Sábado, 30 de
marzo
MENTIR O NO MENTIR
---¡Eres
un indiscreto! No se te pueden contar nada, todo lo cuentas luego en tu diario.
---Todo, todo no. Solo lo que creo de
algún interés, si no para el público en general, sí al menos para los “happy
few” que tienen la buena costumbre de leerme. Si te veo a ti en una actitud
demasiado cariñosa con una señora que no es tu señora, pues miraré para otro
lado, haré como que no os he visto, y no se me ocurriría nunca decir nada, pero
si se trata del rey de Inglaterra no creo que resistiera la tentación de
contarlo, aunque diera un disgusto a Camila.
---No eres de rebotar bulos, eso hay
que decirlo a tu favor. Pero no te importa repetir en voz alta verdades que te
han contado en voz baja y que pueden hacer daño.
---Las verdades que yo digo solo
suelen hacer daño a la vanidad de los escritores. No suelo entrar en su vida
privada. Por no entrar, ni siquiera acostumbro a entrar en la mía.
---¡No haces otra cosa!
---Que te crees tú eso. Ya conoces
los versos de Góngora: “Manda amor en su fatiga / que se sienta y no se diga, /
pero a mí más me contenta / que se diga y no se sienta”. Miento más que
hablo.
---Yo creo que cuando mientes es
cuando dices que mientes. Te desnudas en público, aunque solo de cintura para
arriba, y como luego te arrepientes de exhibir ante cualquiera tus desamparos y
debilidades dices que todo es ficción.
Domingo, 31 de
marzo
RETROFUTURISMO
Al
terminar la película, un bodrio franco-canadiense de dos horas y media,
inspirado vagamente en un relato de Henry James, aparece en la pantalla un
código QR y una frase “descubre y escanea”. Creo que soy el único que saca el teléfono
–los escasos espectadores se apresuran a abandonar la sala-- y luego en casa
veo que lo que se descubre son los títulos de crédito y, si uno tiene
paciencia, una especie de propina tan prescindible como el resto de la película.
Supongo que al director –no voy a decir su
nombre: pobre hombre-- eso le parecería un rasgo de modernidad. También en la avilesina
calle Rivero, por la que paso todos los sábados, hay un restaurante, se llama
Smash o algo así, que tiene a la entrada, por toda indicación, en lugar del
menú, un cartel con un código QR. Y recuerdo a un profesor de que no sé qué
colegio que presumía de que sus alumnos, durante todo el curso, no tenían que utilizar
ningún libro ni escribir una línea en papel, les bastaba con la tablet.
¡Qué fácil le resulta a la Inteligencia
Artificial superar la inteligencia natural de la mayoría de las personas!
Seguro que hay ya museos en los que, debajo del cuadro, a la habitual cartela
con el título y el nombre del autor le sustituye un código QR. Aún no se han
enterado los retrofuturistas, que siguen viviendo a finales del siglo XX, que sirve para
ampliar información, no para sustituir la fundamental.
Como soy un poco maniático (o un
mucho, para qué nos vamos a engañar), todos los domingos voy al cine, aunque a
veces resulta difícil encontrar algo interesante. Pero esas dos horas, entre la
lectura de antes y la lectura de después, me vienen bien. Soy experto en
detectar fallos de guion. Si la película falla, averiguo por qué y propongo
soluciones. Me gustaría tener a quién enviárselas. Claro que no sé si harían
bien haciéndoles caso: a veces arreglo descosidos argumentales de películas de Almodóvar
que luego reciben un Oscar al mejor guion.
Dar algo de coherencia a la película de hoy, quitarle aburrimientos y no enigmas, es todo un reto. Pero si a mí me dan la novela de Henry James La bestia en la jungla, seguro que saco algo mejor que este bodrio del que por piedad callo el título.
Lunes, 1 de abril
MÁS EGOÍSMO
Una
vez me encontré en el avión a Madrid con Rosa Montero. Habíamos coincidido en
el jurado del Príncipe de Asturias, pero me costó reconocerla, escondida tras
unas grandes gafas de sol como una estrella que quiere pasar inadvertida. Al
parecer había escrito un artículo criticando la huelga de los pilotos y no
quería que la reconocieran. No sé si temía que la hicieran bajar del avión. Me
contó luego los malos ratos que había pasado por culpa de un admirador
insistente y me dijo una frase que recuerdo a menudo: “La fama atrae a los
chiflados como la luz a las polillas”.
Yo no soy famoso, qué más quisiera,
pero después de la mala experiencia de hoy me ha dado por pensar que atraigo a
las personas con problemas de salud mental con una frecuencia preocupante.
No soy famoso, pero soy fácil de
localizar. Todos los días, a la misma hora, estoy tomando café en el mismo
lugar. Llevo la lectura correspondiente, pero no me importa dejarla a un lado
si alguien se acerca a saludarme. Un placer charlar un rato con cualquier amigo
o conocido.
Pero los más habituales son los que tienen
alguna chifladura más o menos grave. Yo escucho con paciencia, no busco ningún
pretexto para marcharme antes de tiempo. Hago de buen samaritano y ya se sabe
que no hay buena acción que no reciba su merecido.
Hoy vuelvo a casa de muy mal humor después
una hora de inútil intento de terapia. Un poco más de egoísmo no me vendría
mal.
Martes, 2 de abril
ACERCA DE LA
DIVINIDAD
Entro
en la librería Polledo, abierta en la calle del Peso allá por 1952 y a punto de
cerrar, para hacer una última compra de despedida. Abro al azar el primer libro
que encuentro sobre el mostrador (es de las pocas librerías que todavía tiene
mostrador) y leo: “Hay que esforzarse por tener fe y creer a ultranza, porque,
después de todo, si es inútil nada perdemos con ser engañados, pero, si vale de
algo, será fatal para quien no haya creído”.
Es el argumento de Pascal, todavía tan
repetido, pero al autor del libro le parece miserable e indigno de cualquier
persona inteligente. “Es natural que deseemos que nuestro mérito sea conocido,
pero si resulta que alguno, por criarse en la ignorancia o vivir en alguna
provincia lejana, no lo conociera o no lo reconociera, ¿no sería ridículo que
nos ofendiéramos por eso? ¿Y no quedaríamos como unos chiflados y amargados si
pensáramos seriamente en vengarnos de esa gente que en su burda ignorancia,
falta de criterio o incredulidad, no nos admirara? Y si ese comportamiento, en
seres humanos, es reprobable, ¿cómo va a ser el propio de la divinidad”.
Quien
razona de manera tan sensata es el tercer conde de Shaftesbury, muerto en
Nápoles en 1713. Me llevo su Carta sobre el entusiasmo como homenaje a
la librería y como recuerdo de que, si el fanatismo viene de lejos, de no menos
lejos viene el buen sentido.
Qué mala idea tienen de Dios esos fieles
creyentes que piensan que, en cuanto muere un ateo, va y le coge de las orejas
y le grita furibundo: “Ahora te vas a enterar”.
“¡Pero qué idea la vuestra, retorcidas
criaturas! –diría Dios si existiera--. Más me respetan los que no creen en mí
que los que piensan que soy un vanidoso sádico a su imagen y semejanza”.
Miércoles, 3 de
abril
INVITACIÓN
Me
llaman para invitarme a la comida que, con motivo de la entrega del Cervantes,
se organiza en el Palacio Real. No es la primera vez y la verdad es que lo paso
muy bien. Los reyes son buenos anfitriones, siempre encuentro algún escritor
admirado y algún amigo con el que cotillear un poco, el escenario es muy de
película de época y el menú saludable, con las calorías justas.
Este año me hace especial ilusión el
convite porque tengo previsto visitar la tumba de Azaña en Montauban. Acompañar
en el 14 de abril al último presidente de la República y una semana después
comer con el actual jefe del Estado no es algo demasiado frecuente.
Yo creo que a Manuel Azaña le habría encantado conocer a Felipe VI. Seguro que tendrían mucho de qué hablar y coincidirían en lo fundamental, como coincido yo con ellos.
Jueves, 4 de abril
SOBRAN HORAS
No
sé quién hizo los días de veinticuatro horas. Con veinte serían más que
suficientes. Luego con las sobrantes se formarían días adicionales para añadir
a final de año.
Claro que a lo mejor no todo el mundo está de acuerdo con esa solución. Los habrá que prefieran treinta horas. Nunca
llueve a gusto de todos.
Mejor dejarlo como está. Un poco de aburrimiento tampoco viene mal y yo ya debería estar más que acostumbrado.
Viernes, 5 de
abril
MI FANTASÍA
FAVORITA
Nuestras
fantasías nos definen, y no solo las eróticas. Como soy un poco megalómano, mi
fantasía favorita cuando me aburro o tarda en llegar el sueño, es imaginarme
que soy Dios y voy a crear el mundo. Trato de evitar todos los errores que –en
mi modesta opinión-- cometió el Dios verdadero. No es fácil y entretiene
bastante.
Esa fotografía, Sr. García Martín, junto a la tumba de Azaña... ufff! me resulta algo impúdica, no sé.
ResponderEliminarPersonaje complejo, le hizo mucho daño a la República Española, por su sectarismo, imperdonable en alguien inteligente y culto, quizás limitado por su narcisismo y por su extremada cobardía. Creo que el Azaña de sus últimos días le hubiera (nos hubiera) hecho mucho bien a todos si hubiera sido el mismo desde el Pacto de San Sebastián: una gran ocasión perdida.
Por cierto, hace poco leí "La última salida de Manuel Azaña", libro de hace ya bastantes años de Jiménez Losantos. Con independencia de sus posiciones políticas de los últimos años, un relato interesante y muy emocionante a ratos. No sé si lo conoce.
Un saludo.
Conozco ese libro. Y no sé qué puede ver de impúdico en esa foto ante la tumba de Azaña, a quien admiro como escritor y como político. Cometió errores, por supuesto. Pero son más los aciertos.
ResponderEliminarPues creo que si el político hubiera estado a la altura del escritor, muy probablemente nos hubiéramos librado (sinceramente no creo exagerar) de la miseria moral del franquismo.
EliminarEs un ejercicio banal. Ya lo sé, pero si, por ejemplo, Fernando de los Ríos, por citar otro de los miembros del primer gobierno de la República, también de gran talla intelectual (abundaban), hubiera tenido el mismo protagonismo político de Azaña, la República no hubiera colapsado.
Aclaro: para mí, la República en junio del 36 era un régimen legal y el alzamiento fue un crimen de lesa patria.
Lo que le he comentando sobre la foto es exclusivamente una sensación personal, nada más. Seguro que a usted le confortó mucho la visita. Muy comprensible. Ahí está un Jefe del Estado que murió doliéndose por la España democrática que no pudo ser y, si yo no he leído mal sus diarios y Velada en Benicarló, el se consideraba en parte responsable.
Azaña fue un gran político, tan grande como escritor. Hizo lo que pudo. Buena parte de lo mejor de la República a él se debe.
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