Sábado,
29 de abril
SOLO EL
PRETEXTO
Encuentro al azar, mi mejor guía de lecturas, Vida
de un rey, las memorias del duque de Windsor, y descubro con sorpresa que
la causa de su abdicación no fue el que se le impidiera casarse con Wallis
Simpson, sino un paraguas.
Bueno,
tampoco hay que exagerar. Además del paraguas hubo unas monedas y unas líneas
añadidas al final del primer discurso.
Comencemos
por el principio. Cito textualmente, no vaya a creerse que se trata de
un cuento: “Fue el incidente con un paraguas lo que realmente hizo que me diese
cuenta de los riesgos inherentes a las más pequeñas divergencias de las
costumbres de los reyes”. Tenía que asistir a una reunión sobre las fincas del
ducado de Cornwall. Las oficinas estaban a dos minutos a pie del palacio.
Aunque llovía, en lugar del Daimler, el solemne coche oficial, pidió que le
trajeran el sombrero hongo y un paraguas y salió acompañado del almirante
Lionel Halsey, ataviado más o menos de la misma manera. La cosa no habría
tenido importancia si no hubiera habido un fotógrafo apostado para sacar una de
tantas fotos del rey. Se la hizo mientras cruzaba la calle. “El resultado fue
una escena que sin duda se repitió muchas veces aquel día en Londres: dos
hombres en traje de calle, uno con una cartera, el otro con el cuello
levantado, que caminaban bajo sendos paraguas para asistir a una cita de
negocios”. La fotografía tuvo gran difusión y su espontaneidad, que sin duda
agradó a mucha gente, no gustó al gobierno. Un diputado, persona de confianza
del primer ministro, en una comida de sociedad se acercó a Wallis y le dijo muy
gravemente: “¿Vio usted la fotografía de su Majestad saliendo del Palacio bajo
la lluvia? Puesto que usted conoce al rey, ¿quiere decirle que en el futuro
cuide de que no le saquen fotografías así?”
Un
día se presentó en Palacio el subdirector de la Casa de la Moneda acompañado de
dos dibujantes. A la hora de escoger el retrato que se iba a utilizar en las
nuevas monedas, observó el rey que todos le presentaban por el lado derecho y
él creía que quedaba mejor por el izquierdo. “Imposible, Majestad. Es antigua
costumbre cambiar el lado al que mira el perfil del soberano de un reinado a
otro. Su abuelo, el rey Eduardo VII, miraba a la derecha y su padre miraba a la
izquierda, de modo que ahora le toca a usted mirar a la derecha”. El rey
decidió no seguir esa costumbre: “Después de todo es mi cara la que se va a
usar. ¿No es razonable que se me conceda por lo menos el privilegio de decidir
qué lado se va a exponer?”. Era muy razonable, pero las nuevas monedas se
retrasaron tanto que nunca llegaron a aparecer: el rey había abdicado antes.
Y
luego estaba el discurso, el primero que pronunció por radio, el uno de marzo
de 1936. El gobierno le entregó el borrador, él lo retocó un poco, y luego lo
devolvió. A última hora, se le ocurrió incluir unas líneas que no le pareció
necesario enviar al gobierno: “Me conocéis mejor como príncipe de Gales, como
el hombre que durante la guerra y después ha tenido la oportunidad de conocer a
los pueblos de casi todos los países en todo género de circunstancias. Y si
bien os hablo en este momento como rey, soy todavía el mismo hombre que ha
tenido esa experiencia y cuyos constantes esfuerzos consistirán en seguir
fomentando vuestro bienestar”.
¡Atreverse
a salir a la calle con paraguas como un ciudadano más, querer cambiar de lado
el perfil de las monedas, añadir por su cuenta unas palabras en un discurso! Al
gobierno no le gustaba aquel rey que no daba la talla y al rey no le gustaba el
encorsetado trabajo de rey. A ambas parte les vino muy el conflicto constitucional
que ocasionó su deseo de casarse con una divorciada. Un matrimonio, por cierto,
que no corría ninguna prisa, que podía haber esperado hasta que el rey hubiera
moldeado la institución a su gusto y tuviera otro gobierno.
En fin, que esa romántica historia de amor fue el pretexto, no el verdadero motivo. Y que si el rey se empeñó en casarse de inmediato, antes de la coronación, fue porque eso le daba la ocasión de largarse honorablemente —o eso creía él— de un trabajo que no le gustaba y seguir viviendo a su aire, disfrutando de la vida sin compromisos serios.
Lunes,
1 de mayo
HUIR
A primera hora, subo con unos amigos hasta lo
alto del Naranco. En la zonas quemadas, se alzan ya los nuevos brotes. La vida
vence siempre a la muerte, al menos en el mundo vegetal. Veo la ciudad
desparramada, algunas nubes bajas, el cielo muy azul, el aire limpio y de una
especial transparencia. Al Norte, la distante línea del mar que se confunde con
el cielo; al Sur, como cercanos gigantes protectores, las cumbres de la
cordillera. La noche fue mala, como las últimas noches, con la sensación de
haber caído en una de esas trampas que nos tiende la bondad y de la que nos
negamos a salir para no tener que aceptar que nos hemos equivocado, que
sobrevaloramos nuestras propias fuerzas, que en ciertas ocasiones huir mientras
aún queda tiempo es la única solución inteligente.
Martes,
2 de mayo
LOS
LIBROS O LA VIDA
Últimamente se me amontonan las bajas de
amigos o de quienes creía amigos. Y casi siempre por la misma razón, por algo
que he dicho sobre algunos de sus libros. Subrayo unas frase de Ernst Jünger,
cuyos diarios de la Segunda Guerra Mundial he comenzado a releer: “Más
confortables que los elogios son para mí los análisis objetivos o también los
rechazos bien argumentados. Me resulta grata la crítica que se me enfrenta con
buenos argumentos. Un reparo puesto a la obra nunca debe tomarse como una
ofensa personal”.
No
todo el mundo piensa lo mismo, y quizá tengan razón: señalar las insuficiencias
de esa obra en la que hemos puesto tanto esfuerzo e ilusión equivale al más
doloroso ataque personal.
Hasta
ahora, al hablar de un libro, nunca tuve en cuenta mi relación con el autor, si
era amigo o enemigo, conocido o desconocido. Pero algo voy aprendiendo:
procuraré no ocuparme de los libros de quien no aprecia que me ocupe de sus
libros.
Miércoles,
3 de mayo
TRATO
DE HUIR
En la vida real, como en los cuentos de hadas,
como en las viejas leyendas, hay seres de luz y seres de tiniebla. No creo en
el demonio, pero creo en las posesiones diabólicas. He jugado a ser San Jorge,
me he enfrentado con el dragón para liberar a la princesa. Pero no había
princesa, era solo un disfraz del dragón. Ahí la dejé en sus garras, mientras
yo escapé para salvar mi vida. He jugado a ser héroe, pero hay cosas con las
que no se juega. Al diablo le gusta disfrazarse de pobre diablo para que te
confíes, pero pobre de ti como lo hagas.
En
sueños escapé, saltando del caballo, que cayó herido y de inmediato fue
devorado por la bestia. En la vida real, trato de hacerlo, pero aún no estoy
seguro de conseguirlo.
Jueves,
4 de mayo
EL CLUB
DE LOS NEGOCIOS RAROS
Yo no digo nada para que no me llamen
terraplanista o cosas peores, pero leo el artículo “Polonia y otros países de
la UE quieren renegociar con Pfizer las vacunas
contra la covid” y quedo aterrado. No entro en la utilidad de esas vacunas,
sino en cómo se compraron. Los contratos son secretos. Pero por lo que se sabe
se hicieron a lo grande, tan a lo grande que en España —uno de los países donde más se obligó,
con artimañas diversas, a vacunarse: eso daba votos— hay 103 millones de dosis
a punto de caducar. Multiplíquese esa cifra por veinte y se verá cuántos euros
tiraremos a la basura. Pero la historia no acaba ahí. Ya están encargadas
muchos más millones de vacunas. Se sabe que no se van a necesitar tantas. Se
quiere renegociar. Y Pfizer dice que sí, que permite —aunque podría no hacerlo,
el contrato es así de leonino— que se rebaje el número de dosis, pero abonando la
mitad del precio de las canceladas, diez euros. O sea, que deja de fabricar,
por ejemplo, trescientos millones de dosis pero esas dosis no fabricadas, pero
encargadas por Europa, las cobra a diez euros. Supongo que, como a mí, a muchos
les resultará imposible de creer. Pero que se informen y verán.
¿Y
por qué no se investigan esos contratos? ¿Y por qué no se denuncia por
malversación y estafa a quienes los han firmado? ¿Y por qué se sigue exigiendo
el pasaporte de vacunación en Estados Unidos? Pues para ayudar a hacer caja —y
qué caja— a uno de los principales donantes del Partido Demócrata, respondería
yo a lo último si no tuviera miedo de que me apedrearan por conspiranoico. Y en
cuanto a los contratos de la UE, pues ya se sabe que donde hay patrón
no manda marinero, como estamos viendo en la guerra civil de Ucrania. Y eso de
guerra civil, comenzada en 2014 y apoyados ambos bandos cada vez más por
potencias extranjeras —una obviedad—, sospecho que soy yo el primero que se
atreve a decirlo.
Viernes,
5 de mayo
QUÉ
CERCA
Qué cerca están infierno y paraíso. Por eso yo huyo de ambos como del infierno.
e ambos como del infierno.
Para no aburrirse, vuelve Trump a la carga y con visos de ganar las elecciones a un anciano Biden (no veo otro candidato demócrata).
ResponderEliminarTrump es divertido, sus fiestas debían de ser una pasada, vamos.
La derecha es fiestera. Berlusconi, Boris Johnson...,excepto la española, que son un pelin meapilas. Bueno, Aznar no tanto, y Rajoy ahoga sus penas en whisky, pero no es lo mismo.
¿Se imaginan a Núñez Feijoo acusado de violar a alguna escritora gallega? ¿Un affaire de Ayuso con el actor Nacho Vidal? ¿Acaso Santiago Abascal y Espinosa de los Monteros montan orgias? Y arrasando en las encuestas.
Lo del próximo 28M sobra. Yo no colaboro a pagarle el sueldo a Adrián Barbon, que oposite.
La fiesta que me voy a correr yo cuando tenga la pierna bien será berlusconiana, no borisjonhsista de cerveza en el jardín.
Voy a correrme una fiesta berlusconiana, expresión que triunfará como "cena pantagruleica"
Y ya no me asomare tanto a esta ventana indiscreta.
Salud
Pantagruelica. Jeje
ResponderEliminarAlma delicada la de este Winsor. Abrumado por la etiq
ResponderEliminarAlma sutil la de este Windsor. Abrumado por la estricta etiqueta de la corte británica, notaba esta cómo se amustiaba su espíritu como hacia agosto suelen las azaleas del agudo Cornwall. Desdeñó la corona y se dejó mecer entre manteles berlineses, mientras la esposa lo hacía en los solícitos brazos de Joachim von Ribbentrop. Parecía aquello una opereta vienesa.
ResponderEliminarDinastía que no lee solo Marca ni masacra elefantes de cincuenta bien cumplidos, pero que también ayuda a plantearse qué pinta la monarquía a esta altura de los tiempos.