sábado, 7 de septiembre de 2024

Al servicio de quien me quiera: Magia y confesiones

 

Sábado, 31 de agosto
ATARDECER EN FERROÑES

Evito, siempre que puedo, las lecturas poéticas. No me gusta leer mis versos en público; no me gusta demasiado que me lean los de los demás. La poesía es una criatura delicada, se esconde detrás de las palabras del poema y solo aparece en la ocasión propicia. El silencio y la soledad suele ser la compañía que prefiere. Al menos, la poesía que a mí más me interesa.

            Pero cómo me alegro de haber hecho esta tarde una excepción. La cita era en la casa-taller del escultor Benjamín Menéndez. Ya había estado allí una vez, con Marisa Fanjul, y no podía desaprovechar la ocasión de volver a uno de esos lugares en los que apetece quedarse para siempre.

            Atardecía cuando nos detuvimos junto a la iglesia de Ferroñes, situada en un alto, con el tejo de las leyendas a un lado y el cementerio al otro. Estaba llena de gente, rodeada de coches. Nos imaginamos un funeral, que es uno de los pocos motivos que suele reunir en la iglesia a la gente de los pueblos. Luego supimos que era un bautizo. ¿Un bautizo a esa hora? Formaba parte de la magia del momento, como el toro minoico que nos miró majestuoso tras su cerca de alambre, el altivo gallo rodeado de su corte, las esquilas de las vacas. Me acompañaban Javier Almuzara y Mercedes Polledo (siguen siendo una pareja feliz a pesar de haberse casado), con su rara conjunción de ingenio y cordialidad, de entusiasmo y sabiduría. Por su parte, Dios parecía haberse esmerado especialmente en dibujar, difuminar, colorear el escenario. Daban ganas de aplaudir. Qué maravilla de nubes, brumas, verdes y sugerentes manchones oscuros, qué dominio de la perspectiva.

            Benjamín Menéndez, que ha dado un toque maestro al perfil de la ría de Avilés, y por eso le estaré siempre agradecido, nos habló de su obra con la sensatez del artista que es también artesano, que hace lo que dice y dice lo que hace; las poetas leyeron sus versos y alguno ajeno; sonó la gaita y la voz de Socorro Gutiérrez Caño, con su pandereta y su pandero. No estaba la cantante en su mejor momento, o al menos eso dijo ella, pero qué importaba. Las flores son las joyas de los pobres, afirmó no sé quién. Y la música popular, esa voz que de pronto se alza en el crepúsculo y parece cantar solo para sí misma, es la que a mí más me llega al corazón, la que expresa mejor el alma de la tierra y la herida del tiempo que pasa y no vuelve, pero que en algún momento parece no pasar. “Como quieres que vaya, / que vaya a verte, / si la tu despedida / me da la muerte”.

            El sigilo del gato que aparecía y desaparecía entre los asistentes, el tintineo de alguna esquila y el murmullo mozárabe de una rústica acequia completaban la magia del momento; hasta el sol tardó en ponerse para no perderse ni una nota.                                                                                                           

Domingo, 1 de septiembre
POR QUÉ SOY TAN HIPÓCRITA

Me gusta presumir de defectos que no tengo para mejor ocultar aquellos que sí tengo y que me avergüenzan un poco. Aunque la saque a relucir a cada paso, y la exhiba como un pavo real, mi vanidad es la justa, quizá un poco por debajo de la media de los que se dedican a mi oficio.

El vanidoso necesita de la admiración ajena, yo a veces tengo la sensación de que me basta con la mía, no siempre fácil de conseguir. Hace falta ser muy humilde para ser vanidoso. Y yo, humilde no lo soy demasiado. Orgulloso, sí. Seguro de lo que valgo (que es bien poco si me comparo con quien suelo compararme: Virgilio, Goethe, Borges), también. No crecería mi autoestima si me dieran el Nobel (que en literatura no es más que un premio Planeta mejor considerado) ni descendería si vendo aún menos de lo que espera mi siempre poco optimista editor.

            Menos mal que estas cosas las callo con bien educada hipocresía. Si las confesara públicamente, perdería las escasas simpatías que aún tengo.

Martes, 3 de septiembre
LA ZORRA Y LAS UVAS

“Lo mires por donde lo mires, a tu edad, y como escritor, eres un fracasado. No has ganado dinero, no tienes premios, tampoco fama (si acaso, mala fama)”.

Me lo repito una y otra vez y también las palabras de Beckett: “Fracasaste. Da igual. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.

Me lo repito, pero no me lo acabo de creer. Si he fracasado, no creo que se pueda fracasar mejor. O al menos, más a mi gusto.

Miércoles, 4 de septiembre
OTRO PUIGDEMONT

Leo: “El chavismo ordena la captura de Edmundo González”. Bueno, ya tiene Venezuela su Puigdemont. A ver cómo le trata la prensa española. ¿Le calificarán de huido de la justicia, se burlarán de él tratándole de cobarde por no dejarse detener por la policía?

            ---No confundas, Martín, un país democrático, como es España, con una dictadura como Venezuela.

            ---¿O sea que en un país democrático, si uno desobedece al Tribunal Supremo, tiene que atenerse a las consecuencias, pero en una dictadura puede hacerlo todas las veces que quiera y sin que le pase nada, porque, si intentan aplicar la ley, todo “el mundo libre” se alza en su defensa?

            ---No me seas demagogo.

            ---Comparo y saco conclusiones. En España, como es un país democrático, los jueces pueden criticar públicamente las leyes antes de que se promulguen y después utilizar todos los argucias posibles para no aplicarlas si no son acordes con sus intereses políticos; en Venezuela, como es una dictatura, la oposición puede infringir cualquier ley sin atenerse a las consecuencias, que ahí están papá Estados Unidos y Su Seguro Servidor (la Unión Europea, por otro nombre) para proteger al infractor y castigar al gobierno, y de paso a los ciudadanos, por querer aplicar la ley.

            ---Ese infractor ganó las elecciones.

            ---Sí, como Trump según Trump, aunque los tribunales dijeran otra cosa. Pero yo de política no hablo, que de política no sé nada, que solo sé pensar por cuenta propia.

Jueves, 5 de septiembre
¿DE PROFESIÓN, POETA?

¿Puede la poesía convertirse en un oficio? Yolanda Castaño piensa que sí. Hoy, en la tertulia virtual de los miércoles, comentamos unas declaraciones suyas a favor de la profesionalización de los poetas. “Creo que hay muchos lastres, de herencia probablemente romántica, que asocian la poesía a una suerte de espiritualidad o misticismo, y que la separan de las condiciones materiales en que debe desarrollarse cualquier esfuerzo creativo”, dice. Y se pone ella, que lleva veinte años viviendo de la poesía, como ejemplo.

Viviendo de la poesía, pero no de los derechos de autor de sus libros de poesía ni de lo que cobra por sus lecturas poéticas, sino de sus actividades como gestora cultural: organiza un ciclo de poesía con poetas internacionales y de lengua gallega desde hace más de quince años, dirige un taller internacional de traducción en la isla de San Simón (por allí han pasado poetas asturianos como Antón García), ha creado una residencia internacional de escritores; todo ello financiado, por supuesto, con dinero público. No desaprovecha oportunidad de conseguirlo. Por eso, durante su estancia en Panamá en la Feria Internacional del Libro, en la que España es país invitado, intenta que Panamá se asocie a su proyecto y financie la estancia de algún escritor panameño. Ella vive de la poesía, pero de becas y ayudas y estancias no puede vivir nadie y menos mantener a una familia. “Las personas que nos dedicamos a la poesía también debemos ser remunerados por nuestro trabajo”, afirma. Cierto. ¿Pero cómo se hace esa remuneración? ¿Con una partida en los presupuestos generales del Estado? ¿Y quién tendría derecho a cobrarla? ¿Todos los que escriben poemas? ¿Todos los que han publicado algún libro? ¿Todos los que han ganado algún premio?

            ---Tú es que pareces creer que todos los ingresos de un escritor que no provengan de los derechos de autor son subvención, prebenda e incluso limosna.

            ---No diría yo tanto, pero casi. Incluso las lecturas poéticas, en las que no se cobra la entrada, pero sí cobra el autor, por muy escaso que sea el público, son una subvención y no un rendimiento propiamente profesional. Si quieres vivir de la literatura, tienes que aceptar las reglas del mercado literario. Las ayudas con dinero público son una ayuda, un complemento, no un modo de vida. Yo financiaría con dinero público escuelas y bibliotecas y pagaría a los escritores, como a los abogados, cuando se les hace algún encargo específico. Y como hay mucha más oferta que demanda, la mayoría –y no solo de los poetas, también de los novelistas o de los dramaturgos-- deberían tener, como tienen, otro oficio. También lo tiene Yolanda Novo, que no se gana la vida escribiendo versos. 

Viernes, 6 de septiembre
QUIZÁ

---¿No tienes la sensación, ahora que te acercas a la última vuelta del camino, de haberte equivocado?

            ---Quizá, pero tampoco importa mucho. Todos llevan al mismo sitio.


3 comentarios:

  1. "-¿O sea que en un país democrático, si uno desobedece al Tribunal Supremo, tiene que atenerse a las consecuencias, pero en una dictadura puede hacerlo todas las veces que quiera y sin que le pase nada, porque, si intentan aplicar la ley, todo “el mundo libre” se alza en su defensa?"

    ¡ Los delirios políticos de JLGM, para quien una dictadura de izquierdas será siempre más democrática que cualquier democracia occidental ! JLGM lo disimula bien pero es de extrema izquierda, de esa extrema izquierda que odia la democracia. Como Mélenchon en Francia, defiende a Maduro y la mafia chavista, a la Cuba arruinada por el marxismo, a la China que invade el Tibet o la Rusia que declara la guerra a Ukrania con pretextos decimonónicos.

    Detrás de todas sus reflexiones políticas, incluidas las que hace sobre el Covid o el problema catalán, hay el odio a la democracia típico de la extrema izquierda occidental, una extrema izquierda cuya característica principal es que le importa un bledo la testarudez de los hechos.

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  2. (Boutade) Como sigáis así, vais a matar a Maduro de muerte natural, eh, eh. Ay, la 'pablosfera', o sea.

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  3. José Luis, no te quejes (pero tampoco presumas). Todos tus presuntos amigos admiramos mucho tu sentido de la hipocresía y de la vanidad, de verdad, créetelo. En lo que dices de ellas estas todo tú y eso es lo que nos gusta, que seas así. Pero puede también que nos quedemos cortos y no las valoremos en todo lo que realmente valen. A mí, al menos, me resultan ¡impagables!

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