sábado, 6 de mayo de 2023

En la retaguardia: La piedad peligrosa

 

Sábado, 29 de abril
SOLO EL PRETEXTO

Encuentro al azar, mi mejor guía de lecturas, Vida de un rey, las memorias del duque de Windsor, y descubro con sorpresa que la causa de su abdicación no fue el que se le impidiera casarse con Wallis Simpson, sino un paraguas.

            Bueno, tampoco hay que exagerar. Además del paraguas hubo unas monedas y unas líneas añadidas al final del primer discurso.

            Comencemos por el principio. Cito textualmente, no vaya a creerse que se trata de un cuento: “Fue el incidente con un paraguas lo que realmente hizo que me diese cuenta de los riesgos inherentes a las más pequeñas divergencias de las costumbres de los reyes”. Tenía que asistir a una reunión sobre las fincas del ducado de Cornwall. Las oficinas estaban a dos minutos a pie del palacio. Aunque llovía, en lugar del Daimler, el solemne coche oficial, pidió que le trajeran el sombrero hongo y un paraguas y salió acompañado del almirante Lionel Halsey, ataviado más o menos de la misma manera. La cosa no habría tenido importancia si no hubiera habido un fotógrafo apostado para sacar una de tantas fotos del rey. Se la hizo mientras cruzaba la calle. “El resultado fue una escena que sin duda se repitió muchas veces aquel día en Londres: dos hombres en traje de calle, uno con una cartera, el otro con el cuello levantado, que caminaban bajo sendos paraguas para asistir a una cita de negocios”. La fotografía tuvo gran difusión y su espontaneidad, que sin duda agradó a mucha gente, no gustó al gobierno. Un diputado, persona de confianza del primer ministro, en una comida de sociedad se acercó a Wallis y le dijo muy gravemente: “¿Vio usted la fotografía de su Majestad saliendo del Palacio bajo la lluvia? Puesto que usted conoce al rey, ¿quiere decirle que en el futuro cuide de que no le saquen fotografías así?”

            Un día se presentó en Palacio el subdirector de la Casa de la Moneda acompañado de dos dibujantes. A la hora de escoger el retrato que se iba a utilizar en las nuevas monedas, observó el rey que todos le presentaban por el lado derecho y él creía que quedaba mejor por el izquierdo. “Imposible, Majestad. Es antigua costumbre cambiar el lado al que mira el perfil del soberano de un reinado a otro. Su abuelo, el rey Eduardo VII, miraba a la derecha y su padre miraba a la izquierda, de modo que ahora le toca a usted mirar a la derecha”. El rey decidió no seguir esa costumbre: “Después de todo es mi cara la que se va a usar. ¿No es razonable que se me conceda por lo menos el privilegio de decidir qué lado se va a exponer?”. Era muy razonable, pero las nuevas monedas se retrasaron tanto que nunca llegaron a aparecer: el rey había abdicado antes.

            Y luego estaba el discurso, el primero que pronunció por radio, el uno de marzo de 1936. El gobierno le entregó el borrador, él lo retocó un poco, y luego lo devolvió. A última hora, se le ocurrió incluir unas líneas que no le pareció necesario enviar al gobierno: “Me conocéis mejor como príncipe de Gales, como el hombre que durante la guerra y después ha tenido la oportunidad de conocer a los pueblos de casi todos los países en todo género de circunstancias. Y si bien os hablo en este momento como rey, soy todavía el mismo hombre que ha tenido esa experiencia y cuyos constantes esfuerzos consistirán en seguir fomentando vuestro bienestar”.

            ¡Atreverse a salir a la calle con paraguas como un ciudadano más, querer cambiar de lado el perfil de las monedas, añadir por su cuenta unas palabras en un discurso! Al gobierno no le gustaba aquel rey que no daba la talla y al rey no le gustaba el encorsetado trabajo de rey. A ambas parte les vino muy el conflicto constitucional que ocasionó su deseo de casarse con una divorciada. Un matrimonio, por cierto, que no corría ninguna prisa, que podía haber esperado hasta que el rey hubiera moldeado la institución a su gusto y tuviera otro gobierno.

            En fin, que esa romántica historia de amor fue el pretexto, no el verdadero motivo. Y que si el rey se empeñó en casarse de inmediato, antes de la coronación, fue porque eso le daba la ocasión de largarse honorablemente —o eso creía él— de un trabajo que no le gustaba y seguir viviendo a su aire, disfrutando de la vida sin compromisos serios. 

Lunes, 1 de mayo
HUIR

A primera hora, subo con unos amigos hasta lo alto del Naranco. En la zonas quemadas, se alzan ya los nuevos brotes. La vida vence siempre a la muerte, al menos en el mundo vegetal. Veo la ciudad desparramada, algunas nubes bajas, el cielo muy azul, el aire limpio y de una especial transparencia. Al Norte, la distante línea del mar que se confunde con el cielo; al Sur, como cercanos gigantes protectores, las cumbres de la cordillera. La noche fue mala, como las últimas noches, con la sensación de haber caído en una de esas trampas que nos tiende la bondad y de la que nos negamos a salir para no tener que aceptar que nos hemos equivocado, que sobrevaloramos nuestras propias fuerzas, que en ciertas ocasiones huir mientras aún queda tiempo es la única solución inteligente.

Martes, 2 de mayo
LOS LIBROS O LA VIDA

Últimamente se me amontonan las bajas de amigos o de quienes creía amigos. Y casi siempre por la misma razón, por algo que he dicho sobre algunos de sus libros. Subrayo unas frase de Ernst Jünger, cuyos diarios de la Segunda Guerra Mundial he comenzado a releer: “Más confortables que los elogios son para mí los análisis objetivos o también los rechazos bien argumentados. Me resulta grata la crítica que se me enfrenta con buenos argumentos. Un reparo puesto a la obra nunca debe tomarse como una ofensa personal”.

            No todo el mundo piensa lo mismo, y quizá tengan razón: señalar las insuficiencias de esa obra en la que hemos puesto tanto esfuerzo e ilusión equivale al más doloroso ataque personal.

            Hasta ahora, al hablar de un libro, nunca tuve en cuenta mi relación con el autor, si era amigo o enemigo, conocido o desconocido. Pero algo voy aprendiendo: procuraré no ocuparme de los libros de quien no aprecia que me ocupe de sus libros.

Miércoles, 3 de mayo
TRATO DE HUIR

En la vida real, como en los cuentos de hadas, como en las viejas leyendas, hay seres de luz y seres de tiniebla. No creo en el demonio, pero creo en las posesiones diabólicas. He jugado a ser San Jorge, me he enfrentado con el dragón para liberar a la princesa. Pero no había princesa, era solo un disfraz del dragón. Ahí la dejé en sus garras, mientras yo escapé para salvar mi vida. He jugado a ser héroe, pero hay cosas con las que no se juega. Al diablo le gusta disfrazarse de pobre diablo para que te confíes, pero pobre de ti como lo hagas.

            En sueños escapé, saltando del caballo, que cayó herido y de inmediato fue devorado por la bestia. En la vida real, trato de hacerlo, pero aún no estoy seguro de conseguirlo.

Jueves, 4 de mayo
EL CLUB DE LOS NEGOCIOS RAROS

Yo no digo nada para que no me llamen terraplanista o cosas peores, pero leo el artículo “Polonia y otros países de la UE quieren renegociar con Pfizer las vacunas contra la covid” y quedo aterrado. No entro en la utilidad de esas vacunas, sino en cómo se compraron. Los contratos son secretos. Pero por lo que se sabe se hicieron a lo grande, tan a lo grande que en España —uno de los países donde más se obligó, con artimañas diversas, a vacunarse: eso daba votos— hay 103 millones de dosis a punto de caducar. Multiplíquese esa cifra por veinte y se verá cuántos euros tiraremos a la basura. Pero la historia no acaba ahí. Ya están encargadas muchos más millones de vacunas. Se sabe que no se van a necesitar tantas. Se quiere renegociar. Y Pfizer dice que sí, que permite —aunque podría no hacerlo, el contrato es así de leonino— que se rebaje el número de dosis, pero abonando la mitad del precio de las canceladas, diez euros. O sea, que deja de fabricar, por ejemplo, trescientos millones de dosis pero esas dosis no fabricadas, pero encargadas por Europa, las cobra a diez euros. Supongo que, como a mí, a muchos les resultará imposible de creer. Pero que se informen y verán.

            ¿Y  por qué no se investigan esos contratos? ¿Y por qué no se denuncia por malversación y estafa a quienes los han firmado? ¿Y por qué se sigue exigiendo el pasaporte de vacunación en Estados Unidos? Pues para ayudar a hacer caja —y qué caja— a uno de los principales donantes del Partido Demócrata, respondería yo a lo último si no tuviera miedo de que me apedrearan por conspiranoico. Y en cuanto a los contratos de la UE, pues ya se sabe que donde hay patrón no manda marinero, como estamos viendo en la guerra civil de Ucrania. Y eso de guerra civil, comenzada en 2014 y apoyados ambos bandos cada vez más por potencias extranjeras —una obviedad—, sospecho que soy yo el primero que se atreve a decirlo.

Viernes, 5 de mayo
QUÉ CERCA

Qué cerca están infierno y paraíso. Por eso yo huyo de ambos como del infierno.


e ambos como del infierno.


4 comentarios:

  1. Para no aburrirse, vuelve Trump a la carga y con visos de ganar las elecciones a un anciano Biden (no veo otro candidato demócrata).
    Trump es divertido, sus fiestas debían de ser una pasada, vamos.
    La derecha es fiestera. Berlusconi, Boris Johnson...,excepto la española, que son un pelin meapilas. Bueno, Aznar no tanto, y Rajoy ahoga sus penas en whisky, pero no es lo mismo.
    ¿Se imaginan a Núñez Feijoo acusado de violar a alguna escritora gallega? ¿Un affaire de Ayuso con el actor Nacho Vidal? ¿Acaso Santiago Abascal y Espinosa de los Monteros montan orgias? Y arrasando en las encuestas.
    Lo del próximo 28M sobra. Yo no colaboro a pagarle el sueldo a Adrián Barbon, que oposite.
    La fiesta que me voy a correr yo cuando tenga la pierna bien será berlusconiana, no borisjonhsista de cerveza en el jardín.
    Voy a correrme una fiesta berlusconiana, expresión que triunfará como "cena pantagruleica"
    Y ya no me asomare tanto a esta ventana indiscreta.
    Salud

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  2. Alma delicada la de este Winsor. Abrumado por la etiq

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  3. Alma sutil la de este Windsor. Abrumado por la estricta etiqueta de la corte británica, notaba esta cómo se amustiaba su espíritu como hacia agosto suelen las azaleas del agudo Cornwall. Desdeñó la corona y se dejó mecer entre manteles berlineses, mientras la esposa lo hacía en los solícitos brazos de Joachim von Ribbentrop. Parecía aquello una opereta vienesa.
    Dinastía que no lee solo Marca ni masacra elefantes de cincuenta bien cumplidos, pero que también ayuda a plantearse qué pinta la monarquía a esta altura de los tiempos.

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