Sábado, 18 de
febrero
BURDEOS, 1940
Un amigo me trae como regalo a la comida avilesina de los
sábados unos ejemplares de la revista Semana publicados en 1943. Para un
aficionado a los entresijos de la historia, no hay regalo mejor. “La División
Azul rechaza los ataques rusos cerca de San Petersburgo”, leo en la portada del
26 de enero; en la contraportada, sonríe el piloto de Hitler, “un hombre
risueño” que posee “una energía alegre y clara”. Lo que más me llama la
atención son las “Revelaciones sensacionales” de las dos páginas siguientes,
dedicadas a “las angustiosas jornadas del armisticio en Burdeos”. Siempre me
han interesado esos días de junio de 1940 en que Francia aceptó la derrota y se
puso de lado de quienes la había humillado. Asisto ahora a la caída de Reynaud,
jefe de gobierno; al nombramiento de su sucesor, Petain; a las intrigas de
Laval; a las dudas del presidente de la República, Albert Lebrun, sobre si
marchar o no a África para continuar la lucha; a las escenas de pánico. El 21
de junio, a la entrada del Puente de Piedra, que une el centro de la ciudad con
la estación, aparece un motorista alemán. Resulta evidente que es un enlace confundido:
pregunta el nombre de la ciudad, desdobla un mapa y comprueba que se ha
equivocado. Inmediatamente da media vuelta y marcha a toda velocidad. Pero la
noticia se propaga de inmediato: “¡Los alemanes llegan, los alemanes ya están
aquí! ¡En el puente se ha detenido una sección motorizada! ¡La estación ha sido
ocupada! ¡Una división motorizada entera avanza sobre la ciudad!”. En pocos
minutos, la Prefectura se ve invadida por diputados y senadores que pretenden
partir inmediatamente. Exigen que se les facilite cuanto antes un medio de
locomoción. Son también subsecretarios y exministros que se abren paso a gritos
y que consideran que su petición debe tener preferencia sobre la de cualquier
otro. Les piden tranquilidad, les dicen
que se trata de un error. Pero no se calman, creen que el gobierno no se ocupa
de ellos y se lanzan, con las maletas en la mano, en busca del primer taxi, al
que ofrecen sumas fabulosas para que los lleve hasta la costa donde puedan
tomar el buque salvador.
¿Cómo extrañarse
entonces que Petain y Laval, los firmantes del armisticio en el que hizo de
intermediario Lequerica, embajador de España, fueran aplaudidos como salvadores
de la patria? Así eran vistos todavía en 1943 cuando Semana nos permite
asistir entre bastidores a aquellos acontecimientos.
Domingo, 19 de
febrero
SECRETOS DE FAMILIA
Nunca es tarde para pedir perdón. Spielberg ha rodado Los
Fabelman, después de muchos años de duda, para pedírselo a su madre. A los
dieciséis años, descubrió, si no la relación, al menos la cercanía espiritual
entre ella y el mejor amigo de la familia, el que los acompañaba a todas partes
como uno más. En la película, lo hace al revisar las grabaciones domésticas.
Parece poco verosímil que fuera así en la realidad. ¿Su enfado es por el engaño
al padre o porque él mismo se siente traicionado? Curiosamente, en esta
autobiografía sobre uno de los más importantes directores de cine, lo que
sobra, o lo que parece más innecesario, es precisamente el cine, todas esas
películas iniciales del protagonista que se recrean para la ocasión. Y la
impactante visita a John Ford, que cierra la película, funciona más como un
corto independiente, que como verdadero cierre.
Una de las
cosas que más me llama la atención en esta irregular historia de familia es esa
escena antisemita, muy común en la culta Europa del primer tercio del siglo XX,
pero no nos imaginaríamos en el Estados Unidos de los sesenta. Los compañeros
del instituto acosan a uno por ser judío y le exigen que pida perdón por haber
matado a Jesucristo, como en la católica España de nuestra infancia.
Lunes, 20 de
febrero
VUELVO A LA PLAZA
Cuando niño, acompañé muchas veces a mi madre a la Plaza, el
mercado de los lunes en Avilés. Luego, antes de venirme a vivir a Oviedo,
también lo visité algunas veces en busca de libros viejos. Recuerdo que allí
compré la primera edición de La hija del capitán, uno de los esperpentos
de Valle-Inclán. Hace más de cuarenta años que dejé de vivir en Avilés, pero
desde entonces vuelvo los fines de semana. Y sin embargo, en todo ese tiempo,
no había vuelto a visitar el mercado, aunque en la hermosa plaza de los
hermanos Orbón, con sus blancas galerías y sus soportales de hierro, tome un
café todos los sábados.
Qué emoción, al entrar de nuevo
este lunes, en su multicolor bullicio. La familiaridad se mezcla con la
extrañeza. Vuelvo a ser el que fui en este mágico escenario y a la vez lo
contemplo como algo ajeno. No soy de los que miran hacia atrás con nostalgia.
Si alguna nostalgia siento, no es del pasado, sino del futuro que imaginaba
entonces.
Martes, 21 de
febrero
VIRGINIA
En el intermedio de Pan y toros —me han invitado al ensayo
general—, escucho a un adolescente decirle a otro: “Es como ahora pan y
fútbol”. Sonrío. Uno de esos directores de escena que tanto se esfuerzan en
acercar la ópera, o la zarzuela, al público de hoy, para que nos diéramos
cuenta de eso, habría vestido de futbolistas a los toreros Pepe Hillo, Pedro
Romero y Costillares. Juan Echanove se limita a añadirle a la acción un ballet
basado en las pinturas negras de Goya, quizá innecesario, pero que no estorba.
Folletín dieciochesco, precursor de los Episodios
nacionales y de cierto Buero Vallejo, este colorista Pan y toros en
que el salvador de España es nada menos que Jovellanos. No puedo dejar de
pensar en Víctor de la Concha, con maliciosa sonrisa, mientras asisto a la
intrigas del Abate Ciruela, tan felizmente encarnado por Enrique Viana.
La invitación es a un lateral de platea, tan lateral que solo veo la mitad del escenario, pero en cambio puedo asistir a otro espectáculo, el de Virginia Martínez dirigiendo. Me fascina verla vocalizar, el preciso ballet de sus manos. Me acuerdo de Lydia Tár, la exigente protagonista de la película de Todd Field.
Miércoles, 22 de
febrero
DEFIÉNDEME DE MÍ
En Viejas canciones rusas, el impactante libro de Pablo Anadón que anticipamos en Clarín, hay un poema que no se me va de la memoria: “Nunca quise tener un arma en casa. / Conocía muy bien, y le temía, / a mi mayor enemigo”.
Jueves, 23 de
febrero
EL RUEDO IBÉRICO
Estábamos hablando
ayer en la tertulia sobre si en un poema donde la mayoría de los versos son
endecasílabos puede aparecer o no un decasílabo, cuando José Cereijo nos da la noticia:
“El lunes presenta Vox su moción de censura. Con Tamames de candidato”.
—Vaya —digo yo—, al final falló
el elefante blanco.
—¿No me
dirás que en realidad quería presentar a Ayuso?
—Llegaron a
pensarlo, pero era muy arriesgado que dejara la presidencia de la Comunidad de
Madrid, como hizo Pablo Iglesias con la vicepresidencia del gobierno, y al
final se quedara compuesta y sin novio. Otro era el elefante blanco.
—¿No nos
irás a decir que era Garcia Montero? ¡Vaya fiasco el tuyo con eso de adelantar
que iba a ser candidato del PSOE para la alcaldía de Madrid!
—Iba a ser
alguien con más posibilidades. Aparte de los votos de Vox, contaría con los del
PP y con buena parte de los socialistas. Los que tenían que saberlo ya lo
sabían y habían garantizado el voto de los gregarios. Pensaron incluso
anunciarlo el 23-F en recuerdo de Armada quien fracasó, cuando todo estaba
atado y bien atado, porque se opuso Tejero. Si este hubiera aceptado, el verdadero
golpe, astutamente constitucional (los diputados forman un gobierno de
concentración con un presidente que no es diputado ni senador), habría salido
adelante. Quien lo hizo fracasar no fue el rey, sino Tejero. Otro habría
aceptado la propuesta de Armada. Se habrían retirado los ocupantes del
congreso, todos regresarían a casa y al día siguiente se habría votado su
nombramiento como jefe del gobierno. Y el rey y la reina habrían descorchado
las botellas de champagne que guardaban para la ocasión. ¡Por fin, España en
buenas manos!
—Desvarías.
Ahora haría falta un hecho como la ocupación del congreso.
—¿Y te
parece poco grave que los violadores salgan de las cárceles y les baste decir
que son mujeres para entrar en los conventos y en los vestuarios femeninos y
forzar a toda la que se les ponga por delante? Esto es lo que se ha hecho creer
a la gente de bien. Hasta Sánchez ha picado en que la ley del solo sí es sí
tiene fallos porque el mínimo para ciertas condenas es de cuatro años y no de
seis años, cuando todo depende de los agravantes y atenuantes y ningún juez está
obligado a condenar a cuatro años, o a reducir la condena a cuatro años, si
cree que se merece una pena mayor.
—No
pretendas darnos ahora una clase de derecho penal y dinos quién era ese
elefante blanco que los de Abascal pensaban presentar en lugar de Tamames.
—Según mis fuentes, Alfonso Guerra, que mantuvo sus dudas hasta el final y por eso se retrasó la moción.