Sábado,
26 de noviembre
NO,
PERO SÍ
En las noches de insomnio, a uno le da por
pensar que su vida podía haber sido otra, que quizá escogió el camino
equivocado, pero al despertar me doy cuenta de que no vale la pena pensar en
eso. Escogiera el camino que escogiera, ahora ya estaría en la pista de salida.
¿En
pareja la soledad es más llevadera? No estoy yo tan seguro. En política,
¿cuánto dura el poder, el máximo poder? Dos o tres legislaturas. La verdad es
que añoro las dos cosas, el amor, el dulce amor para dormir al lado, y el poder
—el
poder político o el poder económico, más importante— para
mejorar un poco el mundo, o creer que lo mejoro. Lo primero queda bien decirlo,
lo segundo jamás lo confesaría en público, por supuesto.
En
las noches de insomnio, uno piensa cosas raras. “Si nunca te has arrepentido de
haberte casado, es que nunca has estado casado”, es una frase que me gusta
repetir. Y la frustración de no haber tenido nadie a mis órdenes se compensa
con la de no haber tenido nunca que obedecer a nadie, salvo a mí mismo.
Salgo
de casa, luce el sol, olvido las tinieblas de la noche y pienso que mi vida
podía haber sido distinta, pero no sé yo si mejor. No ha sido perfecta, ninguna
lo es, cuántos tropiezos, cuántos errores, pero también cuántos instantes de
felicidad, como este habitual paseo sabatino por el parque de Ferrera, solo y
en la mejor compañía.
Domingo,
27 de noviembre
EL
MISTERIO DE LA FELICIDAD
Dudo entre entrar a ver As bestas, la
aclamada película de Sorogoyen, o la nueva entrega de Puñales por la espalda,
que no parece ser más que un divertido juego. Me inclino por la segunda, y no
solo porque únicamente estará en las salas de cine una semana (luego pasa a
Netflix). No me apetece nada ver un dramón rural, cuyo argumento me trae a la
memoria los versos de Antonio Machado: “Abunda el hombre malo del campo y de la
aldea, / capaz de insanos vicios y crímenes bestiales, / que bajo el tosco sayo
esconde un alma fea, / esclava de los siete pecados capitales”. Prefiero volver
al pasmo de la adolescencia con El misterio de Glass Onion, que lo que me
trae a la memoria son las buenas horas de la adolescencia que pasé siguiendo
las andanzas de Sherlock o Poirot. Es solo un juguete, ya lo sé, pero qué
fascinante esa isla griega, ese solitario todopoderoso que ha de comprar a sus
amigos, el detective todo ridiculez e inteligencia, el truco de contar la misma
historia dos veces, las continuas parodias de la pretenciosa cultureta… En el
cine, lo siento mucho, no me interesa nada que sea deprimente y aburrido,
aunque se trate de aclamadas obras maestras. Voy al cine como de niño iba al
circo, para pasar un rato feliz y fuera del mundo de todos los días.
Lunes,
28 de noviembre
SIEMPRE
OCURRE LO INESPERADO
La última vez que comimos juntos en el Atrio, por
donde suelo pasar todos los sábados, le dije a Eugenio Bueno: “Tienes que
cuidarte mucho porque los amigos de Jueves Literarios van desapareciendo uno
tras otro, y por estricto orden cronológico. Primero fue José Manuel Feito, del
34; luego, Marian Suárez, del 40. Tú naciste en el 42 y después vengo yo”. Eso
era unos días antes de la complicada operación que le esperaba. La operación
fue un éxito y el Centro Médico así lo proclamó en sus redes sociales; era la
primera vez que no sé qué nueva técnica se aplicaba en España. La operación fue
un éxito, ciertamente, pero hoy, cuando menos lo esperaban, me comunican que
Eugenio Bueno ha muerto. Recuerdo la broma con una sonrisa triste. No me da
ningún miedo quedarme al borde del precipicio (todos lo estamos, y no importa
la edad), sino este golpetazo brutal al que no terminamos de acostumbrarnos,
aunque cada vez se repita con más frecuencia. Luego vendrá el consuelo de que,
a los ochenta años, no es muy grato lo que nos espera y mejor decir adiós con la
cabeza clara, pero hoy no hay consuelo. La muerte, tan cotidiana, nunca deja de
asombrarnos como si siempre fuera la primera vez. Nos sabemos mortales, pero
nos sentimos inmortales. Y por eso podemos seguir viviendo como si tal cosa.
Martes,
29 de noviembre
CLARÍN
Y YO
Pasa por Los Porches mi amigo Francisco Trinidad
a dejarme un ejemplar de la biografía que ha dedicado a la mujer de Clarín. Lo
hojeo con curiosidad y lo que más me llama la atención son las cartas inéditas
que se reproducen en el apéndice. La primera de ellas termina con las
siguientes líneas: “Polín dice que mandes algo que lo entienda él, que tienes
tan mala letra que no puede leer nada de tus cartas.”
Polín
es Leopoldo Alas Argüelles, que entonces tenía nueve años, y que sería
asesinado, tras una farsa judicial, por el delito de ser hijo de quien era.
Sabía
yo que Clarín escribía con una letra casi ilegible que era la desesperación de
los cajistas (cobraban una paga extra los que tenían que encargarse de sus
artículos), pero me conmueve que su propio hijo tuviera que decirle que
escribiera más claro para que pudiera entender lo que decía.
A mí tampoco se me entiende nada cuando escribo a mano —eso, y cierta mala fama, tengo en común con Clarín—, pero afortunadamente ahora hay ordenadores y antes máquinas de escribir.
Miércoles,
30 de noviembre
JUEGOS
DE GUERRA
Había oído contar la historia de que Javier
Marías había amenazado a Francisco Rico en la Academia con una pistola. Por
supuesto, creí que se trataba de una leyenda urbana. Ahora puedo comprobar que
era rigurosamente cierta. Lo cuenta Pérez Reverte: “Un día, en la Rae, le llevé
una Luger, esa pistola alemana que le gustaba mucho porque era de las que
salían en la Hazañas bélicas. Es una pistola de mecanismo complicado y
allí, en la Sala de Pastas, donde esperamos los Jueves antes del Pleno, yo le
explicaba cómo funciona y él, con la pistola en la mano, probaba y gesticulaba
allí, rodeados de un montón de venerables académicos que nos miraban. Javier
apuntaba, y apuntaba sobre todo a uno, que era Francisco Rico. De modo que yo
he visto a Javier apuntar con una pistola a Francisco Rico: no todo el mundo
puede presumir de ello”.
Arturo
Pérez Reverte, en el homenaje que la revista El Ciervo le dedica a
Javier Marías, presume de eso y de cosas peores: “Una Navidad le llevé a su
casa una ametralladora Sten de comando británico, escondida bajo la gabardina”.
Me imagino el susto de los que ese día se cruzaron con Pérez Reverte. Tuvo
suerte de que ninguno avisara a la policía. Pero su intención no era, por
supuesto, ni atracar un banco ni crear una alarma terrorista. Simplemente
quería darle el gusto a Marías de que pudiera jugar a los soldaditos con armas
de verdad: “Estuvimos un buen rato, él corriendo por la casa simulando los
disparos: ta-ta-ta-ta…”
Son
como niños, pero como niños a los que sus padres no han tenido la precaución de
advertirles de que con esas cosas no se juega.
Jueves,
1 de diciembre
TESTIGOS
DE LA HISTORIA
Hay libros que nos atraen por el título. Este,
de Luis de Tapia, en su tiempo famoso poeta que glosaba los sucesos del día en
la primera página de un periódico, es uno de ellos: Un mes en París, un día
en Reims, una hora en Madrid. El mes pasado en París fue el de abril de
1918, “el mes de la angustia, de la gran ofensiva, de los ‘Berthas’, de los
bombardeos aéreos”; la hora pasada en Madrid, las once de la mañana del once de
noviembre de ese mismo año, cuando se conoció la noticia del armisticio y “la ciudad
muerta seguía su vida habitual sin la menor muestra de júbilo”.
Los
libros ligados a la actualidad, los libros periodísticos (Tapia reúne crónicas
publicadas en El Imparcial) pierden pronto actualidad, son como
periódicos de hace unos días. Pero pasa el tiempo y se convierten en
fascinantes documentos históricos, llenos de pequeños detalles exactos que no
están en ninguna otra parte.
Qué
bien envejece lo que no es novela, poemario o especulación más o menos teórica
sobre la posmodernidad y el poshumanismo. Espero que a lo que yo escribo —tan
ligado al día a día— le ocurra lo mismo.
Viernes,
2 de diciembre
POR ESO
MISMO
“¿Cómo piensas ser un escritor de éxito —me
reprocha un amigo que me conoce bien— si cada día está más claro tu poco
aprecio por el vulgo municipal y espeso? Miras a los demás por encima del
hombro de tu supuesta superior inteligencia y encima quieres que te lean y
compren tus libros. ¿Para qué? ¿Para que sean conscientes de que fueron
engañados y maltratados como chinos con eso de las restricciones pandémicas o
de que solo les cuentan de la misa la media de lo que pasa en Ucrania? “
Anota José Luna Borge en su Diario¹, el jueves 27 de junio de 1996: «En el suplemento 'La Esfera', del viernes, responde Ramón Gaya al cuestionario de la sección fija "Cinelandia". A la pregunta: "Algo especial que le sucedió en un cine", contesta algo que parecerá obvio pero que de ninguna manera lo es: "Que me guste la película". Esta seca, escueta y contundente respuesta contiene más miga y dinamita de lo que a primera vista aparenta. Viene a ser la crítica cinematográfica más inteligente y más corta que he leído en mi vida. Hoy lo raro, rarísimo, es ir al cine y ver una película que merezca la pena. Esto, tan obvio, se ha convertido en una cosa especial y hasta excepcional. De ahí que la respuesta de Gaya ponga tan lúcidamente el dedo en la llaga. Lo raro, como en tantas otras cosas, es ver una película que te guste. Lo que antes era habitual y hasta casi evidente, ahora ha pasado a ser un milagro». Me ha hecho gracia —otra vez— comprobar cómo, por una suerte de vasos comunicantes, mi lectura del momento y este acudir puntual a tu cita coinciden en algún punto nuevamente. Salud (y condolencias).
ResponderEliminarAlejandro Lérida
____
¹ 'Pasos en el agua', Libros del Pexe, Gijón, 2007, pág. 73.
Lo del "vulgo municipal y espeso" es una cita de un soneto de Rubén Darío dedicado a Valle-Inclán, ya convertida casi en proverbio.
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