sábado, 26 de abril de 2025

Al servicio de quien me quiera: Gente conocida

 

Martes, 22 de abril
COMIDA EN PALACIO

Me gusta repetir y repetirme. Soy de esas personas que todo lo convierte en rutina, hasta comer por estas fechas en el Palacio Real junto a los reyes, el premio Cervantes y un centenar de invitados. Pocas veces he faltado a esta costumbre desde que comenzó, hace diez años, con la llegada del nuevo rey. Estuve al tanto desde el principio de que se quería darles un nuevo aire a estas celebraciones. Me lo contó, en mi mesa habitual de Los Porches, Alfredo Martínez, que entonces era su jefe de protocolo. No quería el nuevo rey que asistieran solo los próceres y santones habituales. Quería gente joven y de todos los aspectos del mundo de la cultura, libreros, editores, bibliotecarios. Yo le sugería que se podría invitar, aparte de los ganadores de los premios nacionales, a los de premios como el Adonáis y el Hiperión. Y sonrío al encontrármelos cada año. Aquí están dos buenos amigos, Lorenzo Roal, que ganó el Hiperión, y Jesús Beades, que ganó el premio al mejor poema del mundo (ahí es nada), en el que por cierto yo estuve de jurado. Le cuento las intimidades del premio en el que acabo de participar junto a Juan Bonilla y Amalia Bautista. Yo soy así de indiscreto. Y también que en una de nuestras tertulias de los miércoles, comentando la revista Centauros, destrozamos su colaboración y que yo fui el más feroz contra aquella ristra de tópicos. Se ríe sin darle importancia, no tiene nada de Bonilla. “Te voy a confesar un secreto: yo no escribo para conseguir un sitio en los manuales de literatura (aunque no me molestaría, qué te voy a decir), sino para ganar dinero: necesito tres sueldos para mantener a la familia, por eso doy clases, actúo con mi grupo de rock y participo en premios. También escribo gratis, que tengo cierta facilidad, cuando me lo pide algún amigo”.

            A mí me cae muy bien la gente que no se me parece en nada y por eso me divierte tanto encontrarme con Beades, una mezcla de Falstaff y el Arcipreste de Hita. Quiere hacerse una foto con Isabel Díaz Ayuso y yo me ofrezco como fotógrafo. Él está en el bando de los que admiran a la presidenta de la Comunidad de Madrid; yo, en el contrario, pero solo desde el punto de vista ideológico.

Habla un rato con la presidenta, que le escucha encantada, y cuando van a posar para la foto, se acerca Camilo Villarino, el jefe de la Casa real, al parecer con un asunto muy urgente. Interrumpe sin saludar. Nos hacemos a un lado, para no escuchar la conversación, pero el lenguaje no verbal lo dice todo: el jefe de la casa real parece estar, si no abroncando, al menos reprochando algo a la presidenta. Ella replica a veces, pero las más simplemente aguanta el rapapolvo. Tiene un aire más encantador que nunca, parece una desvalida Blancanieves regañada por la madrastra.

Nos encontramos en el salón chino, tomando café, después de la comida. No hay intimidad ninguna, lo que se habla en un corrillo es fácil escucharlo en otro. ¿A quién se le ocurre tratar allí un asunto político que parece de cierta importancia? Es un sitio solo para cortesías y conversaciones intrascendentes. Ya me di cuenta el año pasado, cuando me tocó sentarme cerca de él, y se pasó la comida perorando en voz alta y elogiando a las dos escritoras que había elegido para sentarse a su lado (que apenas si dijeron palabra, por cierto) que la diplomacia no era la virtud principal de este diplomático.

            Tampoco la mía, como bien se ve, pero es que mi profesión es la de curioso impertinente. Me gusta observar.  El comportamiento del rey es exactamente lo contrario del de Villarino (quizá por eso le cae bien como a mí Beades). Habla con cualquiera que se le acerca como si le conociera de toda la vida, jamás da sensación de impaciencia aunque le toque algún pesado (abundan). Yo le observo discretamente y su lenguaje verbal no engaña: siempre da la impresión de un contertulio que está a gusto entre buenos amigos.

            Pero es humano, claro. Al final, al pasar cerca de la reina, le hace disimuladamente una señal con la mano como para indicar que es hora de marcharse. Ella levanta la suya para indicar que espere un poco.

            Todo está muy pautado y este año la reunión se ha alargado algo más. Yo lo noto porque al salir, cuando nos detenemos a continuar la charla, uno de los alabarderos, que parecen estatuas en su inmovilidad, hace el gesto de mirar el reloj. Me explico ahora la rapidez con que se sirve la comida y con la que nos retiran los platos. Yo siempre advierto, a quien me toca de compañero, si es la primera vez, que procure comer con cierta rapidez si no quiere que se lleven el plato antes de que haya terminado. Una de las razones es que mientras nosotros comemos y charlamos los alabarderos han de permanecer inmóviles

            Cuando bajo con Ana Vega Burgos, una poeta de Córdoba a la que conocía de Facebook, y cuyo padre fue anarquista y estuvo encarcelado largos años tras la guerra civil, escuchamos una delicada melodía de pífano y tambor. “Tocan en nuestro honor”, le digo.

“Es que van a desmontar la escalera”, nos informan. ¿Desmontar la escalera monumental con sus mármoles y esculturas? En la jerga militar, montar y desmontar la escalera es colocar y retirar la guardia de honor. Y lo hacen con una marcial coreografía llena de encanto. “Lástima que el ejército no se dedique solo a estos espectáculos”, le digo a mi acompañante. Junto a la Puerta del Príncipe, un grupo de jóvenes, la mochila al hombro, los tatuajes visibles, fuman y bromean: sin el uniforme y la rigidez protocolaria, cuesta reconocer a los camareros que nos han servido la comida.  

Miércoles, 23 abril
OTRA COMIDA

Regreso de la comida con los reyes y me encuentro con un libro de Enrique García-Máiquez, Contentamiento de haber nacido, en el que cuenta otra comida real, la del año 2019, en la que coincidimos. Es raro esto de verse como personaje, uno no acaba de reconocerse del todo. Yo quedo como un adulador. A él le impresionaron los alabarderos, “a la vez elegantes y marciales”, toda esa pompa que hace su monarquismo más sólido. “García Martín –o sea, yo-- nos dijo que él era republicano de pura sangre, pero que si tuviese que votar a un presidente de la República lo haría por el ciudadano Felipe de Borbón. Lo había visto crecer, formarse, responder a los retos más difíciles, enamorarse, etc. Le dije que ser monárquico era exactamente eso, mucho más que mi alabarderismo. Mi irrefutable argumento no le hizo una especial ilusión”.

            ¿Dije yo eso? Probablemente sí, aunque seguro que no en esos términos. Da la impresión de que quiero presumir de amigo del rey, cuando solo fui un atento observador de su trayectoria. Como de la de su padre, que muy pronto me pareció que no era trigo limpio. Un monárquico defiende a la institución; yo, a la persona que ocupa el cargo de jefe del Estado –tenga el título que tenga—solo cuando merece ser defendido.

Jueves, 24 de abril
HISTORIA DE ESPAÑA

Ana Vega Burgos sí que puede estar orgullosa de su padre, de quien yo no había oído hablar.  “Empecé a escribir muy pronto –me contó en la comida--, pero mi padre me dijo que aquello no era poesía y lo dejé hasta que descubrí a Javier Egea cuando yo tenía casi cincuenta años. Para mi padre los poetas utilizaban la rima y eran combativos a lo Miguel Hernández”.

Ahora, gracias a google, me entero de quién fue su padre, Cristóbal Vega Álvarez. Había nacido en 1914, fue detenido por primera vez en 1933 por protestar contra la represión de Casas Viejas. Volvió a la cárcel cuando la revolución del 34 y, naturalmente, en 1939. En 1943 sale en libertad provisional y escapa a Francia. Vuelve a España con los guerrilleros que intentan acabar con el franquismo. En 1945 es detenido de nuevo y condenado a treinta años, que se aumentan en otra condena en 1959 por elaborar en la cárcel un boletín informativo. En los sesenta, hay una campaña para lograr su liberación en la que participa Albert Camus. Sigue fiel a su ideología anarquista, humanista y pacifista hasta el final. Nunca perdió el buen humor y se divertiría mucho viendo a su hija comer con los reyes. ¿O la reñiría como cuando escribía versos sin rima?

            No sé si Cristóbal Vega formará parte de la historia de la literatura, sospecho que no, pero de lo que no hay duda es de que forma parte de la historia de España, de la mejor parte.

Viernes, 25 de abril
CONTAR O NO CONTAR

“No se te puede contar nada, todo lo cuentas”, me dice un amigo del que nunca, por cierto, he contado nada.

            No es cierto. No cuento nada de las cosas que a nadie importan ni de las cosas que más me importan.



 

 

 

sábado, 19 de abril de 2025

Al servicio de quien me quiera: Por quién tocan las campanas

 

Sábado, 12 de abril
DESEOS INCONFESABLES

Un juego al que me gusta jugar, en la cama y mientras llega el sueño, es a imaginar mi vida si, cada vez que dudaba en una encrucijada, hubiera tomado la decisión contraria. En general, creo que tomé buenas decisiones.

            ---¿Ni siquiera te arrepientes de vivir solo? ¿No echas de menos un hombro en que apoyarte en los días que se avecinan?

            ---La verdad es que esto de vivir solo no se me da muy bien. Llevo ya viviendo solo medio siglo y aún no me he acostumbrado. Siempre voy por ahí hecho un Adán, como se decía antes. Ni me fijo en la ropa que me pongo. En eso soy muy machadiano. Pero lo que yo echo de menos no es una pareja, sino solo un buen mayordomo.

            ---O un ama de cura.

            ---Cuando las había. Tampoco estaría mal, como el papa Ratzinger en sus tiempos de emérito, tener cuatro ángeles de la guarda, cuatro monjitas, que atendieran a todas mis necesidades materiales para que yo me dedicara solo a leer y a escribir. Pero esas canonjías no son para los ateos.

Domingo, 13 de abril
UNA GRATA COSTUMBRE

Nunca dejo de lamentarme en los malos días ni de protestar de las cosas que no me gustan, pero cuántas veces me olvido de agradecer los días felices. Ni siquiera dejo constancia de ellos, como temiendo que alguien me los robe.

            Hoy he sido tan feliz como aquel buen amigo, que tan mal final tuvo unos días después, cuando entró en Jerusalén montado en un borriquillo. Que conste.

Ser feliz de vez en cuando, es una grata costumbre que espero mantener toda la vida

Lunes, 14 de abril
TAL DÍA COMO HOY

Hace un año andaba yo por Montauban y Collioure visitando las tumbas de Azaña y Machado.

Qué desvaída ya para casi todos la memoria del 14 de abril. ¡Cuánto ha llovido sobre aquel entusiasmo! Yo ahora soy como el republicano Castelar: accidentalista en cuanto a las formas de gobierno. Pero cuando toque decidir entre una jefatura de Estado hereditaria y otra electiva, votaré república sin duda.

            ---¿Y cuándo nos van a dejar decidir eso? ¡Nunca! Eres un hipócrita, Martín.

            ---Solo se cambia de régimen cuando fracasa el régimen anterior.

            ---¿Y no te parece bastante fracaso el de esta farsa que tenemos?

            ---Pues no, al menos en lo que se refiere a la jefatura del Estado.

            ---¡Claro, como te invitan a comer todos los años!

            ---No exageres. Aunque es cierto que yo no como con cualquiera. Con el anterior, ni aunque me invite a lo mejores mariscos en Sanxenxo.

Martes, 15 de abril
POMPAS FÚNEBRES

Yo también, como todo el mundo, admiré en su tiempo a Vargas Llosa; luego fue a poco dejando de interesarme. Primero, las novelas; después, todo lo demás. Y no creo que fuera solo por su deriva política, aunque también.

Ahora comienzo a entender la razón; la dejan entrever Gioconda Belli y Manuel Jabois entre el centón de artículos convencionalmente encomiásticos. La prosa seguía siendo la misma, pero en su mente se habían instalado las confusiones de la senilidad. Sus últimos libros, que yo comenté con cierta crueldad, quizá no deberían haberse publicado. ¿A qué esa recopilación de escritos sobre Borges, que estaban muy bien olvidados en las hemerotecas, junto a algún precario poema? ¿A qué ese libro sobre Galdós tan desenfocado, a pesar de que, según la nota final, lo leyó y revisó Andrés Trapiello?

            No nos vemos. Nos negamos a creer que ha llegado la hora de hacer mutis, de dejar, si no de escribir, sí de publicar. ¿Está llegando ya para mí sin que yo me entere? Cuando distraído voy a pagar la cuenta en el supermercado, lo he contado ya más de una ocasión, a veces alzo la vista y me sorprende el anciano que veo en el espejo que hay frente a la caja. Tardo unos instantes en darme cuenta de que soy yo. ¿Pasará lo mismo con lo que escribo? ¿Seré ya el Baroja de los años finales sin haber sido nunca el Baroja de los buenos tiempos?

            Alivia mi mala conciencia por la hiriente sinceridad al comentar los últimos libros de Vargas Llosa la certeza de que él no los leyó ni apenas los leyó nadie. Puedo decir siempre la verdad y solo la verdad (aunque no siempre toda la verdad), porque hablo en un rincón perdido y lejos de los altavoces.

            Una muerte, cualquier muerte, nos entenebrece el día: es un aviso, como los timbres en el teatro antes de que comience la función, de que se va acercando nuestra hora. Pero los escritores, en tanto que escritores, no mueren o mueren solo para sus familiares y amigos. Después del triste final en Ginebra, Borges sigue acompañándome como cuando estaba vivo (lo sigue estando). ¿Ocurrirá lo mismo con Vargas Llosa?

La verdad es que a mí hacía tiempo que había dejado de acompañarme y me apetece poco volver a las novelas que tanto me fascinaron en su momento. Otra cosa son sus ensayos que contagian amor por la literatura y sus reflexiones políticas antes de que se dejara llevar del bracete por sus últimas amistades españolas.

 

Miércoles, 16 de abril
POR AMOR AL ARTE

¿Podría haber sido yo un buen escritor profesional? No me faltan condiciones para ello. Soy laborioso y puedo vivir con poco. Pero nunca me pareció que esa fuera la mejor manera de ganarse la vida.

            Cuento estas cosas en la tertulia cibernética y no falta quien se burla de mí.

            ---¡Otra versión de la fábula de la zorra y las uvas! “Están verdes”, gritas como la zorra aparentando desdeñar unas uvas, que le hacen la boca agua, tras no haber sido capaz de alcanzarlas.

            ---También puedes decir que detesto los concursos literarios porque no he sido capaz de alcanzar ninguno. Pero mal puede ganar ninguno aquel a quien no se le ocurre presentarse.

            ---Si tan malos son, no sé por qué aceptas ser jurado.

            ---Malos, en principio, no son. Pero sí son demasiados y han creado (me refiero a los de poesía, que son los que conozco) una casta de profesionales más o menos correctos y completamente prescindibles.

            ---¿Y tú crees que no eres prescindible, aunque no seas profesional?

            ---Probablemente lo sea. Pero esa es otra cuestión. Para que te toque la lotería, lo primero que tienes que hacer es comprar un billete. No garantiza nada, pero es condición imprescindible. Si quieres ser escritor profesional, no puedes desdeñar la novela que es, salvo excepciones, ahí está El infinito en un junco, el único género en que se pueden conseguir derechos de autor medianamente aceptables. Es curioso. Yo siempre he creído que descendía de cristianos nuevos, esto es, de judíos conversos que se quedaron por aquellas tierras de Hervás y Aldeanueva, pero me comporto como un viejo hidalgo que considera que trabajar para ganar dinero es un desdoro. Un verdadero caballero se dedica a actividades sin ánimo de lucro. Yo, en ese sentido, no he llegado del todo a ser un perfecto caballero, pero sigo considerando que emplear el tiempo en actividades que solo sirven para ganar dinero es una pérdida de tiempo.



Jueves, 17 de abril
SIN SORPRESAS

“¡Que sorpresa te vas a llevar si luego resulta que te mueres y descubres que Dios existe!”, me repite siempre que me la encuentro por estas fechas una amiga muy mayor (o sea, casi de mi edad) y muy devota.

            ---No sé, no sé –le respondo--. La sorpresa creo más bien que se la llevaría él. “Vaya criatura más insoportable y respondona que he creado”, diría. Seguro que con tal de perderme de vista me resucitaría al instante, como a Lázaro.

            Pero tras la muerte no habrá sorpresas para los que no se hacen falsas ilusiones ni desengaño para lo que se las hacen. No habrá nada, simplemente. Y qué felicidad que así sea. Todo el dolor se queda aquí, hasta que a cada uno nos vaya llegando la hora. 

Viernes, 18 de abril
YO PREFERIRÍA

“¿Tú qué preferirías? ¿Tener todos los defectos y una sola virtud o lo contrario?”, me preguntan en la tertulia.

            ---Hombre, depende. Yo preferiría ser como el gato de Colette, que tenía todos los defectos y una sola virtud: era encantador, en lugar de parecerme a aquel santo varón del que escapó Emilia Pardo Bazán, que tenía todas las virtudes y un único defecto: era insoportable.




sábado, 12 de abril de 2025

Al servicio de quien me quiera: Ofrezco diez mil euros

 

Domingo, 6 de abril
NO ENTIENDO NADA
 

Leo, en primera página, bajo un gran titular: “El mundo que ha visto evaporarse billones de dólares en un par de días afronta el riesgo de una recesión global tras la imposición de los aranceles más altos en un siglo por parte de Estados Unidos”.

            ¿Cómo se evaporan billones de dólares por unas medidas que aún no han sido aplicadas? Me imagino que como las fantasiosas riquezas de la lechera cuando, al ir al mercado, dio un tropezón y derramó toda la leche que llevaba en un cántaro.

            La escandalera levantada por las medidas económicas de Trump le da la razón más que la quita. Parece que el bienestar económico de la mayoría de los países dependía de sus exportaciones a Estados Unidos. Ahora van a vender menos en ese mercado, porque sus productos se encarecerán allí, pero siguen abiertos los mercados del resto del mundo. Y tienen además el arma de responder al desdén con el desdén, de presionar a Estados Unidos dificultando sus exportaciones.

            ---Se nota que no entiendes nada de economía, Martín. A ver si en las próximas tertulias te doy un par de clases y aprendes al menos las cuestiones básicas –me dice Daniel Rodríguez Rodero, nuestro sabelotodo favorito.

            ---Deberías dárselas a los periodistas que informan de esto. Resulta que, según ellos, Trump toma medidas que dañan gravemente a la economía de su país, pero los que se lamentan y lloriquean son los otros países, sobre todo ese belicoso pollo sin cabeza que se llama Unión Europea.

Lunes, 7 de abril
EN CONTRA Y A FAVOR

Qué aburrido sería el mundo sin la polarización habitual. Cada poco se saca un tema y el personal de inmediato, sin pensárselo dos veces, se posiciona a favor o en contra. Y siguen encendidos debates en las redes sociales hasta que llega el nuevo trending topic.

            Todo pasa, todo es verdura de las eras, tanto los Errejón como los Montoya. Solo Trump parece dominar el arte de monopolizar las tertulias por los siglos de los siglos. 

Martes, 8 de abril
UNA HISTORIA DE AMOR
 

Que a Susana Rivera le gusta tirar piedras contra su propio tejado lo demuestra una vez más incluyendo en su Facebook el enlace a un artículo de Borja Martínez. Aclara ella misma en ese artículo un hecho fundamental en la vida de Ángel González. En el homenaje al poeta en la Caja de las Letras llamó la atención la presencia de las dos “ahijadas” suyas, Cristina y María Gil Bürmann, “de las cuales hasta la fecha solo tenían noticia algunos allegados”.

 “Pocos días después –continúa Borja Martínez--, en su página dominical en el diario El Comercio, José Luis García Martín completaba la labor de desvelamiento de las hermanas Gil Bürmann”. Escribía yo que, en 1990, Emilio Alarcos durante un curso de verano en Laredo, me había contado que Ángel González tenía dos hijas, “que le llaman tío Ángel y que le quieren y a las que quiere mucho. La madre estaba casada con un militar y llevan su apellido. Fue el gran amor de su vida. Cuando se marchó a América, le propuso a María acompañarle, pero ella no quiso o no pudo o no se atrevió. Llevaba las fotos de las niñas en la cartera, me dijo Chus Visor".

            Esa última afirmación es falsa, según Susana: "Ángel no llevaba las fotos de las niñas en la cartera, porque desde que yo lo conocí no llevaba cartera". Pero cuando ella le conoció el poeta tenía más de cincuenta años y sus hijas ya no eran niñas y a su primera mujer, Shirley Mangini (todavía en 1980 Shirley Mangini González), quizá no le habría gustado encontrárselas.  

---Es posible que esa ceremonia sea la traición más grande que le hayan hecho a Ángel, peor que haberlo engañado con la Fundación y luego haberme difamado a mí. En el libro que tenía que haberse publicado como sus memorias, y que García Montero publicó como una 'novela' suya, se dice claramente que Ángel no quería que se hablara de su vida en Madrid en los 50 y 60. Era una condición sine qua non que García Montero vulneró y luego García Martín.

“Te enamoraste en Madrid y de alguna vecina madrileña”, le dice García Montero en Mañana no será lo que Dios quiera. Y el poeta responde: “Habíamos quedado en que no íbamos a contar nada de todo eso. Mejor no acercarse a terrenos pantanosos”.

Pero esa promesa, si es una promesa, afecta a García Montero. Y él no la incumplió: nunca dijo públicamente que las ahijadas del poeta fueran en realidad sus hijas. Hasta la fecha, hasta este artículo de Borja Martínez, solo lo había dicho yo, que no hice ninguna promesa.

Ahora quien añade detalles sobre esa secreta, hermosa y dolorosa historia es la propia Susana Rivera. Ángel González se marchó a Estados Unidos a comienzos de los 70 huyendo de una relación imposible con una mujer casada:  "Ángel no se sentía exactamente culpable porque creía sinceramente que su huida estaba justificada, pero no estaba orgulloso de su comportamiento, de haber abandonado a la mujer que amaba –amor correspondido– y a sus dos hijas". Al parecer mantuvieron el contacto en la distancia y Ángel González las visitaba cuando volvía a España hasta que fue dejando de hacerlo. La última vez que vio a María fue después de una lectura en la Residencia de Estudiantes pocos meses antes de morir. “Y se tuvo que identificar porque no la reconoció", asegura Susana Rivera. Y aún hay más: en 2021, una de las hijas del poeta  contactó con Susana porque quería publicar una antología de poemas de Ángel González, "me imagino que para destacar los poemas de amor escritos durante su relación con su madre". Dice que primero pensó en dar el permiso, pero que se negó al sospechar que “detrás del acercamiento estaba la mano de García Montero.”

Me alegra no ser solo yo quien ha hablado en público de las dos hijas del poeta. Todos lo sabían y callaban, como si de hechos semejantes –un gran amor que da origen a alguno de sus mejores poemas, ser padre--  se pudiera prescindir en una biografía.

¿Sabrá también –y lo calla-- Susana Rivera que Ángel González no solo dudó mucho antes de decidirse a crear una fundación, sino también sobre quién debía gestionar sus derechos? ¿Sabrá a quién debe que cambiara el testamento en el último minuto para dejárselos a ella?

 

Miércoles, 9 de abril
OTRA VEZ, CON SENTIMIENTO

¿Por qué razón odia tanto Susana Rivera a los mejores amigos de Ángel González? Ella misma lo cuenta en el artículo de Borja Martínez. La razón, o la que parece la principal razón, son los diez mil euros que le “sacaron” a cuenta de la fundación: "Cuando estaban atormentando a Ángel para que dijera que quería una fundación, le aseguraron que ellos conseguirían el dinero, pero luego no hicieron ningún intento, simplemente me lo sacaron a mí. Ángel me lo había prohibido, dijo que él no se levantaba monumentos a sí mismo. Pero yo, con tal de que se levantara la fundación, desembolsé".

            Sigue la historia: “Según Rivera, el patronato no hizo nada para conseguir ni una sede propia, ni financiación ni definir los fines y propósitos de la fundación. Le ofrecieron la cesión de unas exiguas dependencias en el Archivo Histórico de Oviedo, a lo que ella se negó. En una reunión en 2009 le propusieron la celebración de un congreso ‘mundial’ dedicado a Ángel González como una manera de poner en marcha la fundación por la vía de los hechos”. Para ella eso era levantar la casa por el tejado.

“¿Cómo podía una fundación todavía inexistente, y sin fondos ni personal, organizar un congreso?", recuerda la viuda. "Les comuniqué que yo no donaría nada ni les daría más dinero hasta que la fundación estuviera consolidada, jurídicamente respaldada, y su solvencia económica garantizada durante 25 años. Ese fue el detonante para que abandonaran el proyecto de levantar la fundación. Y digo 'abandonaron' porque nunca dimitieron, como es debido".

¿Pero cómo puede alguien garantizar la solvencia económica de una fundación durante 25 años? Solo si el fundador tiene una fortuna como la de Juan March. Si depende de subvenciones públicas, tendrán que ir aprobándose legislatura tras legislatura.

En resumen –concluye Borja Martínez--, que “la fundación quedó como un ente fantasma y Rivera nunca recuperó el dinero”.

Pues si ese es el problema yo tengo la solución para que lo recupere. De mi parco pecunio, que no conoce herencias ni subvenciones (“a mi trabajo acudo, con mi dinero pago / el traje que me cubre y la mansión que habito”), me comprometo a abonárselos de inmediato si ella a su vez se compromete a no utilizar más la gestión de la obra de Ángel González –que le corresponde a ella y luego a sus ignotos herederos hasta el año 2088-- para satisfacer caprichosas venganzas personales. 

Viernes, 11 de abril
UN REPROCHE

Peroro en la tertulia sobre esto y aquello, sobre aranceles y despilfarros de millones de euros en asesores que los eurodiputados no necesitan para nada y que a Marine Le Pen le van a costar tan caros, cuando me interrumpen con toda razón.

--Qué sabrás tú de economía, amigo Martín, si ni siquiera has sido capaz en toda tu vida de tener deudas.



sábado, 5 de abril de 2025

Al servicio de quien me quiera: De la guerra literaria

Martes, 1 de abril
ANTIHOMENAJE

Como soy un poco malévolo, qué se le va a hacer, esperaba con curiosidad la reacción de Susana Rivera ante la intervención mañana de Luis García Montero en la cátedra Ángel González. La leo hoy en una de sus entradas en Facebook: “Otra bofetada al poeta Ángel González para celebrar su centenario en su ciudad natal.  ¡Llevar a su máximo traidor a hablar de él!”

            A Luis García Montero se le pueden hacer muchos reproches, y no soy yo de los se los han escatimado cuando lo han creído conveniente, pero hay uno que no se le puede hacer: haber “traicionado” a Ángel González. En vida y en muerte, pocos le han tratado con tanta inteligencia, admiración y cariño.

            Alguien debería decirle a Susana Rivera que es la heredera de los derechos de autor de Ángel González, pero no la propietaria del poeta. A Ángel González se le puede homenajear, estudiar, leer, admirar sin necesidad de pedirle a ella permiso.

            Pero mejor no decirle nada. Es inútil. Mejor dejarla que siga con sus inexplicables rencores hacia quienes tanto quisieron al poeta y a los que este tanto quería. Tira piedras contra su propio tejado.

            A mí también me cuenta entre los traidores y de vez en cuando me suelta una andanada. Y eso que no sabe lo peor, que todos los años recibo una carta del grupo Planeta para comunicarme el abono de unos derechos de autor a cuenta de una obra de Ángel González.

            Hace unos años, de Seix Barral me escribieron para que reuniera en volumen los estudios de crítica literaria de Ángel González. Yo dije que mejor lo harían otras personas como Luis García Montero o Ricardo Labra. Pero de la editorial insistieron, al parecer era el propio poeta quien quería que lo preparara yo.

Se publicó así La poesía y sus circunstancias, cobré un dinero por el prólogo y la edición y cual no sería mi sorpresa cuando un año después recibí una notificación con los derechos de autor que me correspondían. Yo ni había mirado el contrato, en el que figuraba que los derechos de autor del libro se repartían entre Ángel González y yo. De haberlo sabido, habría renunciado a mi parte.

Yo –por decisión propia-- nunca cobro derechos de autor de mis libros. Considero que todo los que escribo, desde el momento en que se publica, es de dominio público, como si lo hubiera escrito Virgilio, Garcilaso o Cervantes.

No tiene mucho mérito esa generosidad mía, ya que yo no soy precisamente Pérez-Reverte ni nada que se le parezca. Pero me hace gracia –espero que no se entere Susana Rivera, me mataría-- que los únicos derechos de autor que se me notifican todos los años –y desde hace ya creo que veinte-- sean por una obra de Ángel González. Una cantidad mínima, ciertamente, pero que a mí me hace sonreír pensando en la propietaria de la finca.

Miércoles, 2 de abril
EL MEJOR

Si hubiera que dar un premio a la campaña publicitaria más inteligente, yo se lo daría a la iglesia católica. No contenta con el habitual encarte en todos los periódicos sobre la conveniencia de poner la equis en el apartado correspondiente de la declaración sobre la renta, le ha encargado a uno de los grandes nombres de la literatura contemporánea (al menos si hacemos caso a Macron, a Jordi Gracia y a los suplementos culturales) nada menos que una “novela” de tesis para convencer incluso a los ateos, como el autor mismo se declara. Tampoco está mal la campaña publicitaria para vender ese anuncio publicitario que lleva el llamativo título de El loco de Dios en el fin del mundo. Ni Coca-Cola lo habría hecho mejor.

            ---¿No será que tienes envidia, Martín? Cercas publica cualquier cosa y es noticia mundial; tú, aunque publicaras el Quijote, no serías noticia ni en La Voz de Avilés.

            ---Bueno, yo no he escrito el Quijote y Cercas es un gran escritor. Sabe contar y sabe convencer hablando de cualquier cosa, de lo malo que son los independentistas o de que tenemos que dar la pasta a la iglesia católica, aunque seamos ateos (pero ateos católicos, como buenos españoles a machamartillo), porque es la única iglesia cuyos misioneros hacen el bien sin mirar a quién y no hacen nunca proselitismo ni abandonan los territorios conflictivos cuando salen huyendo los médicos sin fronteras y los misioneros protestantes.

            ---Caricaturizas un poco.

            ---Pero solo un poco. La literatura al servicio de las buenas causas. Cualquier día escribe un libro para elogiar la labor de la farmacéutica Pfizer en la época de las mascarillas. Tiempo al tiempo.

            ---A ti lo que te fastidia es que José Tolentino Mendonça, el cardenal que es poeta y ocupa un alto cargo en el Vaticano, no te lo encargara a ti.

            ---Hombre, de no encargárselo a Cercas, se lo encargaría a Ignacio Peyró, que es amigo suyo.

            ---Pues yo estoy deseando leer el libro para averiguar qué le responde el papa a la gran pregunta por la que aceptó el encargo: ¿Se reencontrará, cuando muera, su padre con su madre? O algo así.

            ---Gran pregunta. Para ese vieje no hacen falta muchas alforjas. Lo que le va a decir el papa se lo puede decir cualquier niño que vaya al catecismo.

            ---¡Eres incorregible, Martín!

            ---Y Cercas un gran escritor. Cualquier cosa que nos cuente es creíble al menos mientras él nos la cuente. La iglesia católica ha sabido escoger al mejor a la hora de recaudar fondos. 

Jueves, 3 de abril
BUSCO Y REBUSCO

Sigo en Facebook las protestas de Susana Rivera porque Luis García Montero, “su máximo traidor”, haya inaugurado en la cátedra Ángel González los homenajes al poeta con motivo del centenario. García Montero, como todo ser humano, seguro que tiene muchos defectos (él en eso es muy humano), pero entre ellos no me parece a mí que se encuentre el de haber sido jamás infiel a la admiración, al afecto y a la amistad que sintió por Ángel González.

Busco y rebusco entre las diatribas de la viuda del poeta algún ejemplo de lo contrario. Toma de la referencia periodística del acto de ayer, que García Montero “comenzó trazando los vínculos de su historia con Ángel González remontándose a 1985, fecha en que se conocieron mientras organizaban una exposición que pretendía reivindicar, ya entonces, la poesía de contenido cívico”. Y Susana Rivera se pregunta qué versión habrá contado si la falsa o la verdadera. La falsa es que, al evocar ese primer encuentro en no sé qué entrevista, no mencionó que le acompañaba Javier Egea. Tampoco mencionó a Susana Rivera, que estaba allí, y luego se encargaría de señalar ese olvido que para Manuel Rico es un claro indicio del intento de eliminarlo del canon literario, lo mismo que el que el Ministerio de Cultura no le diera una ayuda a su edición de la poesía completa de Egea. Aceptemos eso, que ya es mucho aceptar, ¿pero qué agravio o traición hay en ello a Ángel González?

            De los muchos escritos que García Montero le ha dedicado a Ángel González, y de los incontables homenajes que ha organizado o en los que ha participado, todo el mundo es testigo. Del afecto que Ángel González le tenía, lo soy yo (aunque no solo, claro). Era más que un estudioso y un promotor de su poesía, era un amigo personal al que acudir en cualquier dificultad, incluso en la más insignificante. Recuerdo un curso en la universidad de Almería, allá por 2002, en el que participé. Íbamos caminando en grupo por la ciudad y Ángel González se acercó un momento a un cajero automático. Tuvo algún problema y García Montero, no Susana Rivera, que también nos acompañaba junto a algún otro participante, fue enseguida en su auxilio y resolvió el problema. Al volver, Ángel González me dijo: “Luis lo arregla todo”.

            Solo dos o tres veces me llamó Ángel González por teléfono –nunca fui íntimo amigo suyo, nunca salí de copas con él-- y en una de ellas, presidía el jurado del premio Emilio Alarcos, me dijo que sabia por Luis que Vicente Gallego participaba en el premio y que su libro no había sido seleccionado, que debíamos añadirlo. Yo me negué a ello. “El jurado tiene derecho a incluir libros no seleccionados”, me replicó. Luego lo repitieron insistentemente Luis y él en la reunión del jurado. “En efecto, lo tiene, pero para ello ha de hacer lo que suele hacer Gamoneda: pedir los seiscientos o setecientos libros enviados, leerlos, y rescatar los que crea de valor. Leerlos todos, o al menos hacer como que se leen, pero no pedir por su título un libro concreto porque sabemos que es de un determinado poeta”. Yo entonces era así de talibán.

Ángel González, en cuanto a su comportamiento en la vida literaria, se parecía más a Luis García Montero que a mí. Una vez le dije, yo siempre tan Pepito Grillo, que me parecía impropio de un poeta de su categoría leer sus versos en la Semana Negra junto a Joaquín Sabina, que solo buscaba aprovecharse de su prestigio. “Mira –me respondió--, si yo leo solo a lo mejor van a escucharme cien personas; si leo con Sabina, van mil. Los dos nos beneficiamos”.