Domingo, 7 de septiembre
SALUD
Últimamente,
ando un poco preocupado con los problemas de salud mental. No de la mía, sino
de quienes me rodean. Los chiflados, como antes se decía, las personas
psicológicamente inestables, como decimos ahora con mayor delicadeza, parecen
tener una cierta predilección por mí. Quizá me reconocen como uno de los suyos.
Salgo del cine, recuperada esa buena
costumbre, y al encender el teléfono me encuentro con un mensaje en Messenger.
Lo firma un señor que no conozco, pero que afirma conocerme bastante bien, y
que me lanza una larga diatriba por haber aireado con poca elegancia (“don
Ricardo Labra no haría eso”, afirma) mis problemas con el Ayuntamiento de
Oviedo. Lo más bonito que me llama es psicópata y parece saber, como Marañón de
Tiberio, la razón última de todas mis anomalías.
Lo
borré de inmediato y bloqueé al remitente, como suelo hacer en estos casos, por
lo general sin leer más que las primeras líneas. Evito así la tentación de
replicar, aunque sea con ironía, porque da un poco de grima entrar en relación
con esos odiadores que eligen para verter su infundada envidia y su
resentimiento sobre quien les parece que brilla.
Odiadores de esa clase tengo pocos,
afortunadamente. Señal de que brillo poco. Me preocupan más los amigos que de
pronto, sin saber por qué, actúan como los peores enemigos. O las admiradoras
que son como la pesadilla de Stephen King en Misery. Alguna me ha tocado
en suerte, aunque hasta la fecha siempre he logrado escapar a tiempo.
Qué evidentes resultan los problemas
de salud mental de los demás, por pequeños que sean; qué invisibles, por
enormes que resulten, los propios.
Lunes, 8 de septiembre
EL CASO NISMAN
Como Auguste
Dupín en “El misterio de Marie Rôget”, yo también resolví un crimen, y ocurrido
en otro continente, solo con la lectura de la información que proporcionaban
los periódicos. Fue en 2015. El fiscal Alberto Nisman apareció muerto en el
baño de su apartamento, en el piso 13 de un edificio de Puerto Madero. Estaba
solo y la puerta cerrada: hubo que llamar a su madre y a un cerrajero para
poder entrar. La pistola con la que se había pegado un tiro se la había
prestado su secretario el día antes. Era un fiscal especial, nombrado por el
gobierno con un sueldo muy generoso para investigar un atentado antisemita
ocurrido en 1994, el de la Asociación Mutual Israelita Argentina.
Poco
antes de que lo encontrarán muerto, había acusado a la presidenta de la nación
de colaborar con Irán para encubrir a los autores; al día siguiente, iba a
presentar su denuncia en el Congreso. Bastó eso, para que los medios antigubernamentales
descartaran el suicidio y hablaran de asesinato, un asesinato en un cuarto
cerrado, como los de las novelas de la colección “El séptimo círculo”, dirigida
por Borges y Bioy Casares. Una hipótesis que choca contra todas las evidencias,
pero que aún sigue siendo alentada por cierto sector de la justicia argentina, más
interesada en hacer política que en hacer justicia, y que es creída por medio
país con la misma fe con que otros creen en los platillos volantes.
Entre
los libros que traje de Buenos Aires, encuentro una página del diario Clarín
del pasado 28 de agosto. Dice así el titular: “Nisman: a diez años del crimen
imputan a la exfiscal Fein”. El subtítulo aclara: “Es por contaminar la escena
del hecho. También fue imputado el juez de De Campos. Así, la investigación
vuelve sobre los primeros magistrados”.
Hay
muchos más imputados, todos, salvo uno, por contribuir a borrar las huellas en
el escenario del crimen. Sergio Berni, entonces secretario de Seguridad, uno de
los primeros en llegar al departamento, “tenía las zapatillas con barro”;
además, “la sangre de la pistola utilizada para matar a Nisman se limpió con
papel higiénico, con gente sentada en la cama de Nisman y otra en el sillón del
living”.
Parece
que en aquellos primeros momentos el departamento se convirtió en una romería. Pero
no hay ni una sola hipótesis creíble de cómo se cometió aquel sofisticado
crimen (¿cómo sabían los asesinos dónde guardaba Nisman la pistola que le había
entregado su secretario?). Por otra parte, la muerte de Nisman en nada
beneficiaba a la presidenta: si quería acallar la acusación, la muerte del
fiscal no hizo más que multiplicar su efecto, y si quería eliminar pruebas, resulta
que los ineficaces asesinos no se llevaron ni un papel.
Aquella
acusación de complicidad con Irán era un disparate y Nisman podía más bien
estar avergonzado de haberse lanzado de cabeza a una piscina sin agua. Su vida
personal, por otra parte, era un desastre: desde la complicada relación que
mantenía con su secretario hasta los ingresos que le llegaban de origen
desconocido.
Lo que parecía un suicidio era en realidad lo
que parecía: un suicidio. Yo lo dije, está escrito y publicado, a las pocas
fechas, varios jueces lo corroboraron, pero nunca faltan otros que vuelven a
reabrir la investigación para tratar de darle un golpe mortal al kirchnerismo.
Que parece que si gozando de buena salud, a juzgar por las elecciones de ayer
en la provincia de Buenos Aires.
Martes, 9 de septiembre
BRAVO
¡Las
vueltas que da la historia! Parece que Hitler anda muy preocupado porque están
a punto de arrebatarle el puesto que ocupa en la historia universal de la
infamia. Un tal Netanyahu, imitador suyo en eso de aplicar la solución final y
llevarla hasta el final, se ha empeñado en superarle. Y seguro que lo consigue,
con la ayuda de Estados Unidos, la Unión Europea y, sobre todo, Alemania.
¡Qué papel el de Alemania! En el
siglo XX, organizó el Holocausto; en el siglo XXI, contribuye decisivamente al
genocidio en Gaza. Para hacerse perdonar un crimen imperdonable, se involucra
en otro no menos imperdonable.
Menos mal que nos queda Pedro
Sánchez. Leo hoy sus declaraciones y sigo avergonzándome de ser ciudadano de
una Unión Europea salpicada de sangre inocente, pero me siento orgulloso del
gobierno de mi país.
(Y qué triste comprobar que Netanyahu
y los suyos están empeñados en convertir el ominoso calificativo de
“antisemita” en un timbre de gloria.)
Miércoles, 10 de septiembre
EL MAL PASTOR
Los
vecinos de mi barrio son de ochenta nacionalidades distintas, según leí el otro
día en un reportaje periodístico. Yo estoy orgulloso de ello. Me recuerda al
Brooklyn del que habla Paul Auster en Smoke. Pero parece que no todo el
mundo lo está. Esta mañana, mientras esperaba para recoger a los niños a la
salida del Novo Mier, oigo a una señora decir: “Lo malo de este colegio es que
hay demasiados marroquíes”. A su lado y al mío, se entraba una madre con
pañuelo en la cabeza que seguramente también lo oyó. Me dieron ganas de pedirle
disculpas.
Lo
curioso es que a esa abuela odiadora la conozco de vista y algún domingo,
mientras cruzo por la plaza de Santullano, la he visto salir de misa. Me dieron
ganas de decirle que menos hacer caso al arzobispo y más tener en cuenta el
evangelio. Yo, que de niño fui monaguillo allá en Aldeanueva del Camino,
todavía recuerdo una frase del catecismo de entonces: “Todos somos hijos de
Dios”. Una frase que me extrañó, por cierto. Yo creía que estaba mal escrita y
que lo que había que decir era “semos”, que es lo que yo decía.
Jueves, 11 de septiembre
CHAPUZA
---Pero
¿qué te ha pasado con el ayuntamiento?, me pregunta un amigo neoyorquino.
---Te cuento. Me llamó una asesora del concejal de Cultura para decirme que iban a poner una placa en el lugar en que nació Ángel González con motivo del centenario. Yo le hablé de que cuidaran la redacción y el diseño porque las dedicadas a Gamoneda y García Nieto eran bastante deplorables y no dejaban en muy buen lugar a la ciudad. Me pidió que le enviara un borrador del texto y se lo envié, ya maquetado. Pedí expresamente ver las pruebas, Pregunté por el lugar en que iban a colocar la placa. Me sorprendí. Está muy alejado del centro de la ciudad y en la fecha del nacimiento del poeta no estaba urbanizado. Además, recuerdo que el propio Ángel González me señaló otro lugar, al comienzo de la Avenida de Galicia. “Está documentado, ya he pedido permiso a la comunidad de vecinos”, “Por favor, ¿podrías indicarme en qué os basáis?”. No me enviaron nada, salvo una invitación al acto de inauguración. Me temía lo peor. Y lo que vi fue peor de lo esperado. Te leo el comienzo de la placa: “Ayuntamiento de Oviedo / en el centenario de su nacimiento, / 6 de septiembre de 2025 / aquí nació el poeta / Ángel González (1925-2008) / hijo predilecto de Oviedo”. Y luego, en letra más pequeña y entre comillas: “palabra sobre palabra / nos dejó un mundo mejor”. La inauguración consistió en posar los asistentes para una foto y luego hacer vacuas declaraciones. Yo me escabullí sin decir nada. Algo bueno había en aquel disparate. Como habían puesto la infausta placa en el lugar equivocado, no tendrían más remedio que cambiarla.
Viernes, 12 de septiembre
BIENVENIDOS
Me
aterra la buena suerte. Nunca juego a la lotería por temor a ganar. No soporto
tener más éxito del que merezco. Solo estoy a gusto con un poco menos. Creo
haberlo conseguido, pero no estoy seguro. Por eso los detractores, salvo que
padezcan alguna agresiva psicopatía, son siempre bienvenidos.
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