sábado, 8 de abril de 2023

En la retaguardia: Muerte y resurrección

  

Sábado, 1 de abril
UN TRIUNFADOR

Uno de esos libros que siempre me habría gustado escribir, pero que no escribiré nunca, es un manual titulado Cómo triunfar en la vida literaria. Creo que sería capaz de dar muy buenos consejos. “¿Y cómo es que no te los aplicas a ti mismo?”, me preguntan los amigos cuando les cuento esto (suelo repetirlo a menudo, me temo que además de en tiempo de descuento estoy en tiempo de repetición). “¿Y cómo estás tú tan seguro de que no soy un triunfador?”, suelo responderles. No todo el mundo entiende lo mismo por triunfar en la literatura. Hay quien se conforma con poder vivir de su trabajo, como en cualquier otra profesión. Para otros es entrar en la Real Academia. O que les den premios, aunque sea el de la crítica andaluza o asturiana. O que se formen colas kilométricas cuando vayan a firmar a la feria de Madrid. “¿Y tú todo eso lo desdeñas, claro, como en la fábula de la zorra y las uvas?”, suele burlarse siempre algún contertulio. Pues sí, lo desdeño. Y no solo lo desdeño, sino que en algún caso me parece más bien un castigo. Las colas para la firma, por ejemplo. Yo me canso a partir de la cuarta y empiezo a hacer garabatos ilegibles. Otros se toman su tiempo, caligrafían alguna frase amable y hasta hacen dibujitos. El comprador se va tan contento. A mí solo me gusta firmar libros de uno en uno, en distintos días, a amigos o lectores que se me acercan y que me dicen que les gusta lo que escribo. En fin, que soy uno de esos autores que más detestan los editores: los que se las dan de genios y no se rebajan a promocionar la mercancía. A pesar de ello, tengo dos editoriales —hasta el momento, toco madera— fieles: Impronta y Renacimiento. Escribo siempre lo que quiero escribir, sin preocuparme de si es lo que está o no de moda, publico todo lo que escribo y nunca me he rebajado a enviar un original a un concurso o a solicitar una subvención o limosnera ayuda institucional. ¿Cómo no voy a considerarme, en esto de la literatura, un triunfador? 

Domingo, 2 de abril
CABALLO DE TROYA

Si yo tuviera que darle un consejo a quien sueña, joven o viejo, con hacerse un sitio en los grupos y grupúsculos del mundillo literario o político o académico, le diría: “La adulación es el mejor caballo de Troya para adentrarse en cualquier fortaleza que se aspire a conquistar”.

Lunes, 3 de abril
LÍBREME DIOS

De mis amigos líbreme Dios, que de mis enemigos me libraré yo. Una y otra vez me viene a la cabeza esa frase mientras hojeo al azar el libro que un escritor de mi edad, al que admiré allá en los setenta y luego todo lo contrario, dedica a otro al que yo siempre he admirado y él consideraba uno de sus más cercanos amigos. No perdona ni una intimidad que pudiera avergonzarle e incluso da a entender que el último reconocimiento que recibió fue más debido al azar y a la misericordia que a otra cosa.

            —Es una ley no escrita que el Cervantes se dé un año a un escritor español y otro a un latinoamericano. Como en 2019 se dio a Joan Margarit, al siguiente tocaba a un americano, y a ser posible mujer. Se barajaron los nombres de Ángeles Mastretta y de Gioconda Belli. Ambas empataron y los jurados no eran capaces de llegar a un acuerdo. Se acercaba la hora de anunciar el fallo y no había manera de decidirse. Entonces alguien propuso el nombre de Francisco Brines, que aparte de ser un notable poeta “estaba muy delicado de salud, y que podía ser —y acertó— su última ocasión para obtener el Cervantes”. Y ese fue el fallo que se anunció tras una hora de retraso. No acudió a recibirlo, por supuesto. Y no por las restricciones de entonces. Paco no hubiese podido ni escribir ni leer el discurso. Muestra, la terrible foto final de un anciano que no se puede sostener en pie, sujetado por los reyes, con gafas oscuras y negra mascarilla…

            De mis amigos, líbreme Dios, me repito. Pero afortunadamente yo he tomado la precaución de no ser importante y no habrá ningún jurado institucional o no que se decida a humillarme en el último momento ni ningún amigo que se crea en la obligación de contar minuciosamente mis triviales miserias ni ningún editor que se las publique.

Martes, 4 de abril
COSAS DE LA EDAD

“Ahora comprendo por qué Jon Juaristi está siempre tan irritado conmigo cuando nos encontramos en la tertulia virtual de los miércoles”, me digo al leer la columna que le dedica hoy Félix de Azúa. “Esto, esto es lo que quiere un escritor de cierta edad cuando publica un libro: que los amigos le hagan el reclamo en los periódicos y si son muy leídos y de una orientación distinta a la de uno, mejor que mejor, así se amplía el mercado. Lo que yo hago, subrayar tanto los aciertos como las caídas, está bien cuando uno es joven, pero a partir de cierta edad sobran las lecciones”.

Yo, sin embargo, me río cruelmente de Azúa, que divaga sobre dos libros que no ha leído, ni siquiera hojeado (del de Juaristi dice que tiene 500 páginas cuando son 350). Apunta confusamente a dos tipos de poetas, los clásicos, entre los que estarían Keats y Juaristi, y los románticos, en los que incluye a Byron y al otro jaleado, Ferrer Lerín. Los primeros, los clásicos, se caracterizarían “por mirar desde la altura los movimientos de las hormigas humanas”. Qué cosas. Se lamenta de que esos poetas amigos suyos, y por eso puede asegurar su honradez, no tengan dedicada una calle y también de no tener una borrica, llenarle las alforjas con sus libros e ir por ahí animando con gritos a la gente a que los compre “para evitar males mayores y aliviar los incurables”.

No hace crítica, por supuesto, solo publicidad, mala publicidad amical y un poco abusiva: no creo que en el periódico le paguen para ello, aunque divierta a lectores como yo.

Si triunfar es convertirse en un Azúa, qué suerte tengo de no ser un triunfador.

Miércoles, 5 de abril
QUE MÁS QUISIERA

 “Vives ajeno al mundo, solo te preocupas de tus paseos, de tus ensoñaciones y de tu literatura, ignoras lo mal que lo está pasando mucha gente”, me reprochan a veces.

            Antes se decía que vivía uno encerrado en su torre de marfil, o en su habitación acolchada, como Juan Ramón Jiménez para que no le molestaran los ruidos de la calle mientras corregía uno de sus poemas quitándole una coma y luego, tras mucho pensar, volviéndosela a poner.

            Qué más quisiera yo. Quién pudiera ser como Dios y vivir allá lejos en su paraíso de ángeles y nubes ajeno a los lamentos de esos pobres seres que al parecer creó en un momento de aburrimiento.

            Yo trato de taponarme los oídos, de mirar siempre que puedo para otra parte, de pasar rápidamente la página del periódico para que no me salpique la sangre inocente. No podría soportarlo si no lo hiciera. Pero hay veces en que la técnica del avestruz no funciona. Un amigo camina hacia el abismo y yo no puedo hacer nada para evitarlo —aunque hago todo lo que puedo— ni puedo mirar hacia otro lado. Me repito una y otra vez los versos de Vicente Gaos: “La vida es dura / y no hay consuelo. / Saca el pañuelo, / literatura”. Pero la literatura se ha cansado de servirme de consuelo.

Jueves, 6 de abril
HACER EL EQUIPAJE

La muerte de María Kodama me ha hecho revivir una de mis peores pesadillas: la del escritor anciano y enfermo, separado de sus amigos y costumbres, llevado a morir lejos para poder manipularle mejor y hacerse con su testamento. Lo que me cuentan de los últimos años de Brines y de los primeros de su fundación acentúa mis terrores. Afortunadamente, yo no tengo botín que repartir: no me ocurrirá lo que a ellos.

            Engorrosos trámites burocráticos retrasaron la fundación propia en que había pensado, por lo que puedo fácilmente renunciar a ella y donar mis libros y papeles que puedan tener interés a la Biblioteca de Asturias, donde estarán a disposición de a quien puedan interesar para toda la eternidad (ya lo he hecho con una parte). Pondré por escrito y ante notario mi intención de que sea de dominio público todo lo que he publicado y nombraré dos albaceas —ya he pensado en los nombres— para que decidan qué hacer con los inéditos. Creo que es la manera más sencilla de resolver el asunto sin crearle problemas a nadie.

            Conviene tener el equipaje listo, aunque la partida se retrase todo lo posible,. Yo me conformaría con poder conocer la mitad del XXI, cada vez más apasionante, como conocí la del siglo anterior.

Viernes, 7 de abril
UN MILAGRO

La verdad está en los mitos y en los ritos. Me gusta pensar que al final de una mala semana de preocupación y tormento está el milagro de la resurrección. Un milagro que se repite cada primavera y que seguirá repitiéndose cuando yo ya no esté aquí para verlo.



 

4 comentarios:

  1. Por las mismas razones que puedes sentirte un triunfador en lo literario, puedes considerarte un Casanova en lo amoroso y un magnate en lo económico. Lo bueno de los sentimientos, de todos los sentimientos es que son absolutamente gratis y aun gratuitos.

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  2. Completamente de acuerdo. Y es que para ser perfecto ya solo me falta una cosa: ser perfecto.

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  3. El artículo de Azúa es ridículo, como todo lo suyo desde hace mucho tiempo (es uno de los escritores españoles que menos sentido del ridículo tiene - y no hablo de política, sino sólo de literatura). Vista su obra, su fama siempre ha sido para mí un auténtico misterio. Decir que los poemas de Juaristi "exquisitamente construidos, son un prodigio de exactitud lingüística" y que tanto él como Ferrer Lerín (otro poeta de octava categoría) merecen una calle, es demostrar una chochez intelectual inquietante.

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  4. Siempre me ha llamado la atención una figura cono la de Ezra Pound. Alguien que tenía un conocimiento amplísimo, y en profundidad, de la literatura (y no sólo la de su propia lengua), de modo que siempre es interesante leerle, aunque no siempre esté uno de acuerdo. A veces incluso disparata. Y eso tiene que ver, me temo, con que, convencido ya no sólo de su mucho saber y de su frecuente lucidez (lo que no sería sino pura justicia), sino de la práctica infalibilidad, o poco menos, de su juicio, llegó a creerse capaz de saber y entender tanto en lo literario como en lo público; y de ahí cosas como su apoyo activo a Mussolini y el fascismo, en quienes él veía cosas que, si no las veían otros, eso era sólo -así pensaba- porque no eran tan lúcidos como él mismo.
    No estoy yo tan seguro como me gustaría estarlo de que ese grave error de juicio, por el que Pound se tenía por luminosamente sabio en terrenos en que más bien era todo lo contrario, y por el que se creyó capaz de opinar con solvencia y sin dudas en cuanto terreno le saliera al paso, sea cosa sólo suya; y de que, sin ir más lejos, el propio titular de este blog no pudiese aprender en cabeza ajena algunas cosas no del todo inútiles, además de un poco de dos virtudes menos estimadas de lo que debieran: prudencia, y modestia.

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