domingo, 4 de junio de 2017

Sin trampa ni cartón: Grandes hombres y alguna mujer


Domingo, 28 de mayo
UN TEST DE PERSONALIDAD

Frío, calculador, manipulador… ¡Uf! Leo los resultados de un test de personalidad y el resultado es como para echarse a temblar. Menos mal que lo encuentro en una revista de divulgación que carece de cualquier fiabilidad científica y lo hago solo para entretenerme. El horóscopo resulta más halagador: “Su natural tendencia al liderazgo le hará brillar hoy en una reunión social”.
            Frío, calculador, manipulador… Por la noche tardo en dormirme y me da por pensar que esos calificativos, aplicados a mí, no son tan inexactos y que además, bien mirado, tampoco resultan tan negativos.
            Frío: siempre he tratado de no perder la calma y de no dejarme llevar por las emociones, aunque me temo que pocas veces lo he conseguido.
            Calculador: me gusta planificar mi vida como un jugador de ajedrez, anticipar todas las posibles reacciones de los demás y tener en mente la respuesta adecuada a cada una de ellas. Lo único malo es que soy un pésimo jugador de ajedrez.
            Manipulador: no dejarme llevar por los acontecimientos, sino intervenir en ellos para que transcurran en la dirección que a mí me interesa. Por lo demás, suelo tener éxito –aunque no siempre– cuando trato de manipular mis propias emociones, pero fracaso estrepitosamente cuando se trata de otras personas.
            Pero le doy demasiadas vueltas a un asunto que no tiene importancia ninguna. Ya sé que “frío, calculador, manipulador” son las características de la pareja que conviene evitar, pero ese test, que hice solo por aburrimiento, carecía de valor científico y además yo, por si acaso, hace años que he tomado la precaución de huir de cualquier pareja que tenga la intención de ser estable.
           

Martes 30 de mayo
GIRA PROMOCIONAL

Qué humildes, qué pacientes son la mayoría de los escritores. Mi amigo Hilario Barrero ha pasado este mes recorriendo España –Gijón, Barcelona, Málaga, Sevilla, Toledo, Madrid– para presentar su libro Educación nocturna; Alejandro Guillermo Roemmers hace lo mismo con su antología poética, también editada por Renacimiento, y el uno viene de Nueva York y el otro de Buenos Aires para esta gira española.
            Tras la cena que Roemmers ofrece a amigos y conocidos de la vida cultural asturiana, fatigados ya todos y con ganas de retirarse (cómo me acuerdo, en estos casos, de la frase de Teresa Sanjurjo: las cenas deben terminar el mismo día en que empiezan), le veo inclinado sobre la mesa, aplicado como un escolar, firmando sus libros a unos y a otros.
            Recuerdo que delante de José Hierro, tras las interminables cenas en que se concedía el premio Esquío, siempre se formaba una larga cola de comensales con el Cuaderno de Nueva York en la mano (o con un trozo del mantel de la mesa, que de todo había) para que se lo dedicara con algún dibujito. A mí, sentado a su lado, me fatigaba solo mirarle. “¿Pero no te cansas?”, le decía yo. “Tengo que hacerlo, qué remedio. ¿Por qué crees tú que mi último libro lleva tanto tiempo entre los más vendidos?”
            Yo, a la segunda dedicatoria, ya me aburro y comienzo a hacer apresurados garabatos, como los de Borges en La cifra, pero sin la disculpa de la ceguera. Firmar más de seis libros seguidos me parece trabajos forzados y presentar dos veces el mismo libro un aburrimiento. No valgo para la promoción, está visto. Nunca seré un autor de éxito. me temo.
            Y es que a mí el éxito, si hay que sudarlo, no me interesa. Correr tras él (correr en general, aunque sea para hacer deporte) me parece una vulgaridad.
            Quizá por eso siempre he admirado la humildad de la mayoría de los escritores. Ir de un sitio a otro promocionando la mercancía, por muy poética que sea, no está hecho para mí, aunque me desplazara –como Alejandro Guillermo Roemmers, una de las dos o tres primeras fortunas de Argentina– en avión privado.
            Me habla Roemmers durante la cena de cuándo en los primeros años setenta acudía al mismo club de golf que el entonces príncipe de España. Muchas veces charló con él. También conversó a menudo, antes y después de que fuera papa, con Jorge Bergoglio. Yo le digo que por qué no escribe sus memorias. “¿Para qué? –me responde sonriente–. Lo más interesante no lo podría contar”.
            Quienes no tenemos nada que contar, en cambio, lo contamos todo.  


Miércoles, 31 de mayo
HOTEL DOÑA MARÍA

Hablo de Jorge Luis Borges con Abelardo Linares y con Roberto Alifano, que forman parte del séquito que acompaña la gira española de Roemmers. Les digo que la semana pasada estuve en Sevilla y que me alojaron en el mismo hotel que Borges durante su estancia en 1984, cuando participó, junto con Italo Calvino y Torrente Ballester, en un curso sobre literatura fantástica organizado por Jacobo Siruela. Lo reconocí en cuanto subí a la terraza y me encontré con la mirada atenta de la Giralda, como en la foto famosa que se utilizó al año siguiente como cartel
            Pregunté en recepción si recordaban al escritor. “Por supuesto, lo alojamos en la habitación número 2, la misma que ocupa usted, porque prefería no tener que subir escaleras. La habitación de al lado fue para la señora que le acompañaba”.
            Esa señora era María Kodama. Dormían en habitaciones separadas, como los novios de antes. Ningún amigo de Borges habla bien María Kodama. “Solo le interesan los derechos de autor”, me dice Alifano, “es una caja registradora”.
            Releo lo que escribió de ella Bioy Casares: “María es una mujer de idiosincrasia extraña; acusaba a Borges por cualquier motivo; lo castigaba con silencios (recuérdese que Borges estaba ciego); lo celaba (se ponía furiosa ante la devoción de los admiradores); se impacientaba con sus lentitudes. Junto a ella vivía temiendo enojarla. Por lo demás, María era una mujer de tradiciones muy distintas a las suyas. Borges alguna vez me dijo: Uno no puede casarse con alguien que no sabe lo que es un poncho o lo que es un dulce de leche”. Y Bioy añadía: “En lugar de poncho y dulce de leche podemos poner infinidad de otras cosas que jamás compartieron María y Borges. Creo que con María podía sentirse muy solo”.
            ¿Celos de amigo abandonado por una mujer joven y acaparadora? Es posible. Alifano va a publicar el diario que llevó puntualmente durante los diez años que acompañó al escritor. Sin duda será un libro tan apasionante como el de Bioy, aunque muchas de sus anécdotas las conozcamos ya. Como aquella de los dos sacerdotes que le visitaban, a instancias de su madre, muy creyente, para tratar de hacerle recuperar la fe. “Con uno de ellos no tengo nada de qué hablar –le contó Borges–, no hace más que recitarme el catecismo, como si yo fuera un crío, pero el otro, un jesuita, es muy inteligente y parece haberlo leído todo. Con él tengo muchas cosas en común, sospecho que, como yo, aunque no se atreva a confesarlo claramente, tampoco cree en Dios”. Ese jesuita era el actual papa.
            En la habitación del hotel sevillano soñé con Borges y con Stephen King. Se abría de pronto la puerta del vestidor y por ella entraba una Maria Kodama disfrazada de enfermera, como la de la novela Misery. En la mano llevaba una maza con la que parecía dispuesta a partirme, si no la cabeza, sí al menos una pierna.
            ––No te preocupes, cariño, me tendrás a tu lado siempre que me necesites, la vida entera y toda la eternidad.
            Yo quería gritar, pedir ayuda, pero como suele ocurrir en los sueños no me salía la voz.
            Siempre me han aterrado las admiradoras tenaces y ahora que me voy haciendo viejo me aterran cada vez más. Pero yo he tomado mis precauciones para evitar el riesgo de caer en brazos de ninguna María Kodama: no ser importante, no ser rico, no dejar sustanciosos derechos que administrar.
            Y sin embargo… A veces me siento enredado en hilos de insistente amabilidad y sé que el monstruoso insecto comienza a acercarse y pronto los años me quebrarán el ánimo y no seré capaz de escapar.


Jueves, 1 de junio
CATASTROFISMO

En la entrega del premio Jovellanos a Amador Menéndez, Pedro de Silva contrapone a la visión optimista que el ganador tiene de la revolución tecnológica, la suya propia, catastrofista.
            Charlamos después del acto. “Se acerca la hecatombe”, dice él. “Debajo del pavimento del presente hay minas a punto de estallar”.
            “Siempre han estado ahí”, le respondo, “y casi siempre hemos sido capaz de arreglárnosla para que no estallaran. Pero, cuando uno se acerca a los setenta años –hablo por mí, pero en seguida me doy cuenta de que he metido la pata porque él ya los ha cumplido– sí que no puede dejar de pensar en una hecatombe inevitable que, aunque solo afecta a cada uno individualmente, va a borrar de un plumazo la humanidad entera y el universo mundo”.


Viernes, 2 de junio
COSAS QUE NUNCA DIRÍA

Cuando yo era niño, me hablaban del ojo de Dios –un ojo dentro de un triángulo– que todo lo veía. A mí, que siempre fui algo vanidoso, no me aterraba ni me preocupaba esa observación, sino que me halagaba: me hacía sentir como si yo fuera su hijo predilecto y siempre quisiera tenerme ante su vista.
            ––Ahora el ojo de Dios es el ojo de Ian Gibson –les diría a mis amigos si me atreviera a mencionar en público de estas cosas.
            ––¿Cómo? ¿Cómo? ¡Qué tontería! –exclamarían menos asombrados que burlones.
            ––Quiero decir que ahora vivo como si un futuro biógrafo minucioso, un biógrafo semejante al Ian Gibson que se ocupó de Lorca, estuviera continuamente observándome y, al igual que de niño procuraba no hacer nada que me avergonzara a los ojos de Dios, ahora intento no hacer nada que me avergüence a los ojos de la posteridad.
            ––¡Qué vanidoso eres, Martín! ¡La posteridad tendrá otras cosas más importantes en que ocuparse!
            ––Por supuesto. Pero perder no pierdo nada y además me parece divertido. Ser vanidoso es mi deporte favorito. La humildad la dejo para los grandes hombres.
               



12 comentarios:

  1. Hice cola bajo un sol ferragostino en mayo, por tres cuartos de hora, avanzando a tirones por entre los canceles de pino torneado que tanto afeaban la explanada de Bernini. Reparé en el tinglado que habían levantado ante la fachada de la basílica: era sábado y al día siguiente el papa debía de celebrar la misa al aire libre. Desconozco la pompa y circunstancia de la Iglesia de Roma, la liturgia vaticana, y no sé si eso que llaman Eucaristía lo celebra el Santo Padre cada domingo, cara a la grey, o solo lo hace en fechas señaladas. Lo cierto es que mil hombres..., lo cierto es que, de haberse dado aquella circunstancia y de no entrar ello en conflicto con una visita a las catacumbas de Calixto que tenía programada (aquel domingo iba a ser día de "puertas abiertas" en Vía Appia Antica y delante del mausoleo de Cecilia Metella se batirían las centurias de un manípulo de legionarios de escuálidas canillas, puede que de funcionarios del ayuntamiento de Brindisi, según oí al pasar a un celador del mausoleo), de no ser por ello, digo, me hubiese gustado estar presente en el hipotético evento y así haber podido ver de cerca (?) al papa Bergoglio, a quien profeso una rara simpatía: algo parecido a la que le tengo al noble Pedro Sánchez. Quién me lo iba a decir...
    He leído chismes de que este papa guardó un cómplice silencio cuando la dictadura de Videla, pero un amigo que fue cura y que hubo de guardarse de la vesania de los milicos argentinos, porque su vida corría peligro, me aseguró que Bergoglio era de fiar, nada que ver con la parte de la Iglesia oficial que sí que tiene bastante de que avergonzarse.
    En este caso como en el del espigado Prometeo socialista, quiero creer en la esperanza, parafraseando a otro jesuita que algunos añudos tendrán en el recuerdo.

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  2. Martes 30 de mayo

    "Lo más interesante no lo podría contar." Curioso enfoque de poeta. ¿De qué tratará su poesía?

    Miércoles, 31 de mayo

    Recuerdo un comentario similar sobre la viuda de Bousoño: "Le apartó de todos sus amigos." ¿Es que eran tontitos? Quizás estaban hartos de sus pretenciosos amigos y esa fue la excusa perfecta para que los dejaran en paz.

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    1. Es posible. Afortunadamente la mujer del poeta José Cereijo no le ha apartado de sus amigos.

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    2. No me parece bien tratar así a los amigos, pero la responsabilidad es de la persona, no de su pareja (los amigos no son hijos).

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  3. Don José Luis: Lo que decía Bioy Casares de María Kodama, es así y se quedó corto. No eran celos de amigo. Doy fe.
    Saludos afectuosos

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  4. Demetrio Cárdenas4 de junio de 2017, 18:59

    La amistad de Borges con Bergoglio es una notable primicia para mí. Me imagino a los dos interesantes sujetos en conversación relajada o en confesión laica, y me cuesta imaginar cuál podría ser el tema, literatura, política, teología... No me queda más remedio que conjeturarlo, imaginar variantes de la posible plática. Un ejercicio divertido, entretenido, atine o no atine.
    Por cierto, me parece muy acertada la práctica de esquivar los afectos extenuantes y encadenantes. Qué agobio
    Muchas gracias, Martín.

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  5. Miguel el Entrerriano9 de junio de 2017, 13:16

    Me da usted envidia, Martín, por los escritores con los que trata, y no es que yo cultive mucho el culto a la personalidad, pero he admirado mucho, por ejemplo, a José Hierro y me hubiese encantado tener la oportunidad de tratarlo y platicar un buen rato con él. Usted que ya lo ha hecho nos haría un gran favor contándonos más cosas de su carácter y su visión del mundo, todo ello aderezado con alguna anécdota.

    No creo que deba preocuparse de la posteridad. Para empezar, está corrompida y desvirtuada. En "la posteridad" habita, por ejemplo, el criminal y racista Mr Winston Churchill, y también el primer gobernante que lanzó una bomba nuclear sobre civiles, Mr Truman. Sólo por esos dos, "la posteridad" es ya una residencia poco apetecible, por no decir repugnante. ¿Con esas buenas piezas quiere usted quedarse y convivir? Infinitamente mejor el dulce, el lenitivo olvido.
    Y además a la posteridad le queda muy poco tiempo. Al paso que vamos, en un par de generaciones (y quizás peco de optimista) se acabó la posteridad. Quizás presenciemos su ocaso.
    Saludos y gracias por la belleza de su escritura.

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  6. Mira, mira dónde anda...El pater silente en su domus áurea manchega (¿qué nos traerá por el viento de las castañas?); la hija que se salta un apellido y aterriza en un bigotón mexicano con sombreado de novela negra. Como mexicano es Panchito Pistoles, cuate de dos caballeros que se llaman José Carioca y Donald Duck. Y Aurora Miranda cantando desde el centro de una corola de margarita (Ah, Bahía, Ahaaaaa...). Asociación libre de las ideas llaman a esto mío.
    No tema mi señora doña Miranda, que hojitas de papel va a haber para rato: existe un remanente gigantesco de bolígrafos y Rockefeller Bic no va consentir que se pare la tala de la Amazonía.
    Saludos al poeta ensimismado.

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    1. Si usted hubiera sido "educado" en la Secta de los Idiotas no se reiría tanto. Debería agradecerme que desvele sus misterios: no importa si creyente o ateo, rico o pobre, culto o inculto, el aglutinante en el Opus Dei es la idiotez. Sacan a la superficie y exaltan la parte idiota que cada uno tenga. El pensamiento es su bestia negra, el origen de todo mal. (Y, por cierto, en el COU que yo hice con ellos, a final de curso hacen unos exámenes extra para subirle la nota a todo el mundo con solo presentarse.)

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  7. Y ¿por qué me dices esas cosas, Miranda, y por qué me censuras risas que no hay e ingratitudes que no existen? O me confunde la flechita roja de "respuestas" o sos vos la confundida. Solo trataba de ser amable...

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  8. Y en mi caso tener que escuchar en algunas presentaciones que lo mejor del libro (Educación nocturna) era el prólogo.

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    1. Yo eso solo se lo he oído al autor del libro, que gana al prologuista en todo, hasta en falsa modestia.

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