Sábado,
14 de junio
“¿Todavía
crees en los Reyes Magos?”, me pregunta un amigo al verme, estos días tópicamente
históricos, impaciente e ilusionado.
“Creo en los símbolos”.
Domingo,
15 de junio
CALLÉ CUANDO DEBIERA
HABER HABLADO
“Cuando
dejó la poesía, se dedicó a escribir sonetos”, afirmó no sé quién. Y parece que
hablaba de mí. Hace tiempo que no escribo poemas, pero con cierta frecuencia, y
como sin querer me entretengo con algún soneto.
Hoy, al ir a tomar café antes del
cine, encuentro cerrada mi cafetería habitual. Pero me siento en el lugar de
costumbre, en la esquina de la gran cristalera, enciendo el iPad, espanto la
melancolía y me dejo llevar por el ir y venir de las rimas mientras llega la
hora de ver Las dos caras de enero,
que algo conservará de la desasosegante novela de Patricia Highsmith en que se
basa.
“El viento que en las ramas se movía, / la
noche que en lo alto nos miraba, / testigos de lo mucho que te amaba / cuando
callaba y nada sucedía.
El viento, el tiempo, su melancolía
/ y una noche que nunca más acaba. / Mi vida para siempre vuelta esclava / de
lo que no te dije en aquel día.
Callé cuando debiera haber hablado.
/ Y desde entonces solo soy lamento / que enternece a las piedras con su
acento.
Todos tienen piedad de un
desdichado. / Solo la muerte no que quiere bien. / Su abrazo busco, encuentro
su desdén”.
Lunes,
16 de junio
SOLOS, IRREMEDIABLEMENTE
SOLOS
En
un viejo libro, encuentro subrayadas estas palabras: “Solos, irremediablemente
solos; he aquí la verdad. Subimos hasta el presente desde las remotas
profundidades del océano del tiempo, semejantes a esas algas enormes que
mezclan sus florescencias sobre la superficie líquida y se enlazan únicamente,
junto al fondo misterioso, por los tallos que se hunden en la sombra de las
aguas. Es el pasado, el tronco de los instintos primitivos, lo que nos une a
nuestros hermanos. La flor de nuestra vida individual permanece interior y
oculta. Cada uno de nosotros habita una isla desierta”.
Martes,
17 de junio
VIVIR PARA CONTARLO
Si
hay salud y no se pierde la curiosidad, resulta apasionante ir cumpliendo años.
Es como adentrarse en un distante territorio o ver las cosas de siempre con una
luz distinta.
Y si la historia, que siempre va a
su paso, acelera de pronto el paso como regalo de cumpleaños, pues otro motivo
para mostrar agradecimiento.
Me siento como un personaje de
Galdós asistiendo entre bastidores a los tejemanejes de una nueva entrega de
los episodios nacionales.
Miércoles,
18 de junio
Una vez encontré un tesoro. Pero se casó
con otro. Fui dos veces afortunado.
O
eso quiero creer.
Jueves,
19 de junio
PERO YO NO ESTOY SOLO
A
Torrelavega, hasta ahora, la había visto siempre desde la ventanilla del
autobús, camino de Santander. Sus chimeneas industriales y su aire suburbial no
invitaban a visitarla. Esta tarde, tras los fastos quizá menos ilusionantes que
protocolarios del nuevo reinado, me ha traído a ella Rafael Barrett.
Curioso personaje Barrett. Vivió dos
vidas que no parecen conciliables en una misma persona. Cuando Baroja se
inspiró en él para escribir Las noches
del Buen Retiro, melancólica evocación del Madrid finisecular, le hizo morir
en las últimas páginas. Y es que, verdaderamente, el dandy Barrett, el
duelista, desdeñoso, irascible Barrett, el personaje de Luces de bohemia y de las memorias de Cansinos, murió al dejar
España –humillado, calumniado, ofendido– para resucitar en Paraguay como
alguien radicalmente distinto. Durante los primeros treinta años de su vida no
escribió nada; en los cuatro últimos, una obra vibrante, hiriente, inagotable.
Rafael Barrett nació en Torrelavega
y a Torrelavega he venido esta tarde a presentar la selección de sus aforismos
que preparó mi amigo Cristian David López.
¿A quién votaría hoy Barrett?
Sospecho que a Podemos y me divierte imaginar lo que habría escrito sobre las
ceremonias de la abdicación y la proclamación tras leer el artículo que dedica
a los exreyes de Portugal, don Manuel y doña Amelia.
Yo, que he vivido algunos años más
que Barrett, soy bastante más conservador. Y bastante escépticos sobre las
soluciones radicales. Soy de los que piensan que nunca están las cosas tan mal
que no puedan ponerse peor.
Torrelavega, que sabe que la visito
por compromiso y sin hacerme muchas ilusiones, primero me frunce el ceño y
luego, poco a poco, y gracias a los buenos oficios de Luis Alberto Salcines, comienza
a sonreírme. Me gusta el empaque catedralicio de la iglesia de La Asunción , el contraste
entre su perfil nórdico y las altas palmeras que la escoltan, y me asombra la
inmensa cúpula, tan de Luis Moya, que aquí renuncia a su habitual afán
historicista, de la iglesia de la Virgen
Grande. Poco después, calle de la Consolación adelante,
me encuentro con el café Central, que todavía conserva, en sus maderas y en sus
espejos, el aire reposado y provinciano de otro tiempo. Un café para sentarse
sin prisas y leer, o recordar, a José Luis Hidalgo: “Pero yo no estoy solo, mi
ser vivo / lleva siempre los muertos en su entraña. / Moriré como todos y mi
vida / será oscura memoria en otras almas”.
Viernes,
20 de junio
MI VERDAD Y OTRAS
MENTIRAS
De vez en cuando, y sobre todo después de una noche de mal
dormir, pienso que he equivocado mi camino. Pero ya es tarde para volver atrás
y emprender otro. Y además, a fin de cuentas, todos acaban llevando al mismo
sitio.
¿Y qué
camino es el que me habría gustado seguir? Pues el de las matemáticas o el de
la física teórica, la invención rigurosa de otros mundos que nada tienen que
ver con este pero que acaban explicándolo.
De esa
frustrada vocación científica mía, me queda un afán de objetividad, de no
creerme nunca lo primero que me cuentan.
He
aprendido también a no fiarme demasiado de mí mismo. Las evidencias, engañan a
menudo, y por otra parte siempre tengo muy en cuenta los versos de Machado: “En
mi soledad, / he visto cosas muy claras / que no son verdad”.
Ahora me
dedico a estudiarme a mí y a la gente de mi edad que tengo más cerca, como en
un experimento de laboratorio. Voy anotando en un cuaderno el resultado de mis
observaciones.
Todavía no
me atreve a sacar conclusiones, pero todo indica que uno, con los años, se
convierte en su propia caricatura, física y moral. Y sin embargo mi impresión es
que los años me hacen mejor: más paciente, más comprensivo, hasta más
inteliente.
Me imagino
que eso nos pasa a todos. Siempre he dicho que la inteligencia del hombre no
busca la verdad sino, como un buen abogado, solo la verdad que más conviene a
su cliente, aunque no sea toda la verdad o ni siquiera sea verdad (basta con
que dé el pego ante el tribunal).
Todos
necesitamos engañarnos un poco a nosotros mismos para poder soportarnos, para
poder sobrevivir. Pero yo no me conformo con eso. Mi frustrada vocación
científica me lleva a tratar de ser lo más objetivo posible.
Me gusta el
fascinante espectáculo de lo que el tiempo va haciendo conmigo, y con los
demás. No me canso nunca de mirarme vivir, caer, levantarme. Mi amigos piensan
que siempre quiero tener razón. Y tienen razón. No soporto estar en el error,
por muy confortable que resulte. Como la imprenta Plantin-Moretus, de Amberes,
que colgaba las galeradas en la calle y pagaba al transeúnte que descubriera
una errata, así también a mí me gustaría exponer mis ideas y creencias a la
vista de todos y abonar una buena cantidad a cualquiera que me señale algún
error. Tendría que ser millonario para no arruinarme de inmediato. O no. Hacen
falta buenas razones para convencerme de que, lo que yo creo una afirmación
verdadera, es un error. ¿Lo es mi reiterada afirmación de que, en la Constitución española,
tal como está redactada, y al contrario de lo que todos afirman, no resulta nada
claro que las posibles actividades delictivas del rey en su vida privada
carezcan de responsabilidad penal? De momento nadie se ha tomado la molestia de
refutarme; yo espero que me dé razón el tiempo, cuando esa verdad ya no suponga
ningún peligro para nadie.
Reconozco
que no siempre resulta fácil convencerme de algo; soy alérgico a los argumentos
de autoridad.
Al final de
uno de sus sonetos, escribió Unamuno: “Dios nos dio el pensamiento como prueba.
/ Dichoso el que no sabe que lo lleva”.
Pero yo soy
tan bruto que prefiero tener razón a ser dichoso. Algo conservo de mi frustrada
vocación científica. Por eso, a quienes me dicen que cada uno tiene su verdad y
que todo es relativo, les respondo con los versos de Machado: “¿Tu verdad? No.
La verdad. / Y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela”.
Sábado, 21 de junio
DIFÍCIL ME LO PONÉIS
Todavía hay quien piensa en España que el anterior Jefe del
Estado merece todos los elogios que estos días le dedican los periódicos. No quienes
han redactado esos artículos, por supuesto, pero sí mucha buena gente de la
calle. Pero el gobierno se esfuerza en desengañarles. Cada paso que da, cada
nueva justificación del aforamiento exprés, vierte una más turbia sombra de
sospecha sobre el achacoso monarca.
Hay quien
dice, yo no me lo acabo de creer, que estamos ante otro pacto del capó, como en
el 23F .
Que para lograr que el rey abdicara hubo que firmar un acuerdo por el que el
gobierno se comprometía a garantizar su impunidad. Yo no creo en ese pacto de
mafiosos; si existiera, ningún gobierno medianamente decente se sentiría
obligado a cumplirlo.
Pero
reconozco que el gobierno nos lo está poniendo difícil a los que aún pensamos
que el anterior Jefe del Estado fue fiel a su juramento de “guardar y hacer
guardar la Constitución
y las leyes”.
Me llama
una amiga desde Francia. “Algo apesta a podrido en el Ruedo Ibérico, amigo
Martín. Me alegra estar fuera, no sé como tú soportas el mal olor. Ya lo decía
Quevedo: razón de Estado, razón de establo. Leo en la prensa que tratan de
disimular esa ley que quieren crear para librar a una persona de la ley
diciendo que no es solo para el exmonarca, que también van a aforar a la Princesa de Asturias. Qué
país el tuyo y el mío, amigo Martín. Ya no respetan ni a la infancia. ¿Qué
quiere decir que una niña de ocho años será aforada? ¿Que cuando cometa una
travesura no podrán castigarla los padres sino que tendrán que llamar al
Tribunal Supremo? Sospecho que hoy a Valle-Inclán para escribir sus esperpentos
le bastaría con copiar lo que dicen los periódicos”.
Todavía no he aprendido a contar como dios manda. Creí que tenía una semana más de Café Arcadia, pero va a ser que no...
ResponderEliminarUn buen abrazo.
Me corrijo. Sí que hay una semana más de Café Arcadia. Me alegra comprobarlo.
Eliminar