Viernes,
30 de mayo
VIEJO AMOR
Siempre
que llego a una ciudad, llego también a las páginas de un libro, o de muchos
libros. Llego hoy a Sevilla y a un delgado volumen de Pedro Salinas: Víspera del gozo. Salgo del hotel, en la
calle San José, “cuando el sol de aquella tarde estaba ya un poco cansado”. Un
poco cansado, es posible, pero todavía esplendoroso en este día de San
Fernando.
Plaza de Santa María la Blanca , calle Ximénez de Ensiso,
plaza de Romero Murube, dorados muros del Alzázar y, de pronto, a la derecha,
aparece ella con su belleza intacta, sin que puedan degradarla los años ni los
miles de malas estampas.
En el mismo momento en que nos
acercamos, comienzan a sonar todas sus campanas. Dan volteretas jubilosas en
son de bienvenida, como un perro feliz que reconoce a su amo.
Me acerco al palacio arzobispal y me
sonríe rubicunda, mientras el sol parece concentrar en ella toda su luz. Siguen
sonando las campanas como jubilosas castañuelas y parece que, de un momento a
otro, se va a arrancar en un paso de baile.
Me esperan en una de las casetas de
la feria del libro, pero aquí me quedaría hasta que acabara la tarde, que
parece haberse quedado embelesada, como yo sin ninguna gana de marcharse.
Uno no se cansa nunca de mirarla. Ya
lo dijo, para siempre, Calderón: Con cada vez que te veo / nueva admiración me
das. / Y cuanto te miro más / muy más mirarte deseo”.
Sábado,
31 de mayo
DISFRUTO DE MIS
PRIVILEGIOS
Doy
una vuelta por los puestos de la
Plaza Nueva antes de entrar en la caseta de la Editorial Renacimiento ,
donde he de firmar mi último libro. No me apetece demasiado. Nada más
deprimente que ver a un escritor enjaulado tras el mostrador, con cara de
aburrido, esperando que se le acerque algún posible lector. Y cuando se acerca
alguno resulta que es solo para preguntar por algún título, confundiéndonos con
el vendedor. Esa al menos es mi experiencia.
Pero esta mañana hermosa, rodeado de
libros, solo me ocurre pensar que soy un hombre afortunado. Y no solo yo, sino
todos aquellos adictos a ese vicio impune, la lectura. Me siento lleno de
gratitud por libreros, traductores, editores. ¡Cuánta gente dedicada a
procurarme felicidad!
Los lectores solemos ser caprichosos
como niños o sultanes de oriente. A cada uno nos apetece un libro, que no es el
mismo de un día para otro, en mi caso incluso de una hora para otra. Pero con
frecuencia ni nosotros mismos sabemos lo que queremos leer. Si no preguntan “¿qué
busca?, respondemos “lo sabré cuando lo encuentre”. Y así los editores
arriesgan su dinero publicando miles y miles de títulos distintos, que los
libreros no saben siquiera dónde colocar, solo para que nosotros, los lectores
caprichosos, tengamos dónde escoger.
Claro que los lectores menos
inteligentes –también hay lectores poco inteligentes, por lo general profesores
o críticos– se lamentan de que se publican demasiados libros, de que no se
puede leer todo. ¿Pero qué verdadero lector puede querer leerlo todo? Sería
como llegar a un mercado bien surtido y lamentarse de no poder comérselo todo.
Lo que el lector quiere –lo que yo
quiero– es tener siempre dónde escoger. Y gracias a los incansables y
beneméritos editores, incluso a un lector tan inconstante como yo, que necesita
libros nuevos cada día para leer el que más le apetece en cada momento, nunca
le falta su droga favorita.
Soy un privilegiado ya lo sé. Y por
eso tengo mala conciencia. Cuántos apuros económicos pasan libreros y editores.
Y yo, mientras tanto, tan feliz gracias a su esfuerzo.
Domingo,
1 de junio
ACANTO Y AZAHAR
¿Cuántas
maravillas caben en un solo día? Como no hay que exagerar, esta mañana de
domingo sevillano me conformo con dos. Primero, la Casa de Pilatos, Nápoles en
Sevilla, con sus patios y jardines y su doble Pallas Atenea, una belicosa,
armada de escudo, casco y lanza, y pacífica la otra, en la mano la égida
rectora.
Luego, muy cerca de donde nació
Cernuda, el palacio de la condesa de Lebrija, obsesiva coleccionista de
antigüedades romanas y de todo lo que se ponía a su alcance. En uno de los
patios, se lee una hermosa inscripción: “Me senté en el jardín bajo el
magnolio, mirando el salón de las columnas, con sus pareces almagras, adornadas
con fragmentos de mosaicos, cerré los ojos y soñé que en esta casa tenía un
idilio Roma con Sevilla, que una era la mitad de la otra. Roma los mosaicos,
Sevilla los azulejos; Roma el laurel, Sevilla el jazmín; Roma la Venus de mármol, Sevilla la
cerámica azul de Trian, Roma el rosa pompeyano, Sevilla el albero; Roma el
ciprés, Sevilla el naranjo. Roma es de acanto, Sevilla de azahar”.
Lunes,
2 de junio
UN DÍA FELIZ
“Veo
que hasta el rey te hace caso”, me escribe Rosa Navarro en un correo. Respondo
con una interrogación. No entiendo nada. Pero me da por mirar el titular de El País en el teléfono y doy un salto en
la silla. No me lo acabo de creer.
Paso todo el día como flotando,
extrañado de que la gente no se ponga a bailar en las calles. Y ahora, ya de
noche, antes de irme a la cama, sonrío al recordar el primer artículo que
escribí. ¡Cómo me avergonzaría si alguien tuviera la menor noticia de él!
Afortunadamente se encuentra perdido en una revistilla escolar y además creo
que lo firmaba José Luis García (más que un nombre propio, un nombre común),
con lo que podría negar que fuera mío. Se titulaba “La monarquía como
solución”. Acababan de nombrar a Juan Carlos sucesor de Franco con el título de
Príncipe de España. Yo por entonces estudiaba Magisterio y, para obtener el
título, teníamos que asistir a un campamento del Frente de Juventudes. Todos
los rituales fascistas seguían en pie: se izaba la bandera, se cantaba el Cara
al sol, se levantaba el brazo. El día que se dio a conocer al heredero, o a día
siguiente, el profesor entró en clase muy alterado. En seguida comenzó a
insultar a Franco, a llamarle traidor, a decir que a partir de ahora volvería
la monarquía con sus condes del Real Agrado y Marqueses de la Real Bacinilla. Al principio,
algún alumno se rió, pensando que era una broma, pero pronto quedamos todos callados
y aterrados. Pensábamos que de un momento a otro iban a entrar los grises, a
comenzar a dar mamporros y a llevarnos a todos detenidos. Quienes entraron
fueron el director del curso y otro profesor, cogieron al borracho de un brazo
y se lo llevaron, no sin explicarnos que se había puesto enfermo y que, por
favor, no comentáramos nada. No volvimos a ver a ese profesor y, en voz baja,
llegamos a comentar que quizá lo habían fusilado. El caso es que el príncipe y
la monarquía no tenían precisamente buena prensa ni entre los franquistas ni
entre los que se oponían al franquismo. Las anécdotas que sobre él se contaban
nos lo presentaban como alguien medio tonto. Y fue en ese momento cuando yo,
siempre movido por mi afán de llevar la contraria, escribí un artículo en el
que defendía que la monarquía era la mejor solución para pasar sin traumas de
un régimen dictatorial a otro democrático (no empleaba estas palabras, claro). En
cuanto el príncipe fue rey, la oposición se fue diluyendo y el joven inexperto
al que todos tenían por no muy espabilado se convirtió en el gran estadista que
paraba golpes de Estado, paseaba el prestigio de España por Oriente y Occidente
y mandaba callar a los Chaves de este mundo. Y durante décadas nos creímos el
cuento, o fingimos creérnoslo, mirando para otro lado cuando hacía falta.
Por unos días seguirá el viejo
tinglado de la antigua farsa y los periódicos vendrán repletos de los vacuos
elogios de costumbre. Pero solo por unos días. Luego se irán revelando cosas
que a todos avergonzarán y que a algunos salpicarán, por directa complicidad o
por haber mirado hacia otro lado. Y no me refiero a secretos de alcoba, los más
disculpables.
No creo que ninguno de los políticos
que fueron algo en el juancarlismo –de derechas o de izquierdas– tenga nada que
hacer en el nuevo tiempo. ¿Es la hora de la República ? Todavía no.
Un poco de paciencia. Las primeras medidas que tome Felipe de Borbón resultarán
cruciales. Si convencen, si transmiten ilusión, la España del siglo XXI
seguirá monárquica; si no, las próximas elecciones generales se convertirán en
un referéndum y los partidos que lleven a la república en su programa podrán
arrasar.
Martes,
3 de junio
PACIENCIA
Ahora
resulta que todo irá más despacio de lo que yo pensaba, que antes de que la
abdicación pueda ser efectiva hay que aprobar las leyes orgánicas que la
regulan. ¿Y en cuarenta años los diputados no tuvieron tiempo para hacerlo?
Parece que no. Y dicen que si el rey pierde su inviolabilidad, puede ser
procesado por cualquier delito. Pero no de los que haya cometido con
anterioridad. Tome nota el monarca: según nuestros catedráticos de derecho
constitucional (que no según la constitución), aún le quedan unas semanitas con
barra libre para delinquir sin que nadie le pueda acusar de nada.
Miércoles,
4 de junio
TOSER Y CANTAR
Al
entrar hoy en la sala donde se reúne el jurado del premio Príncipe, encuentro
al personal revuelto. Todo el mundo está muy indignado, especialmente Sergio
Vila-San Juan. “¡Habíamos prometido no decir nada! ¡Y aquí aparecen los nombres
de los finalistas!”, clama agitando La Nueva
España. El año pasado, cuando me dirigía a efectuar la
última votación, leí en el periódico de Anson el nombre del ganador. Entonces
fui yo el que se puso hecho una furia. Ahora la historia se repite convertida
en farsa. “¿Y qué problema hay en que den el nombre de los finalistas, siempre
se ha hecho así?”, “¡Prometimos no decir nada!”, “Pues se los habrá comunicado
el servicio de prensa, que para eso los pagan”, “¡He hablado con ellos y no han
sido!”
Rodríguez Lafuente calma los ánimos
y comenzamos nuestro trabajo. Aunque callo, yo sé de sobra quien ha sido el
filtrador. ¿Cómo no voy a saberlo si he sido yo? Pero me las arreglé para
cumplir mi palabra y que la
Fundación no hiciera el ridículo. El secretario del jurado
nos pidió que la información a la prensa se la dejáramos a la Fundación. Muy
bien. Todos de acuerdo, a ella remitiríamos al periodista que nos preguntara.
Pero a mí, al salir de la reunión de la tarde, me llaman de un periódico
asturiano, y luego del otro, preocupados porque tienen dos páginas reservadas,
como todos los años, para comentar los finalistas y en la Fundación no quieren
decirles nada. ¿Habéis insistido? Han insistido. Pienso en llamar a Teresa
Sanjurjo para decirle que, informar de los finalistas no es solo algo que
siempre se ha hecho, sino, además de un medio de ampliar el eco mediático de
los premios, casi una obligación legal y más en estos tiempos en que se busca
la transparencia. Pero no quiero molestar a Teresa, ahora ocupada en la más
hermosa tarea del mundo, y se me ocurre, para no faltar a mi palabra y cumplir
con las obligaciones informativas, una argucia jesuítica. Las periodistas dicen
los nombres de los candidatos y yo, de vez en cuando, toso. Caminaba por Gil de
Jaz cuando yo hacía de acatarrada garganta profunda y a mi lado iban, entre
otros, Xuan Bello y Sergio Vila-San Juan, excelente director del suplemento
cultural de La Vanguardia , pero no
sé yo si muy dotado para el periodismo de investigación.
El Renacimiento se portó de manera dispar con Granada y con Sevilla. En la Alhambra granadina impuso un mazacote (obra notable no obstante) de piedra en medio del barro musulmán. Nada ganó y sí perdió algo aquella ciudadela. Pero en Sevilla -cosa poco frecuente cuando el nuevo orden se quiere hacer notar- le puso (impuso) un sombrero al chato alminar de los almohades y con ello la torre ganó en prestancia: toda una metáfora de lo que puede acontecer con la fusión de las culturas..., si la administran hombres sensatos.
ResponderEliminar"Sergio Vila-San Juan, excelente director del suplemento cultural de La Vanguardia". Pues yo, la verdad, no lo sabía. ¡Qué cosas se aprenden leyendo a JLGM!
ResponderEliminarReconozco no comprender bien el comentario de AL. Veo en La Vanguardia que Vila Sanjuán es "redactor jefe" del suplemento "Cultura/s"; en El País se lo califica como "responsable" de dicho suplemento. No sé si su objeción es al término "director"; en todo caso, lo dirija o no, si es efectivamente su "responsable", no veo muy clara (ni muy importante), acaso por ignorancia mía, la diferencia.
ResponderEliminarEra un comentario irónico, amigo anónimo. AL no dudaba de que Vila-San Juan fuera el director del suplemento de La Vanguardia, sino de que fuera "excelente". Y ya sabes lo que eso quiere decir cuando lo dice un editor: Que ese suplemento no se ocupa adecuadamente de los libros que él edita.
EliminarY disculpa si tu comentario era también irónico y sabías estas cosas de sobra.
JLGM
No, no lo había comprendido; gracias por la aclaración.
EliminarNo sé yo si mi buen amigo Abelardo aprenderá algo leyéndome; yo siempre aprendo mucho escuchándole.
ResponderEliminarJLGM
Ayer Cyrano (versión de José Ferrer) babeaba ante un plato de lentejas servido en el ambigú del banco Santander, en plenos fastos de la Proclamación. Se vende barato mi señor de Bergerac: es comprensivo y alcanza a entender que en tiempos de crisis sería indecoroso pretender unas democráticas percebes o siquiera una zarzuela de pescado.
ResponderEliminarAdemás están los comedores infantiles (¿para cuándo los de ancianos?) que no van a conocer las vacaciones estivales... Y Calcuta, que somos internacionalistas...
Mi señor de Bergerac es un hombre escrupuloso.
Para matar las pulgas, unos percebes qué bien vienen.
EliminarMucho mejor con las preciosas uñas de tus pulgares.
EliminarCreo que soy un malísimo patriota y un amargao..., porque me alegro cantidad del revolcón que acaban de llevar los chicos de "la roja" (qué imaginación más rastrera para ponerle ese nombre: es una zafia imitación de la "azzurra" italiana; aquí a la selección de fútbol nunca se la conoció por "la roja": somos tontos del culo sin remedio).
ResponderEliminarMe encontré esta tarde con transeúntes de toda edad y condición (bueno condición era abrumadoramente la de currante, se veía de lejos) enfundados en camisolas rojas y con un brillo en las pupilas que traslucía esa energía que el pueblo guarda para las coyunturas históricas: ¡¡¡Paña, bom,bom, bom!!! ¡¡¡ Paña...!!! (En Madrí y resto de La Mancha dicen "Ejpaña", pero es igual de bobo).
Al principio creí que se trataba de esos rebaños de energúmenos que denuncia hoy en "Público" García Montero, que toman las ciudades para celebrar los fastos de las despedidas de soltero/a, enfundados en los más ridículos y procaces disfraces; ellos y ellas berrean y se emborrachan hasta terminar en un charco de potaje de madrugada. De la República no han oído nunca hablar.
También he visto muchos bares y chigres con la bandera borbónica flameando sobre la puerta: republicana, ninguna. Claro, la República no está para Mundiales.
Y me debo de estar volviendo filósofo o alguna otra clase de tarao..., porque no hago más que pensar en qué borrica que es la gente y en qué pocos güevos hay en este gallinero.
Un día de estos pido a mi galena de cabecera que me dé un volante pal loquero. Estoy mu raro, mu raro, mu raro, colegas.