sábado, 31 de octubre de 2020

Después y todavía: No me resigno

 

 

Sábado, 24 de octubre
TRES DESEOS
 


Revisando viejos papeles que había guardado no se sabe bien por qué para qué, me encuentro con un cuaderno con casi todas las hojas en blanco. “Cosas que me gustaría hacer antes de morir” se titula una de las escasas anotaciones, sin fecha. Son tres las cosas que por entonces, finales de los setenta me imagino, no me gustaría morir sin haber hecho. La primera es dar la vuelta al mundo. Ni la he dado ni me apetecería nada darla. Los años le vuelven a uno más cómodo y menos fantasioso a lo Julio Verne. Ahora me conformaría con poder pasar de vez en cuando un fin de semana en París o Palermo, en Londres o Lisboa, y dos semanas al año en Nueva York. Lo segundo es dirigir una gran editorial. Escribí eso: una gran editorial, no una editorial a secas. Supongo que por aquellas fechas me imaginaba alguna como Seix Barral, no como Planeta (ahora son la misma cosa). También en este aspecto me he vuelto más comodón: me gusta escribir libros, comentar libros, editar libros (en el sentido anglosajón), pero no me interesa nada que tenga que ver con el mercado del libro; esos dolores de cabeza se los dejo para otros más sacrificados, como Abelardo Linares o mis amigos de Impronta. La tercera cosa que yo no quisiera morir sin haber hecho era tener un hijo. Quizá entonces bromeara, pero ahora me lo estoy pensando. Todavía estoy a tiempo. Un hijo o una hija, claro. Habría cumplido treinta años, o estaría a punto de cumplirlos, cuando se celebrara mi centenario, podría hacer en esos fastos un buen papel.
            Lo del centenario sí que es una broma, lo del hijo no. Yo creo que habría sido, y todavía podría ser, un buen padre soltero.

Domingo, 25 de octubre
OTRO DESEO
 

Cambiar de ciudad, cambiar de país, pero sin cambiar de casa.

Lunes, 26 de octubre
ELOGIO DE LA WIKIPEDIA
 


“La capa española, habitual en él, no le impidió fundar en 1933 la Asociación de Amigos de la Unión Soviética con, entre otros, don Jacinto Benavente, Lorca, Díaz Fernández, Arderíus y Ricardo Baroja (no don Pío, como viene en la Wikipedia)”, leo en un libro sobre Madrid a propósito de Pedro de Répide.
            Señalar los errores de Wikipedia se ha convertido ya casi en un género literario. ¿Cuántos artículos habrán dedicado ilustres colaboradores periodísticos –de Marías a Millás-- a reírse de esos errores? Pero son errores, y no más que los de cualquier enciclopedia, que pueden corregirse al instante: basta pulsar la tecla de editar y seguir las instrucciones.
            No se puede decir lo mismo de los que aparecen en el elegante volumen –ejemplo de buen hacer tipográfico, y que merece un comentario detenido al margen de estas minucias--  en que se señala el error de hablar de Pío cuando se debía hablar de Ricardo Baroja. A don Juan Prim se le llama “el general bonito”, apelativo que páginas antes se ha aplicado –en este caso correctamente-- al general Serrano. De Larra se dice que tuvo una hija (“inventora del primer timo piramidal”) y un hijo “también escritor”, olvidándose de la otra hija, Adela, que fue amante de Amadeo de Saboya y aparece en los Episodios Nacionales. A Bécquer se le hace morir unos meses antes que su hermano Valeriano (fue exactamente al revés). Se da por cierta la leyenda de que Cadalso desenterró el cadáver de su amante para darle un último abrazo (leyenda surgida a partir de sus Noches lúgubres) y se da como lugar del suceso la iglesia de San Sebastián, como si una actriz pudiera enterrarse en una iglesia. ¿Vale la pena seguir? A la primera república se le añade un año más de duración, 1873-1874, como indica la Wikipedia, aunque durante la dictadura de Serrano era tan república España como monarquía durante la de Franco.
            A diferencia de los errores de la Wikipedia, corregibles en cuando se detectan, los de este libro, como los muchos más que aparecen en la premiada biografía de Galdós que firma Yolanda Arencibia, perduran aunque se corrijan en otra edición, porque siempre quedarán ejemplares de la primera.
            Lo curioso es que si uno tiene la curiosidad de comprobar la lista de firmantes del Texto Fundacional de la Asociación de amigos de la Unión Soviética encontramos en ella no solo a Ricardo Baroja, pintor, sino también a Pío Baroja, novelista. O sea que no había tal error ajeno, sino unos cuantos errores propios.


Miércoles, 28 de octubre
DEBERÍA SER MÁS AMABLE


“No hay por qué mostrar desabrimiento; no es preciso decir que las cartas que se reciben , algunas cartas, son impertinentes”, leo en uno de esos descabalados libros últimos de Azorín a los que vuelvo de vez en cuando. “Cada cual tiene derecho a escribir a quien se le antoje; no se puede negar tal prerrogativa a ningún ciudadano. Y en su derecho está también el que recibe esas cartas a contestarlas o no contestarlas; pero no cabe esparcir a los cuatro vientos, que fastidian. Con recibirlas y no contestar, todo en silencio, discretamente, es como se cumple con humanidad y con delicadeza”.
            Ahora las cartas han sido en buena medida sustituidas por comentarios en Internet. Yo recibo bastantes, muchos de ellos anónimos, y me temo que no utilizo en la respuesta la “humanidad y delicadeza” que pedía Azorín. Tengo poca paciencia para las anónimas tonterías. Hago mal, lo sé. ¿A qué ofender? ¿A qué herir gratuitamente susceptibilidades? Si yo mismo defendía ayer a capa y espada a un político defenestrado por sus correligionarios y hoy me parece que juega a ser el ogro filantrópico, del que hablaba Octavio Paz, ayudado en su labor por los diecisiete enanitos autonómicos, ¿cómo no respetar a quien piensa hoy de manera distinta? ¿Cómo voy a negar a los demás el ejercicio de un derecho, el de equivocarse, del que yo he usado y abusado tanto? Claro que yo soy de los que llaman al pan pan y al memo memo sin por eso dejar de respetar al pan y al memo.
            En 1967 o 1968, Dámaso Alonso, a quien admiraba mucho, fue a dar una conferencia a Avilés. Al final, me acerqué a pedirle que me firmara su libro Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos, en el que yo había aprendido a leer de verdad la poesía clásica española (todavía recuerdo sus ejemplos: “Infame turba de nocturnas aves / gimiendo tristes y volando graves”). Me puso mala cara, estaría cansado (tenía por entonces la edad que yo tengo ahora) y me lo firmó, apresuradamente y sin mirar, con un garabato. Muchos años después publicó su último libro de poemas, Duda y afirmación sobre el ser supremo, una nadería –ya estaba enfermo-- que los reseñistas habituales de los suplementos de referencia pusieron por las nubes como si se tratara de un nuevo Hijos de la ira. Yo me ensañé un poco con aquellos malos versos. Ya publicado mi comentario, y algo arrepentido, me acordé de aquel mal gesto de Avilés y pensé que, sin darme cuenta, tantos años después, me estaba vengando.
            ¿Cuántos estarán deseando vengarse de alguna impertinencia mía? Debería hacer más caso a Azorín.

Jueves, 29 de octubre
NO CONVIENE ACOSTUMBRARSE
 

“El uso de la mascarilla afecta a nuestro rostro, ya que provoca falta de oxigenación, sudor y roces en las zonas de más presión. Además, si la prenda en cuestión tiene un acabado rugoso, facilita la aparición de acné, rojeces, sequedad e incluso dermatitis y descamación”.
            ¿Por fin los dermatólogos, y las autoridades sanitarias, nos advierten de los riesgos del uso excesivo de las mascarillas? En absoluto, siguen con su culposo desinterés por la salud de los ciudadanos. De ningún medicamento se puede autorizar la venta, sin la indicación de las contraindicaciones y los riesgos de aumentar la dosis. Esa norma ha dejado de tener efecto. Lo que importa es que no aumenten ciertas confusas estadísticas; para evitarlo, vale todo, incluso encerrar a los ciudadanos en una jaula.
            ----Algo de razón tienes, Martín: a mi mujer y a mi hija se les está llenando la cara de granos. ¿De dónde has sacado esa información? En el centro de salud ni les dan cita por esa nimiedad. Como no tengas un infarto, te atienden en la calle y por teléfono. Y aún con infarto, no sé yo.
            ----De un anuncio de cosméticos adaptados a la nueva normalidad.
            -----Desengáñate, Martín, has perdido la partida. Estamos jodidos para mucho tiempo. Tendrás que acostumbrarte a la barbarie institucionalizada. A todo se acostumbra uno.
            ----Sí, pero hay cosas a las que no conviene acostumbrarse.

 

Viernes, 30 de octubre
DEL IMPOSIBLE REGRESO
 

En el paraíso, todas las puertas son de salida.

Sábado, 31 de octubre
LA DICTADURA PERFECTA
 


Para Octavio Paz, la dictadura perfecta era la del PRI mexicano, un partido surgido de la Revolución que se había institucionalizado y controlaba todos los resortes del poder y de la corrupción. Lo cuenta en su libro El ogro filantrópico, que yo recuerdo mucho estos días. Se equivocaba, por supuesto. Ninguna dictadura es perfecta, pero quizá la más perfecta de todas es la dictadura sanitaria que ahora comenzamos a disfrutar en nuestra querida España.
            ----¿España una dictadura? No te pases, Martín, que pareces de Vox.
            ----Bueno, ya se sabe que la verdad es la verdad, la diga Agamenón, que vota a Vox, o su porquero, que es de Podemos. ¿Cómo llamarías tú a un régimen en el que quienes gobiernan pueden incumplir impunemente la constitución y las leyes?
            ----¡No me volverás a venir ahora otra vez con el rey Juan Carlos!
            ----No, no, dejemos esa suciedad, que ha pringado a tantos, para otro momento. Vayamos a ejemplos más recientes. El sábado pasado no pude ir a Avilés porque me lo impidió una orden del presidente del Principado de Asturias. Pero resulta que limitar la movilidad de los ciudadanos, reconocida por la constitución (no vivimos en la Unión Soviética de Stalin), solo es posible si se declara previamente el estado de alarma, y este no se declaró hasta el domingo. O sea que Adrián Barbón incumplió una ley que no podía desconocer porque todos los periódicos hablaron de ella y hasta el propio presidente del gobierno afirmó que declaraba el estado de alarma para que las autonomías pudieran tomar determinadas medidas. Y a mí me parece que quien incumple la ley, y a sabiendas, y con tanta publicidad, es un delincuente que no merece el paliativo de presunto: su incumplimiento está recogido en el BOPA.
            ----Sería, en todo caso, el delincuente honrado del que habla Jovellanos; lo que hizo lo hizo por necesidad y para bien de todos.
            ----Di más bien el delincuente chapucero. A los ciudadanos de Oviedo, Gijón y Avilés nos encerró en nuestras localidades, con nocturnidad y alevosía, sin tomarse antes la molestia de fijar entre qué límites nos encerraba. El municipio, no –afirmó en un principio--, el casco urbano. ¿Pero dónde empieza y donde acaba el casco urbano de una ciudad? El sábado tuvieron que reunirse precipitadamente los alcaldes de las tres localidades para determinar dónde estaban los límites. El buen hombre que nos preside nos encerró sin saber exactamente en qué limites. El sábado pasado fue un día de traca. Un amigo de Gijón me llamó para contarme que él salía  todos los sábados a dar una vuelta en bicicleta y que, temeroso de las multas, no buscó las zonas verdes de costumbre y se acercó como todos al paseo de la playa, que estaba abarrotado. El buen hombre que nos preside considera que, para acabar con la propagación de la epidemia, lo mejor es impedir que los gijoneses paseen a solas por los alrededores, lo mejor es que se amonten en las calles. Así nos va.
            ----No te metas tanto con Barbón, Martín, que lo está pasando mal. Es un hipocondriaco de libro y está obsesionado con encerrarnos, y lo hará un día de estos (ya la gente comienza a acaparar papel higiénico como en marzo), no tanto para proteger nuestra salud, que también, sino la suya propia. El miedo le impide razonar adecuadamente, como a la mayoría de nosotros. Hay que ser comprensivos con él.



viernes, 23 de octubre de 2020

Después y todavía: Sin miedo ni esperanza

 

 


Sábado, 17 de octubre
INSTANTES FELICES


Hago colección de muchas cosas, como es bien sabido, pero mi colección favorita sigue siendo la de instantes felices. Y no pasa día sin que añada una nueva pieza, aunque sea solo una deliciosa miniatura. Antes de dormirme, repaso las últimas adquisiciones.
            Cuando con Cristian y Martín, me adentro en el castañar que hay junto a la urbanización Costa Verde, a dos pasos de casa, y enseguida desaparece el entorno urbano y en la orilla del riachuelo que lo atraviesa, me parece estar en medio de una selva inexplorada.
             Cuando tomo el café matinal en Noor, en un barrio al lado del mío, pero donde soy un perfecto desconocido, mientras hojeo los libros nuestros de cada día y me siento en el centro del mundo.
               Cuando regreso a casa atravesando el parque de San Julián, y en lugar de hacerlo por el camino, piso la hierba y me acerco a la hilera de abedules, respirando libremente y aunando la obligación de cuidar mi salud con la transgresión de la arbitraria imposición: doble felicidad.
                Cuando me siento ante el ordenador, nada más levantarme, y en lugar de escribir la reseña que tengo que enviar al periódico escribo un poema, como quien hace novillos.
                 Cuando antes de irme a la cama, tras atravesar sin daño el campo de minas de un nuevo día, busco en el televisor la cadena Viajar y me subo a un tren que atraviesa Australia o contemplo Alemania desde el aire o vuelvo a las calles y a los cafés de Estambul.

Domingo, 18 de octubre
UN BUEN AMIGO
 


Mientras veía Corpus Christi, la impactante película polaca de Jan Komasa, me he acordado de mi amigo José Manuel Feito, a quien tanto echo de menos todos los sábados. Discutíamos de teología --a mí me gusta discutir de todo-- como quien juega una partida de ajedrez. A veces, cuando estaba a punto de darle el jaque mate, con un inesperado quiebro dialéctico me lo daba él a mí. Cuánto le habría gustado esta película en la que un pobre impostor, escapado de un reformatorio, bebedor, follador, drogadicto, acaba representando mejor a Cristo que todos los funcionarios de la iglesia oficial. “¿Qué importa que no creas en Dios si crees en Jesús?”, me dijo una vez. “Hombre, creer, creer, pero no te queda duda de que siempre le he considerado un buen amigo y un maestro, como Sócrates o Montaigne”. O como José Manuel Feito, añado ahora.


Lunes, 19 de octubre
INSUMISOS


Hojeo 17 segundos, el reciente libro de poemas de Kirmen Uribe, un escritor vasco que se hizo famoso por ganar el Premio Nacional de Narrativa con su primera novela (nada que ver, ni de lejos, con el genial Bernardo Atxaga), y me sorprenden, como un inesperado puñetazo, sus “Haikus de la cárcel”.
            “¿Un escritor vasco que estuvo en la cárcel?”, nos preguntamos sin extrañarnos demasiado. “Seguro que es un terrorista o un amigo de terroristas o un independentista o alguien que pasaba por allí en el momento más inadecuado”.
            Pues no, Kirmen Uribe estuvo en la cárcel, como otros muchos jóvenes, y entre 1995 y 1996, en la democrática España socialista de Felipe González, por negarse a hacer el servicio militar. Hoy nos parece que eso es como encarcelar a alguien por no querer ser policía o bombero.
            Conviene recordar cómo fue el final de una barbarie que entonces a mucha gente les parecía normal. Resulta que en 1996 ganó las elecciones José María Aznar. Como no tenía mayoría absoluta, para formar gobierno necesitaba los votos del partido de Jordi Pujol. Este puso como condición para pactar la desaparición del servicio militar obligatorio, algo que llevaba en su programa. Y de un plumazo desapareció esa condena feudal sobre los jóvenes españoles conocida familiarmente como “mili”. Felipe González lo tenía como un objetivo a medio o largo plazo: lo primero no era la dignidad de los españoles, sino garantizar la defensa de la patria.
            Kirmen Uribe estuvo en la cárcel de Basauri. Leo sus haikus y recuerdo cosas que recordar no quiero: “Por la mirilla / me susurran los presos: / ¿de dónde eres?”, “Sin faltar nunca, / cada tarde correo: / carta de madre”, “Entre barrotes, / nadie se hace mejor. / No es el propósito”, “Da puñetazos / a la puerta metálica. / Un preso ha muerto”, “Cruzan el patio / los presos caminando. / Como un ciempiés”, “Contra la tapia, / sol en la cara. Paz / por un momento”.

Martes, 20 de octubre
DESMENTIDOS


Puedo desmentir y desmiento que el presidente del Principado tenga intención de protagonizar un programa diario en la televisión autonómica con el título de “Os vais a enterar”. Con meter miedo un día a la semana, parece que ya tiene bastante.
            Puedo desmentir y desmiento que se vaya a obligar a las parejas que conviven a dormir en distinta habitación. Podrán seguir utilizando el mismo dormitorio, pero eso sí en distintas camas y con la mascarilla puesta.
            Puedo desmentir y desmiento que el presidente del Principado quiera encerrarnos a todos en nuestras casas y esta vez no dejarnos salir ni para pasear al perro. Es una decisión que aún no tiene tomada, depende de cómo evolucionen la estadísticas.

Miércoles, 21 de octubre
LOS PORCHES


Está semana han vuelto a abrir Los Porches, mi despacho y biblioteca en Las Salesas desde 1982 --año en que se inauguró el centro comercial-- hasta que un mal viento, ayudado por políticos pirómanos, lo desbarató todo. Los camareros son los mismos y cuando yo recupero mi sitio en la gran mesa redonda y oigo decir “¿lo de siempre?”, al aroma del café se añade el de la felicidad.

Jueves, 22 de octubre
POR QUÉ ESTO VA A DURAR AÑOS
 


¿Qué político puede resistirse a la tentación de ser como King Jong-un o Fidel Castro? ¿Quién, por muy democrático que parezca, puede resistirse al placer de aplicar cualquier medida que crea conveniente o que se le antoje sin tener que dar cuentas a nadie, con la ley, sin la ley o contra ella? Y que las víctimas –hipnotizadas por la propaganda, estupidizadas por el miedo-- aplaudan fervorosas e incluso griten: “Más duro, más duro: Cierra nuestros negocios, desbarata nuestros centros de salud, maltrátanos más, todavía más”.
            ¿Cómo van a querer los líderes políticos, aunque finjan lo contrario, que desaparezca una pandemia que les da un poder absoluto y convierte a los ciudadanos en rehenes con síndrome de Estocolmo?



Viernes, 23 de octubre
SI YO FUERA PRESIDENTE
 


Si yo fuera presidente de Francia o de Estados Unidos, si yo tuviera algún poder político, el mensaje que transmitiría sería el siguiente: “Tranquilos, ciudadanos, esta enfermedad que aterra al mundo es muy contagiosa, pero muy poco letal. No os dejéis engañar por las cifras: hay más muertos cada año por hambre, por cáncer, por accidentes laborales, solo que no asustan porque los periódicos no nos los recuerdan día a día. Hemos tenido suerte con esta peste, tan poco parecida a las del medievo: la mayoría de los que la padecen o no lo notan o tienen síntomas muy leves. ¿De qué enfermedad puede decirse otro tanto? Sabemos quiénes están en riesgo al contagiarse: personas deterioradas por la edad o por otras enfermedades. Las protegeremos especialmente y con nuestros reforzados medios sanitarios –que no dejarán de atender a todos los enfermos con la atención de siempre, que no se centrarán solo en la pandemia-- podéis estar seguros que se hará todo lo posible y lo imposible por salvarlas. Los demás, queridos conciudadanos, continuad con vuestras vidas, no os encerréis en casa, pero evitad las aglomeraciones, y usad las mascarillas adecuadas (y adecuadamente) solo cuando son necesarias, cuando no lo son, perjudican vuestra salud y las relaciones sociales”.




sábado, 17 de octubre de 2020

Después y todavía: Malos tiempos para la inteligencia

Sábado, 10 de octubre
VIDA SEXUAL SANA
 

Como cada mañana, después de escribir durante más o menos una hora (eso es siempre lo primero que hago), abro el correo. De inmediato me llama la atención uno que lleva el siguiente asunto: “Tu dispositivo fue hackeado por hackers. ¡Lee el manual ahora!”. Me imagino que será publicidad de algún antivirus, pero no. Es de un hacker que me escribe para chantajearme. Y nunca vi un chantajista tan bien educado. Empieza con un “Hola” y termina con un “¡Mis mejores deseos!” entre exclamaciones. Me da dos días de plazo para transferir mil dólares a su cartera de bitcoin. Y muy amablemente me explica que si no sé cómo hacerlo escriba en Google “comprar bitcoin”. ¿Y qué me ocurrirá si no efectúo el pago? Pues que mandará por correo a todos mis contactos un vídeo que ha grabado en el que se muestra cómo “me satisfago a mí mismo” en el lado izquierdo de la pantalla y en el derecho el vídeo que estaba viendo.

            ¿Pero en qué mundo vive este educado y didáctico hacker? ¿No sabe que las autoridades sanitarias españolas proponen ese método como el único seguro para que el rebaño satisfaga sus necesidades eróticas? ¿Que la vida sexual sana, si no tienes pareja estable con la que convivas, según los mayorales que nos apalean y mal gobiernan, ha de reducirse por imperativo legal a la masturbación?  Sonrío y me imagino ese vídeo porno-cochambroso –que no existe, que no puede existir: yo no utilizo el ordenador para tales menesteres-- llegando a todos mis contactos. A lo mejor piensan que es un corto de vanguardia y acaban galardonándolo en algún festival o me dan el premio Reina Sofía, como a Raúl Zurita, porque lo consideran una atrevida acción transpoética.

            Yo me río, pero como ese correo llegará a miles de destinatarios seguro que asusta a algún pobre hombre, de esos que ahora se ven obligados a utilizar Internet y nunca se vieron en otra, y hasta es posible que acabe pagando, si es que se aclara con el embrollo ese de los bitcoin. En fin, que aunque sea colectivo y me llegue azarosamente ya puedo presumir de haber sido víctima de un chantaje sexual. Y hacerme la ilusión de que tengo vida sexual.

Domingo, 11 de octubre
NO ME GUSTA PRESUMIR
 

“Voy contra mi interés al confesarlo”. Me paso la vida repitiendo ese verso de Bécquer porque no hago otra cosa que decir lo que me sería mejor callar. Pero ya se sabe, o por lo menos mis amigos lo saben bien, que soy un bocazas incapaz de guardar un secreto.

            No debería decir que para mí el trabajo intelectual no es propiamente trabajo. Y sé de sobra que es un trabajo como otro cualquiera, que debe ser remunerado adecuadamente. Pero no puedo evitar que yo solo considere trabajo al de los camareros, cajeros de supermercado, limpiadoras (no suele haber limpiadores), albañiles, oficinistas que tienen que estar horas y horas pegados a una silla y a una pantalla. El trabajo creativo no es trabajo: escribir poemas, enseñar literatura, comentar novedades literarias en el periódico, dirigir una revista, revisar un clásico para una nueva edición, no puedo considerarlo trabajo, aunque a veces cobre por ello. Para mí no es trabajo aquello que haría igual, y dedicándole el mismo tiempo y esfuerzo, si no tuviera necesidad de ganarme la vida. Una beca –dinero público, del que se descuenta del sueldo de los verdaderos trabajadores-- para escribir un libro de poemas es algo que yo nunca aceptaría, no me parecería del todo decente. Pero hablo por mí, no quiero aplicar esta norma a los demás. Supongo que eso se debe a que de niño pude comprobar en mi familia cuál era el verdadero trabajo. Pero yo procuro no referirme a mis humildes orígenes. No me gusta presumir.

Lunes, 12 de octubre
OTRO VÍDEO

Me pregunta un amigo si he visto un vídeo que circula por ahí y en el que “destacadas personalidades de la vida española” gritan enfervorizadas “¡Viva el rey!”. No lo he visto, ni pienso verlo, pero como soy un poco morboso le pregunto qué poetas aparecen. “No muchos”, me responde. “Están los esperables: Luis Alberto de Cuenca, Andrés Trapiello. También tu admirado Enrique García-Máiquez y José Cereijo con cara de susto”. Sonrío. ¡El bueno de Cereijo! Un poeta que admiro desde hace ya treinta años, un amigo que quiero y una mente cuyo peculiar funcionamiento –los lectores de este blog tienen perseverante constancia de ello-- nunca deja de sorprenderme.

            La derecha española hace tiempo que se apoderó de la bandera rojigualda. La han convertido en un motivo de amenaza para buena parte de los españoles. Yo estoy en una terraza charlando con un amigo de esto y de aquello y, si de pronto veo que al lado se sienta alguien con la banderita en la mascarilla y en la esfera del reloj, bajo la voz y cuido mucho lo que me digo. Ya he tenido algún mal encontronazo: cerca de mi casa hay una residencia de militares jubilados --vivo junto al antiguo cuartel del Milán-- y en las cafeterías de mi calle hay que andarse con tiento. Ahora pretenden quedarse con el rey, y él me da la impresión de que se deja querer. No le arriendo la ganancia, para decirlo con una expresión añeja.

Martes, 13 de octubre
LOS QUE VIVIMOS SOLOS

Los que vivimos solos, aparte de cada mañana en el espejo del cuarto de baño, ya únicamente podemos contemplar un rostro humano, y agradecer una sonrisa con otra sonrisa, en las cafeterías. ¿Por cuánto tiempo?

Miércoles, 14 de octubre
CAGADITAS DE MOSCA
 

He contado muchas veces que el primer libro que compré con mi dinero, juntando peseta a peseta, fue uno de la colección Austral, las Poesías completas de Antonio Machado, que todavía conservo. Envío hoy al editor la antología del poeta que he preparado estos días y siento que al hacerlo pago una deuda de gratitud. Pocos poetas me han acompañado tanto. Para preparar mi selección he leído, o releído, las principales ediciones del poeta, por lo general bastante mejorables, comenzando por las suyas propias. No me parece que fuera afortunada la decisión de incluir en las Poesía completas los últimos poemas, los del “Cancionero apócrifo”, acompañados de las reflexiones en prosa con que aparecieron en Revista de Occidente. Deberían haber aparecido esos textos en un volumen independiente y los poemas incorporados sin ellas a su poesía completa.

            Mi venerada edición de la Austral compruebo ahora que es un desastre. No respetó la edición de 1936, la última preparada por Machado, y fue incorporando poemas que él dejó fuera donde le vino bien. Y además se añadieron notas, y qué notas. Un ejemplo: “Algo importa” dice uno de los versos del poema “Meditaciones rurales” y a pie de página se nos indica que en la primera edición se leía “mucho importa”. ¿Y para eso nos ha interrumpido usted la lectura, señor editor? Un editor, por cierto, que no sabemos quién es. En otra nota reproduce uno de los “Proverbios y cantares” que Machado publicó en la primera edición y que luego, con muy buen criterio, eliminó: “En esta España de los pantalones / lleva la voz el macho; / mas si un negocio importa / lo resuelven las faldas a escobazos”.

            No son mejores buena parte de las ediciones universitarias, esas ediciones que llaman “críticas” o “científicas” (y que suelen estar financiadas con dinero público y servir para la promoción profesional de sus autores). En 1988, después de incontables ediciones, Manuel Alvar trató de poner un poco de orden en la más popular de las ediciones de Machado: llevó al final, con otra numeración, todos los poemas o borradores de poemas que quiso dejar fuera o que escribió después de 1936. Pero mantuvo todas esas notas sobre variantes desechadas, que son como cagaditas de mosca, y añadió otras que dificultan igualmente la lectura de los poemas. Tengo la sospecha de que buena parte de los profesionales de los estudios literarios, o de la enseñanza de la literatura, carecen de competencia literaria, ignoran cómo se lee un poema.

Jueves, 15 de octubre
LO QUE CREO QUE VALGO
 

Si he de hacer caso de mi experiencia, un escritor suele valer la mitad de lo que cree que vale y el doble de lo que sus amigos más cercanos piensan que vale. Claro que yo soy tan vanidoso que con valer la cuarta parte de lo que creo que valgo ya me conformaría.

Viernes, 16 de octubre
¿VIVA EL REY?

Siempre el buen tiempo –hoy luce un espléndido sol de otoño—acompañó a la entrega de los premios Príncipe, o Princesa, de Asturias, como si Graciano García, que plantó la semilla y la hizo crecer, tuviera poderes meteorológicos. Pero este año no alegrarán las calles de Oviedo las gaitas ni desfilarán las señoras con sus modelitos hacia el Campoamor. Será un día triste y yo, tan poco amigo de pompas y vanidades, tan cada día más republicano, lo siento especialmente por tres personas que admiro y aprecio: el entusiasta Graciano, que pone un toque de poesía en cuando hace; Teresa Sanjurjo, toda cordialidad e inteligencia, y también y a pesar de todo Felipe VI, siempre bienintencionado y esforzado, a quien le toca pagar culpas que no son del todo suyas.



sábado, 10 de octubre de 2020

Después y todavía: La mejor solución

 

Sábado, 3 de octubre
POR QUÉ SOY UN FRACASADO

 De vez en cuando sale el sol, pero en cuanto uno se confía vuelven la lluvia y las frías ráfagas de viento. Paseo por Avilés y a la memoria me vienen los versos de Borges: “la ciudad ahora es como un plano / de mis humillaciones y fracasos”. Habitualmente me acompañan familiares fantasmas, pero hoy han querido dejarme solo. Mientras camino bajo los soportales de Rivero, me entretengo pensando en mi fracaso mayor, ese que nunca le he contado ni le contaré a nadie, ese que más me avergonzaría revelar.

            No es un fracaso amoroso, de esos he tenido muchos y siempre he acabado sacándoles buen partido literario; soy de los que piensan que lo mejor que puede ocurrir en el amor es que acabe pronto, o sea bien. Me paso la vida quejándome de estar solo y nada me aterra más que la posibilidad de dejar de estarlo.

            Tampoco es un fracaso literario. En literatura, no soy precisamente un triunfador, pero estoy muy a gusto con el poco éxito que tengo. No escribo para guardar las cosas en un cajón, sino para que me lean y tengo la suerte de publicar todo lo que escribo. Los lectores no son multitud, ciertamente, pero eso afecta a los derechos de autor, que nunca he tenido en cuenta. Insisto mucho en la gloria póstuma, pero solo es una manera elegante de decir que el mínimo éxito que tengo me basta y sobra, que no echo de menos homenajes ni limosnas institucionales, que el no haber obtenido ningún premio, el no haberse visto obligado por necesidad o vanidad a solicitar ninguno, lo considero el mayor premio.

            ¿Y por qué me considero entonces un fracasado? Suelo aludir a ello en broma, que es como yo suelo decir las cosas serias para decirlas sin decirlas del todo. He repetido más de una vez que no me he dedicado a la política porque el único cargo político que podría ejercer con algunas garantías de éxito, es el de dictador, y para ese puesto hay pocas vacantes. La verdad es que me gusta mandar, pero que nunca he tenido ocasión de darme ese gusto. Admiro a Pedro el Grande, al gran Ataturk, creo que habría sido un buen monarca en la época del despotismo ilustrado.

            Y si no puedo mandar me gustaría influir en los que mandan, que mis opiniones fueran tenidas en cuenta. Si yo le contara estas cosas a algún amigo, a Abelardo Linares, por ejemplo (nunca lo haré), me imagino cómo me tomaría el pelo.

            ----Claro, a ti lo que te gustaría no es ya que Brines o Miguel d’Ors te pidieran siempre consejo antes de publicar, que también, sino que de pronto sonara tu teléfono y un tal Felipe te dijera que tiene un problema con Cataluña, que está preparando un discurso sobre el tema, pero que antes de leerlo en televisión quiere que le digas qué te parece.

            -----Exacto, y yo le habría sugerido tres o cuatro matizaciones y se habría evitado muchos de los problemas que ahora tiene. Y si otro político, de cuyo nombre no quiero acordarme, me llamara para preguntarme si lo está haciendo bien le diría: “No presumas tanto, y por favor no amenaces, no repitas una y otra vez a los sufridos ciudadanos –a los que te han votado y a los que no-- que como no se porten bien no te temblará el pulso a la hora del volver a encerrarlos”.

            Vuelve a salir el sol y yo vuelvo a Oviedo con una sonrisa. Si he podido soportar tan bien los fracasos amorosos y el fracaso literario, ¿cómo no voy a soportar mi fracaso como consejero áulico? Por lo menos he sido capaz de disimular y nadie se ha dado cuenta de que lo que a mí me gustaría es que las decisiones importantes, en Asturias, en España y quizá en el mundo (aunque esto ya sería pasarse un poco), se me consultaran previamente.

Domingo, 4 de octubre
ISLAS DE FELICIDAD
 

“He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz”. Lo versos de Borges siguen dándome vueltas en la cabeza. Yo, como todo el mundo, no he sido feliz en muchas ocasiones, pero siempre he tenido buen cuidado de que no fuera por culpa mía. Cada mañana me levanto en el propósito de ser feliz al menos durante media hora. Y raro es el día que no lo consigo. Bien es verdad que a mí, como a la mayoría de los niños, me distrae cualquier cosa. Los domingos, la recuperada costumbre del mercadillo de libros viejos y la lectura del periódico en el café habitual. Cierto que para volver a disfrutar con los periódicos impresos (mi placer matinal durante tantos años) he tenido que volver a aprender a leerlos, recordando cómo lo hacía en tiempos de Franco. Entonces me saltaba aquello que todos tenían en común –editoriales, inauguración de pantanos y cosas así-- para detenerme en lo que no estaba manchado por la ideología. Ahora dejo de lado todo lo que tiene que ver con la diaria dosis de miedina necesaria para tener controlado al rebaño --aunque a veces resulte difícil, parece impregnarlo todo--, y soy feliz, al menos durante media hora, con los lirismos de Xuan Bello y de Manuel Vicent, con la crónica internacional, con el rescate de alguna olvidada pintora o escritora, con el diario capítulo de esa novela interminable que es la historia del mundo.

           

Lunes, 5 de octubre
PEQUEÑAS VANIDADES SIN IMPORTANCIA

El nombre de uno, no creo que sea solo mi caso, siempre parece estar escrito en caracteres luminosos: siempre es lo primero que nos encontramos al hojear un libro o una revista. Claro que todavía brilla más cuando no está citado do  nde creíamos que debería estar. Paso por Cervantes, abro un libro de conversaciones con José Carlos LLop y le escucho hablar de diarios: “En los años ochenta, Senosiáin, Puig y Sánchez-Ostiz dieron el pistoletazo de salida. O al menos los que ya escribíamos diarios decidimos publicarlos tras aparecer los suyos. Y en el 1990 aparece –por este orden, creo-- el mío, el de Trapiello, el de García Martín y el de Juan Manuel Bonet”. ¡Qué memoria la de Llop! Es capaz de recordar incluso en qué mes aparecieron unos libros publicados hace treinta y su subrayar que el suyo, La estación inmóvil, fue el primero. Pero se equivoca: el mío, Días de 1989, apareció precisamente en 1989. No es que se lo reproche. Esas pequeñas vanidades son las que humanizan a un escritor. Antes ha indicado que su novela El informe Stein es mejor que otra novela que también trata de la educación jesuítica: AMDG, de Ramón Pérez de Ayala. Hombre, Llop, esas cosas se piensan, pero no se dicen.

Martes, 6 de octubre
TRUMP Y PALOMITAS
 

----¿Has visto la última canallada de Donald Trump, ese impresentable? Resulta que se contagia de la Covid porque todavía hay justicia divina, y buenas oraciones que se hicieron para ello, y bien que lo celebraba en alguna entrevista otro presidente tuitero, y cuando todos los que nos preocupamos por la salud y estamos hartos de irresponsables que salgan a pasear por el monte sin mascarilla, como si no existieran aerosoles, esa gotículas que expulsamos al respirar y que viajan por el aire y que son capaces de alcanzarte aunque estés en la cumbre el Naranjo de Bulnes, cuanto todos, ya digo, estábamos exultantes, pues resulta que va y se cura y a los dos días ya está trabajando en la Casa Blanca. ¿Es que no se ha dado cuenta que un presidente de Estados Unidos debe, ante todo, dar ejemplo y hacerles comprender a los ciudadanos que más vale morirse con arreglo a las leyes de la medicina que vivir con vilipendio de ellas? ¡Pero qué se va a esperar de ese payaso, como le llamó Biden! Ahora la gente va a pensar que una enfermedad que no notan siquiera la mayoría de los que la padecen, que otros apenas si tienen síntomas leves y que solo es grave e incluso mortal para unos pocos perfectamente identificables por edad o patologías previas, que una enfermedad así no debería haberse tomado como pretexto para parar el mundo. ¡Y todavía habrá quien le vote! Es que hay gente que parece que piensa con los pies, Martín.

            ----Ni siquiera le asusta el nuevo descubrimiento de los aerosoles, esa amenaza invisible que te acecha en cualquier parte, esas gotículas malignas que parece que saben dónde y a quién atacar. Este domingo fui al cine, como de costumbre. Vi Rifkin’ Festival de Woody Allen, Lo pasé bien, entre otras cosas porque el protagonista me recordó mucho a mi amigo Víctor Botas.  Yo fui su confidente de más de uno de sus platónicos amoríos al estilo de los del feo Wallace Shawn por la guapa Elena Anaya. Pero qué triste tener que ver al bueno de Woody Allen, a su edad, teniendo que hacer publicidad turística de San Sebastián para que le financien la película. Pero no quería hablar de eso, sino de los consejos sobre seguridad que proyectan al comienzo. Este domingo había uno nuevo que recordaba a los espectadores que, después de terminar las palomitas, no deben olvidar ponerse la mascarilla. Y yo pensé: qué listos son estos aerosoles con los que nos atemorizan últimamente. Ven a un señor o señora con la boca abierta, masticando y salivando, y dicen a ese no, que está comiendo palomitas. Ven a otro con la boca cerrada, tan tranquilo, atento a la película, separado de los demás, y dicen: “Atención, gotículas, al ataque, que ahí tenemos un insolidario”. Y se apresuran a meterse por su nariz y ojos”.

            ----No te burles, que esto es muy serio.

----Si no me burlo, si esto es muy serio. O bien el riesgo de los aerosoles es un cuento (lo es, salvo en lugares cerrados, con mala ventilación y gente hacinada) o bien las autoridades sanitarias ponen en riesgo la salud de los espectadores por el importe de un cucurucho de palomitas.

Miércoles, 7 de octubre
ENSAYO Y ERROR
 

Me temo que los animales racionales –acabo de comprobarlo una vez más-- no son los mejores animales de compañía.

 

Jueves, 8 de octubre
OTRO RECUENTO
 

Me gusta hacer recuentos. A veces me entretengo contando a la gente que me quiere y otras veces a la que me detesta. Los primeros no son muchos, pero me sorprende comprobar que los segundos son todavía menos: solo ocho. Bueno, seguro que hay más, pero yo no los conozco. De esos ocho, a cinco que yo sepa les he dado motivo para no quererme demasiado bien: no he sido capaz de disimular que no creo que tengan ningún talento como escritor.

            Hoy me ha dado por pensar en la gente que quiero, en la que lamentaría dejar de ver si me largo de España (últimamente lo estoy considerando) y son exactamente treinta y siete. Puede parecer poco, pero no está mal para un solitario como yo.

            ¿Y cuánta gente me alegraría de no volver a ver? Pues no sé, los que me caen mal ya no los veo, o muy de tarde en tarde y de lejos. Es una suerte que para mí el amor no suela convertirse en odio sino en indiferencia o incluso en amistad. De no ser así, con lo enamoradizo que yo soy (y lo poco que me duran los amores eternos) acabaría odiando a media humanidad.

Viernes, 9 de octubre
OBSESIÓN

A veces, la mejor solución para un problema es dejarse de obsesionar con el problema.


sábado, 3 de octubre de 2020

Después y todavía: Café y compañía

 

Sábado, 26  de septiembre
TORPÓN Y TABERNARIO


¿Afecta la consideración que tengamos a la persona de un escritor nuestra valoración  de su obra? Sí, siempre que esa consideración se desprenda de sus escritos y no de lo que sepamos de él por otros medios. Leo el Diario de mi sentimiento, de Alberto Hidalgo, recién reeditado con elogioso prólogo de Juan Bonilla, y se me atraganta ya en las primeras líneas; releo, no me canso de picotear acá y allá, el Diario íntimo de César González-Ruano, después de todas las fealdades que nos ha contado de él Marino Gómez-Santos (y de todas las que ya sabíamos) y me sigue admirando su malabarismo estilístico, su capacidad para hacer con nada –un comentario sobre el tiempo, otro sobre sus malestares físicos, la mañana en el Gijón, la tarde en algún cóctel-- una página llena de levedad y gracia. Alberto Hidalgo es torpón y tabernario. Su diario, nos dice, “achicará la importancia de todos los diarios que andan por el mundo y en particular el de Enrique Federico Amiel, al cual debe toda su gloria”. ¿Y por qué no vale nada el diario de Amiel?  Pues porque es “la obra de un pajero”, mientras que el suyo “es fruto de un hombre que sabe emplear sus medios genitales en el momento oportuno y que ante la vida reacciona mostrándoselos”.

            “Este tío es tonto”, pensamos de inmediato. Y más cuando nos aclara que él “también se ha masturbado, pero de eso hace más de veinticinco años y, en cambio, el poeta suizo perseveró hasta los últimos años de su existencia”.

            No es ya que la vida sexual de un escritor importe poco para la calidad de su escritura., sino que cierto tipo de afirmaciones resultan indemostrables (¿quién sabe lo que cada persona hace en su intimidad?) y por ello apoyar en ellas una afirmación demuestra poca o ninguna solidez intelectual.
            Sus consideraciones sobre escritoras son de igual brillantez: “La mujer termina siendo mujer, es decir, mandando a paseo la literatura y dedicándose a las cosas que le son propias, es decir, la cocina o las modas”. Por eso no le extraña que Colette cree un negocio de perfumería y se atreve a profetizar que “un día veremos a Alfonsina Storni con una tienda para sombreros de señora en Buenos Aires”, que “Gabriela Mistral terminará de florista de alto rango en Santiago de Chile” y Juana de Ibarbourou “fundando en Montevideo una academia de corte y confección, pues al fin y al cabo son mujeres”.

            Diario de mi sentimiento no se había reeditado desde 1937, en que apareció en edición privada. El gusto por los raros de Juan Bonilla le lleva a rescatar este bodrio que nos demuestra que no todos los escritores olvidados están injustamente olvidados.

            No solo parece Alberto Hidalgo un bruto ajeno a cualquier sutileza intelectual, también es una mala persona. No le gustan los ricos que escriben y por eso les desea lo peor: “Para Godoy aspiro a un cáncer; a Reyles le deseo una lepra; a Larreta solo le ansío un cretinismo agudo, lo cual es satisfacerle el gusto, pues es su ambición desde hace unos años, y a la Ocampo espero que le acontezca una salpingitis u otros trastornos ocasionados por su habituales fellatio o cunniligus”.

Domingo, 27 de septiembre
ACCIÓN

En el cine disfruto con disparates pretenciosos e inconsecuentes que no soportaría en un libro. De una novela con el argumento de Tenet, de Christopher Nolan, no pasaría del primer capitulo. Pero lo que menos importa de una película como esta es el MacGuffin o pretexto argumental (en este caso, una amenaza del futuro que podría borrar el pasado y el presente). A mí me divierte este saltar sin demasiados motivos de un escenario a otro, de Tiflis a Londres, de Bombay a la costa amalfitana (o eso me parece), con un malo muy malo (Kenneth Branagh es el ogro de los cuentos) y con el sufrido héroe (John David Washington) y el ayudante del héroe, que se las sabe todas (Robert Pattinson). Me dejo llevar y durante dos horas largas vuelvo a tener diez o doce años, me olvido de lo que nos pasa (de lo que no acabo de pasar) y sueño con una vida de aventuras que nunca seré capaz de vivir o que nunca he dejado de vivir en mis mejores sueños.

Lunes, 28 de septiembre
ENCUENTRO CASA


Es preciso que algo cambie para que todo siga igual. Cerrados Los Porches, me había quedado sin biblioteca-despacho para las mañanas. La terraza de la sidrería Mieres, frente al colegio Novo Mier y muy cerca del Milán, no pasaba de solución provisional; pronto llegará el mal tiempo y había que pensar en un interior cómodo donde se pueda estar solo en compañía. Lo he encontrado en la Avenida de Torrelavega, que siempre me pareció a trasmano, pero que está al lado de casa, nada más cruzar el parque y el puente sobre la autopista. Un lugar amplio, civilizado (hay un televisor sin sonido), donde venden periódicos a la entrada y es fácil aislarse en cualquier rincón, aunque a mí no me guste aislarme demasiado. Me concentro con facilidad en el libro o en el texto que estoy escribiendo y saco la cabeza de vez en cuando para observar el entorno. Hoy anduve por el norte de Marruecos más desolado de la mano de Umberto Pasti y su Perdido en el paraíso, un libro ásperamente hermoso, con cierto trasfondo homoerótico y colonialista, sobre la construcción de un jardín. También garabateé algún haiku: “La luz de otoño / entra por la ventana / se queda en casa”.
            Los sitios, como las personas, te caen bien o mal al primer golpe de vista. Esta cafetería de barrio, Noor Coffe & Co., me recuerda a otras de Brooklyn o de Cuenca, con clientes que se conocen todos, salvo a ese extraño que lee y escribe en un rincón.

Martes, 29 de septiembre
COMO EL PRESO

Al final del día, tacho con una cruz la fecha y respiro aliviado, como el preso en su cárcel. Pero yo no puedo ir contando los días que me restan porque esta condena, aunque no sea de cadena perpetua, es indefinidamente prorrogable.

Miércoles, 30 de septiembre
QUIJOTE DE LA RAZÓN

No soporto a quien en un debate sobre cualquier tema pierde los papeles en cuando se nota falto de argumentos, pero últimamente quien suele perderlos soy yo. Y no precisamente por falta de argumentos, sino por exceso. Me ha ocurrido esta tarde en el Vetusta y vuelvo a casa enfadado conmigo mismo. Soy un Quijote de la razón, creo que con ella en la mano se puede convencer a cualquiera. “¡Siempre quieres tener razón!”, me reprochan mis amigos. “Pues claro –les respondo—y cuando echo una partida con alguien al ajedrez siempre quiero ganar". Lo que no hago nunca son trampas, ni al debatir ni al jugar. Si me dan jaque mate, en la discusión o en la partida, no tiro el tablero ni pongo en cuestión las reglas del juego. Me fastidia, por supuesto, pero me aguanto. A fin de cuentas, el arte de perder se aprende pronto, como recuerda Elisabeth Bishop en un poema. No acabo de acostumbrarme a esas personas que, cuando no encuentran argumentos, se salen por peteneras y se empeñan en seguir en sus trece. Y eso que, desde que lo leí por primera vez a los catorce años (en el paraíso que fue para mi adolescencia la biblioteca Bances Candamo), tengo muy clara la distinción de Ortega entre ideas y creencias. Las ideas se tienen y se puede debatir sobre ellas y se pueden precisar y se pueden desechar cuando nos damos cuenta de que son erróneas. En las creencias se está, son el suelo bajo nuestros pies. Si se tambalean, es como si sobreviniera un terremoto. Yo puedo debatir racionalmente sobre religión, sobre Cataluña, sobre la monarquía, sobre la pandemia y sobre la tontemia que ha traído consigo. Otras personas también y es un placer charlar con ellas, aunque sus ideas sobre la cuestión sean radicalmente distintas de las mías. Pero para muchos se trata de creencias que resulta sacrílego poner en cuestión. Con estos últimos, mejor no perder el tiempo. O una vez, y no más. Tengo una lista con todos aquellos con los que no puedo tratar determinados temas. Pero a veces me olvido de ella. “¿Cómo una persona tan inteligente puede no darse cuenta de que una unidad impuesta es siempre peor que una separación amistosa?”, me pregunto. Y trato de razonar y acabo perdiendo los papeles ante la estolidez ajena. Y vuelvo a salir de la batalla dialéctica apaleado y maltrecho, como don Quijote.

Jueves, 1 de octubre
AÚN NO

“¿Es que no puede alguien pensar de distinta manera que tú y no estar equivocado?”, me pregunta un amigo. “Puede, pero esa discrepancia dura poco tiempo, porque en cuanto me doy cuenta de que tiene razón cambio y pienso como él?”. “¿Y ya has cambiado de opinión sobre tu admirado Felipe VI?”, “Todavía no, le tengo una cierta simpatía, le agradezco que haya sacado de casa la basura que nadie se atrevía a sacar, pero la verdad es que estoy a punto de cambiar de opinión”.

Viernes, 2 de octubre
SIN COMENTARIOS

“Y de Cataluña, ¿qué?”, me pregunta otro amigo. “Hace tiempo que no nos das las tabarra con el tema”. “No me gusta hablar por hablar. Si yo tuviera poder, convocaría de inmediato un referéndum para que los catalanes pudieran expresar alto y claro lo que los políticos y los medios de comunicación españoles nos repiten una y otra vez: que la inmensa mayoría quiere seguir siendo española. Así se acabaría el problema”.