Sábado, 27 de octubre
LAS PALABRAS DE OTELO
El Otelo de Verdi en el Metropolitan y en Los Prados. Como me gusta hacer varias cosas al mismo tiempo, además de escuchar y de admirar la puesta en escena, me entretengo en ir comparando el libreto con la obra de Shakespeare.
Uno de mis pasajes favoritos, aquel en que Otelo explica a Brabantio que no ha usado ningún hechizo para enamorar a Desdémona, se convierte en un dúo entre los dos, sin la presencia del Dogo ni del padre. Las voces de Renée Fleming (“Le amé por sus desgracias”) y Johan Botha (“La amé por haberlas compadecido”) no me hacen olvidar las palabras de Otelo, que yo recuerdo, no en el inglés de Shakespeare, sino en la versión de Pérez de Ayala.
“Mi habla es ruda, no tiene el don de las blandas frases apacibles”, comienza. Y continúa contando cómo surgió el amor entre el rudo guerrero y la tierna doncella: “Su padre y yo éramos amigos. Me invitaba a su casa con frecuencia y pedía que le contase la historia de mis fortunas, sitios y batallas que hube de pasar. Le referí mi vida entera, desde mis días infantiles, a su entero placer y talante. Le hablé de desastrosas aventuras y emocionantes accidentes por tierra y en la mar; de peligros graves en que libré por un cabello, sobre la mortal brecha; de cómo fui apresado por el insolente enemigo y vendido en esclavitud; de mi liberación y de mis largas jornadas; de las cavernas enormes y los desiertos estériles; de los rudos subterráneos y de las rocas y montes cuyas sienes tocan el cielo (yo hablaba, hablaba, eso fue todo); de los caníbales que se devoran entre sí; de los antropófagos y otros hombres cuya cabeza nace más abajo de los hombros. Y oyéndome Desdémona, que estaba presente, se inclinaba con aire meditabundo. Huía a veces, porque los menesteres caseros la requerían. Pero volvía presto y con solícito oído devoraba mi discurso. Como yo lo observase, tomé a mi cuenta una hora favorable y acerté a conseguir que ella me rogase en su corazón que aquello que a retazos me había oído se lo contase por entero. Consentí, y no pocas veces gocé de sus lágrimas al narrar algún trance desastroso que mi juventud había sufrido. Tal es mi historia. En pago de mis venas me dio un mundo de sollozos… Me amó por mis desventuras; la amé por haberlas compadecido. No otras fueron las artes de encantamiento que empleé”.
Yo hablaba, hablaba, eso fue todo. Recuerdo el poemilla de Nietzsche que tradujo Víctor Botas: “Lancé al aire mis palabras / y una mujer se fue enredando en ellas”.
Domingo, 28 de octubre
SOSPECHOSOS HABITUALES
Un amigo me envía una noticia sobre el escándalo provocado por la última concesión del premio de poesía Ciudad de Burgos. Al parecer el jurado premió a un libro que ni siquiera había sido preseleccionado.
Conozco de sobra esas artimañas, si no ilegales, al menos alegales o paralegales, habituales en los premios cuyo jurado preside Luis García Montero y edita Chus Visor, pero no exclusivas de ellos. Por primera vez fui testigo de tales tejemanejes en 1989. Participaba yo en el premio Juan Ramón Jiménez, de la Diputación de Huelva, junto con Antonio Colinas, Clara Janés y Jesús García Sánchez, más conocido como Chus Visor. Los libros seleccionados no nos los enviaban, teníamos que leerlos allí mismo. Recuerdo que las copias destinadas a cada uno de nosotros estaban sobre una larga mesa. Chus Visor observo rápidamente la portada de los suyos, sin hojearlos siquiera, y dijo: “Estas obras no valen nada. Seguro que han enviado algo mejor. ¿Dónde están el resto de los libros presentados?”. Le señalaron un gran montón que había en una sala adjunta. Estuvo un rato rebuscando y, al poco, reapareció con gesto triunfal: “¡Este libro es el mejor!”. Las prodigiosas dotes adivinatorias del editor nos resultaron un tanto sospechosas y rechazamos incorporar el nuevo título. Aquel libro no admitido ganó luego otro premio, el Tiflos, y su autor era Antonio Hernández. Parece que Chus Visor estaba seguro de que se había presentado al Juan Ramón Jiménez porque él mismo había puesto los ejemplares en correos.
La otra historieta semejante de la que fui testigo es más reciente. Tiene que ver con uno de los premios Emilio Alarcos. El día antes del fallo me llama Ángel González: “Me ha dicho Luis que hay un libro muy bueno que no ha sido seleccionado. Creo que deberíamos pedirlo para tenerlo en cuenta. Es de Vicente Gallego”.
Me negué, naturalmente, a que tuviéramos en cuenta ese libro. Tuve que pelearme con el resto de los miembros del jurado. “Prestigiaría al premio que lo ganara un autor como Vicente Gallego”, decía García Montero. Incluso Josefina: “Yo creo que si es tan bueno hay que tenerlo en cuenta”. Y Ángel González: “Los miembros del jurado pueden leer cualquiera de los libros presentados; está en las bases; siempre se ha hecho así”. Y yo: “Por supuesto que podemos pedir el resto de los libros, leerlos y premiar cualquiera que nos parezca mejor que los seleccionados. Pero los libros son anónimos. No podemos pedir uno concreto porque nos hemos enterado de su autor. Eso es ilegal”. Y Luis: “¡Qué va a ser ilegal! Si nos ha llegado la noticia por algún medio, no por el autor, no podemos ignorarla. Lo ilegal sería premiar un mal libro sabiendo que entre los presentados hay uno muy bueno”. Pero yo le dije a la secretaria del jurado, que era funcionaria del Principado: “Si ese libro se admite, puede denunciarse y las responsabilidades legales caerán sobre ti”. El libro no se admitió, fue publicado luego, sin premio, por Visor, y era un buen libro. Pero no era esa la cuestión que se debatía, sino el respeto a las normas y el derecho que todos los concursantes tienen a la igualdad de trato.
Lunes, 29 de octubre
UNAS CARTAS DE AMOR
Leo las cartas de amor que, a escondidas de su marido, y durante casi treinta años la escritora Delfina Molina le escribió a Unamuno. Comenzó el carteo en 1907, y al principio eran solo las cartas de una admiradora más. Pero pronto cambiaron de tono. Llegó incluso a visitarle durante el destierro en Fuerteventura y a enviarle dinero (que Unamuno rechazó) durante sus apuros económicos. Cuando murió Concha, la mujer del escritor, le escribió entusiasmada: “¡Ahora ya podemos legalizar nuestra pasión!”. Unamuno trató de desengañarla de todas las maneras posibles, sin conseguirlo. Incluso aludió a ella, bastante despectivamente, en su obra Cómo se hace una novela.
El amor, en estos casos, muestra todo lo que tiene de patología, de delirio obsesivo. Afortunadamente, Delfina vivía en otro continente, de haber vivido en Salamanca el asunto podría haber terminado bastante mal.
Uno no sabe qué hacer en un caso semejante. Yo, hasta el momento, me las he arreglado bastante bien.
Martes, 30 de octubre
“Reemplazar con amigos nuevos a los viejos amigos perdidos es como sustituir los dientes naturales con dientes postizos”, escribió Chamford. No estoy yo tan seguro. O quizá es solo que las prótesis resultan cada vez más perfectas.
Miércoles, 31 de octubre
ACERCA DE LOS HÉROES
“Parece que este año los premios Príncipe tuvieron menos brillo que otros años”, me dice un amigo. “Ni siquiera los salvó el recurso a los futbolistas, que siempre dan tan buen juego”.
Los futbolistas llegaron tarde y se fueron pronto. A los demás premiados se les exige llegar con antelación, atender a la prensa, dar conferencias, participar en actividades varias. Y por supuesto asistir al bufé del mediodía y fotografiarse con el príncipe. Pero a ellos no. Son demasiado importantes, al contrario que científicos y demás, para alterar, aunque solo sea por un día, su ritmo de trabajo.
Mi ilusión de este año era saludar a Íker Casillas, a quien la victoria en el Mundial le ha dado el halo de los antiguos héroes. Pensé que me iba a quedar, como todos, con las ganas.
Tras la comida me di una vuelta por los salones con Rosa Navarro Durán en busca de gente conocida. Una vez nos tropezamos nada menos que con el famoso Urdangarín, la oveja negra o el chivo expiatorio de la familia. Este año todo parecía desangelado. No vimos por ninguna parte a Felipe y Leticia con el corro de saludadores alrededor, ni tampoco a la reina. “La reina sí está”, me dijo Rosa. Y efectivamente allí estaba, sentada a una mesa en el rincón más oscuro de la sala. Nadie parecía tenerla en cuenta.
Al salir del hotel, me encontré con Casillas que llegaba directamente del entrenamiento, sin el traje oscuro y la corbata que el protocolo obliga a vestir. Le di la mano, le fotografié con varias amigas, charlé un rato con él. No parece que se le haya subido a la cabeza su condición de héroe nacional, da la impresión de ser un buen chico de barrio, alguien en quien confiarías para cualquier negocio.
“Ahora que nuestros prohombres inspiran tan poca confianza, ¿qué tal un partido político encabezado por Casillas?”, me dice en broma mi acompañante a la salida del hotel. “Lo suyo son los partidos de fútbol, no los partidos políticos –respondo yo en serio–. No sería una buena idea. Pero como futuro presidente de la República española sí que le veo, es un símbolo de unidad y concordia”. “Ya, y Xavi Hernández como presidente de la República hermana de Cataluña y los dos, los mejores amigos del mundo. Tú estás loco”. “Pues, ahora que lo dices, tampoco sería mala idea”.
Jueves, 1 de noviembre
ESTE DÍA
“Lo malo que tienen los muertos / es que no hay forma de matarlos”, escribió con irónico humor negro Ángel González. Pero no tenía razón. También los muertos mueren, se van desvaneciendo poco a poco. Del amor que les tuvimos, del dolor que nos causaron va quedando solo un leve perfume, que acabará también por desvanecerse. Lo que no se acaba nunca es el amor que nos tuvieron.
Viernes, 2 de noviembre
MATONISMO
Estoy un poco avergonzado. Aunque nunca he andado por ahí a puñetazos, sospecho que tengo los malos modos de un matón de barrio. Un matón de barrio dialéctico, pero un matón. Me gustan las peleas en las que todo vale con tal, no ya de convencer, sino de vencer y humillar al contrario. A los tiburones les atrae el olor de la sangre; a mí, un sofisma, un razonamiento mal hecho, una información equivocada. Pierdo entonces la cabeza y me lanzo a muerte contra el interlocutor.
La verdad es que esta entrada me sugiere toda una serie de cosas que comentar. Me limitaré a una sola, porque, como dice, y dice bien, JLGM, es mala cosa el abuso. No sé si él conocerá (si no es así, se lo recomiendo encarecidamente) el "Shakespeare" de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el autor de "El gatopardo"; aquí lo ha publicado "Nortesur", y es en origen parte (la más extensa, según aclaraba Javier Marías en sus excelentes "Vidas escritas", que se citan en el libro) de su curso de literatura inglesa. Allí se explica que el libreto de Boito para "Otelo", que es a lo que Verdi puso música, "está fundamentalmente equivocado" y "mutila y deforma todo el drama". Y eso sin dejar de reconocer sus valores como tal libreto, si nos olvidamos de Shakespeare: "tiene una factura literaria muy superior a la de casi todos los demás de Verdi. Es algo único" (pág. 78). Quizás su aversión al "melodrama y la ópera italiana, que consideraba un arte de zulúes; en realidad detestaba todo lo explícito" (una vez más JM, "Vidas escritas") le lleve a exagerar un poco la nota; pero creo que fundamentalmente tiene razón. El "Otelo" de Verdi es otra cosa -y, en sus propios términos, espléndida-, pero creo que no se le hace justicia al "comparar el libreto con la obra de Shakespeare". Conviene verlo, repito, en sus propios términos. O eso es lo que creo, al menos.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Pero yo no comparaba para evaluar el grado de fidelidad ni para valorar. La comparación suponía un atractivo añadido.
ResponderEliminarJLGM
Es curioso: un bruto deja caer una pedrada en medio de este cónclave laico, y cual bomba de neutrones que mata a las personas pero que mantiene en pie las paredes, deja tras de sí un cascarón vacío y una especie de silencio embarazoso recorre la pantalla pixelada de este Cáfé . Ni los camareros asoman por la puerta del office.
ResponderEliminarEl poder destructor de la (mala) palabra.
Ayer veía yo un documental que narraba el impetuoso avance del nazismo en la Alemania de los años veinte. Un airado demagogo de verbo incendiario consiguió barrer del mapa las aguerridas formaciones progresistas alemanas, y con ello cualquier elemento de racionalidad política que obrara de contrapeso: se prevalieron de la democracia para apuñalarla por la espalda (llegado a este punto, pienso en aquellos que acceden al poder político con trucos maleantes para incumplir programas y destruir aquello que prometieron apuntalar: pongamos que hablo de Madrid).
En vista de la atonía y de la falta de coraje que percibo en la sociedad en la que vivo, si digo "¡No pasarán!", me temo que estaré haciendo un brindis al sol y que, con toda probabilidad, nos seguirán apedreando impunemente. Me temo que Almunia -desde Bruselas- va a hacer poco por evitarlo.
¿Para cuándo la artillería de las buenas palabras?
No hay atonía ni falta de coraje, sino simplemente que, salvo los muy brutos, todos tienen claro que no hay soluciones mágicas para salir del embrollo en que estamos metidos. La recuperación será lenta, siempre que no haya recaídas y los pasos se den en el buen sentido.
ResponderEliminarJLGM
...Y todo fue llorar y crujir de dientes entre las gentes de Sión, pues Él llegó montado en un borrico (no aceptó el elefante que le brindaba el maharajá de Jaipur), la faz sonriente, leggiadro viso, impoluto el diente de los hijos de Cam: ¡Obama en el cielo!
ResponderEliminarHermosas las palabras de Otelo pero a continuación viene la ceguera y comienzan las dudas, los celos ,la manipulación de los sentimientos y sobreviene el desastre. Parece que ciertos carácteres humanos no tienen remedio y si el caso de Otelo no es suficiente , ahí está el Rey Lear, incapaz de discernir la lealtad y deslealtad en su propias hijas y el desatre que se avecina tras su renuncia.
ResponderEliminarJavier
Del Otelo y de la Desdémona de la ópera de Verdi se puede decir lo mismo que de los amantes de Teruel: tonta ella y tonto él. ¡Vaya manera de dejarse engañar por Yago! Pero los salva la música.
ResponderEliminarJLGM
Pero en algunas personas su fragilidad interior es tremenda más allá de la acción de algún que otro manipulador que ande suelto por la escena.Sobre los celos, por ejemplo, una película que te deja helado es El Infierno de Chabrol- de las que mas desasosiego crean de las suyas-
ResponderEliminarJavier
No hay soluciones mágicas pero hubiese sido oportuno ir poniendo los ladrillos de las soluciones justas y duraderas. Y NADA de esto se ha observado, ni en este gobierno troglodita ni en el descafeinado socialdemócrata (?) de nuestras decepciones..., que vienen ya de lejos.
ResponderEliminarPor el contrario, se ofuscan (sobre todo los socialistas, que lo que es el PP es consciente de lo que hace) y no hacen sin poner remiendos a una caldera a presión (no es contradictorio que yo constate la atonía y la inacción de los damnificados por este estado de cosas, porque estoy convencido que las precarias soldaduras cederán al fin), sin el menor cuestionamiento del sistema que hoy disfrutamos...
En el documental que citaba en otra parte, para ilustrar la catástrofe social que padecía la Alemania de 1932, contabilizaba un paro de SEIS MILLONES de personas, sobre un total de SESENTA Y SEIS millones de habitantes. ¿Qué decir, pues, sobre la situación de la España de 2012, con precisamente seis millones de parados de una población de CUARENTA Y CINCO millones?
Hay que estar ciegos, Martín, parta no adelantar que vamos camino de un estado pre-revolucionario..., porque el daño va a seguir creciendo (ayer nos desayunábamos con el cierre de Suzuky, una empresa señera en Gijón, y el ceño de Mittal parece que se frunce cada día más; además de la sangría que se da en el comercio local, que no hay día que no veas algún rótulo anunciando el cese de la actividad
comercial). Todo un drama que no hace -digo- más que crecer y, lo que es peor, sin atisbo razonable de solución.
Por eso me extraña la pachorra, el conformismo y la aceptación resignada de JLGM, que denuesta a los que él llama "muy brutos" (este es el peor defecto del vate: que llega al insulto de quienes no opinan como él, lo cual le invalida algunas veces como interlocutor clarividente). Sé de sus buenas inclinaciones pero las hay que defender con herramientas menos toscas, porque -que le conste a Martín- la tosquedad del concepto no la logra ocultar el afeite de la retórica.
Que conste que si vaticino que vienen tiempos de gran convulsión no afirmo que sea necesariamente para bien, ni que vaya a restituirse la justicia social o que los ciudadanos vayan a ser dueños de su destino. Eso sería lo deseable, pero la Historia ilustra sobre cómo se solventan -a veces, que no siempre- las reivindicaciones populares si pasan de un umbral determinado... Pero en esta ocasión, las propias características del sistema hacen que su capacidad de respuesta se colapse y se cortocircuite, dada la complejidad del modelo que, en definitiva, viene a ser su mayor enemigo.
Así que, querido JLGM, que te conste que es extemporánea tu parsimonia, tu buenismo y tu confianza en que las cosas se vayan a arreglar por sí sola (caramba, pareces en esto marxista, por cierto fatalismo histórico). Quizá en tus itinerarios cotidianos no topas con los antros del dolor y de la miseria (de las miserias); a lo mejor en la estela del Milán o de los Porches no navegan las pateras de los desgraciados. Que ya son legión.
Salud.