Sábado, 26 de octubre
MEJOR QUE NO
---Todas
las semanas abro el periódico esperando tu diatriba contra Trump, como hacen
todos los demócratas decentes. ¿Es que tú no vas a advertirnos del peligro que
supone para el mundo libre, para las mujeres y para los emigrantes el que
vuelva a ganar las elecciones?
---Después de cuatro años de advertir de ese peligro me temo que no hay nadie que no se haya enterado. La verdad es que a mí, tal como van las cosas, me da igual quien gane en las próximas elecciones norteamericanas. No creo que las intenciones de Trump sobre los inmigrantes sean muy distintas de las de Ursula von der Leyen (y en lo que se refiere a la guerra en Ucrania, bastante más sensatas que las de Josep Borrell). Ahora, eso sí, preferiría que no ganaran los que proveen de dinero y afilados cuchillos de última generación al carnicero de Gaza.
Domingo, 27 de octubre
CHERIF
Hace
tiempo que no uso la literatura como entretenimiento. Antes leía novelas
policíacas, ahora prefiero esperar a que hagan la película. La verdad es que,
al llegar a cierta edad, uno se entretiene con cualquier cosa: el brillo del
sol entre las hojas de un árbol, una historia entrevista al azar de una
conversación, pasear de nuevo por una calle que paseé en tiempos y ahora llena
de gratos o ingratos fantasmas… Lo que sí uso para distraerme es la televisión.
Nada mejor para relajarse antes de ir a la cama si uno prescinde, como hago yo,
de telediarios y debates políticos. La nana que prefiero son las serie más
convencionales, no de las que pretenden emular a Shakespeare, y a poder ser no
españolas. Me gustan las que pueden seguirse con poca atención, pensando en
otra cosa, dejando que las ideas se vayan acomodando para el trabajo del día
siguiente. Últimamente ando enredado con Cherif, una serie francesa que
reúne todos los tópicos: intrigantes crímenes, protagonista simpático y
secundarios graciosos, pero que transcurre en Lyon.
Entre
el ir y venir de los personajes, aparece de pronto la cúpula del Hôtel-Dieu, la
colina de Fourviêre con su basílica bizantina y su teatro romano, la pasarela
sobre el Ródano que lleva a la columnata del Palacio de Justicia, el rectángulo
inmenso de Bellecour presidido por Luis XIV… Y a la memoria me vienen otros
rincones y aventuras vividas por esas calles.
Caminaba
una tarde por una ruidosa avenida junto al Ródano hacia el parque de Tête-d’Or
y se me ocurrió bajar por una escalerita hasta la orilla misma del río. Caminé
por una senda solitaria entre grandes árboles y me pareció estar en otro
mundo, ajeno al estrépito de la ciudad. De pronto, me
encontré con una especie de campamento nómada; había varias hogueras encendidas
y sobre una de ellas hervía una gran olla. Me detengo a mirar con curiosidad y sin
que yo le vea acercarse aparece junto a mí un tipo mal encarado, con pañuelo
anudado a la cabeza, que me apunta con una navaja y me grita algo que no
entiendo bien, pero que adivino. Cuando voy a entregarle la cartera y el
teléfono, aparece otro. Se ponen a discutir y yo aprovecho para escapar, subir
hasta la avenida, que estaba allí mismo pero como en otro mundo, y recuperar el
aliento. Desde arriba, junto a la dorada puerta de entrada al parque, los veo
pelearse a navajazos, pero sin llegar a hacerse daño, esquivando cada uno la
embestida del otro, con ágiles movimientos que parecían bien ensayados. Regreso
al hotel, todavía con miedo, y sin saber qué pensar. ¿Un campamento gitano? ¿Extras
de alguna película?
Por
supuesto, esas cosas no aparecen en Cherif, pero me adormezco
recordándolas. Y también aquella manifestación contra Macron, a la que me sumé,
y en la que se gritaba “el pueblo unido jamás será vencido”. En los chorros de
agua de la policía contra los manifestantes aparecía y desaparecía un
prodigioso arcoíris.
Lunes, 28 de octubre
ALGO BUENO TENGO
Algunas veces, es cierto, tiré la primera piedra (muchas veces en realidad), pero nunca me sumé –y subrayo “sumar”, quien quiera entender que entienda-- a un linchamiento, nunca hice leña del árbol caído.
Martes, 29 de octubre
ME PASO UN POCO
Charlo
con Xuan Bello en Kafka & Co. sobre la escritura de diarios y la literatura
que aparece en los periódicos. Los diarios personales parece que están de moda
y no hay escritor que no publique el suyo; la literatura, en cambio, cada vez
tiene menos cabida en la prensa. Abelardo Linares se dedica a investigar en las hemerotecas y apenas hay día en que no me comunique un nuevo hallazgo.
Paradójicamente, los años de posguerra, los del peor franquismo, son años de
esplendor literario en los periódicos. Los articulistas no podían hablar de
política y los temas culturales ofrecían una cantera inagotable.
Xuan
Bello y yo somos unos privilegiados. Él, que aspira a emular el éxito de Manuel
Rivas, se queja de la situación de la lengua asturiana, que dice que es la
suya, aunque solo es una de las suyas. Todas las semanas nos sorprende con un
relato a veces algo descacharrado en la estructura, pero siempre con el encanto
eterno de Sherezade. Ningún otro escritor, hasta donde llegan mis noticias,
goza hoy de una libertad semejante. Habría que retrotraerse a los tiempos de Álvaro
Cunqueiro y El faro de Vigo.
Yo
tampoco me puedo quejar. Desde hace exactamente veinte años, desde hace más de
mil domingos, todas las semanas lleno una página en el periódico. De septiembre
a junio, es un diario personal: la realidad vista por un temperamento. Durante
el verano, sustituyen al diario poemas, relatos, traducciones, notas de viaje.
Tuve
la suerte de encontrarme quizá con el director de prensa que más valora la
literatura, Íñigo Noriega, y con el inverosímil milagro de que los que le
sucedieron en El Comercio participaran de ese aprecio.
Yo
soy consciente de que ser un privilegiado. Mi admirado Xuan Bello me temo que
no. Otra cosa nos diferencia. Yo le leo todas las semanas y él a mí me echa una
ojeada de vez en cuando. Una ventaja: así puedo referirme a lo que él escribe
con conocimiento de causa.
Termino la charla, en la que hablo
más de la cuenta (según costumbre) de esto, aquello y todo lo demás, con una
cierta mala conciencia. Me temo que yo sería un buen fiscal, pero un mal
abogado defensor. Por mucho que admire a un escritor, siempre dedico más tiempo
a señalar sus caídas que sus aciertos. Y no sé si me pasé un poco esta tarde
con Xuan Bello. Y lo lamentaría porque, salvo yo, que en ese aspecto parezco hecho
de titanio, los escritores suelen ser muy inseguros.
Miércoles, 30 de octubre
ELLOS SE LO
PIERDEN
Un poco
por broma, en la tertulia virtual de los miércoles creamos una sección con el
nombre de “La trituradora”, donde sometemos a un Test de Estrés, como el de los
bancos, a un poema publicado recientemente. Cada vez afinamos más. La mayoría
de los poemas se deshacen entre las manos, colección de tópicos, brillantes
naderías o borrosas vaguedades.
Hoy
le toca el turno a una de las traducciones de Ana Blandiana, que le hace poca
justicia a los méritos poéticos que seguramente tiene. Pero incluso entre los
poemas que resisten, como “La luna del castor”, de José Luis Argüelles,
acertamos con un toque que lo mejora: el verso “nos trae los avisos y
presagios” gana eliminando el artículo y convertido en un eneasílabo: “nos trae
avisos y presagios”. En otro poema de Ángel Alonso, eliminamos un verso
(“tachados mensajes de arcanos dioses” por mal acentuado e innecesario) y
eliminamos una disonante rima. Lástima que no estuvieran presentes los autores.
Una ducha fría semejante nos viene bien a todos, aunque a partir de cierta edad
y cierto reconocimiento, pocos están dispuestos a aceptarla. Ellos se lo
pierden.
Jueves, 31 de octubre
DE QUÉ PIE COJEA
¿Para
estar bien informado conviene leer muchos diarios o solo uno del que sabemos de
qué pie cojea? Yo me sonrío cuando mi periódico habitual cada vez que informa
de una decisión del Tribunal Supremo de Venezuela añade la coletilla de
“controlado por el chavismo”, pero cuando lo hace del español nunca añade
“controlado por la oposición” (quizá no lo hace por innecesario: sabe que está
en la mente de todos).
Viernes, 1 de noviembre
A QUIÉN PEDIRLE
CUENTAS
Un día
de difuntos más triste de lo habitual. Tantos prodigiosos avances, tanta
inteligencia artificial, tantos ordenadores de última generación, el turismo espacial
a la vuelta de la esquina, y seguimos a merced de los espasmódicos desmanes de
la naturaleza como hace un siglo o hace mil años.
El número de muertos sigue
aumentando de hora en hora, de día en día. Y esta vez la catástrofe no ha sido
en montañas remotas ni en lejanos desiertos. Casi sentimos el fragor implacable
de la lluvia, el estruendo de los coches arrastrados, los gritos de quienes en
vano piden ayuda.