sábado, 28 de noviembre de 2020

Después y todavía: Reír por no llorar

 


Sábado, 21 de noviembre
COMPARTO
 

Si el mayor de los pecados que un hombre puede cometer es no haber sido feliz, según afirma Borges en un famoso soneto (pero no hay que hacer demasiado caso a lo que dicen los poetas), yo no he cometido ese pecado. Habré cometido otros muchos, pero otros no. He sido feliz y apenas hay día que no lo sea, al menos durante un rato, incluso en estos tristes tiempos.

            Soy feliz cuando salgo a pasear, solo o en buena compañía, y me entretengo en saludar y fotografiar a las florecillas del campo y a las nubes que pasan. Nunca me imaginé que un árbol, con el ramaje traspasado por el sol otoñal, pudiera ser más hermoso que los poemas que lo cantan. Yo era el príncipe que todo lo aprendió en los libros, para decirlo con el título de Benavente, Ahora mi libro favorito es el libro de la naturaleza.

            Mi libro favorito, pero no el único que leo. Solo he cambiado de rincón en esta inmensa biblioteca que es para mí el vario mundo. Antes leía un libro recién llegado en Los Porches, ahora lo hago –mientras el tiempo lo permite-- sentado en un banco ante la iglesia de la Tenderina (el café para llevar lo compro en Noor) o junto a la ermita de Santa Ana de Abuli. ¿Qué mejor lugar para leer los versos de Nietzsche o de Eloy Sánchez Rosillo, los aforismos de Ramón Eder o las cartas de Elena Fortún a su amiga Inés Field?

            También tomo nota de las casas en venta, muchas de ellas en ruinas, y me entretengo pensando en cómo restaurarlas. Mi favorita, pero no sé si está en venta, es el caserón, rodeado de un alto muro, frente a la ermita de Abuli. Muchas noches, mientras llega el sueño, me entretengo trazando los planos de su interior, arreglando el jardín. Habilitaría como vivienda uno de los lados y en el otro pondría una biblioteca de uso público, con cafetería, como la de Avilés, y con vistas al jardín. Sería un lugar de reunión para toda la gente dispersa de los alrededores que así no tendría, para socializar un poco, que coger el coche e irse al parque Principado (ahora no pueden ir, cosas de Barbón, porque está al lado, pero en otro municipio).

            De los malos momentos, prefiero no hablar. ¿A qué amargar a los demás con secretas amarguras para las que ellos no tienen remedio? Mejor tratar de compartir felicidad.

 

Domingo, 22 de noviembre
RENTABLE VICTIMISMO
 

¿Cuántos insultos y amenazas habré recibido yo en las redes sociales? Y eso que no soy famoso ni he ocupado nunca cargos políticos que me permitieran llevar a la ruina con mis descerebradas o interesadas decisiones a docenas y docenas de familias. Únicamente he arañado la vanidad de algunos poetillas o he dicho lo que pensaba sobre esto y aquello. ¿Qué hice en esos casos? Hasta un cierto límite, si eran comentarios a mi blog, los daba de paso y aparecían publicados para vergüenza de sus cobardones autores. Si contenían insultos para terceras personas, los borraba. Nunca les di tanta importancia como para denunciarlos a la policía, que por muy anónimos que fueran siempre podría encontrar al autor. Ni siquiera me preocupé cuando un anciano (más o menos de mi edad), se entrometió en la charla que mantenía con una amiga en una terraza y comenzó a insultarme y amenazarme, ante el asombro de todos, por las obviedades que me oía sobre las dañinas ridiculeces que Adrián Barbón dice y hace con el pretexto de combatir la pandemia. Simplemente, nos levantamos y nos fuimos mientras el camarero recriminaba a ese pobre hombre envenenado por la propaganda oficial, como en otros tiempos de triste memoria,

            Pero Adrián Barbón tiene la piel más fina o está bien aconsejado sobre lo que le conviene políticamente. Al parecer, según cuenta hoy en la prensa (no sigo su actividad tuitera ni sus intervenciones –Alló, presidente-- en la televisión autonómica), recibió un mensaje amenazante para su familia y en lugar de denunciarlo a la policía, como sería lo lógico si le pareció que iba en serio y no era el desahogo de un desequilibrado, lo publicó, dando a conocer datos privados de sus familiares, y se hizo la víctima. La jugada le resultó rentable. Todo el mundo se solidarizó con él, incluso sus rivales políticos. Un momento de gloria. Su partido, que casualmente es el mío (quién lo iba a decir), aprovechó para echarle la culpa “a las estrategias de acoso y derribo, los tsunamis de fake news y las operaciones de desinformación que son el caldo de cultivo que acaba de desembocar en odio y acoso, algo intolerable ante la lucha contra la mayor pandemia de los últimos años”.

            Vaya por Dios. Ahora va a resultar de que de esas amenazas privadas en la red (que el afectado hace públicas, con el riesgo del efecto contagio), tengo yo la culpa –y no sé si también Donald Trump-- por reírme públicamente, y me seguiré carcajeando mientras la democracia no naufrague del todo, de un dirigente que para combatir la pandemia permite que compremos sartenes, pero no calcetines, charlemos con un café en la mano frente a una cafetería pero no sentados en una terraza, se junten en un aula los alumnos de primaria, pero no los universitarios. Y no sigo con sus disparates, que sería el cuento de nunca acabar.

             

Lunes, 23 de noviembre
RIVERSIDE CHURCH

En mi rincón soleado de costumbre, leo Trascender, una antología de poemas de Gonzalo Sobejano. No sabia que el gran estudioso de la literatura española era poeta. Creo que pocos lo sabían. Le conocí en enero de 2002, en un Nueva York traumatizado por la caída de la Torres Gemelas. Desde la ventana de mi hotel, el Roger Smith, veía Lexington Avenue como ocupada militarmente, con sacos terreros en las aceras, grupos de policías cada pocos pasos y vehículos blindados. Gonzalo Sobejano, al final de mi conferencia, me regaló una separata en la que comentaba un poema de Cernuda. Ahora leo, entre el asombro y la emoción, sus propios poemas. No son una dedicación ocasional al margen del trabajo de profesor y estudioso. A mi entender, no desmerece junto a los otros poetas de su generación, la del cincuenta, pero dudo que le hagan un sitio en los manuales. Los poemas abarcan toda una vida, están escritos a lo largo de más de medio siglo, en la Alemania donde tuvo sus primeros destinos de profesor, en los Estados Unidos donde desarrolló la mayor parte de su vida laboral, en la España recuperada de las vacaciones; son varios los que evocan su infancia en Murcia. No faltan los juegos de ingenio, pero son más aquellos en los que la emoción borra lo que pueda haber de ejercicio retórico. A mí me llama la atención, por mi maniática devoción neoyorquina, el poema que dedica a la iglesia neogótica que se alza en Columbia, frente al Hudson; él la tenía enfrente de su casa y la observa “con la torva torre como el cuello tenso, / con las orejas cortas, / de un caballo que ve la muerte vasta. / El caballo de Troya”. Yo recuerdo una tarde de paseo por Riverside Park en que la doraba el sol y aquel templo ecuménico no me pareció entonces una “pétrea colmena de órbitas vacías” ni un “templo abismal, poblado de vacío”, sino una hoguera que ardía en honor de este Dios que en ella se venera, un Dios que es todos los dioses, cristianos o no, y que solo se nos descubre como ausencia.

 

Martes, 24 de noviembre
EN LAS PELAYAS

“El domingo pasado fui a misa”, le digo a mi amiga Eugenia, que sigue con su buena costumbre de llamar de vez en cuando a los ancianos que vivimos solos para interesarse por su salud y estado de ánimo. “¡No me digas! Qué alegría me das”. “Como no podía ir al cine, que es lo que hago los domingos por la tarde, salí a dar una vuelta por el centro, aunque deprime bastante ver las calles tan sin vida. Al pasar por delante de las Pelayas me sorprendió, en el silencio del atardecer, un distante canto de sirenas. Sin pensar, subí la escalinata de piedra y entré en la iglesia. Apenas había media docena de personas. Me senté tímidamente en uno de los bancos últimos pensando quedarme solo un momento, pero me quedé hasta el final, fascinado por la música, el olor del incienso y el ir y venir fantasmal de las monjas tras las rejas. Recordé Ángel Guerra, la novela de Galdós, y también alguna página de las leyendas de Bécquer. Fui feliz. Marañón decía que era un trapero del tiempo, que aprovechaba cualquier instante. Yo soy un trapero de la felicidad, un bien cada vez más escaso, pero del que yo no dejo escapar ni una brizna”.

 

Miércoles, 25 de noviembre
SI LOS VIRUS HABLARAN

Hoy vuelven a dejar abrir a las tiendas “no esenciales” y las razones para abrirlas son las mismas que hubo para cerrarlas: ninguna. Paseo por el centro de Oviedo y compruebo lo poco que se nota esa medida en las calles, que siguen tan tristonas como de costumbre. Las tiendas que de nuevo pueden abrir están vacías y algunas, ahora que pueden, no han abierto, quizá han cerrado para siempre. Ante algunos bares hay grupos que toman café o un pincho de pie o apoyándose donde pueden. Me detengo ante uno de esos carteles de la propaganda oficial en los que se lee “el virus no piensa, tú sí”. Cierto, yo sí pienso, al contrario que el Gobierno de Asturias, y solo me vale para deprimirme y que me entren ganas de llorar al ver lo que están haciendo con nosotros (y eso que no es nada comparado con el infierno de las residencias). Para no deprimirme del todo, me imagino el diálogo entre un virus experto y otro que está empezando a andar por el mundo. El experto ha seguido un cursillo sobre cómo actúan los virus y trata de educar al segundo.

            ----Hay que actuar de acuerdo con las normas de la Consejería de Sanidad, jovencito, no de cualquier manera. Vamos a suponer que tú andas por el aire, recién salido de un asintomático,  y ves a una persona que se pone a tiro, ¿la infectarías?

            ----Hombre, claro, es mi naturaleza.

            ----Pues no, no, y no. Primero tienes que ver si el recinto cerrado en que está es una tienda esencial o no esencial. Si es esencial, por ejemplo, una administración de lotería o un estanco, ni se te ocurra, aunque en ellas se apelotone la gente; ahora si es no esencial, como una zapatería, pues a ello, aunque lo tengas difícil porque los clientes entran de uno en uno. Ahora, eso sí, si en medio de un parque, lejos de todo el mundo, ves a una persona que se quita la mascarilla, raudo a por ella, como si fueras de la policía. Ya sé, que si no hay nadie cerca, lo vas a tener difícil, pero es lo que manda la Consejería de Sanidad. Y si entras en un local con varias personas, sentadas bien separadas unas de otras, fíjate bien si están en una iglesia o en una sala de conciertos. Si es lo primero, como se trata de una actividad esencial, ni se te ocurra contagiar a nadie; si es lo segundo, como se trata de una actividad no esencial, puedes hacer de las tuyas.

            ---¿Y qué actividades son esenciales y cuáles no, maestro?

            ---No intentes entenderlo porque ni Kant ni Zubiri serían capaces de hacerlo. Tú limítate a leer el BOPA.

            ----¿De veras es así como me dices, maestro?

            ----De veras. Hay que ser formales y comportarse con arreglo a las normas de la consejería de Sanidad. Si te paseas por Oviedo, no puedes infectar a nadie que sea de Oviedo, ahora si ves a alguno que ha venido aquí desde Gijón o Avilés, a por él sin compasión, que se ha saltado los límites perimetrales..

            ----O sea que para comportarme como Barbón manda debo estar pendiente de esos requisitos administrativos, de si esta tienda es esencial o no, de si este individuo está domiciliado en Avilés y sin embargo anda por Oviedo, de si este establecimiento comercial tiene más de trescientos metros cuadrados y por lo tanto puedo infectar a quien entre en él y sin embargo este otro tiene menos de trescientos y por eso no hay peligro.

            ---Exacto, exacto. Eres un virus, no pienses, deja que Adrián Barbón piense por ti.

           

Jueves, 26 de noviembre
LA PEOR DE LAS ALERGIAS

La alergia a la estupidez es la peor de las alergias. No se libra uno de ella en ningún sitio ni en ninguna de las época del año.

Viernes, 27 de noviembre
LO QUE YO HARÍA

“Siempre criticando, Martín, siempre criticando. A ti te querría ver yo en el puesto de Adrián Barbón, a ver qué harías”.

“En primer lugar, procuraría no hacer el ridículo. Y me esforzaría mucho, si no soy capaz de arreglar la situación, por lo menos en no empeorarla”.



 

52 comentarios:

  1. Respuestas
    1. De los "aforismos" de Ramón Eder no salvo ni uno.

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    2. Pues qué bien. Seguro que Ramón Eder no duerme pensando en si sus aforismos los salva o no un o una tal B.A.

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    3. La vulgaridad también merece su reseña: agua y ajo.

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    5. Nadie, estimado Ángel Vizcaíno, pone en cuestión el valor literario de la obra de Ramón Eder: pero esa hipotética gracia no basta como argumento de autoridad que impida que -con franqueza y frialdad- algunos estimemos que esos aforismos que usted nos selecciona amablemente no sean flojos, superficiales y dejavús. Repito que es una estimación personal y subjetiva de quien -por el contrario- encuentra memorables muchos epigramas, greguerías y aforismos de otros autores (Ramón, Camba, Galeano, Quintana...). El aforismo tiene que poseer la cualidad de desvelarnos una chispa de luz nueva aun en las cosas más prosaicas. Pienso que no es el caso de esta remesa ederiana.
      Algunos, como este de “Mientras haya cafés de techos altos la cultura estará a salvo.”, apetece aggiornalos y hacer chiste con ellos:
      -"Mientras haya cafés de techos altos y amenace el Covid 19, no los cambie por las tascas de su barrio." (Este para don Martín, con mucha preocupación).
      Otros, simplemente desdeñarlos:
      -“Confundir la religión con los curas es como confundir la literatura con los malos escritores.” Tan resobado y tan pedestre que obvio el comentario.
      -“La patria es una obsesión que mezcla los himnos con la gastronomía.” Parece responder a una "reflexión" de Tejero desde la trena y que, de aquella, publicaron los papeles.
      -“Los solitarios cuando van a un café tienen una tertulia con sus fantasmas.” Patético, y no por los fantasmas precisamente.
      -“El arte ha salvado a la humanidad de la barbarie.” El parto de los montes, jo tío.
      -“Uno es viejo cuando empieza a dar explicaciones para demostrar que no lo es.” Abochornaría a Wilde si se lo atribuyeran.
      -”Los escritores mienten mucho porque lo suyo es mentir para decir la verdad.” Profundo como el Mar de la Sonda.
      -“También el antipatriotismo puede ser el refugio de los canallas”, ¿Remake de Millán Astray acaso?
      -“Escribir es citar citando al autor o sin citarlo.” Originalísimo..
      -"Los hay a los que les da igual una bandera que otra siempre que ellos sean los dueños del mástil.” A este no le niego oportunidad, esa sí.

      Quedan algunos otros, pero del mismo tenor y profundidad. Del ánima.


      P.S.- Usted no tiene la culpa, Vizcaíno, que bastante se molesta. Mis mejores deseos.

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    7. Claro que me responde con la cortesía debida; usted es de natural cortés y no sabría contestar de otro modo..., lo que -dicho sea de paso- casi le resta mérito a mis ojos, porque la buena crianza le exoneraría de hacerse fuerza en el carácter. Pero a uno como yo, forjado en la "pública" y hasta en algo parecido a un reformatorio de aquellos... ¿qué se le puede exigir, buen Vizcaíno, qué?
      Me agrada y hasta sorprende que conozca la faceta orientalista del general Millán Astráy, que tuve el dudoso honor de poner de manifiesto ante unos amigos, al hilo de la reciente peli de Alejandro Amenábar "Mientras dure la guerra", pues resultaba verídico que un hombre tan brutal como el general gallego (¡otro!) reservara un poco de cacumen a disciplina tan refinada. Por esa parte un placer. Aunque le confieso que soy más de bohío caribe que de bushido nipón: nadie es perfecto del todo.
      Pero, según escribo, me sobreviene un mal aire, una insidiosa duda de si la cita que usted nos trae del general tuerto no conllevará, encriptado, un cierto afán encomiástico de su ilustre persona. No le choque: aún me sobrecoge la carta de los 73 samuráis carpetovetónicos.
      Pero, centrándonos en el asunto de las greguerías de Eder, admito que sobre gustos -como dice el dicho- no hay colores. Aunque prevaliéndome del anonimato que evita muchos sonrojos por osadía concomitante..., le diré que pienso como pienso de estas “cosas” del escritor navarro sencillamente porque servidor tiene escrito cosas mejores de su puño y letra: bastante mejores, me atrevo a asegurar.
      Así de sencillo. Si no le convenzo es cosa suya: usted mismo, ciudadano.

      P.S.- En esa defensa que hace del prestigio ajeno (diré que le honra, si me jura que no hay exhibicionismo en ella) le confieso que me recuerda usted a una señora que me tocó de vecina de butaca en un cine; una de esas sesiones de ópera que se transmiten en tiempo real, en aquella ocasión de La Traviata y desde el Metropolitan de N.Y. Pues resulta que en uno de los entreactos comenté con mi acompañante (bastante guapa) algo pelín mordaz sobre el físico de la soprano Joan Sutherland, cuya corpulencia y reciendumbre mandibular casaba mal con la Violetta que se nos quería convencer de que se moría en una chaise longe de puro tísica. Pues a lo que iba: que la vecina de al lado que me escucha y que me monta el pollo porque “a la señora Sutherland se le debía un respeto” y que ella no consentía semejantes cuchufletas si estaba presente.
      Eso me pareció..., que era un poco ridículo echar su cuarto a espadas amagando con defender el prestigio de alguien que si le ve en el metro (?) ni le saluda. Y, claro, el prestigio no se gana por ósmosis ni por frecuencia ni por contacto, más bien se curra. A veces viene si se nace. Si no se nace, va a ser que no.
      Saludo atento.

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    9. Lo entiendo, Vizcaíno, pero no se lo tome tan a pecho. Mi amigo Andresillo Bretón sí que me comprende..., dice él leyendo este serial. Que eso es nomás.
      Mi respeto y consideración para usted.

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  2. Ángel, completas perfectamente mi diario. Tendrías que pasarme una cuenta con tus honorarios.

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  3. A mi aún no me cuadra cómo puede sobrevivir un hostelero vendiendo una docena de cafés a la puerta del bar, sobre todo sin menús (o con ellos). Tendrá que encender la cafetera, las neveras, una mínima iluminación interior, preparar algún pincho, etc.
    Ya están hartos y en Asturias dicen que abrirán el día 3, si o si.
    Me temo que Barbón tendrá que dar su brazo a torcer o ponerse duro, lo que no le conviene.

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  4. Nos tenía dicho Martín que casi detestaba la naturaleza, que solo concedía valor a lo creado por la mano del hombre y que -para él- lo natural era poco más que el telón de fondo de la escena, como esos de las tablas flamencas en las que el Gólgota domina un campo de nabos y, a lo lejos, apuntan las torres de un Weimar idealizado, sin que nadie -sobrecogido por el drama- se inquiete por semejante anacronismo. Parece que ha sufrido cierta metamorfosis y que habría empezado a reparar en la belleza del amarillo cadmio de la flor del diente de león, en el delicado bronce de las hojas secas y hasta en la arquitectura de las oblicuas casas rojas del barrio, para cuya reforma traza planos ideales en el transcurso de ciertas vigilias del casto otoño. Comparte también la curiosa afición de todos los jubilados a vigilar las obras públicas, arqueología menesterosa de los barrios casi siempre sin historia.

    PS.- Dada esa mutación de los gustos, cabe que una mañana se levante y, después de leer la prensa, note que le ha perdido afición a su hasta entonces candidato (in pectore) a una eventual Tercera República.

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    1. Ya he perdido afición a ese señor al que Barbón acusa de no ser responsable por tener contacto con un (o una) positivo y estar en cuarentena. Por irresponsables así nos cierran los cafés. Es broma. Me río de Barbón, pero es cierto que ahora no votaría a ningún Pujol para presidente de la república catalana ni a ningún Borbón para presidir la española.

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    2. Sí..., Barbón y Borbón, curiosa coincidencia.

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  5. AGRADECIMIENTO

    Esto es vivir: mano de polvo sobre
    el viejo mueble de las despedidas,
    labios —de tinta y de papel— que guardan
    la huella de su tiempo y el encanto
    de «Aquel vestido de mi juventud».
    Míralo bien, es ya —qué pronto— ahora
    polvoriento legajo en un arca:

    "... Y dime qué quedó de tu pobre vestido
    en las costas de aquel verano en Alicante.
    La caprichosa y zigzagueante arruga
    como una asociación de ideas —buenas
    o malas: siempre nuevas— nos parece muy próxima
    a nosotros y, al mismo tiempo, infinita-
    mente distante, otro mundo.
    _____________________________Pero
    si pudiera elegir de todos los veranos
    contigo algún detalle —en el momento justo en que lo vimos:
    la milagrosa línea irregular en la tela feliz como riéndose—,
    era la vida rescatada aquella raya de dicha movida por el aire
    tan fresco e incisivo, tan necesario amor,
    en mi recuerdo siempre la misma imagen,
    aquella forma de mirar el mundo
    —casi a lo Marilyn—, mamá, mi vida".

    Esto es vivir
    mientras mis dedos —un rastro antiguo y blanco—
    pasan pálidamente por tu rostro,
    como quien ve caer
    la arena en un reloj pequeño y sabe
    que no podrá darle la vuelta.

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  6. Merecería representarse un guiñol con las enseñanzas del Virus Maestro al Virus Alumno. Expondría las vergüenzas de los políticos que, en vez de mandar a los ciudadanos a los campos y a los bosques, para que no estén con gente, que es la que contagia, los mandan montar en autobuses para ir al trabajo y encerrarse en las atmósferas viciadas de sus casas. No les sobran luces.
    Por cierto: ustedes los del blog, tan amantes de los libros, se divertirán mucho leyendo El Infinito en un Junco", de la escritora, novelista, columnista de Prensa, Irene Vallejo. No es un libro especulativo ni de ficción. Es una obra documentadísima en torno a la historia de la elaboración y producción de libros. Se trata de una obra valiosa, a pesar de estar recomendada por Vargas Llosa. (Pero también la apoya Juan José Millás). Voy por la mitad, me está encantando.
    Lo robé hace una semana en una Casa del Libro y, según mi práctica habitual, enviaré su importe completo, casi 25 euros a su autora por giro postal o por correo ordinario a su periódico, en un sobre con un par de billetes dentro de un folio plegado. La autora es la que merece ganar ese dinero, no la editorial ni la librería. A los mercaderes no les perjudico, ya que la publicidad que hago (esta misma) supera con creces el valor del objeto. (La publicidad se paga carísima hoy día). Esta es mi praxis reciente con los autores que valen la pena. Que lo disfruten.

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    1. Está muy bien lo que usted nos cuenta. Que lo justo y deseable es robar los libros, y remitir su importe al autor. Con lo que obviamente, si su consejito fuera adecuadamente seguido. las librerías se hundirían (ya, sin esa sugerencia suya, lo están pasando bastante mal), y todo quedaría en manos de Amazon y cosas parecidas, donde le va a ser mucho más complicado robar, y a su arbitrio, al de Amazon, en cuanto a distribución y precios. (Claro que siempre le quedará la posibilidad de robar libros en las bibliotecas públicas).
      En fin, lo de que el hombre es un ser racional, ya se ve todo lo discutible que es.

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  7. 1/ "El infinito en un junto" lleva infinitas ediciones, lo están leyendo incluso quienes nunca leen libros. El consejo resulta ya un poco tardío.
    2/ Lo de enviar los 25 euros a la autora es pura demagogia desinformada. Para que ese volumen esté en sus manos, indebidamente por cierto, el editor ha tenido que maquetarlo, enviar a la imprenta (y pagar a ambos), entregar los ejemplares a un distribuidos (que no trabaja gratis). Y para que uno pueda entrar en una librería y comprar (o robar) el libro que le agrade hay que pagar alquiler, luz, sueldos de empleados, etc. Con el diez por ciento el autor está bien retribuido y puede ganar una fortuna si el libro se vende adecuadamente (Irene Vallejo no podrá quejarse).

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    1. A propósito, si alguno desconoce la noticia, le informo que en el Festival Eñe organizado hace unos días en Madrid, tuvo lugar una interesante charla protagonizada por Irene Vallejo y Javier Gomá, entre otras parejas invitadas. Recomendaría, si se encuentra interés, localizar estos encuentros en Youtube, aunque sea pagando el peaje de soportar al empalagoso Ruiz Mantilla, obstinado en apostillar a Vargas. Este fin de semana el Festival se ha trasladado a Málaga y los intervinientes ya son otros.

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  8. Bueno, bueno, poco a poco, yo no voy de heraldo, ni de noticiero, ni de suplemento dominical. Ni tengo pretensiones de recensionista librero. El libro es de últimos de 2019, o sea que no veo que sea tan tardío recomendarlo ahora, si pienso que no es suficientemente conocido (salvo en ambientes profesionales), cuando hay muchos que están recomendando a Borges, al Quijote o a Montaigne.

    Dar al autor por "bien retribuido" con el 10% me parece otorgar el valor principal del libro a los trabajos más mecánicos y manuales (maquetación, impresión, reparto, puesto de venta) mientras se relega el trabajo intelectual, la autoría verdadera, al papel de comparsa a quien el empresario entrega una limosna, las migajas o las sobras de todo el proceso. Considerar esa práctica explotadora como "demagogia desinformada" depende de las tragaderas ideológicas y sociales que uno tenga, y del grado en que se asuman los manejos capitalistas al uso, la retención de plusvalías, la acumulación de capital, etc. Mis propias "tragaderas ideológicas" no son muy profundas, lo confieso. E insisto, compenso en publicidad, y con creces, cualquier posible prejuicio causado a los genéricamente considerados como "mercaderes", por contraposición al creador o ideador o inventor. Hablando de desinformación, también conviene estar informado del precio actual de la publicidad. Cada vez que los Grandes Almacenes nos "regalan" una bonita bolsa de plástico de 5 céntimos, les estamos haciendo gratuitamente, por toda la ciudad, un trabajo de publicidad que bien puede valer 20 euros. Hay que enterarse bien, sí, pero de todo.

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    1. Estoy muy de acuerdo con que el porcentaje que recibe el creador del producto es muy escaso, Robin, pero no conviene desdeñar el riesgo y el gasto constante que asumen, editor, distribuidor y librero. Tal vez lo justo sería un reparto equitativo del beneficio entre las cuatro partes. Pero según lo escribo pienso que esta reivindicación la habrán hecho cientos de escritores y ante el fracaso no recuerdo haber sabido de un plante más radical. Más bajo aún, un cuatro o un cinco por ciento, reciben los arquitectos por realizar proyectos cuya materialización y venta llenará escandalosamente las arcas de las inmobiliarios. Además, a diferencia del escritor, el arquitecto necesita una infraestructura para ejercer su profesión que no resulta precisamente barata. Le informaré de que al menos una tercera parte de lo que cobra lo devora esa infraestructura. Añádale otros gastos imprescindibles, como la obligatoria y carísima suscripción de la póliza de responsabidad civil a pagar durante doce años, y poco remanente queda.

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    2. No, Luis Felgueroso, dividir en cuatro partes no es equitativo. El libro en papel es un objeto que tiene un coste. La mayoría de los libros que se imprimen ni siquiera producen lo suficiente para asumir ese coste (los financia a fondo perdido una institución o el propio autor). De los beneficios que produce el libro, una vez abonados los gastos de impresión y de distribución y demás, sí es justo que el escritor se lleve una parte tan considerable como la del editor. Al autor que no esté conforme con el diez por ciento del precio de venta (que no el diez por ciento de los beneficios, que a menudo ni existen) le queda la opción de editar digitalmente y quedarse con el importe íntegro de lo que logra vender (ya verá entonces lo rentable que le resulta prescindir de intermediarios).

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    3. José Luis, empiezo haciéndole un reconocimiento a Robin y no tardo en rectificar parcialmente, aunque el asunto es de suficiente enjundia como para tratarlo ligeramente por quienes no somos escritores, como es el caso de usted.

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  9. Yo, aunque tuviese que robarlo (sin mandar dinero al autor) el libro que me llevaría ahora de una librería es "Capital de tercer orden". Es como si me hubieras descubierto un poeta que necesitaba, la sed de poesía que tiene uno. Y además con el poema que reproduce, en Crisis de Papel, Ángel Vizcaíno Fernández. Aunque esté más a mano "El infinito en un junco" robaría el de ese extraño falangista.

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  10. Apología del robo. Asco das Robín.

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  11. ¿El Dios encarnado solo se descubre como ausencia? Tienes que dejarte asombrar más, Martín.

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  12. Se me hace muy cuesta arriba creer que los intervinientes que aprueban la actual remuneración al autor/escritor lo hacen con entera convicción y sin asomo de cinismo. A todos les consta que la escritura de una novela dignamente construida puede llevar un par de años; la creación de una amplia obra erudita requiere una ingente labor de acopio de documentación, organización y filtrado, ordenación y selección, más la redacción o escritura final, que si es cuidadosa puede implicar muchos borradores y correcciones. Tres años en total es una duración del proceso que se podría tomar grosso modo como impreciso promedio. ¿Y estos sesudos señores pretenden equiparar tres años de trabajo arduo al plazo de un día, o de una mañana, que se tarda en maquetar un libro entero con un programa informático tipo QuarkXpress o Pagemaker? ¿Están de broma? El precio del objeto físico también se puede calcular, todos hemos comprado papel y hemos comprado tinta, o hemos mandado imprimir tarjetas. Lo que cuesta repartir con unas cuantas furgonetas es también de dominio público. Señores, sencillamente es una forma de esclavismo insultante, pero socialmente aceptada, el trato al autor; que se remunere de esta manera un trabajo incansable de 2, 3 o 4 años. Evidentemente está por ahí, mal camuflado, un beneficio empresarial abusivo que está impidiendo que se haga justicia al escritor.

    El caso no dista mucho de lo que sucede a los recolectores fruteros o a los de café. Intermediarios depredadores se quedan con la parte del león mientras los cultivadores caen en la semiesclavitud y los dueños de Starbucks amasan millones, multiplicando por mil el precio del grano que salió de Colombia o de Etiopía.

    Trato aparte merece el comentarista Jose, quizás uno de esos troles tergiversadores, más que por mala fe, por incapacidad de comprender. Me atribuye que "lo justo y deseable es robar los libros, y remitir su importe al autor". Pero yo no he dicho semejante cosa ni lo he propuesto como meta general, ni soy ningún apóstol ni partícipe en ningún movimiento. La reacción de Jose, niñoide y simploide, eleva a religión lo que no es sino un gesto estrictamente personal de homenaje y aprecio a un autor (si es admirado) y de denuncia del expolio que está sufriendo. Conocer lo justo y deseable es cuestión ardua. Conocer lo que no es justo ni deseable ni admisible resulta muchísimo más sencillo. Al alcance de (casi) todo el mundo.

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    1. Vale, señor "Robin Book", cuyo alias recuerda (pero es sólo azar, oiga, sin ninguna intención) al de quien robaba a los ricos para dárselo a los pobres, en un gesto que no era sólo, como dice ser el suyo, "estrictamente personal"; vale. Que el haber creído yo otra cosa, esto es, que su alias tenía algún significado en el contexto de lo que dice, me valga los agradables calificativos (¿calificativoides?) con los que me obsequia, supongo que muestra, una vez más, la propensión de tanta gente a sustituir los argumentos que no tiene por el ataque personal al interlocutor, cosa ésta infinitamente más fácil y que no requiere de pensar, más bien de lo contrario.
      Muy agradecido.

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  13. ¿Quién será este Robin Book que ignora que la remuneración que recibe un novelista no depende del tiempo que dedique a su trabajo, sino del número de ejemplares vendidos? Un novelón de seiscientas páginas, en el que el autor ha invertido media vida, puede ser la ruina de quien se decida a editarlo, mientras que las memorias de un famoso, redactadas por un periodista, pueden producirle una pequeña fortuna. Y aquí no cabe hablar de si es justo o injusto. Al escritor que no vende más que media docena de ejemplares, ¿quién le abona el tiempo que ha dedicado a escribir su libro? ¿Una partida de los presupuestos generales del Estado? ¿La seguridad social? ¿Un impuesto especial sobre el consumo?
    Por cierto, yo debo ser muy mal pensado, pero siempre que me encuentro con alguien como este ingenioso Robin Book pienso en el endémico F.

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    1. Mister Robin Book será quien quiera que sea pero el puto F no es de su partida ni de su fronda (Book, de Sherwood, servidor del coto benedictino de Buçaco), por muy comunes que tengan los ingenios. Y ya son varias las veces que Martín mete la gamba; nomás que unos retrases y lo veríamos incordiar con el chisme de que un vascuence por nombre Ander Eceiza era trasunto vergonzante de F -ese polígrafo internacional que ustedes tienen por qué conocer- cuando toreaba a Felgueroso con desdenes. Ahora resulta que Book es el endémico F.
      Llama la atención lo chapucero que es Martín en sus análisis al desgaire, incapaz de identificar estilo y conformación sintáctica, amén de ciertas querencias y repulsas de un autor puesto en el disparadero de sus dioptrías. Hay cierto regodeo en lo que escribo, por si documenta mejor lo que refiero.
      Por ejemplo, F nunca usa la cursiva, entreguiona antes que entreparentifica, usa a discreción de lo neológico y de lo arqueológico, nunca escribiría "Virus Maestro a Virus Alumno", ni "niñoide o simploide" -menos para referirse a don José- y apenas si tiene una borrosa idea de qué cosa sea Starbucks (¿no será Starbooks?).
      Así que ruego a don Martín que se abstenga de imputarme ferralla que no escribo sin asegurarse antes de la autoría.

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  14. Editor = ladrón.
    (P. Léautaud - que conoció como nadie el mundillo literario parisino de la primera mitad del siglo XX)

    No olvides que casi todos los editores son unas sanguijuelas.
    (J. Lezama Lima. Carta a su hermana)

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    1. Se echaba de menos a "Baltasar G. M." Puede seguir copiando lo que muy ilustres autores han dicho de los judíos, de las mujeres, de los alemanes, de los militares, de los médicos, de los políticos... Descalificar a un colectivo es una mala costumbre que suele tener la gente.

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    2. La gente como Léautaud o Lezama Lima y el 99 % de los escritores (con Quevedo a la cabeza). Sólo los santos no descalifican a nadie, no hablan mal de ningún colectivo.

      A JLGM le gusta tanto llevar la contraria que es capaz de intentar hacernos creer que él aspira a la santidad.

      (Por cierto, citas de grandes escritores contra los editores tengo tantas que podría hacer un libro con ellas. Basta leer sus Correspondencia para encontrar a puñados).

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  15. Das en la diana JLGM. Pienso igual.

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  16. JLGM échale un vistazo a la canción que subió Machodeferia a YouTube, que empieza "Señor Barbón, los chavales se van de botellón...". Te va a gustar

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  17. Interesante debate. Lo que yo quisiera saber es el coste real, contando material y mano de obra, del objeto-físico-libro que se está vendiendo a un precio de 20 euros. ¿Tres euros? ¿Cinco? ¿Quince? La verdad es que no tengo la menor idea, y es una pena.
    Participan muchas manos en la elaboración de un libro, y a lo mejor a Robin Book no le salen las cuentas si piensa en remunerar a todas.
    Aún así, visto lo visto y leído lo leído, es difícil sustraerse al pensamiento de que a los pobres autores, en alguna medida, los están esquilmando.

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  18. Pues no, Isabel Orantes, no están esquilmando a los pobres autores así en general (aunque algún editor esquilme a alguno). La mayor parte de los libros que se publican no producen beneficios, sino pérdidas (pérdidas que suele asumir una institución vía ayudas, becas o premios, o sea que las abonamos todos, o el propio autor, mediante autoedición más o menos disfrazada, y que es lo más honesto). Escribir y publicar puede hacerlo cualquiera, no se requiere ningún requisito previo (al contrario que para ejercer de médico o de cualquier otra profesión), pero para ganar dinero con lo que se escribe hace falta que a un número suficiente de personas les dé por comprar el libro que publicamos.

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  19. Con encantadora y poética inocencia me dice el poeta García Martín que "ignoro que la remuneración que recibe un novelista no depende del tiempo que dedique a su trabajo, sino del número de ejemplares vendidos". Y tan tranquilo. Pero esa es la anomalía, señor G Martín, que la remuneración no dependa del trabajo realizado.
    El buen ebanista no cobra lo mismo por la mesa taraceada que le llevó cien horas que por el tablón con cuatro patas clavadas que hizo en media hora. Creo que en ninguna profesión o artesanía hay tal desconexión entre trabajo y remuneración.
    Y claro que hay autores que no venden más que media docena de libros, como hay ebanistas que apenas venden mesas, porque no gustaron o no interesaron. No ganarán dinero, eso es todo. Pero hablábamos de los casos en que la obra interesa, y ha pasado ya los filtros y controles de calidad. Y se sabe que va a haber altas ventas.
    (Por cierto, el editor-sanguijuela es un tópico en la historia de la literatura. Convendría no despacharlo tan a la ligera y analizar qué lo sustenta).

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  20. Señor Jose, tome su carnet de troll y acuda al sindicato de trolls a quejarse de mi trato desconsiderado. Pero no olvide contar allí que usted me atribuyó declaraciones que nunca hice, una conducta que se aprende a considerar despreciable desde los tiernos años escolares.

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    1. Pues nada, desprecie usted cuanto guste, y, si puede ser, un poco más; bien se ve que es su vocación. Razón no tiene ninguna, obviamente, ni para sus robos (estrictamente individuales, que quede claro), ni para su presunta realización de justicia remunerando a los autores; pero no se puede tener todo. Dígamelo a mí, que por no tener no tengo ni el triste carné que dice. Unos tanto y otros tan poco: qué injusto es el mundo, y cuánta falta hacen los Robin (de robo, oiga, estrictamente individual, que no del Justiciero), para tratar de corregirlo un poco.

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  21. Señor F. R. B., dejémoslo aquí. Ya le pasaré a usted la cuenta para que le pague los honorarios a un poeta amigo que ha dedicado tres años a escribir un libro de poesía: se conforma con que le pague el sueldo mínimo. Lo imprimió a su costa, no vendió más que media docena de ejemplares y está encantado de que se abone su trabajo.

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  22. A F, en su papel de Robín del Book, se le podría aplicar lo de malhechor del bien, el héroe que roba en las ricas librerías para ayudar a los pobres autores. Si le pone un poco de la ternura de Casaseca hasta nos podría hacer llorar. Le falta decir los detalles: cómo robó el libro, cuál es su método de ladrón. Bueno, ya lo despachaste; que no diga más nada.

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    1. Pues resulta que me voy a poner serio y he de llamar al buen Jesús torpe ( tacho lo de impertinente) de entendederas: ¿no ha leído mi protesta porque se me atribuya lo escrito por el tal Robin Book?

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    2. Pues nada, amigo F, torpe me quedo y tachado impertinente. No eres Robín. Aclarado.

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    3. Pero el cariño sigue intacto, canario.

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  23. Veo en los comentarios que continúa la polémica de las pequeñas librerías y el pequeño comercio local (PCL) contra las grandes superficies, especialmente las online, como Amazon. Yo también estuve en esa ola pretendidamente progre. Empezó con las tiendas chinas, que eran competencia desleal porque no dormían ni descansaban y echaban abajo los precios. Después he ido comprobando que el PCL intenta sangrar al consumidor como el que más y he tenido mis litigios en las Oficinas del Consumidor por productos defectuosos de los que el PCL no ha querido saber nada. Sin generalizar, naturalmente, pero me ha ocurrido.
    Ahora sé que el resultado general de las tiendas chinas ha sido una activación intensa de la competencia y un gran beneficio, en precios, para el consumidor. Un gran paquete de pañuelos de papel podía costar 3 euros antes de los chinos y hoy se puede encontrar por 0.90. Y he aprendido que mi defensa debe ser la defensa propia como consumidor y no la defensa de las tiendas que van a lo suyo. Esa posible que los salarios o los beneficios de algunos sectores hayan caído, pero los consumidores no son una ONG, y son dichos sectores los que deben pelear por sus condiciones laborales.
    Si Amazon me vende más barato, me lo trae a la puerta en día y medio y me lo cambia sin preguntar cuando llega defectuoso ¿por qué no voy a comprar en Amazon? Hay pocas dudas de que el PCL haría lo mismo que ha hecho Jeff Bezos (dueño y creador de Amazon) si hubiese tenido la inteligencia, la iniciativa y la audacia que tuvo él.

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    1. No generalicemos, Alejandro, comparar las tiendas de los chinos con las librerías me parece una herejía. Para la mayoría de los lectores las librerías son mucho más que un establecimiento que vende libros.

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    2. No ha comprendido, Luis. Alejandro no compara las tiendas chinas con las librerías. Más bien las contrapone. Chinos + Grandes superficies VERSUS pequeñas tiendas locales.

      Los primeros salen a cuenta al consumidor; los segundos significan el romanticismo del viejo tendero, pero salen menos a cuenta.

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  24. @ Isabel Orantes

    "Lo que yo quisiera saber es el coste real, contando material y mano de obra, del objeto-físico-libro que se está vendiendo a un precio de 20 euros. ¿Tres euros? ¿Cinco? ¿Quince?"

    El escritor y editor francés Jean-Loup Chiflet en el libro en el que cuenta su vida de editor, titulado "Je n'ai pas encore le titre. 50 ans d'édition" (Plon, 2017), habla del tema y escribe que el precio de un libro de 10 euros se descompone de la siguiente manera:

    0,5 € IVA
    1 € Autor
    1,5 € Editor
    1,70 € Difusión, distribución
    3,80 € Librería
    1,50 € Impresión, fabricación

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    1. No se puede saber cómo repercute el coste de impresión-fabricación de un libro en cada ejemplar sin conocer la tirada, ya que hay unos gastos fijos lo mismo para cien que para cien mil ejemplares.

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