Domingo, 22 de
octubre
EQUIDISTANCIA
---Eres
un cuco, Martín. No hablas de lo que hay que hablar, para no comprometerte. De
lo que pasa en Gaza, chitón. Todos sabemos de tus simpatías por los judíos,
pero sería excesivo pronunciarte a su favor en estos instantes. Tú te escudas
en la equidistancia.
---No hablo de esos temas, porque de
poco sirve lo que yo diga. Leo hoy con cierta envidia la entrevista de Antonio
Muñoz Molina con Simón Peres, que entonces era presidente de Israel. Le llamó
porque quería charlar con él. A mí no me llamó, por supuesto, pero también
charlé con él. Bueno, intercambié unas breves frases cuando me lo encontré en
el lugar en que asesinaron a Isaac Rabin, en Tel Aviv. Todavía no era
presidente. Lo que ahora me resulta extraño es que poco después comí con
Netanyahu, entonces ministro de Ariel Sharon. Qué extraño resulta recordar eso
ahora.
---¡Cómo no vas a estar entonces del
lado que estás, aunque lo disimules con una educada equidistancia!
---Cierto, cuido mucho de mantener
la equidistancia: para mí asesinar a niños israelíes es tan intolerable como
asesinar a niños palestinos. Criminales de guerra son los líderes de Hamás que
ordenaron el ataque contra civiles, criminales de guerra los políticos de
Israel que han decidido responder a la barbarie con la barbarie, pero
multiplicándola por cien, o por cien mil.
Lunes, 23 de
octubre
ACERCA DE LA
GLORIA
Soy
de esas personas que, cuando salen a dar una vuelta por los alrededores de la
ciudad o por algún barrio que no suelen frecuentar, siempre se llevan algo que
hacer. Unas veces irme fijando en detalles que suelen pasar inadvertidos (y
hacer la correspondiente fotografía) y otras darle vueltas en la cabeza a un
asunto de interés. Lo paso bien debatiendo, viendo la cara y la cruz de
cualquier tema, pero con quien más me gusta debatir es conmigo mismo. Esta
tarde, en un otoñal Parque de Invierno, he pensado en el éxito y el fracaso. No
en general, sino centrándolo en la literatura y en mí mismo.
He llegado a esa edad en que unos
–los menos-- están en la quiniela de los grandes premios institucionales (que
suelen ser como las cerezas: si te dan uno, los demás vienen en ristra) y otros
en la de los pequeños consuelos municipales o autonómicos. Yo, el derecho a no
estar en ninguno de esos dos casos, me lo he ganado a pulso.
¿Debería lamentarlo? No quiero decir
que, si me lo hubiera propuesto, hubiera obtenido algún premio de relumbrón. Muy
probablemente no, pero condición necesaria para que te toque la lotería es
comprar el billete. Yo, en esto del escalafón literario, no solo no he comprado
el billete, sino que muy a menudo me he reído de los que lo hacían.
Y los premios son importantes, ahora
lo veo. Te garantizan un poco de publicidad y avalan el currículum. A mi
siempre me ha bastado con el aprecio de la gente en cuyo juicio confío. Los
premios –los grandes premios-- hacen que te valoren quienes no te han leído ni
te leerán nunca (los vecinos, los compañeros de trabajo) y que te inviten a
viajes promocionales por esos mundos.
Ese tren ya lo he perdido. No lo
lamento mucho, la verdad. El jueves pasado vino Ángeles Mora –premio Nacional
de Literatura-- a leer sus versos a la cátedra Ángel González (esa cátedra en
la que yo estoy vetado por disposición expresa de la viuda) y, después de un agotador
viaje desde Granada, se encontró con la ausencia de los anfitriones, casi
ningún oyente (podía no haber nadie, los Premios Princesa lo copaban todo), el
tedio y la lluvia.
En esto de los viajes literarios, no
siempre quienes invitan están al tanto de sus obligaciones, especialmente de
las no escritas. Recuerdo una charla mía en Burgos. Pagaban bien, era un ciclo
organizado por una Caja de Ahorros (cuando las había), tenía público cautivo
(de cierta edad), pero no había nadie para esperarme en el hotel, solo una nota
con el saludo del funcionario de turno, nadie fue a buscarme para ir al lugar
en que se celebraba el acto, me presentó un profesor, que no parecía que
hubiera leído nada mío con datos tomados de no sé dónde. Menos mal que Burgos
era Burgos –allí hice mi primer viaje literario, cuando Artesa y Marineros
perdidos en los puertos-- y pude pasear a solas y emborracharme de
melancolía.
No siempre es así, pero cuando uno acepta
una invitación no sabe nunca con qué se va a encontrar. Mejor no tener
necesidad de esas chapucillas disfrazadas de honor y gloria.
En fin que, en lo que a las
invitaciones o a los premios se refiere, no lamento haber seguido el camino que
he seguido. Pero también puedo hacer excepciones, por supuesto. Si me llaman
diciéndome que me han concedido el premio Nobel, pues lo aceptaría encantado y
agradecido, no como el pobre Juan Goytisolo el Cervantes.
Martes, 24 de
octubre
CARLITOS
Presentación
del diario de infancia de Carlos Bousoño y mesa redonda sobre su figura en la
biblioteca del Milán. Todo muy entrañable y emotivo (allí estaban viuda e hijos),
pero con poco contenido intelectual, por no decir ninguno.
Reunión de veteranos para los elogios de
ritual y los tópicos de costumbre. Significativo resulta que les hubieran
pedido que, al final de cada intervención, leyeran un poema y nadie encontró
ninguno que mereciera la pena de ser leído íntegro. Se limitaron a algún
fragmento. Hubo una excepción: Gabrielle Morelli leyó uno, pero solo en versión
italiana para mayor claridad.
Mientras hablaban, me dediqué a hojear el Diario
de Carlitos. Con ese título, no me esperaba gran cosa. Pero me sorprendió
muy gratamente. Esto es lo que escribe el 25 de septiembre de 1936: “Estamos en
plena revolución fascista, la cual empezó el 19 de julio de 1936 a las siete de
la noche del domingo. Estos se levantaron contra el gobierno de Azaña, por la
opresión que les tenían, a ellos y a los militares, los cuales fueron los
primeros en levantarse en Marruecos, siguiéndoles en todas las provincias españolas.
Al día siguiente, día 20, ya estaban las calles pobladas de fascistas con el
fusil al hombro y haciendo su guardia por las calles. Ya se decía ese mismo día
que se había tomado Madrid, siendo así que todavía no la tomaron”. Antes nos ha
contado cómo vivió la revolución de octubre y las palizas que le daba la tía
abuela con la que vivía, que era como la bruja mala de los cuentos.
El valor literario de estas notas escritas
entre los diez y los trece años puede no ser grande o no ser ninguno, pero como
documento resulta excepcional. O eso me parece, en esta primera lectura,
mientras escucho educadas banalidades.
Miércoles, 25 de
octubre
EL DULCE LAMENTAR
El
domingo pasado me burlaba de la credulidad de Alejandro Duque Amusco y luego me
lo encontré en el homenaje a Bousoño. Se me acercó tratando de demostrar que él
tenía razón, que Procida podía estar a veintitantos kilómetros de Nápoles, pero
que se encontraba a unos pocos kilómetros del otro extremo del golfo de
Nápoles. Desde ahí podía haber ido perfectamente Bousoño a nado hasta la isla. Abelardo
Linares le apoya: “¡Y hay quien cruza el canal de la Mancha!”
Les dejo que traten de encontrar
excusas al disparate (de lo del ectoplasma del padre ni hablamos) y me limito a
preguntarle quiénes fueron los amigos del poeta que le confirmaron esa
anécdota. “Ruth, en primer lugar”, “Pero Ruth le conoció ya mayor, no estaba
allí”, “A ella se lo contaron otros amigos cuyo nombre no recuerdo”. Ya, como
en todas las leyendas urbanas.
Tomo hoy café con Abelardo y Duque
Amusco en Atípiko, mi nueva sede, que no me hace añorar la mesa redonda de los
Porches. Reunión de antiguos camaradas. Las quejas habituales. Abelardo se lamenta
de que la literatura ya no interesa y de que no se vende nada, Duque Amusco de
que escribir en castellano en Barcelona es como no existir y otros tópicos
habituales. Yo me limito a sonreír y de vez en cuando sacar a relucir algún
viejo vate y su ruth o su kodama.
Que otros presuman de sus premios y de sus horas firmando en la feria del libro. Para mí, el triunfo literario es, después de medio siglo (nos conocimos en los años setenta, los de Jugar con fuego), seguir discutiendo de literatura con el mismo entusiasmo que la primera vez.
Jueves, 26 de
octubre
MEJOR PERSONA
Ya
sé que no debería hacerlo (uno no debe revelar el escondite del tesoro), pero
llevo a Abelardo a la librería de viejo que tengo al lado de casa. Temo que me
la deje esquilmada. Pero parece que su voracidad compradora, desde los tiempos
neoyorquinos del millón de libros, ha disminuido un poco. Con lo primero que se
encuentra es con una primera edición de Las brasas, que no lleva marcado
el precio, y que la librera le deja a cinco euros.
---Es un regalo de Brines –le digo--, eso quiere decir que te ha perdonado la jugarreta que le hiciste publicando un libelo sobre su vida privada. Yo no te habría perdonado, pero él era mejor persona.
Tus encuentros con la gente importante, Martín, no revisten ninguna importancia. Pero es mejor así. Nos conformamos con las memorias de Kissinger (que creo ha publicado).
ResponderEliminarLa mayoría jugamos en tercera regional. A mi conocer a un concejal ya me incomoda
Salud..
Víctor, tampoco es para tomarla con el pobre José Luis. ¿Qué culpa tiene él si la gente importante que frecuenta prefiere entregarse a “educadas banalidades” en vez de hacerle caso sobre el Diario de Carlitos o la amnistía de unos chorizos (y chorizas) condenados por malversación? Así no hay manera de que le den el premio Cervantes ni el Nobel de la paz ni nada... Por todas las víctimas: Visca José Luis, adalid de la libertad en Cataluña y España (y su comisionado en Bruselas). Salut.
Eliminarhttps://www.abc.es/sociedad/abci-empresa-pigdemont-cambia-nombre-y-anade-vino-queentorras-y-chorizo-congresistas-catalogo-201808240858_noticia.html
No es por eso. Pero vamos a lo de Hamas. ¿Por qué se produce ese ataque? Contra Israel. Pues porque Arabia Saudí e Israel estaban a punto de firmar un tratado, que dejaría fuera de juego, y de fuego, a Hamas. Y a Irán, y a Siria... y a Rusia.
ResponderEliminarNo me meto con JLGM.
Israel, Arabia Saudí, Irán, Siria, Rusia... acabar con los chiitas, los ayatolas y sus pirolas... ¡Menudo repaso de geografía política, Víctor!
Eliminar¿Y Turquía? Te olvidas de Erdogan. ¿Hay que acabar también con él, como genocida que es del pueblo kurdo, etc.? ¿O lo proponemos, en cambio, para el Nobel de la paz como sugería José Luis en este blog hace apenas un año?
José Luis García Martín 15 de septiembre de 2022, 13:09
En la retaguardia: Esto no es lo que os cuentan
https://cafearcadia.blogspot.com/2022/09/en-la-retaguardia-esto-no-es-lo-que-os.html
O sea, acabar con los chiitas, con Irán y sus ayatollas, no me toques la pirula.
ResponderEliminarYa lo he dicho.
Vaya comentaristas de altura que tiene uno! Espero que nadie me responda que son los que me merezco porque hundiría mi autoestima (aunque me temo que esta resiste cualquier cosa).
ResponderEliminarEs Siniestro Total, Germán Coppini. Buen escritor.Es lo que se me ha ocurrido. Para no entrar aquí en en tema de Irán, los chiitas y Asser al Assad, presidente sirio y odiado por todos los musulmanes.
ResponderEliminarSalud
Bienvenido al club de los seres racionales, Víctor... ¡Nocilla para todos los niños de Gaza!
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=tKug6VD5o48