Sábado, 20 de octubre
EL ACORDE
Paso por el Fontán todos los domingos, pero no los sábados. Hoy es una excepción y yo disfruto como nadie con las excepciones. El domingo solo hay puestos en la calle, hoy está abierto el decimonónico mercado de hierro que ocupa el lugar del convento jesuítico. Entro y el color y el olor me lleva a otra parte. Al mercado de Bayona, junto al río Neve, por ejemplo, o al de Figueira da Foz, en la desembocadura del Mondego.
La sensación de estar en otra parte. O mejor, en varios sitios superpuestos. Me ocurre a menudo. Esta acariciadora mañana de otoño es todas las mañanas de otoño que viví en ciudades de paso, recién llegado, sin nada que hacer sino pasear, comprar algún libro, admirar una iglesia, un caserón, la perspectiva de una calle con soportales, un parque tan pequeño que ni siquiera cabe en él la melancolía, sentarme en un café, dejar pasar el tiempo hasta que llegue el momento de seguir viaje.
Esto es todo lo que hay en mi vida de aventurero. Una mañana de sábado ovetense en vez de avilesina. Uno vuela por un mercado que es todos los mercados. Y lo que Cernuda llamaba el acorde, esa súbita sensación de que todo está en su sitio.
Volviendo a casa me encuentro con Paulina Cervero. Está fotografiando su casa natal, al principio de la calle Fruela, esquina con Rosal. “Esa tercera ventana del último piso es la de la habitación en que nací yo”, me dice. “En los bajos, en lo que ahora es una cafetería, estaba el almacén de ropa de mi familia; se llamaba Los Chicos”. Y me habla de su infancia y del Oviedo de hace medio siglo. Una sintética novela costumbrista parados en la acera, frente al sólido edificio que ofrece un lado de sol y otro de sombra, como cualquier vida. Luego me cuenta cómo va la donación del archivo de Víctor Botas a la Biblioteca Pública. “Parece que no muestran demasiado interés”. Y el recuerdo del amigo, que ahora solo es un puñado de anécdotas y sus versos, que no envejecen, ya no duele, forma parte de la perfección del día, pompa de jabón al viento que estallará en cualquier instante pero que ahora se eleva redonda y tersa, reflejando un mundo entero en su coloreada superficie.
Domingo, 21 de octubre
A DÓNDE HEMOS LLEGADO
“O sea que, según tú, vivimos en el mejor de los mundos posibles”, me escribe una amiga profesora que está más de acuerdo con el profesor gijonés que continuamente se lamenta de la incultura de los alumnos que conmigo. “De lo que estoy bien seguro es de que no vivimos en el peor de los mundos posibles”.
El optimista es en el fondo más pesimista que los pesimistas de profesión. Ellos, olvidando de dónde venimos, se quejan continuamente de a dónde hemos llegado. Yo temo a dónde podemos llegar al menor descuido. Y no dejo caer la manzana que tengo en la mano por tratar de alcanzar la que brilla, o imagino que brilla, muy alta en el árbol.
Lunes, 22 de octubre
LO QUE NO ME ATREVO A DECIR
Estoy en Los Porches, hojeando el periódico con los resultados de las elecciones, cuando un desconocido se acerca a saludarme y me dice. “¡Vaya batacazo que se han dado los socialistas! A ver si le das algún consejo a Rubalcaba, que buena falta le hace.”
Ya me gustaría a mí darle algún consejo (es mi deporte favorito), pero me temo que me iba a hacer el mismo caso que los amigos a los que paso la vida aconsejando.
¿Y qué le diría si pudiera decirle algo? Pues que el partido socialista catalán y el partido socialista vasco tienen que ser verdaderamente catalanes y vascos si no quieren convertirse en partidos testimoniales.
En la Península Ibérica hay ya cuatro distintas naciones de hecho, aunque solo dos de derecho: Portugal y España. Eso ya lo ha asumido el partido popular; de ahí que no le importe tomar decisiones o realizar declaraciones que le hacen perder votos en Cataluña y Euskadi, siempre que se los haga ganar en el resto de España. Sabe que en Cataluña y Euskadi tiene un voto seguro, el de la minoría españolista (entre el diez y el veinte por ciento), tanto más seguro cuanto más firme se muestre contra las pretensiones soberanistas de ambas comunidades.
Los socialistas, en cambio, no tienen ningún voto seguro en esas comunidades. Si tratan de nadar entre dos aguas, de hablar de federalismo y cosas así, pierden el voto de unos y de otros, de los soberanistas y de los españolistas.
No soy profeta, pero el futuro son cuatro Estados en la Península , todos dentro de la Unión Europea y, si hay suerte, bien avenidos y hasta con algún tipo de confederación ibérica. Cataluña parece que tiene más prisa (una prisa reciente, antes iban con más calma), Euskadi no tiene ninguna prisa: ya es en realidad un Estado propio sin los inconvenientes de la independencia, y es un Estado porque maneja lo fundamental: la Hacienda. Cataluña no tiene ese privilegio, y en esta mala situación económica no puede prescindir de él. Piensan, y con toda razón, que ellos administrarían mejor su dinero que se lo administran desde Madrid. Con el pacto fiscal habrían dejado sus ansias independentistas para un remoto futuro. Sin él, la quieren ya. ¿La tendrán? De inmediato, no. Pero probablemente a más corto plazo de lo que muchos piensan. La derecha española ya la da por descontado y actúa en sus campañas electorales aceptando que son otro país.
Los socialistas, la única izquierda con posibilidades de gobierno, no acaban de verlo claro, y así les va. Deben dividirse en tres partidos aliados y amigos, pero con plena autonomía para decidir. Claro que entonces ganarían votos en Euskadi y Cataluña, pero los perderían en el resto de España. Pero como los están perdiendo igual no creo que ese fuera un problema. Ya se recuperarán cuando las aguas se asienten. En estos momentos mejor estar en la oposición.
¿Y no hay riesgo de que si Cataluña y Euskadi consiguen lo que buscan el ansia independentista se contagie a las demás comunidades? No, no hay riesgo. Galicia, la otra comunidad histórica y con lengua propia, acaba de votar muy mayoritariamente que quiere seguir siendo española. Porque esa es una de las cosas que se votaban en las elecciones de ayer.
España, sin Cataluña y Euskadi (como antes sin Portugal, sin Filipinas o sin los Países Bajos), será más justa y no menos grande de la única grandeza verdadera, la que se mide por la concordia y el bienestar de los ciudadanos, no por su número; Euskadi y Cataluña, con Estado propio, no serán menos españolas en lo que más importa: la tradición y la cultura.
Como Rubalcaba no me va a pedir consejo, mis ideas políticas se quedan en la intimidad. Molestan incluso a mis amigos de izquierda, y no digamos nada a mis amigos de Cataluña o del País Vasco, todos españolistas. “Tú siempre ayudando al enemigo”, me dice José Havel.
“Poca ayuda la mía”, le respondo, “que ni siquiera tengo el valor de decir abiertamente, no ya lo que pienso, sino lo que veo”. “Lo que crees ver, mejor”. “Pues lo que creo ver es que estamos escribiendo uno de los capítulos más trascendentales de la historia de España. Cuidemos la caligrafía. Que no nos caiga ningún borrón”.
Martes, 23 de octubre
PAPEL DE ENVOLVER
Hojeo un ejemplar de la revista Nuevo Mundo, que trae a un juvenil y orejudo Alfonso XIII en la portada, y lo primero que me encuentro es esta información: “El Sr.Vincenti, bien aconsejado, ha pretendido implantar en Madrid el procedimiento pulcro y sano de envolver los comestibles en papel limpio y no usado en otro menester; mucho menos, impreso o manuscrito y polvoriento. Esta medida de higiene rudimentaria se practica ya, no solo en todos los países medianamente civilizados, sino en muchas capitales españolas. Los comerciantes advirtieron al alcalde que cumplirían su deseo, pero que tendrían que aumentar el precio de los artículos. Ante esta verdadera amenaza el Sr. Vincenti sintió vacilar su voluntad; se le ocurrió pensar que el nuevo encarecimiento del malcomer madrileño podría ocasionar trastornos de orden público”.
Así de higiénica era la España de hace un siglo. Así de mísera. Conviene de vez en cuándo recordar de dónde venimos.
Miércoles, 24 de octubre
COSAS QUE NUNCA CAMBIAN
Subo por la calle Víctor Chávarri bajo una fina lluvia cuando de pronto tengo un presentimiento. Me doy la vuelta y ahí está, alto, esbelto, majestuoso, el arco iris. Surge del edificio en construcción y las grúas parece que quieren darle alcance. Pero no. Tiene los pies en la tierra, pero se eleva más allá de nuestras miserias.
Me apetece quedarme quieto, admirándole, hasta que desaparezca. Pero he quedado con un amigo. Y yo jamás he llegado tarde a una cita, salvo por causas ajenas a mi voluntad. Sigo caminando y de vez en cuando me vuelvo para mirarle. Si pudiera, caminaría de espaldas para no perderle de vista ni un momento.
El arco iris, el símbolo de paz. En estos días de grisura y turbulencias, en que España se deshace para unos, y se rehace para otros (entre los que me encuentro), qué hermoso regalo.
Llego al café y me siento a esperar (jamás llego tarde a una cita, al contrario de lo que suelen hacer mis amigos), contento sin razón. O con la mejor de las razones.
Hay cosas que nunca cambian. La belleza del mundo. Mi asombro ante la belleza del mundo.
Jueves, 25 de octubre
APRENDIZ DE DIPLOMÁTICO
Estoy aprendiendo diplomacia. Ceno hoy con Rosa Navarro Durán, que ha venido a Oviedo para la entrega de los premios Príncipe de Asturias, y antes del encuentro miro en mi agenda los temas que no debo tocar: Cataluña y la enseñanza, especialmente el primero. Es catalana y se siente española.
Pero finalmente apenas si hablo de otra cosa. Está visto que, en lo que a la diplomacia se refiere, tengo todavía mucho que aprender. Ella, en cambio, sonríe muy diplomáticamente cuando trato de demostrarle que no hay razón para que se sienta como se siente, con el suelo moviéndose bajo sus pies.
Viernes, 26 de octubre
MODESTIA APARTE
“¿Y qué opinas de Javier Marías y su rechazo al Premio Nacional? No solo te gana en talento, sino incluso en lo que yo creía que no te ganaba nadie: en vanidosa modestia”.
No creo. Respecto de los premios la mejor frase es la mía: “Merecerlos todos y no recibir ninguno”. Y estar más orgulloso de lo segundo que de lo primero. Parece difícil que a nadie se le pueda ocurrir una actitud más vanidosamente modesta.