jueves, 13 de abril de 2023

En la retaguardia: Desde esta ladera

 

 

Sábado, 8 de abril
HOMENAJE

Con alegre tristeza, con melancólico júbilo, asisto en Miranda, frente a la que fue su casa durante medio siglo, a la inauguración del busto dedicado a José Manuel Feito. Escucho hablar a su sobrino, a quien tanto quería, y me parece escucharle a él. Seguro que se sentiría orgulloso de estas precisas, emocionadas y bienhumoradas palabras, como lo estuvo cuando publicó su Memoria de Somiedo, tantos años después de aquel cuaderno de poemas que no fue premiado por intrigantes manejos de Antonio Gamoneda.

Ahora a menudo me acompaña el sobrino, José Manuel Gómez Feito, como antes el tío, en las comidas de los sábados en Avilés y así yo sigo teniendo a quien llevar la contraria, que es lo que más me presta, como decimos en Asturias. A José Manuel Feito, que tenía su bien disimulada vanidad, que estaba acostumbrado a ser el centro de atención, a la devoción de los feligreses, le divertía tanto como le irritaba mi afán de contradecirle, y no solo en cuestiones literarias, sino sobre todo en cuestiones teológicas. Si ponía en cuestión alguna de sus afirmaciones, o la literalidad de una cita, en seguida sacaba el teléfono para buscar la fuente. A veces me mandaba luego por la noche algún texto que confirmaba —o eso creía él— lo que yo había puesto en duda. Algo contribuí a que se mantuviera ágil mentalmente hasta el último minuto y él lo sabía y me lo agradecía. Yo también le agradezco que, para poder ganarle en algún debate, tuve que volver varias veces a los evangelios e incluso consultar la versión Texto original en.

En la inauguración, leí un soneto que había escrito poco antes, en apenas diez minutos, como si alguien me lo dictara. Y me lo dictaba el corazón, que a fin de cuentas es quien más sabe de poesía: "Ya nos miras en bronce perdurable, / José Manuel amigo, buen amigo, / que predicar sabías y dar trigo, / hablar de lo cercano y lo inefable. / Sabio en el bron, el barro y los Latines, / Siempre a gusto en medio de la gente, / Siempre uno más, a nada indiferente, / caminante de todos los confines. / Cómo echamos tu palabra en falta, / la anécdota feliz, el buen humor / con que satirizabas el error / propio primero que la ajena falta. / Ya para siempre estás a nuestro lado. / Aunque fuiste con Dios, aquí has quedado". 

Domingo, 9 de abril
CAPARRÓS, CAPARRÓS

Tonterías se escriben muchas y, si tuviéramos que Rebatirlas todas, no acabaría uno nunca. Pero no son lo mismo las tonterías de un don nadie en las redes sociales que las que un nombre más o menos ilustre perpetra en letra impresa. Estas son las que prefiero para cachondearme. Hoy le toca el turno a Martín Caparrós, ilustre cronista argentino que disparata como nadie en "La palabra español", bien es cierto que a la serie de El País Semanal en que se incluye la ha titulado "Pamplinas". Hay quien piensa que en un artículo de opinión cabe cualquier cualquier tontería (y ahí está Azúa para demostrarlo), pero todo tiene un límite. Según Caparrós, la palabra español fue inventada por los fenicios y significaba "tierra de conejos". Hombre no, esa es una hipótesis para la etimología de Hispania. Léete a Américo Castro para saber el origen medieval del gentilicio español, según él palabra extranjera. ¿Y qué es eso de que "después la marca quedó olvidada por cambio de dueño y empezó a reaparecer hace unos pocos siglos"? ¿Y qué es eso de que la primera vez que se proclamó oficialmente fue en la Constitución de Cádiz ? En esa constitución se definió a la "Nación española" como "la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios", pero eso no quiere decir —da un poco de vergüenza tener que escribir esto— que entonces se inventara la palabra español o la palabra España. Tal ejercicio de ignorancia histórica viene a cuento de lo que le interesa: si el nombre de "español" es el más adecuado para la lengua que compartimos con varios países americanos. A él le enseñaban en la escuela "lengua y literatura castellanas", no españolas, porque estudiaban más a Sarmiento que a Unamuno, a Neruda que a Miguel Hernández "y decir 'español' nos habría sonado, lógicamente, al producto de un país llamado España". ¿Y decir 'castellano' no os sonaba a producto de una región llamada Castilla? Cuántas tonterías, amigo Caparrós, cuántas tonterías. ¿No has oído hablar de los sinónimos? A la lengua mayoritariamente hablada en España llámala castellano o llámala español, como prefieras, lo mismo que a la que se habla en México o en Chile, aunque los hablantes sepan —y no digamos los dobladores de películas— que no son exactamente la misma. Lo que no puedes llamarla, salvo que quieras hacer una gracia o simplemente el ridículo, es "ñamericano".

Lunes, 10 de abril
SÍ Y NO

¿Me gustaría ser famoso? Sí y no. Ser famoso de esos a los que mira la gente cuando salen a la calle y a los que paran los desconocidos para hacerse fotos con ellos, no. A mí lo que me gustaría es ser como Goethe, a quien todos los que valen algo en el mundo quieren conocer y a quien pasa a saludar Napoleón cuando invade Alemania. Claro que entre ser Blasco Ibáñez o Gabriel Miró, yo me quedo con Blasco Ibáñez y entre ser Javier Marías o Boris Izaguirre, con Boris Izaguirre.

Martes, 11 de abril
PRIMER PASEO

Me gusta coleccionar instantes felices. Los que yo prefiero son los que se repiten todos los días, incluso en los malos tiempos, los que no dependen de nadie. El primer paseo de la mañana, por ejemplo, desde mi casa hasta la cafetería Noor, atravesando el parque. El primer saludo es siempre para la iglesia de San Julián de los Prados, que se asoma entre el boscaje de abedules. Unos días con sol y la hierba brillante de rocío, otros con niebla o lluvia. No importa. Siempre esa sensación de felicidad, de trabajo hecho y de nuevo libro que leer. De trabajo hecho: a las diez, cuando salgo de casa, ya he terminado de escribir. Nunca escribo más de hora y media, no soy capaz. Con hora y media de escritura al día, y eso como máximo, he escrito todos mis libros. Demasiados, al decir de algunos, pero nadie tiene la obligación de leerlos.

            Claro que para mí escribir es la menor parte del trabajo de escribir. Lo principal es saber lo que tengo que decir. Ir al mercado —o sea, abrir bien los ojos al mundo— y luego elaborar los ingredientes. Escribir para mí es como poner los platos en la mesa: el menor trabajo y el más entretenido. Si sé lo que tengo que decir, no suelo tener dificultades para decirlo. Soy de la escuela de Juan de Valdés: escribo como hablo, pero dejándolo todo claro porque en este caso el interlocutor, el lector, no puede interrumpir para que repita o diga con otras palabras lo que no ha entendido bien.   

Miércoles, 12 de abril
VOLVER

Durante años, en mis pesadillas aparecía el Gobierno Militar con una guardia de soldados armados hasta los dientes.  Cada semana, yo tenía que presentarme en la guarida del lobo para que me dejaran seguir en libertad. Sonaba el teléfono a veces mientras estaba allí y siempre temía que me devolvieran a los interrogatorios de la Dirección General de Seguridad. Ha pasado casi medio siglo. Ahora esas pesadillas en las que el Gobierno Militar se convertía en un antro de la Gestapo las recuerdo como una vieja película.

            Ya no hay militares armados a la entrada, sino un control de seguridad, con vigilancia privada, como en cualquier otro edificio administrativo. Y el supuesto caserón de la Gestapo está iluminado por hermosas vidrieras de Paulino Vicente el Mozo. Cuanto el edificio se inauguró, en 1958, ya había muerto y tuvo que ser su padre, el otro Paulino Vicente, quien asistiera a la inauguración. La sala en que no reunimos el jurado del premio “Carta a un militar español” está llena de miniaturas de armas preparadas por los aprendices de la Fábrica de Armas. Eran su trabajo de fin de Carrera. Preciosas miniaturas de armas históricas y actuales que debían funcionar. Nos las enseña, y nos las explica, un antiguo aprendiz, hoy ingeniero jubilado, quien también nos muestra la aparatosa firma en el libro de honor del rey Alfonso XIII, entonces un adolescente de dieciséis años que se adivina muy seguro de sí mismo. Nos atiende en la cafetería el comandante Pina, preside el acto un coronel y todo discurre con un ritualismo que a mí me divierte un poco. Me gusta asomarme, aunque sea por un momento, a un mundo tan ajeno a mí. Y ver cómo se desvanecen para siempre —si es que no lo estaban ya— los fantasmas de aquel tiempo de Consejos de Guerra y pelotones de fusilamiento.

Jueves, 13 de abril
LEGADO

Mientras paseo por la exposición de cerámica negra y bermeja, opaca y transparente que muestra la colección que José Manuel Feito donó a las Pelayas, me viene a la memoria un poema de Valente: "El cántaro que tiene la suprema / realidad de la forma, / creado de la tierra / para que el ojo pueda / contemplar la frescura".

También "la clara curvatura" de estas frágiles piezas que han atravesado los siglos, su forma "sonora y respirada", es servicial y bella. Como el cántaro y el canto, como la vida de quien recoge ahora algo de lo mucho que sembró.




 

 

 

3 comentarios:

  1. Lo que escribes sobre Caparrós, Martín, no puede ser más cierto ni estar mejor dicho. Siempre lo han caracterizado ese engreimiento de quien supone estar de vuelta -mientras que, como recordaba don Antonio Machado, todos van, a ninguno se ha visto volver-, y el tener la pluma más rápida que el cerebro. Ambos rasgos lo impulsan a pronunciarse sobre temas que apenas conoce de oídas, como si le fuera la vida en expresarse, como sea. Pero, como dices, tonterías se escriben muchas y se las paga bien, hay que agregar, con dinero y atención acrítica.

    ResponderEliminar
  2. Comentario a pie de página
    "Bron": lengua secreta (?) qué se habla en Avilés.
    ¿Y leíste ese soneto a los asistentes?
    Se irían al segundo cuarteto.

    ResponderEliminar