Sábado, 26 de
agosto
ANTIGUOS ALIENÍGENAS
¡Qué tiempos aquellos en los que el mundo se iba de
vacaciones durante unos meses y los periódicos no tenían más remedio que llenar
sus páginas con alguna que otra serpiente de verano! Ahora ahí siguen los
políticos con sus trifulcas.
Yo
aprovecho para andar a mi aire y viajar por otros mundos, pero no faltan amigos
que me manden mensajes alarmistas. "¿Pero cómo no dices nada? ¿No te preocupa
que vuelvan los fachas?"
No, no me preocupa demasiado, la verdad, porque nunca se han ido.
"¿Tú
crees que puedes estar callado cuando España peligra? ¿No te aterra que entren
en el gobierno de España quienes quieren romper España?"
Hombre,
pues teniendo en cuenta que en las últimas elecciones voté a Pedro Sánchez y en
las europeas a Puigdemont, no parece que lo que se avecina me asuste demasiado,
más bien lo contrario. Pero he decidido no hablar por un tiempo de política,
tomarme mis vacaciones, y una fascinante serpiente de verano ha venido a
ayudarme a ello.
¿Estamos
solos en el universo? ¿Nos han visitado antiguos astronautas que ayudaron a
construir las pirámides y Machu Picchu y a convertir en homo sapiens al
hombre de Cro-Magnon? Todos los días, antes de irme a la cama, para
desconectar, escucho a Giorgio Tsoukalos repitiendo estas preguntas y visitando
los más exóticos yacimientos arqueológicos. Duermo luego tan plácidamente como un
bebé.
He buscado la dirección electrónica del programa para enviarles una prueba de sus
teorías que acabo de encontrar en Hervás.
Los
lugares, como las personas, nos acogen con indiferencia, con un gesto
displicente o con una sonrisa. Hervás siempre sonríe al recién llegado, aunque
venga, como yo, de Aldeanueva, el pueblo rival.
A un lado de la carretera está el parque de las águilas, para airear a solas gratas
melancolías, y enfrente una calle arbolada, con frescas terrazas para charlar
de lo humano y lo divino. Yo sigo hasta los soportales de la Corredera, subo
hasta la iglesia de Santa María, que fue castillo templario; bajo hasta la Fuente
Chiquita y el puente sobre el Ambroz, el río de mi infancia, atravesando la
Judería. Me llego después hasta la iglesia del Convento o, al otro lado del
pueblo, si no estoy cansado, me voy una nueva vuelta por el museo de Pérez
Comendador. Tengo mis rutinas, como en todos los lugares que visito, y Hervás
nunca me defrauda.
Esta vez
me guardaba una sorpresa. No me había fijado hasta ahora en el friso bizantino,
o neobizantino, que adorna la capilla bautismal de Santa María. A trechos está algo deteriorado, pero no así una imagen en la que no me había fijado
antes: pecho como de paloma o de escarabajo, rostro humano, múltiples alas que
se entrecruzan como en un torbellino y ojos, ojos en todas partes. Abajo la
inscripción "Santo, Santo, Santo". ¿Una representación del Espíritu Santo? Es
posible. Pero más bien parece la ingenua interpretación de un antiguo
astronauta, un alienígena, que bajó del cielo entre hélices y múltiples focos,
esos ojos que todo lo ven.
A ver qué dice Giorgio. Seguro que le saca
mucho partido a esta fascinante criatura. Contemplarla será un motivo que
añadir a los muchos que tengo para volver siempre que puedo a Hervás.
Domingo, 27 de
agosto
BAÑOS CON HISTORIA
Como ando ahora enfrascado en las memorias de los
protagonistas de la Segunda República, al llegar a Baños de Montemayor, con sus
termas abiertas desde el tiempo de los romanos, quien me viene a la memoria es
Alejandro Lerroux, en su juventud emperador del Paralelo y luego patrón de los
negocios raros.
En 1920,
no sabemos con qué dinero, alquiló este balneario por setenta y cinco años. Los
habitantes del pueblo le llevaron a juicio, pero él maniobró colocando a
simpatizantes del Partido Radical en puestos claves del municipio y el pleito
se quedó en nada.
Aquí
veraneaba y aquí tuvo lugar su último momento de gloria. Fue en agosto de 1935.
Por tercera vez era presidente del gobierno, había liquidado contundentemente
la revolución de Asturias (y a sus enemigos de siempre, los independentistas
catalanes); la República entraba en una etapa de consolidación conservadora
gracias a la ayuda de Gil Robles; Azaña escondía la cabeza bajo el ala y Prieto
se escondía en algún lugar para evitar la cárcel. Pronto culminaría la
trayectoria política sustituyendo a Alcalá Zamora, su gran rival, en la
presidencia de la República.
Dos mil
personas asistieron al banquete que se le ofreció, al otro lado de la carretera,
en el parque que había donde ahora se levanta el nuevo balneario. Cierro los
ojos, bajo la monumental verja de hierro que data de 1884, y creo escuchar el
Rumor del gentío, acallado cuando el gran hombre comienza a hablar.
Pero un
mes después estalló el feo asunto de aquella ruleta inventada por Strauss,
Perlowitz y Lowann que necesitaba la aprobación del gobierno. Para conseguirla
entraron en contacto con elementos del Partido Radical. Parece que el acuerdo
implicaba un veinticinco por ciento de los beneficios para Alejandro Lerroux y
un diez por ciento para su hijo adoptivo, Aurelio Lerroux. Había otros
beneficiarios.
El
asunto se frustró y Strauss pidió a Lerroux una indemnización; este no hizo
caso considerándolo un chantaje. La denuncia llegó luego a Alcalá Zamora. En La
pequeña historia, Lerroux cuenta el asunto a su manera. Tuvo que dejar la
presidencia, pero siguió de ministro en el gobierno siguiente. Entonces llegó
el escándalo Nombela. Una copiosa indemnización otorgada a un industrial por
procedimientos irregulares. Abandonó el gobierno y luego, en las elecciones del
36, ni siquiera salió diputado.
La mala fama
de este eficaz comisionista venia de lejos. Cuenta Miguel Maura en sus memorias
que, cuando se preparaba el gobierno provisional de la República, alguien
propuso a Lerroux como ministro de Justicia y él replicó que "si se le
adjudicaba dicha cartera, algunos de sus adláteres acabarían subastando las
sentencias de los tribunales en la Puerta del Sol".
Lunes, 28 de
agosto
CON AVIRANETA
El azar hace que en mi casa de Aldeanueva encuentre un
tomo de Baroja, Los recursos de la astucia, en una de cuyas partes, "Los
guerrilleros del Empecinado en 1823", se narra un viaje a Plasencia: "Zugasti
había recomendado a Aviraneta que sin pérdida de tiempo se presentase en el
palacio del marqués de Mirabel, con su escolta. Así lo hizo don Eugenio. El
palacio del marqués de Mirabel era hermoso, grande, de piedra amarillo negruzca. Daba su fachada a una plaza que tenía en medio una fuente".
Visitante ese palacio cien años después de Aviraneta. Como él, admiro el patio renacentista, recorro los salones, me detengo ante el busto del emperador, subo hasta el pensil, la terraza llena de flores que da sobre la plaza y tiene enfrente la fachada de la iglesia de San Nicolás; ya no está adornada con lápidas romanas y estatuas antiguas, pero sigue siendo igual de fascinante. Asciendo luego hasta la torre, que Aviraneta no pudo visitar, y contemplo la ciudad en torno mío, con las dos catedrales unidas, las torres doradas, los huertos escondidos, los montes cercanos y el Jerte "un largo lagarto verde", como en la canción.
Martes, 29 de
agosto
UN DÍA, TODOS LOS DÍAS
Al atardecer, me gusta salir a pasear por los alrededores
del pueblo. Nunca llevo conmigo un libro, por supuesto, hay demasiado que mirar
y que soñar, pero no puedo dejar en casa la biblioteca que he ido acumulando
desde la adolescencia. Y mientras el sol se pone me viene a la memoria el
comienzo de un poema de Borges: "La vejez (tal es el nombre que otros le dan) /
puede ser el tiempo de nuestra dicha". Cuando lo escribió, tenía tres años
menos de los que yo tengo ahora. Miro luego, al fondo, sobre los tejados y los
olivos, la torre de la iglesia en que me bautizaron y me repito una vez más los
versos finales de uno de sus sonetos, aquel que habla de que en un día del hombre
están todos los días y de que entre el alba y la noche cabe la historia
universal: "Dame, Señor, coraje y alegría / para escalar la cumbre de este día".
Miércoles, 30
de agosto
LA MISMA TARDE
Tras visitar Segura de Toro --encaramada en la ladera de la sierra, con el toro prerromano que le da nombre viendo pasar los siglos en la plaza mayor, y admirar todo el valle del Ambroz desde el Canchal de la Cigüeña--, vuelvo a leer a Baroja: "Era una tarde espléndida, gloriosa: los campos verdes relucían frescos; el río venía crecido y alguna nubecilla blanca se miraba en su superficie como en un espejo azulado. En el aire pasaban las cigüeñas con ramas en el pico y quedaban en extrañas actitudes sobre sus nidos y los gorriones chillaban y una nube de cernícalos, que al transparentarse tenían un color morado, lanzaban un gripo agudo. Este silencio, lleno de ruidos, de ladridos de perros, de cacareo de gallos, de balidos de ovejas, del canto suave del abejaruco, tenía un gran encanto. Uno se sentía saturado de tranquilidad ante aquella majestuosa tarde que marchaba con su ritmo lento hacia el crepúsculo..."
La tarde
sigue siendo tan espléndida como en tiempos de Baroja, Aviraneta y Juan Martín
el Empecinado. La misma tarde. Pasamos nosotros, pero no pasa el tiempo.
Jueves, 31 de
agosto
AMIGOS
En la plaza del
Mercado de Aldeanueva del Camino, suena una música pachanguera que parece
clausurar el verano y los días de fiesta. De pronto Yara, veinte meses, se pone
a bailar, le sigue Martín, su hermano, luego la madre, luego el padre, la
familia entera que me acompaña en la casa de la carretera espantando a los
fantasmas baila feliz en medio de la pista y yo no puedo resistir la tentación
y bailo también. Es como si súbitamente me reconciliara con este pueblo, en el
que nací, pero en el que siempre me he sentido como un extraterrestre. Ahora,
en esta hermosa noche de agosto, rebosante de estrellas, me alarga la mano con
una sonrisa y yo se la estrecho, agradecido.
No lo leo entero. Para aprendices de lectores, busco nombres propios. Es verdad que quién soy yo.
ResponderEliminarBuscaba a Luis Rubiales tocandose los cojones y morreando a la otra.
¡Qué actualidad!
De sobra sabes, Víctor, que debes buscarte otras lecturas.
EliminarOtras lecturas más acordes con tus interses intelectuales
EliminarA ti te interesa Lerroux y a Víctor, Rubiales. Dos escandalosos, piquitos aparte. En fin, no se te puede obligar a escribir de lo que no quieres, o no puedes.
EliminarDe ese señor que le interesa a ese despistado comentarista se habla en todas partes. También es mala suerte que le dé por leer un diario que habla de otras cosas.
EliminarAprovecho la coyuntura y dejo por aquí la entrevista que Pla le hizo al chófer del líder radical para indagar sobre el asunto del estraperlo, por si le interesa a alguien.
Eliminarhttps://www.elespanol.com/opinion/20151110/78242185_0.amp.html
Alejandro Lérida
Es un serafín, según la representación medieval típica con base bíblica: seis alas y con múltiples ojos en ellas, que le permiten ver directamente a Dios dada su privilegiada posición en la jerarquía angélica.
ResponderEliminarLo de “santo, santo” es una alabanza a la divinidad misma, pues la función de un serafín es justo esa, proclamar de forma continuada la santidad de Dios: "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria", es lo que dice literalmente el versículo de Isaías (6,3) en el cual se basa la iconografía y la inscripción también.
Aquí tienes uno parecido:
https://scielo.isciii.es/img/revistas/aseo/v86n9/iconografica1_f4.jpg
Saludos.
ResponderEliminarBueno, los serafines son perfectos alienígenas, vinieron del espacio.
Me resulta más fácil creer en los extraterrestres que en esto: "...y yo no puedo resistir la tentación y bailo también". ¿Hay vídeo?
ResponderEliminarImpresionante el ángel. Un rosario de ojos, de miradas. Yo conté 34 ojos.
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