Sábado, 2 de
diciembre
EL ROBO DE JUAN
BELMONTE
A
Juan Belmonte, matador de toros, le conocía, como todo el mundo, por la
biografía de Chaves Nogales. Hoy me lo encuentro en un libro, ¿Cómo y cuándo
ganó usted la primera peseta?, que es una fascinante colección de vidas, una
excursión a la España de hace un siglo. Un periodista, Francisco Gómez Hidalgo,
hizo la pregunta que luego puso como título al volumen en que recogió las
respuestas “a las más populares figuras españolas contemporáneas”. Muchas de
ellas nos son hoy completamente desconocidas, pero ahí están Ramón y Cajal,
Ortega, Unamuno, Pérez de Ayala, Azorín, y también gentes hoy menos
presentables, como Martínez Anido o Millán Astray, quien en la adolescencia se
dedicaba a “fustigar a los tiranos, cantar las grandezas de la libertad,
abominar de la esclavitud: mis tendencias democráticas me habían valido que se
me conociese por Sagasta, que en aquella época era el portaestandarte de las
libertades”. Abundan los pequeños detalles que nos permiten evocar ese tiempo
mejor que tantos volúmenes de historia. La respuesta que a mí más me emociona
es la del célebre Juan Belmonte.
---Tu pregunta me pone en grave compromiso, si he de ser, como seré, sincero. Porque antes que torero, yo he sido… ¡ladrón! Todas las tardes, cuando tenía siete años, me gustaba ir con mis amigos a ver entrar los barcos en el puerto de Sevilla. Un día, por el mes de diciembre, jugaba yo con otro amigo, que es hoy también matador de toros, cerca del muelle. En un sitio de descarga vimos varios sacos que contenían batatas de Málaga. Uno de ellos dejaba asomar entre sus rotos magníficos ejemplares de ese fruto. Una mirada nos bastó para ponernos de acuerdo y vaciar en un santiamén todo el saco. Luego, en la puerta de la Carne, y por cinco reales, entregamos a un verdulero la mercancía. Aquel “trabajo” me proporcionó el primer dinero que gané en mi vida, dinero, te lo diré todo, que sirvió para comprar leche para el biberón de mi hermano Manolo.
Domingo, 3 de
diciembre
ELOGIO DE NAPOLEÓN
Si
Napoleón no hubiera existido, si el Napoleón de Ridley Scott fuera un
personaje de ficción, qué inverosímil resultaría. Se le ha reprochado a esta
película su falta de rigor documental, a mí lo que me llama la atención es su
falta de credibilidad. ¿Ese inexpresivo y tontorrón que a veces parece una
figura de cera conquistó el mundo?
Tras la entrecortada sucesión de
brillantes estampas, abro al llegar a casa uno de los tomitos del Diario de
Santa-Helena, escritos por el conde de Las Casas, y que yo tengo en una
edición impresa en París en 1826. El azar me lleva a sus consideraciones sobre
la justicia: “Las leyes que en teoría son un ejemplo de claridad, vienen a ser
muchas veces un verdadero caos en la aplicación porque los hombres y sus
pasiones deterioran todo lo que manejan. No hay medio de escaparse de la
arbitrariedad del juez, sino colocándose bajo el despotismo de la ley”.
No hay medio de escaparse de la
arbitrariedad del juez, cuando el juez es juez y parte, pienso yo viendo el
revuelo de togas que hay ahora en España.
No era Napoleón un militarote, una especie de Hitler que llevó la muerte y la destrucción a Europa, como parece que quiere hacernos creer Ridley Scott. En octubre de 1808 se encontró con Goethe, cuya obra admiraba. Goethe quedó deslumbrado. Años después, ya derrotado Napoleón y muerto en Santa Helena, cuando no tenía motivo para adularle, escribió: “Su vida fue el paso de un semidiós. Bien podría decirse de él que se encontraba en un estado de continua iluminación. Por esta razón, su destino fue más brillante que cualquiera que el mundo haya visto antes que él e incluso es posible que después de él”.
Lunes, 4 de
diciembre
PIENSO COMO TÚ
---¿Qué
quieres que piense de lo que está ocurriendo en Gaza? Pues lo mismo que piensa
cualquier persona, sea de derechas o de izquierdas, judío o musulmán,
filosemita o antisemita, vote a Vox o a Podemos, si conserva algo de humanidad.
¿Qué pensarías tú si el 7 de octubre, imprevistamente Israel hubiera iniciado
una ofensiva relámpago contra la franja de Gaza, matando a más de mil personas,
hombres, mujeres y niños, y en respuesta las tropas de Hamás, bien pertrechadas
por su aliados, hubieran comenzado a bombardear Israel y luego lo hubieran
invadido y obligaran a la población a concentrarse en el sur y luego siguieran
bombardeando y atacando hospitales, con el pretexto de que allí se esconden
militares y colonos que asesinan a palestinos en Cisjordania, y redujeran a
escombros a Tel Aviv, y Rusia y China e Irak enviaran armas y más armas, drones
asesinos y más drones, y la Unión Europea, con la boca chica, dijera que ya
está bien, que lo de asesinar a más de mil palestinos es un crimen, un delito
de terrorismo, pero que asesinar a cambio al doble, al triple, diez veces más,
cien veces más, es pasarse un poco, que por favor moderación, que ya está bien,
pero ellos siguieran matando y retirando embajadores si algún país se atreve a formular
algún reparo ante tanta barbarie? ¿Qué pensarías tú si pasara eso? Pues eso es exactamente
lo que pienso yo, que creo que asesinar a un judío o pretender borrar de la faz
del mapa el Estado de Israel es un crimen tan execrable como asesinar a un
palestino o convertir en un campo de exterminio la franja de Gaza.
Martes, 5 de
diciembre
SUMAR Y RESTAR
Podemos
sale de Sumar, donde entró a regañadientes, y la derecha que parece haber
heredado su vocación antisistema se frota las manos. No sé yo si tienen motivos
para ello. Me temo que a Sumar le hacían más daño dentro que fuera.
Yo les voté en las elecciones
autonómicas y no me arrepiento de haberlo hecho. Quienes parecen haberse
arrepentido son ellos, que han expulsado del partido a la única diputada que
tienen en Asturias. En fin, que la vocación autodestructiva no es solo de las
personas, sino también de las organizaciones. A ver qué pasa.
La verdad es que me dan un poco de
pena. Los mismos perros de presa que ahora azuzan el rebaño contra Pedro
Sánchez antes fueron contra Pablo Iglesias y si eso del “lawfare”, que ahora
está tan de moda, no se inventó contra ellos, tratando de aplastarles tuvo sus
más canallescos momentos de esplendor. Confío en que los que gustan de ser juez
y parte encuentren en Pedro Sánchez un hueso más duro de roer.
Miércoles, 6 de
diciembre
QUE NADA SE PIERDA
El
arte de perder se aprende pronto, ya lo sabemos. Pero yo debo de ser tan poco
espabilado que yo aún no lo he aprendido.
En el paraíso que yo me imagino, no se pierde nada. Todo dura para toda la vida, lo mismo los amigos que los amores o los teléfonos móviles.
Jueves, 7 de
diciembre
PROPERCIO Y YO
Eduardo
San José pasa por Atípiko para preguntarme algunas cosas sobre Rosa rosae,
la novela de Víctor Botas a la que ha dedicado una comunicación en no sé qué
congreso universitario y sobre la que quiere escribir un artículo académico.
---Carmen Morán afirma en el epílogo
que tiene mucho de novela en clave, que en la tertulia de Mecenas se
transparenta la tertulia Óliver. ¿Tú estás de acuerdo?
---No demasiado.
---A ti te identifica con Propercio,
del que dice –el narrador, no el autor, no seamos como Anna Caballé-- que era
“un ególatra empedernido y estaba convencido de su superioridad, como poeta,
sobre todos los demás”, que no podía soportar el éxito ajeno, lo que le llevaba
“al inamistoso enfrentamiento con cualquiera que él considerase que los demás
trataban como superior a él”.
---¡Pues vaya idea que tiene de mí
Carmen Morán! ¿Tú también crees que cuando hablaba de Propercio estaba hablando
de mí?
---No, no lo creo, porque también
dice de él que “carecía de maldad y dobleces”. Parece obvio que no estaba
hablando de ti.
Viernes, 8 de
diciembre
NO SON MIS AMIGOS
---¿Pero
has visto la última de tus amigos del gobierno de Israel, Martín? Ahora acusan al secretario
general de la ONU de apoyar a los terroristas porque trata de proteger a los
civiles en Gaza. ¡Cualquier día bombardean la sede de Nueva York con todos los
funcionarios dentro!
---¡No son mis amigos! Con esa gente, como con Hamás, jamás, jamás. Yo solo soy amigo de los judíos y de los musulmanes a los que el fanatismo y la sed de venganza no les ha hecho perder su humanidad.
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