domingo, 28 de febrero de 2016

El arte de quedarse solo: La edad y otros cuentos


Sábado, 20 de febrero
SOY UN ADICTO

“Eres fatigosamente adicto al entusiasmo, pero no te preocupes que eso se cura con los años”.
            A ver si es verdad. Ya voy teniendo algunos, pero la adicción continúa.


Domingo, 21 de febrero
UNA VIEJA HISTORIA

Llegué muy cansado y me acosté de inmediato. El viaje había durado más de veinticuatro horas, la mitad de ellas tirado en un aeropuerto. Dormí de un tirón, cosa rara en mí, y al despertar, ya muy avanzado el día (la luz entraba a raudales por la cristalera), no sabía bien dónde estaba. ¿Nápoles? Sí, desde luego, pero no parecía el hotel de costumbre. Llamaron a la puerta y antes de que yo pudiera decir nada entró una camarera con una gran bandeja de desayuno. Me saludó sonriente y lo dejó sobre una mesita. Un desayuno para dos, me di cuenta de inmediato. Cuando quise advertirla de su equivocación, ya había desaparecido. Oí entonces el agua correr en el cuarto de baño. No estaba solo, pero yo recordabAhaber viajado solo, haber hecho solo los trámites en la recepción del hotel, ya casi de madrugada. Me asusté un poco, no tanto por la inesperada compañía, sino por mi mala memoria. Es cierto que más de una vez se me ha venido encima la soledad del cuarto de hotel y he procurado ponerle banal y venal remedio. Pero nunca me había ocurrido, como ahora, despertarme con la mente en blanco. No acostumbro a beber. Miré la hora en el teléfono, eran cerca de las once de la mañana y de pronto me fijé en el día: era viernes y yo recordaba haber salido de Asturias el martes. ¿Qué había ocurrido en esos dos días? ¿Qué había pasado entre el momento en que me había dormido de golpe, cansado del viaje, y el despertar de esta mañana, dos días después? No tuve que pasar mucho tiempo en estas perplejidades. Se abrió la puerta del baño y apareció una desconocida. Me saludó sonriente, sin extrañeza ninguna, me dio un apresurado beso y luego de inmediato comenzó a servirse una taza de café y a mordisquear un croissant. "Tengo un hambre atroz esta mañana --dijo--, creo que voy a empezar contigo el desayuno". Sonreí al reconocer la cita del poema de Luis Alberto de Cuenca y dije: "Más bien lo estás empezando sin mí". Pasé un momento al baño, me aseé rápidamente y me senté junto a ella. También yo tenía hambre. "Me vas a perdonar, pero no recuerdo tu nombre", "No te lo he dicho. Tampoco yo sé el tuyo, cariño, es parte del juego". "¿Del juego?" Yo no sabía qué juego podía ser aquel, pero tampoco me importaba demasiado. Parecía divertido y con eso era suficiente. Yo estaba todavía en pijama; ella, aunque completamente vestida, casi desnuda. Yo bebía pausadamente mi taza de café mientras ella devoraba todo lo que encontraba a su alcance. "Parece que vas a terminar el desayuno devorándome efectivamente a mí", dije. Y ella: "Siempre me levanto con hambre, pero por suerte soy de las que no engordan". Miró su reloj: "Huy, qué tardísimo". Se levantó de un salto, cogió el bolso que estaba sobre una silla y desapareció. Oí el ruido del ascensor mientras terminaba mi café. Luego me bañé sin prisa, estuve como media hora en la bañera, y cuando salí a la calle pude comprobar que el hotel era el de costumbre, que ante mí estaba el Castel dell’Ovo y la difuminada silueta de Capri sobre un mar color de vino, como en los versos de Homero. Debería ser miércoles, pero era viernes, me había echado a dormir solo, pero despertaba en buena compañía. No sabía cómo explicarme aquello. Seguro que el fallo de la memoria no presagiaba nada bueno. Me encogí de hombros. ¿Y qué? Sonríe cuando la vida te sonría y no hagas demasiadas preguntas. Esa era entonces toda mi filosofía. Y lo sigue siendo.


Lunes, 22 de febrero
VIVIR DE LA POESÍA

Escucho a Manuel Vilas: “Cuando los poetas dicen que no se puede vivir de la poesía, afirmación que se repite como una gracia, no son conscientes de que esa idea puede acabar confirmando el hecho de que la poesía no tiene ningún interés en este mundo. Yo luché por intentar vivir de la poesía, no porque no supiera ganarme la vida de otra forma, sino porque quise que la poesía tuviera sentido en este mundo. Fracasé en eso. Pero es también el fracaso de toda una cultura literaria y de todo un país. No se trata de dinero, se trata de la dignidad de la poesía bajo el capitalismo. Se trata de tomarse la poesía en serio. No tomarse la poesía en serio me parece una aberración moral propia del subdesarrollo. ¿Por qué los poetas no podían vivir de la poesía si a ella entregaban su vida? La razón es simple: éramos unos muertos de hambre, éramos unos mendigos. Si no se podía vivir de la poesía, no era porque la poesía fuera algo sagrado (hasta los curas y el Papa tienen un sueldo), sino porque no le importaba a nadie”. Y termina con un grito de guerra: “Poetas miserables de la tierra, alzaos en armas. Mirad a ver si os dan dos dólares por un verso”.
            Cuántas sonoras tonterías. De la poesía, como de la música, de la pintura o de la fontanería, se puede vivir si hay suficientes clientes dispuestos a pagar por tus servicios o si el Estado (o cualquier otra institución o incluso un mecenas particular) deciden subvencionarte. Los fontaneros no necesitan subvención, para los poetas todas las subvenciones son pocas. Y es que cualquiera puede ser poeta, ni siquiera necesita aprender métrica para ello, pero no cualquiera puede ser fontanero.
            Raro oficio la poesía, ciertamente. Si uno pone un bar y no entran clientes, cierra y se dedica a otra cosa o se va al paro, pero no conozco a ningún poeta que haya abandonado la poesía porque los derechos de autor de su último libro apenas si le permiten pagar un mes de alquiler. Sería perfecto que los poetas exigieran poder vivir de la poesía y, si no lo consiguen, dejaran de escribir versos. Si a pesar de todo siguen escribiendo, como hace Manuel Vilas, que no se quejen.



Martes, 23 de febrero
UN ESCRITOR SIN ÉXITO

“¡Cuánto has escrito!”, me dice un amigo tras consultar el catálogo de la biblioteca del Fontán. ¿Demasiado? Solo si alguien tuviera la obligación de leerme.
            Un escritor de éxito es el que ha escrito poco, pero sobre él se ha escrito mucho. A mí me pasa exactamente lo contrario. Pero no me quejo.  Prefiero escribir sobre los demás a que los demás escriban sobre mí. De mis poemas, ya hablarán cuando yo esté muerto. Y ni no hablan, tampoco importa demasiado: no me voy a enterar.



Miércoles, 24 de febrero
ADULANDO A LOS JÓVENES

Mientras presentamos Anáfora en la librería Santa Teresa, que ya se está convirtiendo en una grata costumbre, recuerdo “Contra JLGM”, un epigrama que escribí hace tiempo: “Adulando a los jóvenes, / ¿tratas de seducir / a la posteridad?”
            Como siempre que escribo contra mí mismo, me invento un defecto del que carezco y así oculto mejor los que sí tengo. Para el arte de la adulación estoy escasamente dotado, aunque mentiría si dijera que me molesta en exceso recibirla. Yo no adulo a los jóvenes, más bien les doy pataditas para que se mantengan alerta.
            Carezco del arte de la adulación y de otro igualmente necesario para prosperar en la vida, la falsa modestia, pero no por completo de autocrítica. Me doy cuenta de que tiendo a no dejar hablar a nadie, de que pretendo decir siempre la última palabra, de que no sé disimular el hecho tan molesto de que la razón esté casi siempre de mi parte.
            “Soy un canalla y no me arrepiento de serlo” leo en el cartel promocional de la última novela de Julia Navarro. Aprovecho para hacerme una foto. De sobra sé que no lo soy. Ya me gustaría. Así mi biografía resultaría más divertida.

Jueves, 25 de febrero
COSAS DE LA EDAD

¿No hay libro que no hable de mí? Parece que no. Abro Las tareas de casa y otros ensayos, de Natalia Ginzburg, y leo: "Ahora nos estamos convirtiendo en lo que nunca habíamos deseado ser, en viejos".
            ¿Me estoy convirtiendo o me he convertido ya? Me hacen descuento, no sé yo bien por qué, en el cine, en los museos, en el tren.
            Continúo con Natalia Ginzburg: "La vejez se aburre y es aburrida, el aburrimiento genera aburrimiento, propaga aburrimiento a su alrededor del mismo modo que el calamar propaga su tinta".
            Bueno, yo para aburrirme no he necesitado esperar a ser viejo. Siempre he hecho todo lo que tenía que hacer demasiado pronto y luego siempre me sobraba tiempo. No es que no dejara para mañana lo que debería hacer hoy, sino que a menudo la tarea de hoy ya la había hecho ayer y no me quedaba más remedio que aburrirme. O inventar otra ocupación. Me he pasado la vida inventándome obligaciones. De las que me libraba apresurada y chapuceramente tan pronto como era posible.
            Siempre he envidiado a los poetas que se pasan días, semanas o meses con un poema. A mí ninguno me ha ocupado más de una hora. A veces trato de hacer las cosas más lentamente, pero para necesito el doble de esfuerzo y no suelen quedarme ni la mitad de bien.
            Desde niño no he tenido más remedio que convivir con el aburrimiento. Me aburro un poco cada día, por lo menos veinte minutos o quizá media hora. A la vejez todavía sigo viéndola como algo lejano. Me repito varias veces al día la edad que tengo, pero no acabo de creérmela. Algún día los años serán una carga, todavía son un regalo, el mejor regalo de cumpleaños.
            Con la vejez --continúa Natalia Ginzburg– perdemos la capacidad tanto de sorprendernos como de sorprender a los demás". Yo he sido siempre tan rutinario y previsible que no creo que nunca haya sorprendido a nadie, pero la capacidad de sorprenderme ni la he perdido ni creo que la pierda jamás. ¿Cómo no voy a sorprenderme si ya tengo amigos más o menos de mi edad, o eso me parece a mí, que tienen abuelos de mi misma edad?


Viernes, 26 de febrero
UNA MODESTA PROPOSICIÓN

¿El presidente de gobierno en funciones, mientras las cosas se aclaran, no podría ser Felipe de Borbón en lugar de Mariano Rajoy?


domingo, 21 de febrero de 2016

El arte de quedarse solo: Mientras se espera


Sábado, 13 de febrero
MAMÁ, QUIERO SER ARTISTA

“Mamá, quiero ser vicepresidente del gobierno” canta Pablo Iglesias en un meme de Internet, disfrazado de chica ye-yé de los años sesenta. Pero eso es lo que dice. Lo que de verdad quiere es ser califa en lugar del califa. Las brujas de Macbeth, en forma de manipuladas encuestas, se lo predicen cada mañana si se repiten las elecciones. Por eso se empeña en evitar un acuerdo de izquierdas. Él, al contrario que Rajoy, sí se ha leído la Constitución y sabe que los ciudadanos eligen a los diputados, los diputados al presidente del Gobierno y el presidente nombra libremente a sus ministros. Un acuerdo que le quitara esa libertad podría incluso ser recurrido ante el Constitucional. Otra cosa es que luego, al formar gobierno, tenga en cuenta los distintos apoyos con los que cuenta. Lo que Pablo Iglesias pide se puede hablar en privado, pero no pactar en público. En fin, él sabe lo que hace. Pero conviene que relea Macbeth antes de hacer caso a las brujas. Y medite en lo que está pasando con el Ayuntamiento de Madrid y en cómo se las gasta la derecha, capaz de recurrir a todos los medios, incluidos los legales, para desalojar a quienes considera simples okupas.


Domingo, 14 de febrero
UN HOMBRE AFORTUNADO

El amor goza de un prestigio inmerecido.
            El odio bien entendido empieza por uno mismo.
            ¿Cuánto tiempo hace que no escribo cartas de amor? Exactamente diez minutos, pero hace años que he dejado de enviarlas.
            Soy un hombre afortunado: siempre he tenido a alguien que me quisiera, siempre he querido a alguien (y encima he tenido la suerte de que casi nunca fueran la misma persona).


Martes, 16 de febrero
TAMPOCO HAY QUE EXAGERAR

Habla Paul Valery: "Todo recién llegado se siente forzado al ensayo de hacer algo distinto, olvidando que, si en realidad es alguien, hará algo distinto. Esta obligación de lo nuevo crea una especie de automatismo. La contra imitación llega a ser un verdadero reflejo haciendo depender las obras no del estado del autor sino del estado del medio. Pero, como ocurre en todos los efectos de choque, la amortiguación se produce muy rápidamente. En cincuenta años he visto surgir no sé cuántas originalidades, ser devoradas por otras y reabsorbidas en el olvido. Si queda algo, es por cualidades en las cuales la voluntad novedosa no tiene parte alguna".
            ––A Valery le gustarían mucho entonces los jóvenes poetas españoles, todos ellos muy buenos monaguillos.
            ––Hombre, tampoco hay que exagerar. Que cada uno haga lo que quiere hacer de la mejor manera posible, pero si lo que quiere hacer ya lo han hecho Montero, Rosillo o incluso Karmelo C. Iribarren creo que debería dedicarse mejor a otra cosa.


Miércoles, 17 de febrero
NO HAGO PROFECÍAS

No se fían muchos los amigos de mí como analista político, y el que menos Abelardo Linares con quien como hoy en un restaurante de la calle Ventura de la Vega, muy cerca del paralizado Congreso.
            ---O sea –me dice con ironía– que la última vez que hablamos la solución era Pablo Iglesias y ahora resulta que es Pedro Sánchez. No hay quien te entienda. Pero, eso si, en lo que no cambias es en lo de estar a favor de Maduro y sus presos políticos.
            --De Venezuela no digo nada, cada país tiene sus Arnaldo Otegui. Yo solo te cuento cómo veo la partida de ajedrez que se está jugando. No tengo información privilegiada ni valgo mucho como profeta, pero creo que los movimientos de unos y de otros permiten entrever las jugadas futuras. Podemos ha optado por el radicalismo a la gijonesa (o todo o nada) y solo deja una posibilidad de que no se repitan las elecciones: una alianza de PSOE, Ciudadanos, Izquierda Unida y PNV, lo más probable que con un gobierno minoritario de los socialistas. En la primera votación, la del día 3 de marzo, los noes serán más que los síes. Hasta la segunda, el día 5, habrá tensiones internas en el PP, que no querrá votar juntamente con Podemos y los independentistas catalanes, y también en Podemos, a un sector del cual le será muy difícil votar con el PP en contra del programa con medidas sociales y contra la corrupción que presentará Pedro Sánchez.
            ---Pues, para no ser profeta, parece que lo tienes todo más claro que nadie.
            ---En absoluto. Yo no sé si habrá o no gobierno el día 5. Ni estará claro hasta unos minutos antes de la votación. Lo que sí puedo asegurar es que si, finalmente nadie cede y hay elecciones, ni PP ni Podemos, en contra de lo que piensan, saldrán muy beneficiados. Y si el PP opta en el último minuto por la abstención, antes Rajoy se habrá ido a casa y podrá dedicarse tranquilamente a leer el Marca y a que le escriban sus memorias (tras una oferta millonaria de Planeta). Sabremos así por qué renunció de un día para otro a presentarse a la investidura. Solo él puede aclarárnoslo; la otra persona en el secreto no va a escribir nunca sus memorias.
            ––Sibilino estás. ¿Quién es esa otra persona?
            ––¿Quién va a ser? Quien se ha tomado muy en serio su papel de Jefe del Estado y quiere contribuir a que salgamos de este embrollo y poner un punto y aparte con la España corrupta que ha heredado. No me parece muy aventurado afirmar que nadie que tuviera algún cargo político significativo en el reinado anterior puede esperar en este a otro destino que, en el mejor de los casos, un retiro honorable. Por acción u omisión, pocos han dejado de estar enredador en la corrupta maraña.


Jueves, 18 de febrero
GUERRA Y REVOLUCIÓN

Aproveché ayer el largo viaje el tren para leerme Celia en la revolución, la novela póstuma de Elena Fortún reeditada ahora con prólogo de Andrés Trapiello. El libro, que la propia autora abandonó en borrador, vale poco, aunque el prologuista lo considere, por razones que poco tienen que ver con la literatura, “una de las grandes novelas de la guerra civil”. El tiempo resulta inmisericorde: Elena Fortún, una de las más conocidas autoras de literatura infantil en su tiempo, es una escritora muy menor que hoy interesa solo por razones extraliterarias. Celia en la revolución vale como documento, le sobra toda su ingenuo y trasnochada armazón novelesca. Pero la literatura al prologuista le importa poco. Lo importante es que en esa obra los republicanos también asesinan, no todos son demócratas, quieren imponer una revolución comunista. Eso hizo que la novela no pudiera publicarse hasta 1987, ya que habría sido rechazada igualmente por los exiliados (aunque no ignoraran los hechos que se narran en ella) ni por el régimen franquista. Y aún hay más: ni siquiera hoy en día todos la aceptarían. Y eso explica el destino “misteriosísimo, un caso único”, de este libro: “Apenas publicado, desapareció de las librerías y únicamente en el mercado de viejo ha ido apareciendo desde entonces, con cuentagotas, algún que otro ejemplar, siempre a precios fabulosos, de todo punto infrecuentes en un libro reciente, lo que habla de su carácter excepcional”.
            No sabemos las razones, sí sabemos que no son las insinuadas por Andrés Trapiello: que desde la guerra civil ha habido una especie de conspiración general para ocultar que no existieron solo dos Españas enfrentadas, sino también una tercera, de la que él es el gran descubridor y promotor. Como en la teoría de los ovnis (soy un fan del programa Ancient Aliens del Canal Historia), el gobierno oculta información, nos engaña la izquierda, nos engaña la derecha. Solo gracias a la heroica labor de Andrés Trapiello (una especie de Giorgio A. Tsoukalos), pudo salir a la luz “el prólogo memorable, al que su autor debe su justa celebridad póstuma”, de A sangre y fuego, la colección de cuentos de Chaves Nogales, y otras obras igualmente decisivas para descubrir “la tercera España, la demócrata y liberal, republicana o no que, como la carta de Poe, teníamos delante sin verla, víctimas como fuimos del viejo mito de las dos Españas, sostenido interesadamente por los autoritarios de una y otra parte, los fascistas por un lado y los comunistas y demás por el otro”.
            Se frota uno los ojos leyendo estas cosas o escuchando al divertido Giorgio. ¿De verdad creen en lo que dicen? Probablemente sí, es parte de su negocio. Pero dejemos a un lado al teórico de los astronautas antiguos y centrémonos en el autor de Las armas y las letras, quizá más dotado para el encanto antiguo del verso y la galanura cervantina de la prosa que para el razonamiento abstracto o la reflexión histórica.
            A las gentes de la edad de Trapiello (o de la mía), ni Chaves Nogales ni Clara Campoamor tuvieron que venir a descubrirnos que en la zona republicana no todo era elegancia inglesa y buenos modos republicanos: supimos de la barbarie roja desde la más tierna infancia. Se nos explicaba en la escuela, veíamos las cruces en las iglesias, conocimos a familiares de “asesinados por los rojos”. De lo que tardamos en enterarnos fue de los otros crímenes. Y en cuanto tuvimos la edad de la razón, y pudimos leer los libros que venían como los niños de París, supimos del enfrentamiento entre Prieto y Negrín, de las luchas entre comunistas y anarquistas o trosquistas.
            No están muy claras las ideas de Trapiello y su “tercera España” (un concepto que viene, creo, de Madariaga) al que ya se adscribieron el liberal Marañón y tantos otros. Difuminar las tesis para evitar refutaciones es un arte que domina. Pero a veces resulta tan fácil echar abajo sus teorías que da un poco de pereza. ¿Por qué “ni los unos ni los otros” –se pregunta– hubieran aceptado que se publicara la novela de Elena Fortún? La primera razón está en el título, Celia en la revolución: “También aparece la palabra revolución en el título del libro de Clara Campoamor. Fue la primera que borraron de la memoria histórica los que estaban perdiendo la guerra, pese a haber sido la que movió a una gran parte de los que respondieron en un primer momento a la sublevación militar”.
            Para refutarle me basta ir en busca de un libro. “Toma y lee”, le diría si lo tuviera delante, “Es el primer tomo de la historia oficial de la guerra civil preparada por los comunistas. Lo publicó la editorial Progreso, de Moscú, en 1967. Al frente de los autores figura Dolores Ibárruri. Pero no hace falta que lo leas entero, basta con el título: Guerra y revolución en España 1936-1939. Curiosa manera de borrar la palabra revolución de la memoria histórica”.


Viernes, 19 de febrero
INFORMACIÓN,  INTELIGENCIA

Mi mejor interlocutor: alguien tan inteligente como yo, pero más joven y peor informado.


           


domingo, 14 de febrero de 2016

El arte de quedarse solo: El candidato cadáver y otras historias de fantasmas


Viernes, 5 de febrero
POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL SER OBJETIVO

Media docena o una docena de corruptos en el partido con el que simpatizamos resultan siempre un caso aislado; en el partido contrario, basta uno solo para que dictaminemos corrupción generalizada.

Sábado, 6 de febrero
TAMBIÉN YO

Hace cien años que murió Rubén Darío y, con ese motivo, en un suplemento cultural conversan con varios poetas. Como no me han preguntado a mí, hago lo que cualquier poeta haría en un caso semejante: paso rápidamente a la página siguiente.
            Luego me avergüenzo un poco de mi vanidosa actitud, que tanto he criticado en autores, y vuelvo atrás. No es que me perdiera gran cosa, claro. Pero el remedio es peor que la enfermedad. Resulta que quien hace el cuestionario es Javier Rodríguez Marcos, a quien conozco desde sus primeros escritos y a quien antologué en alguna ocasión. Y pienso en que hubo un tiempo, cuanto trabajaba en ABC, en que solía citarme de vez en cuando. En Babelia no lo ha hecho nunca, aunque trata muy bien a algunos admirados amigos míos: José Luis Piquero, Martín López-Vega. No se me ocurre pensar que el veto tenga que ver con el cambio de periódico. Es algo más sencillo. Javier Rodríguez Marcos, un excelente periodista cultural, uno de los mejores, como poeta se ha ido quedando en nada (o en casi nada: no hay que exagerar). Eso es lo que pienso yo; el resto de los críticos cada vez que publica un libro de versos, muy de tarde en tarde, lo tratan como un acontecimiento. Frágil yo lo saludé sin demasiado entusiasmo. Y casualmente, a partir de entonces, dejó de mencionarme. La susceptibilidad de los poetas me hace ver en ello algo más que una simple casualidad. Do ut des sigue siendo la regla no escrita de la crítica literaria. Los elogios no se venden, pero tampoco se regalan: simplemente se intercambian.
            Y yo, que siempre he estado tan orgulloso de no participar en ese cambalache, ahora parece que lo lamento un poco. ¡Cómo le reblandece a uno la vejez! Me temo que acabaré adulando a cualquier poetastro o periodista del que pueda obtener algún provecho.


Domingo, 7 de febrero
NO PASA NADA

Después de ver Carol y dejarme seducir por Cate Blanchett, hojeando distraído un  libro de Azorín, El cine y el momento, mientras por el televisor desfilan los paisajes de Siberia vistos desde el tren, me encuentro con una historia de fantasmas.
            No pasa nada, no hay sábanas ni sustos, apenas una escena doméstica, pero a mí me llena de melancolía. Dos difuntos, marido y mujer, reciben permiso para volver al mundo por unas horas. Vuelven, naturalmente, a su casa. El matrimonio tuvo un hijo. Se casó después de muertos los padres, que ahora tienen una nieta, a la que no conocen. Los difuntos llegan a la que fue su casa y enseguida comienzan a notar los cambios: han cortado el árbol que crecía frente a la entrada, son otros los muebles, han desaparecido sus retratos del salón. Entra el hijo, al que apenas reconocen, de tan avejentado; la nuera, como era de esperar, no les cae demasiado bien: parece arisca y mandona. La nieta, en cambio… Se acercan a acariciarla, pero la niña ni los ve ni siente nada. Cuando llega la hora de partir, de volver al sueño sin sueños del que han despertado por unas horas, lo hacen sin pena, casi con impaciencia.
            Noto que el asiento del sillón se hunde levemente, como si alguien ligero, muy ligero, se hubiera sentado en él. No me dice nada, pero yo sé que está ahí, a mi lado, compartiendo conmigo los bosques de Siberia, el dolorido sentir de Azorín y la imagen luminosa de Cate Blanchett, como entonces, como ahora, como siempre.



Lunes, 8 de febrero
HAIKUS  DEL CAFÉ

            Dos solitarios /  en la calle sin nadie / la lluvia y yo.
Tras el cristal / tú me miras mirarte / y me sonríes.
Hago recuento / de los días felices / me sobran dedos.
Hoy no me sabe / dices después del beso / la vida a nada.


Martes, 9 de febrero
LA BUENA COSTUMBRE

Presenté el viernes el último libro, Los dones del otoño, de José Cereijo, y al final nos recitó algunos poemas de su predilección, entre ellos un soneto de Borges: “Las traslúcidas manos del judío / labran en la penumbra los cristales…”
            Yo también conozco ese poema de memoria y me lo repito a menudo, por eso le dije al final que se había equivocado, que Borges escribió “pulen en la penumbra los cristales”. Resulta que el equivocado era yo. Mi memoria tiene la costumbre de corregir los textos que admiro sin pedir permiso ni a mí ni a sus autores. Al final, casi siempre acabo dándole la razón a ella.
            –-¿Qué es eso de “labran”? –le diría a Borges– Los cristales para las gafas se pulen, no se labran.
            –-Me gusta la paronomasia entre “labran” y ”penumbra” y no me gusta la de “pulen en” –sonreiría Borges.
            Recuerdo presentación y discrepancia esta tarde melancólica mientras leo, en el café Vetusta, Las voces de los muertos, el libro de Orlando González Esteva que me acaba de llegar. Abundan las décimas, esa estrofa que en España es un arcaico artificio y en Cuba resulta popular. Una de ellas, mi preferida, dice así: “Los muertos de la familia / tienen la mala costumbre / de conversar a la lumbre. / No distinguen la vigilia / del sueño. No van a dar / a la recóndita mar / que vislumbrara Manrique. / Regresan a dar palique: / somos su único hogar”.
            ––Te has saltado un verso –me dice el amigo que acaba de llegar y al que le paso el libro mientras se la recito presumiendo una vez más de mi buena memoria.
            Compruebo que es verdad: “Los muertos de la familia / tienen la mala costumbre / de conversar a la lumbre / del ser que los domicilia”.
            ––¡Del ser que los domicilia! Vaya ripio. No me extraña que mi memoria elegantemente se negara a recordarlo.
            Luego en casa, cierro el libro que hojeo, y me quedo mirando el televisor encendido pero sin voz como de niño en las noches de invierno miraba las llamas bajo la chimenea y le hago otro cambio la poema: “Los muertos de la familia / tienen la buena costumbre…”
            A veces no solo me dan conversación sino también un beso antes de que me vaya para la cama.



Miércoles, 10 de febrero
TONTERÍAS CON FIRMA

Siempre ha fascinado la incapacidad para el pensamiento racional de los seres humanos. Leo la carta al director que aparece destacada en un diario. “Una de las principales víctimas de esta nueva etapa tecnológica es la palabra escrita”, escribe Cristina Castro. Y continúa: “Desgraciadamente, con el nacimiento de editores de texto, programas de mensajería instantánea y diarios digitales cada vez peligra más una gran parte de nuestra cultura. Y, aunque el desarrollo como sociedad científica es imparable, el Estado debería hacer algo para intentar preservar nuestra lengua escrita.”. Los principales factores que ponen en riesgo “tan preciada parte de nuestra cultura”, esto es la lengua escrita, serían “el elevado coste del correo postal y también el de los libros impresos”.
            Cuántas tonterías, Cristina. No, querida, no, no se trata de que tú pienses de una manera y yo de otra, no todas las opiniones son respetables. Para ser respetable una opinión debe estar bien informada y razonada, no contener sinsentidos evidentes.¿Cómo van a poner en riesgo la palabra escrita los mensajes de mensajería instantánea o los diarios digitales si la utilizan? ¿Cómo va a poner en riesgo la palabra escrita “el elevado coste del correo postal”? ¿Acaso no sabes, Cristina, que el correo electrónico también utiliza la palabra escrita? Quizá confundas palabra escrita con palabra escrita en papel. Eso me parece mucho confundir.
            Pero no te preocupes, Cristina. No eres única. Guardo tu carta en mi colección particular de tonterías sobre los medios digitales y la decadencia del lenguaje. Las tengo firmadas por muy ilustres intelectuales, de Umberto Eco a José Luis Pardo, el filósofo que quería incluir las faltas de ortografía en el código penal.

Jueves, 11 de febrero
COSAS DE LAS QUE NO DIGO NADA

“¿Y qué opinas del entremés de los titiriteros y el juez?”, me pregunta un amigo.
            “Un capítulo más para la historia universal de la estupidez y no precisamente por culpa de los titiriteros ni solo del juez”, diría si no prefiriera pasar del asunto.
            “¿Y qué te parece eso de que el candidato que rechazó el encargo del rey ande todavía por ahí entrevistándose con unos y con otros?”
            “A mí me recuerda a una película de Tim Barton, La novia cadáver; políticamente ya está muerto y enterrado, como su admirada Rita Barberá, aunque él parece que no se ha enterado. Pero de estas cosas, ya te digo, prefiero no hablar”.
            “¿Y del acuerdo de Jaume Matas con el fiscal para que se le rebaje la pena a cambio de que tire solo un poquito de la manta y no deje que asome nada del gran tapado?”
            “Sin comentarios. No quiero meterme en líos, que hay que ver como se las gastan ciertos jueces en esta España nuestra”.


Viernes, 12 de febrero
DE UNA CARTA NO ESCRITA

“El amor no es la estimación ni la confianza ni el agradecimiento; es algo mucho más grande, algo terrible, arbitrario, enloquecedor, brutal como la muerte, que de súbito, sin pedirle consejo a la lógica, surge ante nosotros y nos traspasa el pecho”.





domingo, 7 de febrero de 2016

El arte de quedarse solo: De piratas y abanicos


Viernes, 29 de enero
NON OLET

¡Qué personaje! Imagínate que Pablo Escobar, con su inmensa fortuna, hubiera creado una fundación cultural y ningún escritor en Colombia, de García-Márquez a Darío Jaramillo o el más minoritario poeta, hubiera dejado de recibir su ayuda. Y también los músicos, los científicos... ¿Importaría entonces a alguien la procedencia de ese dinero? Tanto como le importa a los beneficiarios de la Fundación March, presidida por un campeón de la ética y la ejemplaridad como Javier Gomá.
            ¡Qué personaje!, ya te digo. El último pirata del Mediterráneo, como le llamó Manuel D. Benavides en el título de un libró mítico que ahora se reedita y para el que me han pedido un prólogo. En 1916, un primer asesinato. Rafael Garau era hijo de José Garau, su socio en el contrabando de tabaco. Al parecer, el hijo había intentado negocios por su cuenta, enfrentándose a March. Otros hablan de que la mujer de March había quedado fascinada con el joven Rafael y que los rumores que corrían al respecto llegaron a los oídos del contrabandista. Tiempo después se habló de unas cartas ardientes de la mujer al asesinado con las que se pretendió hacer chantaje. Los rumores acerca de su culpabilidad eran tan insistentes que el propio March se presentó voluntariamente ante el juez que llevaba el caso.
            "He leído en los periódicos el relato del suceso del camino del Grao, del que ha sido víctima el hijo de mi socio. Se habla de que en ese suceso están comprometidas elevadas personalidades y gentes poderosas. ¿Se refieren a mí las sospechas? No sé qué manejos serán estos ni a qué pueden obedecer estas insinuaciones. Hará falta una prueba para el procesamiento, ¿verdad?"
            "En efecto, un juez siempre que procesa lo hace con pruebas".
            "Pues entonces va a ser muy difícil mi procesamiento".
            Tenía toda la razón. Muchas veces se intentó procesarle. Abundaban las evidencias, pero siempre desaparecían las pruebas, también los testigos si es que no cambiaban de opinión. El diligente juez que se ocupaba del crimen de Rafael Garau fue sustituido por otro que no hizo nada hasta que el asunto cayó en el olvido. Pero March seguía temiendo la venganza del padre y el hermano del difunto; en 1918, mediante denuncia falsa en la que se les acusaba de espiar para Alemania, a punto estuvo de conseguir que fueran fusilados por las autoridades francesas.
            En tiempos de Primo de Rivera, tuvo que huir de España disfrazado de cura; las Cortes Constituyentes republicanas lo metieron en la cárcel. De Primo no tardó en hacerse buen amigo y colaborador de pingües negocios; de la cárcel se escapó del brazo de un funcionario y con el resto poco menos que haciéndole el paseíllo.
            Sabía el precio de cada hombre y presumía de que Azorín no le había salido demasiado caro. Poco después de salir de la cárcel, con Lerroux y Gil Robles en el poder, ya era el dueño de la República. Tenía periódicos de derecha, como Informaciones, al que Prieto llamó "la jaca del contrabandista"; de izquierdas, como La libertad, donde Azorín era portada un día sí y otro también con artículos a su favor, e incluso financiaba incendiarias publicaciones anarquistas.
            ¡Qué personaje!, manchaba todo lo que tocaba, pero él estaba cada día más limpio. Su estatura de prócer crecía y crecía. Gregorio Marañón tenía a gala ser amigo suyo. Y todo culminó con una fundación a la manera de los grandes financieros norteamericanos. “Pecunia non olet” como dijo el emperador Vespasiano cuando su hijo le recriminó un impuesto sobre las letrinas. No olía el dinero de Juan March como no olía el de Pablo Escobar, pero al primero --más inteligente-- nunca le pudieron probar nada. Invencible resulta la codicia si se le añade inteligencia y una completa falta de escrúpulos.
            Qué poca cosa, qué insignificantes, al lado del ilustre don Juan March, los Mario Conde, los Rato o incluso el torpón de Roldán. Quizá Berlusconi pueda comparársele. Pero no me imagino yo a los escritores y científicos de Italia presumiendo en su curriculum de tener un premio, beca o ayuda de la Fundación Berlusconi.
            Murió “el último pirata del Mediterráneo” (ni fue el último ni lo fue solo del Mediterráneo) a los ochenta años, adulado por todos los que significaban algo en la  España de entonces. Nunca le pudieron probar nada, como profetizó hace ahora cien años ante un juez de Valencia.


Sábado, 30 de enero
LA META ES EL OLVIDO

Como con unos amigos en Avilés, invitados por la bailarina Olga Mesa, que ha hecho de la danza algo más: metafísica y metadanza. Marian Suárez, con quien tantas discrepancias me unen desde los tiempos de Jueves literarios”, el benemérito suplemento de La Voz de Avilés, dice de pronto:
            “Ya verás, cuando te mueras nadie se va a acordar de ti. Pasa con la mayoría de los escritores”. 
            “Bueno, la meta es el olvido”, le respondo citando a Borges. “Y yo no aspiro a la eternidad: Con tener lectores los próximos mil o dos mil años me conformo”, le digo en broma, que es como suelo hablar yo cuando hablo en serio.

         
Lunes, 1 de febrero
ENSAYO DE UNA DESPEDIDA

Tomo un café en Las Salesas con Íñigo Noriega, director de El Comercio que pronto dejará de serlo, y con Marcelino Gutiérrez, el nuevo director. Recuerdo que le conocí en este mismo lugar, hace doce años, recién llegado a Asturias. “La musa es el encargo” decía Umbral y a mí me gusta repetir. Buena parte de los libros que he escrito y publicado en este tiempo se deben a Íñigo Noriega.
            Hace doce años, yo publicaba una reseña semanal en el otro diario asturiano. Durante el verano, el suplemento en que no aparecía y yo quedaba libre de compromisos. Íñigo Noriega me invitó a colaborar durante ese tiempo en El Comercio con total libertad. Día a día, en julio y agosto de 2005,  publiqué la traducción de un poema, o varios, con una breve nota sobre el autor. Pocos meses después se reunieron en un libro, Jardines de bolsillo, subtitulado “Tres mil años de poesía”. En el verano siguiente, otra colaboración diaria: sesenta historias más o menos autobiográficas, una especie de autobiografía erótica. El resultado fue otro volumen, Alrededores del paraíso. Y de rebote los encargos de Íñigo trajeron otro regalo: en el periódico de la competencia, para que siguiera con ellos, además de la reseña, me ofrecieron publicar dominicalmente mi diario. A decir verdad se titula el primer volumen que apareció por entregas, como las novelas folletinescas. Nueve temporadas estuve durante el curso académico, de septiembre a junio, en el periódico ovetense y durante el verano en el gijonés, caso único que hacía que me miraran con recelo los colaboradores de uno y de otro. Y siempre con libertad absoluta para hacer eso que tantos directores de periódico detestan: literatura. Ahora se marcha Íñigo, mi Mecenas particular, y quedo a las órdenes del nuevo director, que parece, al menos en esta primera impresión, una de esas personas a las que les gusta más escuchar que hablar. A mí me recuerda al director del Boston Globe en la película que vi ayer, la impactante Spotlight, uno de los mejores elogios que conozco de la profesión de periodista.
            Nada me gusta más que ser un escritor en los periódicos, como el punzante Leopoldo Alas, como el venal y maravilloso Azorín, como Álvaro Cunqueiro o su versión en asturiano, mi admirado Xuan Bello. Me gusta la disciplina de la extensión y la fecha de entrega. Escribir en los periódicos, sí, pero con libertad y voluntad de hacer obra unitaria en la aparente diversidad.
            Para que eso sea posible es necesario un director como Íñigo Noriega, con quien tomo hoy un café de despedida en Los Porches. Se le echará de menos.


Martes, 2 de febrero
LO QUE ESTÁ PASANDO

En las últimas elecciones, dudé mucho entre votar a Pedro Sánchez o a Pablo Iglesias. Me incliné por el primero porque me parecía la mejor manera de sacar del gobierno a quienes necesitan un buen lavado y desinfectado antes de estar nuevamente presentables. De momento, parece que no me equivoqué. Pedro Sánchez ha resistido bien las embestidas de unos y de otros (las peores cornadas las de los suyos, como es habitual), ha respetado los tiempos, ha esperado a que quien tiene potestad constitucional para ello, el Jefe del Estado, le encargara formar gobierno; Pablo Iglesias, por el contrario, no ha dejado nunca de estar en un plató, gesticulando, burlándose de quien quiere tener como aliado, exigiendo para sí mismo un buen cargo a cambio del apoyo. Mientras uno iba adquiriendo perfil de estadista, el otro se mostraba cada vez más chulesco y perdonavidas.
            “Es que quiere hacer imposible la formación de gobierno”, me dice un amigo. “Su estrategia es la misma que la de Rajoy: forzar unas nuevas elecciones, que les den como ganadores”.
            “A mí no me gusta hacer profecías, pero tengo la impresión que, digan lo que digan las encuestas, los sesenta y nueve diputados de Podemos y sus confluencias no son un punto de partida, sino de llegada: ya han tocado techo. Pero puedo equivocarme. Profetizar no es lo mío”.


Miércoles, 3 de febrero
LA MEJOR BIBLIOTECA

Siempre que quiero charlar con alguien inteligente,  vuelvo a Montaigne, a Goethe, a Berenson. Hoy me toca subir a villa Tatti, en las colinas de Settinagno, cerca de Florencia. “Un paisaje sin historia me parece una casa sin libros” le escucho decir al crítico de arte. Pienso lo mismo. Las calles, los edificios y las gentes de cualquier vieja ciudad de Europa son para mí la mejor biblioteca.


Jueves, 4 de febrero
UN GOLPE DE ABANICO

Un baile de disfraces en el Círculo Mallorquín de Palma. Una joven bailarina, que ya había rodado por el mundo, hija de un marinero. Un joven tarambana, hijo del hombre más rico e influyente de España, el que no hacía gobiernos, sino que los compraba ya hechos (estaba prometido, pero su novia se encontraba en Suiza, educándose para estar a la altura del rutilante futuro). Un toque de abanico en la espalda, un ¿adivina quién soy? dicho primero en inglés, luego en alemán, después en español, finalmente –oh sorpresa: la mujer misteriosa era de la isla– en mallorquín, un intercambio de miradas y Carmen Delgado, tan ambiciosa y falta de escrúpulos como quien pronto sería su suegro, garantizó el futuro del imperio de don Juan March dándole por fin un auténtico heredero: ella misma. ¿Aquel baile cambió el destino de España? Pudiera ser. Algún día se sabrán los secretos de Estoril. Y no digo más.