Viernes, 20 de mayo
LA QUE SE AVECINA
“¿Sigues desanimado?”, me pregunta Javier Almuzara
en la tertulia. “¿No vas esta vez a hacer campaña electoral? ¿No vas a decir
que quienes quieren que siga gobernando Rajoy tienen dos opciones: votas al PP y, si les da vergüenza, votar a
Unidos Podemos?”
“¡Esa
es una falacia!”, salta uno de los contertulios.
“Falacia
o no, encierra una vez. No hace falta ser profeta para afirmar que el próximo
presidente del Gobierno será Mariano Rajoy o Pedro Sánchez. El primero no lo
será si depende de los votos socialistas y el segundo si necesita los votos de
Podemos. Y es bastante más fácil que lo sea el primero que el segundo”, digo
yo.
“¡No
estoy de acuerdo!”
“Me
gustaría equivocarme, pero ya tenemos experiencia. Podemos no aspira a superar
en votos al PP,
sino al PSOE,
esa es su meta, con eso se conforma. Ya verás qué fiesta dan si lo consiguen,
que yo espero que no, y el que Rajoy siga gobernando no les aguará la fiesta.
Para Anguita será como si hubiera conquistado el Palacio de Invierno, podrá
morir tranquilo”.
“Pues
que los socialistas apoyen a Pablo Iglesias si es el candidato de izquierda más
votado”.
“Ya
sé encargará él de que eso no sea posible poniendo condiciones humillantes y
haciendo declaraciones ofensivas desde el primer instante”.
“¿Y
tú no vas a hacer algo para evitarlo?”, me pregunta Almuzara.
“Se
hará lo que se pueda, con mucha esperanza, pero sin demasiado convencimiento”.
Sábado, 21 de mayo
BUENOS CONSEJOS
“No hace falta que insistas en que te sobra el tiempo, ya
se nota en la manera que tienes de perderlo. No tenías por qué hablar del
último libro de César Antonio Molina, pero si querías hacerlo te bastaba hojear
el volumen, ver lo que dice de lugares que a ti te gustan mucho, como Ginebra o
Nápoles, y enhebrar dos o tres vagos elogios. Es lo que hacen los más afamados
reseñistas, los que publican en los suplementos importantes. La mayor parte de
los libros, como las personas, prometen más de lo que dan. Lo que esperan los
editores, y lo que agradece el autor, no es un informe pericial que detecte los
errores, eso se hace antes de publicarlos, sino unas palabras amables que
inviten a la lectura, o mejor, a la compra. Pocos de los libros que se compran
se leen: se comienzan apenas y se deja su lectura para cuando tengamos más
tiempo y ya se sabe que la gente normal, al contrario que tú, nunca lo tiene.
Aprende de Luis Alberto de Cuenca, aprende de Jordi Gracia o incluso de los más
jóvenes como Luis Bagué Quilez o Juan Carlos Abril, que en esto tienen mucho
que enseñarte. Hacer buenas reseñas lleva poco tiempo: basta glosar las páginas
de promoción editorial o las buenas ideas que el autor tiene de sí mismo. Un
reseñista es un publicista y ninguna publicidad habla mal del producto que
promociona. Pero si a ti te divierte más enojar a los editores o a los autores,
allá tú. Así nunca llegarás a nada”.
“Me
parece que ya es un poco tarde para tratar de llegar a ningún sitio. Y además
me encuentro muy a gusto estando donde estoy”.
Domingo, 22 de mayo
MUTANTES
“Nacen con habilidades extraordinarias. Sin embargo,
son como niños que tropiezan en la oscuridad mientras buscan su camino. A
menudo, un don se convierte en una maldición. Dale alas a alguien e intentará
volar demasiado cerca del sol; dale el poder de la profecía y vivirá aterrado
por el miedo al futuro; dale el regalo más grande de todos, poderes inimaginables,
y creerá que su destino es controlar el mundo”.
Me
basta escuchar las palabras en off con que comienza X-Men: Apocalipsis para darme cuenta de que la película de Bryan
Singer es algo más que un aparatoso y disparatado entretenimiento adolescente.
Como todas las películas que me importan habla también de mí, habla sobre todo de
mí: niño que tropieza en la oscuridad sin encontrar la puerta de salida y que
sueña con tener poderes extraordinarios que le permitan dominar el mundo o, al
menos, controlar su propia vida.
Lunes, 23 de mayo
MIEDO
Tengo miedo al odio, casi tanto como al amor. No al
que me tienen, sino al que tengo. Odiar me empequeñece, me hace indigno de mí,
me humilla casi tanto como el amor. Odiar el odio, amar la indignación, tan
necesaria como el pan nuestro de cada día.
Martes, 24 de mayo
UNA CASA EN ASTORGA
Está cerrada la casa, ya no habita en ella nadie de
la familia, pero sigue llena de fantasmas. Miro, tras de la verja, los árboles
del jardín, la fuente sin agua, la estatua del poeta con la pluma en la mano y
la mirada perdida.
Se
llamaba Felicidad, pero quizá no fue feliz aquí ni en ninguna otra parte. Soñó
mucho con esta casa antes de llegar a ella por primera vez, a comienzo de los
cuarenta. Eran tiempos duros, las heridas de la guerra todavía purulentas. “No
mires a ese”, le decía su marido cuando cruzaban camino de la catedral, “fue
uno de los que me delataron”. En 1943, cuando murió, todavía joven, y de una
muerte rápida, su cuñada Rosario, durante el velatorio se presentó la Guardia
Civil para detener al padre del poeta, acusado por un delator anónimo de masón.
Días negros aquellos, en el recuerdo y en la realidad. Una lápida sin
inscripción en el cementerio: allí está enterrado el que era alcalde la ciudad
al comenzar la guerra, el que alejó de ella a los mineros, el que mantuvo la
tranquilidad hasta que triunfaron los sublevados, que lo primero que hicieron
fue fusilarle.
Se
llamaba Felicidad, pero no lo fue en esta casa ni quizá en ninguna otra. Tenía
la impresión de que todos le hacían el vacío: la madre autoritaria, las
hermanas sumisas, incluso su propio marido que la deja largos ratos a solas
mientras él se encierra a leer y escribir en su despacho. Algunas veces,
aburrida, se acerca a buscarlo, pero él le dice malhumorado: “Déjame, luego voy
a buscarte”. Y ella espera y espera hasta que se da cuenta de que el marido,
cansado de escribir, ha salido por la otra puerta a dar una vuelta. Y quizá lo
que había escrito era un poema dedicado a ella, o a la imagen que tenía de
ella: “Ya empieza tu sonrisa / como el son de la lluvia en los cristales”.
La
única enamorada era ella, tontamente enamorada. Él lo pasaba mejor con su madre
y con sus hermanas, con los amigos de Madrid que más de una vez se acercaron a
verlos. A veces pasean, en silencio, como dos extraños. Una extraña fue siempre
ella en esta casa.
Ahora
se acerca hasta la verja del jardín a contarme sus cuitas. Calló durante muchos
años, como las mujeres de entonces, pero una vez que comenzó a hablar ya no fue
capaz de parar. “Me engañaba a mí misma”, dice. “Desde el principio debí saber
que aquello no iba a acabar bien. Incluso nos casamos enfadados, por una
tontería, ya ves tú, a Leopoldo le hacían daño los zapatos que me había pedido
que le comprara, y me echaba la culpa de aquellas molestias. Luego vinieron los
hijos… y qué te voy a contar si andan por ahí protagonizando películas de
terror”.
Miércoles, 25 de mayo
HAY UNA EXCEPCIÓN
“Pero es que tú, Martín, te metes con todo el
mundo”, me reprocha un joven poeta (y antólogo) después de haberme escuchado
pacientemente en el Vetusta pinchar todos sus vanidosos globos y poner los
puntos sobre las íes de sus poéticas vaguedades.
“Con
todo el mundo, salvo con los tontos”.
Jueves, 26 de mayo
HACER BALANCE
Como ando estos días ordenando cartas y papeles viejos,
inevitablemente siento la tentación de hacer balance. "Ya sabemos lo que
cuentas a los demás --me digo--, pero ¿qué piensas tú en el fondo? ¿No cambiarías
nada? Si pudieras volver a empezar, ¿no harías las cosas de otra manera?"
No creo
que fuera capaz de cambiar nada fundamental: carácter es destino. Limitándome a
mi trabajo como escritor (para no hablar de otras cosas) podría haber sido un
poco menos sincero, algo más hipócrita, discretamente adulador. No creo que me
resultara demasiado difícil practicar esas habilidades. Ahora de vez en cuando,
por juego, hago uso de ellas y se me dan bastante bien. ¿Qué habría ocurrido si
hubiera empezado a practicarlas a los veinte años? ¿Quién sería hoy? ¿Santos
Sanz Villanueva?¿Manuel Rico? ¿Túa Blesa? Y como poeta, ¿aparecerían mis libros
en Tusquets o en Visor, como los de Miguel Casado o Fernando Valverde?
La
verdad es que es que, aunque no esté bien decirlo, tengo todo el éxito que
necesito. Lo que no tengo es todo el talento que me gustaría tener (ni siquiera
todo el que creo tener). No viene de ahí la sensación de fracaso a la hora de
hacer balance, sino de pensar que me he esforzado poco, que me dejado llevar
por la comodidad. Debería haber sido un poco más ambicioso. Cada uno tiene el
talento que tiene, viene con él de fábrica, no se puede cambiar. Pero puede
desarrollarlo más o menos. Y yo me dejado llevar por lo más fácil: leer lo que
me gusta, escribir de lo que me da la gana, no someterme a ninguna disciplina,
disfrutar de la literatura como si fuera un juego que he inventado yo y que nunca
cansa.
“Pero,
si has hecho lo que has querido, ¿por qué esa sensación de fracaso?”
“Porque
la vida, no la mía, la de cualquiera, siempre da menos de lo que promete, y te dé
poco o mucho, empieza a quitártelo a manotazos cuando más encariñado estás con
ello”.
Viernes, 27 de mayo
EPITAFIO DE UN HOMBRE FELIZ
“Nació, creció, envejeció, murió, / pero por suerte nadie
lo notó”.