domingo, 29 de abril de 2018

Acción de gracias: Escribo y callo



Sábado, 21 de abril
EN UN CLARO DEL BOSQUE

Me paso la vida contando mi vida, pero hay cosas que todavía no le he contado a nadie, y quizá nunca se las cuente. Lo que ocurrió aquella noche de hace veinte años, por ejemplo.
            Había salido yo muy tocado de una mala historia de amor, o de casi amor, y un amigo me prestó su casa, poco más que una cabaña (ahora es un alojamiento rural), en los montes de Somiedo, para que descansara unos días y me lamiera las heridas.
            Nunca me ha gustado demasiado la naturaleza, si he de ser sincero, pero necesitaba estar solo. Por el día vagaba por los alrededores, alguna vez bajaba hasta la villa, volvía fatigado a casa. Me dormía pronto. Había recuperado el sueño, y aquello era una buena señal.
            La nueva pareja de mi pareja, antes uno de mis mejores amigos, tuvo la desfachatez de llamarme para ver cómo me encontraba. Y yo no le colgué el teléfono y me callé lo que pensaba e intercambiamos un rato banalidades como si no hubiera ocurrido nada.
            Me dormía pronto por lo general, ya digo, pero algunas noches tardaba en dormir y entonces escuchaba un poco de música y luego me asomaba a la ventana a contemplar la oscuridad agujereada de estrellas sobre las copas oscuras de los árboles.             
             Fueron días raros en la climatología de la zona aquellos, sin una nube. Una de esas noches vi una estrella errante, o lo que me pareció una estrella errante. Cerré los ojos para formular un deseo: que nunca más volviera a necesitar a nadie como se necesita el aire que respiramos. Los abrí. Aquella luz que yo creía una estrella se movía cada vez más lentamente hasta quedar inmóvil. Permaneció así un largo rato, yo casi no acertaba a distinguirla de los otros astros. De pronto comenzó a descender despacio, muy despacio, y desapareció en medio del bosque. Me vestí –estaba ya listo para ir a la cama– y salí a buscarla. No sé por qué lo hice. No parecía muy recomendable andar de noche por aquellos andurriales, podía perderme. Pero no me perdí.
            Una luz verdosa que se filtraba entre los troncos de los árboles y los matorrales me guió hasta ella. Estaba en un claro, parpadeante, sin hacer ningún ruido. Yo debía sentirme asustado, pero no tenía ningún miedo.
            Me acerqué como si fuera la cosa más natural del mundo, buscando una puerta, alguna ventana. No las había. Se trataba de un cilindro metálico, del tamaño de una pequeña furgoneta, que despedía una fosforescencia extraña. Y fue entonces cuando ocurrió lo que nunca le he contado a nadie ni creo que me atreva a contarlo jamás.
            Volví a Oviedo tres días después, completamente recuperado. No he vuelto a enamorarme desde entonces, aunque más de una vez fingiera estarlo porque uno escribe versos y el tema del amor da mucho juego.
            Mis amigos dicen que no tengo corazón. Y yo sonrío y ni afirmo ni niego. Lo que pasó aquella noche, en los montes de Somiedo, en un claro del bosque como el de los cuentos de hadas y prodigios, no lo he contado nunca ni lo voy a contar ahora.


Domingo, 22 de abril
UN ERROR, DOS ERRORES

En mi cafetería habitual del Fontán. Una pareja joven en la mesa de al lado. Hojean juntos el periódico. Observo de reojo, halagada mi vanidad, que se han detenido en la página de mi diario semanal.
            “Enamorarse es un error; ser correspondido, dos errores”, lee él en voz alta. “¡Qué tontería!”, dice ella antes de besarle en los labios.
            “Dejad que pase un poco de tiempo”, pienso yo.


Lunes, 23 de abril
CONTRA LOS RECITALES

Por mucho que a uno le gusten los dulces, si le obligan a comerse dos docenas de pasteles lo más probable es que acabe detestándolos.
            Para conmemorar el día del libro,  me enredan en una lectura colectiva de León Felipe: cincuenta profesores y alumnos –en una pequeña sala de juntas, donde apenas caben cincuenta personas– han de leer cincuenta poemas suyos..
            Yo solo aguanté hasta el número veinte, por eso todavía no odio del todo a León Felipe.
            Claro que hay ocurrencias peores: la de la lectura colectiva del Quijote, por ejemplo.


Martes, 24 de abril
TENDRÉ QUE IR ACOSTUMBRÁNDOME

“Más de dos millones de ancianos viven solos en España” escucho en la televisión. Hablan luego de que ese problema de soledad es uno de los más graves de la sociedad contemporánea y de cómo tratan de resolverlo en los distintos países.
            Solo me doy cuenta de que están hablando de mí cuando precisan que se refieren a personas de más de 65 años.
            Es la primera vez me veo incluido en la categoría de ancianos. Tendré que ir acostumbrándome. De momento, encuentro divertido que me califiquen de esa manera.


Miércoles, 25 de abril
FARSA Y LICENCIA DE LA PRESIDENTA CASTIZA

“¿Estarás contento? ¡Habéis conseguido que dimita antes que Toni Cantó!”, me dice un amigo del PP, tan ingenuo que hasta se cree a Antonio Hernando.
            Pues no, no estoy contento. El asuntillo ese, tan cutre, del hurto en el supermercado (¡solo faltó que fuera, no de una empresa vasca, sino catalana!) me ha amargado el día, un día para mí siempre feliz,  recuerdo de aquel otro 25 de abril, cuando los fusiles y los claveles.
            Me consuelo un poco imaginando la farsa en un acto para sombras y marionetas que escribiría don Ramón del Valle-Inclán con este esperpento.
            Acto único, escena tercera. La ministra de Defensa, doña María Dolores de Cospedal, marquesa del Finiquito, condesa del Diferido, con peineta y mantilla, rodeada de espadones, el pecho deslumbrante de cruces y medallas, entra en el despacho de la presidenta de la Comunidad de Madrid.
            ––Ay, hija, te traigo un ukase. Que dice el jefe que tienes que irte, que ni un minuto más, que somos el hazmerreír del mundo.
            ––¿Irme yo por haber tratado de robar en un supermercado? ¡Pero ese hombre esta loco! ¡El que no lo haya hecho, o por lo menos intentado alguna vez, que tire la primera piedra!
            ––-Quien manda manda, querida. Tú di que dimites para que no lleguen los podemitas al poder, que eso siempre nos da votos.
            ––Pues irme me iré, pero que tenga cuidado nuestro querido presidente, que quien a video mata a video muere. ¡Si lo del Eroski fue solo para comprobar cómo funcionaba su seguridad, que ya me preparaba yo para ser delegada del gobierno en Madrid y controlar a todas las fuerzas de seguridad! ¿Lo hice mal? ¿Puede alguien decirme que lo hice mal? ¡Si hasta me dedicaban artículos elogiosos en El País!
            Acto único, escena séptima. Reunión del gabinete de crisis de la Marca España en el salón Velázquez de la Casa de las Siete Chimeneas. Preside el ministro de Cultura, con uniforme de gala. Antes de sentarse, entonan todos, con mucho sentimiento, el himno de la legión: “Soy el novio de la muerte…”
            ––Tenemos que hacerle un lavado de cara a la marca España, las infamias que los catalanes han ido difundiendo por la culta Europa –que si nuestras universidades regalan los títulos, que si nuestros políticos roban hasta en las tiendas de barrio–  la han desprestigiado por completo. Propongo cambiar el logos (vamos a encargarle a Mariscal algo con la querida cabra que todos llevamos tan dentro del corazón), la banderita, algo chillona, e incluso el nombre del país. ¿Qué os parecería Marca Hispánica?
            ––Formidable, ministro. Y así matamos dos pájaros de un tiro. ¿Cómo van a querer los independentistas separarse de la Marca Hispánica si ese fue el primer nombre que tuvo Cataluña? ¡Chúpate esa, Puigdemont!


Jueves, 26 de abril
COSAS DE LA POLÍTICA

“Si no hay dinero, no hay dinero”, les dijo el presidente del gobierno de un país todavía llamado España, muy en su papel de adalid del sentido común, a los miles y miles de pensionistas que se manifestaban para pedir la subida de las pensiones.
            “Si no hay dinero, se saca de debajo de las piedras, eso es de cajón”, le dijo el presidente del gobierno a su ministro de Economía cuando se enteró de que el partido nacionalista vasco exigía esa subida para votar afirmativamente en el debate de los presupuestos y permitirle así seguir holgazaneando en la poltrona.


Viernes, 27 de abril
DE JUECES Y MANADAS

Oximoron: figura retórica que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado opuesto.
            Ejemplos: fuego helado, nieve ardiente (de la poesía clásica) o música militar, pensamiento navarro (del "humor" tradicional). ¿Habrá que añadir justicia española?




domingo, 22 de abril de 2018

Acción de gracias: Las cosas como son



Viernes, 13 de abril
CONFESIONES INCONFESABLES

Cada día detesto más la literatura, cada día me cansa más lo poético (de los poetas, ya ni hablo). Soy como aquel catedrático de literatura italiana, especialista en el autor de La Divina Comedia, que ya anciano y en su lecho de muerte, reunió en torno a su lecho a toda la familia para confesarles el secreto que había guardado toda su vida: “¡No soporto a Dante!” o, en otra versión más castiza, “¡Me jode el Dante!”
            Leo la trabajosa –más que trabajada– taracea con que Aurora Egido epiloga Las llamas, la última –sospecho que no será la última– caricatura de su poesía que ha publicado Pere Gimferrer y cuando llego al final de esas ocho páginas inanes siento un poco de vergüenza ajena: “un verso puede arder ante la nieve bárbara, con el agua latiendo al fondo de un poema, mientras el fuego tarda en llegar al pabellón del frío”. Pues qué bien, señora.
            Tenía 24 años Pere Gimferrer cuando puso punto final a su poesía en castellano. La reunió en el volumen Poemas 1963-1969, que yo compré y leí a comienzos de 1970. Todavía lo conservo. Lo releo cada vez que Gimferrer publica una nueva obra maestra (en eso está de acuerdo él con todos los suplementos literarios), y veo que aquellos viejos versos veinteañeros siguen conservando todo su poder de seducción. Que no me había equivocado, que alguna vez fue un gran poeta, aunque él y la Fundación Lara lleven años empeñándose en demostrar lo contrario.


Sábado, 14 de abril
DEMOCRACIA Y VERDAD

Si el Partido Popular hubiera tenido mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid, el asunto del Máster habría acabado con el nombramiento de Cristina Cifuentes como doctora honoris causa por la Universidad Rey Juan Carlos.
            Y es que en democracia las cosas no son como son, sino como decide la mayoría parlamentaria.
            (Salvo que se trate, claro, de la democracia española y el parlamento de Cataluña.)

Domingo, 15 de abril
UN CEREBRITO

Una revista de moda masculina, Icon, celebra su número 50 homenajeando a ocho jóvenes artistas españoles. Uno de ellos es C. Tangana, músico que dice no considerarse un “youtuber” o un “influencer”, sino un empresario. También dice otras cosas: “La forma en que escribo cambia todo el rato. Cuanto más vives, más escribes. Nos pasa a todos, excepto a Borges, que no había vivido nada. Él mismo se quejaba de que quería hacer novelas románticas y de bandidos, pero no podía, no había vivido. Le reconocieron siempre más por ser un cerebrito”.
            El bueno de C. Tangana, que posa elegantemente desvestido con un pijama de Gucci, puede estar seguro de que él no corre ese riesgo: nadie le tomará por un cerebrito.
            El autor del reportaje nos deja esta advertencia: “Recuerde: todo lo que nos parece hoy equivocado en ellos será norma dentro de unos años”.
            Para echarse a temblar, si no fuera falso. La analfabeta y rotunda bobería es tan antigua como el mundo. Aunque Tangana se desvista de Gucci, Tangana se queda.


Lunes, 16 de abril
LAS MATEMÁTICAS NO ENGAÑAN

¿Mi principal defecto? Que tiendo a considerarme más listo que nadie. ¿Mi principal virtud? Que no me molesta, sino todo lo contrario, reconocer que estoy equivocado.
            Creo ser bastante bueno en detectar el talento ajeno. Lo mismo que me basta ponerme al lado de alguien para ver que es tan alto como yo, más alto o más bajo, me basta charlar un rato sobre un tema que a los dos nos interesa para descubrir quién vale intelectualmente más que yo.
            Me divierte engañar, o jugar a que engaño, fingir que soy lo que no soy (buena persona, por ejemplo), pero pongo todo mi empeño en no engañarme a mí mismo.
            Incluso he inventado una fórmula algebraica para aproximarme con bastante exactitud a mi verdadero valor: anoto lo que creo que valgo, lo divido por dos y le resto cinco.


Martes, 17 de abril
CUANDO ESTOY SOLO

Yo, cuando estoy solo, casi nunca me siento solo. Ni acompañado cuando estoy acompañado.
            Enamorarse es un error; ser correspondido, dos errores.
            Lo mejor es ser joven, pero solo si eres viejo.
            Donde no estoy es siempre donde mejor estoy.
            Envejecer también tiene su gracia, su maldita gracia.
            La felicidad es tan tímida que en cuanto reconocemos que camina a nuestro lado sale corriendo.
            Dos que son muy amigos tardarán menos en dejar de serlo que los que son simplemente amigos.
            Tantos años después, los buenos y los malos ratos que me hiciste pasar apenas si se distinguen.
            No siempre la explicación más clara es la más verdadera.
            En la vida, como en los aeropuertos, el tiempo siempre falta o sobra.
            A mi memoria, como a la historia, le gusta avalar patrañas con datos verdaderos.
            No es posible recibir un homenaje sin quedar un poco en ridículo.          
            Lo que nunca consigues, jamás te defrauda.
            Para ser feliz, no añorar nada del pasado ni desear del futuro nada que no tengamos ya en el presente.
           
Miércoles, 18 de abril
MI ALIENS FAVORITO

Siempre me han extrañado quienes viven llenos de dudas y angustia por la existencia e inexistencia de Dios. A mí me parece que el misterio del mundo sigue siendo igual de inexplicable en ambos casos.
            Las matemáticas no son más que un traje hecho a medida del universo.
            Las estrellas solo son hermosas vistas a distancia, a mucha distancia.
            Una religión verdadera se diferencia de una falsa en que las dos son falsas. O las dos verdaderas.
            Dios no es más que un alienígena con pretensiones,


Jueves, 19 de abril
A LOS HÉROES DE LA INDEPENDENCIA

Leo un titular: “El Supremo exige a Montoro que pruebe que no hubo malversación”. Y se me ocurre pensar en lo mucho que deben haber leído a Kafka los protagonistas de la España actual. Como en la novela de Kafka, primero encarcelamos y luego ya veremos de qué delito se les puede acusar.
            Se me ocurre una fabulilla futurista y utópica (o distópica, según se mire) inspirada en mi admirado Chesterton y su El hombre que fue Jueves. Una fabulilla que nunca escribiré, por supuesto (y por si acaso).
            Año dos mil veintitantos, se acaba de proclamar la República Catalana (federada de inmediato con la República Española) y al comienzo de las Ramblas va a inaugurarse un monumento a los héroes que la han hecho posible (algo así como el Muro de los Reformadores ginebrinos). Se aglomera el gentío, el monumento está cubierto con una especie de telón, nadie sabe quién será el prohombre que ocupa el lugar centrar. Hay gran expectación. Se cruzan apuestas.
            Suena la música, el presidente de la República descorre el telón y, tras las exclamaciones de asombro, todos acaban reconociendo el acierto.
            –-Sin su tenaz empeño, todavía seríamos una autonomía más del reino de España, con un concierto fiscal algo más ventajoso, eso es todo.
            ––Dicen que ya no hubo vuelta atrás en el camino a la independencia cuando él decidió mantener a Oriol Junqueras en la cárcel e impedirle que participara en las últimas elecciones autonómicas, las del 155.
            ––Cuentan que era un infiltrado de la CUP que logró engañar a todos.
            ––No lo creo, a mí me pareció siempre que sus decisiones favorecían sobre todo a Puigdemont.
            ––Hay quien le acusó de prevaricación, pero prevaricara o no lo cierto es que cada una de sus resoluciones judiciales ayudaba a impedir que los que tenían dudas dieran un paso atrás y ponían un poco más en ridículo a la justicia española.
            –-Lo más curioso resultaba ver cómo los más perjudicados con sus decisiones eran los que más le aplaudían.
            ––Cuando pidió al ministro que demostrara que no se había cometido delito se superó a sí mismo. Era como el caso de aquella señora, ¿cómo se llamaba?, que retó a los que discutían su Máster falsificado que demostraran que ella no se había presentado a un examen al que no se había presentado. Y en su partido la defendían y un tal, ¿cómo se llamaba el entonces jefe de gobierno de la antigua monarquía española?, Rajoy o algo así, tan campante, tan a lo suyo, “Tú resiste y echa balones fuera mientras yo me fumo un puro”.


Viernes, 20 de abril
PARA EL DÍA DEL LIBRO

Todos los poetas, por poco que escriban, escriben demasiado. No se salvan ni Jorge Manrique ni Juan de la Cruz.
            En el cementerio de las bibliotecas, no hay libro que no espere su resurrección.
            Los perros sacan a pasear a sus amos y las palabras enredan al escritor para que diga lo que ellas quieren que diga.
            Cuando no hay nada que decir, lo mejor es no decir nada.
            Hay quien confunde la historia de la literatura con los manuales de historia de la literatura.
            El arte de escribir sin decir nada no está al alcance de cualquiera,
            Son pocos los libros que valen más que el papel en que están impresos.
            En ningún siglo caben más de media docena de poetas y yo me he carteado o he polemizado con más de medio millar.
            No se te ocurra volver a los libros que en la adolescencia te hicieron tan feliz.
            Nadie se queja de que a los clásicos se les esté haciendo spoiler constantemente.
            A escribir se aprende, pero no se enseña.
            Cien años después o doscientos años después, ninguna muerte es prematura. ¿Verdad, amigo Larra?
            Dentro de mil o dos mil años, seguramente no sabrán quién fui yo, pero ¿seguirán sabiendo quién fue Garcilaso?
            Me gusta recordar las palabras de Eugenio d'Ors cuando creó el reglamento de las bibliotecas públicas de Cataluña: "Donativos, solo en metálico".
            Para no dejar de apreciar a ciertos escritores conviene dejar de leerlos.  
            Como todos los días leía uno o varios libros, el día del libro aprovechaba para dejarlos descansar.


domingo, 15 de abril de 2018

Acción de gracias: Noticias falsas




Viernes, 6 de abril
TIEMPO DE SILENCIO

Aunque parezco un tipo anodino y vulgar, en realidad soy bastante extraño (como todos los tipos anodinos y vulgares, por otra parte). Una de mis manías, ya desde la adolescencia, es hacer listas. Listas de todo.
            Tengo guardadas en el trastero docenas y docenas de libretas. Una de ellas se titula “Gente a la que no le caigo bien”. Resulta bastante nutrida, y eso que he dejado de anotar las enemistades literarias. Comento libros desde hace cuarenta años. Habré reseñado unos dos mil, calculando por lo bajo. Descontando los clásicos (Dante no se va a enfadar porque diga que nunca fui capaz de llegar al cielo de su Divina comedia), quedan por lo menos mil poetas y poetillas a los que alguna vez he tratado o maltratado (en mi caso, viene a ser lo mismo). Y luego están aquellos de los que no me he ocupado nunca, como Karmelo C. Iribarren, que ven en ello la peor de las ofensas.
            No me preocupa demasiado. Lo único que se puede temer de ellos es que no te citen, no te antologuen o no te inviten a este o aquel congreso, algo que no hace ni un rasguño en la piel de elefante de mi vanidad.
            Enemigos verdaderos creo no tener demasiados: nunca he estado casado, nunca he litigado por una herencia, nunca he ocupado cargos ni he estado en situación de hacer favores.
            También preparo listas de las personas con las que puedo hablar de un tema y no de otro, un poco como Aleixandre, que con José Luis Cano hablaba de sus imaginarias novias y con Vicente Molina Foix de sus no menos fantaseados novios.
            La lista más breve –solo consta de tres nombres– es la de aquellos con los que puedo poner en solfa el sagrado dogma de la Inmaculada Concepción de la Patria.
            Qué sorpresas me he llevado. Hablo con un amigo, veterano militante del PC, de lo injusto que me parece que se mantenga en prisión preventiva a los políticos catalanes y él me suelta un “¡deberían haberlos fusilado!”. Sale en la conversación con otro, concejal de Izquierda Unida, el nombre de Puigdemont y él, espontáneamente, lo primero que dice es “¡ese payaso!”. Y si en la tertulia trato de pontificar un poco –mi deporte favorito– sobre el tema, en seguida un espontáneo de otra mesa interviene para defender la Sacrosanta Unidad de la Patria. ¡Venciste, José Antonio!
            Llevo tiempo tratando de encontrar alguien más con quien poder hablar libremente (pero en voz baja para no se ofendan los de la mesa de al lado) de la situación política. Ya casi he desistido.
            Menos mal que ha venido a compensar esta situación Cristina Cifuentes con su Máster. De ese asunto sí que puedo hablar con todos –de izquierdas o derechas– y siempre acabamos echándonos unas risas. A mí ya me da un poco de lástima su berroqueña catadura.
           
Sábado, 7 de abril
OLVIDO

Era tan popular entre sus compañeros que cuando organizaron una comida con motivo de su jubilación se olvidaron de invitarle.


Domingo, 8 de abril
UN MAL SUEÑO

Voy contra mi interés al confesarlo, porque me quedan dos telediarios para ser uno de ellos, pero estoy desarrollando cierta alergia contra los jubilados. No contra todos, solo contra los escribidores. Parecen dedicados, de la mañana a la noche, a promocionar sus versos y su prosa. Cansan, pero nunca se cansan.
            Hoy una novela, mañana un libro de poemas (o dos) y siempre la misma petición: “Dime tu opinión sincera, aunque sea negativa”.
            Yo hojeo los volúmenes –por lo general aparecidos en una de esas editoriales que se dedican a la autoedición– y al día siguiente, mientras tomamos un café en Los Porches, les dedico unas cuantas vaguedades elogiosas que no comprometen a nada.
            Tengo fama de ser un crítico cruel, pero yo no me meto con nadie que no merezca la pena.
            Por la noche, en mis pesadillas, me veo a mí mismo, ya jubilado y descatalogado, yendo de un lado para otro suplicando algo de atención. Me despierto sudoroso y tardo en darme cuenta de que solo se trata de un mal sueño.
            “Es difícil envejecer sin un poco de gloria o un poco de amor”, escribió Gil-Albert. Si es así, yo no debo de haber comenzado aún a envejecer porque me lo paso muy bien sin la una y bastante bien sin el otro.


Lunes, 9 de abril
ENCUENTRO

He estado muchas veces solo en ciudades en las que no conocía a nadie. Durante el día lo pasaba bien. Callejeaba, entraba en alguna iglesia, compraba libros, me sentaba a leer en una cafetería con amplios ventanales, miraba pasar la gente…
            Pero, al llegar la noche, qué angustia tener que volver al hotel. Me demoraba por las calles del centro hasta que se iban quedando desiertas. En verano, no había problema, pero en invierno anochece demasiado pronto y el frío parece que se te mete en los huesos.
            Una de esas noches, en Catania, caminando de prisa por la Vía Etnea, aunque no tenía prisa ninguna, oí mi nombre. Pensé que llamaban a otra persona. Volvieron a repetirlo con insistencia. Me volví. Una mujer trataba de alcanzarme.
            ––Qué rápido caminas. Estoy sin resuello.
            Se puso a caminar a mi lado sin presentarse, como si yo tuviera que conocerla. Quiso cogerme del brazo y yo me aparté instintivamente.
            ––Disculpa.
            Y luego me miró con ojos tristes, se dio la vuelta y desapareció por una callejuela oscura.
            Me encogí de hombros. Estaba seguro que era la primera vez que la veía. Pero de vez en cuando sueño con ella y ya no estoy tan seguro.


Miércoles, 11 de abril
NO ME VENDO, ME REGALO

––Pero ¿todavía sigues en Facebook? – me pregunta un amigo alarmado–. ¿Es que no te has enterado de la filtración de datos? ¿No te importa que comercien con tu intimidad?
            ––No solo no me importa, sino que me gustaría que me explicaran cómo lo consiguen.
            ––¿No te importa que se aprovechen de lo que saben de ti para engañarte con noticias falsas?
            ––Yo cuando subo una foto, unos aforismos, un poema a Facebook lo hago, como cuando publico un libro, para que se entere cuanto más gente mejor. ¿Que lo que yo comparto en Facebook con cinco mil la empresa del señor Zuckerberg quiere compartirlo con cinco millones? Pues muchas gracias. Yo, encantado. Pero sospecho que le va a ser difícil conseguirlo. De esos cinco mil contactos, apenas cien son los que ponen un “me gusta y de esos cien la mayoría lo pone sin leer lo escrito, esperando simplemente que yo haga lo mismo con lo que ellos suben a la Red.
            ––Pero es que también venden tus datos a terceros.
            ––¿Venden mis poemas, mis fotos de Venecia, los selfies en los que me esfuerzo en aparecer lo más favorecido posible? Pues ya me gustaría a mí conocer quiénes son esos compradores, no para pedir comisión, sino para agradecerles su interés por lo que a la mayoría de mis amigos no les interesa ni regalado.
            ––¡Tomas a broma lo que es un asunto muy grave! ¡La democracia está en peligro con los robots que difunden noticias falsas!
            ––Las noticias falsas no se inventaron ni siquiera cuando apareció el primer periódico impreso. Nacieron con el ser humano. Los periódicos no se crearon para difundir noticias verdaderas, sino noticias que interesaban al propietario del periódico fueran verdaderas o falsas.
            ––No te creo.
            ––Vete a la hemeroteca de El Mundo, La Razón
            ––Claro, para ti solo los periódicos de izquierda dicen la verdad.
            ––¿Pero hay algún periódico de izquierdas? Dímelo para que comience a comprarlo.
            ––Ese papelucho que os gusta tanto a los progres, El País, ¿no es de izquierdas?
            ––Sí, tan de izquierdas como el presidente de Asturias, Javier Fernández, el político mejor valorado por los españoles, según  El País, cuando defenestró a Pedro Sánchez para que Rajoy pudiera seguir en el gobierno.
            ––Pues ahora bien que combate tu periódico a Rajoy.
            ––¡No es mi periódico! Me dan grima sus titulares. Pero volvamos a lo de las noticias falsas. El primer productor de noticias falsas es el cerebro humano, que a partir de unos pocos datos se apresura a sacar conclusiones apresuradas y que actúa como un abogado de la Mafia (como cualquier abogado, en realidad): no le importa la verdad, sino lo que beneficia a su cliente. Por cierto, ¿no te resulta extraño que las noticias falsas que se difunden en la red siempre perjudican los intereses de quienes las denuncian? La Unión Europea, partidaria de que el Reino Unido siguiera formando parte del redil, denuncia que hubo una campaña de Rusia a favor del Brexit. ¿No hubo campaña a favor de que se rechazara en el referéndum? ¿No se difundieron noticias falsas para conseguirlo? Cuando quieras, te enseño yo unas cuantas publicadas en los principales periódicos europeos, no en los perfiles de Facebook.
            ––¡Pero es que la gente ya no lee periódicos, lo que se cree es lo que aparece en su muro de Facebook, que además está manipulado por un algoritmo para que solo aparezcan determinadas noticias, para que no se enteren de otras opiniones!
            ––Claro, por eso las noticias falsas benefician siempre a nuestros adversarios, porque las que van a favor de nuestros prejuicios las aceptamos de inmediato como verdaderas. Te cuento una anécdota de esta tarde. Tomo un café en el Vetusta, hojeo un libro. En la mesa de al lado, un grupo de señoras comentan que si Cataluña, que si Cifuentes, que si las reinas. Una de ellas saca el teléfono y lee: “El expediente académico de Pablo Echenique está falsificado. Aprobó la asignatura de Educación Física sin presentarse a ningún examen”. De inmediato, antes de que sus compañeras se rían de ese chiste sin gracia, la más tonta exclama: “¡Es que ellos son los peores, los más corruptos, y luego quieren ir por ahí dándonos lecciones!”
            ––No sé a qué viene eso.
            –-Que todos somos, si no nos ponemos en guardia, como esa señora. Nos creemos cualquier cosa que nos cuenten de Trump, sea o no verdad, o de Podemos, si votamos al PP, o de los catalanes (Pedro de Silva ha escrito que la república que buscan no es más que un invento de Richelieu). Tenemos cien ojos para detectar las noticias falsas que nos perjudican mientras que las que nos benefician se nos vuelven invisibles. Te repito mi aforismo favorito: libertad de prensa es poder elegir el periódico que queremos que nos engañe. Para lo compramos, para que nos confirme en nuestra opinión de que Puigdemont es el diablo.
            ––¡Contigo no se puede hablar en serio!
            ––Pues hablo muy en serio cuando digo que me encanta que alguien comercie con mi intimidad. Yo la regalo todos los días en Facebook y a menudo tengo la desoladora impresión de que nadie la quiere ni regalada.


Jueves, 12 de abril
ANODINO Y VULGAR

Soy un tipo anodino y vulgar, pero estoy lleno de secretos que nunca cuento a nadie. O que les cuento a todos, que es la mejor manera de que no se entere nadie.



domingo, 8 de abril de 2018

Acción de gracias: Matizar y atizar



Viernes, 30 de marzo
SOY UN DESAGRADECIDO

¿Se puede ser especialista en un tema y no tener ideas muy claras sobre el mismo? Difícil parece, pero Anna Caballé se esfuerza en demostrar que no resulta imposible.
            El do de pecho que dio con la reseña de El último pirata del Mediterráneo, el libro maldito de Manuel D. Benavides sobre Juan March, trata de superarlo hoy con el Diario de los Goncourt. No lo consigue, pero casi.
            De sus despectivas líneas sobre el libro de Benavides no pude decir nada porque yo soy el autor de la edición y parecería que respiraba por la herida. Coincidimos en Sevilla poco después y sobre la herida no quise echar sal. Quizá aquel desliz se debía a presiones de la todopoderosa Fundación March (otro habría sido el destino de Pablo Escobar si hubiera buscado buenos asesores y la hubiera tomado como modelo). Además había elogiado mucho El arte de quedarse solo y ya se sabe que, como dijo Oscar Wilde, para un escritor solo hay dos clases de críticos: los malos y los que te elogian. Me pareció además una persona culta y encantadora.
            La edición de El último pirata no parecía haberla hojeado siquiera (y, si lo había hecho, el caso era aún más grave). Le reprochaba –a una feroz diatriba publicada en 1934, cuando el contrabandista acababa de fugarse de la cárcel sobornando al director– no ser una biografía objetiva, como las que se estilan en Europa y no adivinar la trayectoria futura del prohombre. Al hecho de que se rescatara la edición definitiva del libro –publicada en 1937 y desconocida–, en la que aparecían los verdaderos nombres de los personajes no le dedicaba ni una línea; tampoco a que se incluyera una breve e impactante autobiografía de Benavides. No le dije en Sevilla lo que pensaba: que yo a quien me escribiera una reseña así para Clarín no le volvería a encargar ninguna más, pero parece que en Babelia son menos escrupulosos en lo que se refiere al rigor y al respeto a los lectores.
            Claro que estas cosas no las puedo decir en público porque yo soy el afectado y parecerían pataleta de autor. Por eso me froto hoy las manos: de su comentario al Diario de los Goncourt sí puedo hablar.
            Descalifica la más extensa de las traducciones realizadas hasta la fecha en español porque no traduce las tres mil quinientas páginas de la edición de 1956, la primera completa. Ni siquiera parece darse cuenta de que esta entrega abarca hasta 1870 y que el diario acaba en 1895.
            No se refiere, quizá lo ignore, a que desde 1887 Edmond de Goncourt fue publicando diversos tomos –hasta un total de nueve– y que fueron esos volúmenes, no la tardía edición completa, los que influyeron en Amiel y en el resto de los diaristas contemporáneos. Los nombres omitidos entonces –y ciertas expresiones consideradas obscenas– se incorporan a esta edición, hecha con excelente criterio. Termina la primera entrega precisamente cuando concluye el diario de Jules y Edmond de Goncourt; los más de veinte años siguientes serán solo el diario de Edmond, aunque por fidelidad fraternal su autor quisiera firmarlo con el nombre de los dos hermanos.
            “La historia de la traducción del diario al castellano es desdichada”, se lamenta Anna Caballé, no sin razón. Lo esperable sería que se alegrara de que comience a ponerse remedio con este volumen, acompañado de precisas notas informativas y con útil índice onomástico final. Pero eso a ella no le importa; lo que ella querría son las tres mil quinientas páginas de la edición de Ricatte. Lo curioso es que esa traducción completa no existe en ninguna lengua ni probablemente existirá nunca: tiene más interés para los estudiosos de la vida literaria francesa que para los lectores. Dice que esa edición es “la única que puede hacer justicia a la obra”, desdeñando la labor de Edmond con sus nueve impactantes y polémicas entregas. Y dando a entender que hasta 1956 –cuando ya los Goncourt eran solo el nombre de una academia– nadie había podido leer adecuadamente su diario (más cierto parece que nadie leyó –solo hojeó– esa edición exhaustiva de apuntes y borradores).
            Habrá quien diga que todo esto son opiniones. Pues no, no lo son. “Desde 1925, fecha de la primera y breve antología se han hecho varias tentativas que no logran captar el espíritu de aquella mordaz escritura: hay demasiada diferencia entre el volumen de texto real y el seleccionado”. Error, error, error. No en 1925, sino en 1932 se publicó en Ediciones Jasón una selección del diario; la traducción era apresurada y anónima, con numerosos errores; a pesar de ello se reprodujo facsimilarmente en 1988 y de ella se sacaron los capítulos para la monumental Antología de diarios íntimos publicada por la editorial Labor en 1963. Aparte de esa edición, solo tenemos la traducción de un año, el 1863, publicada en México en 2016.
            Podríamos seguir destrozando el comentario de Anna Caballé –se lo pone fácil a cualquiera que conozca la obra de los Goncourt y haya leído, dudo que ella lo haya hecho, la edición que reseña–, pero lo dejaremos aquí.
            ¡Uf! Qué tranquilo se queda uno cuando por fin puede decir lo que la amabilidad y el agradecimiento le obligaría a callar. Pero yo soy como Chus Lampreave en aquella película de Almodóvar: incapaz de mentir.
            ¡Ya me gustaría poder hacerlo como cualquier persona bien educada!


Domingo, 1 de abril
SOY UN FRACASADO

He fracasado, lo reconozco. Aunque parezco una persona humilde y sin ambiciones (soy bastante bueno disimulando), en realidad siempre he preferido la admiración o el temor al afecto. Y cuando me acerco a la edad de los homenajes, las sopitas y el buen vino, compruebo que no he conseguido lo primero y apenas lo segundo, pero que hay más gente que me quiere de la que yo pensaba. He fracasado por completo. Cómo me alegro.


Martes, 3 de abril
ACEPTO UN BUEN CONSEJO

Comento con Abelardo Linares, el editor del Diario de los Goncourt seleccionado y traducido por José Havel, mi opinión sobre Anna Caballé. Sus palabras están llenas de buen sentido.
            ––Probablemente tienes razón. Yo no he leído su reseña. Lo que te aconsejaría es que lo dejaras pasar y no aludieras a ello públicamente. Ya sabes lo que decía Lara, que era el editor que más sabía de estas cosas: lo que importa es el espacio que dedican a un libro o a un autor, si lleva foto o no, si el titular es adecuado; eso es en lo que se fijan la mayoría de los lectores; lo que diga el crítico importa poco. Que a uno le dediquen dos columnas en Babelia es una publicidad gratuita que no se puede despreciar. Solo ahora, después de cuarenta años editando, han comenzado a ocuparse un poco de Renacimiento. No me lo eches tú a perder arremetiendo contra Anna Caballé, por otra parte la única persona que en ese periódico ha hablado bien de ti.
            Mi amigo Abelardo, como siempre, tiene toda la razón. Lo mejor es encogerse de hombros y dejarlo pasar.
            –¡Y cuántas injusticias no habrás cometido tú con libros valiosos!



Miércoles, 4 de abril
EL MEJOR TEATRO

Me entretengo viendo en el teléfono, más como una pieza teatral que como un debate político, la comparecencia de Cristina Cifuentes en la Asamblea de Madrid. Qué espléndidas intervenciones la suya y la de Lorena Ruiz-Huerta. Dos Españas frente a frente, la que se resiste a desaparecer y la que no acaba de nacer.
            Sobre el famoso máster de la Universidad Rey Juan Carlos (¡vaya nombre para una Universidad!) ya, en el momento del debate, lo sabemos todo: que la presidenta lo obtuvo fraudulentamente, pero que es completamente legal (en apariencia) porque quienes cometieron el fraude fueron profesores y funcionarios de esa Universidad. Y de la presteza con que el rector salió a defenderlos podemos deducir que no se trata de un caso aislado, sino de una práctica habitual.
            Cristina Cifuentes saltó al ruedo dispuesta a llevarse a todos por delante. Qué magnífica chulería, qué gran actriz haría falta para darle la réplica en el teatro o el cine. “No fui a clase, ¿y qué? No me examiné de ninguna asignatura, ¿y qué? Tenía el permiso de los profesores. Me matriculé tarde, ¿y qué? Nadie puso ninguna pega. No encuentro mi trabajo de fin de máster, ¿y qué? Me he cambiado tres veces de casa y ya se sabe que eso implica deshacerse de mucho papel inútil”.
            Uno la escucha, tan segura de sí misma, tan segura de que así se han hecho siempre las cosas en España y de que siempre se harán así, que no puede por menos de sentir admiración. Solo le faltó decir: “Me regalaron un máster, ¿iba yo a rechazarlo? Si alguien ha cometido una irregularidad, será la Universidad, allá ellos”.
            Tendría que ser otra Bette Davis quien interpretara a esta fascinante mujer en la pantalla.
            A Lorena Ruiz-Huerta no hace falta que nadie le regale ningún máster. Entre Shakespeare y Cicerón, un rosario de datos demoledores. La España que representa Lorena Ruiz-Huerta es la España en la que a uno le apetece vivir, de la que me siento orgulloso.
            Pero yo ahora no hablo de política, sino de teatro. Pocas piezas he visto más fascinantes. Ángel Gabilondo era el abuelito bueno, lleno de sentido común, pero sin garra. Al representante de Ciudadanos, Ignacio Aguado, le tocaba representar el papelón más ingrato, el de nadar y guardar la ropa. Parecía dejar a Cristina Cifuentes a los pies de los caballos –ellos lavan más blanco que nadie–, pero luego, en lugar de mandarla a casa a hacer los deberes del dichoso máster, le ponía de penitencia tres padrenuestros.
            Ver la política como un juego de estrategia, ese es uno de mis entretenimientos favoritos últimamente. Ya me he hecho cargo de que, como me repiten mis amigos, yo no valgo para político: voy siempre por derecho, caiga quien caiga, en defensa de lo que considero justo. Esta tarde acabo enamorado de Cristina Cifuentes. Una obra vale lo que valga el malo de la función. Y no me imagino a ningún villano, por villano que sea, capaz de mentir con tanta seguridad y tanto encanto –para los que gustan del cuero y la fusta– como ella.


Jueves, 5 de abril
PORQUE SÍ

“Entre nosotros –leo en Vargas Vila, un modernista justamente olvidado–, la Crítica Literaria no es una Ciencia, sino una Industria; el único oficio que les queda a los mediocres inservibles; el único consuelo posible a los fracasados de las letras”.
            En mi caso, no será una ciencia, pero mucho menos una industria. Y tengo yo mis dudas de que haya más mediocres inservibles en la crítica que en la novela o en la poesía.  “¿Y por qué sigues escribiendo reseñas, esa actividad tan mal pagada como poco agradecida?”, me preguntan a veces. Y yo siempre respondo: porque sí y porque sé. O sea por lo mismo por lo que no hablo nunca de política.