sábado, 8 de febrero de 2025

Al servicio de quien me quiera: De Belgrado a Tel Aviv

 

 

Sábado, 1 de febrero
UN MAESTRO

¿Mi filósofo favorito? El mismo que el de Unamuno, como he repetido más de una vez: Pero Grullo. El núcleo de su filosofía se resume en una frase: todo tienen sus pros y su contras. Si se trata de elegir, conviene analizar cuidadosamente unos y otros y ver cuáles prevalecen. Si no se puede elegir, hay que prestar atención sobre todo a las ventajas y tratar de atenuar los inconvenientes.

            Envejecer también tiene su gracia. “Su maldita gracia”, añadía antes. Ahora ya no: me gusta este tomarse las cosas con más calma, no ambicionar nada que no sea pasar de un día a otro sin mayores tropiezos, estar disponible a cualquier hora del día para echar una mano a quien me necesita, seguir encontrando libros que estaba deseando leer y ni siquiera sabía que existían, discutir de esto y lo otro con este y con aquel y sobre todo conmigo mismo.

            Sonrío cuando escucho hablar de los problemas de la gente que vive sola. Lo malo no es vivir solo, sino no poder vivir solo.

            Mientras llega ese momento, me dice mi maestro Pedro Grullo, disfruta de la compañía del universo.

Domingo, 2 de febrero
NADA HA CAMBIADO
 

La película interesa poco. Nos cuenta las dificultades para transmitir en directo, y vía satélite, por primera vez un atentado terrorista: el secuestro de los atletas israelíes durante la olimpiadas de Múnich en septiembre de 1972. Interesa poco, pero me hace dar un salto de más de medio siglo. Por entonces, ya había comenzado a trabajar y estudiaba Filosofía y Letras. Me enteré del secuestro en la estación de Avilés. Hubo poco tiempo para el suspense; no tardamos en saber que todos los rehenes habían muerto. Lo que pasó después con quienes intervinieron en el secuestro lo supe por Múnich de Steven Spielberg, que tiene otro empaque y otra trascendencia.

            Han cambiado muchas cosas en la cacharrería de la comunicación, pero el conflicto palestino-israelí sigue donde estaba, solo que con muchos muertos y mucho dolor y mucha injusticia más. Ahora estamos asistiendo a otro intercambio de rehenes por prisioneros (secuestrados también en buena parte de los casos), pero para que eso ocurriera tuvo que llegar un sátrapa a la presidencia de Estados Unidos capaz de hacer reflexionar a Netanyahu a pescozones. Si por el jefe de gobierno “del único país democrático de la zona”, según se nos repite, fuera, se seguiría masacrando a los habitantes de Gaza hasta que no quedara uno vivo, aunque a la vez todos los rehenes murieran. ¿A ningún asesor de Netanyahu se le ocurrió decirle que, antes de invadir la franja, salvara a los rehenes? Después podría llevar a cabo su venganza sin poner en riesgo la vida de sus correligionarios.

            En estas reflexiones me entretengo mientras sigo en la pantalla dominical el ajetreo de los periodistas deportivos que han de dar cuenta de un criminal acontecimiento inesperado. Qué fácil es arreglar el mundo cómodamente sentado en la butaca de un cine. Y luego pienso en lo que le diría al joven –veintidós años-- que acaba de publicar su primer libro y ha comenzado a dar clases. “En lo único que he cambiado es en ahora ya no doy clases, pero sigo escribiendo y publicando sin parar. Por lo demás, continúo con tus mismas aficiones. Creo que podríamos ser buenos amigos, apenas si notaríamos la diferencia de edad”.

Martes, 4 de febrero
MEDIA VIDA

¿De verdad no he cambiado en estos último años? Eso quiero creer, pero quizá se trate de una ilusión. Cuando entré en la biblioteca pública de San Sebastián, situada en los bajos del antiguo casino, hoy ayuntamiento, me invadió una sensación de felicidad.

Media vida la pasé yo encerrado en una biblioteca. Era el lugar en el que me sentía más seguro, un refugio que era a la vez gruta del tesoro. Todos los días sacaba libros, que devolvía bien leídos al día siguiente, y allí en la sala de lectura, leía otros que no se podían prestar (recuerdo, en la biblioteca Bances Candamo, todos los tomos de la primera época de la Revista de Occidente) y también los periódicos, de los que casi solo me interesaban las colaboraciones literarias.

¿Cuándo acabó esa época? No soy consciente de ello. Sigo leyendo mucho fuera de casa, pero mis rincones de lectura ahora son las cafeterías. No me molesta el murmullo de la gente. Todo lo contrario, me acompaña. Llego cada mañana a las diez en punto a Noor, donde me saludan por mi nombre y saben lo que tienen que servirme, me siento en la mesa del fondo y abro el libro que llevo conmigo, cada día uno distinto. Estoy algo menos de una hora, pero hay libros que no dan para tanto, sobre todo si son de poesía. No me importa, también sé estar sin hacer nada o garabateando algo en el cuaderno que siempre llevo conmigo (a menudo no soy capaz luego de descifrar lo que he escrito).

            He cambiado y no he cambiado. Al entrar en la biblioteca de San Sebastián, recordé de pronto las muchas horas de felicidad que pasé en lugares como este. Quizá  solo sigo siendo feliz en una biblioteca, pero ahora he convertido en biblioteca el universo.

            Quizá. Pero me temo que esa es solo una bonita frase más o menos borgiana. Los libros siguen formando parte principal de mi mundo, pero ya no son su centro.

He cambiado de verdad, aunque me cueste reconocerlo. ¿Para mejor? Yo creo que sí, aunque mi amigo Abelardo Linares –con quien ando ahora en una agarradiella literaria que ocupará más de cuatrocientas páginas--, piensa que ha sido para todo lo contrario. En su opinión, antes era un crítico feroz y ahora me he convertido en un bienqueda. Que santa Lucía le conserve la vista.

Miércoles, 5 de febrero
MILAGRO EN GAZA

---¿Y que te parece esa idea genial que ha tenido el gran Donald Trump? Reconstruir Gaza, convertir toda la franja en un resort de lujo. En unos pocos años aquello no tendría nada que envidiar a la Riviera de las películas de Brigitte Bardot. Solo habría un problemilla. Y no se trata de quitar los escombros para poder edificar. Eso está hecho. Lo difícil será deshacerse del millón y medio o de los dos millones de palestinos que pululan por allí. Continuar la guerra hasta que no quede ninguno, como creo que ha propuesto Netanyahu o alguien de su gobierno, es demasiado costoso, amén de algo inhumano. Trump es más compresivo. Él propone llevarlos todos a otra parte. Quizá a Groenlandia, en cuanto logre adquirirla. Pero tal vez no se acomoden al clima. Mejor un rincón del desierto, en Marruecos, en Egipto, en cualquier país amigo. Con bajar aranceles y aumentar la ayuda económica a ese país todo resuelto. La Unión Europea, tan acostumbrada a agachar la cabeza, no planteará ningún problema, ya lo verás. Protestará un poquito por aquello de los derechos humanos, pero enseguida mirará para otro lado. ¿No es una idea genial? Unos barracones, unas ONGS que los den de comer y todos tan contentos. Quizá se puedan subvencionar esas organizaciones humanitarias con un tanto por ciento de las ganancias de los casinos que se instalen en la franja, convertida en un nuevo El Dorado, en una nueva Las Vegas.

Jueves, 6 de febrero
QUÉ COSAS

Releer tiene sus sorpresas. Lo hago hoy con Castilla adentro de Gaziel y tropiezo en el primer párrafo. ¿Cómo es que antes no me había extrañado? Dice así: “Yo tengo a mi servicio, hace muchos años, una doncella castellana. A mi entender, las castellanas y las vascas son, con mucho, las mejores sirvientas que aún hay en España. Tienen raza, tienen estilo y saben perfectamente su oficio. Las criadas de otras regiones españolas valen poco, como no sea para hacer de fregonas”.

            Estas cosas, en los años sesenta del pasado siglo, podían publicarse sin que nadie se escandalizara. Hoy nos frotamos los ojos. ¿Qué es eso de que las castellanas y las vascas tienen la raza de las buenas sirvientas mientras que las andaluzas o las gallegas sirven solo para hacer de fregonas? Pero no se vayan porque aún hay más: las peores sirvientas son las catalanas porque, “como ya es sabido que los catalanes tenemos un rey en el cuerpo, nos desagrada soberanamente estar sometido a otros”.

Viernes, 7 de febrero
OTAN NO

“Si la OTAN fuera consecuente, ahora tendría que bombardear Tel Aviv, como en su tiempo bombardeó Belgrado para detener un genocidio que ni de lejos llegaba al que se está cometiendo en la franja de Gaza”, digo en la tertulia.

            ---Qué barbaridades se te ocurren, Martín. Ni Gaza ni Israel forman parte de la OTAN.

            ---Tampoco Ucrania ni Rusia ni aquella Serbia que fue la primera en recibir sus misiles humanitarios.

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