Sábado, 1 de enero
UN HOMBRE AFORTUNADO
Son las doce de la mañana. Me he acostado algo más tarde que de costumbre, me he levantado algo más temprano, he atendido a mis responsabilidades familiares y me he sentado a leer. Antes de salir a tomar el primer café del año, ahora que me ha llegado el relevo, garabateo estas líneas. El libro que he leído –Escritores, de Azorín— lo compré el otro día en Los Terceros, una librería de viejo de Sevilla. Es una recopilación de artículos escritos a lo largo de cuarenta años. De todo lo que habla Azorín en estas páginas ha hablado en otras muchas. Comienzo, por eso, con desgana. Pero en seguida me encuentro con un rincón familiar: “Hay en Oviedo una casa modesta colocada en los aledaños de la ciudad y el campo; por fuera, la casa consta de un solo piso. Cuando penetramos en ella, vemos que el terreno ha descendido y que la casa tiene un piso más, casi subterráneo, que queda oculto al exterior. Y sin ascender por escaleras, a pie llano, viniendo de la calle, nos hallamos en una galería ancha de cristales, que da a un fuertecillo plantado de magnolias, rosales y geranios, y desde la que se divisa, a través del ambiente velado del país y allá a lo lejos, una suave montaña, una montaña amiga, con sus laderas cubiertas de verdes prados”. En esa casa, un trece de junio, había muerto Leopoldo Alas, al que desde siempre he sentido como alguien de la familia. También a Azorín, que a veces me aburre como un abuelo que cuenta siempre las mismas batallitas, pero que nunca ha dejado de hacerme minuciosos regalos desde que, cuando yo tenía diez o doce años, alguien cercano que me veía siempre escribir me regaló con cierta ironía un tomito de la colección Austral, El escritor, el primer libro adulto que leí y que llegué a aprenderme casi de memoria, a pesar de que solo lo entendía menos que a medias. Quien me llevó de la mano a los diez años todavía, medio siglo después, tiene algo que decirme, mucho que enseñarme.
Dentro de un momento saldré a dar mi primer paseo del año; recorreré los lugares de siempre, como hago desde hace medio siglo, y el nuevo puente que se detiene en mitad de la ría (un rito que he añadido a mis ritos); me sentiré –es otra de mi costumbre en estas horas inaugurales— agradecido y feliz. La vida es dura, ya lo sé. Pero yo sigo siendo un hombre afortunado.
Domingo, 2 de enero
LA VIDA ENTERA
Escucho, en el cine (costumbre felizmente recuperada) una frase: “Su trabajo era para él la vida entera”. Y pienso en esas personas sin vida familiar ni sentimental, sin más vida que su trabajo. “Tú eres una de ellas –me digo—, por eso te aterra tanto jubilarte. Te refugias en tu trabajo porque fuera de él te encuentras perdido”.
Hay días en que me gusta ponerme un poco masoquista. Mi trabajo favorito es el de abogado del diablo y a menudo lo ejercito contra mí mismo.
Pero para que se adapte a mí a esa frase habría que darle la vuelta: “La vida entera era su trabajo”. Y de ese trabajo, que yo procuro hacer siempre gustoso, solo nos jubila la muerte. Y aunque ronde incansable en torno mío, todavía no estoy plenamente convencido de que pueda tocarme a mí. Ya sé, ya sé: “Todo hombre es mortal”. Pero no hay regla sin excepción. ¿Y por qué no voy a ser yo la excepción?
Hay días en que siento que he fracasado en todo. (Pero no me lo acabo de creer del todo.) Y otros en que me siento el rey del mundo. Y me cuesta mucho convencerme de que no lo soy.
Ventajas de haber sido un niño mimado.
Lunes, 3 de enero
ELOGIO DE LA POLÍTICA
Qué maravilla, tras tantas fiestas, recuperar la rutina del café matinal en el café de siempre. Hasta el aire me parece más transparente. ¿Me parece? De pronto caigo en la cuenta. Ha ocurrido el milagro. No hay humo. Ya no se puede fumar en los locales públicos. Respiro a fondo. No acabo de creérmelo. Oviedo parece Nueva York.
No he visto todavía los periódicos ni las noticias televisivas. Me imagino que estarán llenos de las protestas de las presuntas víctimas y de los ingeniosos sofismas de Savater, Sánchez Dragó y otros denodados liberales. Pero, afortunadamente, los políticos, sin amedrentarse por la demagogia, no han querido vender la salud de sus ciudadanos por un puñado de votos. Me quito el sombrero ante ellos. Por una vez siento que estamos en buenas manos.
Martes, 4 de enero
ELOGIO DE LA ERUDICIÓN
La erudición tiene mala prensa, y con frecuencia justificada. Yo la leo como una mezcla más o menos sofisticada de chismografía y bibliografía, y me divierte más que cualquier novela. Asusta un poco el grueso tomo (casi ochocientas páginas) del Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, pero lo llevo a la cafetería seguro de que entre la inevitable basura curricular encontraré algunas sabias amenidades. Y claro que las encuentro. Mi amigo Francisco Trinidad, que está quitando el polvo desidioso que se había ido acumulando sobre Palacio Valdés, nos ofrece la crónica de una impostura: la correspondencia con el escritor que un hispanista había publicado estaba manipulada. A mí me sugiere la idea de una novela a lo Henry James: la relación entre un autor famoso y un estudioso de su obra; cómo la admiración se va convirtiendo poco a poco en resentimiento y odio.
Y luego encuentro una carta de Valle-Inclán, entonces director de la Academia de España, dirigida al Subsecretario de Estado: “Me dice usted que ha enviado las órdenes necesarias a nuestro embajador en Roma autorizándole a comprar los muebles necesarios para mis habitaciones. ¡Me siento profundamente conmovido! Pero no puedo aceptar el honor de que el Señor Embajador me ponga la casa. Los Directores de la Academia han comprado siempre los muebles y enseres que esta ha necesitado. La distinción que se tiene conmigo me colma de gratitud. ¡Ahí es nada! El Señor Embajador comprando las cacerolas y bacines de mi servicio. ¿Dónde se ha visto mayor honra?”.
Miércoles, 5 de enero
CALLADAMENTE
Siguen los eruditos regalos. José Manuel González Herrán me envía una separata con once cuentos de Emilia Pardo Bazán recuperados de una revista argentina. Hablan de otro mundo, y a mí me fascina ese viaje en el tiempo, pero de pronto hablan de mi mundo, como siempre hace la gran literatura. “En momentos de expansión –afirma el narrador de uno de ellos—, le confié una especie de enfermedad moral que padezco: algo que pudiera llamarse el desprecio de mí mismo. Siempre creo que no sirvo para nada, que todo me ha de salir mal, que voy a decir o hacer algo ridículo, y esta aprensión me paraliza y me cohíbe en sociedad”. Y su interlocutor le responde: “No importa que tengas esa manía si consigues que nadie lo sepa. Lo único que nos ha otorgado la naturaleza para defendernos –ya que no tenemos ni garras, ni astas, ni trompa, ni colmillos agudos— es un asilo o baluarte interior, en el cual resguardamos lo que no conviene que nadie vea. Ahí ni nos pueden perseguir ni sorprender, si nosotros mismos, imprudentes, no abrimos la puerta…”
Sí, por mucho que enseñemos nuestro castillo privado –y yo dejo entrar cada domingo a cualquiera que tenga curiosidad— siempre hay una puerta, como en el castillo de Barba Azul, que no abrimos a nadie.
Hasta que un día alguien la abre y entra sin pedirnos permiso. Mientras aguardo impaciente salida y veredicto me vienen a la memoria unos versos de Ben Hazm de Córdoba: “Abrirme el corazón con un cuchillo, / echarte dentro y luego recoser / de nuevo el pecho mío y casa tuya / para que, siempre en él y nunca en otro, / lo habites como un pájaro blanco / hasta los días de la resurrección y el juicio”.
Jueves, 6 de enero
EL BAILE
“Me siento como si hubiera salido a bailar en medio de una reunión de amigos, y yo bailara y bailara y un momento, en medio de tanta felicidad, cerrara los ojos para mejor gozar de la compañía y de la música y al abrirlos, solo un instante después, ya no hubiera amigos ni música y estuviera bailando y bailando sola en medio de la pista”.
Era ya casi la hora del cierre y yo me había quedado solo en el local, como tantas veces me ocurre. Entró entonces aquella mujer –me pareció muy joven hasta que la observé de cerca— y de entre todas las mesas escogió la mía para sentarse. “Soy una admiradora suya. ¿Me permite que le lea un poema?”. Nada detesto más. Pero leía con voz acariciadora y lo que escuché me gustó. Decía más o menos lo que he apuntado al comienzo de esta nota. Al terminar de leer, me miró a los ojos: “¿Quieres bailar conmigo?”. “Yo solo bailo en sueños”, respondí. “Pues esto es un sueño. ¿No te habías dado cuenta?”.
No, no me había dado cuenta. Hace tiempo que mi vida es una cinta de Moebius, tiene una sola cara, y paso de la realidad al sueño y del sueño a la realidad, no ya en un abrir y cerrar los ojos, sino sin necesidad de abrirlos ni cerrarlos. Miré al camarero, que me ha aguantado muchas noches, pero estaba absorto en un libro: Les rêves et les moyens de les diriger, de Hervey de Saint-Denys. La mujer –supe, no sé cómo, que se llamaba Estrella— se había levantado y bailaba y bailaba olvidada de todo. Yo me acerqué a César, el camarero, y él me señaló un párrafo: “Cualquiera de nosotros podría encontrar en el sueño de una noche aquello con lo que llenaría un año de su existencia, si por la mañana mantuviera el recuerdo de cuanto ha soñado”. Estrella se acercó entonces al camarero y lo empujó hacia mí. “Lo estabas deseando”, dijo. Yo me ruboricé, no sé si dormido o despierto.
Viernes, 7 de enero
OTRO REGALO
A menudo pienso que no eres de verdad, que no puedes ser de verdad, que solo eres otro espejismo de un corazón solitario. “Soy de verdad, pero estoy de paso –me dices en sueños—, no te encariñes demasiado conmigo”.
Y yo, que soy de buen conformar, me despierto feliz: “Estás de paso, pero estás”. Y recuerdo a Cernuda: “Tantos años que pasaron / con mis soledades solo / y hoy tú duermes a mi lado”.
Pues, la verdad, yo prefiero los ingeniosos sofismas de Savater y otros denodados liberales a las palabras vacías de la ministra de Sanidad y sus compañeros de gobierno, que buenos ingresos obtiene el Estado de los impuestos sobre el tabaco. Con una mano prohíbo y con la otra cobro. Doble moral de toda la vida.
ResponderEliminarPor cierto, esa ministra que tanto se preocupa de nuestra salud debería preocuparse de no dar el mal ejemplo que da (o daba hasta hace muy poco) luciendo una de las mayores estafas salutíferas del momento: la pulsera Power Balance, que equilibra el karma o el holograma interior o yo qué sé qué tonterías impropias de una persona supuestamente formada (muy supuestamente) y que ocupa el cargo que ocupa. ¿Esa es la que nos da lecciones de salud? ¿Esas son las buenas manos en las que estamos? Prefiero estar en manos peores, la verdad. Pero los desatinos de este gobierno son tantos que dudo que haya manos peores.
Un abrazo.
Amigo Piquero, no se trata de si la ministra es fea o guapa, usa o no usa pulsera, sino de que proteger la salud del setenta por ciento de la población (que no fuma) es un deber de cualquier gobierno. Y ya verás que no habrá pronto ningún país medianamente civilizado donde se permita fumar en los lugares públicos cerrados.
ResponderEliminarPero no voya discutir, querido amigo. Yo me alegro de la medida. Eso es todo. Y el tabajo sigue sin estar prohibido, como no está prohibido (disculpa la ordinariez) mear, solo está prohibido hacerlo en la vía pública.
Menos malos humos sofísticos, y a disfrutar de las terrazas, que vives en el sur.
JLGM
"Cualquiera de nosotros podría encontrar en el sueño de una noche aquello con lo que llenaría un año de su existencia, si por la mañana mantuviera el recuerdo de cuanto ha soñado”.
ResponderEliminarPara mí, los sueños demuestran que todos somos artistas, creadores, fabuladores..., porque un sueño es una creación mental de una realidad alternativa o virtual, a partir de elementos de la realidad real.
Puede que los sueños no tengan guión (palabra bisílabra que por tanto acentúo, aunque la RAE ahora diga -incomprensiblemente- que es monosílaba), puede -digo- que los sueños no tengan guión, pero sí tienen trama y argumento. Y en ellos pasan cosas que no han ocurrido en la realidad (aunque eso lo descubrimos después, cuando nos despertamos, pues, mientras dura, un sueño es real).
Y además, los sueños están elaborados a partir de retazos de nuestros recuerdos, de nuestros deseos, de nuestras sensaciones, de nuestras vivencias... (Como las novelas, como los poemas, como las creaciones artísticas en general).
Sí, los sueños son un acto creativo, en el que -sin saberlo- nosotros (nuestra mente inconsciente, pero mente a fin de cuentas) somos directores, actores, localizadores, montadores...
Lo que demuestra que todos, todos los humanos, somos artistas o -al menos- generadores de ficción.
Yo también vivo en el sur. Y cuando, en invierno y primavera, desde los secanos de mi pueblo, veo la olla de Granada cubierta de espesa capa de esmog, pienso: "Ya están los hijoputas fumadores contaminando mi Granada".
ResponderEliminarLa verdad es que también a mí lo de que estamos en buenas manos "mallegao alarma". Si estuviéramos en manos de Dios, tendríamos que concluir dando la razón a cierto personaje de Nieva cuando clama: "¡Dios es malísimo!" Ahora, decir que estamos en buenas manos cuando las susodichas manos son las de las trinis, las pajinis, los zapaterinis o los rajoyinis, ¡esas pandillas de tontos ambiciosos!
Sabes que tus lectores no son los millones de parados de la putaspaña, sino gente acomodada (como yo). Por eso te permites epatarlos, o espantarlos.
Con cariño, que conste.
Para morro y sofismas los de ciertos energúmenos que defienden en los "medios" los -según ellos- atropellados derechos de los fumadores. Curioso el concepto que tienen los señoritos de lo que es la libertad, si para que estén ellos contentos con su vicio hemos de hincharnos de humo tóxico los demás. Eso sí que es infumable.
ResponderEliminarEn cuanto a la pulsera de Pajín, nada nuevo de qué sorprenderse; es un ejemplo de la incultura radical que asiste a tantos (y tantas) que copan los cargos de los gobiernos y del Estado en general. Ignorancia que en muchos casos consigue apenas maquillar un título académico; en casos, ni eso tienen.
Cuando oigo a algún figurón (o figurona) decir que es de tal o cual signo del zodíaco, automáticamente pasa a engrosar los estantes del archivo que tengo para los ignorantes (o ignorantas). Porque dar pábulo a semejantes mentecateces supersticiosas definen al individuo (o a la individua) más que algunos sofisticados test e informan de su universo mental. Luego, nos piden que les tengamos confianza. ¿Quién habría de creer a un dirigente que practicase el budú? Otros más puristas llevan el dilema al campo de las creencias religiosas, pero el tema exigiría eternizarse en la faena...
En cuanto a Savater, en mejores compañías lo quisiera ver yo...
Y es que el simpático filósofo sabrá mucho de "lo suyo" pero viendo algunos compañeros (y compañeras) que se ha echado últimamente, dudo de su talento universal: no tor mundo vale pa to.
Es el caso de un colega de Savater (que me queda bien cerca), que después de pasar por ser una mente preclara en muchas cosas va dejando -desde hace tiempo- por donde pasa un reguero de mentecata cerrilidad, impropia de un cerebro de tales pretendidos quilates. Vaya en su descargo el deterioro que a todos nos depara el paso de los (muchos) años, en sustancia tan frágil como es la sesera.
Sobrecogidos nos tiene a algunos (y algunas).
Qué horror, tecleé "bisílabra" en vez de bisílaba. No ha sido el Alzheimer, sino el Párkinson. (¿Hago bien acentuando Párkinson?)
ResponderEliminarBueno, no nos pondremos de acuerdo con lo de la ley: tú la apruebas y yo no, aunque, naturalmente, la acato.
ResponderEliminarPero en cuanto a lo de la ministra, yo no me he referido a que sea fea o guapa sino a que es totalmente inaceptable que una ministra de Sanidad luzca un artilugio pseudocientífico que se publicita como método de salud, artilugio denunciado por las asociaciones médicas y de consumidores y cuya falsedad ya ha obligado en algunos países (no en el nuestro) a la empresa que lo fabrica a retirarlo del mercado y devolver el dinero. Creo que la tal ministra de Sanidad queda completamente deslegitimizada.
Un abrazo.
Bueno, yo dije que "por una vez" estamos en buenas manos, por una vez. No cuestiono otros disparates. Y no elogiaba a la ministra (que algún elogio merece), sino a los diputados (de varios partidos) que votaron a favor. Sin ellos, la ministra se habría tragado su ley como ocurrió con la ministra de Cultura.
ResponderEliminarY en cuanto a los horóscopos, mea culpa. Yo siempre que lo encuentro en el periódico me divierto leyendo. Y nada me gustaría más que parecerme a lo que mi signo dice que soy: inteligente, brillante, con doble o triple personalidad, etc, etc. De hecho la definición de mi mismo que más me gusta la encontré en no sé qué revistucha: "eterno adolescente en una encrucijada de caminos". No sé si así son los Géminis, sé que así soy yo.
Conviene ser estricto en lo que afecta al respeto a la salud ajena (y no solo a la salud: con José Luis Piquero he comido alguna vez y sé de sus cigarrillos entre plato y plato), pero no convertirse en talibanes de la racionalidad. A fin de cuentas, ya lo dijo Pascal, el corazón tiene razones que la razón no comprende. La famosa pulserita que alguna vez llevó la ministra (creo que antes de ser ministra) quizá solo fue un regalo de un novio o similar.
JLGM
es cierto lo que dice Ud. Sr. García Martín, acerca del tabaco y de la salud ajena. Hemos estado demasiado acostumbrados a convivir entre humos impuestos, y se lo dice alguien que aunque no mucho, fuma.
ResponderEliminar-.-
Hay gentes que tienen múltiples personalidades, como el lobo estepario. A veces es maravilloso. Otras, una tortura. Pero lo importante es vivir, cuantas más veces, más vida. Al menos para quien vive intensamente, entre realidades y sueños.
Un abrazo. a.r.
http://www.youtube.com/watch?v=OLKjazQjqi0&translated=1
otro regalo
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=y1uFKhZGYyo
a.r.
Hombre, eso de las múltiples personalidades merece una explicación esclarecedora.
ResponderEliminar¿Nos la va a dar esa obsequiosa disc-jockeyesa tan amable, que pone ojitos a unos y hace (parece) solapadas advertencias a otros?
Pero -que conste- el acoso sexual sigue siendo censurable.