sábado, 20 de septiembre de 2025

La rueda de la fortuna: El crimen fue en Perugia

 

 

Sábado, 13 de septiembre
SEGURO

No debería decirlo, pero lo digo: me gusta envejecer. Y no porque sea masoquista, sino porque soy curioso. Va uno subiendo la ladera de la montaña y cada año que pasa cambia el paisaje. “Lo que tú ves –le digo a mis amigos de veinte, treinta o cincuenta años-- yo ya lo he visto; de lo que yo veo, solo puedes saber si te lo cuento”.

            Tengo la impresión de que, con el tiempo, me voy haciendo mejor persona, aunque todavía me falte bastante para ser del todo buena persona.

            Si llego a los cien años, seguro que lo consigo.

Domingo, 14 de septiembre
ÁNGEL

Me invitan a hablar de Ángel González en una luminosa librería de Santander, La Vorágine, que no solo vende libros, sino que tiene también utópicos ideales, muy años setenta, de renovación social.

Como la charla se transmite en directo, y además queda, si no para siempre, para mucho tiempo en YouTube, a las habituales palabras amables de los asistentes se suman hoy otras de quienes viven lejos y quizá no me quieren bien. Me reprochan tres cosas: una, que al hablar de Palabra sobre palabra (el breve libro de amor de 1965) cuente cosas que debería callar; dos, que le atribuya a Ángel González una obra firmada por Shirley Mangini González, y tres, que me invente un monólogo dramático del poeta sobre su asfixia durante el franquismo y las razones de su salida de España.

            Y tienen razón, soy un indiscreto, pero la charla se titulaba “Ángel González, el poeta, el hombre” y yo no quise dejar fuera, nadie lo hace, los acontecimientos biográficos que están en el trasfondo de su poesía, aunque suele callarse uno de los fundamentales.

Si sabemos a quiénes estaban dedicados los poemas a Guiomar de Antonio Machado (Pilar de Valderrama, una mujer casada) y qué amor adultero inspiró La voz a ti debida, de Pedro Salinas, ¿por qué ocultar la hermosa y dolorosa historia de amor de Ángel González a la que debemos algunos de sus más hermosos poemas? Saberla, ya no puede hacer daño a nadie.

            En cuanto al libro sobre Gil de Biedma, uno de los primeros que sobre él se escribieron, ciertamente lo firma una hispanista notable, Shirley Mangini, pero que no volvería a ocuparse del análisis de un poeta, sino de la sociología de la literatura: a ella se debe la reivindicación de las escritoras de la República, las “sin sombrero”. Entonces estaba casada con el poeta, de quien había sido alumna, y por eso añade a su nombre un segundo apellido, González, que no volvería a utilizar, quizá una pista, si no de una autoría ajena, sí de una importante colaboración: alguno de los capítulos se publicó previamente a nombre de los dos y al poeta se le entrevista en el libro para hablar de su generación.

            El conmovedor texto que yo leí, y que debería incluirse en cualquier dramatización de la vida del poeta, se incluye en La gallina ciega, el diario en que Max Aub cuenta lo que vio y oyó durante su vuelta a España en 1969. La frustración que ahí expresa Ángel González, de quien no se dice el nombre, pero a quien yo reconocí de inmediato cuando llegó a mis manos un ejemplar clandestino, antes de la muerte de Franco, no es solo suya, es también generacional.

            En Santander, me alojaron en un hotel de la calle Cisneros, muy cerca de la librería, de nombre sugerente: Jardín Secreto. Tan sugerente, que de inmediato se me ocurrieron unos versos, que no quise escribir, pero como se me quedaron en la memoria los copio aquí para poder olvidarlos: “En toda vida hay un jardín secreto / en el que solo pueden entrar los elegidos. / En la mía hay uno tan secreto / que hasta vedado está para mí mismo”.

Lunes, 15 de septiembre
VANIDAD

Como soy alérgico a la falsa modestia, juego con la falsa vanidad. Y hay quien me toma en serio.

            ---Tú es que te crees la persona más lista del mundo.

            ---Hombre, tampoco hay que exagerar… Tan solo uno de los más listos.

Martes, 16 de septiembre
INOCENTES CULPABLES

Hojeo distraído uno de los suplementos que leo habitualmente (en papel, y no por nostalgia, sino por placentera costumbre) y me sobresaltan un titular, “Linchadas por la prensa y ahora amigas y aliadas”, y una foto de dos sonrientes y elegantes mujeres: Monica Lewinsky y Amanda Knox.

 Ambas, se dice, pertenecen al “club de la mala reputación”. Y están dispuestas a sacar buenos ingresos de ello, añado do. Poco tienen en común sus historias: la vida privada de Monica Lewinsky se aireó, en contra de su voluntad, para tratar de derribar a un presidente, Bill Clinton, con el que tuvo una relación consentida y de la que nunca se arrepintió ni se avergonzó; la vida privada de Amanda Knox se aireó por estar presuntamente involucrada en el brutal asesinato de su compañera de piso, Meredith Kercher.

¿Presuntamente? Fue declarada culpable en un primer juicio, finalmente anulado tras los recursos de sus abogados. El crimen ocurrió en 2007. Hubo un segundo juicio, en 2014, en el que de nuevo se la declaró culpable. ¿Por el linchamiento en la prensa?

Tras haber pasado cuatro años en la cárcel, para entonces ya no vivía en Italia, sino en Estados Unidos y no estaba dispuesta a volver. Finalmente, el 27 de marzo de 2015 la Corte Suprema de Casación decidió anular la condena y archivar el caso por “fallos de investigación".

            Se la absolvió a ella y a su novio de entonces, Raffaele Sollecito, pero no al tercer implicado, Rudy Guede, que tuvo un juicio aparte y no contó con hábiles y costosos abogados para desacreditar las pruebas en su contra.

            A Amanda Knox la acompañará para siempre algo más que la sombra de una duda. Su caso se parece bastante al de O. J. Simpson, que fue absuelto penalmente del asesinato de su exesposa y un amigo de ella, pero luego considerado por un tribunal civil como responsable de las muertes y condenado a una indemnización de más de treinta millones de dólares.

            Como el célebre gato de Schrödinger, vivo y muerto al mismo tiempo, O. J. Simpson fue culpable e inocente a la vez. Él supo monetizar muy bien esa situación e incluso llegó a anunciar un libro en el que relataría cómo había asesinado a su exmujer y a su amante, “si lo hubiera hecho”.

            A Meredith Kercher, una estudiante británica de 21 años, la asesinaron un primero de noviembre, día de los difuntos. Compartía habitación, en un piso de estudiantes, con Amanda Knox. La noche del asesinato, después de estar de fiesta con amigos, Meredith se retiró sola a dormir al piso de Via della Pergola, 7. Los otros compañeros habían aprovechado el día no lectivo para volver a sus casas y Amanda dormía fuera con su novio.

            Había sido acuchillada por una persona mientras otra u otra la sujetaba. En la habitación había “evidencias biológicas” de tres personas: Amanda Knox, Raffaele Sollecito y Rudy Guede. Las de los dos primeros fueron desestimadas en las sucesivas apelaciones por contaminación en la escena del crimen y fallos en la cadena de custodia. También se anuló la confesión de Amanda Knox por haber sido realizada sin la presencia de abogado y al parecer bajo amenaza.

            Rudy Guede fue el único condenado. Salió de prisión en 2021. Tenía veinte años cuando el crimen, había nacido en Costa del Marfil, se había criado poco menos que en la calle, había cometido pequeños hurtos. El culpable ideal.

            Es posible que Amanda Knox fuera maltratada por parte de la prensa italiana, la más sensacionalista, pero la defendió la prensa de Estados Unidos, y no solo la prensa, y contó con los más hábiles abogados.

            No sabemos lo que ocurrió aquella noche del día de difuntos en un piso de estudiantes de la ciudad de Perugia. Es posible que los participantes, que habían bebido y algo más en aquella noche de juerga, quisiera gastar una broma cruel a Meredith y se les fuera de las manos. Y es posible que la memoria, piadosa, les haya borrado lo que entonces pasó. Rudy, tras salir de la cárcel, contó que acompaño a Meredith, invitado por ella, que se besaron, pero que no hicieron el amor, que él se sintió mal y que fue al baño, que desde allí oyó gritos y que vio a Amanda apuñalar a Meredith y que junto a ella había otro hombre que no pudo reconocer. Un testimonio tardío que no puede reabrir ningún caso.

            Raffaele Sollecito ha intervenido en algún programa berlusconiano analizando crímenes sin resolver. Ahora Amanda, y ese es el motivo de su aparición en el suplemento dominical, se ha asociado con Monica Lewinsky para realizar una miniserie televisiva titulada Amanda Knox: una historia retorcida.

            ¡Y tan retorcida! 

Miércoles, 17 de septiembre
POBRES

Decía Lorca que era del partido de los pobres, pero de los pobres buenos. Yo soy del partido de las víctimas, nunca del de los verdugos. Y las víctimas, antes que palestinos o judíos, son víctimas. Y los verdugos, antes que judíos o palestinos, son verdugos. Y si condenar los crímenes de guerra que comenten los judíos exactamente igual que los que comenten los no judíos es ser antisemita, yo soy antisemita. Netanyahu, sus ministros y sus simpatizantes en España le están dando un nuevo sentido a esa palabra,

 

 

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