sábado, 24 de diciembre de 2022

En la retaguardia: No acaba aquí la historia

 

Sábado, 17 de diciembre
MEJOR ASÍ

—Qué sabrás tú de la vida en pareja si nunca has convivido con nadie más que tres o cuatro días.

            —Hombre, tampoco hay que exagerar —bromeo yo—, algunas veces hasta casi una semana.

            La verdad es que me gusta pontificar sobre cualquier asunto, especialmente sobre los que no soy demasiado experto. Pero de las parejas algo sé: me he pasado la vida observándolas —en el buen sentido de la palabra— y las novelas y los versos apenas hablan de otra cosa.

            Siempre he tenido un poco de envidia de mis amigos felizmente casados. ¿Quién no ha deseado alguna vez cambiar libertad por seguridad? Yo, muy a menudo. Que alguien decida por mí, que me diga en cada momento lo que tengo que hacer, que se ocupe de toda la intendencia. La esclavitud voluntaria puede ser uno de los mejores estados del hombre. Lo que me gustaría menos es que siguiera decidiendo después de muerto sobre mi obra literaria. “Ese libro no se reedita porque a mí no me da la gana”, “Que me pida disculpas Sabina si quieren darle el nombre de Ángel González a un premio literario”. Pero para evitar eso ya he tomado precauciones: todo lo que yo escribo es, desde el momento en que se publica, de dominio público, como si lo hubiera escrito Garcilaso, Cervantes o Antonio Machado.

            Perder la voluntad por amor parece un estado casi místico. Aquellas palabras de “hágase en mí según tu voluntad”, ¿no son un ejemplo a seguir?

            No por mí, ciertamente. La verdad es que la envidia de esos felices borreguitos llevados de la mano de su dueño me dura poco. Si yo viviera en pareja, me temo que sería siempre el que lleva de la mano, no el que se deja llevar.

            —Parece que no concibes otra relación entre dos personas que la de amo y esclavo.

            —Tampoco hay que exagerar, digamos que no concibo una relación en la que uno de los dos no lleve la voz cantante. Y me costaría bastante dejar que la llevara otro. Así que mejor así. Cada uno en su casa y la libertad en la de todos

 

Domingo, 18 de diciembre
DE LA VIDA LITERARIA

Por muy conocido que sea un escritor, siempre son muchos más los que no le conocen.

            La fama ya no es lo que era.

            Son muy endebles las fronteras entre la admiración y el acoso.

            Para ser un triunfador, basta con creerse un triunfador.

            Si escribes y publicas lo que quieres, ¿qué más quieres?

            Ser apreciado por quien aprecias, ese es el mayor premio.

            No todos los fracasos son inmerecidos.

            Qué tranquilidad da saber que un día seremos olvidados por completo.

            Antes de publicar un nuevo libro, deja un poco de tiempo para que sea leído el anterior.

            Me arrepiento de algunas de las cosas que he escrito y de muchas de las que he leído.

Lunes, 19 de diciembre
FINAL

Pocas veces un hecho tan dramático se ha contado con menos énfasis. Leo Vencer el miedo, de Jordi Amat, una biografía de Gabriel Ferrater con pocas concesiones a la novelización, llena de pequeños detalles exactos. Otro autor se extendería en la crónica de esa muerte anunciada que convirtió al autor en mito. A Jordi Amat le basta un párrafo, el último del libro, para dar cuenta de ella y de los hechos triviales que la precedieron: “El jueves 27 come con unos estudiantes en el Mesón. Se quedan allí hasta bien entrada la tarde. Del Mesón a la Rambla de Ribatallada, caminando, hay unos veinte minutos. Sube la escalera hasta el cuarto piso porque el edificio no tiene ascensor. Puede ir a las dos habitaciones con luz exterior y balconcillo. Al comedor que hace de sala de estar o al dormitorio. También puede ir al estudio donde tiene estantes con pocos libros y el escritorio que le regaló José María Valverde. Allí tiene todos sus papeles. No puede encender la televisión porque no tiene. No puede llamar a nadie porque no tiene teléfono. No hay que alargarlo más. Se hunde. Ha perdido el miedo a la sombra espesa. Ha leído que este método es rápido. Incluso lo ha comentado alguna vez. Quizás bebe. Quizás toma las pastillas para dormir. Se pone la bolsa en la cabeza, la ata con una cinta. Se asfixia”.

Martes, 20 de diciembre
SORPRESA, SORPRESA

Comentamos en la tertulia virtual una revista joven de poesía que acaba de aparecer, Centauros, de gusto un tanto continuista. Los nuevos poetas se agrupan bajo tres maestros, a los que piden colaboración. Nos acompaña uno de los directores, Alejando Bellido, y yo aprovecho para someterle al tercer grado, según es práctica habitual.

            —¿Te parece que esos viejos poetas de los setenta han envejecido bien? ¿No crees que siguen dando a la manivela para engordar una obra que hace tiempo que ha dejado de crecer? Se salva quizá Miguel d’Ors porque es un buen artesano y siempre sabe aliñar la emoción del poema con un toque de ingenio y cuidar el detalle expresivo. Pero Villena… Sin comentarios. Y Luis Alberto de Cuenca con su cansina versiprosa erudita: “Heródoto nos cuenta cómo el revestimiento exterior de las grandes pirámides de Guiza, lo mismo que los célebres colosos de Memnón, se encontraban entonces cubiertos de graffiti, pintados por los griegos que viajaban a Egipto en busca de respuestas que los grandes filósofos de Grecia no sabían dar a sus compatriotas” . Inverosímil la anécdota, por otra parte. ¿Cómo va a hacer alguien un graffiti —él, tan puntilloso, escribe graffito— de más de veinte “perfectos hexámetros” en la pierna de uno de los Colosos de Memnón?

            Sigo triturando el poema —“La trituradora” se titula una de las secciones de la tertulia— y el bueno de Alejandro, que no quiere quedar a mal con nadie, acaba dándome la razón.

            —Bueno, sí, no es uno de los mejores poemas de Luis Alberto. En su último libro, y en los anteriores, hay poemas que son poca cosa, como un simple apunte. También me ocurrió con el último de Sánchez Rosillo. Yo creo que lo mejor de estos autores está en lo que escribieron entre los treinta y los cincuenta años, después se repiten y decaen.

            Y entonces aparece una nueva ventana en la pantalla del ordenador en la que se lee el nombre del recién incorporado: “Luis Alberto de Cuenca”. Está en negro, no tiene conectado el micrófono, pero en el chat escribe: “Me has decepcionado, Alejandro”.

            El joven poeta palidece. La voz del fantasma de Hamlet no le habría provocado otra conmoción mayor.

Miércoles, 21 de diciembre
CANTO Y CUENTO

Escucho a Amancio Prada en el Campoamor —dos horas y media sin que él ni el público se cansara— y las canciones unas me gustan más y otras algo menos (mejor el humor de Chicho Sánchez Ferlosio que la melopea del becqueriano “qué solos se quedan los muertos”), pero los intermedios narrativos me fascinan siempre. Canta bien, pero cuenta mejor. Y cómo domina el arte del silencio.


Jueves, 22 de diciembre
NUNCA DIGAS NUNCA JAMÁS

Nunca digas nunca jamás. Después de que pasara lo que pasó, los negros días de la dictadura pseudosanitaria, juré y perjuré que nunca más volvería a votar a Pedro Sánchez ni a ninguno de los políticos que tuvieron responsabilidad en aquel desaguisado. Pero ahora me lo estoy pensando. ¡Viva Bolívar!

            Me llega la nueva edición de Parva memoria, un sabio y experimentado libro de Francisco Pérez de los Cobos: “El hombre no soporta que Dios le trate como a cualquier otra criatura”. En la escueta nota biográfica se dice que ha sido “magistrado y presidente del Tribunal Constitucional”. Al paso que vamos, y como ese tribunal siga haciendo de las suyas, quienes han formado parte de él tendrán que ocultarlo como un desdoro.

Viernes, 23 de diciembre
A LO QUE NO ME ACOSTUMBRO

No me molesta que los demás no sean perfectos; a lo que no me acabo de acostumbrar es a no serlo yo.


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