Sábado, 16 de
marzo
ELOY, ELOY
Hay
quien piensa que el poeta, cuando habla en verso, puede decir cualquier
sinsentido, como la sibila de Cumas, y luego que cada uno lo interprete a su
gusto. No diré yo que no, y eso explica el éxito de tantos poetas sibilinos,
pero cuando habla en prosa, debe someterse a las mismas reglas del pensamiento
lógico que el tendero de la esquina.
Eloy Sánchez Rosillo es entrevistado por
Isabel Marina en el nuevo número de la revista Ítaca. En la última
respuesta, habla de la muerte, cuya existencia niega en un poema: “Para unos,
tras ella no hay nada, lo cual es mucho decir y demasiado saber, pues nadie ha
vuelto a la vida después de morir para confirmar lo que tan categóricamente afirmaba
cuando estaba vivo. Para otros, gracias a su fe, después de la muerte está la
certeza absoluta de la vida eterna. Y para otros, en fin, entre los cuales me
cuento, al otro lado de la puerta estrecha a la que me he referido está el
misterio. Todo es posibilidad dentro de él. En ese sentido la muerte es la gran
aventura de la vida. Tengo la intuición poderosa, la ilusión inmensa y el sueño
maravilloso de un más allá, aunque no la certeza”.
Muy respetables la fe de unos o la
ilusión inmensa y el sueño maravilloso de otros, pero la crítica a los que creen
que tras la muerte no hay nada resulta algo endeble. Ni un
niño razonaría de esa manera. ¿O sea, admirado poeta, que para que tengamos
claro que tras la muerte no hay nada hace falta que Schopenhauer, Nietzsche o
Bertrand Russell vuelvan del más allá y se presenten en un congreso de
filosofía o en un plató de televisión y allí nos expliquen que, una vez
muertos, han andado rebuscando por un lado y por otro y no han encontrado nada?
Eloy, Eloy, el que nadie vuelva de
la muerte, el que a los pobres muertos, allá en su vida eterna o en ese
misterio con el que tú sueñas, no les dejen ni siquiera utilizar el móvil una
vez al año para comunicarse con sus seres queridos, ¿no es la prueba más
irrefutable de que no hay nada tras ella?
Vuelve a la materia la materia de la
que estamos hechos y aquí quedan nuestras obras –Las meninas, el
Quijote o los árboles que plantamos-- y queda, además, el amoroso recuerdo
en el corazón de los que nos quisieron. Hay un más allá de la muerte, cierto,
pero está en el más acá.
Domingo, 17 de
marzo
NO ME GUSTA
REGATEAR
Soy
alérgico a muchas cosas, entre ellas a regatear. Hace unos cuantos domingos, en
un puesto del Fontán, me encontré con un tomo editado por Garnier Hermanos, la
editorial de París en que trabajaron los Machado y tantos autores modernistas. Me pidieron diez euros, me pareció caro, y además no iba a leerlo, y allí lo
dejé. A pesar de que forma parte de la colección “Los mejores autores
españoles” incluía dos novelas de A. R. Le Sage, el escritor francés del XVIII
que saqueó la literatura española y al que tradujo el padre Isla. Luego me
arrepentí, sobre todo cuando vi en Iberlibro que lo vendían a noventa euros,
pero ya no estaba. Hoy aparece de nuevo y me piden cinco.
Vuelvo a casa tan contento, como quien
hubiera hallado un tesoro. Y me encuentro al final con dos rarezas: un
cuentecillo de Francisco Navarrete escrito sin utilizar la letra “a” y otro
“compuesto en equívocos burlescos” que parece preludiar el surrealismo. Y la
novela de Le Sage El bachiller de Salamanca se lee con tanto gusto como
cualquiera de las novelas picarescas españolas.
No me gusta regatear, pero el azar parece que regatea por mí.
Lunes, 18 de marzo
DESCATALOGADO
Enrique
Bueres coordina, en el Antiguo Instituto de Gijón, una charla sobre la poesía
en los medios de comunicación. Participan Ignacio Elguero y Antonio Lucas, dos
veteranos periodistas de voz muy seductoramente radiofónica. Sonrío
melancólicamente ante alguna alusión.
---Ahora ya no es como en los años
ochenta y noventa, no hay referentes claros. Entonces todos estábamos atentos a
lo que decían Luis Antonio de Villena, José Luis García Martín o el crítico ese
tan perverso de Sevilla, ¿cómo se llamaba? Ah, sí, Miguel García-Posada. Una
reseña suya hacia temblar el escalafón. Yo mismo fui uno de los damnificados de
García Martin.
Llega un momento en que uno, aunque
siga publicando una reseña semanal como entonces, se convierte en un fantasma,
alguien que habla, pero no se le oye.
---Ya me tienen por descatalogado
–le digo a Dalia Alonso--. A mi edad ya solo se puede ser presidente de Estados
Unidos o rey de Inglaterra.
Martes, 19 de
marzo
RECUERDOS Y
OLVIDOS
El
primero en felicitarme, en este día de San José, es Amancio Prada, siempre tan
gentil; la última, ya de noche, Dionisia García.
---Hoy es un día además muy especial para
mí. Cumplo años, pero a esta edad ya es mejor no decir cuántos.
---No hace falta que lo digas, Dionisia.
Está en la historia de la literatura. Naciste el mismo año que José Ángel
Valente y Jaime Gil de Biedma. Y cuando me llamaste, por uno de esos raros
misterios del azar, estaba leyendo un poema tuyo que se titula precisamente
“Llamada”.
---Está en la revista Centauros, es
el último que he publicado. “Pide permiso y ven” le digo a un ser querido
cuando leo un libro hermoso que me gustaría que compartiéramos.
Pero en la nada no hay permisos, pienso yo
recordando al bueno de Sánchez Rosillo.
A pesar de que no tengo motivos para
quejarme, de que la vida me trata, como siempre lo ha hecho, mejor de lo que
merezco, me voy a la cama con cierta amargura. ¿Cómo celebra el día del padre
quien no tiene padre ni hijos? “Tienes más hijos de los que te imaginas. Y
todos libres, como tú”, me dice Amancio Prada. Es posible, pero ninguno se ha
acordado de mí en este día. Yo sí me he acordado de ellos.
Miércoles, 20 de
marzo
CON GAZIEL
Francisco
Fuster recopila algunos artículos de Gaziel, el admirable periodista catalán,
perdidos en las hemerotecas. En uno de ellos arremete contra Pío Baroja,
incapaz de crear personajes que se nos queden en la memoria. Años después,
cuando José García Mercadal reproduce esa crítica en Baroja en el banquillo,
rectifica. La crudeza de su opinión, dice, “no fue debida a falta de
admiración por la obra barojiana, sino a todo lo contrario, a eso que los
franceses llaman un trop de zèle. Quería yo tanto, ya entonces, a
Baroja, literariamente hablando, que no me contentaba con lo que él era, y por
eso me atreví a indicarle un tanto ásperamente cómo debía ser, para que fuese
mejor todavía”.
La verdad es que eso mismo podría
decir yo de mis asperezas con autores de los que me he venido ocupando desde
hace cuarenta años. Los más inteligentes entendieron ese “exceso de celo” y no
se lo tomaron demasiado a mal. Otros, los menos, se lo tomaron tan a mal que
hasta me prohibieron, entre amenazas, volver a pronunciar su nombre.
Siempre he tratado de no meterme con nadie que no mereciera la pena, pero todos cometemos de vez en cuando algún error.
Jueves, 21 de
marzo
TIEMPO SIN TIEMPO
Mientras
en este gracianesco Día Mundial de la Poesía, poetas de toda clase y condición
leían sus versos ante entusiastas o sufridos auditorios, yo me he acercado
hasta la iglesia de Santa Eulalia, en Coya, y allí, acompañado de cipreses y
del roble centenario, al que cariñosamente llaman el roblón (pero su esbelta
gracia no se corresponde del todo con el aumentativo), me he sentido durante un
tiempo sin tiempo como los bienaventurados en ese edén que la religión promete.
Fue un sorbo de eternidad. Solo un sorbo. No me quejo. A nada más podemos aspirar los humanos.
Viernes, 22 de
marzo
LAMENTO DE BÉCQUER
¡Podrá
no haber poesía, pero siempre habrá poetas!
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