sábado, 26 de diciembre de 2020

Después y todavía: Pero el mañana es mío

 

Sábado, 19 de diciembre
EL ENTERO UNIVERSO

El entero universo no es más misterioso que el cerebro del anónimo viandante con el que te cruzas en cualquier esquina.

Domingo, 20 de diciembre
QUÉ POCO ME VA QUEDANDO
 

Vuelvo al cine, ahora con nuevas medidas de seguridad: no se venden comidas ni bebidas (¡una sala de cine sin palomitas!), las entradas hay que comprarlas tecleando en la pantalla y pagarlas con tarjeta. ¿El resultado de tanta seguridad? Que si antes del cierre éramos ocho espectadores en la inmensa sala ahora seamos cuatro. Había más gente el domingo pasado en Las Pelayas, éramos media docena, que hoy viendo Nieva en Benidorm, y las iglesias, por vacías que estén, no corren el riesgo de desaparecer.

            En la sala de cine, en cuanto se apagan las luces, soy como un niño al que le cuentan un cuento. Dejo fuera mi espíritu hipercrítico y me dejo llevar. ¿Que el protagonista es un inglés que, poco antes de venir a España, no sabe nada de nuestro país y que al día siguiente de poner los pies en España ya habla perfectamente español? Pues qué bien, son cosas que ocurren en los cuentos. ¿Que un carnicero que quiere entrevistarse con el hermano de su socio desaparecido, en lugar de llamarle por teléfono y pedirle que se pase por la tienda, prefiere secuestrarle y encerrarle en una cámara frigorífica? Nada que objetar, son cosas de los cuentos. Isabel Coixet nos cuenta una historia de amor que no me resulta ajena. Yo soy ese inglés pasmado al que acaban de prejubilar y que ha de cambiar todas sus costumbres. Ganas me dan, mientras dura el cuento, de irme a Benidorm a ver si yo también encuentro a una Sarita Choudhury que me saque de mis demasiado confortables casillas.

            Salgo del cine con ese toque habitual de mágica irrealidad. Todavía recuerdo la primera vez que entré en un cine, el que había en la plaza del Mercado, en Aldeanueva del Camino. No recuerdo de qué iba la película, pero sí que aparecía en ella el mar y un barco. Cuando salí del cine, le di la vuelta al edificio para ver dónde estaban escondidos, que a mí no se me engañaba fácilmente. Debía yo de tener cinco o seis años. Todavía la televisión no había llegado a España.

            ¿Cuántos domingos de cine, en las salas de cine, me quedan? Me temo que se pueden contar con los dedos de una mano. En casa, hace tiempo que no veo películas. Duran demasiado, en seguida cambio de canal o abro un libro. Pero la mayoría de la gente, que hace tiempo que no las frecuenta, ni lo notará. Quedarán, como los teatros, solo en las grandes ciudades. “Qué poco me va quedando / de lo poco que tenía. / Todo se me va acabando / menos la melancolía”.

Lunes, 21 de diciembre
JUGAR CON FUEGO

Siempre he sido un buen lector de periódicos. Ahora lo soy cada vez menos. Hojeo, en papel, tres o cuatro todos los días, pero procuro taparme la nariz para no intoxicarme y me fijo sobre todo en la letra pequeña y en el final de los artículos, que es donde suele refugiarse la verdad. De las opiniones, sean o no de especialistas, huyo como de la peste. Datos, datos, que ya los interpretaré yo.

            Cada día me gustan menos los diarios de hoy, cada vez me gusta más la prensa de ayer, mi manera de viajar en el tiempo y ver con ojos más lúcidos el presente.

            Entretengo el café de la mañana con un número del semanario Crónica, el del 12 de abril de 1936. En la portada, la foto de una guapa señorita y el siguiente texto: “Una belleza española. Maruja Sanchiz, que obtuvo el segundo premio de Crónica el verano último en el concurso de la bañista más bella y que ha sido proclamada ahora ‘Mis Teatro 1936’ en Barcelona”. En la contraportada, dos fotografías, una de Alcalá Zamora y otra de Martínez Barrio. Sobre ellas, “El Presidente de la República, destituido por las Cortes”, y en la parte baja: “En este número, amplia información de esta emocionante jornada política que puede marcar nueva orientación al rumbo de la República”.

            Vamos pasando páginas y se tarda en llegar a esa “amplia información” de solo dos páginas, menos de las que se dedican a un concurso de mises o al proceso de las envenenadoras de Granja de Escarpe. Antes que sobre esa “emocionante jornada política,” nos enteramos de que se va a rodar una película sobre las novias de Luis Candelas, de la información teatral, de la historia de los dos almirantes ingleses que sucedieron a Nelson, de la ejecución en la silla eléctrica de Bruno Richard Hauptmann, el raptor y asesino del hijo de Lindbergh, de la respuesta que varios escritores –Wenceslao Fernández Flórez, Alejandro Casona, María Martínez Sierra y los hermanos Quintero-- dan a una encuesta acerca de “cuándo se empieza a ser viejo”. Por fin llegamos a la información política. Tras la constitución definitiva del Parlamento surgido de las elecciones de 1936, se nombra a Diego Martínez Barrio presidente de las Cortes. Estas son las palabras de su primer discurso: “Estamos ante la coyuntura favorable para el país de que grandes masas de opinión aparecen confiadas en que la República atenderá sus peticiones y abrirá el cauce legal que les permita realizar los designios históricos a que estas clases están llamadas. Frustrar esta esperanza sería un tremendo error”. El primer acto que realizan las nuevas Cortes, inmediatamente después de constituidas, es analizar si la disolución de las anteriores se ajusta o no a lo dispuesto en el artículo 81 de la Constitución. Un primera proposición socialista afirma que sí, pero al poco tiempo presentan otras en la que afirman que no fue legal la disolución y que hay que destituir a Alcalá Zamora. “La sorpresa que produce esta proposición en la Cámara no es para descrita”, escribe el cronista. Un diputado, Joan Ventosa, de la minoría catalana, suscita una cuestión de procedimiento, considera que para tramitar la proposición que acaba de presentarse es necesario crear una comisión especial: “¿Es que vamos a seguir menos trámites para destituir al más alto Poder de la República que para resolver sobre una carretera o un ferrocarril”.

            Se siguieron menos trámites. Intervinieron varios diputados y luego se pasó a la votación. Votaron los diputados del Frente Popular, la oposición se negó a hacerlo. Y por 238 votos a favor y 5 en contra (la cámara estaba formada por 417 diputados) se decidió que Alcalá Zamora dejara de ser presidente de la República. Cuando fueron a comunicárselo a su domicilio particular, se negó a recibir a la Mesa de la Cámara alegando que estaba descansando y ningún precepto constitucional le obligaba a hacerlo. Se conformaron con entregar el acta a su secretario en el Palacio Nacional.

            No sé si con este sainete comenzó a arder la mecha que muy pronto  iba a hacer saltar a la República por los aires, pero desde luego no contribuyó precisamente a afianzarla.

Martes, 22 de diciembre
CUANDO SE TIENE SED
 

Todos los días, antes de ir a la cama, abro el gran cuaderno de páginas en blanco que me regaló Ana Vega y anoto unas cuantas reflexiones.

            Cuando se tiene sed, el mejor regalo es un vaso de agua.

            Si no tienes tiempo para aburrirte, es que no aprovechas bien el tiempo.

            Hay muchas cosas que mejoran con el olvido.

            Hay cosas a la vista de todos que nadie ve.

            A veces lo innecesario es lo que más falta nos hace.

            Una buena persona nunca está segura de serlo.

            Quien nunca se equivoca mucho yerra.

            El amor, si se cura a tiempo, no deja secuelas.

            Qué engañosas son con frecuencia las evidencias.

            Siempre nos enamoramos de seres imaginarios.

            Si se trata de desvariar, al menos desvariar con gracia.

Miércoles, 23 de diciembre
UN BUEN CONSEJO
 

“Lo que me atrevo a aconsejarle es que lea poesía con parsimonia –le escribe Unamuno a Gabriel y Galán-- y en cambio lea libros de ciencia, de filosofía (esto sobre todo), de historia, etc. Mediano dramaturgo es el que apenas lee más que dramas”.

            Y pésimo especialista el que solo lee libros de su especialidad, añado yo. Y así nos va, asesorados los políticos por epidemiólogos que nos tratan como a ratas de laboratorio.

Jueves, 24 de diciembre
CUENTO DE NAVIDAD

El tren sale de Madrid, la tarde noche del 24 de diciembre de 1974, vacío o casi vacío. Un joven va solo en su departamento. Por toda cena, un bocadillo de pan reseco, lo único que ha encontrado en la estación. A mitad del viaje, el tren se detiene. “Lo que faltaba, una avería”. De pronto, reaparece el revisor. “¿Quiere venir conmigo? Estaremos parados poco tiempo, creo”. Le acompaña hasta la cabecera del tren. Allí saca una botella de champán, tres copas y una bandeja de dulces. “Brinde con nosotros, no es bueno pasar la Nochebuena solo”. Un paisaje nevado, el cielo muy claro y lleno de estrellas. El revisor le señaló unas huellas cerca de la vía. “Son de lobo”, dijo. Una estrella fugaz se deslizó sobre las montañas. “Es la estrella de los magos”, dije yo sonriente. Esa misma mañana, cuando ya no lo esperaba, había visto cómo se había abierto la puerta de la celda y oí mi nombre y la frase mágica: “¡Con todo!”

Viernes, 25 de diciembre
BENDITOS BARES
 

----¿Qué te ha parecido el discurso de rey, Martín?

----Bien, pero podía haber sido mejor. Mi informante de la Moncloa, ya sabes que yo tengo espías en todas partes, me ha contado que al cepillarlo allí, eliminaron un párrafo en que citaba a Machado. “¡Los versitos para los premios Princesa, que aquí no estamos para florituras!”, dicen que dijo la vicepresidenta. “¡Y si por lo menos citara a Luis, que es de la casa, y no a un republicanote!”. El párrafo de marras no estaba mal, y a Felipe parece que le gustaba, pero quien manda manda. Te lo leo: “En estos días que tantos sacrificios nos exigen a todos, me gustaría recordáramos, en especial a los más jóvenes, los versos de Antonio Machado: ‘el hoy es malo, pero el mañana es mío’. No vivimos, por causas ajenas a nuestra voluntad, en el mejor de los tiempos, pero de nosotros depende construir un futuro de cercanía y abrazos, de prosperidad y confianza, un mañana enteramente nuestro que ya –gracias al esfuerzo de todos-- está al alcance de la mano”.  Por lo menos le dejaron defender los cines y los bares y darles así un tirón de orejas a esos politicastros, como el que en Asturias padecemos, que es lo primero que cierran en cuanto se levantan con el pie cambiado. Podía haber añadido una cita de Vargas Llosa: “Europa es ante todo un café repleto de gentes y palabras, donde se escribe poesía, se filosofa y practica la civilizada tertulia, ese café que de Madrid a Viena, de San Petersburgo a París, de Berlín a Roma y de Praga a Lisboa es inseparable de las grandes empresas culturales, artísticas y políticas de Occidente, en cuyas mesas de madera y paredes tiznadas de humo nacieron todos los grandes sistemas filosóficos, los experimentos formales, las revoluciones ideológicas y estéticas”.


sábado, 19 de diciembre de 2020

Después y todavía: La broma infinita

 

 

Sábado, 12 de diciembre
PARLAMENTARISMO ESPAÑOL
 

El azar –estoy preparando una reedición de Huellas de las constituyentes, el único libro publicado por Luis de Sirval--, me ha llevado a releer las crónicas parlamentarias de Azorín, el primero que las convirtió en un género literario con entidad propia. Me sorprende esta vez un capítulo, “El confort de la cámara”, que había olvidado o en el que no había reparado. Creo que el pulcro Azorín es la única vez que habla de estas cuestiones. 

“¿No podrá darse el caso de que, aquí en el Congreso, sintamos una necesidad inaplazable?”, se pregunta. Nos apresuraremos entonces a buscar una de las “camarillas excusadas”. Esas camarillas no tienen más aireación que la que puede prestarles el pasillo que circunda la Cámara y donde los diputados se reúnen. Hay días en que, desde que se penetra en el edificio, “ se tiene la prueba patente –el olfato nos la proporciona—de esta falta de aireación”. Ocurre además “que, para agravar tamaño atentado contra la higiene, hay muchos señores (no sabemos si diputados o no) que se olvidan de tirar de una sutil cadena que existe en tales camarillas, y que no son pocos los días en que en tan repetidos lugares es absoluta la falta de la indispensable agua corriente”.

Resulta que lavarse las manos –no en sentido metafórico-- es una de las empresas más difíciles en el Congreso: “Existen unos lavabos, pero están reservados exclusivamente a los diputados. Y como es mucha la gente que concurre al Congreso y que no representa al país, resulta que se ven en el trance de no poder lavarse las manos, y resulta también que como los indicados lavabos están lejos de las camarillas los diputados que salgan de estas para dirigirse a aquellos tienen que recorrer un gran trecho de camino y se ven expuestos al riesgo de encontrarse en su carrera a amigos y conocidos que les tienden la mano con objeto de saludarles”.

Por supuesto, no hay “camarillas” ni lavabos para las señoras que asisten como invitadas a las sesiones. Otra sorprendente ausencia anota Azorín: la falta de escupideras. “Una tan solo hemos visto –señala-- en lugar tan frecuentado como el pasillo circular. Y aprovechamos la ocasión para dejar sentada la costumbre general que hemos observado en el Congreso de escupir en la alfombra”.

Así era el Congreso a comienzos del siglo XX. Yo veo en esa pestilencia y en falta de higiene el mejor símbolo –no sé si buscado por Azorín-- de la corrupta restauración canovista, aquella democracia caciquil del amaño y del compadreo.

Domingo, 13 de diciembre
VUELVO A MISA

Una ciudad sin lugares en los que sentarse a tomar un café, hojear un libro, descansar del paseo, charlar con un amigo es una ciudad fosca y malhumorada. Oviedo lleva así mucho tiempo. Salgo a pasear cuando todavía hay luz, pero pronto se hace de noche. Es la hora en que habitualmente voy al cine, pero ahora están cerrados. No me apetece volver tan pronto a casa. Y sin darme cuenta, llevado por mis pasos que todos lo convierten rápidamente en rutina, vuelvo a dar en Las Pelayas. Me siento en el último banco, cerca de la puerta, como un intruso no invitado, y me dejo acariciar por el monótono canto que surge tras las rejas. Somos media docena escasa de sigilosas sombras, menos que las monjas que siguen su ordenada vida al otro lado. Quizá no me conviene decirlo, pero lo digo: a solas con mis pensamientos, paso media hora de felicidad. No sé si ese Dios que no existe –pero al que se debe mucho de lo mejor y de lo peor de este mundo-- tiene algo que ver con esto. Me imagino que no.

Lunes, 14 de diciembre
UN DÍA FELIZ

La felicidad de levantarse, desayunar, revisar la reseña de esta semana, enviarla al periódico, cruzar el parque de San Julián, atravesar el puente sobre la autopista, entrar en Noor, sentarse en la mesa favorita, al fondo, bajo la lámpara, abrir un libro, que el camarero me traiga, sin pedirlo, el café y el vaso de agua, pasar una hora leyendo, tomando alguna nota, distraerse de vez en cuando con el ir y venir de los clientes, casi todos habituales, para los que el dueño y camarero tiene siempre una palabra amable.

            “¡Con qué poco se conformaba este buen hombre!”, dirán los lectores de dentro de algún tiempo. Y no se podrán creer que ese poco, hasta ayer mismo, estaba rigurosamente prohibido.

Pero la felicidad continúa. Paso por casa y por mi despacho del Milán y luego me voy a otra sesión de trabajo gustoso en las Salesas, a mi rincón de encuentros y lecturas desde 1982. Me siento en el lugar habitual, la gran mesa redonda, y abro el libro que el correo ha dejado esta misma mañana en el despacho: El vaso medio lleno, de Enrique García-Máiquez, con su hermosa cubierta blanca en la que destacan unos coloreados trazos de Ramón Gaya. Son aforismos, el género mejor para picotear en un café. Lo abro al azar y el azar (siempre generoso conmigo) hace que el primero que lea resume lo que yo le diría a ese señor, don Cerrojazo y Tente Tieso, al que le basta soltar un tuit para arruinar a una familia o a un ciento: “Piensa más y acertarás”. Aunque yo creo simplemente con que pensara antes de actuar ya tendríamos mucho camino andado.

            Y aún no ha acabado todo. La ciudad vuelve a tener alma. En el Dos de Azúcar, leo un rato –otro libro distinto, por supuesto-- y charlo con un par de amigos. Hasta ahora tenía que hacerlo a la intemperie, como un sin techo, calentándome las manos con el vaso de plástico del café.

            Un día feliz, con harto pesar de las autoridades político-sanitarias, que aún no se han enterado de que el no maltratar a las personas es lo primero que hay que hacer para preservar su salud. Nadie más vulnerable a cualquier virus que quien ha perdido las ganas de vivir, como buena parte de los internos en las residencias de ancianos.

Martes, 15 de diciembre
LA REBELIÓN FEMENINA

Antonio Insuela, que ya está pensando en que al final del curso habrá de abandonar su despacho, me pasa un buen puñado de viejas revistas, el mejor regalo que puede hacérseme. Me llevo a las Salesas un tomo de Por esos mundos. Es de 1913. Colaboran Emilia Pardo Bazán, Manuel Machado, Rubén Darío y tantos otros nombres admirados. Pero a mí me interesan más las noticias de entonces. Siempre he creído que el periodismo noticioso, no el opinativo, no resiste menos el paso del tiempo que la literatura.

Una “Crónica mundial” inicia cada número. De “La revolución femenina” habla la primera: “En Inglaterra y en los Estados Unidos las mujeres luchan en pro del sufragio femenino. El objeto real de la contienda es el de compartir con los hombres el gobierno de los pueblos”. Da cuenta a continuación de su éxito en Estados Unidos, donde van de triunfo en triunfo, y de su fracaso en Inglaterra, donde habían obtenido del gobierno la promesa de que se consideraría el sufragio parlamentario de las mujeres, pero el presidente de la Cámara dijo que no se podía discutir esa ley electoral por no cumplir ciertos requisitos (más o menos lo que hacen en España los letrados de las cortes cuando se trata de investigar al anterior jefe del Estado). Las sufragistas británicas no se tomaron demasiado bien la decisión: “En los buzones de correos vierten ácido sulfúrico y fósforo; los cristales de los escaparates caen hechos añicos bajo los golpes o las pedradas; ni siquiera las flores encuentran piedad ante la furia de las sufragistas y así han destruido las famosísimas orquídeas de los jardines de Kew, en las cercanías de Londres”. Y no para ahí la cosa: “Los miembros del gobierno reciben diariamente cartas que contienen amenazas de muerte y no son pocas las precauciones que la policía toma para evitar un atentado”.

            Pero el comentarista, al contrario de lo que podría pensarse, no da muestras de asustarse demasiado: “¿Qué de sorprendente tiene el que las sufragistas londinenses rompan cristales y destruyan jardines? Procediendo así no hacen sino seguir los caminos trazados en la historia y probar, sin ningún género de duda, su actitud para las tareas políticas, ya que igualan a los hombres en el arte de perturbar el orden injusto y de conquistar el progreso con jornadas de barbarie”.

            Parece que en la España de 1913, al contrario que en la actual, había algún atisbo de vida inteligente.

Miércoles, 16 de diciembre
TENGO MIS DUDAS

Dicen que no se puede hacer una tortilla de patatas sin romper los huevos. ¿Seguro? Yo, desde que me invitaron a probar una tortilla de patatas vegana, tengo mis dudas.

Jueves, 17 de diciembre
LA NUEVA RACIONALIDAD

Salgo de casa, temprano en la mañana, y el cielo es tan azul, tan de verde transparente y oro las hojas de los árboles, tan brillante del rocío la hierba, que de inmediato siento una bocanada de felicidad. “No me podrán quitar el gozo de vivir”, me digo.

            Pero me lo quitan en cuanto echo una mirada distraída a las portadas de los periódicos: “El gobierno pide a las comunidades que aumenten las restricciones para Navidad”. Al parecer, esas estadísticas llenas de distingos y de las que nadie controla su fiabilidad han vuelto a subir. Y yo me digo que si son fiables, y las medidas tardan al menos diez días en hacer efecto, la causa de la subida está en el cierre de cafeterías y zapaterías, no en su apertura el lunes pasado.

            Eso es lo que se pensaría si uno se atiene a la vieja normalidad, pero en la nueva se razona de manera distinta. ¿Suben las estadísticas? Pues en Navidad en lugar de diez personas a cenar que se reúnan cinco y en lugar del toque de queda a las doce (como en la Cenicienta) lo ponemos a las ocho para que la gente tenga más tiempo para desesperar y pensar en el suicidio. La causa de lo que ocurre en el presente no es lo que hemos hecho en el pasado –las medidas absurdas--, sino lo que haremos en el futuro. ¡Viva la lógica!

            Unos parecen haberse vuelto locos y a otros nos quieren volver locos. Y lo están consiguiendo. Se me acerca (pero no a menos de dos metros y con mascarilla, que no suelte otro tuit amenazador Barbón) una amiga muy asustada: “¡Tengo un tío con Covid, Martín! ¡Y su hija también es positiva!”, “¿Cuántos años tiene tu tío?”, “No sé, hace mucho que no le veo, cerca de noventa o más, es mi tío abuelo”,  “¿Y tenía alguna enfermedad?”, “Creo que sí, no sé qué, pero le ingresaban cada poco”, “¿Y su hija también está en el hospital?”, “No, su hija no, no tiene ningún síntoma, pero es positiva. Estoy desesperada. ¡Y la gente llenando la calle Uría! ¡Son unos inconscientes!”.

Hace unas semanas a un amigo se le murió la madre, en pocas horas, de un derrame cerebral y, cuando le di el pésame, me dijo algo aliviado en medio del dolor: “¡Pero no tenía Covid!”

            La situación podrá ser desesperada, pero no es seria.

Viernes, 18 de diciembre
MALTRÁTANOS, BARBÓN

Cuando comenzó la Gran Guerra, en agosto de 1914, entre enfervorizados aplausos de los ciudadanos a sus sabios gobernantes, todo el mundo pensaba que los soldados iban a volver a casa por Navidad.

            ¿Cuándo podremos nosotros volver a celebrar como Dios manda, y nunca mejor dicho, la Navidad? La guerra del catorce duró cinco años, pero también antes hubo la guerra de los treinta años. Conviene no ser demasiado optimistas.

            ----Nos toman el pelo y encima quieren que les demos las gracias.

----¿Nos toman el pelo? No. Nos lo arrancan a tirones y muchos les dan las gracias mientras se arrodillan y gritan: “Maltrátanos, Barbón (o Ximo Puig o quien sea, tanto monta, monta tanto) que hemos sido malos, que hemos salido de compras, que queremos visitar a nuestros familiares, que nos lo merecemos”.



sábado, 12 de diciembre de 2020

Después y todavía: La barbarie continúa

 

Sábado, 5 de diciembre
CUANDO LAS BARBAS

Un amigo me pasa un enlace del Jornal de Notícias con las últimas peripecias de la Fundación Eugénio de Andrade. “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…”, me dice.

            A la Fundación Eugénio de Andrade, en 1997 le cedió el Ayuntamiento de Oporto la llamada Casa de Serrúbia, un hermoso edificio al final del Passeio da Alegria, en la Foz del Douro. El piso bajo estaba acondicionado para actos culturales, en el primero vivía el poeta y en el segundo la familia de su ahijado y heredero Miguel, el niño al que había dedicado tantos versos. En esa casa, le visitamos a comienzos de siglo Martín López-Vega y yo. Le recuerdo enseñándome los libros que más apreciaba de su biblioteca, entre ellos la primera edición de La realidad y el deseo de Luis Cernuda, con quien se había carteado. Los grandes ventanales del salón daban sobre la desembocadura del río y a ellos se asomaban las palmeras del paseo, “esbeltas como los marineros de Ulises”, según afirmó en un poema. Parecía el mejor lugar para aguardar la eternidad. Pero el poeta murió en 2006 y en 2011 se disolvió la fundación ya que los gestores, con poca experiencia en esos asuntos, no supieron llevar bien las cuentas y acumulaba deudas. Era la única manera de que no tuvieran que responder de ellas con su patrimonio personal. El ayuntamiento, al hacerse de nuevo cargo del edificio, lo primero que hizo fue tratar de desalojar a la familia del poeta. Pero el piso se les había cedido por setenta años así que se resistieron al desalojo y ganaron el pleito. En 2019, y esa es la información del Jornal de Notícias, llegaron a un acuerdo con el ayuntamiento y se trasladaron a otra vivienda de propiedad municipal. Los libros y papeles del poeta ya había sido transferidos hace tiempo para la biblioteca municipal de Oporto.

            Un bonito sueño con un mal final. ¿Qué problemas había para que la fundación privada pasara a ser pública y la Casa de Serrúbia se convirtiera en un lugar de visita para los admiradores del poeta y en un centro de investigación sobre poesía? Pero todo lo que depende de la buena voluntad de un político desaparece con la mala voluntad o la desidia de otro.

            ¿Tengo yo que poner las barbas de mi fundación a remojar? No me parece. No ser importante también tiene sus ventajas. La sede de la fundación no será ningún palaciego caserón cedido por el ayuntamiento, sino un modesto piso comprado con mi dinero. Unos papeles y libros estarán, están ya, catalogados y a disposición de todos en la biblioteca del Fontán; otros revueltos y a disposición de quien se interese por ellos, se quedarán aquí. Los gastos de mantenimiento serán mínimos. La fundación Eugénio de Andrade solo sobrevivió cinco años al poeta; la mía espero que me sobreviva algunos más, aunque esas cosas nadie las sabe. Todavía no ha sido aprobada definitivamente. Los trámites burocráticos que, antes iban despacio, ahora en estos tiempos de teletrabajo  y cita previa (¿hay alguna cita que no sea previa?) parecen haberse ralentizado hasta la inmovilidad.

            Cuanto menos llamativo sea un proyecto, más fácil es que pase inadvertido y sobreviva. De momento, ya la Fundación JLGM lleva un tiempo publicando la revista Anáfora. ¿Poca cosa? Sin duda. Pero más de lo que han hecho por la literatura algunas administraciones.

Domingo, 6 de diciembre
LAVAR Y DESINFECTAR

“¿Cree usted que habría que reformar la Constitución?”, me preguntaron de no sé que medio digital. “Lo que habría que hacer, antes de pensar en otra cosa, es darle un buen lavado y desinfectarla bien. Lleva demasiado años siendo utilizada para tapar la porquería de cierto señor. Tampoco le vendrían mal algunos remiendos ya que, de tanto dar un tirón cuando asomaba ese señor la patita –hoy en un banco suizo, mañana haciendo regalitos a su amante con dinero negro, pasado mañana desapareciendo de francachela sin que el gobierno supiera por donde andaba--, está hecha unos zorros”.

Lunes, 7 de diciembre
EL MEJOR REGALO

Paso estos días de lluvia y de tontemia, trabajando en mi despacho del Milán. Soy de esas personas que necesitan salir de casa, ver gente, actividad continua. Ahora, me sobra tiempo por todos lados. Gasto parte de mi energía trotando por los alrededores de Oviedo durante dos o tres horas. Luego hago la compra, subo al despacho, leo, escribo, contesto correos, ordeno los libros, doy una vuelta por el centro al anochecer, cuando las calles se quedan vacías, pero siempre acaba sobrándome tiempo. Las cafeterías eran mi mejor despacho y el rincón preferido de mi biblioteca. Ahora que me las han cerrado, agradezco como el mejor regalo que la universidad no me haya cerrado del todo sus puertas y me permitan seguir utilizándola incluso domingos y festivos. No cambiaría este nombramiento de profesor emérito, que no tenía previsto, por ningún doctorado honoris causa.

Miércoles, 9 de diciembre
SI YO FUERA RICO

“¿Qué?, ¿abriréis por fin mañana?" –le pregunto al dueño de Noor. “Los periódicos no lo dejan claro, dicen que las autoridades lo están considerando”.

            “Yo ya no me atreve a profetizar, me siento como el cordero en la mesa del sacrificio esperando que caiga de un momento a otro sobre mi cabeza el golpe mortal”.

            Al volver a casa, veo a Luis, de Tres Tejos, que está apilando fuera del local las mesas de la terraza. “¿Se sabe ya algo?", le pregunto. “¿Abriréis mañana?”, “Parece que están decidiendo ahora. Yo no las tengo todas conmigo”.

Yo me atrevo a aventurar algo, aunque soy un pésimo profeta: “Abrirán, pero solo las terrazas. Como va a llover, pueden matar dos pájaros de un tiro: seguir hundiendo la hostelería y parecer razonables”.

            Por la tarde me entero que ni siquiera terrazas, que hasta el día 14 no hay nada que hacer, como si un juez le dijera al encarcelado: “Ya sé que no hay razón para que usted siga en la cárcel, pero le dejo dentro unos días más, no vaya a ser que el fin de semana se emborrache”. Terrazas no, pero el Campoamor abre mañana. Al aire libre, la gente no puede sentarse a tomar un café en mesas convenientemente separadas (puede, eso sí, juntarse a tomarlo de pie), pero en un recinto cerrado sí se puede cantar, bailar y acumularse la gente del coro sobre el escenario. Pero ¿a qué seguir señalando incongruencias?

            Pocas veces he sentido la necesidad de ser rico. Si ahora lo fuera, pondría mi dinero en una buena causa: contrataría al mejor equipo de abogados para preparar una demanda contra el presidente del Principado de Asturias. No creo que les fuera difícil argumentarla. Como creen que, aterrados por la pandemia, nadie va a decir nada, no cuidan de los fundamentos jurídicos de sus decisiones. Yo me leí la disposición  de la Consejería de Sanidad que hacía obligatorio el uso de mascarillas incluso cuando no eran necesarias (en espacios abiertos y respetando la distancia de seguridad) y daban un poco de risa las razones en las que se fundamentaba. Y para el cierre perimetral de varios concejos días antes de declararse el estado de Alarma ni siquiera se buscó fundamento alguno. Todo fue “ordeno y mando”, aunque no se tuviera capacidad para ello, y nadie se atrevió a rechistar, solo los alcaldes de Oviedo y Gijón consiguieron que se matizaran los aspectos más chuscos y contrarios a la salud pública (no poder salir del casco urbano) de la orden. Investido de poderes absolutos –pero relativos, que si se pasa pueden darle sus correligionarios de Madrid un tirón de orejas--, Adrián Barbón decidió cerrar la hostelería, los cines, las zapaterías, todo lo que pudo porque aumentaban los contagios. ¿Había algún estudio previo que le indicara que los contagios se producían en esos locales y no en los supermercados, las iglesias o las librerías, que no se cerraron? Si lo hay, debería darlo a conocer.

            Creo que sería fácil, si bajo el estado de Alarma la justicia sigue siendo un poder independiente, ganarle una demanda al Principado, que se vería condenado a pagar cientos de miles de euros en indemnizaciones a los negocios obligados arbitrariamente a cerrar.

            A ver si los hosteleros se animan a exigir que se les enseñen las razones científicas, o al menos los estudios serios, que tuvieron para cerrarlos  y lo que ha cambiado, dejando a un lado sus manifestaciones y sus protestas, para que dentro de unos días, y no mañana mismo, les dejen abrir.

            Yo contra quien tanto daño ha hecho a tanta gente iría jurídicamente a por todas. Le haría pagar las consecuencias –jurídica y políticamente-- de no ser capaz de entender que antes de restringir los derechos de los ciudadanos, que antes de atentar contra su salud física y mental, que antes de cerrar negocios y condenar a la ruina a sus propietarios, debería tener razones muy fundadas, pensármelo dos veces, que no basta con decir “se muere gente en los hospitales, impedir que alguien se muera por la Covid –que no por otras enfermedades.-- está antes que la economía (de los demás, por supuesto, que a mí no me ponen un ERTE ni me despiden por inepto)”.

Hay que fundamentarlo muy bien, encontrar un vínculo claro entre las discotecas abiertas y el aumento de contagios y muertes en las residencias, por ejemplo. No se puede, como el burro de la fábula, toquetear la flauta de las restricciones a ver si suena por casualidad.

            Pero yo soy pobre. No tengo dineros para pleitear contra los poderes públicos. Solo me queda el derecho al pataleo y apelar al tribunal de la historia.

            Cuando se escriba la historia de este tiempo, no quisiera estar ni en el lugar de Adrián Barbón ni el de quienes le aconsejan en materia sanitaria.

Jueves, 10 de diciembre
MÁS CHAPUZAS

Mi desdén por los premios literarios es perfectamente conocido. No solo por los premiecillos de poesía que se organizan acá y allá y que por lo general publica Visor. También por los más prestigiosos, como el Cervantes o el Nobel. En el primero, es frecuente que se conceda a un escritor valetudinario –es un premio prepóstumo-- al que buena parte del jurado ni siquiera ha leído; en el segundo, sospecho que ocurre lo mismo.

Las peripecias del fallo, lleno de fallos (valga el chiste fácil), del premio Alarcos deberían haberme dado ocasión para una regocijante caricatura. Se celebró gracias al empeño de Josefina Martínez, toda una fuerza de la naturaleza. Los organizadores, la consejería de Cultura del Principado de Asturias, querían que se transformara por completo o desapareciera. Para ello, sabiendo que Josefina no aceptaría, decidieron prescindir del jurado habitual y sustituirlo por otro de solo mujeres. Ella consiguió que volviera al jurado de siempre, el que primero presidió Ángel González, luego Luis García Montero, y ahora Luis Alberto de Cuenca. Cedieron, pero con la condición de que García Martín fuera sustituido por Laura Casielles. “De ninguna manera”, dijo Josefina. Yo estaba encantado de dejarlo, pero no fui capaz –mea culpa, mea culpa-- de resistir a su empeño. Aceptaron que me quedara junto a Casielles. Pero a Josefina no le convencía este último nombre (“¡se dedica más a la política que a la poesía!"). Y consiguió cambiarlo por el de Olvido García-Valdés.

            ¿Y tanto trabajo para qué? Convocaron el premio tarde, no divulgaron las bases, dieron poco tiempo para presentarse y, al final, los doscientos o trescientos participantes habituales quedaron reducidos a veintiuno. Y tres de los libros eran claramente de la misma persona y otros dos también parecían del mismo autor y cinco de los participantes estaban más o menos relacionados con nuestra tertulia de los viernes, con lo que yo (sin decir nada, por supuesto) no podía ni defenderlos ni votarlos (tampoco lo hice con los primeros ganadores, López-Vega y Almuzara, aunque ellos no lo saben). Pero había un buen libro, que obtuvo cuatro de los seis votos. Al abrir la plica, la primera sorpresa: su autor era Antonio Rodríguez Jiménez. Se oyó un alarido: ¡No es posible! Antonio Rodríguez Jiménez, dirigió el suplemento cultural del diario Córdoba y desde él encabezó la cruzada contra los llamados poetas clónicos: todos los que estábamos en el jurado (menos Olvido García-Valdés) y todos los poetas de algún interés. Eran los años ochenta y primeros noventa, yo participé muy activamente en esa guerra literaria y me divertí lo mío. Pero el Rodríguez Jiménez que yo conocía, y del que me había reído bastante, no podía haber escrito esos poemas. Y no los había escrito: se trataba de otro poeta del mismo nombre, un excelente poeta casi secreto. Le llama el presidente del jurado para darle la buena noticia y ahí estalla la primera bomba: “Estoy muy agradecido, pero ese libro ya ha sido premiado y publicado, ganó el premio González de Lama, de León, y apareció en Eolas. Les mandé un correo retirándole del premio. ¿No lo han recibido?”

O no lo había recibido o se había perdido en el marasmo de la administración telemática. “¿Y qué hacemos ahora?”. Se decide votar entre los otros dos libros que había llegado a la final. El resultado es tres votos para uno y tres para otro. Nuevo problema. El presidente tiene voto de calidad, pero prefiere no aplicarlo. Se decide dar el premio ex aequo. Llamada a uno de los ganadores y, escaldados, el presidente pregunta: “¿Este libro no habrá sido premiado en ningún concurso?”, “ No, no. Pero algún poema está incluido en un libro que ha sido premiado con el Jorge Manrique y que se publicará pronto”. “Yo estaba de jurado en ese premio”, dice Luis Alberto de Cuenca, que no parece tener muy buena memoria. “¿Y cuántos poetas se repiten?”, “No sé, no me acuerdo, tendría que mirarlo”, “¿Uno o dos?”, pregunta el presidente esperanzado. “Mas o menos, quizá cuatro o cinco o alguno más, no lo sé, tendría que mirarlo”.

En fin, que se le retira el premio obtenido de rebote y el ex aequo del otro finalista, que no había obtenido ningún voto en la votación en que ganó Antonio Rodríguez Jiménez,  se convierte en premio único. El libro ganador, Cuerpos de Cristo, ya me lo había enviado antes el autor, Antonio Praena, para que le diera mi opinión. Me pareció un Cristo con demasiada sangre y jeringuillas hipodérmicas.

            Todos salimos con mal sabor de boca de la reunión, telemática y llena de incidencias (“¿se me ve?”, “¿se me oye?”). Y yo lo sentí por el entusiasmo que había puesto Josefina Martínez, que incluso tuvo que visitar al presidente del Principado –que no tenía ninguna gana de recibirla, pero no le valieron excusas-- para conseguir que las cosas, en lo que de ella dependía fueran de la mejor manera posible.

Cuanta energía, cuánto talento, cuánto dinero público desperdiciado. “El hacer las cosas bien / importa más que el hacerlas”, decía Antonio Machado.


 

 

sábado, 5 de diciembre de 2020

Después y todavía: Basta ya

 


Sábado, 28 de noviembre
BECARIO EN ROMA

Soy un poco sádico, no lo voy a negar. Pero solo un poco, que nadie piense que quiero competir con algún presidente autonómico de cuyo nombre no quiero acordarme. Yo disfruto solo destrozando un mal libro, riéndome de algún poetastro académico y multipremiado.

Roma, de Manuel Vilas, me ha salvado esta tarde de sábado en que, una vez más, no puedo desplazarme hasta Avilés dicen que para combatir la pandemia (así nos va). Desde los primeros versos –lo de versos es un decir-- no tiene desperdicio: “Vine a la ciudad de Roma / en un vuelo comercial, / sentado en mi asiento / como uno más en este mundo”. Nunca nos lo habríamos imaginado: fue a Roma en un vuelo comercial y sentado en su asiento. Un poeta tan excelso a lo mejor pensaba alguien podría creer que llegó transportado por ángeles.

Una nota nos indica que para escribir ese libro disfrutó de la beca Valle-Inclán, que incluye una larga estancia en Roma alojándose en un apartamento de la Academia de España, en el Gianicolo, al lado de San Pietro in Montorio, dominando toda la ciudad. Y no es ya que el libro resultante, escrito con financiación pública, sea malo, que lo es, sino que el autor se hace el tonto y parece tomarnos a los lectores por tontos. En el poema “500 kilómetros”, escribe: “son tantas clases de gafas / las que necesito, / que cierro los ojos y maldigo mi vista cansada”. ¿Tantas clases de gafas? Sí, para ver de cerca y para ver de lejos (dan ganas de llamarle para decirle que existen las lentes progresivas). En el mismo poema, sueña con comprar un coche para ir “de Roma a Venecia, / de Venecia a Palermo, / de Palermo a Génova, / de Génova a Nápoles, / de Nápoles a Turín, / de Turín de nuevo a Roma”. Convendría aconsejarle que se comprara un mapa de carreteras y así vería con sorpresa que para ir de Venecia a Palermo y de Palermo a Génova ya tiene que pasar por Nápoles.

De sobra sé que no hay que confundir el personaje que habla en el poema con el autor. Pero ciertos deslices solo se pueden atribuir al autor. Decirnos, por ejemplo, que el restaurante en que come “es minúsculo, pero siempre está lleno” (¿a qué viene ese “pero”?) o que cualquiera de las septuagenarias u octogenarias romanas “tuvo un pasado erótico lleno de placer, de amores confusos, de desengaños, de pasiones enormes”, mientras que eso no ocurre en los hombres (serían entonces todas lesbianas o solo se relacionaban con gente de fuera), o que pasa la noche “al lado del claustro / del Bramante” cuando quiere decir que la pasa al lado del tempieto de Bramante, que casi forma parte de la Academia de España. Tampoco es que Manuel Vilas, que juega a la autoficción, ponga mucho esmero en separar autor y personaje. Como un turista más visita la iglesia de Monserrat y se sorprende de que los sacerdotes que se la enseñan le sonrían y le traten con cariño: “Sonreír a un desconocido siempre es un esfuerzo”. Pero es que no solo le sonríen, es que además le invitan a cenar y le presentan al cocinero, “un hombre joven lleno de ilusión en los ojos”. Quien visita la iglesia de Monserrat en Roma no es el algo patoso personaje que roba cucharillas en los cafés y hace alarde de su vulgaridad, sino el escritor conocido, finalista del Planeta, becario en la Academia.

            En fin, que lo paso bien riéndome de Manuel Vilas y de quienes lo consideran un gran poeta (mi amigo José Luis Piquero sin ir más lejos). Y disfruto doblemente cuando cierro los ojos y me pongo a pasear por Roma tras los pasos de este becario, como antes acompañé a Xuan Bello y a Martín López-Vega, a Bruno Mesa y a Javier Rodríguez Marcos. Vuelvo a oír los cañonazos del medio día junto a la estatua de Garibaldi y a recordar allí en lo alto, con la ciudad a nuestros pies, los versos del poema “Roma”, de Víctor Botas, y algunas personales dichas y desdichas que la tuvieron por inagotable escenario.


Domingo, 29 de noviembre
ADIÓS, MERCEDES

Llevaba veinte o treinta años pasando intermitentemente por la tertulia y no se perdía ninguna de las presentaciones que tenían lugar en Gijón. No le hacíamos mucho caso, la verdad, y a  mí me exasperaba un poco su costumbre de llamar por teléfono y hablar y hablar sin interrupción hasta que no tenías más remedio que colgar. Publicó por su cuenta varios libros de poesía, que nos regalaba y hojeábamos distraídamente. Últimamente venía a la tertulia en un taxi que se quedaba a esperarla. Luego dejó de venir, le aconsejaron no salir de casa y me contaba, en las últimas llamadas telefónicas, lo deprimida que estaba al no poder siquiera dar unos pasos por el paseo de Begoña, que veía desde su ventana. Su única ilusión era el nuevo libro que estaba preparando.

Hoy me entero de que ha muerto. Tenía ochenta y siete años. Se llamaba Mercedes Cavestany. Siempre, en estos casos, recuerdo a Guillén: el muro cano ha impuesto su ley, no su accidente. Aunque sus libros los leía con poca atención, lo mismo que los poemas manuscritos que me enviaba por correo, ahora que la notica de su muerte pone un crespón negro sobre la tibia luz dominical me vienen a la memoria unos versos suyos que recuerdo gracias a la rima y que pueden servir de epitafio: “El amor es una llamarada. / Si ahora eres ceniza, / es porque fuiste muy amada”.

            No sé si Mercedes Cavestany fue muy amada; sé que amó como nadie la poesía. Y que nos tuvo –a mí y a la tertulia-- una fidelidad que no supimos agradecer.



Lunes, 30 de noviembre
LOS DÍAS CONTADOS

“No hay mal que cien años dure”, nos consuela la sabiduría popular. No estoy yo tan seguro. Hoy he escrito un cuento futurista. Transcurre allá por el 2120. Unos niños, en clase de historia, se asombran de que, a comienzos del siglo anterior, la gente anduviera por la calle con la cara descubierta. “¿Y no les daba vergüenza?”, preguntaron asombrados.

            Contra el consuelo del refrán, el mal puede durar incluso un siglo o dos. Es la felicidad la que siempre tiene los días contados.

 


Martes, 1 de diciembre
LO QUE A MÍ ME PASA

No poder prescindir del pensamiento racional es una grave condena. Afortunadamente, afecta a muy pocos seres humanos.

 


Miércoles, 2 de diciembre
ALREDEDOR DEL CUELLO

Durante mi paseo matinal, mientras leo y tomo, en los altos de Abuli, el poco sol que nos va quedando, me llaman para una entrevista sobre El lector impertinente, mi último libro. Pero yo, en cuanto la periodista se descuida, dejo de hablar del libro para hablar de Calígula y los cobarbones que todavía le apoyan. “Dejemos el tema, que ya estamos todos cansados de darle vueltas. Sigamos con tu libro”, me interrumpe más de una vez Marifé Antuña. Pero yo, en cuanto se descuida, vuelvo a repetir exasperado que lo peor de la pandemia ha sido la tontemia con que se le ha intentado combatir.

            ----¡No sabes hablar de otra cosa!

            ----Bueno, cuando uno tiene alrededor del cuello dos manos que aprietan cada vez más, es difícil hablar de otra cosa.

  


Jueves, 3 de diciembre
CUANDO LA DICTADURA ES UN HECHO

No sé por qué me ha venido estos días a la memoria el homenaje a la operación Vagô que se encuentra en el cementerio lisboeta de Prazeres. El 10 de noviembre de 1961 tuvo lugar el primer secuestro de un aéreo de la historia. El avión de la TAP que hacía la ruta Casablanca-Lisboa fue obligado a sobrevolar la ciudad y otras localidades mientras se arrojaban miles de panfletos exigiendo elecciones libres. Al frente del grupo de antifascistas estaba Hermínio da Palma Inácio, que se escaparía dos veces de las prisiones de la Pide con fugas que tienen mucho de legendarias. El avión regresó a Casablanca. Los cazas militares que intentaron detenerlo no se decidieron a abatirlo en pleno vuelo, a pesar de la orden expresa. Palma Inácio pidió disculpas a los pasajeros y a las mujeres les fue regalando personalmente una rosa. Cuando abandonaron el avión, los secuestradores fueron aplaudidos. Marruecos se negó a extraditarlos. Marcharían a Brasil y luego a Francia para continuar su lucha contra Salazar.

            La inscripción colocada en el cementerio de Prazeres dice así: “Cuando la dictadura es un hecho, / la rebelión es un derecho”.


Viernes, 4 de diciembre
LOS BUEYES DOBLAN LA FRENTE

----Barbón aprieta, pero no ahoga, Martín. Este sábado podrás volver a pasar por tu casa de Avilés, como has hecho desde siempre.

            ----Lágrimas de gratitud vierto ante tanta generosidad. Lo que yo pienso de ese señor, que a lo mejor en su vida privada es una excelente persona --no tengo el gusto de conocerle--, resulta bien sabido, no voy a aburrirte repitiéndolo. Solo aventuraré una profecía: pasará a la historia, a la pequeña historia del Principado, con el apelativo de Presidente Calamidad. Pero dejemos en paz quien tanto daño nos está haciendo, quizá con la mejor de las intenciones, no tengo por qué dudarlo. A mí lo que me gustaría es entrevistar en la televisión pública al comité que lo asesora en cuestiones de Sanidad. Les preguntaría por las razones “sanitarias” que obligaron a impedir que el desplazamiento entre Avilés y Oviedo (o entre Avilés y Salinas, Oviedo y Pola de Siero), salvo por razones de trabajo, y por las razones “sanitarias” que un mes después les han llevado a levantar esa prohibición. Disfrutaría viéndoles hacer públicamente el ridículo. En qué manos estamos, Dios mío. Han conseguido el dudoso honor de ser la comunidad española menos eficaz en combatir la pandemia y la más eficaz en combatir a la población.

            ----Parece que estás perdiendo el humor.

            ----Este buen hombre, con la mejores intenciones, nos ha colocado a un paso del abismo y no le temblará la mano si tiene que obligarnos a dar un paso más.

            ----¿Piensas estar este lunes en la manifestación de los hosteleros?

            ----Por supuesto. Y me alegra que en una Asturias donde tantos bajan la frente ante el castigo alguien sea capaz de levantar la cabeza y decir “¡basta ya!”





sábado, 28 de noviembre de 2020

Después y todavía: Reír por no llorar

 


Sábado, 21 de noviembre
COMPARTO
 

Si el mayor de los pecados que un hombre puede cometer es no haber sido feliz, según afirma Borges en un famoso soneto (pero no hay que hacer demasiado caso a lo que dicen los poetas), yo no he cometido ese pecado. Habré cometido otros muchos, pero otros no. He sido feliz y apenas hay día que no lo sea, al menos durante un rato, incluso en estos tristes tiempos.

            Soy feliz cuando salgo a pasear, solo o en buena compañía, y me entretengo en saludar y fotografiar a las florecillas del campo y a las nubes que pasan. Nunca me imaginé que un árbol, con el ramaje traspasado por el sol otoñal, pudiera ser más hermoso que los poemas que lo cantan. Yo era el príncipe que todo lo aprendió en los libros, para decirlo con el título de Benavente, Ahora mi libro favorito es el libro de la naturaleza.

            Mi libro favorito, pero no el único que leo. Solo he cambiado de rincón en esta inmensa biblioteca que es para mí el vario mundo. Antes leía un libro recién llegado en Los Porches, ahora lo hago –mientras el tiempo lo permite-- sentado en un banco ante la iglesia de la Tenderina (el café para llevar lo compro en Noor) o junto a la ermita de Santa Ana de Abuli. ¿Qué mejor lugar para leer los versos de Nietzsche o de Eloy Sánchez Rosillo, los aforismos de Ramón Eder o las cartas de Elena Fortún a su amiga Inés Field?

            También tomo nota de las casas en venta, muchas de ellas en ruinas, y me entretengo pensando en cómo restaurarlas. Mi favorita, pero no sé si está en venta, es el caserón, rodeado de un alto muro, frente a la ermita de Abuli. Muchas noches, mientras llega el sueño, me entretengo trazando los planos de su interior, arreglando el jardín. Habilitaría como vivienda uno de los lados y en el otro pondría una biblioteca de uso público, con cafetería, como la de Avilés, y con vistas al jardín. Sería un lugar de reunión para toda la gente dispersa de los alrededores que así no tendría, para socializar un poco, que coger el coche e irse al parque Principado (ahora no pueden ir, cosas de Barbón, porque está al lado, pero en otro municipio).

            De los malos momentos, prefiero no hablar. ¿A qué amargar a los demás con secretas amarguras para las que ellos no tienen remedio? Mejor tratar de compartir felicidad.

 

Domingo, 22 de noviembre
RENTABLE VICTIMISMO
 

¿Cuántos insultos y amenazas habré recibido yo en las redes sociales? Y eso que no soy famoso ni he ocupado nunca cargos políticos que me permitieran llevar a la ruina con mis descerebradas o interesadas decisiones a docenas y docenas de familias. Únicamente he arañado la vanidad de algunos poetillas o he dicho lo que pensaba sobre esto y aquello. ¿Qué hice en esos casos? Hasta un cierto límite, si eran comentarios a mi blog, los daba de paso y aparecían publicados para vergüenza de sus cobardones autores. Si contenían insultos para terceras personas, los borraba. Nunca les di tanta importancia como para denunciarlos a la policía, que por muy anónimos que fueran siempre podría encontrar al autor. Ni siquiera me preocupé cuando un anciano (más o menos de mi edad), se entrometió en la charla que mantenía con una amiga en una terraza y comenzó a insultarme y amenazarme, ante el asombro de todos, por las obviedades que me oía sobre las dañinas ridiculeces que Adrián Barbón dice y hace con el pretexto de combatir la pandemia. Simplemente, nos levantamos y nos fuimos mientras el camarero recriminaba a ese pobre hombre envenenado por la propaganda oficial, como en otros tiempos de triste memoria,

            Pero Adrián Barbón tiene la piel más fina o está bien aconsejado sobre lo que le conviene políticamente. Al parecer, según cuenta hoy en la prensa (no sigo su actividad tuitera ni sus intervenciones –Alló, presidente-- en la televisión autonómica), recibió un mensaje amenazante para su familia y en lugar de denunciarlo a la policía, como sería lo lógico si le pareció que iba en serio y no era el desahogo de un desequilibrado, lo publicó, dando a conocer datos privados de sus familiares, y se hizo la víctima. La jugada le resultó rentable. Todo el mundo se solidarizó con él, incluso sus rivales políticos. Un momento de gloria. Su partido, que casualmente es el mío (quién lo iba a decir), aprovechó para echarle la culpa “a las estrategias de acoso y derribo, los tsunamis de fake news y las operaciones de desinformación que son el caldo de cultivo que acaba de desembocar en odio y acoso, algo intolerable ante la lucha contra la mayor pandemia de los últimos años”.

            Vaya por Dios. Ahora va a resultar de que de esas amenazas privadas en la red (que el afectado hace públicas, con el riesgo del efecto contagio), tengo yo la culpa –y no sé si también Donald Trump-- por reírme públicamente, y me seguiré carcajeando mientras la democracia no naufrague del todo, de un dirigente que para combatir la pandemia permite que compremos sartenes, pero no calcetines, charlemos con un café en la mano frente a una cafetería pero no sentados en una terraza, se junten en un aula los alumnos de primaria, pero no los universitarios. Y no sigo con sus disparates, que sería el cuento de nunca acabar.

             

Lunes, 23 de noviembre
RIVERSIDE CHURCH

En mi rincón soleado de costumbre, leo Trascender, una antología de poemas de Gonzalo Sobejano. No sabia que el gran estudioso de la literatura española era poeta. Creo que pocos lo sabían. Le conocí en enero de 2002, en un Nueva York traumatizado por la caída de la Torres Gemelas. Desde la ventana de mi hotel, el Roger Smith, veía Lexington Avenue como ocupada militarmente, con sacos terreros en las aceras, grupos de policías cada pocos pasos y vehículos blindados. Gonzalo Sobejano, al final de mi conferencia, me regaló una separata en la que comentaba un poema de Cernuda. Ahora leo, entre el asombro y la emoción, sus propios poemas. No son una dedicación ocasional al margen del trabajo de profesor y estudioso. A mi entender, no desmerece junto a los otros poetas de su generación, la del cincuenta, pero dudo que le hagan un sitio en los manuales. Los poemas abarcan toda una vida, están escritos a lo largo de más de medio siglo, en la Alemania donde tuvo sus primeros destinos de profesor, en los Estados Unidos donde desarrolló la mayor parte de su vida laboral, en la España recuperada de las vacaciones; son varios los que evocan su infancia en Murcia. No faltan los juegos de ingenio, pero son más aquellos en los que la emoción borra lo que pueda haber de ejercicio retórico. A mí me llama la atención, por mi maniática devoción neoyorquina, el poema que dedica a la iglesia neogótica que se alza en Columbia, frente al Hudson; él la tenía enfrente de su casa y la observa “con la torva torre como el cuello tenso, / con las orejas cortas, / de un caballo que ve la muerte vasta. / El caballo de Troya”. Yo recuerdo una tarde de paseo por Riverside Park en que la doraba el sol y aquel templo ecuménico no me pareció entonces una “pétrea colmena de órbitas vacías” ni un “templo abismal, poblado de vacío”, sino una hoguera que ardía en honor de este Dios que en ella se venera, un Dios que es todos los dioses, cristianos o no, y que solo se nos descubre como ausencia.

 

Martes, 24 de noviembre
EN LAS PELAYAS

“El domingo pasado fui a misa”, le digo a mi amiga Eugenia, que sigue con su buena costumbre de llamar de vez en cuando a los ancianos que vivimos solos para interesarse por su salud y estado de ánimo. “¡No me digas! Qué alegría me das”. “Como no podía ir al cine, que es lo que hago los domingos por la tarde, salí a dar una vuelta por el centro, aunque deprime bastante ver las calles tan sin vida. Al pasar por delante de las Pelayas me sorprendió, en el silencio del atardecer, un distante canto de sirenas. Sin pensar, subí la escalinata de piedra y entré en la iglesia. Apenas había media docena de personas. Me senté tímidamente en uno de los bancos últimos pensando quedarme solo un momento, pero me quedé hasta el final, fascinado por la música, el olor del incienso y el ir y venir fantasmal de las monjas tras las rejas. Recordé Ángel Guerra, la novela de Galdós, y también alguna página de las leyendas de Bécquer. Fui feliz. Marañón decía que era un trapero del tiempo, que aprovechaba cualquier instante. Yo soy un trapero de la felicidad, un bien cada vez más escaso, pero del que yo no dejo escapar ni una brizna”.

 

Miércoles, 25 de noviembre
SI LOS VIRUS HABLARAN

Hoy vuelven a dejar abrir a las tiendas “no esenciales” y las razones para abrirlas son las mismas que hubo para cerrarlas: ninguna. Paseo por el centro de Oviedo y compruebo lo poco que se nota esa medida en las calles, que siguen tan tristonas como de costumbre. Las tiendas que de nuevo pueden abrir están vacías y algunas, ahora que pueden, no han abierto, quizá han cerrado para siempre. Ante algunos bares hay grupos que toman café o un pincho de pie o apoyándose donde pueden. Me detengo ante uno de esos carteles de la propaganda oficial en los que se lee “el virus no piensa, tú sí”. Cierto, yo sí pienso, al contrario que el Gobierno de Asturias, y solo me vale para deprimirme y que me entren ganas de llorar al ver lo que están haciendo con nosotros (y eso que no es nada comparado con el infierno de las residencias). Para no deprimirme del todo, me imagino el diálogo entre un virus experto y otro que está empezando a andar por el mundo. El experto ha seguido un cursillo sobre cómo actúan los virus y trata de educar al segundo.

            ----Hay que actuar de acuerdo con las normas de la Consejería de Sanidad, jovencito, no de cualquier manera. Vamos a suponer que tú andas por el aire, recién salido de un asintomático,  y ves a una persona que se pone a tiro, ¿la infectarías?

            ----Hombre, claro, es mi naturaleza.

            ----Pues no, no, y no. Primero tienes que ver si el recinto cerrado en que está es una tienda esencial o no esencial. Si es esencial, por ejemplo, una administración de lotería o un estanco, ni se te ocurra, aunque en ellas se apelotone la gente; ahora si es no esencial, como una zapatería, pues a ello, aunque lo tengas difícil porque los clientes entran de uno en uno. Ahora, eso sí, si en medio de un parque, lejos de todo el mundo, ves a una persona que se quita la mascarilla, raudo a por ella, como si fueras de la policía. Ya sé, que si no hay nadie cerca, lo vas a tener difícil, pero es lo que manda la Consejería de Sanidad. Y si entras en un local con varias personas, sentadas bien separadas unas de otras, fíjate bien si están en una iglesia o en una sala de conciertos. Si es lo primero, como se trata de una actividad esencial, ni se te ocurra contagiar a nadie; si es lo segundo, como se trata de una actividad no esencial, puedes hacer de las tuyas.

            ---¿Y qué actividades son esenciales y cuáles no, maestro?

            ---No intentes entenderlo porque ni Kant ni Zubiri serían capaces de hacerlo. Tú limítate a leer el BOPA.

            ----¿De veras es así como me dices, maestro?

            ----De veras. Hay que ser formales y comportarse con arreglo a las normas de la consejería de Sanidad. Si te paseas por Oviedo, no puedes infectar a nadie que sea de Oviedo, ahora si ves a alguno que ha venido aquí desde Gijón o Avilés, a por él sin compasión, que se ha saltado los límites perimetrales..

            ----O sea que para comportarme como Barbón manda debo estar pendiente de esos requisitos administrativos, de si esta tienda es esencial o no, de si este individuo está domiciliado en Avilés y sin embargo anda por Oviedo, de si este establecimiento comercial tiene más de trescientos metros cuadrados y por lo tanto puedo infectar a quien entre en él y sin embargo este otro tiene menos de trescientos y por eso no hay peligro.

            ---Exacto, exacto. Eres un virus, no pienses, deja que Adrián Barbón piense por ti.

           

Jueves, 26 de noviembre
LA PEOR DE LAS ALERGIAS

La alergia a la estupidez es la peor de las alergias. No se libra uno de ella en ningún sitio ni en ninguna de las época del año.

Viernes, 27 de noviembre
LO QUE YO HARÍA

“Siempre criticando, Martín, siempre criticando. A ti te querría ver yo en el puesto de Adrián Barbón, a ver qué harías”.

“En primer lugar, procuraría no hacer el ridículo. Y me esforzaría mucho, si no soy capaz de arreglar la situación, por lo menos en no empeorarla”.