viernes, 24 de junio de 2022

Elogio de la cordura: En marcha

  

Sábado, 18 de junio
FANTASÍA MORAL
 

Paso por la feria del libro de Gijón y vuelvo ilusionado con El chirrión de los políticos, de Azorín, que encuentro en librería de viejo. Se trata de una sátira de los políticos de la Restauración publicada en 1923 cuando fueron barridos por Primo de Rivera con un aplauso casi general. Lo hojeé hace años en alguna biblioteca, pero nunca lo había leído por entero. Lo hago ahora —es un libro breve— y me parece que pocas veces se ha hecho un retrato tan certero de la farsa pseudo democrática en que suelen convertirse las democracias, un caciquil apaño entre partidos, ni un tan emocionante retrato del político ideal, que nada tiene del príncipe de Maquiavelo y sí mucho de un don Francisco Giner de los Ríos que confía sobre todo en la educación como medio de transformar el mundo.

            En una de las páginas interiores del volumen me encuentro un sello con el nombre de José-Víctor Carreño, un escritor avilesino al que entreví a menudo —alto, calvo, con sombrero, elegantemente trajeado—  cuando asistía como crítico a los estrenos teatrales en el Palacio Valdés. Muchos años más tarde, encontré parte de sus papeles en un puesto del Fontán. Había copias mecanografiadas de algunas de sus obras teatrales, que algo tenían de Valle-Inclán a la asturiana, y de poemas que sin duda enviaría a algún concurso. También la copia de una carta al director de un periódico falangista de Gijón, creo que se llamaba Voluntad, en la que pedía la expulsión de uno de los colaboradores por su pasado republicano. Me escandalizó esa carta y dejé de interesarme por el personaje, cuya obra literaria había comenzado a estudiar. ¿Por qué guardó copia de una carta en la que delataba a un compañero? Seguramente entonces —finales de los cuarenta— le pareció una acción elogiable tratar de limpiar a España de los que la habían llevado a la perdición.

            Pienso en ese escritor olvidado, un día entre las glorias provinciales, mientras leo la “fantasía moral” azoriniana, nacida, según él indica, de una relectura quevedesca, pero tan poco quevedesca en el estilo. Tras la sátira, minuciosamente hilarante, la serenidad del epílogo, esa prosa en voz baja que nunca nos cansamos de escuchar: “El aire es levemente fresco. Del campo llega el concierto inmenso —inmenso y suave— de los ruidos nocturnos. Los grillos cantan incansables. Y de cuando en cuando, cada dos minutos, un cuclillo misterioso lanza un grito sonoro y agudo. ¡Cómo parpadean en la inmensa bóveda las estrellas! Se oye el silbato lejano de un tren que pasa; un perro aúlla a lo lejos en la campiña. Y todos esos ruidos, acordes o aislados, dan más profunda densidad al sosiego nocturno”.

Domingo, 19 de junio
VUELVO A NÁPOLES
 

Voy a ver Un viaggio in Italia, la película de Rossellini que aquí se tituló anodinamente Te querré siempre, y desde el primer momento me desinteresan los problemas matrimoniales del matrimonio Joyce, pero me siento fascinado por ese Nápoles de principios de los cincuenta, apenas entrevisto en blanco y negro. La primera imagen es la de Fontana del Gigante, en el Lungomare, frente al Excelsior. Yo no me alojé en ese hotel, sino en el de al lado, y también tenía enfrente a la isla de Capri y el Castel dell’Ovo. Al marido, un poco simpático Georges Sanders, le aburren las visitas turísticas, pero a mí me fascina acompañar a Ingrid Bergman y servirle de guía por esos lugares que creo conocer bien: el Museo Nazionale, con su impactante colección de esculturas, el cementerio Fontanelle y sus muertos anónimos adoptados y mimados, la gruta de la sibila de Cumas, la sulfatara de Pozzuoli, las ruinas de Pompeya… Pero yo no pude asistir, como ella, al descubrimiento y reconstrucción de alguno de los cadáveres enterrados. Impactantes imágenes al golpear el suelo se adivina una cavidad, se hace un agujero y por él se vierte yeso. Cuando aparece el molde de una pareja que murió junta, con su último gesto de angustia detenido, a mí también, como a la señora Joyce, se me llenan de lágrimas los ojos.

Lunes, 20 de junio
MEMORIA DE MARILYN
 

Hace tiempo encontré, y traduje al español, un puñado de poemas, o de borradores de poemas, escritos presuntamente por Marilyn Monroe. Ahora un amigo me regala My Story, las memorias de la actriz. Al parecer fueron dictadas en 1954 a Ben Hecht, pero luego desaparecieron y, no se sabe cómo, aparecieron en manos del fotógrafo Milton Greene, quien las publicó en 1974 sin mencionar a Hecht, como si hubieran sido redactadas directamente por la actriz.

Yo las leo ahora en la versión de Marta Pessarrodona, la poeta catalana, uno de los grandes amores de Gabriel Ferrater. Apócrifas o no, se escucha su voz en estas páginas: “Tengo muchos hábitos sociales malos. La gente siempre me está dando lecciones a este propósito. Cuando debo ir a cenar a alguna parte a las ocho, me quedo tendida en la bañera durante una hora o más. Llegan las ocho y todavía sigo en la bañera. Voy echando perfumes en el agua y dejando que se vacíe y llenando de nuevo la bañera con agua limpia. Olvido que son las ocho y mi cita para cenar. Sigo pensando y sintiéndome muy lejos. A veces conozco la verdad de lo que estoy haciendo. No es Marilyn Monroe la que está en la bañera sino Norma Jeane. Estoy dándole gusto a Norma Jeane. Solía tener que bañarse en el agua que habían utilizado seis o siete personas. Ahora puede bañarse en agua tan limpia y transparente como el cristal. Y parece que Norma no tenga nunca suficiente agua limpia que huele a verdadera colonia”.

Miércoles, 22 de junio
REGALOS DEL AZAR

Cuando viajo por España, apenas visito librerías de nuevo porque las novedades que me interesan suelen estar en todas partes o los puedo conseguir fácilmente. Las sorpresas están en las librerías de viejo, y cuanto más revueltas y menos de bibliófilo son más me gustan. Esta noche, en que tarda en llegar el sueño, me entretiene una antología poética de los poemas dedicados a Riego durante el trienio liberal, ditirámbicos en un principio, cada vez más denigratorios después. La poesía era entonces un arma propagandística de primer orden. Más que cortejar a los periodistas, el prócer de entonces debía mimar a los poetas. Así comienza el “Himno de los descamisados a Riego”: “Llega, llega, adalid generoso, / de la patria esperanza y honor: / ven a ser de los pobres consuelo / y de infames afrenta y terror”. Según cuenta el antólogo, Gérard Dufour, el odio mortal de Fernando VII al coronel Riego se debía menos a sus hechos que al famoso “Trágala”, que tantas veces le habían cantado, y cuya autoría él atribuía al propio Riego: “Ya no hay vasallos, / ya no hay esclavos, / sino españoles / libres y bravos. / Al que le pese, que roa el hueso / que el liberal le dirá eso: /  Trágala, trágala, / trágala, perro, / la Constitución”. La poesía era entonces un arma cargada de presente.

Jueves, 23 de junio
MISIÓN CUMPLIDA

Por Torrelavega, rodeada de chimeneas fabriles que me recordaban al Avilés de los tiempos de Ensidesa,  había cruzado siempre sin detenerme. Era el patito feo de Cantabria, mirado siempre un poco por encima del hombro por la hidalga Santander. El azar de una feria del libro me trae a ella y me deja libre unas horas para pasear a mi aire, incluso para aburrirme un poco. Y no tarde en sentirme a gusto en la llaneza de sus calles y plazas. ¿Que no hay grandes monumentos? Cierto y no cierto del todo. Yo añado a mi colección de secretas maravillas la iglesia de San José Obrero, toda ella una inmensa cúpula que tiene la desnudez del Panteón, o de Santa Sofía, que no esconde los trampantojos de Brunelleschi o de Wren. La construyó Luis Moya, el arquitecto de la Universidad Laboral de Gijón.

            Luego, en la feria, en la que vendo poco, como es costumbre (solo venden los autores locales, a familiares y amigos, y los bestsellers de la temporada), la alegría de reencontrarse con algún lector amigo. A Luis Miguel Malo Macaya, una de esas personas para las que la poesía es sangre de su sangre, lo conocí en 1983 en un encuentro poético celebrado en San Vicente de la Barquera. No le había vuelto a ver desde entonces, aunque Facebook —no soy de los que abominan de las redes sociales— me lo tenía muy presente. Me enseña un libro mío, Principios y finales, leído, releído, anotado, con las esquinas dobladas. Se nota que le ha acompañado durante años. Yo tengo en mis manos un momento ese volumen y —que me perdone Aleixandre—  pienso que el diploma del Nobel no me haría más ilusión. No sé si contaré con más lectores así, pero basta uno solo para que pueda respirar tranquilo y afirmar: “Misión cumplida”.

Viernes, 24 de junio
CERCANÍAS

“El mundo es más hondo que extenso”, escribió Pessoa o escribía yo, ya no recuerdo bien. A los grandes viajes, con sus aeropuertos y el albur de los irracionales controles, prefiero ahora los paseos de  cercanía. Ayer andaba por Torrelavega, donde ya me siento en casa, mañana como en Chaves —con su puente romano sobre el Támega—, duermo en Braga, subo a la ermita del Bom Jesus —una promesa del tiempo de la Revolución de los Claveles— y luego me pondré a recorrer a pie el borde marino de la ría de Aveiro, uno de mis rincones del paraíso preferidos. Son 45 quilómetros. Yo quizá me conforme con diez o doce. No importa. Para ir lejos no hace falta ir muy lejos. Basta con contemplar lo que borra la costumbre como si nunca lo hubieras visto antes.



 

sábado, 18 de junio de 2022

Elogio de la cordura: Cumpleaños feliz

 

Sábado, 11 de junio
BAILO SOLO

Este viernes, la tertulia tuvo un raro final. Me avisó Leti de que su grupo, “Comala en llamas”, actuaba en La Salvaje e iba a interpretar la canción “Remedio para melancólicos”, basada en un poema mío. Prometí asistir, pero no conseguí que nadie de la tertulia me acompañara, Y allí estaba yo, en aquel antro oscuro de la calle Martínez Vigil, entre un público algo más joven que yo (medio siglo, como media). Pensaba escuchar mi canción y marcharme, pero resulta que era la última, su mayor éxito. No sabía si iba a aguantar, pero aguanté perfectamente y, además, poco a poco me fui animando y, al final, yo también tocaba palmas cuando correspondía y hasta me sumé al baile cuando el ritmo era más movido. Solo he bailado o cantado en sueños (mis sueños tienen mucho, a veces, de cine musical). Bueno y también al final de aquella travesía en velero por el Atlántico. Pero en La Salvaje estaba oscuro, salvo el escenario, no me conocía nadie y era divertido viajar en el tiempo a un tiempo que para mí no ha existido nunca.

Domingo, 12 de junio
CONTRA LOS RECITALES

Si algo detesto, es leer mis poemas en público. Lo hago solo por compromiso inevitable y procuro no hacerlo demasiado bien. No me gusta convertirme en juglar de mis penas y alegrías. Hoy tuve que leer en una sidrería, La Pumarada. Lo organizaba Sai Ruiz, de cuyo gato, Jung, soy padrino. Me lo pidió y yo al mágico Jung no puedo negarle nada. Leí un poema de Li Po, muy sentimental, como los que a mí me gustaría y no me atrevo a escribir, y otro mío, un monólogo dramático en el que parece que está hablando un enamorado y al final resulta que está hablando Judas de Jesucristo. A los cinco minutos me marché, había pretextado un compromiso ineludible, y la fiesta siguió. La verdad es que si algo detesto más que leer mis poemas en público es que me lean los suyos los demás. La poesía la leo a solas, a mi aire, siempre paladeando las palabras y marcando el ritmo, y la leo en el momento propicio. Nada empacha más: un poco de poesía basta para perfumar la tarde, un recital es como una rociada de pachulí.

Lunes, 13 de junio
PARA SER FELIZ
 

Tal día como hoy, festividad de San Antonio, patrono de Lisboa, siempre dedico un recuerdo al poeta que tiene, entre los poetas míos, el altar principal: Fernando Pessoa. Ha estado a punto de morir de éxito. Dejó buena parte de su obra póstuma, como es bien sabido, y con el tiempo acabó publicándose cualquier garabato que hubiera escrito. Cada vez me interesan menos los nuevos descubrimientos sensacionales sobre la obra de Pessoa. Me quedo con aquellas ediciones de Ática que me deslumbraron a finales de los setenta y comienzos de los ochenta y con aquel verano en Coìmbra en que por el día pasaba las horas en la biblioteca de la Faculdade de Letras, tan Estado Novo, y por las noches “andaba como un gato en celo / en busca del amor”, para decirlo con palabras de Pasolini.

            Al entrar en el kiosco para comprar la prensa (un lujo del que no pienso prescindir), me encuentro con un regalo de cumpleaños —en junio no hay día en que no reciba alguno, que me agrada especialmente. En la portada de El Comercio aparezco, libro en mano, leyendo un poema en la sidrería y detrás se reconoce atento a mi admirado Amancio Prada. Sonrío.

            Luego, tomando el primer café con el primer libro del día, se me ocurre anotar las cosas que necesito, a estas alturas de la vida, para ser feliz: los libros nuevos de cada mañana y cada tarde, algún elogio (a ser posible involuntario), un rato de debate con alguien inteligente, ver el cielo entre las ramas de los árboles, pasear de noche acompañado solo por la luna,  no incumplir ningún encargo (pero aceptar solo los encargos que me gustan), ver feliz a toda la gente que quiero.

Martes, 14 de junio
AL CAPONE Y LA CONSTITUCIÓN

“¡Deja ya de dar la tabarra con lo de la inviolabilidad del emérito! No sé si te das cuenta de que con ese tema aburres hasta las ovejas”, me repite a menudo mi amigo Abelardo Linares.

            ¿Pero cómo no voy a volver sobre el tema si hoy leo en El País, que los miembros de la Comisión de Asuntos Constitucionales, al redactar el artículo 56.3, nunca pensaron en los actos privados del monarca, sino solo los actos públicos del jefe del Estado?

            ¡Cuánto cuesta aceptar lo obvio! Pero se acabará aceptando. Lo que yo no estoy tan seguro es de que algún día se exijan responsabilidades a quienes utilizaron torticeramente la Constitución para proteger a un delincuente cada vez menos presunto.

Miércoles, 15 de junio
PACTA SUNT SERVANDA

Llega el nuevo Clarín, con su cubierta Frankenstein, y al volver de la redacción, aprovecho para hacerle algunas fotos en el Campo de San Francisco. Se me acerca un joven al que he visto en alguna presentación, pero del que no conozco el nombre. “¡Maravillosa revista! Mi padre la leía cuando yo era niño y ahora la leo yo. Parece eterna”, “Pero no lo es. Ya tiene los números contados. Acabará a final de año, con el 162”, “¡Qué pena!”.

Yo no lo veo así. Ha cumplido con creces el proyecto inicial.  A finales de 1995 me llamó Graciano García. “Quiero editar una revista literaria y quiero que tú la dirijas”. Nos reunimos tres o cuatro veces, no más. Yo puse mis condiciones y las fue aceptando todas. Una de ellas era que no debía durar unos pocos números, como suele ser habitual en las revistas literarias, que había que garantizar su permanencia. “Para que deje alguna huella debe durar por lo menos cinco años”, dije yo. “Te garantizo veinticinco”, dijo él. Y yo: “Hecho”. Y nos dimos la mano como dos paisanos que cierran un trato en una feria de ganado y no necesitan firmar nada para que su acuerdo sea firme. Cumplió Graciano su palabra, a pesar de lo que ha llovido desde entonces, y además añadió tres años de propina. Todo tiene su principio y su fin, y el fin ha de llegar a su debido tiempo, no antes de tiempo ni después de un tiempo vegetativo. A comienzos del próximo año, la Biblioteca de Asturias le dedicará a la revista una exposición.

Jueves, 16 de junio
BOSTEZO MUCHO

Voy a ver María Moliner, “ópera documental” con música de Antoni Parera Fons y libreto de Lucía Vilanova, temiéndome lo peor y no me defrauda. No importa que la música no moleste, casi siempre resulte grata y, a ratos, brillante; no importa la espléndida dirección de escena ni la atinada escenografía; bostezo a los pocos minutos y no dejo de hacerlo a lo largo de toda la función. Los problemas de María Moliner para hacer su diccionario interesan tan poco como que no la eligieran académica. No tienen tensión dramática o la libretista no ha sabido dársela. Y qué pronto dejaron de hacer gracia los tres personajes que aparecen por los pasillos de la platea o en un palco cantando los santos del día y los días que faltaban para que se publique el diccionario. Relleno, relleno. ¿Y a qué viene esa escena de la quema de libros? ¿En 1965 los censores entraban en las casas para hacer una hoguera con los libros comprometedores? ¿Y esos libros “comprometedores” eran solo los escritos por mujeres como Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite? Panfleto, panfleto. Y qué ingenuidad cuando, antes de que a la aspirante a académica se le aparezcan Emilia Pardo Bazán, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Isidra de Guzmán y Carmen Conde, un personaje nos advierta que esa escena no ocurrió nunca o solo ocurrió en su imaginación. Pero tampoco hay que exagerar, no todo fue un desastre: la caricatura de la reunión académica tiene gracia y las variaciones sobre la palabra silencio con que termina la obra, emoción.

Viernes, 17 de junio
AÚN EL CIELO ES AZUL

Coincide el día de mi cumpleaños con la tertulia y se me ocurre pensar que, cuando comenzaron estas reuniones de los viernes, yo tenía treinta años. Ahora tengo cuarenta y dos más. La costumbre de tomar café y comentar libros y planear revistas ocupa ya la mayor parte de mi vida.

            Cumplir años es un buen momento para repensar la vida. ¿Hice bien en ser tan conservador, tan poco aventurero? ¿No debería haberme convertido en un  escritor profesional? ¿No debería haberme dedicado a hacer dinero y no a vivir al día y a librarme pronto del que no necesitaba? ¿No debería haberme casado o al menos buscar una relación duradera?

            Cumplo 72 años (me lo repito continuamente para acabar de creérmelo) y mi vida no es perfecta. La de nadie lo es. Pero los males que me acechan, y que irán aumentado con la edad, son los propios de la condición humana. Ni el premio Nobel —que para algunos es la cima del éxito literario—  ni una pareja joven (o una Preysler, qué horror) contribuirían a aliviarlos. “Negros nubarrones se ciernen sobre el horizonte”, cierto. Pero puedo asegurar que no se deben a malas decisiones mías. Lo que soy se parece bastante a lo que siempre quise ser.



sábado, 11 de junio de 2022

Elogio de la cordura: Tiburón

 

Sábado, 4 de junio
MÁS REGALOS

Entro a ver Hamlet, creyendo que se trata de la ópera de Ambroise Thomas que se representará en Oviedo en la próxima temporada (ya hay carteles anunciándola), y qué sorpresa la mía al encontrarme con otro Hamlet del que ni había oído hablar. El compositor es Brett Dean, el libretista Matthew Jocelyn. Se estrenó en 2017 y se ha representado muy pocas veces. No me extraña que la sala de los cines Yelmo desde donde asisto a la representación neoyorquina esté casi vacía. El público de la ópera es muy misoneísta, sus oídos solo se dejan acariciar por lo consabido.

Me atrevo a afirmar que a Shakespeare le habría fascinado esta versión de su tragedia, que no pierde nada de lo esencial. Qué maravilla el Hamlet de Allan Clayton, torturado y alocado, con algo de caprichoso niño gordito que no se corresponde con la imagen tradicional del príncipe de Dinamarca. Qué conmovedora la Ophelia de Brenda Rae, especialmente en la escena de la locura con que comienza el segundo acto. Y no falta el humor de Rosencrantz y Guildenstern convertidos en los tintinescos Hernández y Fernández.

Un nuevo Hamlet con música del siglo XXI que admite la comparación con la gran música operística, una puesta al día de uno de los grandes temas de siempre que no se limita a por lo general ridículas actualizaciones —y que me perdone Emilio Sagi— de vestuario y decorados, a cambiar los palacios de Agripina por un motel en Las Vegas o —si anda por medio Calixto Bieito— los urinarios de un gran estadio.

            Disfruto, como otro regalo de cumpleaños, con esta inesperada maravilla y disfruto todavía más viendo al público del Met enmascarillado mientras que yo puedo respirar libremente. A mi museo particular de estupideces, añado las normas para acceder a las representaciones del Met. Solo pueden acceder quienes estén vacunados con pauta completa, tengan o no el famoso virus, que eso ya a nadie importa; quien no esté vacunado, por muchas pruebas que se haga para demostrar que no lo tine, no podrá entrar. Parece que lo importante es hacer caja farmacéutica, no impedir contagios. ¿Estará Pfizer entre los principales donantes del Met como lo está entre los del Partido Demócrata? Apostaría cualquier cosa a que sí. Pero, en fin, ya lo dijo Echegaray, peor están en Shanghái.

Domingo, 5 de junio
EL TIEMPO, GRAN ESCULTOR

Visito la Semana de Arte que se celebra en el recinto de la antigua Fábrica de Armas —una ciudad dentro de la ciudad— y, como me ocurre a menudo con el arte más o menos contemporáneo, me interesa más el continente que el contenido. Algo semejante me ocurre con la Bienal de Venecia y el Arsenale. Qué fascinante la inmensa Sala de Cañones, que yo puedo ver por fuera desde mi casa, cómo empequeñece todo lo que se expone en ella, incluidas las esculturas, tan noveleras, de Federico Granell. Paso distraído la vista por los más o menos ingeniosos cachivaches que aquí se exponen y me fijo en las inscripciones que en las paredes daban buenos consejos a los obreros que un día llenaron estas naves: “Sentir el afán de mejorar nuestras aptitudes es labor en beneficio de nuestra remuneración y alcanzar siempre la satisfacción del deber cumplido”. En la escuela de Artes y Oficios leo: “Un lugar para cada cosa y cada cosa en un lugar”, “El trabajo es la suprema virtud”, “El trabajo todo lo vence”. Y el trabajo consistía en hacer cañones, bombas de mano y fusiles.

            “Debes dejar en tu mente un lugar para lo salvaje”, le decía a Bertrand Russel una de sus amantes, lady Ottoline Morrell. Yo en todas las ciudades dejaría un lugar, si no para lo salvaje, que ya lo hay, para lo silvestre, para las plantas que crecen a su aire, para los edificios abandonados a la acción del tiempo, ese gran escultor. Los desconchados, la hiedra que invade las paredes, los grandes árboles, los caserones vacíos, los jardines sin más jardinero que el azar, los raros recovecos, una bíblica higuera, los ventanales que descomponen cubísticamente la luz, hacen del recinto de lo que fue la Fábrica de Armas —hay también una capilla románica y muchas zonas que aún no se pueden visitar— un rincón mágico que debería conservarse así, y que estaría abierto solo para grupos reducidos, sin necesidad de ningún pretexto adicional.

Martes, 7 de junio
OTRO REGALO

Paso el día, y muy bien acompañado, en Perlora, la mágica ciudad de vacaciones a la que mi familia nunca fue invitada, y que yo veía con envidia desde el tren que une Avilés y Gijón. Ahora, en su abandono, con sus pequeños chalets invadidos por la vegetación, tiene un encanto mayor del que tenía entonces. El mar no envejece ni se marchita y en la isla de los piratas, que fue puerto ballenero, sigue enterrado uno de esos tesoros que jamás defraudan porque nunca se encuentran. Por las calles arboladas, que a mí me recuerdan a las de ciertas pequeñas localidades francesas (en España los árboles solo se consideran un estorbo), de vez en cuando tropiezo con algún fantasma, de esos que no dan miedo, que solo nos llenan de agridulce melancolía.

Miércoles, 8 de junio
QUÉ MALO SOY

Martín López-Vega pasa por Los Porches y me trae un ejemplar de su nuevo libro Periferias emancipadas. Políticas de la representación espacial en la Iberia reimaginada, la tesis doctoral que leyó en la Universidad de Iowa. Picoteo acá y allá y me temo lo peor, un batiburrillo conceptual en el que Portugal forma parte de esa periferia emancipada, lo mismo que las novelas sobre pantanos de López-Pacheco o Julio Llamazares, y donde las nuevas poblaciones que se construyeron durante la España de Franco para alojar a las gentes desplazadas por los pantanos se identifican con los campos de concentración por su “construcción geométrica”. Bromeo un poco con estos asuntos (y con algunos puntos de su currículum como ese International Impact Award, que tanto se parece al doctorado Honoris Causa de mi admirada Esther García López) y él se venga en la dedicatoria: “Estas Periferias emancipadas son para José Luis García Martín, chisgarabís ilustrado, atolondrado sabelotodo, que, siguiendo su costumbre, no se enterará de nada”. Una jugada maestra porque ahora ya no podré reseñar el libro, con lo que yo disfruto subrayando los descosidos conceptuales que se esconden tras la acumulación de citas políglotas en ciertas presuntas investigaciones académicas. Lo leeré con atención y asombro, lo subrayaré y tendré que hacer una gran esfuerzo para no pasarlo por la trituradora. Soy como esos tiburones asesinos que, en cuanto ven un hilillo de sangre, no pueden contenerse y se lanzan sobre la presa hasta destrozarla por completo. Pero tendré que contenerme para que no parezca que me vengo por la dedicatoria y a mí me gusta no solo ser, sino también parecer, imparcial y ecuánime.

            Por la tarde en la tertulia —ya medio leído el libro, que responde por completo a mis expectativas— les mostré la dedicatoria. “¿Habéis visto qué bien me conoce López-Vega? No creo que nadie pueda definirme mejor: ¡chisgarabís ilustrado!, ¡atolondrado sabelotodo! Mi más perfecto retrato”. Me callo, porque me conviene, que la dedicatoria continúa: “con, a pesar de todo, las siempre recién nacidas admiraciones, agradecimientos y afectos de Martín López-Vega”. Claro que también puedo ver, en la parte menos convencional de la dedicatoria, un reto: que no se enterará de nada. Quizá deba demostrar que me entero de todo.

            —Pues el capítulo de ese libro dedicado a mí, que ya he leído porque se publicó en el homenaje que me dedicó Antón, está muy bien —me dice Xuan Bello—. Tú lo que deberías hacer es tratar mejor a Martín, que yo sé que te aprecia, y a Luis (¿qué es eso de reírte de su último artículo en El País, por muy ridículo que sea?) para que luego te inviten a ir de gira, como a mí, por algún Cervantes.

 

Jueves, 9 de junio
INTRIGAS PRINCIPALES

La historia también se alimenta de los pequeños chismes y por eso entretengo el café de esta tarde con Alto y claro, el último libro de Jaime Peñafiel. Acá y allá, entre tantas anécdotas banales, entre tanto presumir de su proximidad con las grandes figuras de la realeza (¡hasta comió una vez en el palacio de Buckingham con el príncipe Carlos!) algún hilillo del que tirar, como esas reuniones secretas para forzar la abdicación a las que asistía, de tapadillo y con grandes precauciones para que su padre no se enterara, Felipe de Borbón. Me recuerdan un poco a la frustrada conjura de El Escorial y al exitoso motín de Aranjuez en que otro príncipe de Asturias consiguió que su padre “voluntariamente” abdicara. ¿Qué arma de presión utilizarían en la conjura de La Zarzuela? Algún día los historiadores sacarán todos los detalles a la luz, mientras no puedan o no se atrevan tendremos que conformarnos con lo que nos deja entrever este veterano cultivador del periodismo rosa y amarillo. 

Viernes, 10 de junio
PERDER Y GANAR

Mucho se pierde con los años (al menos eso cuentan, yo todavía no lo he notado), pero algo se gana: el placer de acariciar, mimar cada nuevo día y no dejar de agradecer ni uno solo de los regalos que nos ofrece.


 ofrece.


 

 

 

 

sábado, 4 de junio de 2022

Elogio de la cordura: Cómo triunfar en la vida

  

Sábado, 28 de mayo
OBVIEDAD Y PARADOJA

Todas las guerras son justas, todas son en defensa de la patria, la religión, la libertad, la democracia o lo que se lleve en cada momento. Todas las religiones son verdaderas. Nunca en la historia se ha dado ningún gobierno que dudara de la justicia de su causa, nunca ningún creyente que no creyera serlo del verdadero Dios.

            Pero en toda guerra hay dos contendientes y los dos no pueden tener razón; pero las religiones son mil y una y no todas pueden ser verdaderas.

            O quizá sí. Por eso, en un conflicto bélico, más que subirse al carro de uno o de otro, conviene escuchar las razones de uno y de otro y tratar de encontrar puntos en común, llegar a un acuerdo que beneficie a ambos, aun a costa de dolorosas concesiones. Por eso hace tiempo que se dejó de quemar a los herejes y de prohibir otros cultos que el nuestro, que es por definición el verdadero.

Domingo, 29 de mayo
YA LO DECÍA YO

Sonrío al leer las dos páginas que El País de hoy dedica al anterior jefe del Estado: “El trato benévolo de los poderes públicos libró a Juan Carlos I de ser juzgado”. Ahí se dice, como sin darle mucha importancia, una obviedad que yo llevo años repitiendo: que el Tribunal Constitucional nunca se ha pronunciado sobre el alcance de la inviolabilidad que regula el artículo 53 de la Constitución, que eso de que sirve para tapar cualquier delito privado (violación y asesinato incluidos) es solo una interpretación que dudosamente se sostiene con la lectura del texto íntegro del artículo, aunque haya catedráticos de Derecho Constitucional que la apoyan. Debería haberse pedido hace décadas (cuando el tufo delictivo comenzó a trascender) una aclaración al Constitucional. Hay catedráticos de Derecho Penal, como Luis Rodríguez Ramos, que se atreven a decir en voz alta lo que unos pocos hemos pensado siempre: que las conductas privadas del rey no entran bajo el paraguas de la inviolabilidad. Y hay otros puntos en ese esclarecedor artículo  —esclarecedor no solo por lo que dice, sino porque se atreva a decirlo y porque la empresa editora no se lo prohibiera—  que coinciden con lo que yo he repetido muchas veces sin que nadie hiciera caso, como si fueran ocurrencias de poetas, y no obviedades de ciudadano que piensa: “Sin quitarle responsabilidad a don Juan Carlos, creo que hay otros responsables: todos los presidentes de Gobierno sin excepción, desde Felipe González hasta Mariano Rajoy, y todos los jefes de la Casa del Rey, que tenían la obligación de advertirle y la necesidad moral de dimitir si el rey seguía bordeando la ley”. Yo añadiría a jueces y fiscales que miraron para otro lado. Y aún hay más. El aforamiento exprés tras la forzada abdicación (ya era imposible aguantar más el hedor), que un ministro que participó en esa decisión cuenta así: “El día que el rey abdicó había dos demandas civiles presentadas contra él por juicios de paternidad que podían ir a Plaza de Castilla y ahí podía ocurrir cualquier cosa. Deprisa y corriendo se redacta una modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial para poder aforarle no solo ante la sala segunda del Supremo para posibles responsabilidades penales, sino también ante la sala primera para cualquier tipo de responsabilidad civil”. Y yo me pregunto: ¿qué pasó con esas demandas de paternidad que no podían caer en manos de cualquier juez, no fuera uno de esos que se empeñan en aplicar la ley sin distinción de persona? A la sala primera del Supremo me parece que no llegaron. ¿Hubo un acuerdo privado para que se retiraran? Si fue así, ¿quién corrió con los gastos? ¿Pagó el rey abdicado la indemnización correspondiente o corrió a cargo de los contribuyentes, como en otros casos en que hubo que tapar demandas y posibles chantajes, como en el caso de Bárbara Rey?

            No sigo. Se puede engañar a algunos durante un tiempo, pero no a todos durante todo el tiempo. Hasta el más sordo —y no hay peor sordo que el que no quiere oír— tendrá que acabar escuchando que la democracia española se restauró en 1978 con una bomba fétida dentro que más pronto o más tarde tenía que estallar pringándonos a todos. Costará un tiempo que alguien decente pueda volver a estar orgulloso de ser español.

Lunes, 30 de mayo
ME DICES QUE NO TE QUIERA

Como todo el mundo, o como casi todo el mundo, yo también guardo un amor imposible escondido en las entretelas del alma. Fue hace tanto tiempo que parece que ocurrió en otra vida. Pero de vez en cuando me lo recuerda una copla que escucho cantar la fondo, muy al fondo, de la memoria: “Me dices que no te quiera / y yo quiero no quererte; / de un tirón me arranco el alma, / solo por obedecerte”.

 

Martes, 31 de mayo
NO SOY LO QUE PAREZCO

En la realidad, soy el hombre más pacífico del mundo, nunca he tenido ambición de nada, nunca he aspirado a ningún cargo, vivo feliz con mis libros, mis rutinas y mis tertulias en las que debatir de todo. Y sin embargo una vez soñé que era Fidel Castro, otra que era Mussolini tras las marcha de Roma y ayer con que encabezaba una revolución que me convertía en líder absoluto, no ya de mi país, sino de Europa y lo primero que hacía era llegar a un acuerdo muy beneficioso para ambas partescon la apestada Rusia. Menos mal que los sueños sueños son y quedan ahí escondidos dentro de uno sin que nadie se entere de ellos. Sospecho que, en el fondo, tras mi apariencia insignificante, soy un carismático dictador frustrado. Si creyera en la transmigración de las almas, pensaría que lo había sido en otra vida y que quizá lo sea en la siguiente; en esta, el poder, como el amor, lo he probado poco.

Miércoles, 1 de junio
COMIENZAN LOS FESTEJOS

Mi cumpleaños nunca lo celebro un solo día, el 17 de junio, sino todo el mes. Hay a quien le deprime cumplir años, supongo que también me ocurrirá a mí en algún momento, pero todavía no. Todavía no hay día que no me traiga una felicidad, a veces mínima, pero por pequeña que sea tengo los ojos y la memoria bien entrenados para no dejarla escapar. Hubo también tropiezos con las esquinas de la realidad, como no podía ser de otra manera, pero mi piel es dura y cicatrizan rápido. Mis rencores suelen llevar pronta fecha de caducidad. Si los amores eternos me suelen duran un fin de semana (o dos, tampoco hay que exagerar), los odios me duran menos tiempo. En fin que si vivir envilece, como dijo el moralista francés, conmigo lo hace tan poco a poco que todavía no me he dado cuenta. Comienzo el mes de mi cumpleaños con una petición: “Ámame y mímame, vida, / al menos un año más”.

Jueves, 2 de junio
NO TODO VALE

Ayer leíamos en la tertulia virtual un puñado de poemas contra la guerra que Alejandro Duque Amusco ha publicado en El Ciervo. Cuánta banalidad, cuantas vacuas buenas intenciones o cuanta bondadosa bobería, como yo prefiero decir. Aurora Luque nos ofrece una variación sobre el que ella considera “el poema pacifista más antiguo de la historia”, unos versos de Safo: “Dicen —unos— que una danza de misiles, / otros, los tanques rusos / y otros que los drones de Turquía / junto a la Negra Mar / es lo más deseable. / Mas yo digo / que la vida que cada cual adora / y quisiera salvar entre sus brazos”. ¡Qué cosas, Aurora! ¿Pero de verdad tú crees que alguien puede considerar más deseable los drones de Turquía —todavía si fueran las delicias turcas…— que la persona que ama?  Safo afirmaba algo distinto: “Dicen unos que una tropa de jinetes, otros la infantería / y otros que una escuadra de navíos, sobre la tierra / oscura es lo más bello; mas yo digo / que es lo que una ama”. El equivalente a los jinetes y a la infantería de que habla Safo sería un desfile militar, con sus himnos y banderas al viento, no una danza de misiles en busca de su objetivo; eso nadie lo considera deseable, sino inevitable en ciertos casos. En fin, que en poesía —y ni siquiera hace falta para ello estar en tiempo de guerra— parece que vale cualquier tontería.

Viernes, 3 de junio
ESTO ES LO QUE HAY

Carácter es destino, como le gustaba repetir a Cernuda. Si yo fuera un poco más adulador, si yo fuera un poco más hipócrita, si tuviera claro —lo tengo, pero no hago caso— a quien hay que apoyar en cada momento y contra quien hay que arremeter, ahora sería un triunfador. O lo que generalmente se entiende por un triunfador, que no es exactamente lo que entiendo yo.