Viernes,
6 de junio
ADVERTENCIA
Soy la persona más egoísta del mundo.
Aparte de mí no me interesa nada más, salvo el mundo en general y mi país y mis
amigos en particular.
Sábado,
7 de junio
Salgo
del hotel y en el portal siguiente me encuentro con una placa que indica que
allí nació y vivió el doctor Marañón. ¿Sería en esta casa donde, la mañana del
catorce de abril, se reunieron Romanones y Alcalá Zamora? Apenas habían terminado
de escrutarse los votos y la gente ya se había lanzado a la calle. "¿Antes
de que se ponga el sol el rey debe de estar fuera de España? Si no, no respondo
de lo que pueda ocurrir". Y antes de que se pusiera el sol el rey, el ya
ex rey por la fuerza de los hechos, embarcaba en Cartagena dejando a su familia
en el Palacio Real, sin protección alguna, confiada solo a la buena voluntad
del pueblo de Madrid.
Miro hacia los balcones: en ellos se
refleja la luz de esta hermosa tarde de junio. El sol de aquel abril se nubló
pronto, pero lo que vendría después –tanta traición, tanto heroísmo, tanta
sangre– no sería capaz de borrar la ilusión de aquel día.
Ahora nada es igual que entonces y
sin embargo --contra toda evidencia-- yo siento aquella ilusión. Se va un rey
que, diga lo que diga la prensa oficial, no siempre se ha comportado con la
ejemplaridad que correspondía a su cargo.
Como en el viejo cuento del conde
Lucanor –y Cervantes y Andersen–, nos dijeron que vestía un rico manto adornado
con todas las virtudes cívicas. Unos fingieron creérselo, porque convenía a sus
intereses, y otros --los más ingenuos-- nos lo creímos de verdad. Fuimos luego
los más indignados y los que ahora más nos alegramos con su inesperada marcha.
Temíamos --era lo que se deducía de sus palabras y de las de peñafieles y ansones--
que prefiriera emular a su mentor, Francisco Franco, muriendo en la cama sin abandonar el cargo, en lugar de seguir el
ejemplo de su padre.
Entre las razones para abdicar
parece que pesó mucho la promesa de que le tejerían de inmediato un nuevo manto
de aforado que le protegiera de las "demandas infundadas". Pero las
demandas infundadas se caen por su propio peso; el problema son las otras, las
fundadas y bien fundadas.
Para mí, republicano posibilista,
como Castelar y Rubalcaba, ha fracasado un rey, pero no, todavía no, la
monarquía que yo voté en 1978.
Soy tan iluso que aún no he perdido
la esperanza de que Felipe VI sea capaz de romper con las corrupciones de unas
tristes décadas en las que pocos se libraron de mancharse las manos, aunque los
más listos –que siempre son de derechas– lograran darle a sus prebendas y
sobresueldos una apariencia de legalidad.
Pero Felipe VI, y él lo sabe bien,
no será más que un rey interino hasta que los españoles le confirmen como tal
en unas elecciones. ¿Que a los reyes no se les vota? No se les vota
directamente, pero dependen de la audiencia tanto o más que cualquier programa
de televisión. Cada semana, y casi cada día, han de estar pendientes de las
encuestas. Si su popularidad baja, el más pequeño resfriado, incluso unas
elecciones municipales, se los pueden llevar por delante.
Domingo,
8 de junio
LAS CUENTAS CLARAS
Sin
paseo matinal, por el parque o por un mercadillo, y sin el reposado café
posterior mientras hojeo el periódico, no hay domingo que valga la pena. Mi
hotel está al lado del Retiro y, para que el placer sea completo, en la plaza
de la Independencia
me encuentro un quiosco con los diarios asturianos.
–Qué suerte –le digo a Javier
Almuzara, que ha venido también a firmar a la feria del libro, tras hojear La Nueva España –, ya no tendré
que matricularme en Derecho. Parece que Francisco J. Bastida ha condescendido
en explicar al vulgo indocto por qué considera que la Constitución da al
rey licencia para delinquir.
–Me alegra que te convenza, es una
de los mayores expertos en la materia y un excelente profesor.
–-No se trata de si me convence o
no, sino de si lo que dice se ajusta a la Constitución. Contra
lo que suele ser habitual, y al contrario que en otros escritos periodísticos,
cita completo, o casi completo, el artículo 56.3: “La persona del Rey es
inviolable, y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre
refrendados, careciendo de validez sin dicho refrendo”. Digo que lo cita casi
completo porque ese artículo señala también la única excepción al necesario
refrendo por parte del Presidente del Gobierno, los Ministros o el Presidente
del Congreso: el nombramiento y el cese de los miembros civiles y militares de
su Casa. Por tanto si, como sostiene Bastida (y el resto de los
constitucionalistas, todo hay que decirlo), con la expresión “la persona del
Rey” se alude a que la “inviolabilidad” afecta no solo a sus actos como Jefe
del Estado sino también a la esfera privada, todas las actividades que tengan
que ver con sus negocios particulares han de estar refrendados por el
Presidente del Gobierno o por algún Ministro y, si ha hecho negocios, legales o
ilegales, sin dicho refrendo, los compromisos que haya adquirido carecen de
validez. Pero aún hay más, de acuerdo estrictamente con la interpretación de
Bastida (que no es la única posible, dada la ambigua redacción constitucional),
“de los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden”. O
sea, que si el rey hubiera cobrado comisiones ilegales a la manera de Luis
Roldán (el mejor director de la Guardia Civil , según leíamos en los periódicos
hasta el día antes de su destitución, o hasta el día después, ya no recuerdo
bien), el responsable de ello sería el gobierno, por acción (haber refrendado
ese particular negocio) o por omisión, no haber cumplido con su deber
constitucional de “refrendar” los actos del Rey (salvo los que se refieren al
nombramiento y cese de los miembros de su Casa). Y quede claro, amigo Almuzara,
que yo no digo que el rey haya cometido alguna ilegalidad, para mí la
presunción de inocencia es sagrada, se trate del rey, de Magdalena Álvarez o de
cualquiera. Lo que afirmo, con la Constitución en la mano, incluso interpretándola
como la interpreta Bastida, es que ningún acto del rey, público o privado,
quedaría al margen del código penal; simplemente, el peso de la ley no caería
–mientras sea Jefe del Estado– sobre él, sino sobre el gobierno que lo ha
permitido.
––Dices cosas que no dice nadie,
Martín.
––Salvo la Constitución. Lo
que no está claro es en qué se diferencia “la persona del Rey” del Rey. Para
justificar que de la
Constitución se deduzca que los actividades privadas del rey,
esto es, sus negocios, el origen de su fortuna (que es lo que nos interesa a
los españoles, no sus actividades de cintura para abajo), estén amparadas por
la “inviolabilidad”, Bastida recurre a argumentos muy sutiles, como que “El
Jefe del Estado no es el Rey, sino que el Rey es el Jefe del Estado”. No voy
rebatir a un especialista, le dejo la delicada tarea de partir un pelo en dos.
Pero no creo que tampoco él se atreva a rebatir a la Constitución ni a
aclarar sus ambigüedades. Esto último queda para el tribunal Constitucional.
Resumo: la supuesta inviolabilidad del rey en lo que se refiere a sus negocios
privados resulta, cuando menos, confusa. La Constitución no
garantiza la impunidad de nadie, y menos que nadie la del rey, simplemente
transfiere la responsabilidad de sus actividades como Jefe del Estado al
gobierno de turno. De sus actividades particulares, en mi opinión (atenida a la
literalidad del texto constitucional) no dice nada, por lo que estarían
sometidas, como las de cualquier ciudadano, al código penal; en la
interpretación de Bastida, deberían ser también refrendadas por el gobierno,
que sería el responsable, por lo que tampoco habría impunidad. Queda claro,
pues, mientras el tribunal constitucional no diga lo contrario, que la Constitución que yo
voté (y de la que un tiempo estuve tan orgulloso) no da a nadie licencia para
delinquir, y menos que nadie al rey que, para ser rey, ha de jurar cumplir y
hacer cumplir las leyes.
Al irse, el monarca debe dejar las
cuentas claras. Y, si no lo están, que el gobierno asuma su responsabilidad y
nos las explique convincentemente a los españoles.
Lunes,
9 de junio
SEÑOR DE MÍ
En
este junio feliz, entre abril y septiembre, visito primero a una vieja amiga en
el renovado Museo Arqueológico y luego, en el Museo Romántico, me dejo seducir
por otra, aquella reina caritativa y frescachona que veraneaba en San Sebastián
cuando los españoles se alzaron al grito de “¡Viva España con honra!”. Sus
partidarios le pidieron que abandonara a su detestado amante y volviera a la
capital, pero ello mandó traer de Madrid sus joyas, siete inmensos baúles
cuenta la tradición, cogió del brazo a su favorito, el guapo Carlos Marfori, y
se largó a París a disfrutar de los burbujeantes amenes del Segundo Imperio.
Frente al rostro enigmático de la Dama de Elche, a la que
interrogo por el futuro sin recibir respuesta, recuerdo unos versos de Antonio
Machado: “No está el mañana ni el ayer escrito”. Y en el recóndito jardín del
Museo Romántico otros de Calderón: “Pequeño mundo soy y en eso fundo / que, si
soy señor de mí, lo soy del mundo”.
Jueves,
12 de junio
CADA UNO ES COMO ES
“Ten
cuidado, Martín, con las cosas que dices, que son las que muchos pensamos, pero
ni se nos ocurre decirlas en público”.
“Bueno, cada uno es como es. Yo soy
de esos españoles que, como Miguel Servet, se dejarían quemar en la hoguera
antes de callar su verdad. Recuerdo que en tiempos de la dictadura, cuando el
monarca que abdica era Príncipe de España (su padre le había prohibido serlo de
Asturias), pasé un tiempo, por motivos que no vienen al caso (pero que en nada
afectan a mi honorabilidad), incomunicado en una celda de la Dirección General
de Seguridad. Lo primero que me dijo uno de los esbirros que me interrogaban
fue: “Espero que no se haga el valiente y nos diga la verdad. Aquí cantan
todos, sabemos cómo convencer a la gente”. “Yo nunca miento”, respondí. Y era cierto. Era
cierto entonces, ahora ya he aprendido a ser casi tan hipócrita como
cualquiera. Pero no en asuntos que afecten al honor y a la dignidad de mi país.
Han vuelto a engañar al rey bon vivant los que le han dicho que con
un apresurado aforamiento se arregla todo (¿de qué serviría si el juez Castro,
sigue el ejemplo de la juez Alaya?). Lo que le protegía es el pacto de silencio
de los grandes medios periodísticos. Si ese pacto se rompe, no hay aforamiento
que valga.
Viernes,
13 de junio
CONTINUARÁ
Ahora
resulta que el rey, tras abdicar, seguirá siendo rey, pero pierde la
“inviolabilidad”, con lo que parece demostrado –como decían el sentido común y la Constitución , pero no
los doctos catedráticos– que estaba ligada a sus funciones como Jefe del
Estado, no a la “persona del rey” (¡el rey es rey las veinticuatro horas del
día!, afirmaban los “especialistas”); sus actividades privadas no quedarían
cubiertas por ella.
Continuará. No hay novela por
entregas más apasionante que la historia de España.
"... la monarquía que yo voté en 1978." ¿De veras, Martín, votaste la monarquía en 1978? Yo creía que eras un "republicano posibilista" que para evitar que ocurrieran cosas como aquel desastre de verte preso en los calabozos de la Puerta del Sol -y de toda la infamia que teníamos que soportar los españoles en general-, habías decidido (como el que suscribe) aceptar el trágala de que el heredero de Franco (¿me vas a discutir que Juan Carlos no fue el Heredero, además de dictador hasta que se proclamó la nueva Constitución, y que durante los primeros años de su reinado se cometieron crímenes espantosos que han quedado impunes... o casi?) fuese rey, según en el referendum de marras. ¿Tenías alguna alternativa respecto a la elección de la Jefatura de Estado, Martín?
ResponderEliminarLo cierto es que leyéndote hoy empiezo a notar pequeñas fisuras en tu antigua "convicción" de que el llamado Felipe VI sea un personaje idóneo para el cargo que trata de representar: confiesas haber sido de "los más ingenuos" en estos asuntos de la fiabilidad regia; condicionas el futuro de Felipe a un catálogo de condiciones que -de no cumplirlas- le habrían de colocar -como a su bisa- en los muelles de Cartagena... Luego estás dando a entender que habrá de demostrar muchas cosas: ¿por qué, entonces, esa confianza insensata que le otorgas a priori? El clan al que pertenece, los valedores que tiene, los intereses económicos que tiene que defender (¿olvidas la inmensa fortuna de su papá?). Y hablando de fortuna: caso de que ciertas sospechas infundadas se convirtieran en fundadas (hablo del parné del todavía hoy rey), ¿rechazaría Felipe en su día la herencia fabulosa? ¿O tramarán algún "aforamiento" o triquiñuela legal ad hoc?
Lo que es conmovedor es tu esperanza de que el nuevo rey suponga un elemento regenerador en el lodazal político en el que chapoteamos.:. Pero si el rey no gobierna, Martín; solo es un florero, un símbolo de no sé qué... Desde luego cuenta poco como cemento de cohesión en el puzle nacional: a la vista está.
Podría estar dándote la tabarra cantidad, buen Martín, pero ya sé que no vas a dar el brazo a torcer; vas a seguir defendiendo sofismas y entelequias y a remar en contra del sentido común, ya que sostienes "contra toda evidencia" lo que sostienes.
Un consejo, amigo mío: dedícate a regalarnos tus versos y tus prosas enjundiosas..., pero no discutas de política. Y con Bastida, menos.
Yo con Bastida no discuto. Me limito a decir que lo que él dice --sus razones tendrá, es un experto-.- no lo dice la Constitución. La Constitución de 1978 tendrá todos los defectos que tenga, pero no garantiza la impunidad de nadie, y menos que nadie la del rey. Si no se le piden cuentas, no es por imposibilidad legal, sino por los intereses creados o porque no hay.... cojones (diría yo si utilizara el "sermo vulgaris", cosa que nunca hago).
EliminarJLGM
Consejitos vendo, pero para mí no tengo. El amigo F., cuando aconseja a JLGM abstenerse de comentarios políticos (lo mismito que cuentan de Franco, que habría dicho al director del "Arriba": "usted haga como yo, no se meta en política"), no se aplica a sí mismo tan peculiar consejo, sin duda porque piensa que él sabe más y mejor acerca del tema. Vanidad de vanidades, que dijo el Cohelet.
EliminarPor lo demás, y discusiones aparte, asegura JLGM que, le cito, "ha fracasado un rey". No creo que ésa sea la opinión de la mayoría de los españoles, que, pienso, juzgan de un modo globalmente positivo el reinado que ahora termina, valoran más las luces que las sombras (¿qué obra humana no las tiene?).
Y lo de "ser" republicano o no serlo me parece a mí algo bastante desmesurado. Yo, desde luego, no "soy" ni republicano ni monárquico: depende. Prefiero una monarquía como las nórdicas, la holandesa (que cuesta al erario público de su pequeño país cuatro veces más que la española, la más barata de Europa según diversas fuentes) o incluso la inglesa, a muchísimas repúblicas. ¿Son perfectas dichas monarquías? Nada humano lo es. Pero yo, más posibilista que el posibilista JLGM, no dejo de valorarlas por eso.
Sobre el asunto de la inviolabilidad y el aforamiento, sugiero leer esta entrada del blog jurídico hayderecho.com:
ResponderEliminarhttp://hayderecho.com/2014/06/08/la-inviolabilidad-y-el-aforamiento-de-don-juan-carlos-de-borbon-o-el-rey-como-excusa/#comment-25946
La diferencia, querido, es que yo solo aconsejo: Franco imponía. Y los consejos no son coercitivos; pueden significar -como es mi caso- bondadosos deseos de que alguien a quien se estima en los sustantivo no desmerezca por adherencias inconvenientes.
ResponderEliminarY yo estimo mucho el talento literario de Martín como para no aconsejarle en lo que estimo que le puede perjudicar.
Anónimo todavía cree en los reyes magos. No seré yo quién le desengañé. Tiempo al tiempo. Pero si le digo que la baratura de la monarquía española es un engañabobos. No se tenían en cuenta los gastos reales, para no hablar de otros gastos. Ah, y lo que piensa el pueblo español lo iremos viendo en las sucesivas elecciones.
ResponderEliminarJLGM
Pues eso, amigo F., ya que lo ves así, aplícate el consejo, o deja de aconsejar lo que tú mismo no estás dispuesto a hacer.
ResponderEliminarRespecto a lo que me dice JLGM, se equivoca: no creo en los Reyes Magos, aunque (al contrario que él, parece) mi escepticismo sobre esa forma particular de realeza no se extiende a la totalidad de sus formas posibles.
No discutiré con él acerca del precio de la española; pensé citar a Forbes como fuente en mi nota anterior, pero hubiese dado igual; quien no piensa lo mismo que él se equivoca, parece (para ser precisos, se engaña y es bobo). Sea; yo no diré lo mismo.
Respecto a lo que piensa el pueblo español, lo iremos viendo en las sucesivas elecciones... sucesivamente, ¿no? Quiero decir que el pueblo español bien puede cambiar de opinión. La que manifestaría mayoritariamente AHORA me parece a mí bastante obvia (y hay encuestas al respecto, aunque también lo pensaría sin ellas); la que pueda tener de aquí a sabe Dios cuándo, no me atrevo yo a pronosticarla.
Me han salido unos cuantos tocayos. En fin, soy el de antes. Siempre es bueno saber, así que me parecerá muy bien cuanto más se sepa. Y gracias a F. por su gentileza, en ambos sentidos.
EliminarNo hilas bien el discurso, amigo: si, como presumes, aconsejo al buen Martín que no se embote discutiendo de política porque estimo que no domina la escena y que , por el contrario, YO sí que estoy en condiciones de impartir doctrina, ¿por qué iba a aplicar a mí persona el consejo que tú me brindas gentilmente? Digo que si yo me creyera tan clarividente en la materia no habría de autoimponerme ningún límite dialéctico: Es más: sería una pena que no prosiguiese con el "apostolado" y así -dios mediante- pudiera caer la breva madura de alguna conversión, como potencialmente la tuya.
ResponderEliminarAl que aconseja y aconseja bien, no se le ha de conminar que niegue al mundo tan virtuosa facultad.
Gracias por el "retrato": yo creo, en cambio, que la destemplanza en el tono no es de mi parte de quien está, y que el "retrato" desfavorable, de haberlo, no es precisamente mío. Pero, en efecto, me callo. Ciertos modos vociferantes e inmoderados de "razonar" son muy poco de mi gusto. Y el acudir a argumentos "ad hominem", seguramente por falta de otros más consistentes, sólo puede descalificar a quien lo hace.
ResponderEliminarHe ejercicio un tanto de censor. Pido disculpa por no haberlo hecho antes.
ResponderEliminarJLGM
Un mucho que también se llevó por delante el intento de contener la basca devenida “vasca” de acuerdo con la general despreocupación ortográfica ―“trastadas del corrector automático”, "qué más da, todo lector (!) agradecerá corregir por su cuenta"―. Repito: alguien, quizá algo amante de la ineficacia, quiso contener la basca devenida “vasca” en uno de los comentarios. Nada importa, todo pasa y se borra, urgía la censura del patrón y además, el desaparecido texto censorio era loco: de sus veinticuatro sílabas métricas, “Mercaderías a Caja” eran las ocho primeras.
EliminarPero bueno..., acabo de darme una paliza manejando de un tirón desde la Elvas portuguesa ( en donde uno/a tiene unas tierritas que le legó su ex) y me topo con la desagradable sorpresa de que el buen Martín ha mutilado un asimérico pero sustancioso intercambio de munición dialéctica, resultando que lo mismo amputó las ramitas enclenques aquejadas por el chancro que las robustas brindillas y chupones que han eclosionado recién... Los espartanos eran más ecuánimes y solo despeñaban, Taigeto abajo, a los que había nacido mal dotados...
ResponderEliminarMenos mal que entre lo extirpado con tanta indiscriminada furia se va al cubo de las piltrafas un escrito comprometedor -por indiscreto- que hacía referencia a mi persona... Solo por esto me sosiego y paso (o finjo que paso) por la injusta poda martiniana.
Tengo que desempacar la valija y es tarde para impartir sobre eugenesia.
Salud y república, señores.
Maravillosa Elvas. Mucho me gustaría tomarme un café en su Plaza Mayor.
ResponderEliminarJLGM
¿Y qué me dices, Martín, de la Igreja das Dominicas, con su planta octogonal templaria y la esbelta columnata pintada con grutescos y floreado del XVI? ¿Qué del primor azulejado de cúpula y muros?
ResponderEliminarTras semejante deleite estético, ni siquiera la terrible picota vecina te iba a amargar el café, buen Martín.