domingo, 1 de junio de 2014

A buen entendedor: Regalos, deudas, cumpleaños


Sábado, 24 de mayo
UNA CANCIÓN

Hay versos, aprendidos en los años escolares, que nos vienen una y otra vez a la memoria. “Quien tenga triste el corazón / venga a oír esta canción”, comienza el poema medieval. No sé yo qué canción sería esa, pero ahora me gustaría escucharla.


Domingo, 25 de mayo
EL TREN ELÉCTRICO

Me gustan los regalos del azar, lo he repetido muchas veces. Por gentileza de su cuñada Ana, que se acercó a mí mientras tomaba un café en Los Prados, Javier Almuzara y yo visitamos esta mañana el piso, ya medio desmantelado, de Luis Gómez Granda. “Era un gran aficionado a la música, especialmente la ópera, y también a la lectura. Le gustaría más que sus libros y sus discos fueran a parar a las manos de alguien capaz de apreciarlos”.
            Almuzara se dirige de inmediato a los montones de música, yo a los libros. Durante muchos años fueron para mí un bien escaso. Recuerdo que los maravillosos tomos de obras completas publicados por Aguilar se vendían a plazos, y ni aún así era yo capaz de comprarlos. ¡Cuántas veces soñé con aquellos volúmenes de miles y miles de páginas en papel biblia, tan manejables, tan acariciables, tan inagotables!
            Y ahora ahí tenía a Galdós, a Shakespeare, a Oscar Wilde. Y junto a ellos los heterogéneos, y no menos fascinantes, tomos de Maestros Italianos, Alemanes, Ingleses, Rusos, editados por Planeta en los años cincuenta.
            Ana me invita a llevarme todos los que quiera. Y entre los gruesos tomos, como un guiño que me hace de pronto más cercano al anciano doctor, cordial, solterón y bondadoso, aparece de pronto Mafalda, por primera vez publicada en España, allá por 1970. con la indicación –bien clara– de “solo para adultos”. Mafalda acaba de comenzar a ir a la escuela. “¿El jardín de infancia es una carrera, mamá?”, “¡No!¡Que va a ser una carrera!”, “Entonces cuando lo termine no tendré que… ¡Menos mal! ¡Te juro que, siendo tan chiquita no querría, mamá! ¡No querría! ¡Te lo juro!”, “¿No querrías qué?”, le pregunta la madre extrañada. “¡Tener que irme del país como todo el que termina una carrera!”
            Parece que no ha pasado el tiempo. Mafalda de una mano y las bolsas de libros en la otra, salgo de aquel piso, frente a la estación de Renfe, con la misma ilusión que el adulto que por fin se ha podido comprar el tren eléctrico con el que tantas veces soñó cuando niño.


Lunes, 26 de mayo
UNA ANTIGUA DEUDA

Me saluda muy efusivamente, hacía años, siglos, que no nos veíamos, y luego se pone a contarme una historia de la que yo no recuerdo nada, y no sé si atribuirlo a mi mala memoria o a su mucha fantasía. Deberíamos tener por entonces poco más de diez años e íbamos, como cada tarde de verano, a bañarnos al río, al charco del puente. Antes había que pasar junto a la plaza de toros. Una plaza, la de Aldeanueva del Camino, que tenia, que tiene, el albero y los toriles excavados en el suelo y a la que, cuando había función se superponían unas gradas portátiles de madera.
            Saltamos al ruedo, como a veces hacíamos para jugar un rato, y en un rincón, tumbado a la sombra, descubrimos un hombre que parecía dormido; a su lado había una mochila medio abierta que dejaba entrever lo que parecían fajos de billetes. Nos acercamos con cuidado. Una mancha de sangre nos indicó que no estaba dormido, sino herido, o quizá muerto. Mi amigo Santi, que era el más decidido de los dos, metió la mano en la mochila y cogió un buen fajo de billetes que se guardó en el pecho, debajo de la camisa. “Luego lo repartimos”, dice que dijo. Pero conmigo, si es que esos billetes existieron, no repartió nada. Aquella tarde no nos bañamos, volvimos en seguida a casa y estuvimos expectantes a ver que pasaba cuándo lo descubrieran. Pero no pasó nada. Y al día siguiente volvimos a ir a nadar y, al pasar junto a la plaza, nos asomamos a ella temerosos. No había ni rastro de aquel hombre herido o muerto ni, por supuesto, de la mochila.
            Poco después, terminado el veraneo, el largo veraneo de entonces, yo volví con mi familia a Avilés y me olvidé completamente del asunto. Tan completamente que ahora, cuando me lo cuenta Santi, me parece un cuento. “¿Realmente cogiste dinero? ¿Mucho dinero?”, le pregunto. “Mucho, mucho, más de lo que te puedes imaginar. Pero del hombre al que se lo robé no se volvió a saber nada. Luego, ya de mayor, he buscado incluso en los periódicos de la época. Y ninguno decía nada de un atracador muerto, de un botín parcialmente recuperado. Hubo un robo en un banco de Plasencia, pero las fechas no coinciden. ¿Y qué hice yo con el dinero? Pues la verdad es que no hice nada. No me pude gastar ni una peseta. Era un buen fajo de billetes, de billetes grandes, que no me habría sido fácil cambiar sin que me preguntaran muchas cosas. Tú regresaste a Asturias y yo poco después al seminario de Coria, un lugar frío e inhóspito del que no tengo buenos recuerdos. Pasábamos mucha hambre. Tenía miedo de que me encontraran aquel dinero, no me atrevía a decir nada en casa y decidí esconderlo. Lo metí en una caja de latón, de esas de guardar galletas, y lo escondí, bien escondido, bajo un árbol, en la Pedriza. Conté los pasos para no equivocarme de árbol, incluso dibujé un plano, el plano del tesoro, como en las novelas que leíamos entonces y que tanto nos gustaban, pero cuando volví, en las vacaciones siguientes, el dinero no estaba. Y no me había equivocado de sitio, no. El árbol era aquel y allí estaba la caja, exactamente donde yo la había dejado y la tierra no parecía removida, pero el dinero no estaba”.
            “¿Y no sería que el dinero no estuvo nunca, que enterraste la caja vacía, que todo fue una fantasía tuya?”, “Tú eres el único que no puede dudar de eso, porque lo viste y porque te quedaste, lo recuerdo bien, con un billete de cien pesetas”. “Ah, no, ese billete, lo recuerdo bien, lo encontré en la calle, no te lo quité a ti ni a ningún muerto”. Mi amigo Santi sonríe. “Siempre pensé que tú te habías quedado con todo. Yo enterré el dinero una tarde y tú regresaste a Asturias a la mañana siguiente. Creo que me seguiste y luego fuiste de noche y arramblaste con todo. Me mira de una manera extraña. ¿Qué hiciste con ese dinero, que era mío o por lo menos de los dos? Al cambio actual debían de ser, qué sé yo, unos diez mil o quince mil euros. Me debes la mitad”.
            Y yo bajo la cabeza avergonzado y finjo tener prisa y le doy mi número de teléfono y me despido apresuradamente. Le debo mucho, aunque lo del dinero sea una fantasía, fuimos los mejores amigos. Luego, cuando más me necesitaba, le di la espalda. Es lo que hago ahora, mañana ya ni me acordaré del encuentro. Para sobrevivir hace falta tener muy mala memoria.


Martes, 27 de mayo
NO SABE, NO CONTESTA

“Pero ¿no vas a decir nada de las elecciones ni antes ni después? Debes de ser el único español que no tiene nada que decir sobre lo que ha pasado?”
            “Pues la verdad es que no tengo nada que decir. Yo, en estas cuestiones, ya estoy curado de espantos. Después de que aquí en Asturias el electorado, cansado de lo que había, harto de los políticos de siempre, votara mayoritariamente a un señor llamado Álvarez-Cascos y a un partido improvisado de la noche a la mañana, nada me puede sorprender. Ya se sabe que, como diría Pascal, el electorado tiene razones que la razón no comprende. Y eso es lo más fascinante de los seres humanos –especie a la que, aunque a veces tenga mis dudas, yo también pertenezco–  que nunca sabes por dónde van a salir. Lo único sorprendente sería que no nos sorprendieran. La política, como la vida misma, ni es previsible ni es aburrida”.
            “¡Y yo que pensaba que arremeterías contra el nuevo partido como arremetiste contra el 15-M! ¿Y ni siquiera vas a lamentarte del descalabro socialista?”
            “Que espabilen, que buena falta nos hace”.

Miércoles, 28 de mayo
MIENTRAS TANTO

Se acerca el mes de junio, que es el mes en el que yo celebro mi cumpleaños (yo siempre lo festejo un mes, no un día), y comienzo a dar la tabarra a mis amigos con los muchos años que cumplo. Nada menos que sesenta y cuatro. Lo repito una y otra vez porque no acabo de creérmelo. Supongo que eso le pasa a todo el mundo. La mayoría de mis amigos tienen veinte, treinta o cuarenta años menos que yo, y yo no veo ninguna diferencia de edad, aunque me imagino que ellos sí.
            Los años, si uno tiene salud, son siempre un regalo. Yo al menos lo veo de esa manera. Durante un tiempo estuve obsesionado con que, a partir de los sesenta, se deja de aprender. Y, si hay suerte, en la mayoría de los casos es así. Si hay suerte, digo, porque muchos echan el cierre bastante antes. Yo, o al menos eso me parece (aunque quizá sea una ilusión mía), todavía aprendo, todavía soy capaz de admitir mis errores, e incluso de enmendarlos. Reconozco que me cuesta, pero eso no es cuestión de edad. Siempre he sido bastante bruto en ese aspecto, siempre me ha costado dar mi brazo a torcer.
            Se acerca el mes de mi cumpleaños y yo recuerdo la cita de Gabriel Miró que García Baena pone al frente de uno de sus libros: “Es la felicidad la que tiene tu olor, olor de mes de junio”.
            Hueles a mes de junio, hueles a felicidad. Voy a cumplir sesenta y cuatro años y hay un error que todavía no he aprendido a corregir, que no me gustaría nunca corregir, el de perder de vez en cuando la cabeza.
            Lo que haya de ser, será. Pero mientras tanto…


Jueves, 29 de mayo
YA NO SOY UN NIÑO

Cada día me parezco más a Pangloss, el personaje de Voltaire, todo lo veo desde el lado bueno, debe de ser cosa de la edad.
            Que el partido al que voto se da un batacazo en la urnas, pues muy bien, a ver si espabilan de una vez (aunque no dejo de reconocer que, en la dimensión de ese batacazo algo tuvo que ver, además de los propios errores, la irrupción de uno de esos ilusionados movimientos de ultraizquierda que siempre surgen en el momento oportuno para apuntalar a la derecha).
            Que en mi trabajo en la Universidad cada vez tiene menos parte la inteligencia y la creatividad y más el formalismo burocrático, pues muy bien, así evito la mala conciencia, ahora que tantos lo están pasando mal, de ser un privilegiado que cobra por hacer lo que le gusta.
             Que no ha pasado ni un mes desde que me rompieron por última vez el corazón y ya estoy dispuesto a dejar que me lo rompan de nuevo, pues muy bien, eso quiere decir que tengo un corazón a prueba de todo, lo que no está nada mal cuando se van a cumplir nada menos que sesenta y cuatro años.
            ¡Sesenta y cuatro años! Me temo que ya no soy un niño. Creo que va siendo hora de que deje vivir al día y empiece a sentar la cabeza.







14 comentarios:

  1. No siente usted nada, oiga, si me admite el consejo, que a esa edad levantarse luego cuesta un riñón. Ya se sentará sola cuando tenga que hacerlo; y si no lo hace, será que no lo necesitaba.

    ResponderEliminar
  2. , Razon feita de amor-,anónimo,que es como yo la conozco..(@)Poemas » romancero y cancionero anónimo hasta el siglo xv » Razon feita de amor."Un escolar la rimo que siempre dueñas amó"...Año nuevo vida....La mejor receta para rotura de corazones es ...salir entero del trance sin casabiellos de oro...disfruta de tu libertad...de tu mafalda...de tu quino....que volando viene por medio del huerto la ideal nunca alcanzada..Al menos...todavia las emociones no ocupan lugar preferente.se siente donde se siente la testa fendida ma non tropo.Saludos.

    ResponderEliminar
  3. En el blog como en LA NUEVA ESPAÑA:

    • Aviléss
    • ese billete (…) no se te lo quité a ti ni a ningún muerto
    • finjo tener prisa y le soy mi número de teléfono
    • Lo que haya de ser, será. Pero mientras tanto?

    Decía usted que en el blog “cuando el lector es de buena voluntad no necesita fe de erratas (en realidad, ni siquiera ve las errata[s], o hace como que no las ve)”. Tal vez sí un corrector en LA NUEVA ESPAÑA (no hay metáfora, solo periódico).

    Gracias por sus fotos (la del rasante de esa carretera), sus injertadas memorias; por la (quizá lúcida) fidelidad al PSOE, su amor a los libros... y por su 64 cumpleaños hasta final de mes: buena salud en muchos junios más.

    ALMT

    ResponderEliminar
  4. ¡Enhorabuena, Martín!, por fin al gran hombre, al magnífico y preparadísimo hombre de estado en la sombra, le ha llegado la hora de meterse en harina y de demostrar lo que vale un borbón talentudo (en Canadá obtuvo la distinción universitaria de "mejor compañero": casi nada).
    La patria se halla sobrecogida y un temblor emocionado recorre el espinazo de la gleba. Los fastos de una coronación no se dan todos los años. Las linotipias de la prensa rosa afilan sus tipos (a Leticia ni falta que le hace). Con decir que el PSOE ha punto ha estado de suspender el congreso extraordinario en ciernes... El pueblo ve entreabrirse una puerta que deja ver al fondo un frondoso bosque y unos cuidados jardines que no desmerecen en un tulipán a los de Versalles. Falta por ver quiénes van a transitar por entre los parterres..., pero unos días de puertas abiertas están asegurados. Se emocionan...
    Y yo con ellos, que soy de infantería.

    ResponderEliminar
  5. jo,menuda foto la tuya...con todos mis respetos,.estudiar Historia a estas alturas?Te hace falta un viaje.Acaba de salir tu nuevo libro y te nos derrotas por emociones despechadas?.Y la politica para los politicos.....que se lo guisan y comen tan a gusto,Hoy en tu Avilés de tu aialma marcha republicana pidiendo elección de supresión de tronos...que no somos ingleses,aqui la flema va en babeos de oportunistas. Gaudeo te valere,felicita al curita de Miranda por el premio y concluye con él que todas las mujeres somos iguales,conocida una,conocidas todas,nos pintaron morenas y con ojos de misterio pero os empeñais por las rubias...Ah,m.Aznavour¡¡¡¡oh,lalá.Saludos.

    ResponderEliminar
  6. na,toy espesa,quedate con lo de Aznavour,me voy para la pza eliptica.Y felicidades por la nueva revista deletreada en escalera..Hoy me callo pa todo el dia.saludos

    ResponderEliminar
  7. Sigue cumpliendo años, Martín. Y no cambies (ni virtudes ni errores) porque entonces no serías tú. Un abrazo

    ResponderEliminar
  8. Estimado Martín, con la premura por felicitarte por el advenimiento de tu Felipe VI se me olvidó hacerlo por tu cumpleaños. Lo hago ahora y no querría que te quedara la menor reserva mental de que lo hago efusivamente y con mis mejores deseos para ti.
    Un abrazo, buen Kurtz.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, todavía falta algún tiempo para mi cumpleaños, más o menos el mismo que para el advenimiento de Felipe VI. Mi cumpleaños es el 17 de junio y lo trámites para que pueda ser coronado el nuevo rey (nuestros políticos son tan descuidados que tenían la Constitución manga por hombro, sin desarrollar mediante las leyes orgánicas correspondientes) parece que concluirán al día siguiente.

      JLGM

      Eliminar
  9. Felicidades, José Luis. Y te deseo que pierdas la cabeza muchos años más...
    Besos,

    ResponderEliminar