domingo, 8 de junio de 2014

A buen entendedor: Un junio casi abril


Viernes, 30 de mayo
VIEJO AMOR

Siempre que llego a una ciudad, llego también a las páginas de un libro, o de muchos libros. Llego hoy a Sevilla y a un delgado volumen de Pedro Salinas: Víspera del gozo. Salgo del hotel, en la calle San José, “cuando el sol de aquella tarde estaba ya un poco cansado”. Un poco cansado, es posible, pero todavía esplendoroso en este día de San Fernando.
            Plaza de Santa María la Blanca, calle Ximénez de Ensiso, plaza de Romero Murube, dorados muros del Alzázar y, de pronto, a la derecha, aparece ella con su belleza intacta, sin que puedan degradarla los años ni los miles de malas estampas.
            En el mismo momento en que nos acercamos, comienzan a sonar todas sus campanas. Dan volteretas jubilosas en son de bienvenida, como un perro feliz que reconoce a su amo.
            Me acerco al palacio arzobispal y me sonríe rubicunda, mientras el sol parece concentrar en ella toda su luz. Siguen sonando las campanas como jubilosas castañuelas y parece que, de un momento a otro, se va a arrancar en un paso de baile.
            Me esperan en una de las casetas de la feria del libro, pero aquí me quedaría hasta que acabara la tarde, que parece haberse quedado embelesada, como yo sin ninguna gana de marcharse.
            Uno no se cansa nunca de mirarla. Ya lo dijo, para siempre, Calderón: Con cada vez que te veo / nueva admiración me das. / Y cuanto te miro más / muy más mirarte deseo”.


Sábado, 31 de mayo
DISFRUTO DE MIS PRIVILEGIOS

Doy una vuelta por los puestos de la Plaza Nueva antes de entrar en la caseta de la Editorial Renacimiento, donde he de firmar mi último libro. No me apetece demasiado. Nada más deprimente que ver a un escritor enjaulado tras el mostrador, con cara de aburrido, esperando que se le acerque algún posible lector. Y cuando se acerca alguno resulta que es solo para preguntar por algún título, confundiéndonos con el vendedor. Esa al menos es mi experiencia.  
            Pero esta mañana hermosa, rodeado de libros, solo me ocurre pensar que soy un hombre afortunado. Y no solo yo, sino todos aquellos adictos a ese vicio impune, la lectura. Me siento lleno de gratitud por libreros, traductores, editores. ¡Cuánta gente dedicada a procurarme felicidad!
            Los lectores solemos ser caprichosos como niños o sultanes de oriente. A cada uno nos apetece un libro, que no es el mismo de un día para otro, en mi caso incluso de una hora para otra. Pero con frecuencia ni nosotros mismos sabemos lo que queremos leer. Si no preguntan “¿qué busca?, respondemos “lo sabré cuando lo encuentre”. Y así los editores arriesgan su dinero publicando miles y miles de títulos distintos, que los libreros no saben siquiera dónde colocar, solo para que nosotros, los lectores caprichosos, tengamos dónde escoger.
            Claro que los lectores menos inteligentes –también hay lectores poco inteligentes, por lo general profesores o críticos– se lamentan de que se publican demasiados libros, de que no se puede leer todo. ¿Pero qué verdadero lector puede querer leerlo todo? Sería como llegar a un mercado bien surtido y lamentarse de no poder comérselo todo.
            Lo que el lector quiere –lo que yo quiero– es tener siempre dónde escoger. Y gracias a los incansables y beneméritos editores, incluso a un lector tan inconstante como yo, que necesita libros nuevos cada día para leer el que más le apetece en cada momento, nunca le falta su droga favorita.
            Soy un privilegiado ya lo sé. Y por eso tengo mala conciencia. Cuántos apuros económicos pasan libreros y editores. Y yo, mientras tanto, tan feliz gracias a su esfuerzo.


Domingo, 1 de junio
ACANTO Y AZAHAR

¿Cuántas maravillas caben en un solo día? Como no hay que exagerar, esta mañana de domingo sevillano me conformo con dos. Primero, la Casa de Pilatos, Nápoles en Sevilla, con sus patios y jardines y su doble Pallas Atenea, una belicosa, armada de escudo, casco y lanza, y pacífica la otra, en la mano la égida rectora.
            Luego, muy cerca de donde nació Cernuda, el palacio de la condesa de Lebrija, obsesiva coleccionista de antigüedades romanas y de todo lo que se ponía a su alcance. En uno de los patios, se lee una hermosa inscripción: “Me senté en el jardín bajo el magnolio, mirando el salón de las columnas, con sus pareces almagras, adornadas con fragmentos de mosaicos, cerré los ojos y soñé que en esta casa tenía un idilio Roma con Sevilla, que una era la mitad de la otra. Roma los mosaicos, Sevilla los azulejos; Roma el laurel, Sevilla el jazmín; Roma la Venus de mármol, Sevilla la cerámica azul de Trian, Roma el rosa pompeyano, Sevilla el albero; Roma el ciprés, Sevilla el naranjo. Roma es de acanto, Sevilla de azahar”.


Lunes, 2 de junio
UN DÍA FELIZ

“Veo que hasta el rey te hace caso”, me escribe Rosa Navarro en un correo. Respondo con una interrogación. No entiendo nada. Pero me da por mirar el titular de El País en el teléfono y doy un salto en la silla. No me lo acabo de creer.
            Paso todo el día como flotando, extrañado de que la gente no se ponga a bailar en las calles. Y ahora, ya de noche, antes de irme a la cama, sonrío al recordar el primer artículo que escribí. ¡Cómo me avergonzaría si alguien tuviera la menor noticia de él! Afortunadamente se encuentra perdido en una revistilla escolar y además creo que lo firmaba José Luis García (más que un nombre propio, un nombre común), con lo que podría negar que fuera mío. Se titulaba “La monarquía como solución”. Acababan de nombrar a Juan Carlos sucesor de Franco con el título de Príncipe de España. Yo por entonces estudiaba Magisterio y, para obtener el título, teníamos que asistir a un campamento del Frente de Juventudes. Todos los rituales fascistas seguían en pie: se izaba la bandera, se cantaba el Cara al sol, se levantaba el brazo. El día que se dio a conocer al heredero, o a día siguiente, el profesor entró en clase muy alterado. En seguida comenzó a insultar a Franco, a llamarle traidor, a decir que a partir de ahora volvería la monarquía con sus condes del Real Agrado y Marqueses de la Real Bacinilla. Al principio, algún alumno se rió, pensando que era una broma, pero pronto quedamos todos callados y aterrados. Pensábamos que de un momento a otro iban a entrar los grises, a comenzar a dar mamporros y a llevarnos a todos detenidos. Quienes entraron fueron el director del curso y otro profesor, cogieron al borracho de un brazo y se lo llevaron, no sin explicarnos que se había puesto enfermo y que, por favor, no comentáramos nada. No volvimos a ver a ese profesor y, en voz baja, llegamos a comentar que quizá lo habían fusilado. El caso es que el príncipe y la monarquía no tenían precisamente buena prensa ni entre los franquistas ni entre los que se oponían al franquismo. Las anécdotas que sobre él se contaban nos lo presentaban como alguien medio tonto. Y fue en ese momento cuando yo, siempre movido por mi afán de llevar la contraria, escribí un artículo en el que defendía que la monarquía era la mejor solución para pasar sin traumas de un régimen dictatorial a otro democrático (no empleaba estas palabras, claro). En cuanto el príncipe fue rey, la oposición se fue diluyendo y el joven inexperto al que todos tenían por no muy espabilado se convirtió en el gran estadista que paraba golpes de Estado, paseaba el prestigio de España por Oriente y Occidente y mandaba callar a los Chaves de este mundo. Y durante décadas nos creímos el cuento, o fingimos creérnoslo, mirando para otro lado cuando hacía falta.
            Por unos días seguirá el viejo tinglado de la antigua farsa y los periódicos vendrán repletos de los vacuos elogios de costumbre. Pero solo por unos días. Luego se irán revelando cosas que a todos avergonzarán y que a algunos salpicarán, por directa complicidad o por haber mirado hacia otro lado. Y no me refiero a secretos de alcoba, los más disculpables.
            No creo que ninguno de los políticos que fueron algo en el juancarlismo –de derechas o de izquierdas– tenga nada que hacer en el nuevo tiempo. ¿Es la hora de la República? Todavía no. Un poco de paciencia. Las primeras medidas que tome Felipe de Borbón resultarán cruciales. Si convencen, si transmiten ilusión, la España del siglo XXI seguirá monárquica; si no, las próximas elecciones generales se convertirán en un referéndum y los partidos que lleven a la república en su programa podrán arrasar.


Martes, 3 de junio
PACIENCIA

Ahora resulta que todo irá más despacio de lo que yo pensaba, que antes de que la abdicación pueda ser efectiva hay que aprobar las leyes orgánicas que la regulan. ¿Y en cuarenta años los diputados no tuvieron tiempo para hacerlo? Parece que no. Y dicen que si el rey pierde su inviolabilidad, puede ser procesado por cualquier delito. Pero no de los que haya cometido con anterioridad. Tome nota el monarca: según nuestros catedráticos de derecho constitucional (que no según la constitución), aún le quedan unas semanitas con barra libre para delinquir sin que nadie le pueda acusar de nada.

Miércoles, 4 de junio
TOSER Y CANTAR

Al entrar hoy en la sala donde se reúne el jurado del premio Príncipe, encuentro al personal revuelto. Todo el mundo está muy indignado, especialmente Sergio Vila-San Juan. “¡Habíamos prometido no decir nada! ¡Y aquí aparecen los nombres de los finalistas!”, clama agitando La Nueva España. El año pasado, cuando me dirigía a efectuar la última votación, leí en el periódico de Anson el nombre del ganador. Entonces fui yo el que se puso hecho una furia. Ahora la historia se repite convertida en farsa. “¿Y qué problema hay en que den el nombre de los finalistas, siempre se ha hecho así?”, “¡Prometimos no decir nada!”, “Pues se los habrá comunicado el servicio de prensa, que para eso los pagan”, “¡He hablado con ellos y no han sido!”
            Rodríguez Lafuente calma los ánimos y comenzamos nuestro trabajo. Aunque callo, yo sé de sobra quien ha sido el filtrador. ¿Cómo no voy a saberlo si he sido yo? Pero me las arreglé para cumplir mi palabra y que la Fundación no hiciera el ridículo. El secretario del jurado nos pidió que la información a la prensa se la dejáramos a la Fundación. Muy bien. Todos de acuerdo, a ella remitiríamos al periodista que nos preguntara. Pero a mí, al salir de la reunión de la tarde, me llaman de un periódico asturiano, y luego del otro, preocupados porque tienen dos páginas reservadas, como todos los años, para comentar los finalistas y en la Fundación no quieren decirles nada. ¿Habéis insistido? Han insistido. Pienso en llamar a Teresa Sanjurjo para decirle que, informar de los finalistas no es solo algo que siempre se ha hecho, sino, además de un medio de ampliar el eco mediático de los premios, casi una obligación legal y más en estos tiempos en que se busca la transparencia. Pero no quiero molestar a Teresa, ahora ocupada en la más hermosa tarea del mundo, y se me ocurre, para no faltar a mi palabra y cumplir con las obligaciones informativas, una argucia jesuítica. Las periodistas dicen los nombres de los candidatos y yo, de vez en cuando, toso. Caminaba por Gil de Jaz cuando yo hacía de acatarrada garganta profunda y a mi lado iban, entre otros, Xuan Bello y Sergio Vila-San Juan, excelente director del suplemento cultural de La Vanguardia, pero no sé yo si muy dotado para el periodismo de investigación.




10 comentarios:

  1. El Renacimiento se portó de manera dispar con Granada y con Sevilla. En la Alhambra granadina impuso un mazacote (obra notable no obstante) de piedra en medio del barro musulmán. Nada ganó y sí perdió algo aquella ciudadela. Pero en Sevilla -cosa poco frecuente cuando el nuevo orden se quiere hacer notar- le puso (impuso) un sombrero al chato alminar de los almohades y con ello la torre ganó en prestancia: toda una metáfora de lo que puede acontecer con la fusión de las culturas..., si la administran hombres sensatos.

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  2. "Sergio Vila-San Juan, excelente director del suplemento cultural de La Vanguardia". Pues yo, la verdad, no lo sabía. ¡Qué cosas se aprenden leyendo a JLGM!

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  3. Reconozco no comprender bien el comentario de AL. Veo en La Vanguardia que Vila Sanjuán es "redactor jefe" del suplemento "Cultura/s"; en El País se lo califica como "responsable" de dicho suplemento. No sé si su objeción es al término "director"; en todo caso, lo dirija o no, si es efectivamente su "responsable", no veo muy clara (ni muy importante), acaso por ignorancia mía, la diferencia.

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    1. Era un comentario irónico, amigo anónimo. AL no dudaba de que Vila-San Juan fuera el director del suplemento de La Vanguardia, sino de que fuera "excelente". Y ya sabes lo que eso quiere decir cuando lo dice un editor: Que ese suplemento no se ocupa adecuadamente de los libros que él edita.
      Y disculpa si tu comentario era también irónico y sabías estas cosas de sobra.

      JLGM

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    2. No, no lo había comprendido; gracias por la aclaración.

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  4. No sé yo si mi buen amigo Abelardo aprenderá algo leyéndome; yo siempre aprendo mucho escuchándole.

    JLGM

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  5. Ayer Cyrano (versión de José Ferrer) babeaba ante un plato de lentejas servido en el ambigú del banco Santander, en plenos fastos de la Proclamación. Se vende barato mi señor de Bergerac: es comprensivo y alcanza a entender que en tiempos de crisis sería indecoroso pretender unas democráticas percebes o siquiera una zarzuela de pescado.
    Además están los comedores infantiles (¿para cuándo los de ancianos?) que no van a conocer las vacaciones estivales... Y Calcuta, que somos internacionalistas...
    Mi señor de Bergerac es un hombre escrupuloso.

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    1. Para matar las pulgas, unos percebes qué bien vienen.

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    2. Mucho mejor con las preciosas uñas de tus pulgares.

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  6. Creo que soy un malísimo patriota y un amargao..., porque me alegro cantidad del revolcón que acaban de llevar los chicos de "la roja" (qué imaginación más rastrera para ponerle ese nombre: es una zafia imitación de la "azzurra" italiana; aquí a la selección de fútbol nunca se la conoció por "la roja": somos tontos del culo sin remedio).
    Me encontré esta tarde con transeúntes de toda edad y condición (bueno condición era abrumadoramente la de currante, se veía de lejos) enfundados en camisolas rojas y con un brillo en las pupilas que traslucía esa energía que el pueblo guarda para las coyunturas históricas: ¡¡¡Paña, bom,bom, bom!!! ¡¡¡ Paña...!!! (En Madrí y resto de La Mancha dicen "Ejpaña", pero es igual de bobo).
    Al principio creí que se trataba de esos rebaños de energúmenos que denuncia hoy en "Público" García Montero, que toman las ciudades para celebrar los fastos de las despedidas de soltero/a, enfundados en los más ridículos y procaces disfraces; ellos y ellas berrean y se emborrachan hasta terminar en un charco de potaje de madrugada. De la República no han oído nunca hablar.
    También he visto muchos bares y chigres con la bandera borbónica flameando sobre la puerta: republicana, ninguna. Claro, la República no está para Mundiales.
    Y me debo de estar volviendo filósofo o alguna otra clase de tarao..., porque no hago más que pensar en qué borrica que es la gente y en qué pocos güevos hay en este gallinero.
    Un día de estos pido a mi galena de cabecera que me dé un volante pal loquero. Estoy mu raro, mu raro, mu raro, colegas.

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