Sábado, 6 de febrero
LA CARTA ROBADA
Todavía hay quien
discute la posible implicación del entonces jefe del Estado en el 23-F y yo
comprendo que, tras tantos años de propaganda oficial, quede aún alguna buena
gente a la que le cueste caer del guindo al que muy interesadamente la
subieron. Pero los hechos son los hechos y además particularmente tozudos. Leo El 23-F y los otros golpes de la transición, de Roberto Muñoz Bolaños, y, como en el
cuento de Poe, la carta robada, esto es, la evidencia de participación real
resulta que estaba a la vista de todos, tan a la vista que éramos incapaces de
verla. El bando del general Milán del Bosch, que fue quien puso en marcha el
golpe aprovechando la ocupación del congreso, comenzaba de la siguiente manera:
“Ante los acontecimientos que están desarrollando en estos momentos en la
capital de España y el consiguiente vacío de poder, es mi deber garantizar el
orden en la Región de mi Mando en tanto se reciban las correspondientes
instrucciones que dicte S. M. el Rey”. Pero el rey no dijo ni mu durante las
largas horas que restaban del día 23. Espero al día siguiente para dar un
mensaje a la nación. Y todavía esperó una hora más para enviarle a Milán del
Bosch las instrucciones que esperaba desde que proclamó el bando militar,
aunque había conversado con él más de una vez. Esas instrucciones son las del
famoso télex enviado a las 2 horas y 23 minutos del día 24. El primer punto
dice así: “Afirmo mi rotunda decisión de mantener el orden constitucional
dentro de la legalidad vigente. Después de este mensaje ya no puedo volverme
atrás”. Naturalmente, Milán del Bosch, que siempre fue fiel al rey, retiró su
bando. La pregunta ingenua que a cualquiera se le ocurre es la siguiente:
“Majestad, ¿qué le impedía enviar ese télex, manifestando rotundamente su
rechazo del golpe, en cuanto se enteró de los acontecimientos de Valencia?
¿Estaba secuestrado como los parlamentarios? ¿Le habían cortado las
comunicaciones?”. Pero no ocurría nada de eso, estaba a la espera de si la
“solución Armada” triunfaba o no. No triunfó porque Tejero se negó a que el
general Alfonso Armada, “a título personal”, pero con autorización de sus
superiores, entrara en el hemiciclo y propusiera a los diputados un gobierno de
concentración nacional del que él sería presidente y en el que participarían todas
las fuerzas políticas.
Fue el bruto de Tejero, al que el
listísimo Armada había creído poder manipular, el que salvó la democracia (¡yo
no he dado un golpe para que los socialistas y los comunistas entren en el
gobierno!), no el anterior jefe del Estado (ahora escondido por ahí), que había
puesto a su antojo al primer presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y quiso
librarse de él en cuanto comenzó a no dejarse manipular.
¿Salvó la democracia? La democracia
se habría salvado de cualquier manera. Ya se encargarían los medios de
comunicación de hacernos creer que el gobierno de Armada, un gobierno fuerte
apoyado por la mayoría absoluta del congreso de los diputados (había hablado
con todos los partidos, tenía un gobierno previsto hasta en sus cargos de segundo
nivel), era perfectamente constitucional y el mejor para acabar con la lacra
del terrorismo y lograr la recuperación económica.
Del libro de Muñoz Bolaños se pueden
sacar otras conclusiones más o menos discutibles (si Luis María Anson fue o no
uno de los ideólogos del “golpe de timón”, si la reina intervino o no), pero
hay algunas que solo se pueden negar refutando los datos. Y el volumen, bien
documentado, lo pone difícil.
Tejero salvó la democracia que tenemos, como antes la había salvado Suárez. La operación Armada parece que tuvo una primera fase mucho más elegante y sin violencia alguna. A Suárez se le descabalgaría del gobierno, de manera rápida e indolora, como años después ocurriría con Mariano Rajoy. La moción de censura es un mecanismo perfectamente constitucional. Alfonso Armada, después de minuciosos preparativos, ya tenía la mayoría suficiente para ser investido presidente del gobierno (Felipe González sería vicepresidente). Frustró la operación la inesperada dimisión de Suárez. ¿Cómo nos habría ido con un gobierno en el que Felipe González hiciera el papel chisgarabís y presuntamente radical que ahora hace Pablo Iglesias en el de Pedro Sánchez. Esa es historia ficción. Lo que es historia a secas es el papel decisivo y contrapuesto de Juan Carlos y Tejero en el golpe de hace cuarenta años. El impulso soberano de uno fue frustrado por la cabezonería del otro.
Domingo, 7 de febrero
EL AMIGO CATEDRÁTICO
El éxito de un
escritor a quien peor sienta es a sus viejos amigos. Recuerdo que, cuando se
intentaba que Ángel González regresara a España como catedrático de la
Universidad de Oviedo, fueron los catedráticos de literatura los que frustraron
el empeño. Uno, rector entonces, extravió los papeles de la solicitud; a otro,
también poeta en su juventud, le escuché decir: “Si quiere ser catedrático, que
haga oposiciones como todos”. Un maravilloso libro de Rafael Montesinos, La semana pasada murió Bécquer, que encuentro hoy en el Fontán, me recuerda
una historia semejante y otras historias relacionadas con Bécquer.
Narciso Campillo, el mejor amigo de
infancia y juventud de Bécquer, quien le acompañó a conquistar Madrid sin más
equipaje que su ilusión y un puñado de versos, hizo oposiciones. Catedrático de
Retórica, autor de doctos tratados, también escribió versos. Desde aquella
aventura inicial, que él abandonó pronto, no volvió a ver a Bécquer hasta 1869.
Fue uno de los amigos que, a la muerte de Gustavo Adolfo, pocos meses después
de la de Valeriano, socorrieron a las dos viudas y juntaron la obra dispersa
del poeta para con su edición procurarles algún dinero. Una obra de caridad con
el infortunado compañero de andanzas juveniles. Pero los versos del docto
Campillo no despertaron el menor interés mientras que los de Bécquer de
inmediato se hicieron famosos. Nunca fue capaz de comprender tal cosa. ¡Pero si
Bécquer, que no tenía estudios, no valía nada al lado suyo! Y si algo valía era
gracias a sus correcciones. En 1895, en una polémica del Diario de Cádiz a propósito de si las obras de Bécquer eran o no fieles a los
originales y si quedaban textos por publicar, llegó a escribir: “Y ya
que de correcciones se trata, declaro que en los artículos y Rimas de Bécquer, principalmente en estas, hay muchas cosas mías, y también
algunos versos que no conoce ni conocerá el señor Camúñez, a pesar de su
perspicacia. Hice las tales correcciones y variantes de las Rimas, a ruegos del autor, que en noviembre de 1869 me las trajo manuscritas
todas para que las cepillase y
diese barniz (según sus palabras)
y le enmendase la ortografía y también otras cosas; pues Gustavo decía y
escribía haiga, diferiencia, etc.”
Si algo valía Bécquer, que hasta escribía con faltas de ortografía, se lo debía a la ayuda de su amigo catedrático. Y la posteridad sin enterarse.
Lunes, 8 de febrero
EL MUNDO AL REVÉS
La verdad, en
cuanto choca con nuestros prejuicios, se convierte en “fake news”, en teoría de
la conspiración, en tuit de Trump.
Martes, 9 de febrero
QUÉ SOLOS
A Marian Suárez la conocí a finales de los setenta, en casa de Ana de Valle, la poeta que entonces comenzaba a salir de su ostracismo (había publicado un libro antes de la guerra y luego conocido el exilio y el silencio), junto a José Manuel Feito, Eugenio Bueno, Herme G. Donis y otros poetas. De aquellas tertulias, surgió una página literaria en La Voz de Avilés y un premio. El primer poeta premiado fue Felipe Benítez Reyes y con motivo del fallo hubo una mesa redonda sobre poesía en la que participaron José Hierro, Enrique Molina Campos y Luis Antonio de Villena, miembros del jurado, y que yo moderé. Anda por ahí publicada en un libro. Recuerdo que no funcionó la grabadora y que yo la inventé con bastante fidelidad, ya que nadie se quejó. A aquellas reuniones solía ir con Víctor Botas y acostumbrábamos a tomarles un poco el pelo a los que considerábamos poetas locales. Cuando el premio era para poemas, luego fue para libro, y se seleccionaba un poema cada semana, enviamos un soneto de Shakespeare (traducido por Botas), un poema de Eugénio de Andrade (traducido por mí), un poema de Borges… Ninguno fue seleccionado y, como la selección se hacia en una reunión a la que asistíamos, sin voz ni voto, nos reíamos mucho comentando las razones que daban para ello. Éramos entonces un poco gamberros como bien de manifiesto queda en los cuadernos de Óliver. Luego pasaron los años, el tiempo fue llevándose muchas cosas por delante, y aquellos contertulios a los que mirábamos un poco por encima del hombro fueron convirtiéndose en fieles amigos. Yo vivía en Oviedo, pero todos los sábados iba a Avilés y me encontraba con ellos. Sigo siendo un poco irritante y, en las comidas que organizaba Marian (siempre tan buena anfitriona), aprovechaba para reavivar viejas rivalidades entre ella y José Manuel Feito, las dos estrellas de “Jueves Literarios”. O para discutir con ambos de cualquier cosa, que es mi deporte favorito. No me lo llevaron nunca a mal y eso que siempre ponía peros a la poesía de una, por irracional, y de otro, por tradicional, algo que no suelen soportar los poetas. Uno no se da cuenta de lo que necesita a alguien hasta que falta. Primero se fue Feito, mi amigo Feito, el cura de Miranda, a quien le llevé la contraria en tantas cosas y con quien tanto en común tenía y tengo (algunas veces, cuando comíamos juntos, a mí también me tomaron por cura), y hoy abandona el banquillo Marian, con quien la vida fue cruel en los últimos años, y siento un desgarro que no me habría imaginado en aquellos tiempos de vino y rosas en que Víctor Botas y yo hacíamos de burlones abogados del diablo. Habría que parafrasear a Bécquer: “Dios mío, qué solos / se quedan los vivos”.
Miércoles, 10 de febrero
EL NEGOCIO DEL SIGLO
Medio en broma, medio en serio, repito a menudo que no hay mal que cien años dure y que, muy probablemente, dentro de treinta años, en 2050, cuando cumpla cien años, podré celebrarlo sin restricciones, con un banquete y un acto literario al que pienso invitar al presidente de la República. “¡Qué optimista eres, Martín! Para entonces, si hay suerte, es posible que haya presidente de la República, a fin de cuentas ya tenemos vicepresidente republicano, pero lo que no habrá acabado será el desastre sanitario. Políticamente es muy rentable y económicamente ha propiciado el negocio del siglo. ¿Tú crees que importa algo la salud y el bienestar de la gente comparado con eso?”
Viernes, 12 de febrero
USTEDES PRIMERO
“¿Te vacunarás,
Martín?”, “¡Por supuesto! Pero uno es un caballero, y como el capitán que no
abandona el barco hasta que no lo hayan hecho todos los pasajeros, yo no me
vacunaré hasta que ni uno solo de los aproximadamente seis mil millones de
habitantes del planeta hayan recibido su doble dosis. No quiero privilegios”.
Sí, los días de vino y rosas no volverán.
ResponderEliminarDan ganas de conocer esos originales de Bécquer. Seguro que tienen sabor de selva, antes de ser jardín.
ResponderEliminarLos originales de Bécquer ya se conocen, Jesús, están en el "Libro de los gorriones". Y deben poco o nada a su amigo el docto y envidioso profesor.
ResponderEliminarTejero salvador de la actual democracia. Vaya paradoja! Supongo que Tejero salvó una democracia, que en el fondo quería derrocar, para imponer por la fuerza de las armas un gobierno autoritario y el golpe se desinfló cuando el rey se percató de la imposibilidad del triunfo militar. Espero que a la celebración de los cien años de JLGM acuda el Presidente de la República.
ResponderEliminarLa salvó sin pretenderlo, claro. No sabía que su "gallarda" ocupación del congreso era solo el pretexto para una operación político-militar que no solo contaba con el beneplácito del rey, sino de muy significativos políticos (y no solo de derechas).
ResponderEliminarCreo que queda claro lo que JLGM quiere decir con ese "Tejero salvó la democracia". Y yo estoy de acuerdo. El rey se acojonó (permítaseme la expresión) al ver por televisión la asonada bananera de la Guardia Civil y se dió cuenta de que había que pararlo y dijo aquello que le traiciona: "Ya no me puedo volver atrás". Parece que había varios golpes en proyecto y el que estalló primero, el de Tejero, era el más chapucero y bravucón. Y eso nos salvó
EliminarSe me ha pasado comentar un detalle. Dice también JLGM: "una operación político-militar que no solo contaba con el beneplácito del rey, sino de muy significativos políticos (y no solo de derechas)" Sí, no sólo de derechas. Recuérdese la cita de Enrique Múgica con Armada en Lérida. Por cierto, Múgica está en todas las salsas conspiratorias desde el año 1956 -encuentros con Federico Sánchez, detención por la policía franquista- hasta su muerte (PCE, PSOE, PP...)
EliminarNo parece que las cosas fueran exactamente como tú las cuentas, Benito. Lee el libro recién publicado y recapacita sobre los datos que en él se dan, muchos de ellos tomados del sumario, que no se había hecho público hasta ahora. El rey no se acojonó, quizá le fastidió que Tejero fuera tan bruto, pero Tejero fue incitado a ocupar el congreso por Armada-Milán (muy amigos del rey) para propiciar la formación de un gobierno de salvación nacional presidido por Armada. El rey no desautorizó el golpe y mandó retirar el bando a Milán hasta que esa solución no fracaso (por la cabezonería de Tejero).
ResponderEliminarNo he leído el libro que comentas. Hablo de oídas por lo que he hablado tanto con periodistas que estudiaron el caso en su momento (y que se autocensuraron en lo que escribieron) como con algunos militares. Espero que algún día sepamos la verdad verdadera ahora que ya hemos descubierto que el rey (emérito) está desnudo. Saludos
Eliminar¿Todavía estáis con eso? Pues la actualidad nos pone de morros con Pablo Hasel.
ResponderEliminarNo le ha salido mal la jugada.
Yo no lo conocía, ahora sí
A Juan Carlos, Borbón , y a él, se les podría meter en la misma celda, a ver si hacen migas
Me gustaría saber a quién diablo incita este mindundi con afán de notoriedad. A otro perro con ese hueso. No representa a nadie más que a sí mismo. Tiene que haber otra manera de bajarle los humos a este figurón: sanción económica, trabajos comunitarios... Pero ¿cárcel? Ni que fuera Jomeini condenando a muerte a Rushdie. Ay. Me parece todo, en este particular, desproporcionado y, por tanto, injusto. Ya se está tardando en cambiar lo que se tenga que cambiar de este despropósito de ley.
ResponderEliminarAlejandro Lérida
Alejandro, el escándalo, la bronca, siempre ha vendido.
EliminarComparando "artistas" a Miguel Bosé lo crucificaron hace poco por dar una opinión. Y es un artista auténtico, que se ha ganado la vida con eso.
Ahora el rapero gilipollas se presenta igual, apoyado por cierta gente.
Es lo que hay.
La difamación corre por las venas de jaurías de perros, y es peor que la cárcel.
ResponderEliminarEl totalitarismo, el fascismo, es especialista en esta técnica. Pasternak, Tsevetaiva, Sholzetizsim, por no seguir, fueron víctimas en la unión soviética. En Alemania, Walter Benjamin, los judíos en general.
Perdón por el oximeron, jauría sólo puede ser de perros.
ResponderEliminarEso no es del todo exacto. Vea: https://www.amazon.es/Una-jaur%C3%ADa-lobos-Submarinos-1918-1945/dp/8441431108. En general, y aunque la aplicación más usual del término se refiere a los perros, domésticos o salvajes, se emplea a veces también con otros cánidos.
EliminarMás que "oxímoron", pleonasmo. ¿No, Víctor?
EliminarY, por cierto, oxímoron (no "oximeron") es un término retórico que se emplea para la figura que combina dos palabras o expresiones de sentido opuesto. La "luz oscura" de los gnósticos es un posible ejemplo.
EliminarEra un pleonasmo, me disculpo de nuevo. Pero lo pensé. No puedes hablar de jauría de lobos, sería una manada.
ResponderEliminarSin entrar en demasiadas disquisiciones, jauría se refiere a cánidos domésticos, Jose. Yo no conozco otros que los perros.
Saludos.
Bueno, excepto "La jauría humana", magnífica película de Arthur Penn, que sólo conseguí ver una vez.
ResponderEliminarPor misteriosas razones desapareció de todas las carteleras.