viernes, 4 de agosto de 2023

Otros mundos: Valor y miedo

 

---Hablo bastante bien español, ¿no cree usted?, y sin embargo nunca he estado en España. No tiene mucho mérito, mi padre era español, uno de los exiliados de la Guerra Civil. Cuando cayó el frente de Cataluña, se vino a vivir aquí, a Arcachon, donde tenía un pariente que era zapatero. Prometió no volver a España hasta que no volviera la República y yo seguí con su promesa. El heredero de Franco no me dio buena espina desde el principio y Suárez y los que amañaron con él que algo cambiara para que todo siguiera igual, menos todavía.

En Arcachon, no sé si lo sabe, pasó sus últimos días felices Manuel Azaña. Mi padre le conoció y se pasó la vida hablándome de él. Fue aquí donde le descubrieron la enfermedad que le llevó poco después a la muerte en Montauban, a donde tuvo que trasladarse cuando se acercaban a los nazis. Mi padre se hizo amigo de Antonio Lot, el asistente de Azaña. Un día le dijo estaba leyendo La velada en Benicarló, que se publicó en 1939, coincidiendo con el comienzo de la guerra. Lo leía en francés, porque la edición en español se había publicado en Chile y no había ejemplares. El libro cayó muy mal entre los gerifaltes republicanos. Había ciertas cosas que aún no se podían contar porque los perjudicaban. A mi padre, le entusiasmó, y a Antonio Lot le pareció que la opinión de un joven soldado anónimo podía alegrar a Azaña.

Vivía en Pyla-sur-Mer, a la entrada de la bahía, junto a la gran duna, frente al cabo de Cap Ferret. La fachada Principal de la casa, rodeada de un pequeño jardín, miraba al mar. Se llamaba El Edén y el nombre estaba muy bien puesto. Azaña quiso colocar personalmente los libros de su biblioteca, que milagrosamente había logrado salvar, y fue entonces cuando comenzó a sentirse mal. Tenía el corazón hipertrofiado, un corazón que no le cabía en el pecho.

Mi padre me dejó en herencia la pasión por el expresidente. Hasta aquí vinieron a visitarle, en esos últimos meses, algunos políticos, pocos, porque la mayoría le habían dado la espalda. Sánchez Albornoz llegó acompañado de una jovencita francesa, su secretaria o su Amante, bastante impertinente. Indignó a Lola, la mujer de Azaña, al comentar que muchos emigrados iban por las calles de Burdeos tratando de vender joyas sin duda robadas. Estas cosas las comentaba luego Antonio Lot con mi padre. Ya digo que se hicieron muy amigos. También le contó la visita de Miguel Maura, su compañero del gobierno provisional, de quien le hacía gracia su chulería, muy de señorito de buena familia, y su espontaneidad. Maura le traía una disparatada propuesta del gobierno francés que a Azaña le pareció más bien una ocurrencia de Maurilla, como le llamaba a veces.

Cuando leí Así cayó Alfonso XIII, las memorias de Maura, me indigné. Afirma que Azaña era un cobarde y lo ejemplifica con una anécdota. Poco después de que expulsaran del ejército a Martínez Anido, le llegó a Maura la noticia de que los sindicatos libres de Barcelona, para vengar la ofensa, habían enviado a dos individuos para asesinar a Azaña. Se limitó a pedir a la policía que los buscara, sin darle mayor importancia. La noticia llegó a Largo Caballero quien, en un consejo de ministros, se acercó a Maura y, al oído, para que no le oyera Azaña, que se sentaba al lado, le preguntó si era cierto. Respondió afirmativamente Maura. "Hay que decírselo", "¿Para qué?", "O se lo dice usted o se lo digo yo". Se lo dijo Maura y Azaña le preguntó qué medidas había tomado ante la amenaza. "Ninguna, como no sea poner el caso en manos de la policía que lleva días buscando a esos individuos". Azaña se indignó. Y con razón, pienso yo, pero Maura opina que se debía a que era un miedoso. "Exijo que se me ponga escolta. No estoy dispuesto a caer en la calle como Dato o Canalejas, sabiendo lo que se trama contra mí", "Ni hablar. Mientras yo esté en Gobernación, los ministros de la República no llevarán escolta. Prefiero que caigamos uno a uno, al ridículo de pasearnos por la calles de Madrid con guardaespaldas". Y luego, para avergonzarle, le contó su caso personal. Había miles de huelguistas en la calle que gritaban contra él, recibía decenas de anónimos amenazantes y cada día iba, a pie y solo, desde Gobernación hasta el Ministerio de Hacienda, donde se celebraban los Consejos de Ministros, pasando ante los grupos de huelguistas. "¡Con que ya ve usted el caso que puedo hacer de ese par de macacos enviados desde Barcelona!".

En esas manos estaba el orden público. ¿A quién le puede extrañar la quema de conventos, que en ese mismo libro quiere echar sobre las anchas espaldas de Azaña? El concepto del valor que tenía Miguel Maura lo ejemplifica con la actuación de otro "señorito chulo", el hijo del dictador.

En una de las juntas del Colegio de Abogados, a poco de caer la Dictadura, apareció por primera vez en un debate público, José Antonio Primo de Rivera. Tenía la costumbre de increpar, y en ocasiones agredir, a los oradores si se permitían la menor crítica a la labor de su padre. Un día intervenía un político conservador, Rodríguez de Viguri, que sacó a relucir el famoso asunto de la Caoba, ya sabe usted, la prostituta amiga del general a la que detuvieron por chantajista y por traficar con cocaína. Primo de Rivera escribió al juez para que la dejara en libertad y, como este pusiera reparos, hizo que le abrieran expediente. José Antonio estaba sentado detrás de Maura. De inmediato, al oírlo, saltó sobre él y fue hacia el Orador. Le dio una bofetada que resonó en la sala, le zarandeó y allí mismo le habría dado una buena paliza si algunos de los asistentes, con bastante esfuerzo y recibiendo algún que otro puñetazo, no hubieran logrado separarlos. Comparado con José Antonio, siempre dispuesto a responder con los puños y con la pistola a cualquier presunta ofensa, sin duda que Azaña era un cobarde que no estaba dispuesto a enfrentarse a puñetazos con los pistoleros del sindicato libre.

---No sabemos cómo vamos a reaccionar en una situación concreta –dije yo, que le había escuchado mirando abstraído la escultura de Bruno Catalano, un incompleto viajero, que teníamos enfrente..

A Rivas Cherif, el cuñado de Azaña, le detuvieron los agentes de la Gestapo que buscaban a Azaña en la casa que ya había abandonado. Luego le llevaron hasta Irún y se lo entregaron a los policías españoles que lo trasladaron a la Dirección General de Seguridad. Tuvo más suerte que Companys y Zugazagoitia, detenidos en las mismas circunstancias y fusilados de inmediato. A mí, policías del mismo régimen, me detuvieron en la escuela en que entones daba clase. Era una escuela unitaria. Esperaron a que salieran los niños y luego me llevaron hasta la comisaría de Mieres. Allí me tuvieron horas sin decirme por qué ni para qué. Luego supe que era mientras registraban mi casa en Avilés. Hecho el registro, me metieron esposado en un coche negro y con cuatro policías de paisano me trasladaron hasta la Dirección General de Seguridad, como a Rivas Cherif, Companys y Zugazagoitia. A medio camino, hicieron un alto en una estación de servicio. Dudaron los policías si llevarme con ellos hasta el bar esposado o no. Decidieron lo segundo, pero antes de quitarme las esposas el policía que se sentaba a mi izquierda –iba en el asiento trasero entre dos policías-- sacó la pistola y la apoyó en mi sien: "Cuidado con hacer tonterías que aquí se dispara primero y se pregunta después". Debería haberme muerto de miedo, pero lo único que se me ocurrió pensar fue: "Van a matarme como a Lorca y yo ni siquiera he escrito aún nada que valga la pena".



11 comentarios:

  1. Estás bastante cotizado en el mercado de segunda mano. Ese es un buen signo. Muchos de tu generación tienen los libros tirados en los mercadillos a un euro y no se los lleva nadie. https://www.todocoleccion.net/libros-segunda-mano/jose-luis-garcia-martin-3libros-lector-impertinente-biblioteca-circulante-cinco-elementos~x393473944?utm_campaign=mail-seguimientos&utm_source=descuento-precio&utm_medium=email&utm_content=es

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  2. Eso se llama un trauma. Algo que nos define y nunca olvidas.
    Hay que aceptarlos. Saca provecho si puedes.
    Un saludo

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  3. Lo contaré aquí porque nadie lo leerá. El marido de mi prima, y madrina, Rene de Coupoud, había nacido en España.
    Su padre fue un militar francés, fiel a Vichy. Al caer Petain lo juzgaron y condenaron a muerte, no era un soldado cualquiera.
    Se escapó esposado, cruzó media Francia, lo acogieron en los Pirineos aragoneses. Se volvió a casar.
    Hemos intentado investigar su pasado, es familia. Dejo mujer e hijos en Francia, su apellido no es Coupoud. Cambió por completo su identidad.
    Mi prima tiene algunas cartas.
    Cosas que pasan

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    1. Muy interesante, Víctor. Parece la continuación de la historia del teniente Fontaine (Un condenado a muerte se ha escapado) contada desde el otro lado…

      Como interesante fue también el intercambio de consejos sobre el funcionamiento del sistema sanitario español que intercambiaste hace semanas con Joaquín Fernández, bastante profesionales de parte y parte: él como trabajador de la sanidad pública y tú como paciente usuario quasi profesional…

      Comentarios, por cierto, que ahora son imposibles de encontrar. ¿Error informático, censura JLGM, cosas que pasan…?

      ¡Salud y sanidad pública!

      https://www.youtube.com/watch?v=JXj_NrfJ6bc

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  4. Muchos perdedores de la 2 Guerra Mundial cruzaron los Pirineos.
    Sé más casos

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    1. Olvidas, Víctor, que poco tiempo antes muchos perdedores de la guerra del 36 también los cruzaron, pero en sentido contrario, huyendo de una España mísera, escuálida y beoda, para unos; y paraíso franquista, para otros: monsieur de Coupoud, por ejemplo. Cosas de perdedores...

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  5. Durante muchos años esto se mantuvo en silencio. Yo a ese hombre lo conocí, murió en 1975. Pasaba como profesor de francés en academias. Conocí su biblioteca (la que tenía aquí).
    Siempre creí en mi adolescencia que había sido un "bohemio".
    No, había sido militar.

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  6. En este asunto lo que más me ha sorprendido es el cambio de identidad, facilitado por las autoridades franquistas
    Su apellido no era Coupoud. Era otro. Tiene escritas unas memorias. No es asunto mío.

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  7. Sin duda si saben que está en España van a por él.
    España y.Francia no establecieron relaciones diplomáticas hasta no sé cuando, después de la guerra.
    No era un nazi. En la familia siempre miró por encima del hombro. No tenía nada que ver con Franco ni con el franquismo

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  8. Y se comprende. ¿Para un militar quien era el traidor, Petain o De Gaulle?

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