sábado, 26 de noviembre de 2022

En la retaguardia: Alborotar el gallinero

 

 

Sábado, 19 de noviembre
DISPARATES DE UN CATEDRÁTICO
 

La mejor literatura es la conversación escrita, como a Baroja y a mí nos gusta repetir. Ya se sabe que quien escribe como se habla llega más lejos que quien escribe como se lee. Pero tampoco hay que abusar. La conversación tiene que ser inteligente y, si se nos da escrita, convenientemente revisada. Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica y Nuclear, autor de numerosos libros de divulgación científica, ha publicado Urania y Erató, un “divertimento sobre la relación entre la ciencia y la poesía” con el que me prometo pasar un buen rato en la tarde del sábado. Pero mi gozo en un pozo. Este buen señor escribe como quien habla en una tertulia entre amigos sin encomendarse a Dios ni al diablo. Y la primera en la frente. A las pocas páginas, cita un poema en tercetos encadenados: “La mano y el favor de la Cirene, / a quien Apolo amó con amor tierno; / y el agua consagrada de Hipocrene, / y aquella lira con que del Averno / Orfeo libertó su dulce esposa, / suspendiendo las furias del infierno…”

Lo de menos es que diga que está escrito en “silvas renacentistas”, con ya ser una buena metedura de pata; lo peor es que se lo atribuye a César Vallejo. Qué horror. No es ya que baste buscar esos versos en Google para averiguar que fueron publicados en el Parnaso Antártico un libro de 1608 y atribuidos a una dama principal que firma Clarinda, es que nadie que haya leído algo de César Vallejo pueda pensar que son suyos. De poesía parece saber poco este buen catedrático, lo malo es que, si hacemos caso de alguna de sus afirmaciones parece saber todavía menos de historia de la ciencia: “Son el siglo XVI y sobre todo el XIX (el ilustrado XVIII fue más bien un siglo ‘filosófico’) los que prepararon al XX para hacer de la ciencia y de la tecnología un fenómeno arrollador a escala mundial”. Qué cosas. A mí de inmediato me vienen a la memoria los nombres de Newton y Leibnitz, que vivieron en esos siglos oscuros y negados para la ciencia. Sigo leyendo un poco morbosamente. Algo bueno tienen los malos libros: que nos hacen creer más inteligentes de lo que somos.

Unas líneas más allá del disparate sobre la historia de la ciencia me encuentro con una observación con la que estoy y no estoy muy de acuerdo. A propósito de Gabriel Císcar. Escribe: “Císcar fue un marino, matemático y político afrancesado cuyos avatares bien pueden confirmar una sospecha que tenemos muchos españoles: José I posiblemente fue, o hubiera podido ser, el mejor rey que haya tenido España. Por cierto, tan impuesto y de origen extranjero como todos los demás Austrias, Borbones o Saboyas”. No estoy de acuerdo con que muchos españoles pensemos eso —la mayoría sigue todavía con lo de Pepe Botella— ni con que Amadeo de Saboya fuera un rey impuesto: fue el único nombrado tras una votación parlamentaria. 

Pero no está todo perdido. Si prescindimos de los comentarios, el resultado es una antología en la que algunas piezas son verdaderamente de antología y abundan las sorprendentes rarezas.

Domingo, 20 de noviembre
LA VERDAD Y OTROS DUDAS

            Como Dios no existía, hubo que inventarlo.

            Maquillar el pasado es la principal función de la memoria.

            Decir cosas obvias de manera complicada es una de las funciones de la filosofía.

            Hay gentes que ni en su propia vida son protagonistas.

            El tiempo es la eternidad hecha pedazos      

            La belleza no necesita ser entendida.

            Hay quienes nacen demasiado tarde, quienes nacen demasiado pronto y quienes lo hacen en el momento justo.

            Lo que no existe carece de defectos.

            Lo que en la ciencia solo entienden los científicos es lo menos importante de la ciencia.

            El cuento más fantasioso es la historia de una vida contada por el protagonista.

Lunes, 21 de noviembre
JUZGAR A LOS JUZGADORES

¿Por qué la gente de tu generación habéis pasado de un extremo a otro, de la extrema izquierda a la extrema derecha?, me pregunta un amigo al que hacía tiempo que no veía.

            —¿La gente de mi generación?

            —Sí. Azúa, Savater, Jiménez Losantos, Juaristi, Trapiello, gente así. Y tú lo mismo, que ya te vi pavoneándote en una foto junto a Isabel Díaz Ayuso, esa mujer para la que Núñez Feijoo es un peligroso moderado.

            —Yo lo que he dejado de ser es un sectario. No creo que nadie tenga la verdad absoluta. Creo que la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero.

            —Supongo entonces que ya habrás escrito el correspondiente artículo contra esa ley que, pretendiendo defender a las mujeres, las deja más indefensas.

            —Qué tontería. En esa ley estoy completamente del lado de Irene Montero y no del de los jueces que la han aprovechado para crear escándalo y desgastar al gobierno.

            —Los jueces no tienen más remedio que aplicar la ley y si esta obliga a rebajar penas a violadores, pues se rebajan, incluso en contra de sus deseos. ¿No querrás que prevariquen?

            —Con la misma ley y los mismos delitos unos jueces rebajan las penas y otros no. La ley tiene un margen de interpretación y esa interpretación puede hacerse en un sentido o en otro. Hay quienes han visto en ella un resquicio para hacer política, en el peor sentido de la palabra, y lo aprovechan. Y ahí están siempre ciertos medios de comunicación para echar más leña al fuego y alborotar el gallinero. Bastante fácil de alborotar, por cierto.

            —Pero contra la eliminación del delito de sedición, que deja al Estado indefenso, sí que estarás, ¿no?

            —No. No se lo digas a nadie, pero yo creo que el juicio del “procés”  fue un juicio político en el que se retorcieron todo lo posible las leyes para dar un castigo ejemplar a los líderes independentistas. Yo creo que a quien habría que juzgar es a los juzgadores. Confío en que poco a poco la justicia europea irá poniendo a cada uno en su sitio.

            —¿Pero qué hacías tú en la foto con Isabel Díaz Ayuso? ¡Tú no eres de extrema derecha, tú sigues siendo de extrema izquierda!

            —Sigo siendo un moderado que cree en la democracia y en la constitución (manifiestamente mejorable, pero ese es otro asunto) y que acostumbra a pensar por cuenta propia.

            —¡A otro perro con ese hueso!

Martes, 22 de noviembre
DUDAS CIERTAS

La cantidad de lectores de un escritor suele ser inversamente proporcional a la cantidad de talento.

            El éxito inmerecido es siempre el de los demás.

            Lo que entendemos del todo es siempre una banalidad.

            Hacer es más fácil que rehacer y menos que deshacer.

            La poesía no es inofensiva.

            Solo el arte que se compra y se vende es arte.

            Aburrirse puede ser muy productivo.

            Los amigos están para hacer favores, pero no conviene abusar.

            Vivir es ir descubriendo Mediterráneos.

            La verdad sin unas gotas de duda se pudre pronto.

            Sin un poco de vanidad no somos enteramente humanos.

Miércoles, 23 de noviembre
COSAS DE LA CRÍTICA

A un ilustre catedrático, buen conocedor de la Edad de Plata de la literatura española, que se ocupaba de reseñar en Babelia las más ilustres novedades, los Millás, los Cercas, los Vilas, los Muñoz Molina, le encargaron comentar el libro sobre Galdós en el que Vargas Llosa entretuvo sus ocios durante los pasados meses de generalizado arresto domiciliario. Tras leerlo, llamó a coordinador del afamado suplemento. “Tendría que ponerle algunos reparos”. “¡Ah, no! En ese caso mejor que no escriba usted la reseña”. José-Carlos Mainer colgó el teléfono y no sabemos lo que pensó, aunque lo podemos suponer: “Mis tragaderas son amplias, yo puedo elogiar como obras maestras hasta las novelas negras de Javier Cercas, pero, y bien que lo siento, se trata de un premio Nobel, este bodrio se me ha atragantado”, 

Jueves, 24 de noviembre
MAL POR BIEN

Devolver mal por bien es una costumbre que suele tener la gente (y a la que yo mismo me he sumado más de una vez), pero a la que no termino de acostumbrarme. Hoy ha sido un día especialmente duro. No duelen tanto los palos como la injusticia. “Tú te lo has buscado por esa afición tuya a hacer de buen samaritano”, me digo. Afortunadamente, todavía me queda algún hombro sobre el que llorar. Llamo a mi amigo Xuan Bello.

            —Son cosas que pasan. ¡Si yo te contara! No te lo tomes tan a pecho. Ya verás cómo mañana lo ves de otra manera. Lo que está claro es que las cosas te irían mejor si fueras tan malo como aparentas, pero eres un cacho de pan.

            —De pan duro de roer.

            —De pan con chocolate, más bien.

Viernes, 25 de noviembre
EDICIÓN REVISADA

¿Volvería a vivir mi vida? Solo si es en edición muy revisada y con algunos capítulos eliminados.



 

sábado, 19 de noviembre de 2022

En la retaguardia: Esto es lo que hay

 

 

Sábado, 12 de noviembre
UN DICTADO

La asociación de antiguos alumnos del Instituto Carreño Miranda me concedió este año uno de sus premios. Al principio, me pareció un engorroso compromiso. Me desagrada cambiar de rutina, darme cuenta de que la edad no afecta solo a los otros —qué vieja es la gente de mi edad—, sino también a mí.

            Pero todo, en este hermoso sábado soleado, resultó mejor de lo que esperaba. Me alegró conocer a Celestino Varela, el gerente de la ópera de Oviedo, el culpable de que yo no haya renovado mi abono a la ópera. Es un tipo simpático, que fue primero deportista y luego cantante, que repitió algún curso, según confesó en sus palabras de agradecimiento, sin que eso le impidiera ser un triunfador. Todos tenemos algunos defectillos y el suyo es una vieja idea de la modernidad. Para evitar que la ópera se vea como una cosa viejuna, busca escandalizar en cada montaje: épater le bourgeois, como en tiempos de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. ¿Un Don Giovanni con violaciones en escena? Perfecto. ¿Una Agripina convertida en mesonera en Las Vegas? Maravilloso. A quien no le gusten estas cosas, que cierre los ojos y se limite a escuchar las voces y la música. No le dije nada, por supuesto. ¿Quién soy yo para ponerle peros a un experto? Además, gracias a él, el coro de la ópera, dirigido por Pablo Moras, nos hizo tres espléndidos regalos, muy acordes con el nombre del palacete de Galiana —el manchón verde del parque de Ferrera asomándose al ventanal— en que nos encontrábamos, Santa Cecilia.

            Se premiaba también a antiguos profesores y ya se sabe que los profesores son profesores hasta el final. Uno de ellos, Manuel Rodríguez, hizo con buen humor un elogio de las matemáticas, que estaban en todo, hasta en la poesía, como afirmó dirigiéndose a mí. Y yo recordé a Ortega: “La poesía es el álgebra superior de las metáforas”.

            Todo discurrió apaciblemente, rodeado de buenos amigos, hasta la sorpresa final. Junto al galardón minimalista, obra de Ramón Rodríguez, nos entregaron varios libros y el expediente académico. Pero no era el expediente completo, solo el del examen de ingreso al instituto y ahí, en una misma hoja, estaban el dictado y las cuentas que había que hacer. Comienzo a leer el dictado, con mi escritura de entonces, mejor que la de ahora y al momento reconozco el texto: “Se entraba en la calle por un arco. Era estrecha, tanto que quien iba por el centro de ella, al extender a los lados los brazos, podía tocar ambos muros”. Es Cernuda, uno de los capítulos de Ocnos, el “El magnolio”. Cernuda aún vivía por entonces. Tras la primera e incompleta de Oxford, Ocnos solo se había publicado en 1949 en una rara edición de Ínsula. ¿A quién se le ocurriría utilizar un texto del raro poeta exiliado para examinar a los niños que querían comenzar el bachillerato? Sin duda, a mi admirada Sara Suárez Solís que unos cursos después utilizó en un dictado un texto que se me quedaría para siempre en la memoria y que muchos años después, como he contado tantas veces, supe que eran versos de Li Po traducidos por Marcela de Juan. Los recité al agradecer este premio: “¿Cuánto podrá durar para nosotros / el disfrute del oro, la posesión del jade”.

            Sonrío a leer la instancia que tuve que rellenar para poder examinarme (un sello indica “familia numerosa, primera categoría”). En ella el niño de diez años que entonces yo era, “con el mayor respeto”, expone “que creyéndose en posesión de los conocimientos necesarios y demás requisitos que se exigen para iniciar los estudios de Enseñanza Media, a V. I. suplica: que, previos los trámites y pagos de derechos correspondientes, se sirva concederle le sea expedido el Libro de Calificación Escolar, a fin de efectuar las pruebas correspondientes en el Instituto de su digna dirección”.

            Eran otros tiempos ciertamente. Lo que yo no sabía es que ahí estaba Cernuda para darme la bienvenida a un mundo mejor.

Domingo, 13 de noviembre
MEMORIAS BÚLGARAS

Vasil, la película de Avelina Prat tan elogiada por Isabel Coixet, me trae a la memoria mis días búlgaros. La película es poca cosa, apenas una anécdota, pero llena de encanto. Y como está financiada por Bulgaria aprovecha para darnos algunas informaciones sobre el país, entre ellas la historia de Vasil Levski, el héroe nacional al que ahorcaron los turcos y cuyo monumento, en el mismo lugar en que fue ahocado, veía yo desde la ventana de mi primer hotel en Sofía. Un país puede enamorarnos como una persona y eso me ocurrió a mí con Bulgaria. Mientras veía Vasil (al parecer inspirada en una anécdota real: un día el padre de la directora, un viudo egoísta y solitario, le dijo que tenía alojado en su casa a un emigrante desconocido), me acordé de Rada Panchovska y de su marido Iván. Me alojaron en su casa, me llevaron más de una vez en su destartalado coche a Plovdiv. Iván, como el Vasil de la película, parecía saber hacerlo todo, hablaba muy bien media docena de lenguas y bien bastantes más. Cierro un momento los ojos, mientras suena la música que acompaña a los títulos de crédito, y vuelvo a verme junto a la estatua de Pushkin, en el parque que rodea a la iglesia rusa, un otoño de hace años o de hace siglos, esperando a quien nunca vendría. La vida siempre está en otra parte. 

Lunes, 14 de noviembre
AZORÍN APLAUDE

Me gusta tener razón, para qué nos vamos a engañar, en eso soy como todo el mundo. Hace unos días publiqué una reseña sobre Madrid 1945, el libro de Andrés Trapiello, y a la vuelta de bastantes merecidos elogios le reprochaba, entre otras cosas, que considerara a Manuel Azaña responsable de la quema de conventos en mayo de 1931 y supusiera además que no le importaba que ardieran vivos todos los que no son republicanos. Abelardo Linares salió inmediatamente en su defensa, la de Trapiello, por supuesto, no la de Azaña, que era la víctima, y me reprochó que yo olvidara que el jefe de gobierno entonces era Azaña, y no Alcalá-Zamora, que no sería presidente de la República hasta diciembre. Me conminaron ambos  a corregir mi afirmación. Yo me reí un poco de lo bien informados que estaban estos especialistas.

Hoy me encuentro con un artículo de Azorín, publicado en Crisol el 12 de mayo de 1931, en el que describe los hechos y los considera muy comprensibles, dada la pasividad del gobierno republicano con los monárquicos: “Presencié parte de los sucesos que se desarrollaron en la tarde del domingo en la calle de Alcalá. Una inmensa muchedumbre llenaba la calle; en el centro de la compacta masa humana, los caballos de la Guardia Civil; adosada la trasera al postigo abierto de una ancha puerta cerrada, un automóvil celular. Y a un lado de la calle, enfrente de la puerta, guardada por la fuerza, el esqueleto negruzco, tiznado, de un automóvil; en el aire, una de las ruedas, de la que se desprende una rojiza llama; la goma de la rueda va quemándose poco a poco y en el ambiente templado y transparente de esta limpia tarde madrileña, se levanta una espesa y negra columna de humo. De pronto, se produce en la muchedumbre un movimiento vivísimo de dispersión; los guardias han desenvainado los sables, que brillan a los rayos del sol poniente; la multitud se rehace al momento; suenan estrepitosos silbidos. Los caballos de los guardias maniobran con dificultad; hay un instante de indecisión. Los sables vuelven a ser envainados, y resuena en toda la calle una clamorosa ovación”. Y concluye: “Atento, vigilante, el pueblo ha visto ya la flaqueza de los hombres que se hallan al frente del Gobierno y ha manifestado cuál es su pensamiento. ¿Será necesario que las advertencias de las masas sean más enérgicas, más violentas? El momento es decisivo para España y para la República”.

            Por supuesto, Azorín se cuidó mucho de rescatar este artículo en ninguno de sus libros. Antes había alentado contra los riesgos del sentimentalismo: “Pues no hemos visto, estos mismos días, cómo elementos de izquierda se enternecían ante las lágrimas de una señora que se va al destierro llena de riquezas y fastuosamente?”

            Luego Azorín, que entonces defendía también a los comunistas, se pondría al servicio de Juan March. Pero esa es otra historia. Me gustan los periódicos viejos porque ellos reflejan la realidad de cada momento tal como se vio en cada momento.  

Martes, 15 de noviembre
LAS COSAS COMO FUERON

“Azaña no sería en mayo de 1931 presidente del Gobierno me replica Abelardo Linares—-, pero de lo que no hay duda es de que era la figura central en el gobierno. A Alcalá Zamora le hacían poco caso y Miguel Maura no pintaba nada”.

            Yo le recuerdo la actitud de Maura y Azaña el 14 de abril, tal como la contó Josep Pla. Ese día, Azaña estaba en el domicilio de Maura esperando el desarrollo de los acontecimientos. Maura llama a todas partes, a Palacio y a la casa de Marañón donde negociaban Romanones y Alcalá-Zamora. No obtuvo una respuesta clara. Se cansó de esperar: “Ha llegado la hora de echarse a la calle. Vámonos, Azaña”. Subieron a un taxi y Maura dijo: “A Gobernación”. Azaña lo miró asustado. A medida que el coche se acercaba al centro de Madrid su temor iba creciendo: “¡Maura, es usted un insensato! Nos acribillarán a balazos. Esto es una locura”. Llegaron a la Puerta del Sol, ocupada por una multitud que en cuanto le reconoció aplaudió a Maura. Bajaron del coche y llegaron a la puerta del ministerio. Apareció entonces un oficial de la Guardia Civil. “¿Qué desean los señores?”, preguntó. “¡Somos el Gobierno Provisional de la República!”, contestó Maura. El oficial dio un grito y la guardia formó. Maura avanzó con gallardía, mientras Azaña, muy pálido, se secaba la frente sudada.

            Y Abelardo quiere que creamos que, solo unos días después, Azaña, ministro de la Guerra, impide al de Gobernación que detenga la quema de conventos. “Amos, anda”, que diría un castizo. Falta de sensibilidad para los cambiantes matices de la historia se llama esa figura.

Miércoles, 16 de noviembre
POR QUÉ SOY TAN ANTIPÁTICO

“¡No dejas hablar a nadie!”, se queja siempre algún contertulio en la animada reunión virtual de los miércoles, ya una tradición. No es exactamente eso, pero reconozco que algo de razón tiene el que protesta. No puedo evitar la tentación de interrumpir al que se pone a hablar y a hablar repitiendo el catecismo de izquierda o de derechas o, peor aún, sin ser capaz de expresar con algo de claridad la más mínima idea.

Jueves, 17 de noviembre
DE OTRA MANERA
 

Si todo el mundo pensara como yo, yo pensaría de otra manera.

Viernes, 18 de noviembre
DÍAS FELICES

Entreno a la memoria para que guarde solo los días felices y se olvide lo más pronto posible de todo lo demás.


sábado, 12 de noviembre de 2022

En la retaguardia: La venganza mejor

  

Sábado, 5 de noviembre
CÓMO TRIUNFAR

Un amigo, conocido más bien, que tiene una pequeña editorial dedicada sobre todo a publicar libros subvencionados, casi siempre por los propios autores, me llama porque se le ha ocurrido la brillante idea de publicar una colección de libros de autoayuda titulada genéricamente Cómo triunfar y encargarme a mí uno de los títulos, Cómo triunfar en el mundo literario. “Y supongo que tú mismo te encargarás de escribir Cómo triunfar en el mundo editorial”, le digo.

            No sé si capta la ironía. Rechazo la idea con buenas razones y, como insiste, para librarme de él le digo que lo pensaré. Y lo pienso y pienso que no lo haría tan mal.

            No soy un triunfador precisamente, aunque eso depende, por supuesto, de con quién se me compare. Si se compara con Irene Vallejo, cualquier ensayista es un fracasado. Y por poco éxito que uno tenga, siempre habrá alguien con menos: “Cuentan de un sabio que un día…”

            Sé lo que hay que hacer para triunfar, sé lo que yo debería haber hecho. Para triunfar en cualquier campo, hace falta tener unas cosas y carecer de otras. Tener talento, capacidad de trabajo y suerte, carecer de escrúpulos. Puedes protestar si te invitan como jurado a un premio y ves que está más o menos amañado; puedes protestar y quedar más o menos tranquilo con tu conciencia, pero también puedes estar seguro de que a ese premio —o a otros de los que gestiona esa misma editorial que gestiona casi todos— no te vuelven a invitar. Puedes decir lo que quieras del bodrio de la semana que en un suplemento te invitan a reseñar, pero o no lo publican o ya sabes que nunca más te encargarán otra reseña en ese suplemento.

            ¿Qué es el éxito? En novela, que los adelantos sean cada vez mayores, que tu agente te agencia un suculento premio comercial (el Nadal y, a ser posible, el Planeta) y que, a partir de los sesenta, comiences a conseguir premios institucionales.

            En poesía, más o menos lo mismo, solo que sin adelantos sustanciosos y con premios menos suculentos.

            Pero también puede entenderse por éxito hacer y decir lo que te dé la gana y, a pesar de los vetos, seguir ahí, aunque sea en un rincón, y hacerte oír, aunque sea por una minoría que tiene poco de inmensa.

            ¿Tienes talento, tienes ambición?, le preguntaría yo al joven que quiere triunfar en el medio literario. Pues no hagas como yo ni pierdas el tiempo tratando de adular a alguien como yo.

Domingo, 6 de noviembre
CONVICTO Y CONFESO

Leo las declaraciones que hace hoy José Barrionuevo y casi no me atrevo a salir a la calle de vergüenza. Sí, yo voté y volví a votar a un gobierno que utilizaba mis impuestos —como otros el impuesto revolucionario— para financiar el terrorismo. Y le apoyé una y otra vez y creí que las acusaciones eran falsas, que esos hechos deleznables eran solo obra de subordinados que se habían excedido. Ahora el ministro que fue a la cárcel, y del que yo defendí su inocencia, ya sin pelos en la lengua, declara en un periódico que él ordenó liberar a Segundo Marey. Lo que no dice, pero no hace falta, es quién ordenó secuestrarlo. Leo y no puedo creer tanta desvergüenza, o tanta senil sinceridad: “Marey estuvo detenido nueve días por un grupo de la policía española que se equivocó y cuando me entero yo digo que hay que soltarlo, porque la alternativa a ver cuál era”. El periodista aclara cuál era esa alternativa: “O lo liquidan o lo sueltan”.  Y Barrionuevo responde: “Digo que ni hablar. Basándome en el principio de que con el desorden causado ya es suficiente”. Marey se salvó porque no era etarra, y se salvó por poco, ya que, según indica el exministro, “era de ese ambientillo”. Así cuenta, Barrionuevo la liberación: “Lo sueltan al noveno día. Lo ponen al otro lado de la muga, como dicen ellos. Y le dicen: corre p’adelante y da gracias a Dios si existe”. Ni Putin hablaría de sus acciones en otros países con tanto desparpajo. Y sigue, impertérrito: “Amedo hizo muchas cosas mal, pero tenía confidentes en la ejecutiva de Herri Batasuna”. Y eso basta para que se perdonen asesinatos, secuestros, y se pague luego el silencio con fondos públicos.

            Salgo a la calle, ya digo, avergonzado. Recuerdo una viñeta, creo que de El Roto: un ciudadano junta las manos, alza los brazos al cielo y gime “Señor, Señor, ¿por qué tenemos políticos tan corruptos?”. Y Dios asoma el rostro entre nubes y señalándole con el dedo dice: “Porque los votas, imbécil”.

            Hoy me siento aludido con ese imbécil.

Lunes, 7 de noviembre
EL MOMENTO EXACTO

Si todos pudieran elegir su trabajo, no habría mejor manera de ocio.

La felicidad, más pronto o más tarde, siempre acaba haciendo daño.

La verdad de unos es la mentira de otro.

Pensar no es lo mismo que tener ocurrencias, pero hay ocurrencias felices y razonamientos disparatados.

Nos honra el odio de ciertas personas.

Los elogios siempre saben a poco.

En cumplimiento del deber se cometen las mayores atrocidades.

Hace falta mucho talento para saber el momento exacto de poner punto final. 

Martes, 8 de noviembre
EXACTO

El problema de un escritor no es saber decir lo que quiere decir, sino saber si lo que quiere decir merece la pena.

Miércoles, 9 de noviembre
COSAS DEL PERIODISMO

Ayer hubo elecciones en Estados Unidos. Todavía no se conocen los resultados, pero ya desde ayer el periódico que yo suelo leer desde 1976 —y no es el único— anuncia en titulares el triunfo de la democracia, o sea del partido demócrata, y el fracaso del populismo, o sea del partido republicano. Don de la profecía se llama esa figura. Lo curioso es que, si se lee el cuerpo de la noticia y no solo los titulares y editoriales, de momento parece que las cosas están sucediendo al revés.

Yo no entiendo nada. O sí. Ya la verdad no es la verdad de los hechos, sino lo que cuentan los medios “rigurosos”. Lo que pasa, si no nos gusta, no pasa de una “fake news”. 

Jueves, 10 de noviembre
HABLAR POR HABLAR

Vanidad, vanidad, cuántas tonterías se cometen en tu nombre. Resulta que a un poeta y periodista amigo, José Luis Argüelles, se le ocurrió hacerme un libro de entrevistas. Yo acepté encantado, por supuesto. Cada jueves, grabamos una hora de conversación, en la que cabe mucho porque yo hablo bastante rápido. Él la transcribe y yo me limito a corregir algún nombre y los habituales anacolutos Ya llevamos ocho. Él quiere que hable de mi vida y obra y yo prefiero hablar de todo lo demás. Me he pasado la vida hablando de mí mismo y ahora descubro que lo utilizaba solo como pretexto para hablar de otras cosas y esconderme tras ellas.

Acepté de inmediato, no solo por vanidad, sino porque disfruto mucho con los libros de conversaciones, de los que tengo una buena colección. Pero, claro, no es lo mismo escuchar a Borges, a Steiner o a Isaac Berlin que escucharme a mí.

Añado otro tormento a mi infierno personal: transcribir todas las tonterías que digo cuando me pongo trascendental y luego obligarme a leerlas cada noche. 

Viernes, 11 de noviembre
EN PEQUEÑOS SORBOS

En el recuerdo, duelen menos los dolores que la felicidad perdida.

Sin un buen enemigo, es imposible mantenerse en forma.

Las mejores jaulas las construye el amor.

Los jóvenes se equivocan a menudo y los viejos también, pero con menos gracia.

Ser superior a todos, pero ir de incógnito, procurando que nadie lo note.

Como quien esconde un tesoro, le gustaba esconder sus buenas obras para que solo se supieran después de muerto.

Era tan fiel que seguía queriendo a todas las personas a las que alguna vez había querido.

Es más fácil a un vivo imaginarse muerto que a un muerto imaginarse vivo.

Ponía demasiado empeño en ser feliz como para llegar a serlo.

Las injusticias unas veces se pagan y otras se cobran con buenos dividendos.

La soledad a grandes tragos, la compañía solo en pequeños sorbos.

Siempre que hablo de mí procuro no decir nada que me pueda molestar.

Poder vengarse y no hacerlo y que el ofensor y el resto del mundo se enteren, qué gran venganza.