sábado, 21 de junio de 2025

Al servicio de quien me quiera: El arte de envejecer

 

Sábado, 14 de junio
HABLO DE POLÍTICA

Nunca llueve a gusto de todos. Antes me reprochaban que no hablaba más que de política; ahora, con la que está cayendo, que no dedique ni una línea a cónyuges, hermanos y demás corruptos.

            ---Eres como todos. Cuando se pringan los tuyos, miras para otro lado.

            ---Al  contrario, que se pringuen los míos me indigna doblemente, me parece que me salpican también a mí. Lo del hermano, la mujer del presidente y el fiscal general no me salpica de ninguna manera, ni al presidente ni a nadie, solo a las juezas y jueces que han decidido desde el principio que son culpables y luego, como en Alicia en el país de las maravillas, ya se verá de qué. Y el que la oposición pusiera el grito en el cielo y hablara de mafia y apocalipsis con esa guerra judicial de libro, con esas acusaciones populares y jueces por oposición arrimando el ascua a sus intereses políticos, nos ha venido bien. Se han quedado sin adjetivos para calificar lo que es una vergüenza y un mayúsculo escándalo. ¿Cómo pudieron ser ministro y viceministro oficioso ese par de impresentables? Lo del taimado Santos Cerdán es otra cosa: tan cauto que podía engañar al lucero del alba. Y lo habría engañado si no fuera porque al tal Koldo, menudo ejemplo de ascensión social y de hombre hecho a sí mismo, le dio por jugar a Villarejo y grabar las conversaciones con sus compinches. En esta trama, Santos Cerdán quiso jugar al papel de Alfonso Armada, aparecer como salvador cuando estaba más implicado que nadie. De aquel golpe con impulso soberano nos salvó la terquedad de Tejero, de esta suciedad nos salvó la estupidez de Koldo, tan listo por otra parte. Tendremos que agradecérselo.

            ---Tú siempre tratando de darle la vuelta a la tortilla. Pero me imagino que ya te habrás caído de la burra en lo que se refiere a Pedro Sánchez. Le apoyaste desde el principio cuando le expulsaron de la secretaría general. Por las hemerotecas, anda tu clamor de entonces. E incluso te afiliaste al PSOE, tú tan alérgico a cualquier disciplina, solo para votarle en aquellas primarias en las que, al contrario de lo que ocurre en otros países, no podían votar los simpatizantes.

            ---Cierto.

            ---Ahora, me imagino, estarás no solo arrepentido, sino avergonzado.

            ---Ahora estoy con Pedro Sánchez más que nunca. Es la viga maestra que impide que se derrumbe sobre nosotros la negra marea de los Trump, los Milei y los Netanyahu. Espero que no se rinda, que plante cara y que solo se vaya cuando lo decida el parlamento.

            ---¡Eres de lo que no hay!

---Hay bastantes como yo, no te preocupes; por lo menos media España, aunque repartidos desigualmente.

            ---Muy poquitos en la España de verdad y muchos en la que no quiere ser España.

            ---No nos metamos en ese jardín. Quedémonos en lo que tiene de bueno el asunto. Hemos encontrado una panda de facinerosos, o de presuntos facinerosos (esperemos que los jueces hagan ahora su trabajo), y ninguno de ellos podrá disfrutar de su botín en Abu Dabi, que afortunadamente la constitución española solo da licencia para corromperse a un español: el que ocupe la jefatura del Estado.

            ---Estás descalificando la constitución más democrática que hayamos tenido nunca.

            ---No la descalifico yo, la descalifican los “expertos” (pero no, por lo que yo sé, el tribunal constitucional, que no se ha pronunciado) que afirman que, por muchos indicios que haya del cobro de comisiones ilegales y de utilización de dinero público para fines particulares (encuentros con amantes, por ejemplo, que se lo pregunten a Bárbara o a Corina) por parte del anterior jefe del Estado no hay lugar a investigarlo y llevarlo ante la justicia porque esas vergüenzas las tapa la constitución. Aterra pensar que a un Koldo en la jefatura del Estado no habría quién le tosiera. Para hacerse de inmediato republicano. Afortunadamente la constitución (que yo voté y no me arrepiento) no dice eso: el Rey solo no es responsable de su actividad política, esto es, de los actos que son refrendados por el presidente del gobierno o por el ministro correspondiente, que son los responsables de los mismos. En su vida privada, si atropella a alguien cuando conduce bajo los efectos del alcohol o defrauda a Hacienda, se le aplica el código penal, como a cualquier ciudadano. De la constitución no se deduce otra cosa, a no ser que se lea de mala fe o con intenciones espurias.

Martes, 17 de junio
MARTILLAZOS

Me temo que no escogí bien la lectura para el primer café en este día de mi cumpleaños. José Ingenieros titula uno de sus capítulos de su libro El hombre mediocre “La vejez niveladora” y sus frases van cayendo sobre mí como martillazos:

“La sensibilidad se atenúa en los viejos y se embotan sus vías de comunicación con el mundo que los rodea”.

            “El viejo tiende a la inercia, busca el menor esfuerzo; así como la pereza es una vejez anticipada, la vejez es una pereza que llega fatalmente en cierta hora de la vida”.

            “El viejo odia todas las fuerzas vivas que crecen y avanzan, siente un sordo rencor contra todas las primaveras”.

            “La psicología de la vejez denuncia ideas obsesivas absorbentes. Todo viejo cree que los jóvenes le desprecian y desean su muerte para suplantarle”.

            “¿Cómo asombrarnos de que la vejez nos haga avaros, misántropos, regañones, cuando no va entorpeciendo paulatinamente los sentidos y la inteligencia, como si una mano misteriosa fuera cerrando todas las ventanas entreabiertas frente a la realidad que nos rodea?”

            Yo no me veo así, pero qué importa: “Es evidente que el individuo ignora su propio crepúsculo; ningún viejo admite que su inteligencia haya disminuido”.                

Como mi admirado Sherlock, tendré que ir pensando en dedicarme a la apicultura y dejar para otros la tarea de aclarar los enigmas de la condición humana.

Miércoles, 18 de junio
MUERTE EN VENECIA

Me llega la noticia de que ha muerto en el Lido veneciano el pintor Elías García Benavides. Un lugar muy literario para morir. No estaba allí como turista. Pasaba la mitad del año en Venecia, donde tenía casa con una altana desde la que se veía alzarse sobre los viejos tejados el esbelto campanile de los Santi Apostoli.

            Ilustró, con grabados originales, un libro mío de aforismos y poemas sobre la ciudad de Venecia editado por Fermín Santos. La tirada era mínima, creo que treinta ejemplares, y el precio prohibitivo. No sé si se vendería alguno. Lo presentamos en una librería y taller de grabados que estada al lado de Ca Foscari, junto a un puente muy concurrido de estudiantes y un sigiloso canal.

En uno de mis aforismos, que leí en la presentación, decía algo así como que la última pincelada a la obra de arte que es Venecia se la había dado Napoleón. Buena la hice. Uno de los asistentes protestó indignado y se le unieron en seguida otros venecianos de pro. Napoleón es una bestia negra en aquella ciudad, casi tanto como el turismo. No recuerdo cuántos cientos de iglesias me dijeron que había destruido. Pero yo, que no me amilano y que como don Juan Tenorio donde quiera que voy llevo el escándalo conmigo, insistí: “Sin Napoleón, la plaza de San Marco que está en la memoria de todos no sería lo que es; y Venecia, sin la espina dorsal de la Strada Nova, también napoleónica, resultaría inhabitable”.

            Benavides hizo, como Fortuny, de Venecia su ciudad, captó sus cambiantes colores, sus silencios y su música, y murió en el Lido, como el torturado personaje de Thomas Mann. Le recuerdo recriminándome mi falta de tacto (elogiar aquí a Napoleón es como elogiarlo el dos de mayo en Madrid) y llevándome luego a una galería de arte muy cerca de la iglesia de San Moisés en la que se vendía la cabeza de un dios, obra de mi escultor favorito, Igor Mitoraj, por solo medio millón de euros. 

Jueves, 19 de junio
DECÁLOGO
 

Diez cosas, por lo menos, que me ponen de buen humor:

            Dios y don Quijote, la Biblioteca de Alejandría y el Museo del Prado.

            Los periódicos que cada día traen un nuevo capítulo de mi novela por entregas favorita, la historia del mundo.

            Nueva York y Venecia, Aldeanueva del Camino y Segura de Toro.

            Los libros que leer cada día y que me esperan sin falta cada día en la mesa de novedades, en un mercadillo o el buzón del correo.

            Haber olvidado el daño que me hicieron y no poder olvidar, aunque lo intente, el que hice.

            No haber tenido hijos, pero sí nietos.

            El café y el vaso de agua que me traen sin pedirlos en cuanto entro en Noor, en Los Porches o en el McDonald’s de Los Prados, siempre con un libro en las manos.

            Que me toque recoger a los niños a la salida del colegio.

            La conversación interminable con fieles o cambiantes amigos que empezó en 1980 y que todavía continúa todos los viernes a la siete de la tarde.

Haber conocido el amor y haber salido indemne.

Viernes, 20 de junio
UN CANTAR

“El arte de envejecer / es un arte complicado, / pero qué fácil parece / si me llevas de la mano”.


sábado, 14 de junio de 2025

Al servicio de quien me quiera: No quise saber

 


Sábado, 7 de junio
MIRO PARA OTRO LADO

---¿Has leído la novela de Lio Schumer, que en realidad se llama Lioba Schuhmacher y es catedrática de Filología Inglesa en tu universidad?

---Yo no leo novelas y menos de aficionados al género.

---Desde un jardín en Lausana no es una novela es una investigación sobre un “true crime” en la que por razones legales se disfrazan, poco, los nombres de los protagonistas, un prestigioso lingüista, una joven alumna suya que lo seduce y la esposa del primero a la que someten a un minucioso tormento para privarla de su hijo, sus bienes y hacerla enloquecer. Cuentan para ello con la complicidad de las gentes de Vetusta. Un crimen perfecto que si ahora sale a luz es por la saña con la que se quiso borrar cualquier vestigio de esa mujer maltratada durante los homenajes en el centenario del ilustre académico. A tu admirado Ángel González, que hace un breve cameo, se le llama Serafín Gómez.

---Pues lo siento mucho pero no pienso leer una supuesta novela que parece más bien un vengativo libelo.

---Sí, mejor que no la leas. Ese crimen tuvo muchos cómplices, en mayor o menor grado, toda la bien pensante Vetusta, y no vaya a ser que al final descubras que tú fuiste y has seguido siendo uno de ellos. Mejor practica la técnica del avestruz, mira para otro lado, que es lo más recomendable para llevar una vida sin problemas.



Lunes, 9 de junio
DE DÓNDE VENIMOS

Ayer vi en el escaparate de la librería de viejo que tengo al lado de casa, y que tantas alegrías me proporciona, una edición facsímil del semanario falangista Arriba. Hoy, cuando paso a comprarlo, ya no lo veo. Me extraña que se haya vendido tan rápido. “No, no se ha vendido –me dicen--. Lo quitamos del escaparate porque nos dijeron que podíamos ir a la cárcel”. Sonrío. ¡Hay que ver cómo interpretan algunos las leyes de la memoria histórica!

Junto a la reproducción de Arriba, viene la de No importa, que lo sustituyó tras el triunfo del Frente Popular. El editorial de uno de los últimos números, el del 6 de junio de 1936, se titula “Justificación de la violencia”. Con letras mayúsculas se afirma: “Ya no hay soluciones pacíficas”. Y continúa: “La guerra está declarada y ha sido el gobierno el primero en proclamarse beligerante”.Termina reclamando para la Falange “los laureles frescos de la primacía en esta santa cruzada de la violencia”.

Paso la página y me encuentro con un suelto anónimo: “Un falangista muerto y vengado”. En un enfrentamiento de dos falangistas con veinticinco o treinta comunistas (muchos parecen), estos hirieron mortalmente de un tiro a Pascual López Gil. “Dos días después irrumpieron en una taberna de la calle Cartagena, donde esos comunistas se reúnen, varios camaradas del caído, y con armas de fuego y blancas, dieron muerte a cuatro de los comunistas”.

Conviene recordar de dónde venimos, pero confiemos en que no sea una profecía de a dónde vamos.



Miércoles, 11 de junio
TINTA DE CALAMAR

¿Pero has visto la que se está armando con el asuntillo ese de Chaves Nogales? Réplica va y contrarréplica viene. Ahí echa su cuarto a espadas hasta el lucero del alba. Lo que me sorprende es que la principal afectada, la doctora Morató, no diga ni pío. ¿No te lleva eso a sospechar que pueda ser un heterónimo de Juan Bonilla?”, escucho en un mensaje de voz a mi amigo José María Sánchez y Torreño.

“La verdad es que he dejado de seguir esa polémica”, le respondo por escrito. Todo es tinta de calamar esparcida por Juan Bonilla para tapar el poco elegante, por decirlo de alguna manera, comportamiento de su esposa, la doctora Morató. Que no es, por cierto, un invento suyo, como quizá lo sean algunos de los (y de las) comentaristas que intervienen en esa batallita; de serlo, tendría mejor prosa. Lo único que ha quedado claro es que lo que textualmente afirma en su nota a la edición (“Los artículos pertenecientes al medio argentino fueron localizados por el editor y poeta Abelardo Linares”) resulta incierto: antes de él los localizaron otras personas. Lo que tendría que hacer no es esconderse tras su locuaz cónyuge, sino pedir disculpas del error y redactar esa nota como debería haberla redactado desde el principio: “Los artículos aparecidos en el diario argentino El Sol me fueron facilitados por el poeta y editor Abelardo Linares, quien viajó a Buenos Aires para repasar número por número la colección del periódico, los fotografió, encargó su transcripción, revisión y una primera maqueta de los mismos con destino a su publicación, junto a otros encontrados y transcritos por mí, en la editorial Renacimiento; esa edición la firmaría y la prologaría yo”. Y que luego explique su oficioso abogado defensor, si puede, por qué cuándo se marchó, por muy respetables razones, en las que no vamos a entrar, a otra editorial no devolvió el trabajo ajeno o al menos pidió permiso para utilizarlo,



Jueves, 12 de junio
EL AZAR OBJETIVO

Me llega un tomo con “los textos esenciales” de un filósofo argentino, Vicente Fatone, al que ni siquiera había oído mencionar, y al hojearlo al azar lo primero que me encuentro es un artículo que a más de uno de mis contertulios habituales le parecería que habla de mí. “Yo siempre tengo razón”, se titula. Y la frase inicial: “Quien no piensa como yo está equivocado”.

Y algo puede aplicárseme, me temo, aunque yo matizaría el título para hacerlo verdadero: “Yo siempre tengo razón, salvo cuando no la tengo”. Pero eso ocurre pocas veces, añadiría.



Viernes, 13 de junio
EL ESQUELETO EN EL ARMARIO

No quise saber y, sin embargo, supe” se lee al comienzo, tan impactante y tan memorable, de Corazón tan blanco. Yo no quise leer y sin embargo leí Desde un jardín en Lausana,  aunque sospechara que de su lectura no podía salir indemne. Es la historia de un crimen legal. Apenas conocí a la víctima, a la solo que alguna vez vi, ya como Ofelia con la razón perdida, toreando el tráfico en las calles de Oviedo, pero he tenido mucho trato con los verdugos y sus cómplices.

El acto central de esta Tragedia en tres actos, como la novela de Agatha Christie, es el pleito para lograr una anulación matrimonial. Ya sé que ninguna separación es fácil, que en todas la parte contraria es un ser deleznable, que suele asomar en ellas lo peor del ser humano, pero en este caso, en tiempos en que no había divorcio e intervenía un tribunal eclesiástico, la negrura y la crueldad se acentuaron.

La autora toma partido por la esposa, cierto, y sus opiniones y su información pueden resultar discutibles, pero los documentos que aporta son irrefutables. El 17 de junio de 1969 –yo cumplía 19 años y era estudiante universitario-- se reúnen los abogados de ambas partes y, ante la petición de la mujer de que le sea concedida “la posibilidad de continuar en el uso de la vivienda común de la que, realmente, el marido poco uso hace”, el representante del marido responde que quien debe quedarse con la vivienda es este por ser un catedrático de universidad de reconocido prestigio y tener en ella su despacho y biblioteca. Su mujer y madre de su hijo, que entonces cursa estudios universitarios en Valladolid, “en rudo contraste es una mujer sola, sin carrera ni profesión de ninguna clase, que encuentra sencillo y fácil acomodo y acogida en régimen de habitación con derecho a cocina, o sin ella, o incluso en régimen hotelero; y no digamos si, como mujer que no puede desconocer ‘las labores propias de su sexo’ colabora en el régimen doméstico, limpieza, arreglo de camas, etc., habitual en toda casa”.

A Clarisse Grenier, hija de un catedrático suizo, con estudios universitarios (aunque sin título, los abandonó al casarse), esposa durante mas de veinte años de un profesor que acabaría en catedrático ilustre, madre de su hijo, colaboradora de muchas de sus obras (le traducía la bibliografía científica de las lenguas que él ignoraba o conocía insuficientemente, le mecanografiaba los textos), se la expulsó de casa, se la condenó a vivir de pensión en pensión, no se le concedió ayuda económica alguna. ¿Cómo no iba a enloquecer hasta convertirse en objeto de mofa para la clasista Vetusta y morir, abandonada de todos, en un centro psiquiátrico? Su hijo, que entonces no fue capaz de reaccionar y hacer lo que debía, ahora, arrepentido, colabora en esta reivindicación de una mujer ejemplar, despojada de todo con el permiso de la autoridad competente.

Yo hubiera preferido no leer, pero he leído, y ya no puedo considerar de la misma manera a quien tuve por maestro y a quienes tuve por amigos.



sábado, 7 de junio de 2025

Al servicio de quien me quiera: Increíble, pero cierto

 


Domingo, 1 de junio
COMIENZAN LOS REGALOS

La película que voy a ver este domingo, siguiendo con una costumbre a la que soy fiel desde la adolescencia, comienza con una fecha: 1950. “Podía ser la película de mi vida”, me digo. Pero no. Es solo el primer regalo de mi cumpleaños, porque hoy –caigo de pronto en la cuenta– comienza el mes en que nací y a mí me parece poco un día para celebrar tan fausto acontecimiento. Siempre lo celebro el mes entero y así se multiplican los regalos.

El primero es espectacular, nada menos que una nueva película de Wes Anderson, mi cineasta favorito. La historia que nos cuenta La trama fenicia, si no la contara él, podría resultar un indigesto disparate. Pero qué maravilla. Algo tiene del mundo de los tebeos, de las viejas enciclopedias, de los libros de viaje con grabados ilustrados a mano.

Como siempre, me identifico con el protagonista, ese empresario sin escrúpulos que escapa de todos los peligros, y también con casi todos los otros personajes, especialmente con ese tutor que tanto sabe de insectos y que es además agente doble.

–¿Y cuántos años cumples?, me pregunta un amigo cuando, al salir del cine, mientras regreso a casa, me lo encuentro en el parque de Santullano.

–Cuarto y mitad, como a mí me gusta decir. Medio siglo veinte y un cuarto del veintiuno. O sea, setenta y cinco.

–Pues no los aparentas, pero no sé cómo a esa edad te quedan todavía ganas de celebrar el cumpleaños. Yo hace poco que cumplí sesenta y no estaba para fiestas.

–¡Sesenta! Plena juventud. Pero los setenta y cinco tampoco están mal, te lo aseguro. Yo ahora mismo firmaría por seguir teniéndolos durante los próximos treinta años por lo menos.


Lunes, 2 de junio
DE BUENA SE HA LIBRADO

Me envían un artículo de Juan Manuel de Prada protestando de que se haya rechazado la candidatura de Luis Alberto de Cuenca a la Academia. Sonrío al leerlo. El bueno de Prada es como un niño con una metralleta. Menos mal que es una metralleta verbal y así no nos salpica la sangre.

La primera ráfaga: “Una señora detuvo un día en la calle a Paul Valery y le pidió ayuda porque no era capaz de explicar a su hijo la diferencia que hay entre un toro y un buey. Entonces el gran poeta francés le dijo: Un toro es un escritor antes de entrar en la Academia y un buey es el que ya ha entrado”.

La mala intención está clara, el raro funcionamiento cerebral también. Pasemos por alto que Paul Valery fue académico, por lo que mal podía dar esa respuesta, y que si hubiera una madre con semejantes preocupaciones –que ya es suponer– no buscaría un poeta para aclarárselas, pero lo que se deduce de esa anécdota es la suerte que ha tenido Luis Alberto de Cuenca al ver rechazada su candidatura.

En lugar de disparatar indignado, lanzando insultos a diestro y siniestro, Prada tendría que haber felicitado a su amigo.

–Enhorabuena, Luis Alberto. ¡De buena te has librado! Has estado a punto de perder tus atributos viriles, con lo que a ti te gustan las buenas mozas. No se te ocurra volver a intentarlo. ¿Qué pintas tú en uno de esos sillones con olor a pis rancio?

Pero pedir racionalidad a ciertos escritores, a ciertos periodistas, es como pedir peras a un cactus o bondad de corazón a la inteligencia artificial.

Leo y releo el artículo de Prada y cada vez me fascina más. Es como el cerdo, ibérico por supuesto, no tiene desperdicio. Le reprocha a los académicos lo que hicieron allá por 1920 o 1930. ¿Se habrá creído acaso eso de que son inmortales? Y luego arremete contra los periodistas de El País que “le lamían las almorranas” a Cebrián y contra “el gremio de los lingüistas” y contra los departamentos universitarios, “atestados de mediocrillos y casposos que, como los eunucos, saben cómo se hace pero no pueden hacerlo”. Y concluye que a esa caterva de bueyes (bueyes solo por haber entrado en la academia, recordemos, donde debe haber un capador que actúa de oficio tras el discurso de entrada) “un poeta que escribe como los ángeles les jode”.

¿Un poeta que escribe como los ángeles? ¿O que escribía? ¿Habrá leído Ala de cisne, el último libro de Luis Alberto de Cuenca? A los que le admiramos y le queremos nos resulta doloroso pasar de un presunto poema u otro todavía más presunto y plano. La decadencia empezó hace algunos años, pero ahora ya es imposible mirar para otro lado. Nadie, sin embargo, se atreve a decir nada y yo menos que nadie, por supuesto, pero no tengo claro si este callar y elogiar y dejarle hacer el ridículo no es más cruel que advertirle sinceramente de que ya solo añade borrones a una limpia ejecutoria.

Me queda la sospecha de que, no ya los periodistas culturales, que elogian lo que toca cada semana, sino incluso aplicados estudiosos de la obra de Luis Alberto de Cuenca, como el infatigable Adrián J. Sáez, organizador de congresos y autor de varias ediciones críticas, sepan distinguir entre los poemas de La caja de plata y los de Ala de cisne. Quizá no practiquen esa virtud para la que yo soy negado, la diplomacia, al elogiar su último libro y lo hacen con toda sinceridad.


Miércoles, 4 de junio
GUERRA DE GUERRILLAS

El mismo día en que Abelardo Linares publica su réplica al acrítico ditirambo aparecido en Babelia sobre el primer tomo de los presuntos diarios de Chaves Nogales que edita Yolanda Morató (aparecida en el ABC porque El País no quiso acogerla) le responde Juan Bonilla en Jot Down. Rapidez se llama esa figura.

Me divierte leer que la editorial Renacimiento publica muchos libros, “no todos mediocres”. Claro, ¿cómo van a ser todos mediocres si ha publicado más de una docena de libros suyos y el único de la Dra. Morató, que es como él llama a su mujer, Yolanda Morató?

“Como todos los enemigos mortales, comenzamos siendo los mejores amigos”, podrán decir a partir de ahora Bonilla y Abelardo, que hasta hace poco comían juntos todas las semanas y el primero dirigía la revista Calle del Aire (no sé si por amor al arte, como hacía yo con Clarín) que publicaba el segundo, además de prologar incontables rescates de la casa. Es frase que yo repito mucho.

Pero no creo que el segundo sea nunca enemigo mortal del primero. Le dolerá un poco esta réplica, por lo que tiene de amistad traicionada, pero seguro que le divierte más. Juan Bonilla da la impresión de hablar por boca de ganso, de limitarse a adornar, muy en su estilo, con una anécdota ciclista unos argumentos que alguien le ha pasado. Por supuesto, recurre al victimismo feminista. Abelardo Linares se dedicaría a ningunear a las mujeres. Una de las ninguneadas sería Lola Burgos. Fue ella quien dio noticia de las colaboraciones de Chaves Nogales (y de Corpus Barga) en el diario El Sol. Es posible que Lola Burgos haya sido ninguneada, pero no por Abelardo Linares, sino por la propia Yolanda Morató. En la “Nota a la edición” de los Diarios de la Segunda Guerra Mundial –que no son diarios– escribe: “Los artículos pertenecientes al medio argentino fueron localizados por el editor y poeta Abelardo Linares”. Y ni una palabra para Lola Burgos, la “segunda mujer borrada”, según Bonilla, por el editor de Renacimiento, ese “cornudo que tiene derecho a la queja lastimera”.

No sigo glosando. ¿Para qué? Da la impresión de que el panegirista de la Dra. Moratón no ha leído con atención el libro que defiende, en el que no escasean los párrafos repetidos ni las frases de dudosa gramaticalidad. El propio Bonilla cuenta que Abelardo Linares estaba preparando un volumen con los nuevos artículos de Chaves Nogales. Y si los tenía, ¿por qué no los publicó?, se pregunta retóricamente. Y él mismo se responde: “estaba esperando que la Dra. Morató se los editara”. Claro, le había encargado a ella la edición. Ya le había publicado otro libro, una investigación de corte académico, Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos. Pero resulta que la Dra Morató cortó su relación con Renacimiento molesta porque el editor no la citaba en las entrevistas que le hacían. Y se fue con la edición que preparaba a la competencia, llevándose no solo los artículos que había encontrado ella, sino los que le había pasado el editor que abandonaba, localizados y escaneados –no hay versión digital-- en sus viajes a Buenos Aires.

No sé qué nombre habría que darle a eso, admirado Juan Bonilla (cuando haces literatura, no cuando te metes a abogado defensor), pero seguro que ninguno suena demasiado bien.

Lo de la historia del cable submarino como justificación de que, para disimular el hurto, se prefiera traducir a Chaves del portugués antes que utilizar el original español quede para otro momento. Es una historia de surrealista humor que no superaría Gila.


Viernes, 6 de junio
OTRO REGALO

No hay día sin regalo en este mágico mes. Hoy me llegan los primeros ejemplares de mi antología de Campoamor, un poeta denostado al que no me canso de reivindicar ni de citar: “Todo en amor es triste, / mas triste y todo es lo mejor que existe”. El título procede de otro dístico suyo: “De todo lo visible y lo invisible, / crees solo en el amor, que es increíble”.




sábado, 31 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: Se me rompe el corazón

 

 

Viernes, 23  de mayo
CENTENARIO AMIGO

Como me temía, en el homenaje a Ángel González en el que participo esta tarde antes de la tertulia, más nutrida de lo habitual, se habla de las noches etílicas en las que el poeta aguantaba más que nadie y era el último en retirarse.

A mí siempre me han indignado esos elogios en los que, si no el José Luis Piquero o el Miguel Munárriz de entonces, cualquier cantamañanas de ayer o de hoy le podría superar. “No le gustaba hablar de literatura”, dice alguno de los que le conocieron. No le gustaría hablar contigo –pienso yo--, porque conmigo habló mucho de literatura, aunque más de la ajena que de la propia. No en vano nos conocimos en un cursillo suyo en torno a poesía de posguerra, allá por 1976 o 1977, en el que acabamos debatiendo largo rato, primero al final de la clase y luego en el pasillo, sobre la importancia del postismo y de Carlos Edmundo de Ory, que él negaba.

Recuerdo bien cómo denostaba a unos poetas y defendía a otros en el premio Emilio Alarcos. A él en buena parte, se debe que los dos primeros galardonados fueran dos buenos amigos míos, Martín López-Vega y Javier Almuzara, que lo obtuvieron no por ser amigos míos, sino a pesar de serlo.

Tras que el premio inicial fuera para un joven contertulio, lo que me costó algún insulto en las redes de los detractores habituales, le rogué a Almuzara que no se presentara, por si acaso. Prometió que no lo haría. Por eso me fastidió bastante ver un libro suyo entre los finalistas. Y me sorprendió más que Ángel González lo destacara desde el principio como su favorito. Hubo alguna reticencia. Yo no dije nada a favor, pero tampoco en contra (no podría, pero me habría gustado). Y al final ganó y hubo otro escándalo entre las mediocridades de costumbre.

“¡Tanto ir de justiciero por la vida y luego, como un García Montero cualquiera, en cuanto puede les da los premios a sus amigos!”, fue lo más amable que se dijo de mí. Fueron premiados después otros poetas de mayor o menor renombre, casi ninguno de mi gusto (tuve que disimular, con lo mal que se me da eso, cuando me tocó presentarlos), pero mis dos favoritos siguen siendo los dos primeros, aunque López-Vega (“otra gente / parece preferir ahora Vicente”) no ha dejado de dar algunos discutibles tumbos (esto no se lo diría a él, que es bastante susceptible); Almuzara me parece que ha ido creciendo con más coherencia.

Ángel González tenía buen ojo critico y acertó al señalarlos a los dos. Pero también tenía sus manías personales. Una vez, al abrir la plica, resultó que el ganador era un poeta que conocía y detestaba y de inmediato dijo, no sé si en serio o en broma: “¡Cerremos la plica y volvamos a votar de nuevo!”. Yo, talibán del rigor, grité indignado y no se volvió a hablar del asunto.

Todos tenemos muchas caras y la que me mostró a mí Ángel González nada tenía que ver con la que vieron sus compañeros de farra. Mi admiración no era acrítica y por eso, creo, la valoraba más. Cuando el escándalo en Vetusta porque no le dieron el premio Príncipe de Asturias, que sus amigos creían tener atado y bien atado (falló uno de esos amigos, que no lo era tanto), en los Cuadernos de Óliver nos burlamos un poco de esa beatería y, como Juan Cueto dijo que el premio se lo habían dado a un poeta andaluz de esos que solo saben cantar al crepúsculo, parodiamos los muchos poemas que Ángel González le dedica al crepúsculo entremezclando alguno suyo con otros apócrifos que parecían suyos. Algún intrigante de cierto grupito de turiferarios fue con el cuento al poeta para tratar de malquistarnos. “No me importan esas bromas; si son inteligentes, yo las veo como un homenaje”, respondió. Y lo eran. Las burlas eran contra quienes trataban de llevarlo en andas o bajo palio.

Domingo, 25 de mayo
HE APRENDIDO

Me pasan para que lo dedique, Mudanza, un libro mío de 2004 que compila los versos escritos durante los treinta años anteriores. Como epílogo, trae unos aforismos que no había vuelto a leer (no suelo releer lo ya publicado). Uno de ellos dice: “Escribo poesía porque no sé cantar. Ni llorar”. A cantar aún no he aprendido, pero sí a llorar. 

Lunes, 26 de mayo
POR QUÉ CRECE

Oigo lamentarse a los pirómanos que la alimentan que cada vez crece más la hoguera del antisemitismo. Tienen toda la razón: crece y crece. Y siento tener que decirlo, pero incluso a mí –que siempre he fantaseado con mis orígenes conversos, que siempre he creído que buena parte de lo mejor de mí mismo viene de mi herencia criptojudía-- me resulta cada vez más difícil resistirme a ella. Quienes perpetran la nueva matanza de los inocentes no son una pandilla de incontrolados sino el gobierno de Israel, el único estado judío del mundo y apoyado por más del ochenta por ciento de sus ciudadanos. No apoyan más a Putin y nadie se queja de las sanciones a Rusia ni de la creciente y agresiva  rusofobia. ¿Para cuando las sanciones a Israel y el envío a esa otra Ucrania, más ferozmente y más completamente invadida, de fuerzas de apoyo y del más moderno armamento?

Me imagino que a los judíos que aún conservan un poco de humanidad en su corazón cada vez les resultará más difícil no avergonzarse de ser judíos. Y a los amigos del pueblo judío, entre los que siempre me he contado, seguir siéndolo. Me siento culpable, si no de la sangre tan cruel y tan estúpidamente derramada, de no ser capaz de hacer nada por impedirlo. Y se me rompe el corazón. 

Miércoles, 28 de mayo
LOS RENEGADOS

Trasteando en los sótanos del ordenador, me aparece el original de aquella serie de poemas sobre el crepúsculo atribuidos a Ángel González (y que expertos lectores, como José Manuel Benítez Ariza o José Cereijo, no fueron capaces de distinguir de los suyos esta tarde en la tertulia) y una fotografía que había olvidado por completo. En ella estoy yo, con otros judíos españoles, en la Sala del Recuerdo de Yad Vashem colocando una corona de flores, con el nombre de España, ante la Llama Eterna que conmemora a las víctimas del Holocausto. Recuerdo bien mi emoción de entonces y me imagino el dolor de aquellos millones de víctimas al enterarse de que sus descendientes ya no se distinguen de los que fueron sus verdugos.

            Lloré, ¿y quién no?, en la gruta dedicada a los niños, con sus cientos de velas reflejadas en espejos rotos, como temblorosas estrellas que no se apagan nunca, y me imagino a ese millón y medio de criaturas llenando las calles de Jerusalén y suplicando en vano: “¡Ni un niño asesinado más!”

            No hay mayor deshonra para una comunidad que ofender la memoria de sus antepasados, renegando de todo aquello que nos hace humanos para confundirse con los peores criminales.

Viernes, 30 de mayo
ANÓNIMO

Anda circulando por las redes sociales una “Variación anónima sobre un poema de Ángel González”. Dice así: “Después de haber lanzado entrambos trece bombas / y exterminado cientos de personas / (culpables o inocentes, poco importa: / tienen bula / de Naciones Unidas / para no distinguir unos de otros / siempre que vivan lejos de nosotros, en Libia, en Siria, en Irak o Persia / (para no hacer mención del campo de exterminio / antes llamado Gaza), / a Trump le dijo Netanyahu: / ---Bueno, ¿y ahora qué hacemos? / ---Chico, tú haz lo que quieras. / Yo me lavo las manos”.

Yo, antes de seguir haciéndola circular, la modifico un poco. Donde dice “trece” escribo “cientos”, donde dice “cientos” pongo “miles”. Donde pone “Trump” añadiría muchos otros nombres de ilustres líderes democráticos. Pero no hace falta. Están en la mente de todos y grabados con grandes letras en la historia universal de la infamia.


 

sábado, 24 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: El extraño caso de Chaves y Morató

  

Sábado, 17 de mayo
DENIZ, SUSANA Y YO

Conocí al poeta Gerardo Deniz en una antología de Susana Rivera, Última voz del exilio, y su poesía que me pareció refitolera y redicha, como un continuo palíndromo. Un amigo mexicano, de origen asturiano, Fernando Fernández, ha dedicado la mitad de su vida a estudiar la poesía de Deniz (la otra mitad, a la de Juan José Tablada), y en su reciente paso por Oviedo me regala Mar en turco. Ensayos sobre Gerardo Deniz.

No pensaba leerlo, por supuesto. Si su obra no me interesa nada, menos me puede interesar lo que se diga de ella. Pero lo hojeo displicentemente y en seguida me atrapa.

Qué personaje. Y qué minuciosa novela la que Fernández ha escrito. Una novela que comienza antes de que él naciera: su padre, que se llamaba Juan Almela como él (lo de Gerardo Deniz es pseudónimo, Deniz significa “mar en turco” y de ahí el título), era hijastro de Pablo Iglesias y un personaje novelero y singular. Lo distante que me siento de la obra de Deniz contrasta con lo cercano a su figura, a su apartamiento del cursus honorum literario y a sus precisos y contundentes juicios sobre las figuras y los figurones de su tiempo.

Habla de Alfonso Reyes, quien durante años fue el gran pontífice de la literatura mexicana. Deniz, como yo, gusta de matizar. Separa al “eminente prosista, el excelente poeta, el conocedor de literaturas hispánicas” del “señor endiosado, pretendidamente omnisciente que, entre una que otra expresión de falsísima modestia, a veces se conducía en lo intelectual de un modo más bien discutible”. A mí me gusta hacer lo mismo con cuantos endiosados santones me salen al paso.

            La antología de Susana Rivera me ha hecho sonreír con melancolía: la autora me la dedica en 1990, cuando éramos amigos. Luego, cuando confundió su condición de heredera de Ángel González, con la de propietaria absoluta de su poesía y de su figura, con derecho a veto sobre quiénes pueden acercarse a ella, las cosas cambiaron. Ahora soy una de sus bestias negras, casi tan negra como García Montero o Joaquín Sabina. El paso del tiempo a veces saca de nosotros lo peor de nosotros mismos.

Lunes, 19 de mayo
ELEMENTAL, QUERIDO WATSON

En cuanto me enteré de que se había publicado la obra periodística de Chaves Nogales correspondiente a sus últimos años en Francia e Inglaterra, me apresuré a comprarla (solo ha aparecido el primer tomo). Llevo tiempo y tiempo oyendo hablar a Abelardo Linares, mi locuaz editor, de estos artículos inéditos, que él ha ido pacientemente rastreando en la prensa americana. Como muchos de ellos se publicaron en periódicos que no están digitalizados, se ha pasado meses en Buenos Aires y La Habana localizándolos y fotografiándolos. Yolanda Morató, a quien ya publicó un trabajo sobre la estancia de Chaves en Londres, era la encargada de preparar la edición. Me sorprende que aparezca no en Renacimiento, sino en otra editorial sevillana, El Paseo. Y pronto me sorprenden otras cosas. Morató descubre varios indicios “que permiten detectar que los artículos de Chaves Nogales no se enviaban en  español, sino en francés, a la prensa hispanoamericana”. Y añade algo aún más epatante: “De hecho, que estuvieran escritos en una lengua intermedia o pivote es lo que facilitaba que pudieran publicarse el mismo día en distintos países”.

            Vamos a ver si he entendido bien, me digo. Chaves Nogales escribía todos los días una crónica en español para informar a los países americanos de la situación de Francia y esa crónica, antes de enviarla a Cuba o a Argentina, la agencia Havas, que se encargaba de distribuirla, la traducía al francés para que luego allí la retradujeran al español. Menudo disparate. Cierto que también esos artículos se publicaban en diarios brasileños, pero no parece que el español fuera una lengua tan ignorada en Brasil como para que tuvieran que recurrir al intermedio del francés. ¡Y todas estas traducciones y retraducciones tenían lugar en el mismo día! Pues vaya absurdo ajetreo, como si en las redacciones de los periódicos no tuvieran otra cosa que hacer.

            ¿Qué pruebas ha encontrado Yolanda Morató para semejante desatino? Ninguna. Se basa en un par de galicismos. “Todo tiene un término” se lee en un artículo publicado en El Sol, cuando lo natural en español sería “todo tiene un fin o un final”. Según esta curiosa manera de razonar, Borges escribió sus poemas en francés y luego los tradujo al español. ¿Cómo se explicaría en caso contrario que en el poema “Límites” escribiera “si para todo hay término y hay tasa” y no, como resulta más natural, “si para todo hay fin (o un final) y hay tasa”?

            El hecho de que los artículos publicados en español de Chaves sean, según ella, tan traducciones como los publicados en portugués, le permite preferir siempre la versión portuguesa. Esta recopilación no contendría ningún texto en la redacción original de Chaves y muchos de ellos habrían sido traducidos tres veces.

            Hay más rarezas que no se escapan a este Sherlock Holmes aficionado que yo soy. Los artículos van fechados día a día (por eso la recopilación se titula, algo engañosamente, Diarios de la Segunda Guerra Mundial), pero el 30 de diciembre de 1939 no aparece ningún artículo y a continuación encontramos dos que llevan la fecha del 31. La explicación, en la nota final: esos dos artículos se publicaron el mismo día en un periódico de Río de Janeiro, pero el primero había aparecido el día antes en El Sol. ¿Por qué Yolanda Morató, contra toda buena praxis investigadora, prefiere un testimonio posterior que rompe el orden habitual de publicación?

            ---Elemental, querido Watson –responde Holmes, tras darle una chupada a la pipa--, porque trata de disimular un hurto. La prensa brasileña que publicó los artículos de Chaves Nogales está digitalizada, pero no el diario porteño El Sol. La nota a la edición nos indica que esos artículos “fueron localizados por el editor y poeta Abelardo Linares”. Lo que no dice es cómo llegaron a su poder. Conozco bien la generosidad de Abelardo Linares, pero no me imagino que llegue al punto de entregarle a Yolanda Morató su trabajo de años para que los publique en una editorial de la competencia y sin siquiera darle las gracias.

            ---Pues lo siento, Holmes, pero no me creo yo que una rigurosa investigadora universitaria se atreva a apropiarse tan chapuceramente del trabajo de otro investigador.

            ---Que además era editor. Parece que cambió de casa editorial, por razones que ignoramos (¿le ofrecieron un suculento anticipo al que fue incapaz de resistirse?), llevándose algo que no era suyo. Y tratando de borrar sus huellas lo lleno todo de manchones. Y además nos ofreció un Chaves Nogales traducido del portugués cuando tenía en su poder los originales. 

Miércoles, 21 de mayo
FAKE NEWS

Abelardo Linares, que aparece hoy en la tertulia virtual, está muy de acuerdo con lo que cuento en “El extraño caso de Chaves y Morató”, la historia apócrifa de Sherlock Holmes que estoy empezando a escribir.

            ---Habría que añadir algunos datos. El 17 de mayo de 2024 le envié a Yolanda Morató los ciento ochenta artículos de El Sol que ahora aparecen  como fruto de investigación propia. Esos artículos suponen ni más ni menos que el ochenta por ciento de su libro. Pocos días después, el 11 de junio, se le remitió la “maqueta provisional de los artículos de El Sol”, lo que certifica que, ya por entonces, estaban en proceso de publicación por parte de Renacimiento. Pero como vamos a demandarla, ese es asunto que decidirán los tribunales. Lo que me pone más triste es que yo la consideraba una buena amiga. Con ella y con su marido, Juan Bonilla, comía todas las semanas. Espero que esto no perjudique mi amistad con Juan, a quien conozco casi desde que era un adolescente y a quien admiro desde que le leí por primera vez en las páginas de “Citas”, el suplemento del Diario de Jerez que me gustaría reeditar.

            ---Ahora querría hablar de otro asunto, Abelardo. ¿Tú crees que vale la pena reeditar estos artículos de Chaves Nogales? Son pura propaganda. Mienten y mienten. El periodismo es otra cosa. El mismo día en que el gobierno abandona la capital con el rabo entre las piernas y el ejército en desbandada, escribe que la ocupación de París por los alemanes es un imposible metafísico, que los accidentes de la batalla no pueden alterar el resultado final: la victoria, y que por eso “París sigue haciendo su vida normal sin el menor estremecimiento mientras el mundo se estremece por la Ciudad de la Luz”. Menos mal que escribía para la propaganda exterior. Pero Chaves se ha convertido en un mito y todos sus escritos los consideráis igualmente admirables. Yo, y en esto me parezco a Gerardo Deniz, soy incapaz de comulgar con esa beatería. Él demostró que el gran helenista Alfonso Reyes sabía poco griego y que no era más que un divulgador que copiaba a ingleses y franceses; para comprobar que Chaves Nogales no fue siempre el gran periodista que nos quieren vender, no hay más que leer este libro. Pero pocos lo harán. Cuando un escritor se convierte en un clásico, ya no es necesario leerlo.



 

sábado, 17 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: Lo que hubiera querido ser

 

Sábado, 10 de mayo
NO ME QUEJO

Si uno vive lo suficiente, más pronto o más tarde llega el momento de la descatalogación, de no ser tenido en cuenta. Yo casi no lo noto, esa es la ventaja de no haber sido tenido nunca demasiado en cuenta.


Domingo, 11 de mayo
UN REPROCHE

---Llevas toda la vida escribiendo sobre tu vida, pero qué poco cuentas de tu vida.

            --¿Tú crees?

            ---Prefieres contar los secretos de los demás a los propios.

            ---Es posible, pero no porque los míos escondan nada ignominioso, sino porque me parece que carecen de interés.

            ---Yo creo que, al contrario, lo haces para que pensemos que tu vida tiene mucho interés.

            ---Es posible. Yo nunca hablo de mi familia, que no tiene la culpa de que yo sea escritor, ni de enfermedades, que ya voy teniendo edad de que comiencen a dar la tabarra, aunque de momento, afortunadamente, no tienen demasiada prisa. Y de mis amigos hablo solo si son escritores y de sus actividades literarias, no de otro tipo.

            ---Hablas mucho de libros. Y de política cada vez más.

            ---Cada vez menos. No me gusta referirme a la política menuda, al navajeo nuestro de cada día; lo que sí me gusta es hablar de historia, de la de ayer y de la que va haciéndose ante nuestros ojos.

            ---Dices que eres de izquierda, pero tienes muchos amigos en la derecha, incluso en la extrema derecha.

            ---Yo tengo pocos amigos en cualquier parte. Y algún buen amigo hasta en el infierno.

Lunes, 12 de mayo
DEJAR DE ADMIRAR

Queremos sin motivo y dejamos de querer por el mismo motivo. O de admirar.

            ¿A cuántos escritores he de dejado de admirar yo? El primero de todos, Vicente Aleixandre. Recibió muy generosamente mi primer libro –bueno, lo hacía con los libros de todos--, incluso le sugirió a Carlos Bousoño que pasara a saludarle, y yo muy poco después le vi como un poeta vacuo, retórico, artificioso. Y lo sigo viendo. Lo que un tiempo me deslumbró, Sombra del paraíso, por ejemplo, se me cae de las manos. Con Bousoño me pasó lo mismo, aunque en este caso hay una explicación: a partir de cierto momento, a partir más o menos de sus cincuenta años, Bousoño no escribió nada que valiera la pena y además se dedicó minuciosamente a retocar y estropear lo anterior.

No solo me pasó con los poetas (qué horror todo el último Sender, un poco como el Mendoza de los últimos veinte o treinta años), por supuesto, aunque sí especialmente con ellos. ¿Cómo voy a quejarme yo de ir perdiendo los admiradores del principio?

Me pagan con la misma moneda. Y además, como me gusta repetir, a mí con el éxito me pasa lo mismo que con la música y el chocolate, que me gustan, pero que puedo prescindir perfectamente de ellos.

Martes, 13 de mayo
¿SABÉIS DE QUIÉN HABLO?

Tenía la costumbre de escribir todos los días y, cuando no tenía nada que decir, escribía un poema.

Miércoles, 14 de mayo
UN POEMA

Por la mañana, escribí unos versos y por la tarde los llevé a la tertulia, cosa que no suelo hacer, para que por una vez fuera yo la víctima de la “trituradora” habitual.

Un fracaso. No porque el poema resista cualquier crítica, sino porque el arte del feroz escalpelo no parece estar al alcance de mis pacientes contertulios. Alguno quiere y no puede, como José Luis Piquero. “¡Ese poema ya lo has escrito antes y mejor!”, afirma. “Bueno --replico yo--, mientras el que lo ha escrito antes y mejor no sea otro, todo va bien”.

            En el poema, un poeta menor, del que ya nadie recuerda el nombre, se dirige a un lector futuro. El tiempo no es más que una mancha en la negra eternidad que se borrará con el tiempo. Eso pienso yo. Eso quise dar a entender. El poema dice así:

“Puede ser que no sepas que yo existo, / tampoco yo del todo estoy seguro, / pero a quién puedo hablar en esta hora / en que el mundo parece estar vacío / y en la noche sideral los astros / miran sin ver, como nos mira Dios. / Lector que abres un libro y te sorprendes / con palabras tan solo para ti, / yo ya no soy ni acaso he sido nunca, / tú tampoco serás ni acaso eres. / Lo que deja de ser jamás ha sido. / La historia universal se escribe sobre arena, / sopla un tiempo muy frío donde nunca amanece / y palabras sin nadie se alejan con el viento / y te ciegan los ojos”.

Jueves, 15 de mayo
SÍ ME QUEJO

Mis amigos se ríen cuando les cuento que lo que me habría gustado ser no es un Vargas Llosa, con su nobel y su preysler, ni siquiera Fernando Pessoa (que un tiempo sí), sino Trump o León XIV, pero yo hablo muy en serio. El poder tiene mala prensa, pero es imprescindible para tratar de mejorar el mundo.

            Hablo de estas cosas con mi psicoanalista. Hace tiempo que no le visitaba. No sé si me toma en serio o en broma, pero me sigue la corriente.

            ---Y si tuvieras que elegir entre los dos, ¿cuál preferirías?

            ---Pues no sé. Uno tiene más poder, pero el cargo del otro es a perpetuidad.

            ---¿Y de verdad crees que Trump intenta mejorar el mundo?

            ---Por supuesto, aunque lo que él entiende por mejorar no sea lo que yo entiendo. En los pasaportes de antes, se decía que eran válidos para todos los países, menos para la Unión Soviética y sus satélites. Ahora, cuando Trump pone y quita aranceles según su capricho, queda claro cuáles son sus países satélites, los que lloriquean y no son capaces de responder con medidas semejantes.

            ---Te veo más en el papel de Papa que yendo de un país a otro para hacer buenos negocios. Pero yo creía que estabas de acuerdo con la vida que has llevado, sin grandes ambiciones y sin grandes preocupaciones.

            ---Estaba, pero ya no estoy. Creo que he sido demasiado cobarde, que me he conformado con poco.

            ---Ser feliz, hasta dónde se puede ser feliz en este mundo, ¿es conformarse con poco?

            ---A veces pienso que me he dejado llevar por la comodidad y escribí lo que quise, publiqué cuando quise, pero jamás me esforcé en promocionar mis libros, no adulé a quién debía adular, y así me fue. Lo que publica cualquier mindundi tiene más eco que lo que publico yo.

            ---¿Y desde cuándo te preocupa eso?

            ---Desde que me estoy haciendo viejo y comienzo a sospechar que, si mis contemporáneos no me hacen ningún caso, la posteridad, según su costumbre, me va a hacer bastante menos.

            ---Consuélate pensando que por mucho que te esforzaras en promocionarte, por mucho que te arrimaras a quien conviene arrimarse, nunca llegarías a ser un Trump, que hace bailar al mundo en torno suyo, ni un León XIV. Todo lo más, qué sé yo, un Jordi Gracia o un César Antonio Molina, por no mencionar a ese Raúl Zurita que tanto le gusta a tu amigo Abelardo Linares, y para ese viaje no hacen falta muchas alforjas.

Viernes, 16 de mayo
OTRO CENTENARIO

En el revuelto batiburrillo de mi biblioteca, donde casi nunca encuentro lo que busco y a menudo encuentro lo que estaba buscando sin saber que lo buscaba, aparece de pronto un libro de Sara Suárez Solís con la siguiente dedicatoria: “A José Luis García Martín, misógino convicto y confeso, con la más cariñosa mala intención de una feminista que le admira y quiere”.

Está fechada en 1992. ¿Era yo un misógino “convicto y confeso” en esa fecha? Es posible. Afortunadamente los años nos hacen cambiar, y no siempre para mal.

En 2025 se cumple el centenario, no solo de Ángel González, sino también de esa mujer extraordinaria que fue mi profesora de literatura en aquellos tiempos mágicos del Carreño Miranda. Fue a ella a quien oí por primera vea hablar de Luis Cernuda. Un compañero de clase llevaba ese apellido. “¿No será usted pariente del poeta que acaba de morir en México?”, le preguntó. No, no lo era, pero con ese motivo nos leyó unos versos de Cernuda, que yo no olvidaría desde entonces. Como no he olvidado el poema de Li Po que nos dictó en la versión de Marcela de Juan: “¿Cuánto podrá durar para nosotros / el disfrute del oro, la posesión del jade? / Cien años cuanto más: ese es el término / de la esperanza máxima”.

            Cuando murió Sara, mi admirada profesora y querida compañera, tenía la edad que yo tengo. Ha pasado un cuarto de siglo. No sé si se hablará mucho o poco de ella en este centenario, pero la  biblioteca municipal de mi barrio lleva su nombre. Una hermosa manera de ser recordado.