sábado, 6 de febrero de 2021

Después y todavía: Leer la vida

 

Sábado, 30 de enero
¡TODOS A CASA!
 

Iris Murdoch, como me ocurre a mí, tenía en más aprecio a la imaginación que a la fantasía: “La imaginación es una herramienta para comprender el mundo mientras que la fantasía es una forma de fabular el mundo para concebirlo tal como nos gustaría que fuese”.

            La imaginación es el guionista de la vida. Yo siempre, antes de dormirme, le hago preparar al menos dos guiones para el día siguiente. En lo que depende solo de mí, el plan A no suele fallar; cuando hay otros coprotagonistas, lo más frecuente es que tenga que echar mano de opciones alternativas.

            La fantasía cura las heridas de la realidad. De noche, para propiciar el sueño, y ya bien precisado el guion del día siguiente, abro la puerta de la fantasía y encuentro, en un sótano de Estambul, muy cerca del Gran Bazar, en una de las callejuelas que bajan de Santa Sofía hasta el Cuerno de Oro, un revuelto montón de manuscritos salvados de la biblioteca de Alejandría por un ayudante del general árabe Amr Ibn al-As, al parecer siguiendo instrucciones del propio general. Como es sabido, el conquistador de Alejandría le preguntó al sultán Omar qué tenía que hacer con los miles y miles de libros de la biblioteca. El sultán, muy creyente, le respondió: “Si están de acuerdo con el Corán, son inútiles; si no están de acuerdo, son perjudiciales, así que mejor la destrucción, el fuego”. El general cumplió la orden, aunque con gran dolor de su alma porque era aficionado a la lectura. Pero volvió la vista hacia otro lado, cuando uno de sus ayudantes, salvó y escondió todo lo que pudo, parte de lo cual aparece ahora en el sótano de una vulgar tienda de alfombras. Lo primero que leo, desempolvando el griego que aprendí en los cursos comunes de la Facultad, son poemas de Safo que me parecen desconocidos. Con el teléfono, fotografío alguno y se lo envío a Aurora Luque, quien enseguida me responde deslumbrada y segura de su autenticidad.

            Otras veces, recibo en herencia trescientos o cuatrocientos millones de euros y me dedico a disponer de ese dinero de la mejor manera posible. Últimamente, me ha dado por financiar un movimiento político transversal en el que caben personas de las más diversas ideologías políticas. Su lema  sería “¡Todos a casa!”,  y su finalidad retirar de la política a quienes han gestionado el mundo en los últimos meses. ¿Emmanuel Macron? ¡A casita a leer a Montaigne y a cultivar orquídeas con su señora! ¿Pedro Sánchez? ¡A escribir libros de autoayuda!

            Naturalmente, como se trata de una fantasía, no falta el momento en que los lideres mundiales –preocupados por la desafección creciente de sus electores-- se acercan a mi despacho y me ruegan que, por favor, dado que golpear cada vez más duro a la población ya no sirve para nada, les dé yo alguna solución para acabar con la epidemia.

            ---Soluciones mágicas no tengo, señores mío, y si no las tengo yo es que no las hay. Solo les voy a dar un consejo que aprendí de mi maestro Sancho Panza: “Cuando las cosas están mal, si no puedes mejorarlas, por lo menos procura no empeorarlas”.

            Con estas y con otras fantasías (en las que no voy a entrar aquí porque un caballero nunca habla de esas cosas), me entretengo mientras llega plácidamente el sueño.

Domingo, 31 de enero
TIRARSE DE UN PUENTE
 

“Da la impresión de que te burlas de la enfermedad”, me reprocha mi amigo José Luis Piquero, excelente poeta que para mí se ha convertido, quizá algo injustamente, en el símbolo de la España más sumisa y ajena a cualquier atisbo de pensamiento racional. “No me burlo de la Enfermedad con mayúscula ni deja de preocuparme cualquier otra enfermedad, al contario que a las autoridades político-sanitarias; me burlo, me carcajeo, ridiculizo todo lo que puedo algunas de las medidas que se quitan y se ponen (claro que, si son lo suficientemente dañinas, se ponen pero no quitan) para “protegernos” de la Enfermedad. Y eso de que son medidas sin ninguna justificación sanitaria no lo digo yo, lo dicen los jueces. Rara es la vez que no tumban una de esas medidas si se pone un recurso contra ellas. Adrián Barbón prohibió los exámenes presenciales en la universidad (no en los institutos). El rector recurrió la medida y un juez la anuló porque no estaba justificada sanitariamente. Lo mismo pasó con las elecciones catalanas cuando se quisieron posponer a mayo. ¿Por qué tenemos que andar por las calles vacías con la cara cubierta con un trapo? Pues porque nadie recurrió la disposición del BOPA que obligaba a ello. La justificación que se daba para tomar esa medida era de risa y ahí está (la fecha es el 14 de julio) para quien quiera comprobarlo. ¡Y ningún partido político, ninguna asociación de médicos, que algo deberían saber del asunto, recurrió! Y así estamos, cada vez con más contagios, y echándole la culpa al verano hasta que llega la Navidad y a la Navidad hasta que llega Semana Santa y dando palos y más palos en la espalda de la ciudadanía y especialmente en la de los hosteleros, los chivos expiatorios favoritos de quienes ordenan y mandan”. “En todas partes pasa lo mismo, Martín, pero tú la has tomado con Barbón”. “Y si todos los niños se tiran de un puente, ¿tú también te tirarías?, le preguntan las madres a los niños que justificaban cualquier mal comportamiento escudándose en que los otros niños también lo hacían. Espero que a nadie se le ocurra hacer a nuestro presidente autonómico la pregunta de si él se tiraría de un puente si Feijoo también lo hace. ¡Adrián Barbón se tiraría de cabeza sin dudarlo un instante y llevando de la mano a su consejero de Salud!”

Lunes, 1 de febrero
EL MEJOR REGALO

Ya conocía la anécdota. Se la había oído contar en alguna entrevista. César Antonio Molina habla de su biblioteca en el último número de la revista El Ciervo: “Tendría doce años cuando un día mi padre me llevó a la librería Arenas. El librero era muy amigo suyo. Yo a veces me había colado en ese establecimiento a husmear entre los estantes. Cogiéndome del hombro, mi padre le dijo al dueño: ‘A partir de hoy mi hijo se puede llevar todos los libros que quiera’. Esas palabras determinaron mi futuro”.

Martes, 2 de febrero
LAS COSAS COMO FUERON

Nunca me canso de elogiar el periodismo, la huella dactilar del tiempo que pasa. De las páginas del diario La Nación se rescata Eclipse de Francia, la serie de artículos que Fernando Ortiz Echagüe escribió, de junio a septiembre de 1940, en Burdeos y Vichy. No los pudo enviar hasta octubre de ese año, cuando se trasladó a Lisboa. Mucho se ha escrito --de Maurois a Chaves Nogales, pasando por la obra de teatro Morir por cerrar los ojos, de Max Aub-- sobre inesperada y vergonzosa derrota de Francia. Pero solo Ortiz Echagüe estaba allí y fue dejando constancia de lo que pasaba día a día. El 15 de junio, en Burdeos, firma la primera crónica. Pétain se hacer cargo del poder y los plenipotenciarios franceses marchan a Compiègne para firmar el armisticio. Al día siguiente, un barco, el Massilia, se hace a la mar rumbo a Casablanca, llevando a los que no querían aceptar la situación y “rompían voluntariamente todo vínculo con la patria vencida para intentar la quimera de defenderla bien o mal. La historia nos dirá si hicieron bien o mal”.

            Hoy sabemos lo que dijo la historia, pero entonces no se sabía y Ortiz Echagüe nos presenta a un Pétain aplaudido y querido por la mayoría de los franceses. Y nos da muy precisos detalles para reconstruir aquel tiempo sombrío. El ministro de Asuntos Exteriores le recibe en su dormitorio, ya que en la sede del gobierno de Vichy, el Hotel du Parc, “solo tienen salón para recibir el mariscal Pétain y M. Laval. Los demás ministros reciben en el cuarto que les sirve además de dormitorio y suele ser frecuente ver interrumpida la conversación por la entrada de la planchadora, que trae en un canasto la ropa de Su Excelencia”. Sabemos, por una carta de Marañón, la admiración que sentía el ilustre liberal, coincidente en esto con la mayor parte de los franceses, por los ocupantes: “Los alemanes son de una corrección ejemplar, absoluta, y, a veces, emocionante. Sin duda es táctica política; pero hay que reconocer que un pueblo capaz d esta disciplina, que llega a todos los actos de la vida y no solo en las formaciones, sino en la vida individual de cada soldado, es digno de respeto”.

            Antes de que el gobierno alemán exija al de la zona ocupada la adopción de medidas antisemitas, ya los periodistas franceses –a sueldo del vencedor o simplemente para congraciarse con él-- “firman furibundos artículos antisemitas, piden una política de radical y violenta depuración racial”. Son los mismos periódicos, y a veces los mismos firmantes, que cinco años después pedían una radical y violenta depuración de los colaboracionistas.

            El periodismo, el buen periodismo, nos permite viajar en el tiempo, regresar a una época para contemplarla tal como fue para los que la vivieron, sin las manipulaciones de la historia y la memoria que juegan con las cartas marcadas de conocer el desenlace.

Miércoles, 3 de febrero
LO QUE SE AVECINA
 

Hace unos días vacunaron a una amiga –trabaja en una empresa que cuida de personas mayores-- y desde entonces está baldada, con dolores en el brazo y en la espalda y sin poder dormir. “Mi hermana lo pasó peor, tuvo que ir a urgencias y pedir la baja una semana”, se consuela. “Afirma que esto no es nada, que ya veré con la segunda dosis. Yo por mí no me vacunaría, pero me dijeron en la empresa que solo renovarían el contrato a quienes estén vacunadas”.

            Yo saco mis conclusiones, pero cuido muy bien de exponerlas en público, no vaya a ser que empiecen a lapidarme acusándome de insolidario y antivacunas.

Jueves, 4 de febrero
SIGUEN LAS TERRAZAS
 

El lunes cerraron al parecer las terrazas en Avilés, hoy nada más levantarme me asomo con miedo a la ventana para ver si han hecho aquí lo mismo. Sonrío al verlas dispuestas como siempre en el bar de la esquina. No sé qué razones “sanitarias” habrán dado para permitirnos a nosotros sentarnos a tomar un café al aire libre a la vez que se lo niegan a otros. Me imagino que el que el alcalde de Oviedo, al contrario de lo que ocurre con la alcaldesa de Avilés, sea de un partido político diferente al del presidente del Principado, y por tanto capaz de dar un puñetazo en la mesa cuando la arbitrariedad se pasa de la raya, algo habrá tenido que ver.

Viernes, 5 de febrero
NUESTRAS MISERIAS
 

Cuenta Zenobia Camprubí, en una de las cartas a Gabriela Mistral que se acaban de publicar en el volumen De mujer a mujer, que cuando un escritor italiano, al que el poeta admiraba mucho, quiso visitar en Puerto Rico a Juan Ramón Jiménez, este, que no pasaba por un buen momento, se negó a recibirle. “Todos tenemos derecho a ocultar nuestras miserias”, fue la razón que le dio a Zenobia.

            Ayer me llegó el volumen Leer la vida en el que una treintena de escritores comentan mis diarios, desde el primero, de 1989, hasta el más reciente, este que todavía está en marcha en las páginas de El Comercio. Los colaboradores son, por lo general, muy generosos, pero yo lo he pasado mal con la lectura. Las citas continuas me han hecho recordar al que fui. Y no siempre me he sentido orgulloso. Todos tenemos derecho a ocultar nuestras miserias, y yo tengo bastante habilidad para ocultárselas a los demás, pero no a mí mismo.


17 comentarios:

  1. Y lo peor de las "medidas que se quitan y se ponen" y de los vaivenes de los barones que deciden nuestros encierros y limitan nuestra libertad y nuestra vida es que SE SABE perfectamente lo que contagia y lo que no, pero tienen que hacer el papelón del gobernante riguroso e inflexible.
    Contagian los botellones, el metro atestado de gente, las fiestazas desmadradas en discotecas, las residencias de viejos sin control, las reuniones de mucha gente en poco espacio. No contagia caminar por las calles despejadas de gente, no contagia atravesar la frontera entre dos municipios (y es memo hasta tenerlo que decir), no contagia estar en la calle a las 2 de la madrugada, por qué rayos iba a contagiar.
    La jeta y la caradura de los que imponen estas arbitrariedades la ejemplifica muy bien, en otro contexto, el "sanitario" exministro Illa, en el titular de El País de hoy: "Un referéndum es algo descabellado y no tiene apoyo en la sociedad catalana". ¡Qué exhibición de respeto a la verdad! Uno se pregunta cómo lo sabrá. ¿Habrá ido consultando? Pero para qué consultarlo, si un referéndum ya de por sí es descabellado. Y también se pregunta uno: lo que durante meses nos ha estado contando sobre la pandemia ¿está igual de fundamentado que lo que nos cuenta de la sociedad catalana?
    Patético Illa.

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  2. Nada que decir. La pandemia no la niegas (no te atreves a tanto) pero no te distingo de las huestes que se quitan la mascarilla, se juntan en reuniones masivas, gritan libertad (como si estuviésemos en 1977) y se cuelan en los hospitales para demostrar que no hay saturación y no era para tanto. ¿Que no pienso? Perdona, amigo: ¿no será que no pienso... como tú?

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  3. No, querido Piquero, es simplemente que no piensas y además confundes tus fantasías con la realidad. ¿Cuándo me has visto a mí en una reunión masiva o colándome en los hospitales? O, simplemente, ¿dónde has visto esas reuniones masivas y esos hospitales sin control de acceso (hasta a muchos enfermos se les prohíbe acceder a ellos y se les atiende en la calle)? Será que en Punta Umbría tienen un régimen especial... En lo que aciertas es en que yo me quito la mascarilla siempre que no es necesaria (llevo conmigo un certificado médico por si aparece un policía camuflado entre los árboles) y en que grito libertad, libertad, libertad, todo lo que puedo.

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  4. Puedes gritar libertad hasta desgañitarte porque te parezca un abuso que te cobren impuestos o te obliguen a circular con el coche por la derecha de la vía. No siempre una prohibición atenta contra la libertad (libertad, cuántas tonterías se dicen en tu nombre). Las reuniones masivas las vemos a menudo por parte de gente inconsciente: fiestas, botellones y demás (si tengo que ponerte ejemplos lo hago pero me parece mentira...). Los que se cuelan en los hospitales es un movimiento negacionista organizado y ya lo han hecho varias veces (también puedo aportar los vídeos e informaciones. Claro que hay controles de acceso. No entrar como Pedro por su casa: se cuelan). En fin, tener que explicar todo esto es como bastante innecesario. Y no he dicho que tú hayas hecho estas cosas. Pero te leo y no te distingo de ellos. Tus palabras se parecen mucho. E insisto: no es lo mismo no pensar que no pensar como tú.

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  5. Piquero, ya queda claro para los lectores que no te caricaturizo en nada. Todo lo contrario: eres aún más inverosímil de lo que pareces en mi caricatura. Tú careces, por lo que parece, de sentido de la realidad. Ves el mundo a través de las informaciones de una pantalla. ¿Dónde hay botellones? ¿En Asturias, en Punta Umbría o en algún lugar innominado y no se sabe en qué fecha? Si hay botellones, para eso está la policía. Lo de si hay un movimiento negacionista que se cuela en los hospitales, pues en el ancho mundo cualquier disparate es posible (e Internet nos informa de ello para nuestro entretenimiento), lo que es seguro es que aquí en Asturias no se ha colado en ningún hospital (no sé si en algún lugar del resto de España). Y el que uno proteste de ciertas concretas, muy concretas y muy estúpidas medidas (que no puedas sentarte dentro del café cuando llueve, un interior aireado y con pocas mesas por la limitación de aforo, por ejemplo, o en otros momentos que no puedas sentarte en la terraza y sí tomar el café de pie ante la puerta), no quiere decir que critique todas las limitaciones a la libertad, solo las estúpidas y que en nada benefician al control de la pandemia.
    Eres tu propia caricatura, querido amigo; sigue, sigue respondiendo. Pero ya no creo que representes a la mayoría, mucho más sensata.

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  6. Me parece, Martín, que vas a tener que repetir lo que ya has dicho varias veces. Lo de los botellones, si hay un control policial militar como en el primer confinamiento... Lo de circular obligado por la derecha, mejor es dejarlo.

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  7. No, no sigo. Además de ser de los que se pierden en el detalle y no ven el conjunto, de los que miran el dedo en vez de la luna, cuando discutes juegas muy sucio, usas trampas de tahúr y todas las falacias argumentativas del catálogo. No vale la pena.

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    1. Pues vaya manera de dejarlo acusarme jugar sucio, de hacer trampas de tahúr... Yo si lo dejo (contigo) sin acusarte de nada.

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  8. En el futuro se estudiarán las supersticiones del presente.
    Como hizo Feijoo en su momento.
    Hay dos declaradas:
    1.-Los virus, este o el otro. La ciencia que tenemos ni siquiera puede clasificarlos en una taxonomía. Dicen que no son seres vivos, pues no se reproducen entre sí.
    Los dogmas de la ciencia son tan o más peligrosos que los de la religión.
    2- El "cambio climático". Pase lo que pase todo se debe a esta superstición, no demostrada de ninguna manera.
    Nada hay que cambie más que el clima.
    Hace calor, el cambio climático, hace frío, el cambio climático...Nieva sobre Madrid como nunca, pues lo mismo.
    Se rompe una presa, se desborda un río.
    El cambio climático.
    Pues ya podían conocer algo más.
    Alguien entrará en polémica
    Le espero

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  9. Piquero, sólo piensa él.
    Me alegro de tener conocimiento de ti. Como esto no es la tertulia, y donde ninguno coincidimos en nada, y daría mucho que hablar. Nos conformamos.
    A mi ya me ha quitado el nombre, soy "unknown". No queda mal, parece un superhéroe.

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    1. No sé quién será este desconocido. De hecho, no debería estar aquí. He puesto en la administración del blog que no se admiten comentarios anónimos. Parece que no funciona. Bastaría que el comentarista escribiera su nombre al final del texto si es que por alguna razón no figura al comienzo.

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  10. Hay incongruencias desde marzo del año pasado que no se sostienen por más que se insista. Mi hija de 4 años me preguntó por qué no podemos ver a los titos, primos y abuelos desde hace semanas. Yo le respondí que como el coronavirus está otra vez desatado no podemos juntarnos más de 4 personas, para evitar contagiarnos unos a otros. «Pues en la clase somos muchos compañeros, papi, ¿entonces no vamos al cole?». «Sí, hija, al cole hay que ir». Y me tuve que morder la lengua. Pero aquí no me la voy a morder. No voy a negar, ni mucho menos, que la presencialidad es fundamental en educación, pero no a cualquier precio. En el verano las recomendaciones sanitarias para evitar contagios fueron que a partir del inicio de curso no hubiera más de 15 alumnos por aula o bien 1,5 metros de separación entre alumnos. Ni una ni otra medida se han cumplido, no ha habido voluntad política para cumplirlas, ni por parte del gobierno central (podían haber obligado a las comunidades autónomas a cumplirlas mediante decreto ley) ni por parte de los gobiernos autonómicos ni locales. En más de medio año no fueron capaces de coordinarse para reducir ratios ni habilitar los espacios municipales necesarios. Bien. Luego nos vendieron que los protocolos covid en los colegios e institutos son poco menos que el bálsamo de Fierabrás, y que con los grupos burbuja estaría todo controlado. Cualquiera que conozca un colegio o instituto sabe que hay profesores que entran, desde Infantil a Primaria pasando por la ESO y Bachillerato, a más de un aula (los especialistas de Inglés, E.F. y otros). También se dijo en verano, antes de empezar el curso, que una IA de más de 250 a 14 días era señal de que el virus estaba descontrolado en el municipio, y que lo más sensato sería cerrarlos por 15 días, hasta que bajara la IA. Ahora bien, como nuestros egregios políticos han decretado que los centros educativos son no lugares, pues nos encontramos con IA de incluso 2500 y aquí no pasa nada (se han negado a concretar normativamente cuándo se cierra un centro educativo). El primer trimestre fue muy bien, mejor de lo que todos esperábamos, pero desde que empezó el segundo trimestre el descontrol es tremendo. Como tampoco tenemos los rastreadores necesarios (¡tenemos la mejor sanidad del mundo!) resulta que en torno al 50% de los contagios son de origen desconocido. Pero, repitan conmigo, «los colegios e institutos son lugares seguros». Y claro, me pregunta indignado un amigo hostelero que cómo es posible que no le dejen abrir con sus mesas separadas en la terraza, al aire libre, si se dejan abiertos los centros educativos. Y yo tampoco lo entiendo, la verdad. ¿No podría estar una unidad de convivencia familiar sentada en la mesa de la terraza respetando la distancia con otras mesas? Un mes más, como mucho, podrá aguantar así cerrado antes de irse a pique.

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  11. Bien, Luis.
    Te explico. Entre sus competencias, cada C.A. puede decidir
    En el tercer nivel curricular, son los centros, su dirección quien decida.
    No se soluciona por R.D. Es más difícil.
    Un saludo, Víctor

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  12. Este tal Unknown debe ser pariente del primo de Rajoy. Equiparar religión y ciencia es la estupidez más grande que uno ha leído por aquí últimamente (y se leen estupideces a mansalva), porque precisamente son dos de las cosas más contrarias que hay en la vida. ¿Dogmas en la ciencia? Me parece que está usted más perdido que el barco del arroz. La religión se sustenta en la fe y los dogmas, apela a lo irracional; la ciencia se fundamenta en la razón, y funciona mediante el método científico (consistente en la observación sistemática, la medición y experimentación, la formulación, análisis y modificación de hipótesis). Lo de negar el cambio climático es para mear y no echar gota. No se haga más daño, deje de hacer el ridículo y trate de informarse un poco. Agárrese al sofá o a la copa: al parecer, el cambio climático, lejos de ser una superstición como usted cree, tiene toda la pinta de ser la causa de esta pandemia que nos asola. Aquí le dejo un enlace para que se libere, en parte, de la empanada mental en que se encuentra (EL PAÍS
    https://elpais.com/ciencia/2021-02-05/el-70-de-los-ultimos-brotes-epidemicos-han-comenzado-con-la-deforestacion.html)

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  13. Se muere mi madre. Esto se acabó

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  14. Pues lo siento mucho, Unknown, pero también murió la mía, y la de muchos, y la de todos. Y nada se acabó. Y moriré yo, y morirás tú, y vendrán generaciones de seres nuevos que no tendrán la menor idea de que un día existimos. Y la indiferencia parecerá cruel, pero nada se acaba, todo continúa.

    Somos unidades efímeras de una especie gregaria, y por cierto, muy (auto)destructiva. Las unidades, a escala biológica, son sacrificables a cambio de que la especie perdure. Sin la concepción naturalista, biológica, nunca se comprenderá nada. Importa encajar estas verdades con entereza y sin Angst, que dicen los germanos.

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