Sábado, 24 de noviembre
NO DAR UNA
Qué impiadoso es el tiempo. En los años setenta, Jaime Siles
nos parecía uno de los nombres más brillantes de la nueva generación. Y probablemente
lo habría seguido pareciendo de no haber abandonado las elegantes vaguedades de
la abstracción poética.
Pero
comenzó a entendérsele lo que escribía y entonces pudimos darnos cuenta de que
detrás de su brillante retórica y su exhibida cultura de primero de la clase,
no había demasiada inteligencia. O así, al menos, me lo pareció a mí, aunque en
eso, como en todo, puedo estar equivocado.
Últimamente
se dedica a participar en los intercambiables premios Visor. Me llega ahora su Galería de rara antigüedad, galardonado
con el Gil de Biedma. Es un homenaje al mundo clásico. Jaime Siles, experto
latinista, ahí no me puede fallar, pienso. Lo hace, sin embargo, desde las
primeras líneas del prólogo. Leo el libro una vez y lo vuelvo a leer frotándome
los ojos: no se salva ni un poema, no hay uno que no contenga una falacia
argumentativa. “Pero un poema no es un silogismo”, me reprocharán algunos,
quizá con razón.
Baste un
ejemplo: el poema “Examen”, con el que se cierra el libro. Sus primeros versos
dicen así: “Alguna vez he sido / como estas muy jóvenes cabezas / centradas en
el análisis de un texto / y el placer que produce la certeza / de su absoluta
comprensión exacta”.
¿Es placer
lo que experimentan los alumnos durante un examen? Muy poco parece saber de
psicología el poeta. Continúa: “Alguna vez he sido / también estos muchachos /
y en ocasiones creo, pienso, siento / que aún lo soy. / Sé que algún día /
ellos serán como yo ahora / y estarán examinando también / a otros muchachos /
que el día de mañana / examinarán a otros a su vez. / Yo no estaré ya vivo. /
Ellos tal vez tampoco”. ¿Ellos tal vez tampoco? ¿Y cómo van a estar examinando
a otros? ¿Profetiza Siles un futuro de profesores zombis para la universidad
española?
Se lía
luego en disquisiciones sobre el texto “que nos ayuda a afrontar la vida / y la
borrosa sintaxis de la muerte”. No nos indica de qué texto se trata. ¿Traducir
cualquier cosa en un examen tiene esos efectos?
Pero no se
vayan porque aún hay más: “Vida y muerte son un solo y mismo texto. / Nosotros
lo leemos sin saber para qué. / Pero él sí lo sabe y nos lee a nosotros /que
somos un texto más difícil para él”.
Y sigue y
sigue: “el texto nunca muere ni acaba” (¿Qué texto? ¿El que se traduce en el
examen? ¿El de la vida y la muerte, que también son un texto?).
El texto
“está empezando siempre cada vez” y eso “no por el carácter inagotable de lo
clásico”, sino porque “es el carácter y condición el Ser. / Nosotros solo somos
su pausa”.
Si se lee
en diagonal y sin prestar mucha atención, parece muy profundo, casi
heideggeriano. A mí, dicho con todos los respetos, me parece una tontería. Y no
hay un solo poema en el libro que no esté lleno de pretenciosas inconsistencias
semejantes.
Domingo, 25 de noviembre
ELOGIO DE LA ELIPSIS
Lo que menos me interesó siempre de Baroja fueron las Memorias de un hombre de acción, supuestas
memorias de Aviraneta, en realidad una maraña de borrosas narraciones en las un
narrador se inserta en otro como en una serie de cajas chinas, mientras el
presunto protagonista no es más que una sombra entrevista de tarde en tarde.
Pero
encuentro hoy en el Fontán, y a muy bien precio, cinco euros, las primeras
ediciones de Renacimiento, primorosamente encuadernas. Comienzo a leer Los caminos del mundo y me dejo llevar
por su encanto antiguo, que no había visto hasta ahora.
Stendhal
logró resumir una noche de amor en un punto y coma. Baroja no llega a tanto,
pero se le acerca: “De pronto, se abrió la puerta y apareció madame de
Montrever en mi cuarto… ¿Para qué insistir en este momento poco honorable de mi
vida? No lo he querido callar, para que el descendiente mío que lea mi historia
sepa que yo tampoco fui virtuoso”.
Un punto y
coma en Stendhal; unos puntos suspensivos en Baroja. Un caballero no necesita
entrar en más detalles para hablar de ciertas intimidades, harto monótonas, a
ratos fatigosas y tan viejas como el mundo.
Lunes, 26 de noviembre
COSAS QUE NADIE DICE
––Martín, Martín, ¿sabes cómo se llama tu comportamiento? Se
llama paranoia. Si tú piensas una cosa, no permites que la realidad te
desmienta. Todo el mundo está de acuerdo en que la Constitución blinda al rey y
le permite hacer de su capa un sayo en materia de código penal y tú, erre que
erre, empeñado en que si no se le investiga es por miedo a que se venga abajo
todo el tinglado. Todo el mundo está de acuerdo en que el Brexit es negativo,
no solo para Europa, sino también y sobre todo para el Reino Unido y tú , erre
que erre, con que no hay tal cosa. Y eso ya sin hablar del asunto de Cataluña,
donde tu postura, eso de dejar que los catalanes decidan libremente su futuro
político, permítame que te diga que no tiene perdón de Dios ni tiene cabida en
una democracia madura y consolidada.
––Debo de ser
un poco paranoico, probablemente, pero el consulado de Arabia Saudí es tan
“inviolable” como el jefe del Estado español y eso no le impidió a Erdogan
investigar el crimen que allí se había cometido y no dar por buenas las
patrañas con las que nos querían hacer comulgar y que todas las democracias
maduras y consolidadas, con tal de salvaguardar sus negocios, habrían dado por
buenas.
––¿Y de qué
ha servido? Pronto veremos al Príncipe Asesino dando un discurso en cualquier
cumbre de mandamases en defensa de los derechos humanos. O recibiendo el premio
Nobel de la Paz por haber terminado con la guerra del Yemen con el eficaz
método de exterminar a los yemeníes.
––Es
posible. De momento ya intercambia besos y abrazos con nuestro Rey Presunto,
que por lo menos es un estómago agradecido y no olvida los buenos negocios que
han hecho juntos.
––Te
concedo que algo huele a podrido en Borbonia, pero con lo del Brexit te pasas.
¿No estás de acuerdo en que convocar el referéndum fue una equivocación y el
resultado un desastre? ¿No estás de acuerdo en que a los electores británicos los
manipularon las redes sociales?
––Qué
majadería. Y sin embargo esa tontería no es una ocurrencia tuya, la he visto
repetida en los periódicos más serios, sean de derechas o de izquierdas. La
Unión Europea, en este asunto, se ha comportado como esas compañías telefónicas
que te dan todas las facilidades posibles para entrar, incluido un mes o varios
gratis, y luego te dificultan todo lo posible la salida. La Unión Europea es
una unión libre de países libres. Al que quiera entrar, se le ponen unas condiciones.
Al que quiera salir no se le debe poner ninguna, solo se negociar la
separación. Pero algunos creen que la Unión Europea es como el Sacro Imperio
Romano Germánico, un logro de la historia, algo sin marcha atrás.
––¿Pero tú
no crees que Europa es menos Europa sin el Reino Unido?
––Confundir
Europa con la Unión Europea no pasa de ser un error, no por muy extendido,
menos absurdo. ¿Estoy fuera de Europa cuando estoy en Ginebra? Paso de un
continente desconocido a Europa cuando,
a dos paradas de autobús, me bajo en Ferney para tomar un café y visitar el
castillo de Voltaire. ¿Suecia es Europa y Noruega no? Formar parte de la Unión
Europea tiene ventajas e inconvenientes. A quien le corresponde decidir si las
ventajas son más que los inconvenientes, o al revés, es a cada país. Y no se
decide de una vez para siempre. Debe haber vuelta atrás, como en cualquier
unión libre. La Unión Europea, cuando los ciudadanos británicos decidieron
irse, se comportó como un cónyuge orgulloso cuando se le plantea el divorcio.
¡Te vas a enterar!, dijeron. Y así estamos. En lugar de arreglar los papeles de
la separación de la manera más ventajosa para ambas partes, la Unión Europea se
ha preocupado de dañar todo lo posible al Reino Unido, aunque eso suponga
perjudicarse a sí misma: que yo me quede tuerta, pero que tú te quedes ciego.
––Quizá no
los dejan irse de rositas para evitar que otros países se sientan tentados a
seguir el mismo camino.
––Pues con
eso lo único que consiguen es que muchos pensemos que tal vez la Unión Europea
no es tan buen asunto como nos habían contado, que nos engañaron como esas
compañías que nos dan todas las facilidades para entrar y luego nos atrapan con
su telaraña burocrática y nos explotan a fuego lento.
Martes, 27 de noviembre
MUY ESPAÑOL
Sonrío al leer una frase de Borges en Otras inquisiciones: “No he observado jamás que los españoles
hablaran mejor que nosotros. Hablan en voz más alta, eso sí, y con el aplomo de
quienes ignoran la duda”.
Miércoles, 28 de noviembre
¿POR CUÁNTO TIEMPO?
“Envejecer también tiene su gracia”, escribió Gil de Biedma.
Y yo apostillé: su maldita gracia.
Pero ahora
creo que efectivamente la tiene. De momento –¿por cuánto tiempo?-- yo no he
comenzado a notar los inconvenientes que traen los años: sigo tan impertinente,
tan curioso, tan discutidor, tan caminador, tan insoportable como siempre. Bueno, esto último no: creo que lo voy siendo
un poco menos. Los años de momento –¿hasta cuándo?—no me han hecho más rígido,
ni más de derechas, ni más tacaño, ni más apegado a mis manías.
Esa al
menos es mi opinión, quizá poco fiable,
porque yo siempre he tendido a una cierta benevolencia conmigo mismo (nunca he
andado escaso de autoestima); habría que preguntar a quienes me conocen desde
hace tiempo para saber lo que hay de cierto en esto que digo.
Jueves, 29 de noviembre
HUELLAS DACTILARES
El jueves pasado presentaba el Diario de Matilde Ras en el Cervantes de Lisboa; hoy presento en
Oviedo otro diario: Hola, mundo, de
Cristian David López.
El Cervantes
de Lisboa está en la calle Santa Marta, frente al hospital del mismo nombre.
Nadie visita un hospital por gusto, pero en ningún lugar me encontré yo más a
gusto que en el claustro de ese hospital, antes monasterio. Todo era allí
silencio, la mejor medicina para el cuerpo y para el alma. Silencio subrayado
por el murmullo de una fuente.
El diario
es la huella dactilar del escritor. Abrimos un diario y alguien nos abre la
puerta de su casa. Qué difícil mentir en un diario, aunque nos empeñemos en
mostrar nuestra mejor cara, qué difícil engañar a quien convive con nosotros
día a día.
En la casa
de papel de Matilde Ras, en la de Cristian David López yo me siento como en
casa. Y en la librería Cervantes, una de mis sucursales del paraíso favoritas.
No estoy de acuerdo con los comentarios de José Luis sobre el Brexit, encuentro bastante retórica en su rechazo al concepto de la Unión y su postura sobre Cataluña, retórica del que se divierte discutiendolo todo como reaccion intelectual.
ResponderEliminarEn cuanto a su crítica al sátrapa Borbón, suscribo plenamente su opinión y aún así se me queda corta la censura. Este personaje pasará a la historia como un memo que además es un mequetrefe. Pensando en él siento tanto asco como vergüenza. Lo incomprensible es que una parte del pueblo lo admire. Asombra la estupidez. Vivan las caenas.
En cuanto al comentario sobre Baroja, aún estando de acuerdo en que lo peor de su producción literaria son "Las memorias de un hombre de acción", es posible que el mismo libro se lea de forma distinta en ediciones diferentes, en este caso la primera de la ed. Renacimiento y la segunda de la ed. Galaxia/Gutenberg.
ResponderEliminarLa edición de Galaxia Gutenberg no es la segunda. Ya hubo varias en vida de Baroja en distintas editoriales.
ResponderEliminarMe refería a las dos que salen en la fotografía que acompañan al comentario. Creo que Andrés Trapiello en alguno de sus tomos del SPP dice algo parecido de las ediciones de los libros de Juan Ramón Jiménez, que en ediciones distintas dicen cosas diferentes.
ResponderEliminarSe equivoca JMS-P. Lo que hace Andrés Trapiello repetidamente es citar un aforismo de Juan Ramón, que dice justo eso, que "en edición diferente, los libros dicen cosa distinta". Y no se refiere, Juan Ramón, sólo a sus propios libros, sino a cualquiera.
EliminarMe parece a mí que Martín es más un crítico/lógico que un crítico/sintáctico. Implacablemente -merecidamente- destroza las frases de plastilina de Jaime Siles, divorciadas del significado. Pero disfruta con Baroja, un señor que contaba historias en una prosa desaliñada y descuidada. Algo más que descuidada, desidiosa.
ResponderEliminarDesde luego que envejecer tiene su maldita gracia. Sobre todo cuando uno se curtió en persecuciones, en huidas acumuladas de alguna variante del fascismo, y encuentra que los destructores de libertad siguen activos en toda Europa. "Han emergido", dicen algunos periódicos, "salieron del armario". Y cómo que han emergido? Siempre estuvieron ahí, agazapados en esos balcones rojigualdos, proliferantes incluso en los barrios más deprimidos de Madrid.
Rojo y gualda flamean los balcones:
Eliminarel rojo, de la sangre derramada
en una tierra con saña conquistada;
el gualda, del oro de los ladrones. (Rubén Bravío)
Los papás estaban sentados en sendas butacas Chipendale con cretona abotonada en capitoné granate, y de la cara abotargada de papá le colgaba un rictus burlón marca la casa. Le di las gracias por habernos traído la democracia y la corte aplaudió, entusiasmada, treinta y siete segundos de reloj.
ResponderEliminarEspaña va bien.
Di que sí, F.
EliminarY enhorabuena por estrenar nueva advocación. El texto es espontáneo, natural, no se observan viviosy de coloratura.
Las butacas Chipedale sí que llevan colorete: Baroja hubiese dicho:"unas sillas".
EliminarAhí es nada, señá Clotilde, muebles Chippendale (un ebanista inglés contemporáneo de Newton, muy rococó), y además forrados de tela de cretona y acabados en capitoné, o sea, con relleno haciendo relieves.
ResponderEliminarNo podía usted haber traído mejor el sabor añejo de casa de los abuelos venidos a más, antes de que sus hijos (es decir mis papás) vinieran a menos. Dios, Dios, cuantas vueltas da el mundo.