SE ABRE EL TELÓN
“¿Contando todas las semanas tu vida no te sientes como un
saltimbanqui, un titiritero, un contertulio televisivo que debe entretener al
público con más o menos hábiles juegos de manos o enseñándole tus vísceras?”, me
reprocha un amigo en el centro comercial que yo he convertido en biblioteca de
las tardes de los sábados.
Vivo como
un actor en el escenario, cierto. Pero el telón solo se descorre cuando yo quiero.
Y al otro lado está el público, distraído con sus cosas, en absoluto atento a
lo que pasa en escena.
Y más de una
vez, cuando miro hacia la sala, la encuentra vacía. O me encuentro ante un
espejo.
Domingo, 18 de
noviembre
TODAVÍA
Andrés Montes entrevista a Javier Gomá, filósofo, director
de la Fundación Juan
March. Entre muchas observaciones inteligentes y a contrapelo de los tópicos
habituales, algo llama la atención: “La sociedad contemporánea ha producido un
milagro. Tenemos una vida muy larga, existe un Estado de derecho,
procedimientos democráticos, una opinión pública abierta, distribución de la
riqueza. Se ha implantado la paz como principio fundamental en la resolución de
conflictos, cosa que antes no ocurría, porque la virtud estaba asociada a la
violencia, y hoy está vinculada a la paz. Se protege a las minorías
tradicionalmente discriminadas, como los niños, las mujeres, los homosexuales,
los heterodoxos”.
¿Las
mujeres una minoría? ¡Cuántas cosas revela ese lapsus! Las mujeres, aunque tantas
en número como los hombres (o más) han sido tradicionalmente consideradas una
minoría porque cada hombre valía por varias mujeres. Y si en el subconsciente
de una persona tan ilustrada como Javier Gomá sigue vivo ese prejuicio, ¿cómo
no lo vamos a encontrar aún, en cuanto rasquemos un poco, en el resto de la
gente?
Lunes, 19 de noviembre
NO VALE TODO
Parece que a los “patriotas” españoles que idearon lo de las
cuentas de Pujol y Mas en Suiza les va a salir el tiro por la culata. Me
alegro. Y me avergüenzo un poco de los políticos –de derechas y de izquierda– que
las dieron sin más por buenas y las utilizaron en sus mítines. Quien cree un
bulo que le beneficia –los bulos no solo circulan por Internet– es tan culpable
como el que lo echa a rodar.
–-¡Tú
pareces creer que hay personas por encima de la ley!
–-En
absoluto. Que se investiguen las finanzas de Pujol, de Mas o del rey de España.
Pero que no se les condene, no ya por un borrador anónimo, sino ni siquiera por
un documentado artículo del New York
Times. Que se investigue.
–-¡Pero es
que a ti parece alegrarte que España se rompa!
––Si no es
por la acción de un ejército extranjero, ningún país se rompe si no estaba ya
roto, o mejor dicho, si no era un país sino varios.
Martes, 20 de
noviembre
PATRIA MÍA
Antes de la lectura de poemas en el vetusto Casino de Avilés,
hago de guía urbano, mi ocupación favorita, para unos cuantos amigos. La
cristalera de la biblioteca brilla como una maravillosa cápsula de felicidad en
medio de la oscuridad del parque.
Miércoles, 21 de
noviembre
UNAS GOTAS
Abro Disparos el aire,
el libro de Fernando Llorente que me acaba de regalar su editor, Luis Alberto
Salcines, y con lo primero que me encuentro es con este aforismo: “La ironía es
la gracia de la inteligencia. Pero sin unas gotas de cinismo no tiene chiste”.
–Completamente de acuerdo. Pero
tampoco conviene pasarse en la dosis.
Jueves, 22 de
noviembre
QUÉ HE HECHO MAL
–Usted no me conoce. Yo con usted nunca había hablado, pero
creo conocerle bastante bien. Le leo cada semana y casi siempre estoy de
acuerdo con lo que dice. Por eso me atrevo, si me lo permite, a contarle una
historia y pedirle un consejo. Me casé tres veces, me separé otras tantas,
ahora vivo solo, como usted, según se deduce de lo que escribe. Pero usted ha
tenido la suerte de, por lo que yo sé, nunca estar casado. Mi primera mujer era
profesora y lo dejamos por una tontería. A ella le gustaban escritores que yo
detesto. Discutíamos casi todos los días. Me pidió que leyera una novela de
Javier Marías que le había entusiasmado y yo no pude pasar del primer capítulo.
De ahí dedujo que no teníamos nada en común. Lo que yo deduje, algo después,
siempre he sido un poco lento, es que entre ella y el profesor de matemáticas,
que por cierto no leía ninguna clase de novelas, se había desarrollado una
especial sintonía. Acabaron casándose. Yo también lo hice, poco después de
ella, con una mujer que se le parecía. Se le parecía tanto que acabó
despreciándome porque me aburría en los conciertos que a ella la entusiasmaban.
Terminé dejándola ir sola, mientras yo me quedaba en casa leyendo las novelas
que antes me aburrían y ahora me interesaban cada vez más. Mi segunda mujer se
hizo muy amiga de la periodista encargada de comentar los conciertos en el
diario local y acabaron yéndose a vivir juntas. Se presentan siempre como
amigas, aunque todos sus conocidos saben que son pareja. Envidio a las personas
capaces de vivir solas. ¿Cómo lo hacen? Yo no puedo estar sin tener alguien al
lado, aunque mis buenos ratos en compañía han solido ser bastante escasos. A mi
tercera mujer la conocí en un club de lectura de Vallobín. Separada, cerca de
los cincuenta, gran lectora, muy callada, no parecía tener demasiado atractivo.
Desde el principio noté que estaba interesada en mí. Lo intenté con varias
antes de ella y al final comenzó a gustarme. Era yo quien llevaba el peso de la
conversación, ella me miraba y asentía dulcemente, no tuvimos ni un roce, ni
una discrepancia. Creí que había encontrado a la mujer perfecta. Y un día me
dijo, sin levantar la voz, como la cosa más natural del mundo, que lo nuestro
no funcionaba, pero que esperaba que siguiéramos siendo buenos amigos. La muy
puta, perdone la expresión. ¿Y por qué le cuento todo esto? Pues porque no me
conoce, pero yo creo conocerle bastante bien y me fío de su criterio. ¿Qué he
hecho mal?
–¿Se lo ha
preguntado a ellas?, fue lo único que se me ocurrió responder.
Viernes, 23 de noviembre
ACERCA DE LA CRÍTICA
Desde hace
mil y una semanas, desde 1988, comento cada semana un libro. Pablo Martínez
Zarracina me envía un cuestionario sobre esa persistente costumbre.
–Decía Connolly que el ejercicio de
la crítica te deja en el cuerpo la sensación de ser el tipo que ahoga «los
gatitos de los demás». ¿Conoce esa sensación?
–No. Los gatitos están vivos. Los
malos libros están muertos.
–¿Qué le parece la crítica literaria
que se hace en nuestro país?
–Me considero incapaz de hacer
juicios tan generales. La crítica literaria en lo suplementos culturales no me
interesa nada cuando es mera prolongación de la publicidad editorial o una
efusión amical más o menos disfrazada. Menos todavía cuando se limita a resumir
el currículum del autor y a describir asépticamente el libro. Me interesa
cuando está escrita con pasión y conocimiento.
–¿De qué presupuestos parte su
trabajo como crítico?
–Solo soy un lector que se ofrece
como guía de otros lectores. Lo que opinen los autores de los que me ocupo me
interesa poco. No escribo para ellos.
–¿Cree que los blogs literarios
están sustituyendo a los suplementos y revistas como lugares de debate y
promoción?
–En parte, sí, porque son más ágiles
y requieren menos inversión económica. Sus limitaciones están en su misma
facilidad. Cualquiera puede decir en ellos cualquier cosa. Pero el buen lector
sabe de qué blogs fiarse y de cuáles no, como ocurre con los suplementos y
revistas impresas.
–¿A qué críticos (españoles,
extranjeros, vivos, muertos o seriamente enfermos) ofrecería las páginas de una
revista que estuviese bajo su dirección?
–A muchísimos. A toda la gente que
admiro. A Clarín, en primer lugar. A Pérez de Ayala. A Pedro Salinas. A José-Carlos Mainer (pero no
para hablar de la literatura actual). A Eduardo Jordá. A Paul Valery. A
Chesterton. A Antonio Muñoz Molina. A
muchos más, que sería tedioso enumerar. Pero sobre todo se las ofrecería a
Borges.
Sábado, 24 de
noviembre
TODO TIENE UN LÍMITE
–De sobra sabemos lo que piensas sobre Cataluña. ¿Por qué no
te lo callas? Solo vas a conseguir irritar a la mayoría de tus lectores. Seguro
que más de uno dejará de leerte.
–Pues lo
siento mucho. Pero, aunque escriba en un periódico que se convierte en papel
viejo al día siguiente, uno no escribe solo para los lectores de hoy. Escribe
para las hemerotecas. Escribe para no tener que avergonzarse en el futuro y
para que no se avergüencen de uno los lectores del futuro. ¿Recuerdas el
epitafio de Kipling sobre un joven muerto en la
Gran Guerra ? “Nuestros padres mintieron.
Eso es todo”. Pues yo procuro no mentir ni callar. Eso es todo.
–Tú pones
tu vanidad por encima del bien de España.
–Pues te
advierto que si no callo, a pesar de que lo que digo no me cause ningún
provecho ni influya para nada en ningún elector, es solo para que quede
constancia de que entre tantas patrióticas inepcias alguien se esforzó por
salvar el buen nombre y el honor de su país, España.
–A ti todo
lo que no sea pensar como tú te parecen inepcias.
–Casi todo.
Y de todas esas inepcias, la que más me ha ofendido ha sido una declaración
conjunta del actual presidente de la
Junta de Extremadura y del anterior, uno del PP y otro
socialista. Dijeron algo así como que “si Cataluña se independiza que nos
devuelvan a los ciento cincuenta mil emigrantes que se llevaron”. Como si los
emigrantes que salieron de su tierra buscando otro lugar donde les fuera mejor
(y, afortunadamente, en muchos casos lo encontramos) hubieran sido secuestrados
por tratantes de esclavos. Todo tiene un límite. Hasta la estupidez. Pero ese
límite los señores Fernández Vara y Morago lo sobrepasaron con creces. Y no
solo ellos, que conste.