisgarabís y presuntamente radical que ahora hace Pablo Iglesias en el de Pedro Sánchez. Esa es historia ficción. Lo que es historia a secas es el papel decisivo y contrapuesto de Juan Carlos y Tejero en el golpe de hace cuarenta años. El impulso soberano de uno fue frustrado por la cabezonería del otro.

 

Domingo, 7 de febrero
EL AMIGO CATEDRÁTICO

El éxito de un escritor a quien peor sienta es a sus viejos amigos. Recuerdo que, cuando se intentaba que Ángel González regresara a España como catedrático de la Universidad de Oviedo, fueron los catedráticos de literatura los que frustraron el empeño. Uno, rector entonces, extravió los papeles de la solicitud; a otro, también poeta en su juventud, le escuché decir: “Si quiere ser catedrático, que haga oposiciones como todos”. Un maravilloso libro de Rafael Montesinos, La semana pasada murió Bécquer, que encuentro hoy en el Fontán, me recuerda una historia semejante y otras historias relacionadas con Bécquer.

            Narciso Campillo, el mejor amigo de infancia y juventud de Bécquer, quien le acompañó a conquistar Madrid sin más equipaje que su ilusión y un puñado de versos, hizo oposiciones. Catedrático de Retórica, autor de doctos tratados, también escribió versos. Desde aquella aventura inicial, que él abandonó pronto, no volvió a ver a Bécquer hasta 1869. Fue uno de los amigos que, a la muerte de Gustavo Adolfo, pocos meses después de la de Valeriano, socorrieron a las dos viudas y juntaron la obra dispersa del poeta para con su edición procurarles algún dinero. Una obra de caridad con el infortunado compañero de andanzas juveniles. Pero los versos del docto Campillo no despertaron el menor interés mientras que los de Bécquer de inmediato se hicieron famosos. Nunca fue capaz de comprender tal cosa. ¡Pero si Bécquer, que no tenía estudios, no valía nada al lado suyo! Y si algo valía era gracias a sus correcciones. En 1895, en una polémica del Diario de Cádiz a propósito de si las obras de Bécquer eran o no fieles a los originales y si quedaban textos por publicar, llegó a escribir: “Y ya que de correcciones se trata, declaro que en los artículos y Rimas de Bécquer, principalmente en estas, hay muchas cosas mías, y también algunos versos que no conoce ni conocerá el señor Camúñez, a pesar de su perspicacia. Hice las tales correcciones y variantes de las Rimas, a ruegos del autor, que en noviembre de 1869 me las trajo manuscritas todas para que las cepillase y diese barniz (según sus palabras) y le enmendase la ortografía y también otras cosas; pues Gustavo decía y escribía haiga, diferiencia, etc.”

            Si algo valía Bécquer, que hasta escribía con faltas de ortografía, se lo debía a la ayuda de su amigo catedrático. Y la posteridad sin enterarse.

Lunes, 8 de febrero
EL MUNDO AL REVÉS

La verdad, en cuanto choca con nuestros prejuicios, se convierte en “fake news”, en teoría de la conspiración, en tuit de Trump.

Martes, 9 de febrero
QUÉ SOLOS

A Marian Suárez la conocí a finales de los setenta, en casa de Ana de Valle, la poeta que entonces comenzaba a salir de su ostracismo (había publicado un libro antes de la guerra y luego conocido el exilio y el silencio), junto a José Manuel Feito, Eugenio Bueno, Herme G. Donis y otros poetas. De aquellas tertulias, surgió una página literaria en La Voz de Avilés y un premio. El primer poeta premiado fue Felipe Benítez Reyes y con motivo del fallo hubo una mesa redonda sobre poesía en la que participaron José Hierro, Enrique Molina Campos y Luis Antonio de Villena, miembros del jurado, y que yo moderé. Anda por ahí publicada en un libro. Recuerdo que no funcionó la grabadora y que yo la inventé con bastante fidelidad, ya que nadie se quejó. A aquellas reuniones solía ir con Víctor Botas y acostumbrábamos a tomarles un poco el pelo a los que considerábamos poetas locales. Cuando el premio era para poemas, luego fue para libro, y se seleccionaba un poema cada semana, enviamos un soneto de Shakespeare (traducido por Botas), un poema de Eugénio de Andrade (traducido por mí), un poema de Borges… Ninguno fue seleccionado y, como la selección se hacia en una reunión a la que asistíamos, sin voz ni voto, nos reíamos mucho comentando las razones que daban para ello. Éramos entonces un poco gamberros como bien de manifiesto queda en los cuadernos de Óliver. Luego pasaron los años, el tiempo fue llevándose muchas cosas por delante, y aquellos contertulios a los que mirábamos un poco por encima del hombro fueron convirtiéndose en fieles amigos. Yo vivía en Oviedo, pero todos los sábados iba a Avilés y me encontraba con ellos. Sigo siendo un poco irritante y, en las comidas que organizaba Marian (siempre tan buena anfitriona), aprovechaba para reavivar viejas rivalidades entre ella y José Manuel Feito, las dos estrellas de “Jueves Literarios”. O para discutir con ambos de cualquier cosa, que es mi deporte favorito. No me lo llevaron nunca a mal y eso que siempre ponía peros a la poesía de una, por irracional, y de otro, por tradicional, algo que no suelen soportar los poetas. Uno no se da cuenta de lo que necesita a alguien hasta que falta. Primero se fue Feito, mi amigo Feito, el cura de Miranda, a quien le llevé la contraria en tantas cosas y con quien tanto en común tenía y tengo (algunas veces, cuando comíamos juntos, a mí también me tomaron por cura), y hoy abandona el banquillo Marian, con quien la vida fue cruel en los últimos años, y siento un desgarro que no me habría imaginado en aquellos tiempos de vino y rosas en que Víctor Botas y yo hacíamos de burlones abogados del diablo. Habría que parafrasear a Bécquer: “Dios mío, qué solos / se quedan los vivos”. 

 

Miércoles, 10 de febrero
EL NEGOCIO DEL SIGLO

Medio en broma, medio en serio, repito a menudo que no hay mal que cien años dure y que, muy probablemente, dentro de treinta años, en 2050, cuando cumpla cien años, podré celebrarlo sin restricciones, con un banquete y un acto literario al que pienso invitar al presidente de la República. “¡Qué optimista eres, Martín! Para entonces, si hay suerte, es posible que haya presidente de la República, a fin de cuentas ya tenemos vicepresidente republicano, pero lo que no habrá acabado será el desastre sanitario. Políticamente es muy rentable y económicamente ha propiciado el negocio del siglo. ¿Tú crees que importa algo la salud y el bienestar de la gente comparado con eso?”

Viernes, 12 de febrero
USTEDES PRIMERO

“¿Te vacunarás, Martín?”, “¡Por supuesto! Pero uno es un caballero, y como el capitán que no abandona el barco hasta que no lo hayan hecho todos los pasajeros, yo no me vacunaré hasta que ni uno solo de los aproximadamente seis mil millones de habitantes del planeta hayan recibido su doble dosis. No quiero privilegios”.



 

sábado, 6 de febrero de 2021

Después y todavía: Leer la vida

 

Sábado, 30 de enero
¡TODOS A CASA!
 

Iris Murdoch, como me ocurre a mí, tenía en más aprecio a la imaginación que a la fantasía: “La imaginación es una herramienta para comprender el mundo mientras que la fantasía es una forma de fabular el mundo para concebirlo tal como nos gustaría que fuese”.

            La imaginación es el guionista de la vida. Yo siempre, antes de dormirme, le hago preparar al menos dos guiones para el día siguiente. En lo que depende solo de mí, el plan A no suele fallar; cuando hay otros coprotagonistas, lo más frecuente es que tenga que echar mano de opciones alternativas.

            La fantasía cura las heridas de la realidad. De noche, para propiciar el sueño, y ya bien precisado el guion del día siguiente, abro la puerta de la fantasía y encuentro, en un sótano de Estambul, muy cerca del Gran Bazar, en una de las callejuelas que bajan de Santa Sofía hasta el Cuerno de Oro, un revuelto montón de manuscritos salvados de la biblioteca de Alejandría por un ayudante del general árabe Amr Ibn al-As, al parecer siguiendo instrucciones del propio general. Como es sabido, el conquistador de Alejandría le preguntó al sultán Omar qué tenía que hacer con los miles y miles de libros de la biblioteca. El sultán, muy creyente, le respondió: “Si están de acuerdo con el Corán, son inútiles; si no están de acuerdo, son perjudiciales, así que mejor la destrucción, el fuego”. El general cumplió la orden, aunque con gran dolor de su alma porque era aficionado a la lectura. Pero volvió la vista hacia otro lado, cuando uno de sus ayudantes, salvó y escondió todo lo que pudo, parte de lo cual aparece ahora en el sótano de una vulgar tienda de alfombras. Lo primero que leo, desempolvando el griego que aprendí en los cursos comunes de la Facultad, son poemas de Safo que me parecen desconocidos. Con el teléfono, fotografío alguno y se lo envío a Aurora Luque, quien enseguida me responde deslumbrada y segura de su autenticidad.

            Otras veces, recibo en herencia trescientos o cuatrocientos millones de euros y me dedico a disponer de ese dinero de la mejor manera posible. Últimamente, me ha dado por financiar un movimiento político transversal en el que caben personas de las más diversas ideologías políticas. Su lema  sería “¡Todos a casa!”,  y su finalidad retirar de la política a quienes han gestionado el mundo en los últimos meses. ¿Emmanuel Macron? ¡A casita a leer a Montaigne y a cultivar orquídeas con su señora! ¿Pedro Sánchez? ¡A escribir libros de autoayuda!

            Naturalmente, como se trata de una fantasía, no falta el momento en que los lideres mundiales –preocupados por la desafección creciente de sus electores-- se acercan a mi despacho y me ruegan que, por favor, dado que golpear cada vez más duro a la población ya no sirve para nada, les dé yo alguna solución para acabar con la epidemia.

            ---Soluciones mágicas no tengo, señores mío, y si no las tengo yo es que no las hay. Solo les voy a dar un consejo que aprendí de mi maestro Sancho Panza: “Cuando las cosas están mal, si no puedes mejorarlas, por lo menos procura no empeorarlas”.

            Con estas y con otras fantasías (en las que no voy a entrar aquí porque un caballero nunca habla de esas cosas), me entretengo mientras llega plácidamente el sueño.

Domingo, 31 de enero
TIRARSE DE UN PUENTE
 

“Da la impresión de que te burlas de la enfermedad”, me reprocha mi amigo José Luis Piquero, excelente poeta que para mí se ha convertido, quizá algo injustamente, en el símbolo de la España más sumisa y ajena a cualquier atisbo de pensamiento racional. “No me burlo de la Enfermedad con mayúscula ni deja de preocuparme cualquier otra enfermedad, al contario que a las autoridades político-sanitarias; me burlo, me carcajeo, ridiculizo todo lo que puedo algunas de las medidas que se quitan y se ponen (claro que, si son lo suficientemente dañinas, se ponen pero no quitan) para “protegernos” de la Enfermedad. Y eso de que son medidas sin ninguna justificación sanitaria no lo digo yo, lo dicen los jueces. Rara es la vez que no tumban una de esas medidas si se pone un recurso contra ellas. Adrián Barbón prohibió los exámenes presenciales en la universidad (no en los institutos). El rector recurrió la medida y un juez la anuló porque no estaba justificada sanitariamente. Lo mismo pasó con las elecciones catalanas cuando se quisieron posponer a mayo. ¿Por qué tenemos que andar por las calles vacías con la cara cubierta con un trapo? Pues porque nadie recurrió la disposición del BOPA que obligaba a ello. La justificación que se daba para tomar esa medida era de risa y ahí está (la fecha es el 14 de julio) para quien quiera comprobarlo. ¡Y ningún partido político, ninguna asociación de médicos, que algo deberían saber del asunto, recurrió! Y así estamos, cada vez con más contagios, y echándole la culpa al verano hasta que llega la Navidad y a la Navidad hasta que llega Semana Santa y dando palos y más palos en la espalda de la ciudadanía y especialmente en la de los hosteleros, los chivos expiatorios favoritos de quienes ordenan y mandan”. “En todas partes pasa lo mismo, Martín, pero tú la has tomado con Barbón”. “Y si todos los niños se tiran de un puente, ¿tú también te tirarías?, le preguntan las madres a los niños que justificaban cualquier mal comportamiento escudándose en que los otros niños también lo hacían. Espero que a nadie se le ocurra hacer a nuestro presidente autonómico la pregunta de si él se tiraría de un puente si Feijoo también lo hace. ¡Adrián Barbón se tiraría de cabeza sin dudarlo un instante y llevando de la mano a su consejero de Salud!”

Lunes, 1 de febrero
EL MEJOR REGALO

Ya conocía la anécdota. Se la había oído contar en alguna entrevista. César Antonio Molina habla de su biblioteca en el último número de la revista El Ciervo: “Tendría doce años cuando un día mi padre me llevó a la librería Arenas. El librero era muy amigo suyo. Yo a veces me había colado en ese establecimiento a husmear entre los estantes. Cogiéndome del hombro, mi padre le dijo al dueño: ‘A partir de hoy mi hijo se puede llevar todos los libros que quiera’. Esas palabras determinaron mi futuro”.

Martes, 2 de febrero
LAS COSAS COMO FUERON

Nunca me canso de elogiar el periodismo, la huella dactilar del tiempo que pasa. De las páginas del diario La Nación se rescata Eclipse de Francia, la serie de artículos que Fernando Ortiz Echagüe escribió, de junio a septiembre de 1940, en Burdeos y Vichy. No los pudo enviar hasta octubre de ese año, cuando se trasladó a Lisboa. Mucho se ha escrito --de Maurois a Chaves Nogales, pasando por la obra de teatro Morir por cerrar los ojos, de Max Aub-- sobre inesperada y vergonzosa derrota de Francia. Pero solo Ortiz Echagüe estaba allí y fue dejando constancia de lo que pasaba día a día. El 15 de junio, en Burdeos, firma la primera crónica. Pétain se hacer cargo del poder y los plenipotenciarios franceses marchan a Compiègne para firmar el armisticio. Al día siguiente, un barco, el Massilia, se hace a la mar rumbo a Casablanca, llevando a los que no querían aceptar la situación y “rompían voluntariamente todo vínculo con la patria vencida para intentar la quimera de defenderla bien o mal. La historia nos dirá si hicieron bien o mal”.

            Hoy sabemos lo que dijo la historia, pero entonces no se sabía y Ortiz Echagüe nos presenta a un Pétain aplaudido y querido por la mayoría de los franceses. Y nos da muy precisos detalles para reconstruir aquel tiempo sombrío. El ministro de Asuntos Exteriores le recibe en su dormitorio, ya que en la sede del gobierno de Vichy, el Hotel du Parc, “solo tienen salón para recibir el mariscal Pétain y M. Laval. Los demás ministros reciben en el cuarto que les sirve además de dormitorio y suele ser frecuente ver interrumpida la conversación por la entrada de la planchadora, que trae en un canasto la ropa de Su Excelencia”. Sabemos, por una carta de Marañón, la admiración que sentía el ilustre liberal, coincidente en esto con la mayor parte de los franceses, por los ocupantes: “Los alemanes son de una corrección ejemplar, absoluta, y, a veces, emocionante. Sin duda es táctica política; pero hay que reconocer que un pueblo capaz d esta disciplina, que llega a todos los actos de la vida y no solo en las formaciones, sino en la vida individual de cada soldado, es digno de respeto”.

            Antes de que el gobierno alemán exija al de la zona ocupada la adopción de medidas antisemitas, ya los periodistas franceses –a sueldo del vencedor o simplemente para congraciarse con él-- “firman furibundos artículos antisemitas, piden una política de radical y violenta depuración racial”. Son los mismos periódicos, y a veces los mismos firmantes, que cinco años después pedían una radical y violenta depuración de los colaboracionistas.

            El periodismo, el buen periodismo, nos permite viajar en el tiempo, regresar a una época para contemplarla tal como fue para los que la vivieron, sin las manipulaciones de la historia y la memoria que juegan con las cartas marcadas de conocer el desenlace.

Miércoles, 3 de febrero
LO QUE SE AVECINA
 

Hace unos días vacunaron a una amiga –trabaja en una empresa que cuida de personas mayores-- y desde entonces está baldada, con dolores en el brazo y en la espalda y sin poder dormir. “Mi hermana lo pasó peor, tuvo que ir a urgencias y pedir la baja una semana”, se consuela. “Afirma que esto no es nada, que ya veré con la segunda dosis. Yo por mí no me vacunaría, pero me dijeron en la empresa que solo renovarían el contrato a quienes estén vacunadas”.

            Yo saco mis conclusiones, pero cuido muy bien de exponerlas en público, no vaya a ser que empiecen a lapidarme acusándome de insolidario y antivacunas.

Jueves, 4 de febrero
SIGUEN LAS TERRAZAS
 

El lunes cerraron al parecer las terrazas en Avilés, hoy nada más levantarme me asomo con miedo a la ventana para ver si han hecho aquí lo mismo. Sonrío al verlas dispuestas como siempre en el bar de la esquina. No sé qué razones “sanitarias” habrán dado para permitirnos a nosotros sentarnos a tomar un café al aire libre a la vez que se lo niegan a otros. Me imagino que el que el alcalde de Oviedo, al contrario de lo que ocurre con la alcaldesa de Avilés, sea de un partido político diferente al del presidente del Principado, y por tanto capaz de dar un puñetazo en la mesa cuando la arbitrariedad se pasa de la raya, algo habrá tenido que ver.

Viernes, 5 de febrero
NUESTRAS MISERIAS
 

Cuenta Zenobia Camprubí, en una de las cartas a Gabriela Mistral que se acaban de publicar en el volumen De mujer a mujer, que cuando un escritor italiano, al que el poeta admiraba mucho, quiso visitar en Puerto Rico a Juan Ramón Jiménez, este, que no pasaba por un buen momento, se negó a recibirle. “Todos tenemos derecho a ocultar nuestras miserias”, fue la razón que le dio a Zenobia.

            Ayer me llegó el volumen Leer la vida en el que una treintena de escritores comentan mis diarios, desde el primero, de 1989, hasta el más reciente, este que todavía está en marcha en las páginas de El Comercio. Los colaboradores son, por lo general, muy generosos, pero yo lo he pasado mal con la lectura. Las citas continuas me han hecho recordar al que fui. Y no siempre me he sentido orgulloso. Todos tenemos derecho a ocultar nuestras miserias, y yo tengo bastante habilidad para ocultárselas a los demás, pero no a mí mismo.