jueves, 20 de febrero de 2025

Al servicio de quien me quiera: Personal y político

 

Sábado, 15 de febrero
EL MISTERIO CONTINÚA

“¿Pero de verdad es cierta esa historia del ramo de flores que te envían anónimamente todos los años, desde hace no sé cuántos, el día de San Valentín?”, me pregunta mi amigo Saúl, que pasa hoy a saludarme por el Atrio. “¿No te la habrás inventado tú para hacerte el interesante?”

            ---Para hacer el ridículo, querrás decir. Como no me lo envían a casa, sino a la Universidad, ya me dirás lo que pensarán quiénes lo reciben y las vueltas que da hasta que alguien encuentra mi teléfono y me llama para que pase a recogerlo. Y ahí me ves a mí pasando ante las miradas curiosas de los alumnos que esperan clase con mi ramo de flores.

            ---A mí esa historia, si es verdad, que no acabo de creérmela, me recuerda la novela de Stefan Zweig Carta de una desconocida y la película de Max Ophüls. Ya sabes, tras unos días de ausencia, un novelista célebre regresa a su domicilio…

            ---¡Yo no soy novelista!

            ---Tampoco eres célebre, pero eso no importa. Regresa a casa y se encuentra, entre la correspondencia, con un abultado sobre y la larga carta de una desconocida que sabe que va a morir y quiere confesarle su amor.

            ---Espero no recibir yo ninguna carta así, casi prefiero los anónimos amenazantes de algún poetastro. Pero lo que no puedo negar es que esta historia es bastante novelera, como de película. Le he dado vueltas y más vueltas a ver quién podría ser la autora…

            ---O el autor.

            ---Yo pienso más bien en una mujer, y de cierta edad. Y la que me parece más verosímil lleva ya más de dos años muerta.

            ---Habrá dejado una manda en su testamento, como en las novelas de Agatha Christie.

            ---Hubo una época en que me mandaba largas cartas, una especie de diario escrito a vuela pluma, que yo terminé rompiendo sin abrir y también me llamaba mucho por teléfono. Yo no quería ser descortés, ella era muy amable, pero hablaba y hablaba sin parar sin dejarte meter baza. Te obligaba a interrumpirla y colgar. Vivía en Gijón y hubo una época en que venía mucho por la tertulia. Luego aparecía esporádicamente –venía en un taxi que quedaba esperándola-- para entregarnos uno de los libros de poemas que publicaba por su cuenta. ¡Pobre! Cuando más quería que la tuviéramos en cuenta, más agobiante resultaba y más tratábamos de esquivarla.

            ---Y tú la tratarías con tu crueldad habitual, me imagino.

            ---Reconozco que a veces me impacientaba un poco ante su insistencia y su pesadez.

            ---¿Y crees que a pesar de eso te mandaba anónimamente ramos de flores por San Valentín y que te los sigue mandando después de muerta?

            ---También hubo otra poeta, que vivía en México, y vive todavía según creo, a la que bloqueé en Facebook después de que me enviara una foto de su cuarto todo él empapelado con fotos mías muy ampliadas que había sacado de las redes sociales.

            ---¡Pues vaya don Juan que estás tú hecho, amigo Martín! Nadie lo diría.

            ---Me temo que soy un imán para los chiflados y eso me da un poco de miedo. Lo del ramo de flores me desagradaba al principio. Ahora ya no. Si alguien me las manda es porque me quiere y quiere molestarme lo menos posible. No parece que me lea, pero si me lee, sea en este mundo o en el otro, que sepa que me gustaría darle las gracias.

            ---Pero que no sea personalmente, por si acaso.

Domingo, 16 de febrero
EL PRESIDENTE EN EL TEJADO

Como sigo viendo el cine en las salas de cine, igual que cuando era niño, conservo una cierta debilidad por las películas que son pirotecnia y magia, circense “más difícil todavía”.

Disfruto con la nueva aventura del Capitán América, que lleva el mismo título, Brave New World, que la famosa utopía de Aldous Huxley, y no puede dejar de sentirme defraudado con la pretenciosa The Brutalist, engañosa ya desde el título, historia de un arquitecto escrita por alguien que parece saber poco de arquitectura. El epílogo transcurre en Venecia durante la primera bienal de arquitectura. celebrada en 1980, pero en lugar de ofrecernos alguna imagen de los espacios expositivos de la bienal –los Giardini con sus pabellones nacionales, las impactantes naves del Arsenal--. nos presenta un anuncio de la oficina de turismo: la proa de una góndola recorriendo los canales, la plaza de San Marcos, la piazzetta, puestas de sol y revuelo de palomas. Y luego el discursito glosando los méritos del mastodóntico edificio cuya construcción centra la película: su estructura interior recuerda la del campo de concentración en el que estuvo el protagonista. Pues vaya gracia.

            En cambio, en el irónico “brave new world” de Capitán América, qué imágenes más impactantes –que cada cual las interprete como quiera-- las del presidente de los Estados Unidos convertido en monstruo que se encarama sobre la Casa Blanca, arranca el mástil de la bandera y comienza a destruir a golpes el edificio.

Lunes, 17 de febrero
RECUERDOS Y OLVIDOS

Leo una biografía de Josefina de la Torre, la poeta del 27 luego reconvertida en actriz y cantante, y descubro con asombro que tenemos algunas relaciones comunes. Resulta que una de sus hermanas se casó con Ramón Carande, el gran historiador de la economía, a quien yo le oí referir en una entrevista su sorpresa cuando reconoció, en aquel ruso exiliado y anónimo que jugaba con él al ajedrez en Ginebra, nada menos que a Lenin, y yo fue amigo de su hijo, Bernardo Víctor Carande.

Dirigía una revista, Capela, “boletín personal de un hombre que vive en el campo”, luego convertida en Alor Novísimo, en la que mis colaboraciones se cruzaron con las de Josefina. Capela era el nombre de una finca extremeña en la que la escritora pasó algunas temporadas.

Algo tenía que ver el empeño revisteril del sobrino con lo que yo hacía entonces en Jugar con fuego. Simpático, culto, bien relacionado, no tenía mucho talento como escritor. No tardé en darme cuenta y en decirlo en uno de los diálogos inventados que mantenía con Víctor Botas. Me arrepentí pronto de esas palabras, como de tantos juicios acres y certeros que podría haberme callado.

He revisado ahora sus libros, y la colección de la revista, porque nada me gustaría más que rectificar. La revista es un confuso batiburrillo, pero aquí y allá se encuentran colaboraciones de interés: textos inéditos de Ramón Carande, traducciones del latín de Mariano Roldán. O curiosidades, como unos versos en alemán de Aquilino Duque. Pero la mayor parte la escribe el propio Bernardo Víctor –se trata de su “boletín personal”-- y eso es lo que menos interesa.

            Valía más como persona y como personaje que como escritor, y sospecho que algo semejante le pasa a Josefina de la Torre, que quiso jugar en la liga nacional –fue seleccionada por Gerardo Diego en su antología-- y se quedó en figura local y en tema para reivindicaciones feministas.

Se casó por primera vez en 1954 y se arrepintió a los pocos días. Esto es lo que escribe en su diario: “El 31, que hacía una semana que nos habíamos casado, llegó completamente borracho”. Y así siguió durante los dos meses de convivencia: “El 15 fue horroroso lo que sufrí y lloré. El 16 también se emborrachó. Mi vida era un martirio. El 26, 27 y 28 vino borracho”.  Un día supo “una cosa horrible, espantosa”, que no nos aclara. Y decide abandonar la casa, pero sigue casada hasta que el marido muere en 1977, y entonces por fin puede casarse con el hombre del que se enamoró en 1956 y con el que clandestinamente convivía. Tenía ella setenta años.

Un amigo me dijo una vez que no hay mucha diferencia entre las biografías de escritores que leemos los que nos la damos de cultos y los programas de cotilleo con los que se entretiene la gente común. Puede que tenga razón. Con un cierto morbo me entero de todos los detalles de la vida de esta escritora, que como escritora no me interesa demasiado, y termino recordando los versos de Borges que tanto me gusta citar: “Pero la vida es una red de triviales miserias. / ¿Y habrá algo mejor que ser la ceniza / de que está hecho el olvido?”

 

Martes, 18 de febrero
BUENA MEMORIA

A la memoria, a la mía al menos, tan piadosa, no le gusta alardear de buena memoria cuando recuerda los malos momentos. Procura recordar solo lo justo para que me libre de volver a caer en ciertas trampas. 

Miércoles, 19 de febrero
DOBLE RASERO

Uno de los reproches que más he tenido que escuchar a lo largo de mi vida es el de lo mucho que me gusta llevar la contraria. Y algo de cierto hay en ello. La verdad tiene dos caras, o más de dos, y cuando todos parecen estar de acuerdo en una, yo me fijo en otra.

            Me reí ante el unánime lamento porque Gran Bretaña abandonaba Europa cuando solo quería dejar de estar afiliada a un costoso y poco eficiente club (en Europa sigue, en la peor Europa incluso, y así se ve con lo de Ucrania); me río cuando se acusa a Trump y a su administración de tratar de influir con sus declaraciones en la política interior europea.

¿Y por qué me río? Porque los que ahora se lamentan hicieron declaraciones, un día sí y otro también, tratando de influir en la política interior de Estados Unidos para que el “fascista” y “delincuente convicto” Trump --así lo llamaban-- no volviera a la presidencia.

 

 

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