Sábado, 25 de diciembre
ADIÓS, MUCHACHOS
Pasé el día de ayer
despidiéndome. Primero fue en Noor. Al salir, le dije al dueño: “Adiós, amigo,
y hasta que Barbón quiera, dentro de un mes o dentro de un año”. Como había
mostrado interés por mi último libro, le regalé un ejemplar dedicado: “A Abbás,
creador / de este café y biblioteca, / paraíso abierto a todos / y cerrado para
mí / por orden de la superioridad”.
Luego tocó el turno de Los Porches,
en Las Salesas. “Este es el último día que vengo. A partir del lunes, Barbón no
me dejará entrar”, les dije a Jose (buen lector) y a Íñigo. “¡Usted siempre
podrá entrar aquí, faltaría más! Yo no le pediré ningún papel”, me respondió
Íñigo. Se lo agradecí, pero de sobra sé que donde hay patrón no manda marinero.
Yo ya estaba tomando café en la mesa redonda cuando él comenzó a trabajar y
probablemente también cuando él nació.
Por la tarde, toca el Savanna, en la calle de la Luna. La tertulia no comenzó aquí, allá por 1980, sino en la cafetería que le da nombre, el Óliver de la Avenida de Galicia, pero llevamos en él ya unos cuantos años y siempre hemos tenido al mismo camarero, Hugo, elegantemente distante, que no se permite ninguna familiaridad. Cuando me despido, me dice: “Bueno, hombre, creo que podrán seguir viniendo; a esa hora no suele haber nadie”. El Savanna es un bar de copas, cuando comienzan a llegar clientes es cuando nosotros cambiamos al Chelsea. Durante la última tertulia en el local, dos amigos me dieron especialmente la tabarra: “¿Y por qué no te vacunas, Martín? Hazlo por nosotros, quítanos esa preocupación, te queremos bien, no queremos que te pase nada”. Yo me limité a agradecer su preocupación, pero pensé: “A este joven poeta cualquier día le nombran consejero de Salud, ya disparata como si lo fuera”.
Domingo, 26 de diciembre
RACIONES DE FELICIDAD
Me despido de los
Yelmo a lo grande. Ayer vi Matrix
Resurrections, hoy el West Side Story de Spielberg. Una doble ración de felicidad. Prescindo de hacer
comparaciones entre el mundo de Matrix y la situación actual. Aquella realidad
virtual hacía a los hombres creerse felices, esta los mantiene aturdidos y
aterrados. El cine para mí sigue siendo el mundo de los sueños, de las secretas
fantasías, y mientras dura la película soy de nuevo Neo, este Neo crepuscular,
que no distingue la realidad de sus alucinaciones porque juegan a intercambiar
papeles.
Ayer ese mundo futuro en el que las máquinas tienen sometidos a los
humanos y, mientras les explotan, les hacen creer que viven en el mejor de los
mundos posibles. Hoy, las bandas de aquel barrio de Nueva York que desapareció
para dejar sitio al Lincoln Center. Suenan melodías que he oído cientos de
veces y que no han perdido nada de su magia ni de su capacidad de seducción.
“María, María…”. Cuando sus compañeros sacan a hombros el cadáver de Tony, como
en el funeral de un semidiós, no puedo contener las lágrimas.
Me emociona ver, al comienzo de la
película, un cartel con la imagen del futuro Lincoln Center sobre los edificios
a medio destruir. No solo me despido del cine este domingo, al que siempre fui
fiel –más de una vez, en la época en que lo cerraban y lo abrían
caprichosamente, estuve yo solo en la sala--, sino también de las óperas del
Met. Adiós, Rigoletto; adiós, Ariadna en Naxos; adiós, Turandot; adiós, Lucía de Lammermoor, adiós, adiós, adiós.
Lunes, 27 de diciembre
HABLO EN SERIO
A media tarde, me
llama un amigo (siempre hay alguien con prisa para darnos las malas noticias):
“Martín, acaba de publicarse la disposición de la Consejería de Salud que te
condena a la muerte civil. Entra en vigor a las doce de la noche”. “Solo no me dejan entrar en bares ni ir al
cine, no exageres”. “No exagero. Junto a la disposición que impone el pasaporte
Covid, se publica otra que lleva un anexo con ‘Medidas especiales de carácter
extraordinario, urgente y temporal de prevención, contención y coordinación,
necesarias para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por la Covid-19’.
No obliga porque no puede –todavía existen el Tribunal Constitucional y el
Tribunal de Estrasburgo--, pero recomienda a quien no esté vacunado que no
salga de casa, que no se reúna con ningún familiar, que no participe en ningún
acto público (¡despídete de las presentaciones de libros!) y la recomendación
vale también para quienes organizan actos públicos o los familiares que quieran
ver al loco que no se vacuna. Y ya sabes cómo es la gente: si el consejo viene
nada menos que de la Consejería de Salud, cómo no tenerlo en cuenta. Eres un
paria, Martín. Todavía en 1935, cuando los nazis llevaban ya dos años en el
poder, los judíos en Alemania tenían más derechos que tú y ni en las peores
pesadillas podían imaginarse lo que les esperaba. Pero no se te ocurra comparte
con los judíos en tu diario. En Holanda, ya multan a quienes hace esa
comparación, así que aquí no tardarán. Pero no te creas que eso es todo, aún
hay más. El punto sexto de la disposición sobre el pasaporte-Covid,
“Colaboración ciudadana”, dice textualmente así: ‘La ciudadanía deberá colaborar
activamente en el cumplimiento de las medidas sanitarias preventivas adoptadas
por esta resolución’. Ese es el punto que más miedo debería darte: no es ya que
se pida incluso a los niños mayores de doce años que no salgan de casa, que no
se reúnan con familiares, que no jueguen con nadie por tiempo indefinido (¿un
mes, un año, las décadas que dure esta situación anómala?), sino que pide que
los ciudadanos se conviertan en delatores, como en Cuba o en la antigua
Alemania democrática, o que formen cuadrillas de somatenes, como en la época de
Primo de Rivera, para impedir que ningún no vacunado salga de casa por los
siglos de los siglos. Y hablo en serio,
Martín”.
No me lo creo, pienso que mi amigo exagera. Me manda el enlace al BOPA y quedo aterrado. Exagera, por supuesto. Lo de la creación de somatenes armados de garrotes para ir por las calles apaleando a los no vacunados (un poco como cuando en la epidemia de cólera que se cuenta en el último Planeta se degollaba a los frailes, acusados de causarla), no me parece que ni como remota posibilidad haya pasado por la mente del consejero de Salud, Pablo Ignacio Fernández Muñiz (quede aquí su nombre para la historia), que firma estas disposiciones.
Martes, 28 de diciembre
NO ES NO
Escribo con temor y
temblor estas palabras. Tengo que tener mucho cuidado. Soy un paria. No me
amparan los derechos que me reconoce la Constitución. Por eso ruego que no se
entienda que estoy acusando de ningún delito (lo cual sería delito), al
consejero de Salud, a la junta de Gobierno del Principado ni mucho menos (¡Dios
me libre!) al Tribunal Superior de Justicia que los ha avalado. Seguro que las
apariencias engañan y la exigencia del pasaporte Covid se ha hecho ateniéndose
a la más estricta legalidad. Pero yo he leído –hasta tres veces, con lápiz en
la mano, subrayando anacolutos e incongruencias-- las quince páginas que
justifican ese pasaporte y no he encontrado ni la más mínima justificación. Todo
es un corta y pega de gráficos, datos que no vienen a cuento (incluso se habla
de la necesidad de camas en los hospitales del Reino Unido) y pasajes de la
Wikipedia, pero ni una línea explica por qué el pasaporte Covid va a contribuir
a cortar la difusión del virus. Lo más parecido a una justificación indica que
“dicha utilización podría tener efecto en el incremento de la vacunación en
sectores de personas que no se han vacunado aún”. Pero es más bien un chantaje,
algo prohibido en el código penal:
“Vacúnate, y te dejo ir al cine”.
No es no. Y eso vale no solo para el consentimiento en las relaciones sexuales. ¿Se imaginan que ante el rechazo de una mujer el acosador le impidiera salir de casa, ir al cine, reunirse con familiares? Seguro que los tribunales actuarían de inmediato. Pues “no es no” también en la vacunación. Si yo no acepto vacunarme, por las razones que sean, nadie tiene derecho a pedirme explicaciones de por qué no lo hago ni a chantajearme para que lo haga. ¿Se entera usted, señor consejero de Salud del Principado de Asturias? No digo yo que haya usted cometido un delito firmando esta resolución (espero que eso algún día lo decidan los tribunales), pero sí que da la impresión de que no ha leído la justificación que debe legalmente avalarla, porque en ese caso habría exigido a sus subordinados que se lo curraran más, que en Asturias aún queda gente que no se traga cualquier cosa en cuanto le dicen “buuuú, que viene el coco”. Sea el coco Delta o el coco Ómicron.
Viernes, 31 de diciembre
FIN DE AÑO
Es un clásico. Durante el último medio siglo, lo he
escuchado referido a Perón, a Salazar, a Franco y hasta a Nicolás Maduro. Hoy me
lo vuelven a contar con el presidente del Principado como protagonista:
“¡Asturianos, asturianas y asturianes! ¡Hace un año estábamos a un paso del
abismo! ¡Hoy, gracias a la exitosa campaña de vacunación impulsada por mi
gobierno, envidia de España, Europa y el mundo, hemos dado un paso al frente!”