Sábado, 9 de marzo
BUSCO TRABAJO
Nunca
me he llevado demasiado bien con el tiempo libre. Siempre me ha sobrado. Y si lo
hacía con dos o tres empleos, mucho más ahora que solo tengo uno. Ser únicamente
escritor –al menos como yo entiendo la
escritura-- nunca fue una ambición mía.
Soy escritor de chispazos, de
iluminaciones. Siempre he envidiado a los autores que se pasan semanas o meses
dándole vueltas a un poema. En mi caso, nacen de un tirón, con pocos retoques
posteriores, o van directamente a la papelera. Y no soy investigador de largas
jornadas de archivo. Qué bien lo pasaría ahora yendo al Archivo General de la
Administración a analizar, qué se yo, los expedientes de la censura o cualquier otro asunto de cierto interés literario. O escribiendo novelas, de
esas de seiscientas páginas, que te obligan a largas jornadas de oficinista
durante varios años. Y luego a andar danzando de un lado a otro para la
promoción durante meses. Pero nunca he sido capaz de entender la literatura
como una forma, tan digna como cualquier otra, aunque por lo general menos
rentable, de ganarse la vida. Un error, sin duda. Y los errores se pagan, como
ahora estoy comprobando. A mí me da lo mismo tener cien lectores que cien mil.
A los editores no, por supuesto. Y no me da lo mismo cualquier lector. Si
pudiera, les haría un examen previo. Para lo que vale cualquiera, y cuantos más
mejor, es para comprador de libros.
El poema, cuando llega, es un don y yo no
puedo comerciar con él porque no soy el propietario sino el afortunado que
primero lo recibe. Los libros, por el contrario, son un producto como cualquier
otro que necesita obtener una rentabilidad.
En fin, que me sobra tiempo. Creo
que voy a poner un anuncio ofreciéndome para corregir textos, cuidar niños, dar
clases particulares, acompañar ancianos, pasear perros, cosas así. No puedo
hacerlo gratis porque entonces le quitaría el trabajo a otras personas que lo
necesitan quizá más. Pero cobraría poco, lo mínimo, y lo donaría a una buena
causa.
Domingo, 10 de
marzo
ÚTIL FUNCIÓN
Mientras
la sangre no llegue al río, la polarización política, como el apasionamiento
futbolero, cumple una útil función en la estabilidad emocional de los
ciudadanos. Discutir sobre si estos son más corruptos que aquellos o aquellos
más que estos, insultar a Pedro Sánchez o a Isabel Díaz Ayuso, jalear o
criticar a los jueces que hacen de su toga un sayo y se lanzan, nuevos
cruzados, a defender la sacrosanta unidad de España, nos hace olvidar por un
rato nuestros problemas personales, que son, al menos para cada uno de
nosotros, los verdaderamente preocupantes.
Lunes, 11 de marzo
LO QUE YO PIENSO
---Imagínate
–le digo a un amigo que quiere saber lo que pienso de lo que está pasando en
Gaza y se extraña de que nunca mencione el conflicto—que los palestinos reciben
de pronto de Rusia, China y la Unión Europea la misma ayuda en armamento y
dinero que Israel recibe de Estados Unidos; imagínate que con la ayuda de los
países fronterizos cierran el país, no dejando entrar ninguna ayuda externa;
imagínate que bombardean Tel Aviv y los otros asentamientos urbanos (incluso
Jerusalén, después de evacuar a la población árabe) sin dejar piedra sobre
piedra; imagínate que, en legítima defensa, matan diez, veinte o treinta veces
más de lo que lo han hecho los israelíes en Gaza, medio millón por ejemplo, la
mayoría mujeres y niños; imagínate…
---No sigas, no me puedo imaginar
tanta barbarie. Si eso ocurriera, los palestinos estarían entre los mayores
criminales de la historia.
---Pues eso que tú piensas de los palestinos que hicieran eso, es lo que yo pienso de los israelíes –no de los judíos—que lo están haciendo.
Martes, 12 de
marzo
UN CUENTO DE
TERROR
“No
conocí a Ariel Sharon”, comienza el libro de Sergio Calleja La última guerra
del Rey de Israel. Yo sí lo conocí, si se llama conocer a escuchar un
discurso suyo en Yad Vashem, el museo del Holocausto, cuanto se celebraba su cincuentenario,
creo que en 2003. Del libro de Sergio Calleja, jefe de la sección de Patología
Cerebrovascular en el hospital central de Asturias, me hablaron por primera vez
esta mañana. Mi amiga Sai tuvo la amabilidad de dejármelo en Panaria y allí me
lo encontré esperándome para el café de la tarde.
Siempre me aterró el final de Ariel
Sharon, un ictus leve, del que se recupera rápidamente, y otro poco después --tras
darle tiempo a tranquilizar a sus votantes-- que lo deja ni muerto ni vivo
durante largos años.
Sergio Calleja analiza el caso con
minuciosidad de detective y llega a la conclusión de que el tratamiento no fue
el adecuado por un exceso de celo de quienes se ocuparon de él. Ocurre a menudo
con los pacientes especiales que a veces tienen menos suerte que el paciente
común. Yo leo su libro como se lee un cuento de terror. Pienso que en cualquier
momento un coágulo va a impedir que llegue sangre a un rincón del cerebro y me
quedaré sin habla o sin poder mover una parte del cuerpo. Empieza a entrarme un
sudor frío, pero sigo leyendo. Va uno teniendo cierta edad y conviene conocer
al enemigo.
Aunque el libro es de 2023, no hay ninguna
mención al período especial que tuvimos que pasar en el 2020, pero intuyo que
sus opiniones sobre ciertas novedosas vacunas exprés no deben diferir mucho de las mías:
“Los ensayos clínicos son caros y son financiados por las mismas empresas que
se beneficiarán de unos resultados positivos de los mismos”. Esos resultados
positivos deben, por tanto, ponerse en cuarentena, y nunca mejor dicho. Otra
conclusión es que la mayor parte de las enfermedades se curan solas y las verdaderamente
graves no hay quien las cure. O sea, que conviene evitar médicos --sobre todo
si son especialistas que solo saben de lo suyo-- y medicamentos siempre que sea
posible. Chequeos los menos, el sobrediagnóstico puede encontrar problemas que
solo son problemas cuando se comienzan a tratar.
Me gustan las palabras finales: “Los médicos necesitamos aprender humildad. Nos enfrentamos a algo mucho más grande que nosotros mismos y mucho más grande que la propia medicina. Nos enfrentamos con herramientas toscas y precarias al misterio de la vida”.
Miércoles, 13 de
marzo
VANO ESFUERZO
La
poesía que acompaña es la que se nos queda en la memoria, no la que está en los
libros a los que volvemos de vez en cuando o no volvemos nunca: “Si imposible
es hacer tu vida como quieras, / por lo menos esfuérzate / cuanto puedas en
esto: / no la envilezcas nunca / por contacto excesivo / con el mundo que agita
movedizas palabras”.
Creo que fui siempre fiel a ese
consejo de Cavafis y nunca tuve un contacto excesivo con el mundo (ni con el
demonio o la carne). Ahora me arrepiento: me habría gustado tener mayor
contacto, más mundo. Fui siempre rectilíneo –insensible, como el asceta, ante
las tentaciones-- hasta una meta equivocada.
Tampoco importa mucho. Sospecho que
si hubiera seguido el camino contrario también ahora me habría arrepentido.
Jueves, 14 de marzo
UN PASO MÁS
---¡Ya
estarás contento! ¡Ya habéis humillado a la justicia! ¡Ya los españoles no
somos iguales ante la ley! ¡Ya tenéis la maldita amnistía!
---¿Seguro que ya la tenemos? Este
ha sido un paso más, solo eso. Para hacer que descarrile se seguirán empleando
todos los medios, incluidos los legales, que son los más eficaces cuando el
juez es juez y parte.
---¡Y cómo no van a estar indignados si
los habéis dejado con el culo al aire!
---Humanamente es muy comprensible su afán
de venganza, pero no sé yo si encaja del todo en la praxis jurídica.
Viernes, 15 de
marzo
NI EN SERIO NI EN
BROMA
“Si
imposible es hacer tu vida como quieras…”
¿Y cómo hubiera querido yo que fuera mi
vida? ¿Cómo quiero que sea?
Me hubiera gustado una vida más activa,
menos contemplativa. “La acción es la verdadera fiesta del hombre”, escribió
Goethe y le gustaba citar a Azorín. Haber participado en política, haber
contribuido a mejorar el mundo, haber sido empresario, haber fundado una
familia, o más de una, y estar ahora rodeado de hijos, nietos y hasta algún
biznieto…
Cuento estas cosas a un amigo y él
se enfada un poco.
---Nunca sé si hablas en serio o en
broma, Martín. Creo que me estás tomando el pelo.
La verdad es que, como suele ser
habitual en mí, no hablo ni del todo en serio ni del todo en broma. Uno nunca
está de acuerdo con lo que tiene. El plato que ha pedido el comensal de la mesa
de al lado siempre nos parece más apetitoso que el nuestro.
Si cuando yo tenía veinte o treinta
años, me preguntaran sobre cómo me gustaría que fuera mi vida medio siglo
después, respondería que muy semejante a la que tengo ahora. Y sin embargo…
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