sábado, 30 de marzo de 2024

Coraje y alegría: En el camino

 

 

Sábado, 23 de marzo
BREVE ENCUENTRO

Como el vagón del tren iba casi vacío, me sorprendió que se sentara frente a mí. Me saludó sonriente.

            ---¿Nos conocemos?, dije. Perdone que no le recuerde.

            ---Usted a mí, no; yo a usted, sí. Acabo de leer su diario; lo hago de vez en cuando.

            ---Pues entonces me conoce perfectamente. Soy bastante indiscreto.

            Pensé que me encontraba ante un anónimo admirador, esa especie en vías de extinción (hablo por mí), y mi humor –que no era muy bueno este día-- comenzó a cambiar.

            ---Y a mí me encantan sus indiscreciones, pero con lo que he leído hoy no puedo estar más en desacuerdo. Se burla usted del poeta Eloy Sánchez Rosillo porque manifiesta sus dudas sobre lo que hay después de la muerte. Usted no tiene ninguna duda: después de la muerte no hay nada. Nada de nada. Pues aquí estoy yo para desmentirle. Yo estuve en coma mucho tiempo, aunque no tanto como Ariel Sharon, al que ha dedicado un libro su amigo Sergio Calleja, que también es amigo mío, y en muerte clínica. No pasé al otro lado por muy poco, pero tuve tiempo de asomarme. Y vi cosas asombrosas. Aquí el presente sigue al pasado y el futuro al presente. Allí todo es simultáneo. Yo era niño y mi madre me llevaba de la mano y a la vez tenía ochenta años y era uno de los pocos supervivientes de la guerra nuclear.

            ---¿De la guerra nuclear?

            ---Sí, sí. No sé dentro de cuantos años será. Pero será. Es el desenlace natural de lo de Ucrania.

            Yo ya había dejado de tomarle en serio.

            ---¿Y vio también cómo va a acabar la masacre de Gaza? ¿Y sabe quién va a ganar las elecciones en Estados Unidos?

            ---No soy Nostradamus. No soy un adivino. Puede usted burlarse lo que quiera con su escepticismo de sabelotodo. Yo me limitaré a repetirle las palabras de Hamlet a Horacio: hay más cosas en el mundo de las que caben en tu filosofía. No sé quién va a ganar las elecciones en Estados Unidos. Ni qué número va a resultar premiado en la lotería. Pero sí sé, por experiencia propia, que la vida no acaba cuando acaba la vida.

Domingo, 24 de marzo
EL CUENTO DEL TESORO

Llevo años paseando por el mercadillo del Fontán y nunca se me ha ocurrido comprar otra cosa que no fueran libros.

Desde que yo recuerde, se ha hablado mucho en contra de la sociedad de consumo. Me temo que soy el peor consumidor que existe. Solo compro cosas de primera necesidad: ropa, calzado, alimentación, cosas así. Y libros. La mayor parte de las maravillas del mundo que a mí me interesan son gratis o no están a la venta.

Hoy, como excepción, me sedujo un cuadro amontonado junto a otros. Era una feria nocturna con su tiovivo y su noria y las altas luces de las ventanas a las que se asomaba una silueta solitaria. Me sedujo, no sé por qué. Me recordó las estampas iluminadas de Baroja, su elogio del tiovivo, los caballitos de madera del poema de Machado y tantas películas en que el marinero de permiso tira al blanco para regalar un peluche a su rubia y repintada pareja.

Sin embargo, no lo compré. Era demasiado incómodo llevarlo a casa. Le hice fotos, eso sí. Y un amigo sevillano, en cuanto las subí a Facebook, reconoció el cuadro y me mandó el enlace a una subasta en la que tenía el precio de partida de veinte mil euros (en el Fontán pedían treinta). El autor, nacido en 1909, es conocido, pero yo nunca había oído hablar de él. Como Gaya, no se ha dejado arrastrar por las sucesivas modas vanguardistas. Vivió en París, pintó vistas de Venecia y París, pero nada como esta fiesta nocturna que ahora lamento no haberme traído a casa. Y no porque fuera un buen negocio. Yo no hago negocios. Nunca he vendido nada. Bueno, sí, una rara edición de Miguel d’Ors (se hicieron solo 50 ejemplares) a un bibliófilo de Cáceres por cuatrocientos euros (era un folleto de pocas páginas), pero no lo hice por el dinero –que regalé--, sino por antipatía hacia el autor.

¿Seguirá todavía a la venta el cuadro de Florit el próximo domingo? Si no, escribiré un cuento en el que lo que uno encuentra en el mercadillo es un borroso y delicado San Juan que finalmente resulta ser de Leonardo da Vinci y se subasta en Sotheby’s no por unos miles, sino por unos millones de euros. Eso sí que le cambia a uno la vida. A mí, por cierto, no me gusta que me la cambien. Mejor que sea solo un cuento.

Lunes, 25 de marzo
POETA ANÓNIMO

Hace tiempo que no escribo versos, y no es que lo lamente, ya se escriben demasiados, aunque la poesía siga siendo tan escasa como en cualquier época. Cada vez llevo peor lo de vender la mercancía: tener que recitarlos, promocionarlos cuando se reúnen en libro, intercambiar elogios con los colegas que suelen hacer publicidad disfrazada de crítica en los suplementos. No valgo para eso. Lo intento de vez en cuando, pero no me sale.

Me gustaría ser un poeta anónimo. Escribir versos, echarlos a volar sin nombre y que se quede con ellos aquel a quien le vengan bien.

Digo que me gustaría ser un poeta anónimo y de alguna manera lo soy. Ya solo escribo coplillas que escuché cantar alguna vez o, más bien, que escucho ahora cantar dentro de mí: “Hay más penas que alegrías / en la vida de cualquiera, / pero si tú estás conmigo / hasta las penas se alegran”.

Martes, 26 de marzo
SE BUSCA

Me lo tengo bien merecido. Como siempre me estoy quejando de lo solo y aburrido que estoy –la verdad es que soy un quejica y exagero un poco--, últimamente me llegan bastantes propuestas de relación a través de las distintas redes sociales en las que participo. Naturalmente, no respondo a ninguna, aunque alguna es de alguien que me conoce bien. Esas son las que me dan más miedo, no las que andan a la caza del incauto solitario y necesitado de afecto, más que de sexo (aunque a nadie le amarga un dulce).

            Pero yo no necesito compañía de ese tipo. Don Quijote y Sancho, Sherlock y Watson, Poirot y Hasting, esas son las parejas que yo envidio, no Dafnis y Cloe, Antonio y Cleopatra o Adriano y Antinoo.

Jueves, 28 de marzo
SIN RUMBO FIJO

Aunque nada odio más que los cambios, aunque hago siempre lo mismo a las mismas horas, con puntualidad kantiana, de vez en cuando me gusta salir de casa sin rumbo fijo. Hoy me ha dado por sumarme a los peregrinos que hacen el camino primitivo y me he llegado hasta la colegiata del Salvador, en Grandas de Salime, que alza amorosa su falda soportalada para resguardar del frío y la lluvia a quienes llegan fatigados del largo caminar por los estrechos senderos de la vida.

            Me he acercado luego hasta el castro del Chao San Martín y una gentil guía, Susana, que es paisana mía, de Jaraíz de la Vera, y ha estudiado en Évora y escrito una tesis sobre Velázquez y Quevedo, tiene la amabilidad de acompañarnos, bajo una lluvia torrencial, a mí y al doctor Watson, que somos los únicos visitantes en aquella embarrada colina.

            Más que la casa romana que señorea el poblado, a mí me asombra la gran piedra que parece presidir el conjunto. ¿Es enteramente natural o intervino en ella algún Chillida de la Edad del Hierro? Giorgio Tsoukalos seguro que la consideraría una de las más evidentes confirmaciones de su teoría de los antiguos alienígenas. Yo, empapado de asombro y lluvia, pocas he veces he sentido con tanta fuerza la presencia de lo sagrado. Me extraña mucho que no sea objeto de culto. Quizá en la noche se reúnan a su alrededor secretos y fervorosos creyentes.

Viernes, 29 de marzo
A CADA PASO

Recuerdo haberle oído a Gustavo Bueno, en algunas de sus clases, que a los primeros cristianos en Roma los consideraban ateos porque solo creían en un Dios. Yo no tengo nada de ateo, creo en todos los dioses, incluido por supuesto el Dios de los cristianos. Y me gusta rezar, a mi manera, en cualquier templo: en lo alto del puerto del Palo, rodeado de nieve y soledad; junto al embalse de Doiras, entre la lluvia que difumina el fondo y aviva los colores cercanos; en la vieja escuela de mi infancia, recreada en el museo de Pepe el Ferreiro, con su retrato del Caudillo, sus pupitres de madera y su enciclopedia Álvarez; en el puñado de flores azules que crecían en una hendidura de la roca; y, sobre todo, en la gran piedra del Chao San Martín, la más acabada imagen --humildad y fortaleza-- de ese Dios que no existe y que yo encuentro a cada paso.



 

sábado, 23 de marzo de 2024

Coraje y alegría: Exceso de celo

 

Sábado, 16 de marzo
ELOY, ELOY

Hay quien piensa que el poeta, cuando habla en verso, puede decir cualquier sinsentido, como la sibila de Cumas, y luego que cada uno lo interprete a su gusto. No diré yo que no, y eso explica el éxito de tantos poetas sibilinos, pero cuando habla en prosa, debe someterse a las mismas reglas del pensamiento lógico que el tendero de la esquina.

Eloy Sánchez Rosillo es entrevistado por Isabel Marina en el nuevo número de la revista Ítaca. En la última respuesta, habla de la muerte, cuya existencia niega en un poema: “Para unos, tras ella no hay nada, lo cual es mucho decir y demasiado saber, pues nadie ha vuelto a la vida después de morir para confirmar lo que tan categóricamente afirmaba cuando estaba vivo. Para otros, gracias a su fe, después de la muerte está la certeza absoluta de la vida eterna. Y para otros, en fin, entre los cuales me cuento, al otro lado de la puerta estrecha a la que me he referido está el misterio. Todo es posibilidad dentro de él. En ese sentido la muerte es la gran aventura de la vida. Tengo la intuición poderosa, la ilusión inmensa y el sueño maravilloso de un más allá, aunque no la certeza”.

            Muy respetables la fe de unos o la ilusión inmensa y el sueño maravilloso de otros, pero la crítica a los que creen que tras la muerte no hay nada resulta algo endeble. Ni un niño razonaría de esa manera. ¿O sea, admirado poeta, que para que tengamos claro que tras la muerte no hay nada hace falta que Schopenhauer, Nietzsche o Bertrand Russell vuelvan del más allá y se presenten en un congreso de filosofía o en un plató de televisión y allí nos expliquen que, una vez muertos, han andado rebuscando por un lado y por otro y no han encontrado nada?

            Eloy, Eloy, el que nadie vuelva de la muerte, el que a los pobres muertos, allá en su vida eterna o en ese misterio con el que tú sueñas, no les dejen ni siquiera utilizar el móvil una vez al año para comunicarse con sus seres queridos, ¿no es la prueba más irrefutable de que no hay nada tras ella?

            Vuelve a la materia la materia de la que estamos hechos y aquí quedan nuestras obras –Las meninas, el Quijote o los árboles que plantamos-- y queda, además, el amoroso recuerdo en el corazón de los que nos quisieron. Hay un más allá de la muerte, cierto, pero está en el más acá.

Domingo, 17 de marzo
NO ME GUSTA REGATEAR

Soy alérgico a muchas cosas, entre ellas a regatear. Hace unos cuantos domingos, en un puesto del Fontán, me encontré con un tomo editado por Garnier Hermanos, la editorial de París en que trabajaron los Machado y tantos autores modernistas. Me pidieron diez euros, me pareció caro, y además no iba a leerlo, y allí lo dejé. A pesar de que forma parte de la colección “Los mejores autores españoles” incluía dos novelas de A. R. Le Sage, el escritor francés del XVIII que saqueó la literatura española y al que tradujo el padre Isla. Luego me arrepentí, sobre todo cuando vi en Iberlibro que lo vendían a noventa euros, pero ya no estaba. Hoy aparece de nuevo y me piden cinco.

Vuelvo a casa tan contento, como quien hubiera hallado un tesoro. Y me encuentro al final con dos rarezas: un cuentecillo de Francisco Navarrete escrito sin utilizar la letra “a” y otro “compuesto en equívocos burlescos” que parece preludiar el surrealismo. Y la novela de Le Sage El bachiller de Salamanca se lee con tanto gusto como cualquiera de las novelas picarescas españolas.

No me gusta regatear, pero el azar parece que regatea por mí.

Lunes, 18 de marzo
DESCATALOGADO

Enrique Bueres coordina, en el Antiguo Instituto de Gijón, una charla sobre la poesía en los medios de comunicación. Participan Ignacio Elguero y Antonio Lucas, dos veteranos periodistas de voz muy seductoramente radiofónica. Sonrío melancólicamente ante alguna alusión.

            ---Ahora ya no es como en los años ochenta y noventa, no hay referentes claros. Entonces todos estábamos atentos a lo que decían Luis Antonio de Villena, José Luis García Martín o el crítico ese tan perverso de Sevilla, ¿cómo se llamaba? Ah, sí, Miguel García-Posada. Una reseña suya hacia temblar el escalafón. Yo mismo fui uno de los damnificados de García Martin.

            Llega un momento en que uno, aunque siga publicando una reseña semanal como entonces, se convierte en un fantasma, alguien que habla, pero no se le oye.

            ---Ya me tienen por descatalogado –le digo a Dalia Alonso--. A mi edad ya solo se puede ser presidente de Estados Unidos o rey de Inglaterra.


Martes, 19 de marzo
RECUERDOS Y OLVIDOS
 

El primero en felicitarme, en este día de San José, es Amancio Prada, siempre tan gentil; la última, ya de noche, Dionisia García.

---Hoy es un día además muy especial para mí. Cumplo años, pero a esta edad ya es mejor no decir cuántos.

---No hace falta que lo digas, Dionisia. Está en la historia de la literatura. Naciste el mismo año que José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma. Y cuando me llamaste, por uno de esos raros misterios del azar, estaba leyendo un poema tuyo que se titula precisamente “Llamada”.

---Está en la revista Centauros, es el último que he publicado. “Pide permiso y ven” le digo a un ser querido cuando leo un libro hermoso que me gustaría que compartiéramos.

Pero en la nada no hay permisos, pienso yo recordando al bueno de Sánchez Rosillo.

A pesar de que no tengo motivos para quejarme, de que la vida me trata, como siempre lo ha hecho, mejor de lo que merezco, me voy a la cama con cierta amargura. ¿Cómo celebra el día del padre quien no tiene padre ni hijos? “Tienes más hijos de los que te imaginas. Y todos libres, como tú”, me dice Amancio Prada. Es posible, pero ninguno se ha acordado de mí en este día. Yo sí me he acordado de ellos.

 

Miércoles, 20 de marzo
CON GAZIEL

Francisco Fuster recopila algunos artículos de Gaziel, el admirable periodista catalán, perdidos en las hemerotecas. En uno de ellos arremete contra Pío Baroja, incapaz de crear personajes que se nos queden en la memoria. Años después, cuando José García Mercadal reproduce esa crítica en Baroja en el banquillo, rectifica. La crudeza de su opinión, dice, “no fue debida a falta de admiración por la obra barojiana, sino a todo lo contrario, a eso que los franceses llaman un trop de zèle. Quería yo tanto, ya entonces, a Baroja, literariamente hablando, que no me contentaba con lo que él era, y por eso me atreví a indicarle un tanto ásperamente cómo debía ser, para que fuese mejor todavía”.

            La verdad es que eso mismo podría decir yo de mis asperezas con autores de los que me he venido ocupando desde hace cuarenta años. Los más inteligentes entendieron ese “exceso de celo” y no se lo tomaron demasiado a mal. Otros, los menos, se lo tomaron tan a mal que hasta me prohibieron, entre amenazas, volver a pronunciar su nombre.

            Siempre he tratado de no meterme con nadie que no mereciera la pena, pero todos cometemos de vez en cuando algún error.

Jueves, 21 de marzo
TIEMPO SIN TIEMPO

Mientras en este gracianesco Día Mundial de la Poesía, poetas de toda clase y condición leían sus versos ante entusiastas o sufridos auditorios, yo me he acercado hasta la iglesia de Santa Eulalia, en Coya, y allí, acompañado de cipreses y del roble centenario, al que cariñosamente llaman el roblón (pero su esbelta gracia no se corresponde del todo con el aumentativo), me he sentido durante un tiempo sin tiempo como los bienaventurados en ese edén que la religión promete.

            Fue un sorbo de eternidad. Solo un sorbo. No me quejo. A nada más podemos aspirar los humanos.

Viernes, 22 de marzo
LAMENTO DE BÉCQUER

¡Podrá no haber poesía, pero siempre habrá poetas!



 

 

 

 

 

sábado, 16 de marzo de 2024

Coraje y alegría: No sé yo

 

Sábado, 9 de marzo
BUSCO TRABAJO

Nunca me he llevado demasiado bien con el tiempo libre. Siempre me ha sobrado. Y si lo hacía con dos o tres empleos, mucho más ahora que solo tengo uno. Ser únicamente  escritor –al menos como yo entiendo la escritura-- nunca fue una ambición mía.

Soy escritor de chispazos, de iluminaciones. Siempre he envidiado a los autores que se pasan semanas o meses dándole vueltas a un poema. En mi caso, nacen de un tirón, con pocos retoques posteriores, o van directamente a la papelera. Y no soy investigador de largas jornadas de archivo. Qué bien lo pasaría ahora yendo al Archivo General de la Administración a analizar, qué se yo, los expedientes de la censura o cualquier otro asunto de cierto interés literario. O escribiendo novelas, de esas de seiscientas páginas, que te obligan a largas jornadas de oficinista durante varios años. Y luego a andar danzando de un lado a otro para la promoción durante meses. Pero nunca he sido capaz de entender la literatura como una forma, tan digna como cualquier otra, aunque por lo general menos rentable, de ganarse la vida. Un error, sin duda. Y los errores se pagan, como ahora estoy comprobando. A mí me da lo mismo tener cien lectores que cien mil. A los editores no, por supuesto. Y no me da lo mismo cualquier lector. Si pudiera, les haría un examen previo. Para lo que vale cualquiera, y cuantos más mejor, es para comprador de libros.

El poema, cuando llega, es un don y yo no puedo comerciar con él porque no soy el propietario sino el afortunado que primero lo recibe. Los libros, por el contrario, son un producto como cualquier otro que necesita obtener una rentabilidad.

            En fin, que me sobra tiempo. Creo que voy a poner un anuncio ofreciéndome para corregir textos, cuidar niños, dar clases particulares, acompañar ancianos, pasear perros, cosas así. No puedo hacerlo gratis porque entonces le quitaría el trabajo a otras personas que lo necesitan quizá más. Pero cobraría poco, lo mínimo, y lo donaría a una buena causa. 

Domingo, 10 de marzo
ÚTIL FUNCIÓN

Mientras la sangre no llegue al río, la polarización política, como el apasionamiento futbolero, cumple una útil función en la estabilidad emocional de los ciudadanos. Discutir sobre si estos son más corruptos que aquellos o aquellos más que estos, insultar a Pedro Sánchez o a Isabel Díaz Ayuso, jalear o criticar a los jueces que hacen de su toga un sayo y se lanzan, nuevos cruzados, a defender la sacrosanta unidad de España, nos hace olvidar por un rato nuestros problemas personales, que son, al menos para cada uno de nosotros, los verdaderamente preocupantes.

Lunes, 11 de marzo
LO QUE YO PIENSO

---Imagínate –le digo a un amigo que quiere saber lo que pienso de lo que está pasando en Gaza y se extraña de que nunca mencione el conflicto—que los palestinos reciben de pronto de Rusia, China y la Unión Europea la misma ayuda en armamento y dinero que Israel recibe de Estados Unidos; imagínate que con la ayuda de los países fronterizos cierran el país, no dejando entrar ninguna ayuda externa; imagínate que bombardean Tel Aviv y los otros asentamientos urbanos (incluso Jerusalén, después de evacuar a la población árabe) sin dejar piedra sobre piedra; imagínate que, en legítima defensa, matan diez, veinte o treinta veces más de lo que lo han hecho los israelíes en Gaza, medio millón por ejemplo, la mayoría mujeres y niños; imagínate…

            ---No sigas, no me puedo imaginar tanta barbarie. Si eso ocurriera, los palestinos estarían entre los mayores criminales de la historia.

            ---Pues eso que tú piensas de los palestinos que hicieran eso, es lo que yo pienso de los israelíes –no de los judíos—que lo están haciendo.

Martes, 12 de marzo
UN CUENTO DE TERROR

“No conocí a Ariel Sharon”, comienza el libro de Sergio Calleja La última guerra del Rey de Israel. Yo sí lo conocí, si se llama conocer a escuchar un discurso suyo en Yad Vashem, el museo del Holocausto, cuanto se celebraba su cincuentenario, creo que en 2003. Del libro de Sergio Calleja, jefe de la sección de Patología Cerebrovascular en el hospital central de Asturias, me hablaron por primera vez esta mañana. Mi amiga Sai tuvo la amabilidad de dejármelo en Panaria y allí me lo encontré esperándome para el café de la tarde.

Siempre me aterró el final de Ariel Sharon, un ictus leve, del que se recupera rápidamente, y otro poco después --tras darle tiempo a tranquilizar a sus votantes-- que lo deja ni muerto ni vivo durante largos años.

Sergio Calleja analiza el caso con minuciosidad de detective y llega a la conclusión de que el tratamiento no fue el adecuado por un exceso de celo de quienes se ocuparon de él. Ocurre a menudo con los pacientes especiales que a veces tienen menos suerte que el paciente común. Yo leo su libro como se lee un cuento de terror. Pienso que en cualquier momento un coágulo va a impedir que llegue sangre a un rincón del cerebro y me quedaré sin habla o sin poder mover una parte del cuerpo. Empieza a entrarme un sudor frío, pero sigo leyendo. Va uno teniendo cierta edad y conviene conocer al enemigo.

Aunque el libro es de 2023, no hay ninguna mención al período especial que tuvimos que pasar en el 2020, pero intuyo que sus opiniones sobre ciertas novedosas vacunas exprés no deben diferir mucho de las mías: “Los ensayos clínicos son caros y son financiados por las mismas empresas que se beneficiarán de unos resultados positivos de los mismos”. Esos resultados positivos deben, por tanto, ponerse en cuarentena, y nunca mejor dicho. Otra conclusión es que la mayor parte de las enfermedades se curan solas y las verdaderamente graves no hay quien las cure. O sea, que conviene evitar médicos --sobre todo si son especialistas que solo saben de lo suyo-- y medicamentos siempre que sea posible. Chequeos los menos, el sobrediagnóstico puede encontrar problemas que solo son problemas cuando se comienzan a tratar.

            Me gustan las palabras finales: “Los médicos necesitamos aprender humildad. Nos enfrentamos a algo mucho más grande que nosotros mismos y mucho más grande que la propia medicina. Nos enfrentamos con herramientas toscas y precarias al misterio de la vida”.

Miércoles, 13 de marzo
VANO ESFUERZO

La poesía que acompaña es la que se nos queda en la memoria, no la que está en los libros a los que volvemos de vez en cuando o no volvemos nunca: “Si imposible es hacer tu vida como quieras, / por lo menos esfuérzate / cuanto puedas en esto: / no la envilezcas nunca / por contacto excesivo / con el mundo que agita movedizas palabras”.

            Creo que fui siempre fiel a ese consejo de Cavafis y nunca tuve un contacto excesivo con el mundo (ni con el demonio o la carne). Ahora me arrepiento: me habría gustado tener mayor contacto, más mundo. Fui siempre rectilíneo –insensible, como el asceta, ante las tentaciones-- hasta una meta equivocada.

            Tampoco importa mucho. Sospecho que si hubiera seguido el camino contrario también ahora me habría arrepentido.

Jueves, 14 de marzo
UN PASO MÁS

---¡Ya estarás contento! ¡Ya habéis humillado a la justicia! ¡Ya los españoles no somos iguales ante la ley! ¡Ya tenéis la maldita amnistía!

            ---¿Seguro que ya la tenemos? Este ha sido un paso más, solo eso. Para hacer que descarrile se seguirán empleando todos los medios, incluidos los legales, que son los más eficaces cuando el juez es juez y parte.

---¡Y cómo no van a estar indignados si los habéis dejado con el culo al aire!

---Humanamente es muy comprensible su afán de venganza, pero no sé yo si encaja del todo en la praxis jurídica.

Viernes, 15 de marzo
NI EN SERIO NI EN BROMA

“Si imposible es hacer tu vida como quieras…”

¿Y cómo hubiera querido yo que fuera mi vida? ¿Cómo quiero que sea?

            Me hubiera gustado una vida más activa, menos contemplativa. “La acción es la verdadera fiesta del hombre”, escribió Goethe y le gustaba citar a Azorín. Haber participado en política, haber contribuido a mejorar el mundo, haber sido empresario, haber fundado una familia, o más de una, y estar ahora rodeado de hijos, nietos y hasta algún biznieto…

            Cuento estas cosas a un amigo y él se enfada un poco.

            ---Nunca sé si hablas en serio o en broma, Martín. Creo que me estás tomando el pelo.

            La verdad es que, como suele ser habitual en mí, no hablo ni del todo en serio ni del todo en broma. Uno nunca está de acuerdo con lo que tiene. El plato que ha pedido el comensal de la mesa de al lado siempre nos parece más apetitoso que el nuestro.

            Si cuando yo tenía veinte o treinta años, me preguntaran sobre cómo me gustaría que fuera mi vida medio siglo después, respondería que muy semejante a la que tengo ahora. Y sin embargo…



 

sábado, 9 de marzo de 2024

Coraje y alegría: Corazonadas de la razón

 

Sábado, 2 de marzo
PLAN DE VIDA

---En todos mis días, invierno o verano, festivos o laborables, procuro que haya una hora para escribir, cuatro para leer (en cuatro lugares distintos) y tres para la conversación inteligente. Lo último me cuesta bastante conseguirlo.

            ---Y eso que la inteligencia la pones tú y a los interlocutores solo nos pides atenta admiración. 

Domingo, 3 de marzo
CODEPENDENCIA

“Querer ayudar es muy noble, pero mucha gente no quiere ser ayudada en la forma en que tú lo haces”. A veces basta abrir un libro al azar para encontrar respuesta a nuestras preguntas. No es necesario que sea la Biblia ni el Tao ni las obras completas de Shakespeare. El que hoy me aclara muchas cosas me lo enviaron al despacho del Milán (no tienen mi dirección actualizada) y parecía de muy poco interés. Lo edita en Oviedo la editorial Mañanes, de la que hay muy poca información en Internet, y su autora es Ximena Rodríguez, de la que no hay ninguna, y que no figura en la cubierta (donde, por cierto, el título, aparece mal escrito. Todo invita a no perder el tiempo con este libro. Pero antes de descartarlo lo hojeo, como tengo por costumbre, y al hablar de la codependencia veo que habla de mí. “Necesito alguien que me necesite”, he escrito en más de una ocasión.

            Ayudar es un arte que yo no domino. Nunca está claro quién necesita más a quién: si el que da la ayuda o el que la recibe. Si yo tuviera mucho dinero y pudiera ser mecenas (mi vocación frustrada), todas las ayudas que diera serían rigurosamente anónimas. Así me ahorraría muchos malos ratos.

            Pero Ensayo sobre lo social no es el bodrio más o menos pretencioso que todo hacía suponer. Se trata de una especie de novela didáctica, un poco a la manera dieciochesca, costumbrista y ágil. Yo me he divertido leyéndolo y he aprendido un poco más de mí. ¿Qué más se le puede pedir a un libro?  

Lunes, 4 de marzo
LA META ES EL OLVIDO

Produce un poco de melancolía encontrarse en una librería de viejo con un libro afectuosamente dedicado e intonso. Huberto Pérez de la Ossa –no había oído hablar de él—dedica en julio de 1925 a Gonzalo de Merás Polifonías, publicado tres años antes. Yo, al contrario que el tal Gonzalo, corto cuidadosamente las páginas y lo leo en Atípiko mientras tomo el habitual café. Sonrío al comprobar con qué cuidado corrigió a mano una mortificante errata.

Está escrito entre 1915 y 1922, entre los dieciocho y los veinticinco años (ya me he informado sobre el autor) y la mayoría de los poemas son de un trasnochado modernismo. Pero su versión de los famosos eneasílabos de Rubén Darío (“Juventud, divino tesoro”) no carece de interés: “¡Oh juventud, tesoro eterno! / ¡Gracia que nunca pasará! / Vienen las nieves del invierno; / la primavera va detrás”. Y hay una elegía al amigo de la adolescencia, “un alma maravillosamente clásica”, que todavía conserva su emoción: “¡El dolor! No, ya no es tu historia / --a lo sumo, será la mía--; tu alma fue hecha para la gloria, / para la luz y la armonía”.

Creo que se salva también el poema final sobre las diversas corrientes de la época y su apartamiento de ellas. “Pero no, no estoy solo; voy con mis dos hermanos: / mi pasado, mi rubio hermano adolescente; / mi porvenir, mi hermano de faz desconocida”.

            En una foto de 1923, aparece junto a Lorca y Buñuel, Jarnés y Barradas. Estaba en el mejor sitio en el mejor momento. Antes de la guerra civil, publicó mucho y tuvo algún importante premio, pero solo ensayo y narrativa; después de la guerra (vivió hasta los años ochenta) se dedicó al teatro como director y adaptador. No sabemos qué fue de Cancionero de las cosas humildes, el libro que se anunciaba en Polifonías. Ni qué pensaba cuando sus compañeros de aventuras literarias eran glorificados y nadie recordaba que había sido uno de ellos.

            Un poeta menor que llegó a la meta, el olvido, antes que los demás y que a mí me ayuda esta melancólica mañana a olvidarme de los apaleamientos en mis andanzas de buen samaritano. 

Martes, 5 de marzo
BIEN QUE ME ARREPIENTO

Últimamente no puedo quitarme de la cabeza una coplilla popular que escuché cantar no sé cuándo ni dónde: “Hice algunas cosas malas / y no quiero arrepentirme, / pero bien que me arrepiento / de aquel favor que te hice”.

Miércoles, 6 de marzo
LO QUE A MÍ ME BASTA

Se hablaba de una discusión en Facebook a propósito de que una joven poeta, a la que habían invitado a leer sus versos, dijo que ella solo lo haría si le pagaban trescientos euros.

            ---Hombre, si se cobra entrada, y hay público suficiente, pues me parece perfecto.

Y luego pensé, aunque no me atreví a decirlo --uno va de duro por la vida-- que yo soy tan poco profesional que me basta con algo de admiración y un poco de cariño.

Jueves, 7 de marzo
DESENMASCARILLADOS

---La verdad es que para los que no habíamos perdido la cabeza y padecimos como un insulto a la inteligencia la obligación de ir con mascarillas a todas partes, fueran o no necesarias, y tuvimos a la policía, a la guardia civil e incluso al ejército vigilando que no saliéramos a tomar el aire sin ellas, aunque fuera de noche y por lugares solitarios, el sainete del caso Koldo tiene algo de justicia poética. Sobre todo, si no pagan solo los meros comisionistas, sino las autoridades político-sanitarias que convirtieron el cubre bocas en un objeto del deseo que había que conseguir, y en cantidades millonarias, aunque luego se pudrieran en un almacén, a cualquier precio. La dañina estupidez --¡cuántas muertes por obligada mala praxis médica durante la pandemia!-- me parece un delito mayor que quedarse con un puñado de euros del montón de dinero público que se despilfarra sin control ninguno.

            ---¿O sea que, según tú, quien tendría que dimitir e irse a su casa no sería el impresentable Ábalos, sino Pedro Sánchez? Y ya puestos, supongo que también Feijoo, y todos los que eran presidentes autonómicos cuando Sánchez, muy astutamente, les cedió la gestión de la cosa para que hicieran el ridículo por cuenta propia.

            ---Volvería a ser peor el remedio que la enfermedad. Tendré que conformarme con disfrutar de este sainete. Y regodearme ya esperando al siguiente, cuando se destape el negocio de las vacunas, cómo se desprestigió la más barata, cómo se chantajeó a los sumisos ciudadanos (¡si no te vacunas, no te dejo ir al cine!), cómo caducaron cientos de miles de dosis, cómo se regalaron otras que aquí no valían, pero que quizá podrían aprovechar los pobrecitos subsaharianos… Pero Pfizer es mucha Pfizer, nada tiene que ver con la picaresca de los trapicheos en China, y sabe disimular bien sus sobornos en mecenazgos universitarios, donativos para las fundaciones de los partidos y publicidad encubierta. Confiemos en que un listillo haya metido la pata y que los del partido rival se lancen en tromba y acaben tirando piedras contra el tejado de vidrio que los cubre a todos.

Viernes, 8 de marzo
NO PUEDO NO PENSAR

(Como los contertulios habituales se retrasan --soy yo el único que está a las siete en punto, desde hace cuarenta y cuatros años, todos los viernes en la cafetería--, saco el cuaderno y escribo.)

Perdía la razón todas las noches, pero la encontraba al despertar.

Cuando tenía razón, no atendía a razones.

A la razón hay que darle vacaciones de vez en cuando.

Con el berbiquí de la razón, rara vez se hace brotar el agua de la sabiduría.

Razonar es un deporte de élite.

La razón es el motor, pero la imaginación es la gasolina.

Solo con la razón la vida no sabe a nada.

Si hasta los números pueden ser irracionales, ¿cómo no había de serlo el ser humano?

El que sabe que no sabe nada ¡cuánto sabe!

La razón humana no está hecha a medida de la realidad.

Solo al ser expulsados del paraíso, Adán y Eva tuvieron uso de razón.

Después de muertos, el ateo y el creyente descubren que los dos tienen razón o que no la tiene ninguno.

Si el azar de la cronología hubiera permitido que Sócrates y Jesucristo se encontraran, ¿habrían tenido algo que decirse?

Hay filósofos que utilizan la razón para justificar las ocurrencias más disparatadas.

A Platón le suspendieron en un examen de filosofía por demasiado fantasioso.

Los límites de la razón no son los límites del mundo.

Dios se ríe de los que desconfían de la razón. ¡Si la he inventado yo!, dice en tono de reproche.

La razón no sabe de moral, igual le da justificar una causa que la contraria.

Qué paradoja que los seres racionales solo de tarde en tarde tengan razón.

La razón tiene razones que la razón no comprende.



 

 

 

sábado, 2 de marzo de 2024

Coraje y alegría: El arte de perder

 

Sábado, 24 de febrero
NO ES LO QUE OS CUENTAN
 

---Tú que lo sabes todo –se burla un amigo--, cuéntanos cómo va a acabar la guerra de Ucrania, que parece el cuento de nunca acabar.

            ---No me gusta presumir de profeta, pero ya escribí, a poco del comienzo, cuando a Zelenski se le subió la ayuda de la OTAN a la cabeza y, negándose a cualquier negociación, dijo que lucharía hasta la victoria final, hasta la recuperación de Crimea y la derrota humillante de Rusia, ya escribí entonces que esta podría ser la guerra de los treinta años, tirando por lo bajo. Mientras siga de testaferro de la OTAN, Rusia no va a ser capaz de obligar a Ucrania a que acepte formalmente la decisión de las zonas prorrusas y, con OTAN o sin ella, Zelenski no va a ser capaz de recuperarlas. O sea, que tenemos guerra para rato, hasta que quienes financian a Zelenski –quien paga manda—le obliguen a negociar.

            ---Me escandalizas, Martín. ¿Pero es que para ti no hubo una invasión ilegal de un país soberano?

            ---Hubo y no hubo. Hubo el apoyo a una de las partes en una guerra civil, a la más débil, a la de las repúblicas del Donbás.

            ---¡Bombardearon Kiev!

            ---Como la OTAN bombardeó Belgrado, aunque creo que los rusos causaron menos muertos y menos daño. Unos querían ayudar a la independencia de Kosovo –ilegal, por cierto, parece que España no la reconoce porque supondría un precedente para Cataluña-- y otros a la de las repúblicas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. De Crimea ni hablamos porque su pertenencia a Ucrania fue una decisión meramente administrativa de los tiempos de Jrushchov, cuando esas cosas no importaban porque todo era la Unión Soviética.

Domingo, 25 de febrero
FERIA DE ANTIGÜEDADES
 

Feria de Antigüedades en el mamotreto de Calatrava, ese aparatoso crustáceo gigante que representa bien lo peor de una época en arquitectura y en política. Hacía tiempo que no pasaba por allí. Hay algunos puestos de libros. Pocos de interés.

No soy coleccionista ni bibliófilo. Hace tiempo que no compro nada que no vaya a leer esa misma mañana o esa tarde. Y nunca busco nada concreto, me dejo seducir. Me guiñan primero los ojos las Poesías completas de Luis Carrillo y Sotomayor, editadas por Dámaso Alonso en 1936. Una bella edición de Signo, la editorial de antología de Gerardo Diego. La colección tiene un bonito título, “Primavera y flor”, y el colofón lleva la fecha del 8 de abril cuando aún nadie imaginaba –aunque ya se afilaba la guadaña-- que la República iba a ser “antes de tiempo y casi en flor cortada”. También murió antes de tiempo, a los 27 años, Luis Carrillo y Sotomayor. Lo leo por la tarde, antes de entrar a ver una desasosegante película, Desconocidos, de Andrew Haigh, sobre la familia y otras soledades. Como el protagonista, que regresa a su casa familiar y la encuentra tal como era hace treinta años con sus padres vivos y jóvenes, como el poeta barroco –del que deslumbra algún endecasílabo entre la retórica epocal--, yo también siento “en agua y fuego el corazón deshecho”. En el agua y el fuego del tiempo que ni vuelve ni tropieza.

Lunes, 26 de febrero
CON BAROJA

Releo hoy el otro libro que compré ayer, Los amores tardíos de Pío Baroja. Recuerdo que cuando lo leí hace mucho tiempo, en la colección Austral –debía yo de tener veinte años-- solo me interesaron las prosas descriptivas y líricas que aparecen al comienzo de los capítulos. Pensé entonces, y lo pienso ahora, que deberían editarse aparte (y así creo que se hizo con una de las series, “Las estampas iluminadas”). La novela propiamente dicha –que no es una novela independiente, sino parte de la trilogía Agonías de nuestro tiempo--, me aburrió un poco: dos personajes, José Larrañaga y su prima Pepita, que se encuentran en sus viajes por Europa y charlan de esto y aquello, sin que falten los tópicos antisemitas.

El dibujo de la cubierta, una noria con la leyenda “Los llenos de dolor y los vazíos de esperanza”, es probablemente del propio Baroja, que esbozó el retrato alguno de los personajes en el manuscrito de la novela (el del protagonista es un autorretrato). Me apasiona ahora la relación entre los dos primos, esa “tensión sexual no resuelta”, como en tantas series de televisión, que se resuelve con una elegante elipsis. A medianoche –termina uno de los capítulos--, Pepita “subió la escalera y entró en el cuarto de José”.  El capítulo siguiente comienza con que, al despertar, “él la estrechó en sus brazos con toda su fuerza”. Si la novela se llevara al cine, el director no podría evitar dedicar buena parte del metraje a mostrarnos lo que hicieron en la cama esa noche y las siguientes. Son las convenciones de la época.

            Tenía esta novela en uno de los gruesos tomos de las obras completas, pero ahí no me apetecía leerla. Prefiero hacerlo mientras tomo un café. La comienzo en Noor, la continúo en Atípiko y la termino, conmovido, en Los Prados. Soy un lector itinerante. Cada libro tiene su lugar y su momento. Qué placer pasear por Rotterdam y alrededores esta mañana de lluvia y sol.

Los amores tardíos de José Larrañaga tienen lugar a sus cincuenta y cuatro años. Me identifico con él, pero en mi caso, más que tardíos, son ya póstumos.                                                                                                                                                           

Martes, 27 de febrero
APROVECHO PARA PRESUMIR

---Dime, oh Kalikatres sapientísimo, qué opinas del caso Koldo.

            ---Pues que no me sorprende, tras el ejemplo de quien fue jefe del Estado durante cuarenta años, que haya quien se sienta tentado por imitarle y cobre sustanciosas comisiones siempre que pueda. “Si ayudo a hacer negocios a otros –filosofaba el refugiado de Abu Dabi--, ¿por qué no voy a llevarme yo una parte?”. Allá ellos con la justicia, que paguen lo que tengan que pagar y que caiga quien caiga. Lo que me extraña es que nadie se sorprenda de que hubo un tiempo en que las mascarillas –que no servían para nada en buena parte de los casos en que las hicieron obligatorias, por ejemplo, paseando al aire libre-- se convirtieron en el Santo Grial que había que conseguir a cualquier precio. Si las autoridades, que perdieron la cabeza después (o antes, no sé bien) de hacérsela perder al resto de la población, le daban lo que pidiera, sin preguntar nada, sin control ninguno, ni siquiera de calidad, a quien les trajera mascarillas, ¿a qué sorprenderse de que las cobraran a un alto precio? El doble o el triple deberían haber pedido.

            ---Deduzco, oh Kalikatres sapientísimo, que en tiempos de la pandemia, que en tu opinión vino acompañada de una más dañina tontemia, solo tú conservaste en su sitio la cabeza.

            ---Algunos más habría, me imagino, pero entonces callaban. Yo dejé pública constancia, semana a semana, de tanto ridículo o criminal disparate, y ahí están las hemerotecas para el que quiera comprobarlo. 

Miércoles, 28 de febrero
UN MAL DÍA

“Al diario hay que venir ya llorado”, me comentó un amigo tras leer La vida y sus desatinos, última entrega del diario de José Luna Borge. “¿A qué entristecer a los demás con las triviales miserias de cualquier vida?”

            Lo recuerdo hoy, al final de un mal día, apenas atenuado por la animada tertulia en torno a la traducción de los sonetos de Shakespeare y la peculiar ortografía de Emily Dickinson. Las penas de amor, desde esta distancia, me parecen más llevaderas que el desengaño de ahora.

Cuando la caída de la Unión Soviética, circulaba por Rusia una humorada: “¿En qué se convierte un comunista de toda la vida cuando deja de serlo? En un anticomunista de toda la vida”.

            A mí ahora se me ocurre una variación: “¿En qué se convierte un amigo de toda la vida cuando deja de serlo? En un enemigo de toda la vida”.

            Amigos de los que Facebook llama “amigos” tengo muchos, exactamente cinco mil. Amigos de verdad, media docena. Amigos sobre cuyo hombro podía llorar a cualquier hora del día o de la noche creía tener uno. Ahora sé que no tengo ninguno. Y quizá siempre lo supe, aunque hiciera todo lo posible por engañarme a mí mismo. A la memoria me vienen los versos de Víctor Botas: “Algunas veces / ponemos dulces máscaras a aquellos / que están en nuestras vidas / para seguir queriéndolos”.

Jueves, 29 de febrero
REMEDIOS

Llovió durante la mayor parte del día, pero a primera hora de la mañana el regalo de unas horas de sol. Antes, a las diez en punto, cruzaba el parque para ir hasta Noor; ahora, tras el derribo del puente sobre la autopista, atravieso la plaza de Santullano, frente a la iglesia, y creo que no pierdo mucho con el cambio.

Como a los niños pequeños, nada me gusta más que la repetición. Ya me he acostumbrado a la nueva ruta y creo que hasta doy exactamente el mismo número de pasos y me detengo en los mismos sitios a hacer algunas fotos. Remedios contra la desesperanza, más eficaces, al menos para mí, que cualquier medicina.

El azul del cielo disuelve las negruras de la noche. Quizá todo fue un malentendido. Y, en cualquier caso, tampoco importa tanto. Si el hombre más fuerte es el que está más solo, como decía Ibsen en Un enemigo del pueblo, yo muy fuerte debo ser.